Los
peligros de reaccionar en estado de shock
Análisis
del politólogo Oscar A. Bottinelli.
EN PERSPECTIVA
Viernes 14.09.01, hora 08.40.
EMILIANO COTELO:
El ataque terrorista a los Estados Unidos presenta mil ángulos
de análisis y de abordajes. El politólogo Oscar Bottinelli,
director de Factum, ha buscado hacerlo bajo este título:
"Los peligros de reaccionar en estado de shock".
OSCAR A. BOTTINELLI:
Todavía el mundo está en estado de shock y sorpresa,
estupefacto ante un hecho inimaginado que ha ocasionado varios millares
de muertes de simples personas, entre ellas un par de uruguayos,
por lo menos uno confirmado.
Lo más
sorpresivo, desde un ángulo, es la simplicidad tecnológica
del atentado: una aeronave de grandes dimensiones más cuchillos
o estiletes, algo perfectamente realizable hace 60 años.
Nada de bombas nucleares ni bacteriológicas.
La otra gran
sorpresa, que no es nada menor desde el punto de vista de las reacciones,
es que Estados Unidos haya sido atacado en su territorio. Algo que
no ocurría desde hace casi dos siglos, cuando en 1812 Gran
Bretaña ocupó e incendió Washington, a poco
de la independencia.
Reaccionar en
medio del shock genera peligros, algunos de los cuales se han visto
en estas 72 horas. Hagamos una recapitulación.
1. Estados Unidos
es un país que pasa fácilmente de la autosuficiencia,
que a veces puede ser hasta arrogancia, a la paranoia. Una afectación
tan fuerte a su autoestima puede generar una paranoia similar a
la del periodo maccartysta de fines de los 40 y principios de los
50, y ahora con tintes raciales.
En las primeras
horas siguientes a los ataques el gobierno estadounidense demostró
debilidad y confusión, poco liderazgo, algo que ayer el presidente
Bush trató de subsanar con explicaciones. Estuvo lejos de
las imágenes que uno recuerdo haber leído de un Churchill
fumando sus habanos en las azoteas de Londres, bajo las bombas de
la Luftwaffe, o de un Stalin sentado en el Kremlin bajo la artillería
alemana.
2. Puede decirse
que si el pueblo estadounidense recibió una señal
de liderazgo, si alguien estuvo en medio del estruendo dando la
cara, fue el alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani. La afectación
de la autoestima y la debilidad demostrada inicialmente por el gobierno
pueden, precisamente, motivar como contrapartida reacciones incontroladas.
Entre otras cosas se ve que este peligro puede quedar atenuado porque
Europa, que está muy firme, muy solidaria y del lado de Estados
Unidos, mantiene la cabeza bien fría.
3. Un tercer
tipo de peligro de reaccionar en estado de shock, sobre caliente,
es el de extremar controles ante el riesgo de nuevas amenazas terroristas,
al punto de generar fuertes pérdidas de libertades. Siempre
se señala el riesgo de tal nivel de psicosis o controles,
que en el fondo es un éxito para el terrorismo porque tiene
como efecto generar pérdida de libertades. Los controles
en los aeropuertos son un ejemplo: en el Logan Airport de Boston
se prohíbe la venta de cuchillos, aun de plástico,
pero éstos pueden ser sustituidos por tenedores, y éstos
a su vez por vasos de plástico rotos, incluso por un hilo
fuerte de náilon... Hasta un hombre muy fuerte puede talar
la vida de otro hombre.
Es ilimitado
lo que hay que controlar para evitar ataques sofisticados, y pretender
controlar lo inimaginable lleva a una especie de estado policíaco.
4. El riesgo
de racismo desenfrenado. En Estados Unidos y buena parte de Occidente
se ha desatado en estos días una fobia antiárabe y
antimusulmana: ayer se relataba varios incidentes en Estados Unidos.
Esto a pocos días de la Conferencia de Durban, en Sudáfrica,
donde se evidenció la existencia de un fuerte racismo antioccidental
de muchos países árabes y africanos.
Todo esto puede
conducir a un conflicto de civilizaciones, como decía Samuel
Huntington, a un enfrentamiento entre el mundo occidental o cristiano
de un lado y el mundo islámico del otro. Y en lo político-estratégico,
en el manejo de las piezas en el tablero político internacional,
Occidente corre el riesgo de empujar a sus aliados árabes
-Arabia Saudita, los Emiratos Arabes Unidos, Jordania y Egipto-
en brazos de sus enemigos, es decir de unificar al mundo árabe
en su contra. Naturalmente hay muchos frenos para impedir esto,
pero es un riesgo.
5. En estos
días, aquí y en otros países, se percibió
en bastante gente la existencia de cierta satisfacción subyacente
con los ataques a Estados Unidos.
Cada uno, después
de la ritual condena a los atentados, de lamentar las muertes, expresaba
algún recuerdo vindicatorio: Hiroshima y Nagasaki, Vietnam,
el apoyo estadounidense a los regímenes de Argentina y Chile
con su carga de muertos y desaparecidos, acusar a Estados Unidos
de los padecimientos del pueblo palestino, de los pueblos latinoamericanos,
africanos... En fin.
En esta actitud
aparece el peligro de razonar como los sostenedores de la pena de
muerte: frente a un hecho que se considera condenable -en este caso
hechos pasados- se apoya acciones de igual o mayor tenor, tanto
o más condenables, como equilibrio o comparación:
si Estados Unidos creó tales padecimientos, bienvenido que
reciba lo mismo.
Esto tiene el
riesgo de terminar por un lado en la ley del Talión y por
otro en una espiral de violencia. Se entra en una contradicción
ética, no se termina condenando si hay crímenes o
no, sino analizando, para condenar o dejar de condenar, quién
es el autor y quién la víctima, en una selección
de simpatías o antipatías políticas y no de
los hechos en sí que provocan muerte, desastre o lo que fuera.
6. El peligro
de creer que la solución de algunos conflictos (el palestino
- israelí o el fin del bloqueo a Irak) hace desaparecer las
causas del terrorismo. Este argumento fue muy manejado en alguna
discusión en los parlamentos europeos por algunos sectores
políticos.
Veamos qué
puede ser lo más parecido a una solución realista
al conflicto de Oriente Medio (realista para las próximas
décadas, no viable hoy): sería algo parecido al acuerdo
casi alcanzado el año pasado por Barak y Arafat en Camp David,
con Clinton de huésped, quizás con alguna mayor concesión
israelí sobre el estatuto de Jerusalén. Esto es lo
más lejos a lo que podría llegar Israel y por supuesto
que no hoy; sería inaceptable para los sectores más
duros y fundamentalistas del lado palestino, quienes proclaman que
el problema está en la misma existencia del estado judío.
Por lo tanto la solución no pondría fin al conflicto,
podría atenuarlo, quitarle bases, quitarle elementos de irritabilidad,
pero pensar que ésa pueda ser la solución parece una
creencia un poco simple.
7. El peligro
de creer que el terrorismo desaparece pura y simplemente con el
aniquilamiento de Osama Bin Laden o de los talibanes afganos. Curiosamente
los talibanes afganos son apoyados, protegidos o tienen simpatías
hacia regímenes prooccidentales como los de Pakistán,
Emiratos Arabes o Arabia Saudita. Además, los grupos fundamentalistas
en el mundo son muchos, de distinto signo, incluso cristianos.
El terrorismo
tiene muchos sostenedores y muchos destinatarios. En lo que más
pueden avanzar ahora las grandes potencias es en el aniquilamiento
de una fuente de terrorismo, que puede ser mucho, pero no en la
desaparición de "el" terrorismo. Estos días
se ve esta simplificación, parece que se cree que con un
ataque se termina el terrorismo en el mundo.
8. El riesgo
de la simplificación del culpable, actitud en que Estados
Unidos cae con mucha frecuencia: rápidamente pone una cara
y un nombre a un único gran culpable, y lo castiga rápidamente
para tratar de terminar y enterrar el tema. Esto ocurrió
con las muertes de los hermanos Kennedy (John y Robert) y de Martin
Luther King.
EC - ¿Algunas
conclusiones?
OAB - Más
que de un peligro estamos hablando de un riesgo, porque decir si
es un peligro o no supone tomar una postura en el debate.
Las Naciones
Unidas afrontan un desafío, pero su papel podría definitivamente
quedar como el de un actor secundario en la escena internacional.
Los primeros pasos dados en estos días por los gobiernos
europeos y Rusia apuntan a tomar al G-8 como el gran gobierno o
la gran jefatura del mundo. O al G-8 más la OTAN y la Unión
Europea. Recordemos que el G-8 es el grupo que nuclea a los ocho
países más poderosos del globo, los más industrializados:
Estados Unidos, Canadá, Italia, Francia, Gran Bretaña,
Alemania, Japón y Rusia. Para que sea la élite del
mundo sólo falta el ingreso de China, con lo que se crearía
una especie de G-9. Hay una tendencia a que este termine siendo
el ámbito donde se resuelvan los problemas, y a que las Naciones
Unidas queden como un telón de fondo para temas más
secundarios. Es un gran desafío.
Hemos tomado
un ángulo de análisis muy parcial, solamente para
señalar algunos riesgos inmediatos que aparecen cuando se
actúa o se piensa en medio de un shock.
Hay muchos más
riesgos y desafíos en un hecho cuyo impacto sobre la escena
mundial es muy alto, parangonable al balazo de Sarajevo en 1914
que desencadenó la Primera Guerra o a la entrada de las tropas
alemanas en Polonia al despuntar setiembre de 1939.
Como se ha dicho,
es el primer gran mojón del siglo XXI. Se van a rebarajar
las cartas en el manejo de la escena política internacional
y la repercusión alcanzará también al interior
de los países.
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Transcripción: María Lila Ltaif Curbelo
Edición: Jorge García Ramón
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