21.09.2001





La actualización del Frente Amplio y el desafío del congreso

Análisis del politólogo Oscar A. Bottinelli.


EN PERSPECTIVA
Viernes 21.09.01, Hora 8.45.


EMILIANO COTELO:
Este fin de semana se llevará a cabo el IV Congreso Ordinario del Frente Amplio, que abordará la actualización programática o ideológica de esa organización política. Ese es el tema de análisis de hoy que nos propone el politólogo Oscar A. Bottinelli, director de Factum.

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EC - Hablemos de actualización ideológica en primer término.

OSCAR A. BOTTINELLI:
Sí, la actualización ideológica -puede ser programática o política- arranca hace un año, el 1º de setiembre de 2000, en un importante discurso-documento de Tabaré Vázquez que plantea el tema y llama a la reflexión.

La primera pregunta que surge es por qué la actualización. Primero, obviamente, porque el mundo ha cambiado y mucho en estos últimos 12 años. Pero hay otra razón: cuando alguien se siente a pocos pasos del gobierno siente también que en breve debe traducir sus postulados en medidas concretas de gobierno. Es un cambio mental muy importante. Es el pasaje del mundo de los deseos al mundo de las realidades, de la política concebida como aspiración de una utopía, de esperanza, a la política como operación de lo concreto, de realizaciones, de resoluciones de temas muchas veces infinitamente pequeños. Se puede decir que muchas veces es el tránsito de la política concebida como emanación del espíritu a la que emana de la razón. Es también el pasaje de lo romántico, de esa hermosura de la política romántica, al abordaje pedestre de problemas ordinarios. Ya el gobierno no es sólo exponer grandes definiciones sobre la humanidad sino resolver para dónde va este poco dinero que hay en caja en el Ministerio de Economía, si para los hospitales o para la Policía, o a quién se le hace este recorte que hay que hacer. Este tema, lo que podemos llamar los aggiornamentos ideológicos o políticos, es casi un padrón en partidos políticos que parten de actitudes muy fuertemente reivindicativas y que se están acercando al gobierno. Una señal de que un partido se siente cerca del gobierno es precisamente ésta.

Se puede mencionar muy rápidamente el Partido Socialdemócrata de Alemania Federal, cuando en 1957 abandona el marxismo, camino que repite el Partido Socialista Obrero Español en los primeros años de los 80, el largo proceso de los comunistas italianos que asumen el eurocomunismo y se pasan a denominar Partido Demócrata de Izquierda, después Democrático de Izquierda, que hasta el año pasado tuvieron la presidencia del gobierno.

Puede ser de distinto signo: los neofascistas italianos del Movimiento Social italiano hace seis años repudian el fascismo, se transforman en la Alianza Nacional y hoy están en la vicepresidencia del gobierno.

Pero no es un fenómeno sólo europeo. El Partido de los Trabajadores (PT) brasileño ha venido haciendo un proceso de actualización programática y política, de ubicarse cada vez más en un partido con mentalidad de gobierno. También el sandinismo, en estas elecciones en Nicaragua, ha hecho un formidable cambio en su presentación, en sus métodos, en la forma en que comunica que piensa gobernar.

Desde el punto de vista estrictamente ideológico los pasos que el FA necesita son más chicos que los que tuvieron que dar el Partido Socialdemócrata Alemán o el PSOE, que tenían una definición marxista que el FA nunca tuvo. Tampoco tuvo nunca una definición de exponente de una clase social: siempre fue un movimiento político de definición pluriclasista. Sin embargo, quizás desde el punto de vista de lo real, el FA llevó esa actitud más reivindicativa más lejos, estando muy cerca del gobierno todavía ha mantenido esa actitud dura y no fue dando esa gradualidad de pasos que se dieron con más tiempo en los partidos europeos que se fueron acercando al gobierno.

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EC - Veamos qué problemas se le presentan al Frente Amplio para afrontar esta actualización.

OAB - El problema en sentido general, mucho más allá que hablar del abanico que divide al FA y de esa fácil clasificación en moderados y radicales, es la dificultad de pasar de la cultura de la resistencia a la cultura de gobierno. La izquierda en su sentido amplio, comprendido lo sindical, lo social, ha cumplido un rol en la cultura de la protesta, de la reivindicación y de los planteos sectoriales: el agro por un lado, los bancarios por otro, los metalúrgicos por el suyo, los funcionarios de la Administración Central por el propio.

Esto le plantea dos desafíos: por un lado, el pasaje de esa cultura de protesta a la cultura de gobierno; y por otro, el pasaje de las reivindicaciones sectoriales a una acción de gobierno. En la acción de gobierno se aprenden dos cosas: que las reivindicaciones de un sector en todo o en parte pueden chocar con las de otro sector, y que la suma de reivindicaciones sectoriales no da como resultado el bienestar general. Éste no es la suma de lo que reivindican todos y cada uno de los sectores: puede faltar mucho para el bienestar general y ser imposible atender todas las reivindicaciones sectoriales por contradicciones entre ellas, no sólo por insuficiencia de posibilidades fácticas de realización, sino por que el bienestar general no es la suma de las demandas de cada uno de los sectores.

El FA afronta también el problema de la existencia de una cierta ilusión óptica en relación a la Intendencia de Montevideo. Se ha insistido mucho diciendo que si está en condiciones de gobernar el FA que ya viene gobernando medio país en los últimos 10 años. La idea es que si gobierna medio país y gana el gobierno nacional, pasa a gobernar la otra mitad, duplica su área de gobierno. Este planteo es peligroso porque el FA no gobierna ni de cerca la mitad del país: es una parte ínfima de esa mitad, de ese Montevideo, que es administrar los problemas edilicios de una ciudad, alumbrado, pavimento, veredas, pocas políticas sociales. El gobierno es encontrarse con resolver niveles de salarios y jubilaciones, desempleo, fuentes de trabajo, problemas de importaciones y exportaciones, seguridad pública, defensa, vivienda, salud, educación, miles de problemas grandes. No es sólo realizar obras concretas. Por lo tanto, no puede hablarse de la existencia de una experiencia de gobierno realizada por el FA, sino de una experiencia de administración que ya le significó, sin duda, un importante paso en un cambio de cultura, al pasar, por lo menos en un área, a la cultura de la ejecución.

EC - Vamos al problema del congreso en sí.

OAB - Como todo partido político, el FA tiene un problema de correlación de fuerzas interna. No es una excepción. Pero uno de sus mayores problemas es que tiene tres tipos de soberanía que se expresaban en tres representaciones distintas: en primer término, la soberanía que emana de lo electoral, del electorado nacional, de todos los que lo votan -en torno a las 800.000 personas-, de donde surgen las representaciones parlamentarias y edilicias de gobierno; una segunda, son los afiliados, un universo de alrededor de 140.000-150.000 personas que a través de las elecciones internas eligen la conducción nacional mediante listas sectoriales por un lado y mediante delegados por otro, pero es lo mismo; y una tercera base -que es ésta que está representada en el congreso-, son los delegados que eligen los comités de base, que de hecho hoy están representando a los militantes. Esta es una base muy chica que se puede estimar que no llega a las 10.000 personas.

Cada una de las tres produce una correlación de fuerzas diferente. Tanto es así que se estima que la suma del MPP y la 1001 da una clara mayoría en este congreso, mientras que el Espacio 90, la Vertiente y Asamblea Uruguay sumados están distantes de la mayoría en esta instancia, cuando son una clarísima mayoría en la expresión del electorado general. Este es un problema ya que el pasaje del documento de actualización programática por el congreso implica una dirección que tiene una correlación que está más cerca de las definiciones de las elecciones nacionales, con este congreso que tiene una correlación relativamente opuesta.

Me interesa señalar dos cosas. Primero, a veces hay que tener cuidado con la sobrevaloración del peso de los documentos en relación al peso de lo real. El FA no empezó la actualización con el documento de Tabaré Vázquez, ni se puede decir que la discusión haya estado un año en el plano teórico y que según lo que resuelva el congreso se va a actualizar o no. Hay muchos pasos que permanentemente se dan en el discurso del líder político del FA, en el discurso y la acción de sus parlamentarios, en los lazos que la fuerza política va tendiendo hacia las gremiales rurales, hacia la Cámara de Industrias, por ejemplo, que van implicando una actualización o una modificación de su propuesta o su definición programática. No es necesario que esté escrito. A veces es mucho más importante lo que hace y lo que realiza una fuerza política a través de su líder principal, de sus líderes sectoriales, de sus sectores y de sus parlamentarios.

Desde ese punto de vista el congreso relativiza mucho su importancia, porque independientemente de lo que vote -además un mecanismo de resoluciones muy pesado, por dos tercios de votos-, lo que seguramente va a importar es cómo sigan actuando en primer lugar Tabaré Vázquez, que es el gran referente para toda la opinión pública; en segundo lugar los sectores de más peso en el FA, con mayor presencia parlamentaria y mayor representatividad ciudadana; cómo actúan sus parlamentarios, no sólo en los discursos sino también en las votaciones, en los gestos políticos y en las relaciones con los distintos sectores de la sociedad. Esas señales son mucho más importantes en la lectura política para calibrar el grado de ajuste hacia un lado o hacia otro que va dando una fuerza política en ese acercamiento al gobierno, en ese empezar a pensar y manejarse con mentalidad de gobierno. Desde ese punto de vista parecería que el congreso no es una instancia tan crucial como se la ve desde adentro del FA.

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Transcripción: María Lila Ltaif Curbelo







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