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Entre el atentado a las torres
y el desfibramiento del Mercosur
Análisis político del profesor Oscar A. Bottinelli.
EN PERSPECTIVA
Viernes 11.01.02, 08.45.
JULIO VILLEGAS:
El politólogo Oscar A. Bottinelli, director de Factum, hizo
el viernes pasado un breve balance del año 2001 en cuanto
a la vida del gobierno nacional. Hoy nos promete completarlo con
una segunda parte que ha titulado: "Entre el atentado a las
torres y el desfibramiento del Mercosur".
OSCAR A. BOTTINELLI:
El primer tramo estuvo enfocado en el gobierno nacional hacia adentro;
en esta oportunidad enfocaremos el gobierno nacional hacia fuera,
la política exterior del país. Hay dos grandes temas
de la política internacional que fueron determinantes a lo
largo del año pasado. El primero es una constante de preocupación
de la política internacional, tiene que ver con la inserción
internacional del país. El segundo tiene que ver con los
hechos generados por los atentados del 11 de setiembre.
Sobre el primer punto: es un dilema permanente cuál es la
inserción internacional del país. Están el
tema del Mercosur y el de las alianzas del Mercosur. En el año
2001 vivió con mucha fuerza un proceso que se había
iniciado en 1999, al que podemos llamar el desfibramiento o debilitamiento
del Mercosur. Hasta 1998 el Mercosur caminaba, por lo menos en el
espíritu de la gente, particularmente en Uruguay, de los
actores políticos, económicos, sociales, de la opinión
pública en general, como el gran norte, el gran destino de
Uruguay. La incógnita quedaba generada en torno a las distintas
posturas sobre las alianzas que debía formular el Mercosur
y sobre la ampliación de éste.
La devaluación de Brasil genera cierta incertidumbre sobre
el funcionamiento del Mercosur, las políticas macroeconómicas
dejan de funcionar con cierta armonía, se produce un desnivel
entre los costos y los precios de los países miembros de
la unión aduanera y por lo tanto comienza a haber problemas
en el propio funcionamiento del Mercosur.
En 2001 el debilitamiento se acentúa. Se observa que Brasil,
país líder en el Mercosur por su propio peso -guste
o no guste, no es un problema de vocaciones sino de realidades económicas
y geopolíticas-, no ejerció el liderazgo que debió
ejercer para que el Mercosur funcionara. Entre otras cosas el liderazgo
pasaba por no privilegiar los problemas internos del país
en función de los intereses globales de Brasil como país
y del Mercosur como región. Los juegos de las elites económicas
y políticas regionales que condicionaron fuertemente desde
1999 a la fecha a Brasil le hicieron perder capacidad de liderazgo
sobre el Mercosur. Jugó más una política de
defensa de sus intereses inmediatos presentes que de sus intereses
estratégicos, que coinciden con los de un Mercosur fuerte.
El liderazgo de Brasil sin duda fue afectado y Uruguay vio reflejar
en su interior las vacilaciones respecto al Mercosur y a las alianza
de éste.
El Mercosur puede caminar hacia un gran acuerdo con la Unión
Europea o hacia un gran acuerdo con Estados Unidos o, un poco más
amplio, con el Nafta. O puede caminar en la misma línea hacia
un acuerdo con Estados Unidos, pero en el marco de la Asociación
de Libre Comercio de las Américas (ALCA).
A su vez el ALCA plantea dos caminos: que cada uno de los países
de la región se integre por sí solo, o que el Mercosur
participe como bloque, es decir como bloque que se inserta en un
bloque mayor.
Ambos temas -la visión del Mercosur y sus alianzas- plantean
a Uruguay varias posturas, básicamente tres: una postura
muy fuertemente robustecedora del Mercosur, que representa al Foro
Batllista y al Frente Amplio; una postura de apostar al Mercosur
pero con cuidado, que ha expresado el Partido Nacional, particularmente
el presidente del Directorio, Luis Alberto Lacalle, con su mensaje
de "pausa y reflexión" y una postura que en general
fue de poco cariño hacia el Mercosur, que es la del presidente
Batlle, que ahora, a lo largo del año 2001, marca cierto
reciclaje, cierto cambio para empezar a apostar al Mercosur, pero
a un Mercosur que se una, se alíe, logre alianzas muy fuertes
con Estados Unidos. Sin duda el Foro Batllista representa más
la postura del Mercosur hacia la Unión Europea, Batlle la
del Mercosur hacia Estados Unidos y a Lacalle uno lo vería
con mayor inclinación hacia un acuerdo con Estados Unidos
que con Europa, como postura básica -más allá
de que estas posturas en los hechos pueden tener cambios porque
una negociación camina más rápido que la otra,
una se bloquea y otra también y hay que esperar cuál
se desbloquea primero, es decir que en definitiva los hechos se
ponen por delante de las voluntades-. Lo claro es que el año
2001 marcó que partiendo de posturas distintas termina habiendo
una cierta convergencia en defender al Mercosur y buscar todas las
alianzas posibles, lo que significó abrirse la negociación
con Estados Unidos -el cuatro más uno- y por otro lado que
se destrabó en parte la negociación entre el Mercosur
y la Unión Europea.
JV - Ahora viene el plato fuerte que nos anunciabas: el trágico
gran hecho del año, los atentados del 11 de setiembre, y
lo que siguió, los bombardeos a Afganistán.
OAB - En este análisis vamos a manejar la postura de Uruguay
en relación con el 11 de setiembre. Los atentados contra
las torres gemelas y el Pentágono desencadenan casi un mes
después los bombardeos sobre Afganistán básicamente
comandados por Estados Unidos, con el apoyo militar británico.
Tenemos que analizar varios aspectos. Veamos primero la reacción
de la comunidad internacional: ésta reaccionó con
cierta unanimidad o cierto consenso, por lo menos a nivel de los
países y bloques dominantes. Esta reacción tuvo que
ver con que el terrorismo como tal con distintas motivaciones afecta
a gran parte de los grandes países y todos ellos tienen razones
para combatirlo. En el caso particular de Afganistán se juntaban
viejos intereses de Rusia -de preocupación por el régimen
talibán, que se impuso con apoyo de Estados Unidos para expulsar
a un régimen que tenía muy buena relación con
la Unión Soviética e incluso contaba con el apoyo
de tropas soviéticas-; de China, con un gran temor a que
el fundamentalismo islámico pudiera penetrar a través
de su frontera con Afganistán por el Himalaya y por supuesto
de todo Occidente, muy preocupado por el terrorismo fundamentalismo
islámico. Esto dio lugar a la reacción de la comunidad
internacional, que en general fue bastante consensual, aunque hubo
algunos matices en las formas y las instrumentaciones.
Precisamente, el riesgo que apareció en esa situación
fue el de actuar con nerviosismo. Los nerviosismos llevan a saltear
procedimientos, a olvidar principios de larga data de la comunidad
internacional. Esto quedó básicamente planteado en
América, la posibilidad de que se plantearan mecanismos de
Naciones Unidas, de que la convocatoria al Tratado Interamericano
de Asistencia Recíproca (TIAR), que inicialmente fue resistido
por Uruguay -inicialmente fue resistido por Uruguay, Brasil y México;
después las posturas de Brasil y México se debilitaron
y fue Uruguay el que manejó una postura un poco distinta-.
En general Uruguay manejó una postura sobre el tema reacción
frente a los atentados del 11 de setiembre bastante distinta del
resto de América y en gran medida de Europa, al marcar el
respeto total y absoluto de los procedimientos exigidos por la Carta
de Naciones Unidas y los tratados internacionales. Posición
que algunos críticos calificaron como muy juridicista. Una
posición muy calma, que logró un casi consenso nacional,
a nivel de actores políticos no se manifestaron disidencias,
más allá de que se conocía que en privado algunos
actores -no los líderes de primera fila pero sí algunos
sectores- no estaban plenamente conformes con la postura o con su
oportunidad. También aparecieron algunos elementos de crítica,
sobre todo en sectores afines a las empresas estadounidenses que
se consideraron un poco descolocadas con la postura de Uruguay,
que rompía la unanimidad continental.
La postura uruguaya tenía como basamento por un lado que
en ella y detrás de ella tenía a toda la coalición
de gobierno y que no hubo ninguna discrepancia explícita
del Frente Amplio, lo cual estaba marcando una actitud bastante
consensuada. Por otra parte coincidía con todos los antecedentes
uruguayos en la materia en cuanto a una línea muy firme,
de medio siglo de actuación en Naciones Unidas, de manejar
el respeto íntegro a los procedimientos y los tratados internacionales.
La postura del gobierno coincidía con la opinión pública;
una encuesta de Factum daba, sobre el tema de los atentados y los
bombardeos, que el 55% de la opinión pública condenaba
con firmeza los atentados a las torres gemelas y los bombardeos
sobre Afganistán, que un 15% explicaba los atentados, sin
justificarlos -solamente los justificaba un 2%- y que el otro 13%
no los justificaba, discrepaba con los mismos pero explicaba que
Estados Unidos los merecía por la conducta tenida en otras
partes del mundo, como Vietnam, América Central, etcétera;
un 15% tenía posición contraria, explicaba los bombardeos
a Afganistán, un 10% los justificaba, entendía que
los merecía por haber alojado o promovido el terrorismo,
y un 5% no estaba de acuerdo con esta interpretación pero
explicaba que era lógico que a Afganistán le ocurriera
eso por haber cobijado al terrorismo; el otro 15% tenía una
actitud distante, no sabía, no se pronunciaba por ningún
lado.
En cierto modo teníamos que el 55% estaba contra ambos actos
violentos -atentados terroristas y bombardeos-, un 15% enfocaba
su contra a los atentados y un 15% a los bombardeos. Esa posición
de cierta equidistancia de la opinión pública de alguna
manera reflejó o apoyó la decisión tomada por
el gobierno en relación al hecho, una posición que
en el plano internacional llamó la atención, más
allá de que hubo señales muy claras de Europa en cuanto
a entenderla y respetarla, ya que en el plano de Naciones Unidas
el único país importante que tuvo una posición
similar fue la República Popular China.
En pinceladas muy grandes -no es un análisis de los temas
en sí mismos- éstos son los dos grandes ejes que tocó
la política internacional de Uruguay a lo largo del año
pasado.
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Transcripción: María Lila Ltaif Curbelo
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