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La estabilidad
perdida
Análisis del politólogo Oscar A. Bottinelli, director
de Factum
Análisis político
EN PERSPECTIVA
Viernes 15.02.02, Hora 8.40.
EMILIANO COTELO:
El año 2002 comenzó con cambios muy fuertes en el
país, como consecuencia de la crisis argentina. El cambio
más importante es, seguramente, la aceleración del
ritmo de devaluación del peso uruguayo y, como consecuencia,
el incremento que se producirá en la inflación. A
propósito de esto el politólogo Oscar A. Bottinelli,
director de Factum, nos propone su tema de análisis político
para hoy: "La estabilidad perdida".
Oscar, ¿por dónde empezamos?
OSCAR A. BOTTINELLI:
Primero debemos decir que el comienzo de este año está
trayendo muchos temas que podemos dividir en dos grandes áreas:
los que impactan sobre la macroeconomía (como por ejemplo,
la noticia de la pérdida del grado inversor por parte de
Standard & Poor's), y los que afectan a la sociedad, que son
los que repercuten sobre el comportamiento de la gente, como por
ejemplo el rebrote inflacionario.
La devaluación puede analizarse desde muchos puntos de vista,
en el impacto sobre las posibilidades de exportación del
país, sobre los endeudamientos o sobre los que tienen créditos
en dólares. Pero hay un tema particularmente significativo,
que es lo que tiene que ver con la inflación. Recordemos
que reducir la inflación fue el objetivo de los dos gobiernos
anteriores y que en la campaña electoral de este gobierno
se marcaba que una vez bajada la inflación a un dígito,
el tema sería continuar bajándola lo más posible
para, a partir de una inflación extremadamente baja y consolidada
en este período, pasar a otro tipo de políticas. Aquí
se produce un quiebre muy fuerte.
En economía hay efectos de tipo político, de tipo
psicológico y de tipo cultural, o sea que hay formas de comportamiento
de la sociedad relacionadas con la economía que tienen que
ver con las percepciones, los miedos, los temores y las ansiedades
que tiene la gente.
En materia de inflación hay una cultura de inflación
y una cultura de estabilidad. La cultura de inflación es
aquella a la que nos hemos acostumbrado a lo largo de buena parte
de nuestra vida, que comenzó a cambiar recién en los
últimos años.
EC - Seguramente todavía no estaba instalada de manera plena
la cultura de inflación cero o inflación muy baja.
OAB - Todavía quedaban algunos ramalazos de cultura inflacionaria,
pero ya empezaba a girar la cabeza de la gente. Recordemos que la
política antiinflacionaria se basó, entre otras cosas,
en frenar la suba del dólar. En otras palabras: el Indice
de Precios al Consumo -que vulgarmente llamamos inflación
en pesos- subía más que la cotización del dólar.
Por esa razón había también un aumento de los
precios en dólares, fenómeno al que, desde el ángulo
de los productores, de los industriales y los empresarios se llamó
atraso cambiario -porque en definitiva quería decir que dentro
del país las cosas costaban cada vez más en dólares-,
y desde el ángulo del consumidor era una inflación
en dólares.
Tardó mucho en imponerse el reajuste, la indexación,
entender que la inflación supone una moneda que dura poco,
que no se puede manejar los mismos precios de un año para
el otro, que guardar el peso en el colchón es perder dinero,
y surgen todos los mecanismos de reajuste. Paulatinamente Uruguay
se fue encaminando a una doble o quizás una triple moneda:
el peso por un lado, el dólar -cada vez más extendido,
primero fueron las viviendas, después los automóviles
y hoy hasta las licuadoras- y por otro lado apareció, como
una de las primeras medidas institucionales de reajuste frente a
la inflación, la Unidad Reajustable para vivienda y para
alquileres, que en definitiva operó como una moneda en la
medida en que el deudor del Banco Hipotecario debe tantas UR. Vino
una serie de medidas, todo el mundo estaba habituado a los ajustes
trimestrales, cuatrimestrales o semestrales de precios, tarifas,
salarios. En cuanto a los dólares, en la medida en que la
moneda estadounidense se fue extendiendo en el uso cotidiano, los
contratos también tendieron a los ajustes. Esto era muy común
en los alquileres, los ajustes anuales o por lo menos bienales.
EC - Eso en cuanto a la cultura de la inflación. Después
vino la baja de la inflación.
OAB - Como pasa con todo proceso, al principio costó ver
la baja de la inflación. Si una inflación baja del
100 al 80 o del 80 al 60 cuesta percibir un cambio en la velocidad
de aumento de los precios. Pero cuando la baja fue notable, en las
encuestas encontramos grandes dificultades en la gente para percibirla.
Hay una anécdota importante. Un año la inflación
bajó de alrededor del 26% a alrededor del 15%, pero cuando
se le preguntaba a la gente cuál había sido la inflación
del último año, ésta tenía idea -el
tema había sido muy publicitado- de que había sido
del 15%, del 16%, del 18%, pero cuando se preguntaba cuánto
había sido la del año anterior la gente presentaba
muchas confusiones, algunos creían que de 20%, otros de 25%,
otros del 30%, pero coincidía la idea de que la cifra del
último año era menor a la del año anterior.
Pero cuando se le preguntaba si la inflación había
bajado, la respuesta era que no. La gente asociaba baja de la inflación
a no tener inflación, a que los precios no subieran. Preguntábamos
por qué consideraban que la inflación no había
bajado y la gente decía que no había bajado porque
los precios seguían subiendo. Se requirió una notable
estabilidad de precios, una suba muy lenta de los mismos para que
la gente viera que efectivamente no había inflación
o que ésta era extraordinariamente baja.
En ese período se dieron muchas resistencias a ese cambio
del pasaje de la cultura de la inflación a la cultura de
la estabilidad.
EC - ¿Por ejemplo?
OAB - Recuerdo que hasta el año 2000 en los presupuestos
aparecía la indicación de que el precio se mantenía
por 20 días. ¿Por qué por 20 días? Porque
después los precios suben.
Los planteos de reajuste en contratos en dólares en general
empiezan a desaparecer como cosa más o menos masiva en 1998.
En 1997 quien realizaba contratos en dólares preguntaba cómo
sería el reajuste. No había más inflación
en dólares, el país tenía estabilidad en los
precios en dólares, no cabía el reajuste, incluso
algunas cosas, como los alquileres, estaban bajando en dólares.
Sin embargo, la gente no entendía por qué no iba a
reajustar, pensaba que si no reajustaba el año siguiente
cobraría menos como consecuencia de la inflación.
En el caso de salarios, sobre todo, la resistencia a cambiar los
tiempos, el timing de los reajustes, de cuatrimestral a semestral
y de semestral a anual y luego no entender por qué el reajuste
era de 1,5%, 2%, ante una suba de precios que percibía mayor.
Estas son anécdotas que todos hemos vivido y por otro lado
datos que hemos ido recogiendo a lo largo de estos años en
el seguimiento a través de encuestas de opinión pública
y sus comportamientos en relación a la inflación.
Se encontraba prestadores individuales de servicios que pretendían
subir los precios en forma importante de un mes a otro, 10%, "porque
todo sube".
***
EC - Finalmente llegó o empezó a llegar la cultura
de la estabilidad.
OAB - Nos detuvimos en ver elementos de la cultura de la inflación
y las dificultades para aceptarla, que es justamente lo que se revierte
ahora. Empezó a llegar la cultura de la estabilidad, un logro
que se obtiene muy tardíamente, La gente demoró en
aceptar que la inflación era baja, que lo aceptara psicológicamente,
que se moviera con mecanismos mentales de estabilidad. Es importante
marcarlo porque es ahí donde impacta el rebrote inflacionario.
Por un lado vino cierta indiferenciación entre compromisos
en pesos y compromisos en dólares. Si la inflación
es de un 3,5%, como fue el año pasado, no es tan grave que
durante el año se cobre lo mismo en pesos y se haya pactado
una obligación en dólares, ni para el que cobra ni
para el que paga. El dólar se veía como una moneda
estable en su relación con el peso, es decir que una persona
no iba a tener bruscos comportamientos si tenía sus compromisos
en dólares o en pesos. Comenzó la adquisición
de créditos a mediano y largo plazo, compras de autos a tres
y cinco años, y de viviendas a 15, 20 y 25 años, hasta
que finalmente, en el año 2001, el propio Banco Hipotecario
volcó el grueso de los préstamos a dólares
y no en UR.
EC - Apenas se estaba consolidando esa cultura de la estabilidad
cuando ésta se rompe.
OAB - Exactamente, viene la ruptura de la estabilidad. ¿Qué
quiere decir? Primero, es la pérdida de confianza en el endeudamiento
en dólares. Por un lado está el problema puntual,
concreto, que tiene el que ya está endeudado pero por otro
está la ruptura de la confianza. Mientras los préstamos
a mediano y largo plazo sigan en dólares, sean créditos
de fomento o hipotecarios, no habrá crédito porque
nadie va a aceptarlos, razonablemente, en una moneda que pasa a
ser impredecible y queda desajustada respecto de sus ingresos.
En segundo lugar, el retorno a los reajustes y a la indexación,
cuando estaban desapareciendo o habían desaparecido. Retorno
significa empezar a barajar y dar de nuevo en materia de reglas
de juego, que es mucho más complicado que cuando durante
décadas se habían instalado determinadas condiciones
obvias, parte del sentido común y por lo tanto no había
demasiadas discusiones. Ahora comienza un nuevo rebaraje y una nueva
discusión que genera toda una tensión, tanto en el
plano comercial como en el de las relaciones laborales.
Pero hay además otro problema: Uruguay manejó la
doble moneda peso-dólar con mucha naturalidad, sobre todo
en los últimos 10 años, y ahora viene un aluvión
de búsqueda de reconversión de todas las obligaciones
de dólares a pesos, que genera toda una serie de complicaciones
sobre cuál es la cotización, qué pasa con los
pagos fuera de fecha. El pago fuera de fecha en dólares o
en pesos en un período de inflación es mucho menos
preocupante para el que tiene que cobrar en dólares. En pesos
tiene el temor de que desvalorice. Si la inflación rebrota
fuerte estar estabilizado en un ingreso durante cuatro o seis meses
significa que el cuarto o sexto mes se perciba mucho menos que el
primero. Por otro parte el alud de remarque de precios, muchas veces
con fines preventivos, empuja la inflación y genera inestabilidad
para la gente.
EC - ¿Cuál es la conclusión?
OAB - Estamos ante un cambio de cultura en la sociedad, ante un
shock sobre la sociedad, que la gente está percibiendo de
a poco. Seguramente esta semana vendrá un primer gran shock
con el aumento del precio del boleto, el anuncio oficial del aumento
de las tarifas de electricidad, de teléfono y de agua y el
aumento del precio de los combustibles. Ya se ha visto como aumento
del precio de determinados productos de consumo básico que
implica un shock muy fuerte sobre la sociedad. Hemos observado que
el sistema político todavía no se ha dado cuenta del
cambio fenomenal que se introduce con el rebrote inflacionario y
el cambio de cultura, que afectará de manera significativa
el comportamiento de la gente en relación a la política.
Cuando decimos el sistema político estamos viendo que el
gobierno ha tomado esto como un tema auxiliar, se habla del déficit
fiscal, no tanto de la inflación, no lo han tomado los aliados
del gobierno ni la oposición. Cuando uno ve las críticas,
el shock que significa para la estabilidad y la gente el fin de
la estabilidad no está tomado como un arma ni siquiera por
la oposición, quizás porque ésta nunca valoró
la estabilidad como un logro. Al no haber reconocido ese logro no
ataca la pérdida del mismo. El valor de la pérdida
de estabilidad va a ser un aspecto importante en el aspecto político
del comportamiento de la sociedad, que se va a ir observando fuertemente
a lo largo del 2002.
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Transcripción: María Lila Ltaif Curbelo
Edición: Mauricio Erramuspe
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