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El "ajuste político",
un tema relacionado con la credibilidad pública
Análisis político del director de Factum, Oscar
A. Bottinelli.
EN PERSPECTIVA
Viernes 22.03.02, 08.45.
EMILIANO COTELO:
Hace varias semanas el ex presidente Lacalle instaló el debate
sobre lo que denominó "ajuste político".
A propósito de este tema, el politólogo Oscar A. Bottinelli,
nos propone para su análisis político de hoy "El
"ajuste político": un tema relacionado con la credibilidad
pública".
Hablemos en términos de qué es lo que se ha estado
entendiendo en estos días como "ajuste político".
Porque hay variantes, hay distintas expresiones.
OSCAR A. BOTTINELLI:
Digamos qué se está entendiendo, resumiendo las propuestas
lanzadas por el ex presidente Lacalle y la cantidad de sugerencias,
réplicas y contrapropuestas que surgieron una vez que este
tema se lanzó al ruedo y prendió bastante. En un momento
muy agitado, en el que hay muchos temas de distinto cariz, éste
encontró un espacio bastante importante.
Veamos qué hemos visto como "ajuste político".
En primer lugar la propuesta inicial de reducir el número
de legisladores, que puede ser, como lo propuso Lacalle, una reducción
en cada Cámara o la supresión de una Cámara,
como han propuesto algunos legisladores frenteamplistas.
En segundo lugar se habla de la reducción del número
de miembros de las juntas departamentales, que en Uruguay ha ido
de 15 a 65, como llegó a tener la de Montevideo hace medio
siglo.
Tercero, reducir el número de ministerios.
Cuarto, algo más genérico que pasa por la reducción
del número de directores de los entes autónomos y
servicios descentralizados o la supresión de los mismos,
dejarlos en manos de gerentes.
Quinto, otro tipo de propuestas que van desde suprimir, reducir,
limitar los contratos de obra, reducir el sueldo del presidente
de la República, de funcionarios, etcétera.
Todo esto es lo que ha entrado en el paquete de "ajuste político".
EC - ¿Por qué vías podría hacerse esos
ajustes?
OAB - Por muchas vías. Para reducir el número de
legisladores, suprimir una Cámara, reducir los ediles, es
necesaria una reforma constitucional. Para bajar el número
de ministerios basta una ley. Para reducir el número de directores
de los entes autónomos y servicios descentralizados basta
una ley. Las medidas que tengan que ver con contratos y sueldos
-salvo el del presidente de la República, que no se puede
modificar en cinco años, por lo tanto puede ser un acto unilateral
de ceder parte del sueldo, y los de los legisladores- pueden ser
tomadas mediante leyes, decretos, resoluciones, según cómo
haya surgido el tipo de retribución.
EC - ¿Qué pasa con el impacto económico de
este tipo de medidas?
OAB - Aquí está el centro del tema. Si uno analiza
el impacto que puede tener todo el "ajuste político",
frente al déficit que tiene el país, la necesidad
de ahorro y de nuevos impuestos, es muy bajo y muy menor. Por ejemplo,
cualquier forma de reducir el número de legisladores significa
un ahorro mucho menor que lo que se gasta en impresos y publicaciones
en el Poder Legislativo. Además, el Poder Legislativo tiene
hoy cinco veces más funcionarios que los que tuvo poco más
de medio siglo atrás. El número de personas que asisten
a legisladores, sea como secretarios, sea como pases en comisión,
hoy es unas 40 veces mayor que hace 55, 60 años. Es decir
que hay otros gastos que no necesariamente están acordes
con la cantidad de legisladores o de ediles, sino que son gastos
que se van anexando a determinadas funciones.
Pero lo que importa es por qué el tema impacta, si cuando
se hacen números el resultado de ningún "ajuste
político" es relevante. Lo que surge es que lo que realmente
está impactando no es lo económico sino lo simbólico:
el mensaje que el sistema político estaría dando si
hiciera un "ajuste político", o el mensaje que
la gente está esperando por parte del sistema político.
Lo que es bastante claro -surge de encuestas de opinión
pública, de algunos elementos muy claros, del rechazo de
la llamada minirreforma de 1994 que, entre otras cosas, contenía
una retribución a los ediles, que son honorarios- es que
hay una cierta crítica permanente hacia los políticos
y hacia la política, que puede transformarse en cierto descreimiento.
Sin duda, cuando hace esta propuesta, Lacalle toma este sentimiento,
tiene un feeling bastante claro con este sentimiento, y pretende
dar el siguiente mensaje: "Hay que hacer un ajuste muy fuerte
en los gastos públicos, hay que ajustar los ingresos de la
gente, hay que ajustar cobrando más impuestos, hay que ajustar
recortando gastos, es decir ajustes que caen sobre la gente; bien,
demos a la gente la señal de que nosotros, los políticos,
nos ajustamos a nosotros mismos". Este es el mensaje que todos
recogen, tratando de ir en la misma dirección, más
allá de que las propuestas puedan ser todas diferentes. En
este momento es claro que en Uruguay no se controvierte si debe
o no hacerse un "ajuste político", por lo menos
desde el punto de vista público. Todo el mundo dice que sí,
hay que hacer un ajuste; lo que sucede es que cada uno está
proponiendo uno diferente.
EC - Hay distintas expresiones de descreimiento en la política
y en los políticos dando vueltas en el ambiente, ¿no?
OAB - Digamos que hay algunas que pueden ser más recientes
y otras que pueden ser de más larga data. Pueden dividirse
en varios capítulos. Unas son las que tienen que ver con
un tema mucho más genérico, que tienen que ver con
la política, con los políticos y con el Estado: lo
que la gente espera del Estado y de la política no es que
le den medios para realizar cosas, sino que espera resultados, que
la política o el Estado, a través de la política,
resuelva cosas para el país, para la gente, para sectores
del país. Cuando los resultados no se dan, porque el país
está mal, o porque yéndole mejor o peor al país
a importantes sectores no les va bien, esa falta de resultados repercute
en ver a la política como ineficaz. Este es un tema.
Un segundo tema tiene que ver con formas de hacer política
y de entender la política. Hace mucho tiempo (y se ha visto
en el cambio de jerarquía que han tenido en Uruguay los cargos),
que la política deliberativa fue perdiendo peso en relación
a la política ejecutiva. En los años 60 se vio despegar
del Senado, a través de los discursos, una candidatura presidencial
y un liderazgo parlamentario como el de Wilson Ferreira Aldunate.
Hoy se nota que la gente no aprecia el debate, no aprecia la polémica
ni, en general, el trabajo parlamentario, sino que valora más
la labor de un ministro, de un intendente, de alguien que está
al frente de un ente autónomo, de una junta local o de un
instituto de menor jerarquía. Lo concreto, lo ejecutivo,
la posibilidad de realizar algo se está imponiendo sobre
el gran debate de ideas, sobre el gran debate de soluciones o de
posiciones políticas o partidistas.
En la medida en que lo político y las políticas se
asocian mucho al Parlamento -o a los parlamentos, tomando las juntas
departamentales- y al debate y la discusión, esta búsqueda
de lo ejecutivo, de la ejecutividad o de los resultados también
lleva a cierto descreimiento en la política. Lo cual se asocia,
además, a que en general hay un entendimiento cada vez menor
del sentido que tiene la contraposición de ideas, de proyectos
y la negociación política como un factor necesario
para producir resultados en la política.
Por otra parte, las decisiones se han ido "cupulizando":
se reúnen los líderes partidarios, los líderes
sectoriales, forman los acuerdos y después ya no hay sorpresas
en el funcionamiento del Parlamento o de las juntas departamentales
-lo que cuenta es si hay o no votos-, donde se vota lo previamente
resuelto, lo que también contribuye a ver como ociosa o ineficaz
a la función parlamentaria.
Hay otro tipo de descreimientos que parte de la visión de
que los que están en la actividad política están
persiguiendo fines personales en forma primordial o exclusiva, y
de que el sistema político en general es una especie de sistema
que se autosostiene. Es decir, un sistema en el que todos los que
lo conforman buscan formas de perpetuarse, de mantenerse, de vivir
de la política. A veces esta visión lleva a formas
extremas en forma genérica o particularizada en sectores
o personas, lo que a su vez es atribuirle a esto formas non sanctas
de ganarse la vida, es decir, de corrupción. Pero aun sin
corrupción, se lo ve como algo que gira teniendo como objetivo
su propia existencia. Entonces hay muchos cargos, sea de legisladores,
en entes, aquí o allá, porque es necesario que haya
cargos para repartir, para que los políticos puedan autosustentarse.
A veces las mismas personas piensan todo esto; a veces algunas
piensan algunas cosas y otras, otras cosas, con razón o sin
ella, lleva a este estado en que los políticos y la política
tienen un alto nivel de pérdida de credibilidad. Una gran
diferencia respecto del Uruguay de hace muchos años es que
no hay alternativas: la gente no propone alternativas. Hace más
de 30 años unos decían "Esto tiene que terminar,
tienen que venir los militares y dar un golpe de Estado"; otros
decían "Esto se termina con una revolución".
Hoy no hay alternativas en forma mayoritaria, dominante, visible
en la sociedad: es un descreimiento que no tiene contrapartida.
Esto es lo que está en juego con el debate sobre el "ajuste
político": enfrentar un problema de credibilidad pública
de todo un sistema.
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Transcripción: María Lila Ltaif Curbelo
Edición: Jorge García Ramón
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