Uruguay: ¿dolarizar, desdolarizar, pesificar o mantener los
actuales parámetros de política económica?
Análisis económico
EN PERSPECTIVA
Jueves 31.01.02 - Hora 08:30
EMILIANO COTELO (EC):
La economía uruguaya se está viendo afectada por las
repercusiones de la crisis argentina. Las cifras de la temporada
turística que se conocen hasta el momento son muy desfavorables
y las proyecciones de la mayoría de los economistas apuntan
a una nueva caída del PBI en 2002.
En ese contexto tan difícil para el país, ciertamente
no faltan propuestas en relación a la política cambiaria
que debe seguir el gobierno uruguayo. En un extremo hay quienes
promueven una dolarización de la economía y en el
otro hay quienes reclaman una desdolarización y hasta una
pesificación de las deudas. Ante ideas tan divergentes, la
propuesta para el análisis económico de hoy es examinar
en detalle las ventajas e inconvenientes que podrían tener
esas medidas. ¿Es necesario que el gobierno adopte medidas
en alguna de esas direcciones? El diálogo será con
Pablo Rosselli, economista de Tea
Deloitte y Touche.
Pablo, uno podía imaginarse que ante este escenario de quiebre
de la convertibilidad podíamos tener en Uruguay algunas discusiones
en torno al ritmo devaluatorio que debiera propiciar el gobierno.
Pero en los últimos días han surgido propuestas que
propician cambios más fundamentales.
PR - Es cierto. La devaluación en Argentina genera una fuerte
pérdida de competitividad para nuestro país que hace
sin dudas necesario que el país procure una caída
de sus precios en dólares más rápida que la
que veníamos observando el año pasado. No hacerlo
podría tener efectos muy negativos sobre la actividad económica
y sobre el empleo, entre otros males.
En esa línea el gobierno decidió duplicar el ritmo
devaluatorio. Ello va a permitir una caída mucho más
significativa de los precios en dólares. Podrá discutirse
la magnitud de la corrección. Pero ciertamente, en los últimos
días surgieron propuestas de cambios más profundos.
El tema es, sin dudas, opinable... Nosotros podemos señalar
diversos aspectos que se debe tener en cuenta para facilitar la
comprensión del debate, además de, por supuesto, emitir
nuestra opinión.
EC - Me parece bien, Pablo. Comencemos por las propuestas de dolarización
de la economía, que también se escuchaban meses atrás
en Argentina. ¿Qué beneficios traería esa medida?
PR - Quienes proponen esa medida de dolarización, es decir,
de sustituir la moneda nacional por el dólar, entienden que
es necesario asegurar a los agentes privados que el gobierno no
recurrirá a la emisión inflacionaria de moneda nacional
para sortear sus problemas. El gobierno tiene problemas fiscales
que pueden generar expectativas de un resurgimiento de la inflación
a partir de la financiación de esos desequilibrios con emisión.
Entonces surge esta propuesta, que intentaría mantener un
clima de expectativas más o menos favorables. El gobierno
renunciaría a la emisión de dinero para financiar
sus gastos y asumiría, implícitamente, un compromiso
de fuerte responsabilidad fiscal.
EC - Incluso, podría adoptarse esa medida con posterioridad
a una devaluación.
PR - Eventualmente. En ese caso se procedería a devaluar
primero para promover una caída de los precios internos medidos
en dólares para luego suprimir la moneda nacional, una suerte
de "última devaluación".
EC - ¿Y cómo debe evaluarse una propuesta como esa,
Pablo?
PR - A nuestro juicio, sería muy inconveniente que en las
actuales circunstancias el país decidiera proceder a una
dolarización de la economía. Lo hemos dicho otras
veces.
En primer lugar, la dolarización de la economía no
elimina el riesgo inflacionario. Por ejemplo, aún con una
economía dolarizada, no se evitaría un aumento de
la inflación interna si en algún momento se produjera
una apreciación cambiaria regional como la que tuvimos en
los años 90... Si en algún momento hipotético
se repitieran condiciones regionales similares a las que tuvimos
en los años 90, nuestro país, aún con dolarización,
tendría niveles importantes de inflación, al menos
por algunos años. En otras palabras, que el gobierno renuncie
a la posibilidad de emitir dinero ciertamente reduce el riesgo inflacionario.
La inflación debería ser más baja en tanto
Estados Unidos conserve niveles reducidos de inflación, pero
no elimina completamente el riesgo inflacionario.
De todas maneras, Emiliano, hay otros factores muchos más
importantes a tener en cuenta. En nuestra opinión, la crisis
argentina deja al menos dos lecciones claras que desaconsejan el
camino de la dolarización.
EC - ¿Cuáles son esas dos lecciones?
PR - La primera tiene que ver con la rigidez que impone sobre la
economía un esquema de tipo de cambio totalmente fijo y que
también pondría una dolarización total de la
economía... Cuando los precios de exportación del
país bajan, los precios internos medidos en dólares
deben caer, y si se renuncia por completo al recurso de la devaluación,
como se renunciaría con una dolarización, ese proceso
de caída de los precios internos medidos en dólares
se produce necesariamente a través de una fuerte recesión.
Es un resultado muy documentado tanto a nivel teórico como
a nivel empírico. Hay entonces un costo, que puede llegar
a ser muy importante, por renunciar al uso del instrumento monetario
- cambiario...
EC - ¿Y si antes de dolarizar se hiciera una devaluación?
PR - Eso podría hacerse en las circunstancias actuales.
Pero si ahora se entiende que es necesario proceder a una "última
devaluación", nada descarta que en un futuro se reiteren
las actuales condiciones. Nada descarta que en un futuro también
sea necesario ajustar los precios en dólares a la baja. Pero
luego de la dolarización se perdería el instrumento
monetario-cambiario para hacer eso.
EC - ¿Y cuál es la otra lección que dejó
la crisis argentina, Pablo?
PR - La segunda lección es que la presunción de que
la dolarización de la economía tiene un efecto disciplinador
de la política fiscal no tiene por qué cumplirse.
¿A qué me refiero? Con la convertibilidad, Argentina
no eliminó la moneda nacional pero sí renunció
a emitir dinero para financiar al gobierno. Era un requisito de
la convertibilidad que estaba estipulado por ley. Sin embargo, por
varios años durante la década de los 90 la política
fiscal fue extraordinariamente imprudente, tanto a nivel del gobierno
nacional como de las provincias... El creciente gasto público
no se financió con emisión, porque estaba prohibido
pero se financió con endeudamiento... Cuando desaparecieron
las fuentes de financiamiento, el Estado recurrió a la emisión
de títulos de deuda, como los patacones y las Lecops, que
son prácticamente equivalentes al dinero. Entonces, nada
garantiza que la dolarización de una economía sea
un hecho irreversible. Una vez que se llega a una situación
crítica, en la cual el gobierno no puede hacer frente al
pago de salarios, se puede terminar aceptando la emisión
de una nueva moneda.
EC - Queda claro que, en la visión de ustedes, los costos
de una dolarización son mayores que los potenciales beneficios.
Atendiendo ahora a las otras propuestas, ¿cómo debe
evaluarse las propuestas de desdolarización o de pesificación
que han surgido en las últimas semanas?
PR - Primero que nada, debemos precisar el alcance de los términos,
cosa que, creo, no ha sido suficientemente realizada.
Ambos términos hacen referencia al hecho de que en la economía
existen contratos que están pactados en dólares. Hay
alquileres que están pactados en dólares, hay otros
precios pactados en dólares y es particularmente relevante
el hecho de que hay depósitos bancarios y créditos
pactados en dólares.
Estas propuestas de desdolarización o pesificación
apuntan a la conveniencia de que los contratos se pacten en moneda
nacional. Entonces, en esas propuestas hay dos componentes. Hay
un objetivo a alcanzar, que es que los contratos se pacten predominantemente
en moneda nacional, pero necesariamente debe haber un cómo.
EC - Detengámonos primero en el objetivo. ¿Es necesario
que los contratos se pacten en moneda nacional?
PR - Seguramente es conveniente que los contratos se pacten predominantemente
en moneda nacional, porque la mayoría de los agentes percibe
ingresos en moneda nacional. Varias veces nos hemos referido a que
la dolarización del sistema financiero impone restricciones
al manejo de la política cambiaria. En buena medida, los
problemas que ha sufrido Argentina se relacionan con esa fuerte
dolarización del sistema financiero.
Recuerdo que sobre este punto, el Premio Nobel de Economía,
Joseph Stiglitz insistió mucho en la entrevista que le realizó
En Perspectiva.
Sin embargo, es fundamental precisar, más allá de
que sea un objetivo deseable, cómo se pretende avanzar hacia
ese objetivo...
EC - A ver cómo es eso, Pablo...
PR - Claro: tenemos el caso de Argentina, donde se está
hablando d una pesificación de las deudas y los depósitos.
Sin entrar en detalles, lo que sí hay que tener presente
es que esa medida de pesificación compulsiva de los depósitos,
que no es elegida por los ahorristas, es en todo caso una medida
extrema, quizás inevitable a esta altura de las circunstancias...
Procura preservar el funcionamiento del sistema bancario pero no
es, en absoluto, una medida que deba festejarse... Por el contrario,
el hecho de que el Estado promueva un rompimiento de los contratos
tendrá enormes costos para Argentina. Serán necesarios
varios años antes de que los agentes confíen nuevamente
en invertir en Argentina. Y eso tendrá muy probablemente
consecuencias importantes, muy negativas, sobre la capacidad de
crecimiento económico que tenga Argentina en los próximos
años.
Por eso, importa remarcar para el caso de Uruguay que respetar
el derecho de los depositantes debe ser un objetivo primordial de
la política económica. Resultaría muy inconveniente
en las actuales circunstancias recurrir a una pesificación
compulsiva de los depósitos.
Otra cosa muy diferente sería que el conjunto de regulaciones
del sistema bancario procurara que, voluntariamente, los depositantes
se volcaran a instrumentos en moneda nacional.
EC - ¿Y eso cómo se podría hacer?
PR - En primer lugar, sería necesariamente un proceso muy
lento, muy gradual. En eso insistió Stiglitz en aquella entrevista.
No hay soluciones mágicas.
Pero la introducción de una unidad indexada al IPC, por
ejemplo, sería una buena iniciativa. La revisión del
régimen de previsiones que deben hacer los bancos de forma
de contemplar la moneda en que se conceden los créditos podría
ser otra. En todo caso, importa señalar, para no entrar en
detalles técnicos, que el objetivo de reducir la dolarización
del sistema bancario debería procurarse a través de
incentivos adecuados, que alienten a los agentes a pactar voluntariamente
en moneda nacional pero que preserven la confianza de los depositantes
en el sistema bancario. Por esa razón, ese proceso sólo
podría realizarse de manera muy lenta.
EC - Pablo, hasta ahora concentraste el análisis en la pesificación
de los depósitos pero, pregunto, ¿sería posible
pesificar solamente las deudas de las familias y las empresas sin
alterar los depósitos bancarios?
PR - Es bien pertinente la pregunta, Emiliano. En nuestra opinión,
no es posible pesificar las deudas de los agentes con los bancos
sin alterar los depósitos. Para ser más precisos,
si se mantuviera el actual ritmo devaluatorio y al mismo tiempo
se pesificara las deudas, ello pondría al sistema bancario
en una situación extraordinariamente comprometida.
Hay que tener en cuenta que el negocio de los bancos es, esencialmente,
la intermediación financiera. Toman depósitos y los
prestan. Por supuesto, también tienen un capital propio,
que en algún porcentaje también es prestado, pero
el monto de los créditos otorgados por los bancos supera
en varias veces el monto del patrimonio de los bancos. Con cifras
a cierre de 2000, el patrimonio consolidado de las 20 principales
instituciones bancarias superaba levemente los 900 millones de dólares.
Los activos consolidados, en tanto, superaban los 11.000 millones.
Por eso, en un escenario de pesificación de los créditos
en simultáneo con el mantenimiento de los depósitos
en dólares y de mantenimiento del actual ritmo devaluatorio,
los bancos no podrían recuperar créditos en una magnitud
suficiente para luego devolver los depósitos. Y como la brecha
entre los activos y los pasivos que manejan los bancos y su patrimonio
es muy elevada, es impensable que ese desfasaje entre los créditos
recuperados y los depósitos que deben devolver los bancos
pueda ser cubierto por aportes de capital de los accionistas, máxime
cuando las pérdidas bancarias se originarían en un
acto discrecional del gobierno. De allí que al comienzo decía
que no es posible pesificar las deudas bancarias sin alterar los
depósitos, lo cual nos lleva a los comentarios que recién
hacíamos a propósito de los costos que tiene alterar
compulsivamente los derechos de los depositantes.
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Transcripción: Tea Deloitte & Touche
Edición: Julieta Sokolowicz
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