Defensor
del pueblo: ¿por qué no?
Comentario a cargo de
Emiliano Cotelo.
Portada En Perspectiva
Lunes 01.10.01 - Hora 07.00
No entiendo cómo sigue pasando el tiempo sin
que Uruguay tenga un defensor del pueblo.
Todos los días
los periodistas y los medios de comunicación recibimos cartas
o llamadas con planteos de la gente sobre situaciones en las que
el Estado estaría atropellando sus derechos. Las quejas tienen
que ver con servicios prestados por empresas públicas o intendencias,
o con trámites en la Administración Central o con
presuntos abusos protagonizados por funcionarios públicos.
Cuando la denuncia
tiene un evidente interés general, cuando no se trata de
una situación puntual, nosotros le damos cabida EN PERSPECTIVA
y tratamos, además, de recabar la respuesta de la autoridad
correspondiente. Y en muchos de esos casos hemos logrado que la
irregularidad se corrigiera, que el trámite se desbloqueara
y hasta que el ciudadano recibiera una reparación.
De hecho, los medios y los periodistas terminamos operando como
una especie de defensor del pueblo.
Pero, justamente,
esos casos exitosos son los que me convencen de que está
faltando un instituto especializado: un ombudsman con todas las
formalidades. ¿Por qué? Primero, porque no todas las
situaciones que nos llegan son de interés general, y, sin
embargo, sin duda, todas ellas son muy importantes para quienes
las padecen; ¿qué ocurre con esos casos que nosotros
no amplificamos? Segundo, porque incluso si consideramos las de
interés general, el tiempo no nos permite incluirlas todas.
Son muchas. Y eso es lógico, porque aquí el Estado
tiene un peso muy fuerte y, además, se trata de un Estado
que, pese a sus fines teóricos, termina siendo en buena medida
insensible a las peripecias de los ciudadanos individuales; un Estado
en el que, por otra parte, se han enquistado prácticas clientelísticas
que ponen esa estructura al servicio de algunas personas en desmedro
de otras; etc.
El Ombudsman
es necesario, por otra parte, porque no siempre la publicidad del
caso ayuda a resolverlo. Además, la difusión puede
generar una injusticia, al poner el dedo acusador sobre un funcionario
o un organismo, cuando quizás hay varios incurriendo en faltas
similares.
Piensen, por
ejemplo, en el caso que un oyente nos relató la semana pasada,
de un auto oficial utilizado un domingo en un shopping center por
una joven en jeans que cargaba en él las bolsas de sus compras.
¿Cuál es el procedimiento más apropiado? ¿Que
esa denuncia llegue a una radio y la radio ventile el número
de chapa, a la espera de que los jerarcas reaccionen? No parece
lo más serio, entre otras cosas porque nosotros tenemos sólo
el testimonio de un oyente; en definitiva, podemos estar ante una
confusión o una jugada de mala fe. Lo más razonable
es que la denuncia pueda presentarse ante una oficina, que, a su
vez, se encargue de hacer las averiguaciones, verificar si se está
violando las disposiciones vigentes y luego se dirija a las autoridades
correspondientes.
Piensen, por
ejemplo, en los pases en comisión. Algunos nombres tomaron
estado público y dieron que hablar. Pero después la
gente nos ha comentado varias otras situaciones, en el Parlamento
y en otros organismos, presuntamente más graves que las que
trascendieron. ¿Tenemos nosotros capacidad para investigarlas
todas? Francamente no. Pero tampoco es lógico que esas otras
denuncias queden guardadas en un cajón. Si existiese un ombudsman,
él sería el receptor natural de esa información.
Y por supuesto
podría mencionar también ejemplos a nivel municipal,
como los errores que han aparecido en facturas de la tarifa de saneamiento,
o a nivel judicial, como el caso de ese bebé fallecido la
semana pasada por muerte súbita, cuya autopsia, por lo visto,
presentó fallas en el procedimiento que derivaron en que
la familia recibiera el cuerpo sin algunos de los órganos.
Hace años
que la Intendencia de Montevideo anuncia la instauración
de un "defensor del vecino".
Ojalá no lo demore más.
Y ojalá que otros municipios sigan ese mismo camino.
Pero, paralelamente,
falta el otro ombudsman: aquel con jurisdicción en el Estado
Central. En estos tiempos, en los que se insiste con la reforma
del Estado pero cuesta tanto avanzar en esa dirección, el
defensor del pueblo parece una pieza conveniente, casi imprescindible.
Y que, supongo, no merecería mayores discusiones, ¿o
sí?
|