Ántrax:
ni el más escéptico logra ser indiferente
El sábado tuve contacto directo con la paranoia del ántrax
postal.
Yo soy de los
escépticos, de los que creen que Uruguay no puede ser -no
tiene el menor sentido que lo sea- un blanco para un ataque de este
tipo.
Pero les confieso
que tuve que reconocer que ni siquiera con esta convicción
pude abstraerme del clima de psicosis que se está apoderando
de nuestro país.
En la tardecita
del sábado fui a visitar a una hermana y, cuando llegó
mi cuñado, ella contó que había una carta extraña
en su buzón. No se había animado ni a tocarla.
Fuimos a verla
en seguida. Venía de Miami, lugar con el cual ellos no tienen
el más mínimo punto de contacto, y era muy parecida
a las tantas que hemos visto por televisión.
La cerramos
en una bolsita de plástico y fuimos a una seccional policial
a entregarla.
Nos sentimos
un tanto raros. Era una mezcla de vergüenza por el temor que
estaba implícito en nuestros pasos y la sensación
de estar actuando responsablemente.
Primera conclusión:
ni siquiera el más escéptico del mundo es inmune cuando
enfrentamos aunque sea la remota posibilidad de estar siendo atacados.
Nos atiende
un agente en la puerta de la seccional, y luego otros dos en el
mostrador.
Hasta allí,
todo normal. ¿Otra más?, preguntó
un cuarto funcionario al acercarse. Ya habían recibido muchas,
muchas, por lo que nos contaban.
Pero el agente
que nos atendió primero abrió el sobre plástico
con un cuchillo con total naturalidad y, cuando tuvo la carta en
sus manos -y con la misma naturalidad-levantó la vista y
dijo: ahora la abrimos, no?
Sentí
un cosquilleo en el estómago. No lo pude evitar. Yo
creo que no, fue lo único que atiné a decirle.
Esto debería ir cerrado a Salud Pública.
Sus compañeros
lo miraron casi como retándolo y la carta desapareció
-cerrada-adentro de las oficinas de la comisaría.
En realidad,
no puedo pensar que dentro de esa carta hubiera bacteria alguna
que pudiera representar peligro.
Pero la inconsciencia
con que actuó uno de los agentes me preocupó un poco.
Se están
impartiendo instrucciones permanentemente a la población
para que tome previsiones ante cualquier sospecha, el Correo proveyó
de guantes y tapabocas a sus funcionarios. Y uno tiende a pensar
que la policía debió haber sido instruida también
para esto.
Pero la experiencia
que me tocó vivir me mostró que no todos están
todo lo consustanciados que deberían con este tema. Una pena,
me parece. Por ellos y por la señal que esto representa para
toda la población.
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