22.10.2001





Ántrax: ni el más escéptico logra ser indiferente


El sábado tuve contacto directo con la paranoia del ántrax postal.

Yo soy de los escépticos, de los que creen que Uruguay no puede ser -no tiene el menor sentido que lo sea- un blanco para un ataque de este tipo.

Pero les confieso que tuve que reconocer que ni siquiera con esta convicción pude abstraerme del clima de psicosis que se está apoderando de nuestro país.

En la tardecita del sábado fui a visitar a una hermana y, cuando llegó mi cuñado, ella contó que había una carta extraña en su buzón. No se había animado ni a tocarla.

Fuimos a verla en seguida. Venía de Miami, lugar con el cual ellos no tienen el más mínimo punto de contacto, y era muy parecida a las tantas que hemos visto por televisión.

La cerramos en una bolsita de plástico y fuimos a una seccional policial a entregarla.

Nos sentimos un tanto raros. Era una mezcla de vergüenza por el temor que estaba implícito en nuestros pasos y la sensación de estar actuando responsablemente.

Primera conclusión: ni siquiera el más escéptico del mundo es inmune cuando enfrentamos aunque sea la remota posibilidad de estar siendo atacados.

Nos atiende un agente en la puerta de la seccional, y luego otros dos en el mostrador.

Hasta allí, todo normal. “¿Otra más?”, preguntó un cuarto funcionario al acercarse. Ya habían recibido muchas, muchas, por lo que nos contaban.

Pero el agente que nos atendió primero abrió el sobre plástico con un cuchillo con total naturalidad y, cuando tuvo la carta en sus manos -y con la misma naturalidad-levantó la vista y dijo: “ahora la abrimos, no?”

Sentí un cosquilleo en el estómago. No lo pude evitar. “Yo creo que no”, fue lo único que atiné a decirle. “Esto debería ir cerrado a Salud Pública”.

Sus compañeros lo miraron casi como retándolo y la carta desapareció -cerrada-adentro de las oficinas de la comisaría.

En realidad, no puedo pensar que dentro de esa carta hubiera bacteria alguna que pudiera representar peligro.

Pero la inconsciencia con que actuó uno de los agentes me preocupó un poco.

Se están impartiendo instrucciones permanentemente a la población para que tome previsiones ante cualquier sospecha, el Correo proveyó de guantes y tapabocas a sus funcionarios. Y uno tiende a pensar que la policía debió haber sido instruida también para esto.

Pero la experiencia que me tocó vivir me mostró que no todos están todo lo consustanciados que deberían con este tema. Una pena, me parece. Por ellos y por la señal que esto representa para toda la población.









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