España:
heroica colaboración ciudadana
Comentario a cargo de Emiliano Cotelo
Portada En Primera Persona
EN PERSPECTIVA
Miércoles
07.11.01 - Hora 07.00
Otra vez España
está conmovida por atentados de ETA: En apenas 48 horas la
banda terrorista dio dos golpes seguidos, ayer con un coche bomba,
hoy directamente ejecutando un asesinato a balazos.
Pero yo quiero
empezar destacando un aspecto de lo que sucedió ayer.
Como ya informamos, pasadas las nueve, hora de Madrid, un auto cargado
con 25 kilos de explosivos estalló en la calle Corazón
de María, a pocos metros del vehículo en el que viajaba
el secretario general de Política Científica, Juan
Junquera, que milagrosamente salió ileso gracias
a una frenada fortuita realizada unos segundos antes por su chofer.
La explosión provocó más de 100 heridos, seis
de ellos graves. Fue terrible, pero pudo haber sido mucho más
dramático, ya que el episodio ocurrió cerca de un
colegio al que asisten 1.900 niños.
Otra vez la
barbarie, otra vez la insanía, otra vez la indignación
y la perplejidad ante los métodos de ETA.
Pero no es en ese punto que yo quiero poner el acento, sino en que
en esta ocasión, la desgracia tuvo una derivación
inesperada y, podría decirse, estimulante.
Porque gracias a la colaboración espontánea de un
testigo que persiguió a dos de los terroristas, a los pocos
minutos la policía logró capturarlos y obtener, además,
datos sólidos para seguir buscando a un tercero. Los arrestados
postaban mochilas con explosivos, una pistola calibre 9 mm Parabellum,
varios cargadores, pelucas y documentos falsos. La Policía
atribuye a estos etarras la colocación de los últimos
cinco coches bomba en la capital española. El ministro del
Interior, Mariano Rajoy, aseguró que de esta manera ha quedado
desarticulado el comando Madrid de la organización.
¿Y cómo
actuó ese testigo?
Vale la pena contarlo, a partir de una reconstrucción que
realizaron los colegas de la Cadena SER.
A las 9 y
diez de la mañana, momento de la explosión, el testigo
está dentro de su vehículo, parado ante un semáforo
en rojo. Observa a dos jóvenes que corren, montan en un Ford
Escort blanco y se alejan de la zona a toda velocidad.
El testigo
intuye algo extraño en esa maniobra y decide seguirles. Saca
su teléfono móvil y llama al 092, la Policía
municipal.
Allí
le atienden en un primer instante apresuradamente. El testigo explica
que está siguiendo a un coche sospechoso.
Le piden
el número de la matrícula, el número de personas
que viajan. El testigo responde todas las cuestiones con serenidad,
con sorprendente aplomo. Rápidamente los agentes de la policía
intuyen que aquella puede ser una buena pista.
Hay más
preguntas. Quieren saber por qué calle circulan. El testigo
va narrando con precisión todos los movimientos, todos los
giros todas las calles por las que pasan. Parece como si estuviesen
conduciendo en círculo.
Hay un momento
de tensión. El testigo cree que los viajeros del Ford Escort
le han visto. Se han girado un par de veces. Circula casi pegado
a ellos. Frena. Se aleja. Vuelve a acercarse. Los minutos pasan.
El agente de la Policía que mantiene la conversación
con él, le ruega que tenga cuidado.
Finalmente,
el coche de los terroristas para en un descampado, junto a un parque
infantil. El testigo deja su coche junto a una gasolinera. Les ha
seguido durante más de 10 minutos a lo largo de 3 kilómetros
de calles.
Se siente
nuevamente observado. Está a punto de acelerar y marcharse
del lugar, empieza a notarse la tensión en su voz. Pero no
lo hace. Se queda observando el movimiento de los terroristas, que
bajan del coche. Da detalles de cómo visten, de cómo
abandonan unas bolsas en un contenedor de basura y cómo se
pierden a pie por la calle Formentor.
Al instante
llegan los primeros coches de la policía. El testigo baja
de su vehículo y corre hacia los agentes para indicarles
por dónde han huido. Les acompaña en las primeras
carreras. Pocos minutos después la Policía Nacional
localiza y detiene a los terroristas.
..........................
Al conocer
cómo había colaborado este ciudadano, el funcionario
del gobierno que era destinatario de la bomba, Juan Junquera, comentó:
"Es un auténtico héroe y debo felicitarlo".
Yo creo que no sólo Junquera tiene que felicitarlo. Toda
España le debe un reconocimiento especial, por más
que por razones de seguridad no termine conociéndose su nombre.
Su arrojo y su valentía no deberían pasar desapercibidos,
ni siquiera ahora, cuando ETA ha vuelto al terror, esta vez asesinando
a un juez en el País Vasco.
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