29.11.2001





Taxistas y armas: ¿cuál es la realidad?


Comentario a cargo de Emiliano Cotelo.


Portada En Primera Persona
EN PERSPECTIVA
Jueves 29.11.01 - Hora 07.00


Para el día de ayer, miércoles, un grupo de uruguayos había organizado un boicot a los taxis. Por lo que tengo entendido, la convocatoria no tuvo mayor éxito. Francamente me alegro, porque creo que la forma elegida para esta protesta era injusta.

Sin embargo me parece que vale la pena analizar el tema.

El mail que circuló en estos días en Internet proponía no tomar taxis durante 24 horas en solidaridad con Tomás Ruiz, un joven de 24 años que, el 14 de este mes, fue baleado por un taxista a raíz de una discusión por un problema de tránsito. Aparentemente, el taxista no tuvo problemas en extraer su arma y disparar tres veces contra Tomás, mientras sus pasajeros observaban azorados la situación. Es más, con el joven ya caído, el taxista habría continuado su viaje y recién horas más tarde se habría presentado a la Policía acompañado de su abogado. Hoy está procesado con prisión.
Mientras tanto, Tomás se encuentra internado en el CTI de Impasa y, según dice el comunicado de sus amigos, se debate entre la vida y la muerte o la parálisis total. La bala que lo alcanzó le traspasó el intestino en tres lugares diferentes, así como la arteria aorta, y las venas cava e ilíaca.

Está claro que lo que le ocurrió a Tomás es gravísimo. Resulta aterrador enterarse de que existen taxistas que viajan armados y cuyo desequilibrio síquico llega a un límite tal que son capaces de disparar tres balazos a otro conductor, simplemente por un entredicho de tránsito.
Pero protestar con un boicot a los taxis era un exceso. ¿Por qué iban a pagar todos los taxistas con una caída en sus ingresos por lo que hizo uno de ellos?

De todos modos, yo creo que los taxistas deberían reflexionar seriamente por qué se llegó a proponer esa medida. Creo que lo que hay detrás de esa movilización frustrada es el fastidio porque el gremio de obreros del volante no reaccionó ante esta agresión bárbara protagonizada por uno de ellos de la misma manera que reacciona cuando uno de ellos es víctima de una agresión violenta. Recién esta semana, y con el boicot ya circulando a través de la prensa, las patronales del sector (Gremial Unica del Taxi - Centro de Propietarios de Automóviles con Taxímetro (CPAT)) realizaron unos stickers que dicen "Fuerza Tomás" y que, por otra parte, sólo algunos vehículos colocaron en sus vidrios.

Da la sensación de que la respuesta fue tardía y escasa.

Pero ese problema no se da sólo con los taxistas. En Uruguay los gremios o las corporaciones reaccionan rápidamente, se movilizan y hasta hacen paros cuando ellos son los perjudicados por una determinada situación. Pero, al mismo tiempo, son lentos o directamente omisos a la hora de la autocrítica, de la autodepuración o del simple rechazo de las malas prácticas en las que incurren algunos de sus miembros. Hemos visto, por ejemplo, cuánto le cuesta a un grupo político salir a condenar y aislar a una de sus figuras cuando incurre en corrupción o clientelismo rampante. Lo hemos visto con los sindicatos de funcionarios públicos, a los que les cuesta tanto actuar cuando son empleados los que cometen delitos o incumplen con los horarios o las tareas que les corresponden.

En este caso concreto, el sindicato y la patronal de taxis no mostraron espontáneamente ni alarma ni preocupación por lo ocurrido. No digo que debieran haber hecho un paro (porque ni siquiera entiendo por qué paran cuando un obrero del volante es el baleado; para mí esa medida no produce ningún cambio, le hace perder jornales a estos trabajadores y perjudica al público usuario). No, yo digo que debieron haberse movilizado en otro sentido. Para empezar debieron haber rechazado contundentemente la conducta de este taxista y debieron haberse acercado de inmediato a la familia de la víctima para ponerse a las órdenes.
Pero además pudieron y debieron hacer otras cosas. Por ejemplo debieron comprender que la población se inquietaría por lo ocurrido y querría saber si ese chofer pasado de rosca es un caso aislado o no. ¿Los taxistas que están armados son "los menos" y "no merecen llamarse taxistas", como dijo esta semana, ante una pregunta de la prensa, el presidente del Centro de Propietarios (CPAT), Oscar Dourado? ¿O, por el contrario, llegan a ser el 90%, como afirmó alguno de los trabajadores del volante que fueron consultados en un relevamiento realizado por el noticiero de Canal 10?

Parece evidente que el tema no está claro.
Y si, efectivamente, el 90% de los taxistas anda armado, el panorama resulta poco tranquilizador. Tanto los usuarios de taxis, como los otros conductores de autos y hasta los peatones tienen derecho a saber cuál es la realidad: cuantos taxistas andan armados, quiénes son, por qué exámenes sicológicos han pasado, etc. ¿Cuál es, además, el marco legal en esta materia? ¿Hay algo que coordinar, al respecto, con la Policía para evitar nuevas situaciones de este tipo?

Sobre temas como esos, los taxistas debieron haberse puesto a trabajar de inmediato, demostrando sensibilidad y preocupación ante un episodio grave que, se quiera o no, afecta la imagen del servicio que ellos prestan.










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