17.12.2001

 



Los problemas del "trabajo decente" y el pensamiento único en política económica

(Foto tomada del sitio web de la OIT)

Director general de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), doctor Juan Somavía: Se les ha dado una importancia demasiado grande a las políticas financieras frente a las políticas productivas. No se apunta hacia la creación de empresas y de empleo, sino en otra dirección que hace que la gente comience a dudar de los procesos, de los sistemas e incluso, eventualmente, de la democracia.


EN PERSPECTIVA
Lunes 17.12.01, 08.49.


EMILIANO COTELO:
Hoy en día los problemas laborales -como el desempleo, el trabajo precario y el trabajo infantil- son la principal fuente de preocupación para una enorme cantidad de personas a lo largo y ancho del mundo.

Por eso nos parece oportuno conocer un diagnóstico de la situación del trabajo en el mundo y saber cuál es la agenda que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) tiene para enfrentar los problemas. A esos efectos, viene como anillo al dedo la presencia en Montevideo de su director general, Juan Somavía.

El doctor Somavía es abogado de profesión, tiene 60 años, y antes de ocupar la Dirección General de la OIT desarrolló una importante carrera internacional que, entre otras cosas, lo llevó a ser representante permanente de Chile ante las Naciones Unidas y el Consejo de Seguridad de la ONU, presidente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y presidente del Consejo Económico y Social de Naciones Unidas.

¿Cuándo asumió en la OIT?

JUAN SOMAVÍA:
En marzo de 1999.

EC - ¿Por qué período?

JS - Por un período de cinco años.

EC - Dos palabras para recordar qué es la OIT: "Procura fomentar la justicia social y los derechos humanos y laborales internacionalmente reconocidos". Fue fundada en 1919...

JS - Está en el Tratado de Versailles. Es de las organizaciones más antiguas: precede a Naciones Unidas.

EC - Dentro del sistema de las Naciones Unidas es la única organización que cuenta con una estructura tripartita, en la que los trabajadores y los empleadores participan en pie de igualdad con los gobiernos en las labores de sus órganos de administración.

¿Cuáles son los principales problemas que afectan el mundo del trabajo en los comienzos del siglo XXI?

JS - La manera como la gente lo vive, la inseguridad en el trabajo; porque no hay trabajo si el trabajo es de peor calidad. Hay problemas de derechos en el trabajo, de protección social y de falta de diálogo social.

En consecuencia tenemos que ver cómo avanzar en estos terrenos. En el caso del desempleo, éste sigue creciendo en el mundo; la década de los 90 en general fue una buena década económica, pero el desempleo abierto creció de 100 a 160 millones de personas en el mundo. Estas son las estadísticas oficiales, con todas las limitaciones que sabemos que tienen. Hay alrededor de 1.000 millones de personas desempleadas o subempleadas. 85% de la gente en edad económicamente activa en el mundo no tiene protección social. El diálogo social está mal desarrollado.

Sin embargo uno observa hoy, comparando con 50, 60 años atrás, y es evidente que hubo grandes avances en todos estos terrenos. Que hoy en día se habla más, se conversa más, hay mayores derechos, hay mayor protección social. Hay un avance, pero éste no se condice con el grado de desarrollo de la democracia y de la cultura política y la conciencia, que además se estimula por las comunicaciones, porque la gente ve televisión, etcétera.

Si miramos a América latina, hoy en día se conjugan los problemas históricos de pobreza y marginación, la incertidumbre que produce el modelo de globalización, el ciclo económico que venía bajando el año pasado más los efectos de la tragedia del 11 de setiembre. Todo esto junto nos presenta una situación de crisis y estamos mirando un fenómeno de recesión que ya está en Japón, en Estados Unidos y que puede tocar a Europa.

Frente a todo esto hay que reaccionar. Se puede reaccionar, y hay salidas.

EC - Desde que usted asumió como director general de la OIT una de las principales líneas de acción que ha encarado es el "trabajo decente". ¿Cómo se define "trabajo decente"?

JS - Lo que hemos tratado de hacer es ver de qué manera nos conectamos con el sentir de las personas, con la manera como la gente vive estos problemas, cómo los definimos y de qué manera los presentamos. Si uno mira el mundo de hoy, con todos los cambios absolutamente extraordinarios que se ha producido -porque es evidente el cambio tecnológico y otra serie de cambios que están en curso- hay una cosa que no cambia: la relación entre el ser humano y el trabajo. El trabajo tiene, en nuestra sociedad, un papel absolutamente central: es fuente de dignidad personal y es la manera como uno se prueba en sociedad. La gente no quiere asistencia social, quiere oportunidades. Lo otro es cuando no existen las oportunidades, se necesita una protección social. Es un elemento clave de la estabilidad de la familia.

Me llama mucho la atención cómo se hace un corte absolutamente espectacular entre las cifras del desempleo, las condiciones de trabajo y la precarización del empleo, y después nos preguntamos qué está pasando con las familias: "¡Qué terrible, los valores familiares, la violencia familiar, los niños en las calles, las drogas, las familias pobres y el trabajo infantil!"... Todos sabemos que una comunidad donde hay trabajo es una comunidad en paz, y que donde no lo hay es una comunidad tensa.

Finalmente, el trabajo está en el corazón de la política, no hay ningún político hoy en día que se pueda presentar a una campaña sin ofrecer algo en el terreno del trabajo.

Si el trabajo tiene esa importancia, ¿qué está pasando que aparentemente hemos ido marginando su importancia social, de manera tal que efectivamente pasa a ser el resultado de otras políticas? Al hablar de "trabajo decente" queremos reflejar esa realidad. La gente no quiere que le tiren cualquier tipo de trabajo, quiere un trabajo decente, un trabajo en el cual educar a sus hijos, tener algún mínimo de protección social y si trabaja de acuerdo a las reglas tener una pensión más o menos honorable al final de su tiempo. Eso es el trabajo decente, es una reflexión directa de la manera como la gente vive su relación con el trabajo.

EC - La OIT ha creado un Indice de Desarrollo del Trabajo Decente (IDTD). ¿Cómo funciona?

JS - Lo estamos desarrollando. Es complejo; no es sólo el empleo y el desempleo, hay que ver los elementos de protección social, de educación, porque parte de la capacidad de vivir en el mundo del trabajo pasa por la educación. Desgraciadamente nuestros sistemas educativos se han ido desmejorando, lo que también afecta la posibilidad de la gente de estar en condiciones de adaptarse a nuevas tecnologías, a la economía del conocimiento y otras cosas. De modo que, por el momento, recién estamos iniciando este esfuerzo. Acabamos de hacer el primer ensayo con el panorama laboral que sacamos cada año. Es un ejercicio en marcha; creemos que es necesario llegar a estar en condiciones de hacer un índice para poder decir cuáles son los componentes del trabajo decente.

Allí hay cuatro grandes áreas: la creación de empleo, el derecho de los trabajadores -hasta dónde se reconoce, capacidad de crear sindicatos, actitudes antisindicales, etcétera-, qué sistemas de protección social existen en un país y si hay diálogo social, si hay una cultura del diálogo, cómo se negocia. Son cuatro elementos clave; pero, como señalaba antes, hay otros elementos de otras partes de la sociedad que pueden ayudar a definir esto, y en consecuencia hay comunidades donde un alcalde puede hacer una gran diferencia, hay espacios donde un empresario puede hacer una gran diferencia, porque es un empresario que decide tener un cierto tipo de empresa.

La verdad es que si uno mira la empresa a nivel mundial, todas las empresas exitosas tienen buenas relaciones industriales, ninguna de las grandes empresas mundiales considera que se tiene que desarrollar sobre la base de explotar a sus trabajadores. Por el contrario, se precian de reconocer el sindicato, de condiciones de trabajo buenas globalmente comparadas, y cuando hacen inversiones extranjeras tienden a decir que tienen un trato que refleja más las prácticas de la casa matriz que las locales, aunque siempre hay tensión. Particularmente veo esto en América Latina: cuando viene un inversionista extranjero buscando una contraparte local hay un abogado local que le dice: "Usted hará todas esas cosas a nivel internacional, pero déjeme explicarle cuáles van a ser las reglas del juego aquí en nuestro país". Siempre están esas tensiones. Lo que quiero decir es que un gobierno hace una diferencia, un alcalde hace una diferencia, un empresario hace una diferencia, lo que también tenemos que entender.

EC - Justamente, al difundirse hace pocos días el informe "Panorama Laboral 2001", una de las conclusiones que surge es que entre 1990 y 2000 el mercado laboral uruguayo experimentó un deterioro y pasó, de estar ubicado en el nivel medio alto, al nivel medio en ese Indice de Desarrollo del Trabajo Decente que elabora la OIT. ¿Qué regiones del mundo tienen mayor déficit de trabajo decente?

JS - Toda sociedad tiene un desafío de trabajo decente. Si estamos hablando de los países nórdicos, que teóricamente tienen uno de los mejores sistemas de equilibrio entre lo económico y lo social, ellos tienen su desafío: vienen a la OIT a pedir ayuda para reflexionar sobre el impacto de la tecnología sobre las nuevas formas de trabajo. Ahora la gente puede trabajar en la casa, pero al mismo tiempo está distante, ya no se comunica con gente. En una situación social desarrollada se plantean nuevos problemas; en consecuencia, la idea de trabajo decente no es que el mismo sea un estándar: es un objetivo hacia el cual toda sociedad tiene que continuar avanzando y modernizándose. De repente políticas de hace 20 o 30 años tienen que cambiar y adaptarse a las circunstancias. El objetivo es el mismo.

En ese marco, es evidente que hay ciertas sociedades que están en situaciones particularmente serias: Africa, los países más grandes de Asia (a pesar de que China ha avanzado mucho)...

EC - ¿Cómo se ubica América Latina?

JS - Hay países de América Latina y de Asia que son los que están en mejores condiciones dentro del mundo en desarrollo, pero todos sufren el problema general que señalé antes: problemas tradicionales de pobreza y mala distribución del ingreso, una economía global que no facilita las cosas y que está creando un conjunto de problemas junto con un conjunto de oportunidades. Pero no podemos mirar nada más que las oportunidades, tenemos que ver cómo ligamos con los problemas. Hay un grupo de países que están más adelante, pero todos están con problemas. En un momento dado teníamos los tigres asiáticos que eran mostrados como ejemplo, pero vino la crisis asiática y esos países todavía no se recuperan; en América Latina tenemos países como México y Brasil, que estaban bien, pero Brasil tuvo que hacer un ajuste propio, después tuyo que hacer otro por la crisis asiática, después otro por la crisis rusa, un semiajuste por la crisis turca... Tenemos un sistema financiero mundial que no está determinado por lo bien que uno hace las cosas en su país sino por consideraciones que están mucho más de lo que está pasando en el país. Tenemos el caso de Argentina, un caso excepcional de uso riguroso de una visión y que está en la circunstancia en que está hoy día.

***

EC - Le pregunté por América latina, pero no llegamos al caso concreto de Uruguay.

JS - A Uruguay hay que compararlo con Uruguay, y la verdad es que en esa comparación está muy adelante en una enorme cantidad de dimensiones. El Indice de Desarrollo Humano, que observa un conjunto de otras variables, coloca a Uruguay en el lugar 34-35, muy alto. De manera que esto que estábamos conversando es un aspecto muy importante, pero se debe hacer en comparación con Uruguay mismo.

Este país obviamente está muy adelantado, por toda su historia, por toda su tradición de diálogo. Pero está sufriendo los problemas de que estamos conversando: no hay ninguna sociedad latinoamericana que hoy día escape de tener que resolver estos problemas que en parte son externos y en parte dependen de cómo nos organizamos al interior de cada país para poder enfrentarlos.

EC - Me llamó la atención el énfasis que OIT pone, cuando trabaja con el IDTD, en el diálogo social.

JS - Si me permite, voy a hacer un análisis de lo internacional para poder llegar al tema del diálogo social. Creo que lo que está ocurriendo es que nos estamos encontrando en una situación en la que estamos todos de acuerdo en que economías abiertas y sociedades abiertas son mejores que economías cerradas y sociedades cerradas; nosotros luchamos mucho tiempo contra las dictaduras justamente para recuperar la democracia. Pero el modelo de globalización y de políticas que se está aplicando es demasiado ideológico, está fundado en que si se aplica ciertas políticas hay ciertos resultados automáticos. Eso estuvo muy en boga a principios de los 80 y tuvo una fuerza intelectual muy fuerte, pero la verdad es que creo que todo eso se sobrevendió...

EC - ¿Cómo que "se sobrevendió"?

JS - En el sentido de que los resultados no están a la altura de la oferta. Efectivamente, se ha creado mucha riqueza, hubo un cambio tecnológico enorme... Todo eso es positivo, porque hay que crear riqueza para poder distribuirla. Pero hay un conjunto de otros problemas que no han sido resueltos. Si uno mira el tema de la pobreza, por ejemplo, estas políticas muy difícilmente han logrado reducirla en algunos países y en otros la han aumentado; tenemos los niveles de desempleo que ya mencionamos.

En consecuencia, creo que el eje del asunto está en que se les ha dado una importancia demasiado grande a las políticas financieras frente a las políticas productivas, al interés del capital financiero frente al interés del capital productivo. Finalmente el capital que invierte y crea empresas es el capital que crea trabajo, y hay una lógica de estimular la creación de grandes empresas de inversión extranjera a expensas de la pequeña empresa, que generalmente es la que crea la mayor cantidad de trabajo. No hemos colocado eso como el eje.

EC - ¿Esa es la opinión del doctor Juan Somavía o de la OIT?

JS - Es la opinión de la Organización. Le doy un ejemplo; usted mencionaba el Foro Mundial del Empleo que tuvimos a principios de noviembre. Ahí hubo una posición unánime de empleadores y trabajadores, dentro de la OIT y entre la gente que invitamos -vino Stiglitz, el Premio Nobel de la Paz, el secretario general de Naciones Unidas- en cuanto a que para la crisis en que estamos en este momento necesitamos una salida productiva, que cree y proteja empresas. A las empresas que estén un poco débiles, por favor, no les apliquen políticas financieras que van a hacer que quiebren, porque tendremos más desempleo. Protejamos a las empresas y al empleo, creemos las condiciones para volver a invertir y volver a consumir. Es una posición unánime, que tiene que ver con la coyuntura pero también con la necesidad de comprender que tenemos que comenzar a girar mucho más hacia el tema de la creación de empleo.

Ahí vamos a enfrentar un problema. Para algunos, el empleo es un producto de otras políticas; para otro es un objetivo. Si volvemos a lo que conversábamos antes, sobre la importancia del trabajo en la vida individual, en la familia, en la comunidad, en la política, la creación de empleo no es sólo un fenómeno económico, es una necesidad de sociedad. Y si lo colocamos en esa esfera tenemos que buscar maneras de que eso se transforme en un objetivo, y no en un resultado que resulta o no, que pasa o que no pasa.

Aquí no se trata de crear empleos administrativamente sino por la vía del mercado. Tenemos que fijarnos la tarea. Estos temas fueron planteados muy abiertamente en la cumbre mundial de Copenhague sobre desarrollo social -a mí me tocó ser el presidente del comité preparatorio-, donde planteamos tres cosas al mismo tiempo: la erradicación de la pobreza, la creación del pleno empleo y la cohesión social como objetivos. Ninguna de estas cosas pasan inmediatamente, pero uno tiene que saber hacia dónde va caminando. Creo que lo que está faltando y lo que está fallando es que no vamos caminando hacia la creación de empresas y de empleo con el objeto de estabilizar nuestras sociedades. Vamos caminando en otra dirección, en términos de políticas económicas, que hace que la gente comience a dudar de los procesos, de los sistemas y eventualmente de la democracia. Vota por un político que no le resuelve el problema, vota por otro que tampoco se lo resuelve, vuelve al primero que tampoco lo hace... Parece que los sistemas no están funcionando.

Los empresarios también están con un gran nivel de incertidumbre. Recuerdo que cuando estudié economía había lo que se llamaba los running plans: las empresas tenían planes económicos de seis o siete años (cada año le agregaban uno). No hay ninguna empresa en el mundo hoy en día que se atreva a tener un plan de siete años. Sencillamente no se sabe dónde se va a estar. Hay que entender que esta visión única de la política económica está produciendo grandes niveles de incertidumbre, no sólo en los excluidos de la sociedad y en los sectores más débiles, sino también en la clase media y en las empresas.

EC - Usted habla de una visión única de la política económica; ¿cómo la caracteriza? ¿Es lo que simplificadamente suele denominarse neoliberalismo? ¿A eso está aludiendo?

JS - No: es algo distinto. Justamente, tenemos que salir de los epítetos. Es comprender que estamos de acuerdo en que queremos economías abiertas, es evidente que son mejores, pero la economía abierta no se puede juzgar sólo por un índice...

EC - ¿Cuál?

JS - El financiero. Las economías abiertas están siendo juzgadas esencialmente por el índice financiero, y a veces por el de las exportaciones del comercio internacional. Tenemos que juzgarlas con el índice de lo que les pasa a la gente y a las empresas en el proceso. En consecuencia tenemos que agregar a eso las políticas que efectivamente se concentran en creación de empresas y trabajo.

EC - Eso es lo que promueve la OIT. La gran pregunta es, ¿más allá de promoverlo, qué puede hacer efectivamente para que ese enfoque prime?

JS - No hay ningún gobierno en el mundo que diga que no lo quiere hacer. De partida quieren hacerlo: fueron elegidos sobre esa base. En consecuencia el problema está en que la política económica imperante, promovida principalmente por el Fondo Monetario Internacional (FMI), tiene un fundamento real: en el caso latinoamericano, nosotros pasamos por las hiperinflaciones más espectaculares, a las que no queremos volver porque sabemos que afectan en primer lugar a los más débiles y a los más pobres, es decir a los marginales y a los trabajadores; tener políticas económicas sanas es una necesidad; pero también puede haber una exageración de lo bueno.

Hay un momento... Una vez que las políticas macroeconómicas estabilizan la situación, tenemos que tener políticas de crecimiento, de inversión y de desarrollo industrial. Esas son las que están faltando, tenemos que articularlas con políticas sociales. No sólo hay un desequilibrio entre la importancia que se da a las políticas económicas frente a las sociales, sino que al interior de las políticas económicas hay un desequilibrio entre la importancia de lo financiero y lo monetario y la de los estímulos productivos.

Es en esa dirección que tenemos que caminar; en consecuencia creo que el sistema internacional tiene una responsabilidad. Usted me preguntaba por la OIT...

EC - Usted habla del sistema internacional, pero en ese sistema -y a propósito de esa discusión sobre el enfoque de las políticas económicas- da la impresión de que el criterio del FMI es el que prima. El de la OIT tiene esta otra tonalidad que usted está exponiendo, pero va por un carril paralelo; ¿hay alguna instancia de intercambio, alguna posibilidad de que planteos como los de la OIT incidan en las políticas que el FMI impulsa?

JS - Es una convergencia inevitable, porque la voz de la OIT es la voz del sistema productivo. Usted decía al principio que nosotros somos tripartitos: están los gobiernos, los representantes de las organizaciones empresariales y los representantes de las organizaciones de trabajadores. Es una voz muy poderosa, que ha hecho muchas cosas. Estamos hablando de política económica; la historia de la OIT está jalonada de grandes éxitos; toda la legislación laboral mundial está inspirada en las comisiones de la OIT. Acabo de estar en Oslo con los premios Nobel -porque la OIT ganó el Premio Nobel 1969-, de manera que hay toda una historia muy exitosa. En este tema en particular es inevitable la convergencia, porque nosotros representamos la economía real. Es muy difícil para el sistema internacional que haya un organismo que funciona como un banco, donde hay ocho o 10 gobiernos que tienen el poder de veto, desconocer la voz de la organización que tiene el sistema productivo, y que en consecuencia tiene el perfecto y legítimo derecho a decir que, visto desde el mundo empresarial y del trabajo y pensando juntos, nos parecen estas cosas. No es la situación hoy en día, no hay ninguna duda.

EC - Usted se manifiesta confiado en que terminará produciéndose una convergencia. Muchos de nuestros oyentes, sobre todo aquellos que estén más afectados hoy en materia laboral, deben estar preguntándose cuándo se producirá esa convergencia.

JS - Esto no es principalmente un problema de organismos internacionales, sino un problema de cómo nosotros nos organizamos a nivel nacional para enfrentar los problemas.

EC - ¿A qué se refiere?

JS - Si las cosas son como son y efectivamente la gente vota por las razones que estoy señalando, consciente de que no quiere grandes inflaciones y de que quiere un buen manejo económico, pero de que quiere resultados en el terreno del trabajo y las condiciones de trabajo, lo que está ocurriendo es que muchos de estos problemas no se resuelven por la manera en que está funcionando la economía global. En el caso de América Latina y de Uruguay hay proteccionismos internacionales que hacen complicada la exportación en el terreno agrícola...

EC - Ya que estamos en el terreno uruguayo, usted debe haber escuchado más de una vez al presidente de la República, Jorge Batlle, plantear reivindicaciones a propósito de las dificultades que no sólo Uruguay, sino los países subdesarrollados o "en desarrollo" tenemos a la hora de colocar nuestros productos.

JS - Absolutamente.

EC - Habrá escuchado los debates a propósito del proteccionismo agrícola en particular, la posición de Uruguay en el grupo de Cairns, en la OMC, etcétera. O sea que el planteo se hace.

JS - El tema es que las cosas no se resuelven de inmediato. Vuelvo al terreno por donde iba caminando: cómo crear las condiciones políticas. Esto requiere capacidad de unidad nacional. Yo observo que existen estos temas y que en el juego político de nuestros países -déjeme hablar del mío, del cual puedo hablar con toda tranquilidad- esto se usa como un tema de la política. Entonces, cuando hay problemas en el terreno del trabajo es culpa del gobierno. En consecuencia los gobiernos cambian, pero los problemas subsisten porque no son resolubles exclusivamente a nivel nacional, sino que requieren ciertas acciones internacionales; entonces se hace el mismo juego al revés...

Cuando uno tiene este tipo de condicionante externo tiene que reaccionar unido, tiene que haber una política nacional, por eso le damos tanta importancia al diálogo. En lo que la OIT ha visto durante sus 86 años de historia, el diálogo es exactamente la manera de resolver estos problemas. Si las convenciones y las políticas de la OIT han sido aceptadas por tantos gobiernos -la legislación laboral está basada en las convenciones de la OIT- es porque son producto del diálogo. Cuando la OIT aprueba una convención es porque empresarios y trabajadores se han puesto de acuerdo sobre la misma y la han votado mayoritariamente. En consecuencia, las posiciones que salen de la OIT representan a un sector importante de la sociedad. Tenemos que ser capaces de hacer lo mismo a nivel nacional.

¿Qué ha ocurrido? No olvidemos que América Latina pasó por un período largo de dictaduras. Las dictaduras debilitaron el sistema de diálogo: por definición, a una dictadura el diálogo no le importa. Y hubo un largo período, en todos nuestros países, en que eso desapareció. Tenemos que reconstruir la cultura del diálogo nacional para tener posiciones nacionales sobre temas tan importantes como cómo enfrentamos la economía global, y la cultura del diálogo a nivel de empresas o de sectores -entendiendo como lo que eran las partes a nivel nacional. Sin eso no vamos a lograr avanzar, porque las dictaduras debilitaron al mundo sindical -ése era un objetivo, le tenían temor porque era el único sector organizado- y favorecieron al sector empresarial. Eso ocurrió en el conjunto de nuestros países. Pero, en el fondo, lo importante no es eso sino que todos juntos debemos volver a ser capaces de influir sobre los factores externos que afectan nuestra realidad.

Visto desde afuera no es que los empresarios sean más fuertes que los sindicatos o el gobierno: en el fondo, gobierno, empresarios, mundo sindical, sociedad civil, son actores débiles frente a estos grandes problemas globales. Todos son débiles. Si no nos unimos no vamos a ser capaces de cambiar esas condiciones. Yo le aseguro que el día en que el Mercosur diga, todos juntos, "Aquí hay ciertas reglas que son injustas, que consideramos inapropiadas; nos están aplicando ciertas reglas para una cosa, otras para otra cosa; las cosas que nos interesan nos cuestan mucho y las que les interesan a ustedes se tienen que hacer de inmediato..." va a haber un efecto.

EC - Usted está proponiendo que los gobiernos de los países -y, en la medida de lo posible, los gobiernos de grupos de países o de países integrantes de un grupo, como el Mercosur-, respaldados a su vez por sus sociedades a través de un diálogo político y social, se planten y rechacen los elementos más críticos de esto que ha denominado pensamiento único en materia de política económica.

JS - Que presentemos nuestras alternativas. Somos perfectamente capaces de presentar alternativas que hoy día permitan enfrentar la crisis con políticas de crecimiento y productivas, no con políticas de reestructuración; de enfrentar la estructura más amplia con espacios donde tengamos más voz en la manera como se definen estas políticas, asegurar que los resultados de Doja efectivamente faciliten el acceso a nuestros productos... Hay una larga lista. Si en cada uno de nuestros países nos ponemos de acuerdo para expresar cuáles son, va a ser muy fácil hacerlo.

EC - ¿Usted está proponiendo una suerte de rebelión contra esa política económica única, contra ese pensamiento único en materia de política económica?

JS - No lo diría así, porque el eje, el sentido central es algo con lo cual estoy de acuerdo: necesitamos economías abiertas, necesitamos sociedades abiertas -vivimos una gran lucha democrática para lograrlas-, todavía estamos viviendo los efectos de las dictaduras en nuestros países; los sistemas formales están ahí, pero tenemos herencias culturales autoritarias que siguen dando vueltas por nuestras sociedades y dificultan el diálogo. Creo en la necesidad de controlar la inflación, de procesos macroeconómicos bajo control, pero todo esto se puede hacer de una manera que es mejor productivamente, que genera más empresas y más trabajo. En consecuencia, esa voz tiene que ser escuchada, y esa voz, a mi juicio, viene de la profundidad de todos nuestros países. Eso es lo que la gente en América Latina quiere, lo sabemos todos. Necesitamos responder democráticamente a esa demanda; no podemos decir que no podemos hacerlo porque al FMI no le gusta.

"Rebelión"... no es la palabra que usaría porque no es mi estilo. Pero creo que democrática y legítimamente hay opciones que mantienen los objetivos clave de la apertura económica, que al mismo tiempo dan respuesta a las necesidades de la gente en torno a empleo y el desarrollo social. Es posible.

EC - Cuando usted, como director general de la OIT, dialoga con el FMI en torno a estas cuestiones, ¿cuál es el resultado?, ¿cuáles son las conclusiones?

JS - A la última reunión de Ottawa mandé una presentación que decía algunas de estas cosas, particularmente la necesidad de asegurar que no se aplique a los países en desarrollo políticas restrictivas cuando para el norte se está aplicando políticas expansivas. Un paréntesis: después de haber dicho durante tanto tiempo que no a las políticas, que el Estado no debe intervenir en la economía, el primer acto que se produjo después de la crisis del 11 de setiembre fue la acción del Estado inyectando recursos a la economía... Son instrumentos perfectamente legítimos; no podemos tener visiones ideológicas frente a este problema, siempre que guardemos la protección de los equilibrios macroeconómicos.

EC - Han tomado esa decisión de intervenir en la economía Estados cuyas cuentas habían estado andando bien en los últimos años y tenían con qué responder. Ese es uno de los debates, en qué condiciones un país puede llevar adelante políticas expansivas.

JS - Es una realidad: no se trata de decir que todo el mundo puede hacerlas; efectivamente depende de las condiciones internas. El riesgo es que los países en desarrollo en general no tienen los recursos que tienen los países desarrollados para hacer políticas de reactivación. El riesgo es que a los países desarrollados se les diga "Sí, procedan con su política de reactivación dentro de los límites que se den" y a los otros se les diga que como no tienen los medios la solución es más ajuste. El sistema internacional debe colocar a disposición de los países en desarrollo que están en condiciones de hacerlo -no todos están en condiciones-, que son la mayoría, los recursos de liquidez necesarios para políticas de reactivación con equilibrios macroeconómicos sanos. Eso es posible, no es ninguna locura, no es nada del otro mundo.

EC - ¿Usted hizo este planteo al FMI?

JS - Sí, y la verdad es que uno observa que están comenzando a moverse. No porque lo esté diciendo yo: es sentido común. Uno comienza a ver que en algunos casos se está produciendo una apertura, y si uno lee las cosas que está diciendo Keller, efectivamente el FMI se está moviendo en esa dirección.

¿Cuál es la conclusión? Esto no depende de lo que la OIT le diga al FMI; ése no es el eje del asunto. Esto depende de lo que diga democráticamente cada país que está sentado en el Directorio del FMI y que va cada año a decir "Desde el punto de vista de mis necesidades democráticas aquí hay un énfasis sobre lo productivo que quiero que se dé en las grandes políticas globales". En la práctica eso significa una conjunción de lo que es una política histórica del FMI y las cosas que está diciendo la OIT hoy día. Pero eso no va a resultar porque el FMI dialogue con la OIT, sino porque es realmente lo que nuestras sociedades necesitan en el mundo entero, incluyendo el desarrollado; por eso están haciendo políticas de reactivación.

Necesitamos el diálogo para establecer sentido común en todo esto. No hay nada de misterioso sobre lo que hay que hacer, lo complicado es que como no tenemos diálogo ni capacidad para enfrentarlo como tema nacional, entonces se transforma en un problema político interno y se desvía totalmente la atención sobre lo que a mi juicio es el problema real, que es la manera como la economía global está funcionando. Los planteamientos potenciales son de sentido común, no tienen nada de extraordinario.

***

Déjeme decir, como chileno, lo que fue la solidaridad política de Uruguay, de todos los partidos, de todos los sectores, con la lucha democrática chilena. Estuve envuelto en eso en esa época, y realmente, para los chilenos, el apoyo uruguayo fue una cosa extraordinaria. No quiero estar aquí, en esta radio, sin decir, como chileno y como persona, lo que significó Uruguay en su época para la recuperación democrática.

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Transcripción: María Lila Ltaif Curbelo
Edición: Jorge García Ramón






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