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Un misionero uruguayo en Angola:
"Navidad es el día del terrorismo divino"
Luego de
10 años, el sacerdote salesiano Martín Lasarte, se
considera un"blanco de corazón negro". Su misión
está enclavada en un país cuyo interior está
abandonado, con "toda la gente apiñada en las grandes
ciudades" y donde "las rutas están minadas o emboscadas".
La gente padece en "un país riquísimo para la
agricultura, que si solamente cultivase el 2% daría para
exportar alimentos". Es el producto de décadas de una
guerra que no sale en los medios.
EN PERSPECTIVA
Lunes 24.12.01, 09.08.
EMILIANO COTELO:
Fue la última colonia portuguesa en obtener la independencia
en 1975. Desde ese momento hasta hoy ha vivido en medio de una de
las guerras civiles más largas y cruentas que se conozca.
Un millón y medio de muertos, tres millones de personas desplazadas
en un territorio que cuenta en su haber con la desgracia de tener
el mayor número de minas antipersonales que se conozca en
el mundo.
Estamos hablando
de Angola, un país de 10 millones de habitantes ubicado sobre
el océano Atlántico en el oeste de Africa.
Hasta allí,
y pese a esas condiciones, llegó en 1990 Martín Lasarte,
un uruguayo de 39 años, sacerdote salesiano y misionero.
Les proponemos
hoy, en estas horas previas a la Nochebuena, conocer de primera
mano la realidad de un país tan lejano y al mismo tiempo
la vida de un uruguayo que intenta ayudar a mejorar la vida cotidiana
de los angoleños.
Nos acompaña
el padre Martín Lasarte. Tú vienes cada tanto a Uruguay,
pese a que te fuiste hace 10 años. ¿Cómo es
tu relación con tu país?
MARTÍN
LASARTE:
Cada tres años, tres años y medio vengo a visitar
la familia, a encontrarme con los míos. En esta ocasión
bonita de Navidad me encuentro con todos mis hermanos, con mi madre,
y la próxima semana ya estoy volviendo a Angola.
EC - En estos
días ocurre que te invitan a participar en algunas misas
y quienes te escuchan quedan impresionados por tu optimismo, por
tu talante, por tus ganas, por tu energía. Supongo que te
lo habrán comentado.
ML - Sí;
más o menos.
EC - ¿Cómo
se hace para mantener ese temple en un país tan complicado
como el que has elegido para vivir?
ML - Todo país
es complicado; sea Uruguay, sea Angola, sea Afganistán, sea
China... cada país tiene sus problemas, sus dramas. El temple
con el cual se mantiene es esa energía interior que cada
persona en cualquier parte de este mundo tiene. Es una cosa bien
linda que en situaciones extremas, dramáticas, difíciles,
como en Angola, uno aprende tanto de los angoleños a mantener
el optimismo por la vida, el amor a la vida y el sentido de esperanza.
EC - Más
temprano, al abrir el programa, yo recordaba algunas de las situaciones
de violencia, de guerras que parece que terminan -como la de Afganistán-
que hoy caracterizan el mundo, y mencionaba el caso que tanto ha
conmovido en los últimos meses, el de Afganistán,
el de Oriente Medio, los enfrentamientos que se agravan entre pakistaníes
e indios... Curiosamente no mencionaba a Angola, porque, curiosamente,
"como que no está" en la agenda. Y sin embargo,
la guerra allí sigue. ¿Qué características
tiene esa guerra?
ML - Africa
en general es una materia pendiente para la prensa, para el interés
mundial; ya se sabe que "en Africa hay mucho relajo",
y se olvida. La guerra que se está viviendo en Angola tiene
una dimensión bastante cruel actualmente: ese país
está viviendo su cuarta guerra. Hubo primero una guerra de
independencia, más suave, contra los portugueses; después
vino la lucha entre las tres facciones que hicieron la independencia
después de 1975, que fue intensa pero dentro de todo con
bastante respeto de los derechos humanos; a partir de 1991 se hicieron
tratativas de paz en Bisese, y en 1992, después de las elecciones,
comenzó una guerra muy sangrienta entre la UNITA, que es
el partido de la oposición, y el gobierno angoleño
del Movimiento por la Liberación de Angola (MPLA). Después
se logró un nuevo protocolo de paz, en 1994, en Lusaka, y
hubo esperanzas de pacificación. Pero lamentablemente la
guerra recomenzó en 1998.
EC - Siempre
estamos hablando de guerras internas, pero con apoyos del exterior.
ML - El apoyo
desde el exterior fue en 1991, en el esquema de la guerra fría.
Después ha sido una guerra civil autosustentada. Es una cosa
curiosa, porque otras guerras africanas han acabado, como en Mozambique;
en cambio en Angola esta guerra se sostiene por parte del gobierno
con la venta de petróleo y por parte de la guerrilla con
la venta de diamantes. Un caso análogo al de Colombia, en
que la guerrilla se autosustenta con el narcotráfico.
Esta última
guerra ha sido muy cruel, sobre todo porque ha afectado mucho a
los civiles. Para dar un ejemplo: antes de venir aquí, hace
dos o tres meses, hubo un ataque a un tren que iba de la capital
a una misión nuestra en Dondo, a unos 180 quilómetros
de la capital; el tren fue incendiado, atacado por la guerrilla,
y todos los que iban saliendo fueron ametrallados. Murieron más
de 500 personas; hombres, niños, mujeres. Son noticias que
no salen al exterior, del mismo modo que otros ataques a pequeñas
aldeas, a pequeñas ciudades en las cuales hubo gran número
de muertes. A esas noticias no se las conoce mucho.
EC - ¿Qué
ha dejado para Angola o para los angoleños este período
tan largo y tan cruel de enfrentamientos, de guerras? ¿Cómo
puedes resumir el saldo?
ML - Es terrible
en el sentido inmediato de desnutrición, sobre todo por el
fenómeno que se llama desplazamiento interno. Se estudia
mucho el fenómeno de los refugiados que se da cuando se pasa
de una nación a otra -en los países limítrofes
con Angola hay muchos angoleños-, pero el drama mayor es
el de los desplazados internos, que se van apiñando en las
periferias de las grandes ciudades, sobre todo en la capital y otras
ciudades costeras, donde la gente sobrevive como puede, con ayuda
humanitaria y otros medios de supervivencia inmediatos. Eso provoca
algo que es muy grave en la cultura africana: la desagregación
familiar, que es la célula base de toda sociedad, particularmente
de la africana. Esa disgregación de la familia, esa separación,
crea una crisis no sólo humanitaria, material, sino de los
valores mismos de las personas: se pierde el sentido de la vida,
el valor de la vida. Es una degradación moral, física
y cultural que se está dando a través de esta guerra.
EC - ¿Cómo
y de qué vive esta gente?
ML - El angoleño
típico vive de la agricultura, Angola es un país riquísimo
en agricultura. Si solamente cultivase el 2% del territorio cultivable
daría para exportar alimentos.
EC - ¿Y
por qué no se lo cultiva?
ML - Hay dos
motivos: está el problema de los campos minados, pero el
problema principal es que no hay circulación en el país.
El interior del país está como abandonado, toda la
gente está apiñada en las grandes ciudades y es muy
peligroso salir por las rutas, porque éstas están
minadas o hay emboscadas. De hecho el medio de transporte más
común en Angola es el avión. A veces son aviones muy
antiguos, los Antonov soviéticos, que todavía funcionan
y de los que cada tanto cae uno; justamente cayó un helicóptero
en Wishi por sobrecarga de personas, viajaban en él 60 personas,
no aguantó el peso y cayó. Son accidentes muy comunes
porque no hay otros medios de transporte; la falta de circulación
en el país impide llevar los productos del interior a la
ciudad.
EC - Mencionaste
al pasar el problema de las minas antipersonales; ¿qué
magnitud alcanza?
ML - Es un país
que se viene minando desde hace 25 años. Se había
comenzado a retirar las minas poco a poco a partir de 1994, pero
nuevamente se está reminando ahora. Es un proceso lentísimo.
Una mina cuesta U$S 4 o 5, pero quitarla cuesta U$S 400 o 500 cada
una. Se calcula que en Angola debe haber unos 6 millones de minas.
Otros países muy afectados por este problema son Camboya
y Afganistán, son los tres países que más sufren
esta plaga, porque los primeros afectados son los civiles, los que
trabajan en el campo, las señoras que van a cultivar las
huertas. Es un arma muy traicionera y muy inmoral. Se ha hecho campañas
para retirar las minas antipersonales.
EC - Para ti,
para tu trabajo, ¿cómo es eso de tener que estar esquivando
minas antipersonales? ¿Cómo es tener que moverse en
ese clima, en ese ambiente de violencia que describías?
ML - Una cosa
muy interesante es que para nosotros, los misioneros en general,
se hace muy fácil el acceso a muchas partes porque la Iglesia
tiene una gran autoridad moral y es muy respetada por la gente simple,
por el gobierno y hasta por la guerrilla. Entonces muchas veces
podemos desplazarnos de un lado a otro por el país sin grandes
dificultades. Se dice que en los caminos de Angola andan tres "m":
los militares, los malucos -que en portugués quiere decir
los locos- y los misioneros, que son los que pueden pasar. Eso da
una cierta libertad para trabajar.
EC - ¿No
temes ser víctima de una mina antipersonal o de algún
enfrentamiento?
ML - Sí,
a veces nos comunicamos por radio; tenemos misiones en el interior,
estamos en la capital, y como por radio no se puede hablar preguntamos
"¿Cómo está el tiempo por ahí?";
"Está muy nublado, hay mucha tormenta; esperen a mañana".
Al otro día llamamos "Sí, hoy se puede pasar";
uno pasa y ve camiones quemados, se ve que hubo combates en la zona.
Ya es pan de todos los días: la gente se habitúa a
nacer, vivir y morir en la guerra. Yo vivía en una comunidad
en Luena hace 10 años, adonde voy a ir actualmente, en la
cual llegaban las siete de la tarde, se cerraba las ventanas y comenzaban
los tiros. "¡¿Qué es esto?!" A esta
ahora comienza, más o menos. Convivir con la guerra ya forma
parte de la vida del angoleño, sobre todo en el interior.
***
EC - Vamos a
detenernos concretamente en lo que tú haces. ¿Qué
hace un misionero en Angola?
ML - En general
el trabajo del misionero se da en dos dimensiones: la más
típicamente religiosa, que se llama evangelización,
y la dimensión de promoción humana. En pocas palabras:
el amor a Dios y el amor al prójimo. Mi trabajo particular
ha sido en estos seis años la formación de nuevos
religiosos, de nuevos sacerdotes; trabajaba con seminaristas en
un barrio periférico. Teníamos 60 aspirantes a salesianos
donde yo vivía y daba clases en un seminario en el que había
300 seminaristas diocesanos de otras congregaciones.
El trabajo de
todos mis hermanos es muy amplio, sobre todo a partir de 1992 el
trabajo en educación. Hasta 1992 el gobierno había
expropiado todas las escuelas e instituciones educativas de la Iglesia;
después de esa fecha fueron restituidas, e incluso actualmente
el gobierno apoya mucho toda la actividad educativa de la Iglesia,
a tal punto que los profesores son pagados por el gobierno.
EC - ¿Cómo
defines la orientación política del gobierno?
ML - Actualmente
sería una socialdemocracia, son los mismos gobernantes desde
hace 25 años, pero van cambiando.
EC - Supo ser
un gobierno prosoviético.
ML - Sí,
era un gobierno explícitamente marxista-leninista, digamos
"ateo científico". Pero decirle a un africano que
es ateo científico es como decirle a un napolitano que no
te hable con las manos, haciendo gestos.
Actualmente
el gobierno tiene mucha apertura, el trabajo con la Iglesia es de
colaboración en la salud y la educación. De hecho
estamos trabajando en varias escuelas, el gobierno nos ha dado varias
escuelas para que tomemos cuenta de ellas; en la misión a
la que voy ahora nos dio una cárcel, que transformamos en
escuela. En la capital tenemos dos escuelas centros profesionales
de carpintería, electricidad, cerrajería y ese tipo
de cosas, una gran escuela primaria que ya está comenzando
con la orientación de secundaria, una obra con chicos de
la calle, y en el interior obras similares de alfabetización,
escuelas primarias, en una provincia tenemos una especie de preparatorios,
donde vamos a comenzar una escuela agrícola y una escuela
profesional.
Toda la parte
educativa es un campo fundamental para transformar la mentalidad;
son miles y miles de niños y jóvenes. Un aspecto interesante
es el trabajo de alfabetización, Angola tiene aproximadamente
56% de analfabetismo. Los salesianos comenzamos a trabajar con un
método que se llama Don Bosco, al que el gobierno ha dado
el primer premio como método eficaz de alfabetización
que funciona en las principales provincia de Angola. Es muy método
muy simple originado en Brasil, que se adaptó para Africa,
y que está haciendo un gran bien sobre todo para los mayores
y los jóvenes que han sido militares y nunca han podido estudiar.
Por otra parte,
si bien no es típicamente lo nuestro -la necesidad te obliga-
tenemos centros de salud en diversas misiones. Tenemos una misión
en Kalulo, donde tenemos el único centro de salud y una voluntaria
uruguaya que es enfermera, vive en la misión y se encarga
del centro médico. El espectro es muy grande.
EC - ¿Cómo
se financia toda esa actividad misionera, no sé si de los
salesianos solamente o de otras órdenes de la Iglesia Católica?
ML - Hay muchas
órdenes; nosotros llegamos hace 20 años, pero ya llegamos
con bastante fuerza. Hay otras beneméritas congregaciones
que ya estaban, como la de los capuchinos, que tiene una presencia
muy fuerte, espiritanos que han sido grandes misioneros en Africa,
verbitas, jesuitas... Hay muchas congregaciones que nos han antecedido
y han hecho mucho bien, particularmente los espiritanos; uno va
al cementerio de nuestras misiones y ve las tumbas de estos heroicos
sacerdotes, ve la edad de cada uno, muertos a los 33 años,
a los 40, a los 38 -en aquellos tiempos no existía la quinina
para combatir la malaria-, hombres que han dado sus vidas por esa
tierra y han hecho tanto bien. Las misiones han sido lugares de
promoción humana y de educación para el pueblo angoleño.
EC - ¿Cómo
se sustentan financieramente estas actividades?
ML - Ese es
uno de los grandes desafíos. En general muchas obras funcionan
con proyectos puntuales; la Iglesia Católica tiene mucha
credibilidad en la parte educativa y asistencial frente a organizaciones
internacionales -ministerios de Exterior de países europeos,
Cooperación Italiana, Cooperación Española,
Cooperación Alemana-, y, ante proyectos puntuales, por ejemplo
de una escuela profesional, de una escuela primaria, recibimos estos
subsidios. Pero lo más interesante es que ahora, con las
escuelas ya hechas, trabajamos en colaboración con el mismo
gobierno. Todos nuestros profesores y maestros son pagos por el
gobierno, lo que nos facilita poder dedicarnos a los más
pobres. En Angola existen tres tipos de escuelas: las privadas para
la alta sociedad, las escuelas públicas que tienen un bajo
nivel, sobre todo a causa de la corrupción, y las escuelas
de la Iglesia, que imparten una educación bastante buena,
a la que puede acceder la gente más simple del país.
EC - ¿Qué
porcentaje de los angoleños es católico?
ML - Se calcula
que más del 50%... Prácticamente el 50% profesa la
fe católica. El Evangelio llegó a Angola en 1491,
entonces tiene una gran tradición, si bien la auténtica
evangelización comenzó a fines del siglo XIX. Es un
país que en su mayoría se reconoce católico,
de hecho el presidente fue bautizado en nuestra parroquia; después
renegó y después volvió a la fe; Savimbi -el
jefe de la guerrilla- es exalumno marista y siente un gran cariño
por los maristas. La intelligentsia de Angola fue formada en escuelas
católicas, de una u otra tendencia.
EC - ¿Cómo
es un día tuyo?, ¿qué actividades lo van jalonando?
ML - Un día
mío en la vida de formador, en un seminario, es bastante
regular, no tiene muchos ritmos exagerados: levantarse a las 5 y
15, dar las clases, volver a estar con los chicos, hacer los trabajos
en la huerta...
EC - Tu tarea
está concentrada en un seminario.
ML - Hasta ahora;
actualmente voy a ir a trabajar a una misión más al
interior del país, que se llama Luena, donde hay otro uruguayo,
Santiago Christophersen. Allí el ritmo es muy diverso, porque
hay una cantidad de trabajo y sobre todo por la atención
de un campamento de refugiados que nos ha sido confiado. El ritmo
en esa misión -estuve hace 10 años allí- es
levantarse apenas sale el sol porque, como no hay luz (tenemos un
generador o unos paneles solares que nos dan un poquito para la
noche) se trabaja a la luz del día.
Las actividades
comienzan muy temprano: la vida de oración -el misionero
carga las pilas ahí-, la atención a la gente, ver
los diversos problemas, visitar los barrios, visitar la escuela,
ver el campamento de refugiados... A la noche se termina la luz
del sol y uno puede volver a casa, no tiene que estar trabajando
hasta altas horas de la noche. En ese sentido la vida es bastante
más humana.
EC - ¿Cómo
es una Noche Buena en Angola?
ML - En general,
en Angola no hay Nochebuena. Ahora, en la capital, en algunas partes
tal vez se la pueda celebrar. Recuerdo que todos los años
la Navidad se celebraba a las 5 de la tarde, porque a las 7... todo
el mundo a su casa, a cerrar las ventanas, porque cuando llegaba
la noche ya no se podía salir. Actualmente en la capital,
donde hay más tranquilidad, hace unos cuatro o cinco años
se comenzó a celebrar la misa del gallo, pero eso no era
común. En 25 años de guerra civil la gente celebra
la Navidad el 25 de tarde. De noche había que estar en la
casa, se hacía una celebración más íntima,
familiar, pero sin salir. Está la marca del miedo, de la
guerra, que también marca esta fiesta tan linda.
EC - ¿Por
qué elegiste ser misionero en Angola?
ML - Un amor
a primera vista. Estaba en el Juan XXIII, donde estudiaba preparatorio
de Ingeniería, y llegó un cura misionero, el padre
Milán Senisek, que era el primero que iba a ir a Angola.
Nos contó de Angola, que aquí, que allá, que
iba a "llevar pintura amarilla para pintar a todos los negritos
de Peñarol", bromeaba, y preguntó "¿Quién
de ustedes me quiere acompañar?". Yo tenía al
lado un compañero, un gordo, y le dije "Che, gordo,
¿vamos p'Angola?". Y ahí comenzó, fue
un amor a primera vista. Después, fuimos madurando esta opción
con motivaciones más profundas. Después se me dio
la gracia -para mí es una gracia- de ser enviado a Angola
a trabajar, como otros cuatro uruguayos que están allá.
EC - ¿Y
allí te quedaste?
ML - Sí,
ya soy angoleño, digo que soy blanco de corazón negro.
EC - Está
claro que para el año que viene tus planes siguen estando
en Angola, pero si miras hacia delante, ¿a más largo
plazo también?
ML - Sí.
De hecho somos una provincia independiente. Normalmente quien va
de misionero a una tierra queda allí para siempre. Es un
poco la ley de la encarnación: Jesús se hizo hombre
hasta morir. Ese es mi sueño; uno queda disponible para otro
traslado, algunos han vuelto por motivos de salud.
EC - ¿No
te tira volver a Uruguay?
ML - Yo me siento
fabuloso allá; aquí también me sentiría
muy bien, pero la proyección para mi futuro es quedarme allá
a vivir y si puedo, un día, conseguir la nacionalidad angoleña,
también tenerla.
EC - Desde esa
perspectiva, de tu experiencia vital en aquel escenario tan particular,
tan distinto al nuestro, tan castigado, tan duro, ¿cuál
podría ser tu mensaje de Navidad aquí en Uruguay hoy?
ML - Hay dos
mensajes. Cuando venía en el ómnibus pensaba qué
les podía decir a los uruguayos que están tan marcados
por la depre. Un mensaje de esperanza, una cosa que los africanos
me han enseñado mucho, que no existe un sufrimiento tan intenso,
una angustia tan grande, una oscuridad tan oscura, tan negra que
no pueda ser iluminada por la esperanza o por la luz que trae este
niño Jesús que va a nacer hoy. Los africanos te lo
enseñan con su sonrisa, con sentido de fiesta, las fiestas
en los campamentos de refugiados, las liturgias de los domingos,
escenas de vida, de color en gente que vive situaciones dramáticas
enseñan a creer, a tener esperanzas, a saber sonreír.
Es una primera
cosa para el pueblo uruguayo: este niño Jesús trae
esperanza, hay que mirar para adelante porque la alegría
nace de adentro para afuera, no viene de afuera para adentro.
El segundo mensaje
para el pueblo uruguayo es decir que Navidad es el día del
terrorismo divino, Dios tira una bomba el día de Navidad,
que es su hijo Jesús, que no está hecho de neutrones
ni protones; es una bomba hecha de ternura, de humildad, de amor.
Uno experimenta en las tierras donde hay guerra lo que es la guerra:
la guerra genera guerra, la violencia genera violencia, la prepotencia
genera prepotencia; sólo el amor rompe esa lógica
infernal. Es justamente la lógica de Dios que nos enseña
este día de Navidad. Quiero darles a los uruguayos este mensaje
de esperanza y de que el amor es lo único que realmente en
lo concreto de la historia de nuestra vida personal puede cambiar
las cosas.
***
EC - Ha llegado
un mensaje de un oyente, el pintor Julio Olivera, que te envía
un saludo muy especial y nos recuerda que su catálogo comienza
con una frase tuya: "Africa es la reserva espiritual del mundo".
ML - Sí,
tengo mucho cariño por el pintor. Si me está escuchando
lo saludo, le deseo feliz Navidad. El trabaja en Mundo Afro, que
ayudó a Angola haciendo un contenedor, mandando suero y una
cantidad de medicinas. Una cosa bien linda que emocionó hasta
las lágrimas en Angola cuando veían que un país
tan chiquitito como Uruguay era solidario con el sufrimiento de
sus hermanos. El colocó una frase muy linda, que no es sólo
mía: el papa Juan Pablo II dice que cada vez que va a Africa
se le renueva la juventud. Un país, un continente de esperanza,
un continente que vibra y tiene una riqueza enorme de valores espirituales,
del que nosotros tenemos mucho para aprender.
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Transcripción: María Lila Ltaif Curbelo
Edición: Jorge García Ramón
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