22.01.2002

 



Oriente Medio: sólo cabe la negociación, pero Sharon sigue apostando a la fuerza

Desde Madrid, economista Jesús Núñez (Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria): "Lo único que puede engendrar la deriva actual de la violencia es más violencia, más frustración, y por lo tanto más movilización de elementos -no solamente en el bando palestino sino también en el israelí- que entiendan que la fuerza es el único lenguaje que entiende la otra parte".

EN PERSPECTIVA
Martes 22.01.02, 09.00.

DIEGO BARNABÉ:
En Oriente Medio la situación está cada vez más delicada. Por un lado la retirada hasta los alrededores de Tulkarem del ejército israelí, que había ingresado en esa ciudad (esto no ocurría desde 1994), el hecho de reconquistar una ciudad completa en los territorios palestinos. Esta madrugada se anunció el retroceso de las fuerzas de Israel a las puertas de la ciudad, en principio, en la medida en que el objetivo, según anunció el Estado Mayor israelí no era ocupar sino solamente satisfacer su objetivo de encontrar armas y presuntos terroristas.

Pero en la noche pasada el ejército ingresó en otra ciudad, en la zona urbana autónoma de Nablus, donde ingresaron varios carros blindados y se produjo un tiroteo con cinco palestinos muertos. El propio ejército israelí informó que, en la operación, terroristas abrieron el fuego contra los soldados de Israel, que éstos contestaron, mataron a cinco de ellos y detuvieron a nueve personas sospechosas. Arafat sigue bloqueado en su cuartel general.

Vamos a hacer algunas preguntas a alguien que ha estudiado estos temas a fondo, en este caso el economista Jesús Núñez, desde España. Núñez es director del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria; además se ha especializado en los temas de Oriente Medio.

Antes que nada me interesa cómo observa este momento tan particular del conflicto en Oriente Medio.

JESÚS NÚÑEZ:
Desde luego con mucho pesimismo, porque estamos inmersos en una nueva crisis, una de las más grandes después de la puesta en marcha del proceso de paz en el año 1991. Algo que quizás en el futuro podamos denominar la sexta guerra árabe-israelí, aunque actualmente no le demos ese nombre. En todo caso vemos una espiral de violencia que puede conducir claramente a mayores niveles de confrontación entre los enemigos de la paz, que desgraciadamente abundan en las dos partes.

DB - Hay quienes dicen que el tono que ha tomado el conflicto en los últimos meses tiene mucho que ver con quienes están en el liderazgo de un lado y otro, Sharon y Arafat. Piensan que todo esto no hubiera ocurrido si no se hubiera dado esa combinación de líderes. ¿Usted cree que es así?

JN - Eso sería repartir las responsabilidades de una forma absolutamente injusta. Arafat es un líder que estaba ya a cargo de la Autoridad Nacional Palestina desde el inicio del proceso de paz, en forma más concreta desde su llegada en 1994 a los territorios, y se había entendido en primer lugar con Isaac Rabin, que creo que es una referencia clara que debemos tener en mente, y después incluso con Netanyahu, del partido Likud, y Ehud Barak, del Partido Laborista. Por lo tanto, había mantenido hasta ahora -evidentemente con errores, eso no se puede olvidar; también con mala gestión interna de los territorios- esa apuesta por la paz como única salida posible. Por lo tanto es la aparición de un nuevo protagonista, Ariel Sharon, lo que hace que esa senda de búsqueda de la paz, de lo que faltaba por cubrir de los acuerdos de Oslo, se haya olvidado completamente y quien dirige ahora el gabinete israelí piense que por la vía de la fuerza y la violencia Israel puede cumplir sus objetivos. Creo que aquella es una aproximación equivocada al problema, y que la responsabilidad hoy en día está más en las manos de Sharon que en las de Arafat.

DB - El ex presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, que en las últimas horas ha estado en Israel, dijo que en los últimos intentos que hizo su gobierno de acercar las partes, quien en cierto sentido no permitió que se llegara a un acuerdo más profundo fue Arafat.

JN - Es cierto si nos atenemos a los hechos. Efectivamente, había una oferta planteada que Arafat finalmente rechazó. Pero eso es decir poco, porque es necesario entrar en los detalles de la oferta y comprobar si la misma llegaba a cubrir los objetivos mínimos de un pueblo como el palestino, que intenta ejercer su derecho a la autodeterminación y poner fin a un conflicto que dura ya más de 40 años. Desde ese punto de vista está claro que la oferta, al menos desde mi perspectiva, no cubría esos objetivos mínimos y por lo tanto por medio de la misma se presionó a Arafat, tanto por parte del gobierno israelí como del estadounidense, a aceptar unas condiciones que para él resultaba imposible presentar ante la opinión pública. Por lo tanto, de ahí solamente cabía esperar que de manera inmediata hubiera reacciones negativas, violentas; en definitiva, que alejaran todavía más esa posible paz estable, duradera y justa que necesita la región.

En ese sentido no se puede hablar de que la responsabilidad de que hoy en día no haya un acuerdo de paz sea únicamente de Arafat, aun reconociendo los errores que haya podido cometer. Porque en cualquier caso hasta ahora no se han puesto sobre la mesa esas condiciones en relación con Jerusalén, con los refugiados, con los asentamientos y con la propia entidad política del territorio palestino, tal como había sido acordado ya desde octubre de 1991 en el inicio del proceso en Madrid, en la conferencia de paz.

DB - ¿Qué objetivo cree usted que persigue el gobierno de Israel al bloquear como lo ha hecho a Yasser Arafat en Ramalah, en su propias oficinas, con tanques del ejército que lo están vigilando a poca distancia? ¿Qué buscan?

JN - Evidentemente se trata de marginar a Arafat como interlocutor válido para alcanzar la paz, dar a entender que se trata de un líder terrorista sin capacidad ni voluntad algunas para negociar la paz y por lo tanto intentar eliminarlo, si no física al menos políticamente. Desde ese punto de vista creo que es también una estrategia equivocada, porque hoy por hoy cualquier alternativa a Arafat dentro de la escena política palestina es probablemente mucho más radical, más proclive a la violencia. En la medida en que Israel consiga esa marginación nos estaríamos alejando todavía más de la posibilidad de un acuerdo de paz en el futuro inmediato. Una paz que es necesaria, porque en cualquier otro caso lo único que puede engendrar la deriva actual de la violencia es más violencia, más frustración, y por lo tanto más movilización de elementos -no solamente en el bando palestino sino también en el israelí- que entiendan que la fuerza es el único lenguaje que entiende la otra parte.

DB - ¿Usted cree que este hombre ya veterano que es Arafat es la única posibilidad de alcanzar algún otro tipo de negociación? ¿No hay nadie en su entorno, incluso más joven, que pueda continuar el camino o eventualmente llegar a controlar a los extremistas del lado palestino?

JN - Ocurre que en la sociedad palestina todavía no se ha dado el paso a la creación de partidos políticos que hayan salido de la órbita de la OLP, por lo tanto todo lo que sea OLP significa control y dominio de Arafat y su gente. Desde ese punto de vista, el Consejo Legislativo Palestino está también en sus manos: son ellos quienes controlan todo resorte de poder en los territorios palestinos. Por lo tanto, daría igual que fuera Arafat o alguno de sus compañeros de armas -si hablamos del pasado- o de sus compañeros de gabinete -si hablamos de la actualidad- el que rigiera los destinos palestinos. Todo lo que salga de esa órbita nos lleva directamente a grupos islamistas radicales, como Hamas o la Yihad Islámica, en los cuales es difícil encontrar puntos de acuerdo con la aproximación al proceso de paz, tal como fue definido en Madrid en 1991.

Por lo tanto, en la medida en que queramos mantener vivos esa idea y ese marco de los acuerdos de Oslo, es Arafat el interlocutor que la propia comunidad internacional, Estados Unidos, la Unión Europea y también el gobierno israelí de aquel momento con Isaac Rabin y Shimon Peres han colocado ahí como la persona, el líder que debe convencer a su pueblo de la necesidad de alcanzar una paz en la cual inevitablemente tendrá que renunciar a los objetivos maximalistas que se planteaba inicialmente, la destrucción de Israel entre ellos. Desde ese punto de vista, creo que hoy por hoy Arafat, a pesar del grave desgaste político que está sufriendo entre su propia población, es el único que de alguna manera puede aunar esas diferentes sensibilidades y establecer un calendario de negociaciones con el gobierno israelí.

En ese sentido creo que, hoy por hoy, es más el gobierno israelí el que tiene la responsabilidad de adoptar una aproximación distinta a la actual, que es por la fuerza, para poder restablecer las negociaciones, independientemente de que haya o no violencia en las calles. Así fue en el pasado con Rabin: había violencia en las calles pero al mismo tiempo se negociaba. Eso es algo que actualmente está absolutamente descartado.

DB - Ataques como el del jueves pasado, cuando un suicida palestino ingresó cargado de explosivos a una fiesta familiar, con el resultado de seis israelíes muertos y otros 30 heridos, ¿hay que leerlos solamente como expresión del odio a los israelíes de ciertos grupos fundamentalistas, como Hamas y la Yihad Islámica, o también son atentados planificados con la intención de debilitar a Arafat?

JN - Evidentemente hay que considerar las dos opciones; así ha ocurrido ya en etapas anteriores. Pero también conviene quizás retener cuál es el marco de referencia en el que nos movemos. Estamos hablando de territorios ocupados desde 1967. Esa ocupación ha sido condenada por la ONU en sucesivas resoluciones, todas ellas incumplidas, y por lo tanto a partir de ahí se intenta, por parte de algunos elementos, buscar la justificación para obligar al ocupante a abandonar esos territorios. Teníamos un marco de negociaciones definido ya desde 1993, y en ese marco quedaba por firmar el acuerdo sobre el punto final que tocaba los temas más sensibles: la capital Jerusalén y los refugiados. Eso no se ha producido, y a los retrasos que han ocurrido hasta ahora hay que achacarlos fundamentalmente a la parte israelí. Además, en la sociedad palestina se ha percibido que ese marco de proceso de paz no ha supuesto una mejora de sus condiciones de vida; todo lo contrario. Hoy en día la vida política, económica y social de los territorios palestinos está absolutamente bloqueada: hay más porcentaje de desempleo, más porcentaje de población viviendo por debajo de la línea de pobreza, lo que evidentemente es un caldo de cultivo perfecto para aquellos que son enemigos de la paz.

Del lado israelí existen también enemigos de la paz que no quieren entendimiento alguno con aquella población palestina con la cual necesariamente tienen que compartir el territorio. A partir de ahí, si se establece una estrategia según la cual sólo la ausencia de violencia puede llevar a la mesa de negociaciones, estaremos concediendo continuamente una capacidad absoluta a los enemigos de la paz para que cualquier atentado, cualquier muestra de violencia pueda bloquear cualquier negociación. Eso es algo que quizás entendió Rabin en su momento, de tal manera que, suponiendo que la paz era la única salida posible para las dos partes, había que negociar aún en el caso de que la violencia estuviera asaltando las calles tanto de las ciudades palestinas como de las israelíes. Parece que hoy en día eso está fuera de la agenda de Ariel Sharon, convencido como sigue estando de que por la fuerza va a conseguir sus objetivos. Creo que es una estrategia absolutamente equivocada.

DB - ¿Usted cree que Estados Unidos sigue jugando un papel decisivo como árbitro en esta situación, o no está demasiado a la altura de los acontecimientos?

JN - En términos potenciales, hoy por hoy Estados Unidos es el único intermediario internacional que de alguna manera puede ejercer alguna presión, que puede actuar sobre el gobierno israelí y el gobierno palestino para conseguir convencerlos de llegar a la mesa de negociaciones. Sin embargo, en las circunstancias actuales, estamos encontrando que desde la llegada de la nueva administración estadounidense se ha concedido a Ariel Sharon un margen de maniobra muy extenso para poder actuar en función de esa nueva estrategia de conseguir los objetivos a través de la fuerza. Por lo tanto, no se le está permitiendo un margen de maniobra, todavía sin una fecha límite, para que pueda atender su propia estrategia con sus propios instrumentos.

Solamente un cambio de la administración estadounidense, que hoy por hoy no es previsible, permitiría que Sharon pudiera modificar su estrategia y volver otra vez a la mesa de negociaciones. Para mí ese es hoy, desgraciadamente, un elemento también negativo, en la medida en que eso significa que la Unión Europea todavía no tiene -sigue sin tener- capacidad política alguna para poder actuar en ese mismo terreno como intermediario entre las dos partes.

DB - ¿Qué cree usted que busca el gobierno de Sharon? ¿Es simplemente una estrategia equivocada, errónea, que de alguna manera busca llegar a un final feliz en el proceso de paz por un camino un poco particular, o en realidad la intención es simplemente reconquistar territorio?

JN - En la coyuntura internacional actual, después de los sucesos del 11 de setiembre, Sharon se mueve de manera mucho más cómoda, a tal punto que ha pretendido identificar a Arafat con el propio Bin Laden, y por lo tanto trata de justificar su reacción frente a lo que él considera terrorismo palestino de la misma manera que Estados Unidos ha intentado hacerlo en Afganistán. Desde esa perspectiva, lo que está haciendo es claramente optar por la fuerza, sin dar posibilidad alguna a rematar un proceso de paz que hoy por hoy podríamos dar por prácticamente muerto.

Desde ese punto de vista no hay que olvidar que la estrategia de Sharon estaría condenada al fracaso, aunque sólo sea por el simple hecho de que, desde el punto de vista del análisis racional, el esfuerzo que supone hoy en día para Israel el mantenimiento del conflicto es una carga en su gasto público absolutamente insoportable. Hay que mirar simplemente los resultados de la economía israelí en el año pasado para comprender la caída muy significativa que ha tenido la actividad económica en todos los terrenos para entender que la militarización de la sociedad israelí no va a conseguir convertir a Israel en una democracia plena ni en un país desarrollado integrado al mundo occidental, tal como se pretende.

Habría un tercer elemento a añadir, que es el de convertir a Israel en el lugar de acogida de toda comunidad judía dispersa por el mundo que quisiera asentarse en su territorio. Nada de eso es posible en el contexto actual en el que algunos países árabes difícilmente van a admitir la existencia de Israel en fronteras seguras con una estrategia de este tipo.

Solamente la negociación podría hacer cambiar esa perspectiva. Pero hoy por hoy Sharon sigue convencido de que por la fuerza conseguirá sus objetivos, y se maneja todavía en ese margen de maniobra que Estados Unidos le ha concedido. Creo que eso está llegando a su fin, las tensiones dentro de Israel lo hacen ver así también; desde ese punto de vista solamente cabría esperar, como un elemento de esperanza, que sea el propio electorado israelí el que, claramente consciente de que se está siguiendo un camino equivocado, obligue por presión interna a unas elecciones adelantadas que den como resultado un gobierno de composición distinta.

DB - Desde ayer está en Jerusalén el delegado de Naciones Unidas, el señor Larsen, que además jugó un papel importante en Oslo en 1993. ¿Cree que Naciones Unidas puede tomar un papel más activo y eventualmente obtener algún resultado positivo en esta situación tan c complicada?

JN - Desgraciadamente, Naciones Unidas no ha tenido nunca papel alguno en el conflicto árabe-israelí. Estamos viendo que actualmente la ONU no está precisamente en su mejor momento, acabamos de ver después de toda la crisis producida tras el 11 de setiembre cómo ha sido completamente marginada para buscar soluciones a ese problema que amenaza a todo el mundo, como es el terrorismo internacional. En el caso concreto de Oriente Medio sólo cabría hablar de los últimos acuerdos firmados entre Israel y los territorios palestinos, en los cuales para la fotografía final estuvieron tanto el enviado de la Unión Europea como el propio secretario general de Naciones Unidas. Es algo que ocurre al final de una negociación de la que claramente tanto Unión Europea como ONU han estado excluidas. Creo que eso sigue siendo una realidad actual: no cabe pensar que la ONU tenga hoy en día capacidad, porque evidentemente sus miembros no se la prestan, para jugar un papel de intermediario honesto, objetivo entre las dos partes. En todo caso, ocurrirá algún tipo de actividad o de misión secundaria. Insisto: hoy por hoy únicamente Estados Unidos tiene capacidad para poder presionar a las partes para que vuelvan a la mesa de negociaciones.

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Transcripción: María Lila Ltaif Curbelo
Edición: Jorge García Ramón






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