El gobierno
colombiano busca reducir la capacidad militar de la guerrilla
Arturo
Sarabia, embajador de Colombia en Uruguay: "Las FARC no quisieron
entender que el Estado quería una salida negociada, y que
esa manifestación no era un acto de debilidad. La guerrilla
sobreestimó su capacidad, creyó que podía utilizar
el proceso de paz para fortalecerse, para ganar tiempo y no para
buscar una salida negociada". Si se vuelve a negociar, será
en otras condiciones.
EN PERSPECTIVA
Viernes 01.03.02, 09.09.
EMILIANO COTELO:
"Pocos momentos en la historia de Colombia han tenido el
carácter de trascendentes y definitivos. Sin duda éste
es uno de ellos, comparable sólo con el inicio de la guerra
de independencia, hace cerca de dos siglos, o el estallido de las
hostilidades de la guerra de los mil días, hace poco más
de un siglo."
Así analizaba la revista
Cambio, de Colombia, la situación en que se ha
visto inmerso ese país desde que el presidente Andrés
Pastrana decidió, la semana pasada, dar por finalizado el
proceso de paz con las FARC y le ordenó al ejército
retomar el dominio de la llamada zona de distensión, de 42.500
quilómetros cuadrados, que los rebeldes controlaban desde
noviembre de 1998.
(Grabación)
"Manuel Marulanda: yo le di mi palabra y la cumplí,
pero usted me ha asaltado en mi buena fe."
(Fin de la grabación)
Se ha interpretado que "la
gota que derramó el vaso fue el secuestro de un avión,
en el cual viajaba Jorge Gechem Turbay", senador
del Partido Liberal y presidente de la Comisión de Paz de
la cámara alta.
Hoy les proponemos intentar avanzar en la comprensión de
este nuevo escenario, conocer el porqué de la ruptura y avizorar
qué cabe esperar para el futuro de Colombia. Para ello vamos
a conversar con Arturo Sarabia, politólogo y abogado, y quien
además es el actual embajador de Colombia en nuestro país.
¿Usted está de acuerdo con la apreciación
de la revista Cambio que yo citaba, a propósito de la dimensión
histórica que tiene este momento?
ARTURO SARABIA:
No: creo que estamos enfrentando una situación crítica,
sin duda una de las más críticas de nuestra historia,
pero no la situaría en similares condiciones que esos otros
eventos históricos mucho más trascendentes. En Colombia
tenemos un conflicto armado, pero su repercusión sobre el
conjunto de la sociedad dista mucho de tener los efectos globales
que tuvieron esos otros episodios. Nuestro conflicto armado es fundamentalmente
rural: nuestras grandes ciudades se desenvuelven en forma vigorosa,
con algunos problemas para salir en algunos sitios, pero el Estado
colombiano funciona con todas sus instituciones. Nuestra economía
creció 1,6% el año pasado, lo cual es excepcional
en el contexto de América Latina. Nuestro Congreso está
funcionando, vamos a tener un proceso electoral con dificultades,
pero no mayores que las que tuvimos durante la época del
narcoterrorismo de Pablo Escobar, por ejemplo, donde los candidatos
prácticamente no pudieron salir a las plazas públicas.
O sea que es una situación difícil, pero no es comparable
con esos otros episodios, a mi juicio.
EC - ¿Por qué se tomó esta decisión
en este momento?
AS - Los hechos que desencadenaron esta decisión son muy
graves en sí mismos. Vamos a repasarlos. El secuestro de
un avión es indiscutiblemente un acto terrorista: pocas acciones
están tan reglamentadas y repudiadas por la legislación
internacional, especialmente por el derecho humanitario internacional,
como el secuestro de aviones, que es un acto de terrorismo; y adicionalmente
a ello, el hecho de que dentro del avión se haya secuestrado
al presidente de la Comisión de Paz. El otro hecho que creó
una mayor sensibilidad en la opinión fueron la voladura de
un puente y, como consecuencia de ello, la muerte de una señora
y su hija que iban dentro de una ambulancia, también considerado
un delito internacional y una violación del derecho internacional
humanitario.
Esos dos hechos en sí mismos son muy graves, pero lo más
importante es que fueron la gota que rebasó la copa. El gobierno
colombiano fue muy generoso, agotó todos los caminos buscando
una solución pacífica, incluso a un costo político
muy alto para el presidente de la República, en el sentido
de que la opinión rechazaba lo que se consideraba una debilidad
del Estado frente a los violentos. Se cedió una zona muy
amplia, no se establecieron controles muy rigurosos a esa zona.
Tan es así que ahí ingresaban terroristas del IRA
que hoy están presos, que estuvieron entrenando en acciones
terroristas a las FARC. No se estableció un compromiso de
negociación o un cronograma muy detallado. Es decir que se
dieron pasos generosos buscando crear un clima de confianza que
permitiera avanzar en una negociación. En los últimos
meses, en enero, después de una escaramuza, se llegó
a un acuerdo con el concurso de la comunidad internacional, el representante
de las Naciones Unidas, representantes de países amigos del
proceso de paz. Y después de ese acuerdo, cuyo espíritu
era reducir la intensidad del conflicto, que haya menos barbarie,
que no se ataque a la población civil, lo que vino fue una
escalada terrorista sin precedentes: 117 atentados contra torres
de energía, contra puentes, contra todo el patrimonio que
los colombianos, con muchas dificultades, hemos construido a lo
largo de los últimos años; y, lo más grave,
atentados contra la población civil indiscriminados. Eso
tuvo como consecuencia lo que ustedes conocen: la ruptura del proceso
de paz, pues el presidente Pastrana no tenía otra alternativa.
EC - Las FARC, por su lado, acusan al gobierno de haber incumplido
sus promesas. Concretamente, y por citar nada más que un
punto, destacan que, lejos de desarmar a los paramilitares, Carlos
Castaño, el jefe de las poderosas Autodefensas Unidas de
Colombia, aparece intocado y públicamente -incluso en un
libro- reivindicando sus métodos como contrarios a los derechos
humanos, justificando el asesinato de miles de activistas de izquierda.
AS - Para responder a esta pregunta hay que situarnos en el contexto
del conflicto colombiano. En primer lugar, tenemos unos alzados
en armas que acuden al terrorismo y que se financian con el narcotráfico
para enfrentar a un Estado democrático; ya ahí hay
un elemento que debe servirnos para calibrar las expresiones de
quienes están hoy enfrentando al Estado legítimo,
democrático, que elegimos los colombianos. A partir de allí,
sin que exista un argumento que legitime -porque en el pasado uno
ha tenido conflictos en países contra tiranías insoportables
que han tenido una legitimación, pero ése no es el
conflicto interno colombiano, lo que tenemos son estas acciones-,
las acusaciones de las FARC contra el gobierno por incumplimiento
de su palabra no deberían merecer credibilidad alguna por
el simple hecho de que quienes hoy están enfrentando en armas
al Estado colombiano no pueden invocar de éste acciones que
no ha podido impulsar para derrotarlos a ellos mismos.
EC - ¿Qué quiere decir?
AS - Si fuera tan sencillo derrotar a los paramilitares, como el
gobierno está comprometido a hacerlo, porque los paramilitares
o las autodefensas no solamente atacan a los guerrilleros, también
atacan a funcionarios del Estado... Ayer hubo cinco agentes de la
seguridad interna del Estado asesinados por los paramilitares. No
es un conflicto que el Estado prohíje, no son ataques que
el Estado prohíje. Si fuera tan sencillo derrotarlos, el
Estado también habría derrotado a los otros violentos,
que son las guerrillas que se enfrentan. Es decir que tenemos un
Estado que está dando una batalla en múltiples frentes
y que de la noche a la mañana no puede superar uno, porque
precisamente su debilidad es lo que ha permitido que existan los
otros.
EC - También en el plano de las críticas al paso
que ha dado el gobierno del presidente Pastrana, ¿cuánto
influyó en esta decisión de romper el proceso de paz
la ola antiterrorista que se ha generado en el mundo a partir del
11 de setiembre? ¿Cuánta influencia puede haber de
las políticas que viene impulsando el gobierno de Estados
Unidos, con George Bush como presidente? Es un dato que la administración
Bush colocó a las FARC en la lista de los grupos terroristas
que representan un peligro para su país.
AS - La principal fuente que alimentó y fundamentó
esta decisión es el propio rechazo de la población
colombiana a los violentos. Los colombianos estamos cansados de
este conflicto, queremos que el Estado garantice su vida, un Estado
mucho más fortalecido para hacer cumplir la Constitución
y las leyes, los colombianos no querían que continuara un
proceso de paz que no iba a ninguna parte. Esa presión de
la propia sociedad colombiana se expresada en dos frentes: por un
lado en la baja opinión favorable que tenía el presidente
Pastrana, que examinando las encuestas demostraba que buena parte
de su mala opinión tenía que ver con lo que el pueblo
colombiano consideraba su debilidad frente a los violentos; y por
otro lado el resultado de las encuestas, que apoyaban mayoritariamente
a un candidato que ha expresado una línea muy firme de fortalecimiento
de la autoridad.
EC - Alvaro Uribe, que concretamente reclamaba que se diera este
tipo de pasos.
AS - Ese tipo de señales, digamos, debió haber influido
mucho más en la decisión del presidente, porque obviamente
fue él quien la tomó y tenía los elementos
de juicio. A todo ello se suma el recrudecimiento de la actividad
terrorista por parte de la guerrilla. A partir del 11 de setiembre
la guerrilla solicitó del gobierno que definiera si ellos
eran una organización terrorista, si cumplían esa
definición. La guerrilla le preguntaba al presidente, en
declaraciones públicas. La respuesta fue que quienes deciden
si son o no terroristas son los propios guerrilleros, con su accionar.
Desde el 11 de setiembre, lejos de haber aminorado sus acciones
terroristas para escapar de esa calificación que el presidente
se negó a aceptar durante varios meses, lo que hizo la guerrilla
fue confirmarla con creces.
EC - Pero ese ambiente que se ha ido extendiendo por el mundo,
caracterizado por el término "lucha antiterrorista",
¿está influyendo en esta determinación?
AS - Por supuesto, porque si el 11 de setiembre un acto terrorista
dispara una gran actividad internacional de lucha contra el terrorismo,
y a partir de ese momento una organización alzada en armas
contra un Estado democrático, que actuaba utilizando el terrorismo
pero estaba en la mesa de negociaciones, decide también,
por su cuenta, incrementar en forma dramáticamente significativa
sus actividades terroristas, como el secuestro de aviones, dinamitar
acueductos (hecho que no se ha visto en los peores conflictos)...
El atentado contra el acueducto de Bogotá ha podido crear
una avalancha que se hubiera llevado a una población, Villavicencio,
que queda en el Piedemonte, abajo de Bogotá. Esos hechos,
en un contexto mucho más sensible, por supuesto, tuvieron
esa consecuencia. Pero creo que por la magnitud de las actividades
terroristas, independientemente de lo que hubiera ocurrido, el proceso
de paz no podía continuar como iba.
***
EC - Esta ofensiva está claramente destinada a las FARC.
¿Qué destino espera a los otros grupos armados, por
ejemplo al Ejército de Liberación Nacional o a los
propios grupos paramilitares, de los cuales ya hablamos?
AS - La ofensiva es contra las FARC y contra las autodefensas o
paramilitares. Con el ELN se avanza en este momento en negociaciones
en Cuba, con el auspicio del gobierno de Cuba, que ha facilitado
su país para que se adelanten estas negociaciones. Estas
negociaciones avanzan bien, por lo menos están estableciendo
un criterio para reducir la intensidad del conflicto mientras se
logran mecanismos que agilicen la negociación. O sea que
tenemos la esperanza de que ese proceso sí pueda definirse.
No así con las FARC, por los hecho que acabo de relatar.
EC - ¿Cuál es el objetivo de esta nueva estrategia?,
¿cuál es el objetivo real del cese del proceso de
paz y el ingreso de las Fuerzas Armadas de Colombia a las llamadas
zonas de disensión? ¿Derrotar, hacer capitular a las
FARC, o disuadirlas para que regresen a la mesa de negociaciones?
AS - La voluntad del gobierno, del actual y de los candidatos presidenciales
que están disputándose el poder en Colombia y que
van a estar en funciones a partir del 7 de agosto, lo que ellos
han señalado es que se busca fortalecer la autoridad del
Estado para que la guerrilla entienda que la generosidad que se
tuvo para iniciar un proceso de paz no fue un acto de debilidad
del Estado sino, por el contrario, un acto de fortaleza, buscando
una salida política para ahorrarle al país estos años
que podrían esperarlo de conflictos mayores, porque conflictos
hemos tenido siempre. El proceso de paz no se dio en medio de una
tregua, como en otros casos, sino en medio del conflicto; lo que
hay ahora es un recrudecimiento de las acciones, pero conflicto
hemos tenido desde hace mucho rato.
EC - Pero en definitiva ¿cuál es el resultado práctico
que espera el gobierno de Colombia?
AS
- Por supuesto reducir la capacidad militar de la guerrilla, hacerle
entender lo que no quiso entender: que el Estado quería una
salida negociada, pero que esa manifestación no era un acto
de debilidad. La guerrilla sobreestimó su capacidad, creyó
que podía utilizar el proceso de paz para fortalecerse, para
ganar tiempo y no para buscar una salida negociada. Eso es lo que
se busca.
EC - ¿Es posible pensar en derrotar a las FARC? Los periodistas
colombianos destacan que este es el mejor momento de las Fuerzas
Armadas de Colombia, en cuanto a estructura y a capacidad; que tanto
el Ejército como la Armada, la Fuerza Aérea y la Policía
están mejor que nunca. ¿Entonces?
AS - La respuesta la darán las FARC, en el camino frente
a la acción firme del Estado, la garantía de la vida
de sus ciudadanos y de la supervivencia del régimen democrático.
La respuesta la darán las FARC; el camino es cuándo
quieren volver a la mesa de negociaciones. Para hacerlo, seguramente,
habrá otras condiciones. Veo muy improbable que este o cualquier
otro gobierno pueda volver a adelantar un proceso de paz en medio
del conflicto, por ejemplo. Hacia delante vendrá un proceso
de paz como el que se dio en Centroamérica, como el que se
dio antes en Colombia.
EC - ¿O sea?
AS - Después de un cese de hostilidades: que mientras están
conversando y negociando no se secuestre a ciudadanos, no se atente
contra la población civil, no se incurra en las atrocidades
en que incurrieron las FARC durante el período de negociaciones
de este gobierno.
EC - Pero de sus propias palabras se desprende que es imposible
derrotar a las FARC. De hecho, hasta ahora ha sido imposible, tras
décadas de conflicto, pero incluso en el momento actual sería
imposible.
AS - No. Creo que el Estado colombiano tiene la capacidad de hacerlo.
Lo que ocurre es que eso tiene un costo muy alto, un costo que significa
sacrificar otras prioridades. Cuando el Estado colombiano propone
a las FARC negociar, no lo hace como un acto de debilidad sino como
un acto racional, buscando no tener que concentrar su presupuesto
en el fortalecimiento militar a expensas de la educación,
de la salud y de otros frentes. El Estado colombiano, que tiene
hoy un gasto militar en relación a su Producto Bruto Interno
muy inferior incluso a países de América Latina que
no tienen conflicto interno. Y a los colombianos, que todavía
no hemos asumido el costo de confrontar y derrotar a alzados en
armas, nos tocará hacerlo si no es posible, pero lo que se
busca es fundamentalmente ahorrarle al pueblo colombiano tener que
concentrar buena parte de los recursos del presupuesto a solucionar
el conflicto interno y no seguir en esta situación incierta,
en la que no se resuelve una cosa pero tampoco se supera.
EC - ¿Se mantiene algún canal de diálogo entre
el gobierno y los dirigentes de las FARC?
AS - En este momento no, porque el gobierno termina su período
dentro de muy poco. Pero los candidatos presidenciales han anunciado
que si las FARC se avienen (en otras condiciones muy distintas a
las preexistentes, donde eran todas condiciones muy favorables a
la guerrilla y que fueron desaprovechadas por ésta), habrá
un nuevo proceso de negociaciones. Por eso le decía que la
decisión la toman las FARC. El Estado colombiano está
en capacidad de derrotar a la guerrilla, pero quiere ahorrarse el
esfuerzo presupuestal que demandaría esa lucha, para no sacrificar
otros frentes que son fundamentales.
EC - ¿Qué pasa con las personas que permanecen secuestradas,
ahora que el escenario cambió tan radicalmente?
AS - Se le ha pedido a la guerrilla que respete sus vidas. Quienes
hoy son los responsables de la vida de los secuestrados son los
secuestradores, no el Estado colombiano.
EC - Claro, pero que atiendan un reclamo como ese cuando paralelamente
el Estado ha decidido ir contra ellos con la máxima energía,
no parece algo tan sencillo de lograr.
AS - Por supuesto. En muchos conflictos se pone a veces al frente
a mujeres y niños para evitar que los ejércitos ataquen
a los alzados en armas. Esos son recursos que violan el derecho
internacional humanitario. Lo que la comunidad internacional, la
prensa mundial debería solicitarle a la guerrilla es que
libere a los secuestrados.
EC - ¿Cuántos son hoy los secuestrados por las FARC?
AS - El total de secuestrados es de 3.000 hoy en Colombia, pero
el cálculo es que un porcentaje muy significativo de ese
total corresponde a secuestrados por las FARC.
EC - ¿De qué orden?
AS - Calculo que más de 1.500.
EC - En definitiva, ¿qué tipo de escenarios podemos
esperar a partir de ahora? Porque hasta podría ocurrir que
las Fuerzas Armadas de Colombia no lograran resultados notorios,
nítidos, fuertes, en este combate a la guerrilla. Esa sería
una situación particularmente incómoda para el gobierno.
AS - Repito: conflicto armado Colombia ha tenido desde hace muchos
años, sin que alterara significativamente la marcha de la
economía. Hay que recordar a los uruguayos que Colombia es
un país que durante 70 años tuvo niveles de crecimiento
de entre 4% y 5%. Es un país vigoroso que, a pesar de todo
está empujando, aumentó sus exportaciones el año
pasado. Es un país con unas mejoras significativas: por ejemplo
la ciudad capital ha mejorado sustancialmente en medio del conflicto.
Vamos a mantener un conflicto de baja intensidad, en ese sentido
nadie en Colombia se hace ilusiones. Cualquiera que conozca la geografía
colombiana, cruzada por tres cordilleras, con zonas montañosas,
con zonas selváticas, sabe que erradicar del todo a violentos
y alzados en armas no es tarea sencilla. Pero lo que está
claro es que la tarea de contención y de presencia del Estado
en muchos sectores va a reducir significativamente la capacidad
de perturbación de la guerrilla.
EC - ¿Hay algún riesgo de que en algunos de estos
escenarios termine concretándose una intervención
de Estados Unidos, una participación de fuerzas militares
estadounidenses?
AS - No, en absoluto. No lo queremos los colombianos, tampoco lo
quieren los Estados Unidos, que han establecido claras restricciones
en las leyes que aprobaron la cooperación en las luchas contra
el narcotráfico a la presencia de soldados en Colombia. Lo
que sí hemos solicitado es cooperación en suministro
de inteligencia, en todo el tema de lavado de activos para poder
mantener a este ejército irregular. No hay que ser un gran
estratega para saber que eso cuesta mucho dinero. El tráfico
de armas, hay un canje de armas por droga. En ese sentido se puede
solicitar mucha cooperación, no solamente a Estados Unidos
sino a los países vecinos y a otros países proveedores
de insumos químicos. En esto estamos pidiendo apoyo internacional.
Antecedentes:
Entrevista al embajador de Colombia, Arturo Sarabia
(En Perspectiva 20.09.00)
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Transcripción: María Lila Ltaif Curbelo
Edición: Jorge García Ramón
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