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Colombia y la muerte del arzobispo
Duarte, amenazado por el presidente Pastrana
Rector de la Ucudal, sacerdote jesuita Carlos Vásquez:
"Había llamado a votar limpiamente, y no hacerlo por
candidatos que usaran en sus campañas 'dineros calientes'.
Ese fue el origen de una crisis con el presidente, y la causa final
de sacarlo del escenario de la vida. Iba a denunciar con nombres
concretos a los políticos financiados por el narcotráfico".
EN PERSPECTIVA
Miércoles 20.03.02, 08.45.
EMILIANO COTELO:
En la ciudad de Cali, Colombia, fue sepultado ayer el arzobispo
Isaías Duarte Cansino, asesinado el fin de semana pasado.
Las exequias, presididas por el cardenal primado de Colombia y arzobispo
de Bogotá, monseñor Pedro Rubiano, se llevaron a cabo
en medio del clamor de dirigentes políticos y feligreses
que demandaban castigo para los autores del crimen.
Por un lado, las FARC señalaron como autor intelectual del
asesinato al narcotraficante Diego Montoya, perteneciente al cártel
de Cali; por otro, el Ejército de Liberación Nacional
manifestó en un comunicado que, a pesar de las duras críticas
a la guerrilla que caracterizaron la vida del arzobispo de Cali,
esa organización nunca pensó atentar contra él.
Las crónicas dicen que una multitud de más de 20.000
personas se apostó desde temprano en la plaza Caicedo, frente
a la Catedral de San Pedro, para dar el adiós al arzobispo
de Cali, en un funeral celebrado bajo estrictas medidas de seguridad
y con la presencia de líderes políticos y autoridades
de la Iglesia Católica. "Somos hermanos, ¿por
qué nos matamos?", se leía en una pancarta que
portaba uno de los feligreses en la misa, una pregunta que muchas
veces se han hecho los habitantes de este país, según
dice la información que llega directamente desde Bogotá.
Una anciana de blanco, como muchos, no olvidó llevar un mensaje
de escritura improvisada en un último adiós al arzobispo:
"Desapareciste de la faz de la tierra, pero vivirán
en nosotros tu imagen y tus hechos".
A propósito de este episodio tan fuerte por el que está
pasando Colombia en estos días, queremos conversar con el
padre Carlos Vásquez, sacerdote jesuita, desde noviembre
del año pasado rector de la Universidad Católica del
Uruguay Dámaso Antonio Larrañaga (Ucudal).
Usted viene de Colombia, precisamente; es colombiano, y antes de
ser nombrado rector de la Ucudal era vicerrector del medio universitario
de la Universidad Pontificia Javeriana de Cali.
PEDRO VÁSQUEZ:
Exactamente. Estuve los últimos tres años en Cali,
donde tuve oportunidad de conocer a monseñor Isaías
Duarte.
EC - Usted conocía a monseñor Duarte, trataba frecuentemente
con él. ¿Era su amigo?
PV - Exactamente. Creo que las circunstancias de la vida, que ahora
podríamos compartir, nos llevaron a entablar una amistad
muy linda, y uno siente la partida de un gran amigo, más
todavía cuando ha sido tan trágicamente asesinado.
EC - ¿Dónde y por qué se encontraban ustedes?
PV - Cuando llegué a Cali en 1997, a trabajar en la Universidad
Javeriana, que es seccional de la sede principal de Bogotá,
monseñor Isaías Duarte estaba buscando un jesuita
que lo asesora como representante suyo en una reunión importante
mensual de todos los gremios del país, industriales y empresariales,
alrededor del Servicio Nacional de Aprendizaje, SENA. El padre rector
de la universidad pensó que yo podía ser la persona
que ayudara a monseñor, y ahí comenzó nuestra
relación personal. Yo lo conocía desde mucho antes,
pero durante los últimos tres años estuve trabajando
en el SENA como representante suyo y nos vimos con mucha frecuencia,
mínimo una vez por mes, cuando conversábamos sobre
el proceso que se estaba viviendo en el SENA, regional del Valle.
El SENA trabaja con toda la educación tecnológica
y técnica de obreros y campesinos colombianos, y tiene una
envergadura muy grande. Ahí empezó nuestra relación,
aparte de las mesas de trabajo por la paz que él quiso organizar
en Cali con industriales y empresarios.
EC - "Mesas de trabajo por la paz".
PV - Exactamente: como un espacio de reflexión, en el cual
empresarios e industriales iban planeando acciones efectivas en
busca de la paz, en la cual todos los colombianos estamos muy interesados.
La sede era precisamente la Universidad Javeriana.
Al inicio de todo este proceso yo estuve presente con monseñor
Isaías Duarte. De manera que estas dos circunstancias nos
unieron en el trabajo y después en una amistad muy linda;
usted comprenderá que me ha dolido muchísimo la desaparición
de este hombre.
EC - Este hombre, como dice usted, era un militante por la paz
y al mismo tiempo un muy duro crítico de la guerrilla y los
narcotraficantes. ¿Cómo era esta otra faceta de su
accionar?
PV - La otra faceta arranca cuando él era obispo de una
diócesis muy compleja, que se llama Párpado, en el
Uraván Chuqueño, toda esa zona platanera y ganadera
en los límites entre Colombia y Panamá, de una riqueza
inmensa. De allí viene también la familia del doctor
Uribe Vélez, uno de los precandidatos presidenciales y muy
cercano a monseñor. Estando monseñor en esa zona le
tocó trabajar por la pacificación de la misma con
el Ejército de Liberación Nacional, una de las tres
guerrillas del país, y fue sumamente exitoso el trabajo entre
él y el entonces gobernador, el doctor Uribe Vélez.
Ambos fueron muy amigos.
El trabajo de monseñor por la paz empezó en ese momento,
en condiciones sumamente difíciles y sangrientas: hablamos
de finales de los años 80, más o menos. En 1995, después
de haber hecho una labor muy exitosa de pacificación en el
Uraván Chuqueño, fue nominado obispo de Cali y desde
1995 estuvo en esa ciudad. El no era propiamente caleño ni
antioqueña, no era de Medellín ni de Cali, sino de
Santander, cuya capital es Bucaramanga. Se lo digo porque los bumangueses,
es decir los de Bucaramanga, son personajes muy "frenteros",
como decimos en mi país: gente que habla muy claro, que no
anda con rodeos de ninguna clase.
EC - Y así era él.
PV - Así era él. Precisamente los obispos, con motivo
de su muerte, afirmaron que monseñor Duarte era incómodo
para muchos, porque hablaba claro. Creo que eso lo caracterizó
y así empezó, desde el Uraván hasta ahora,
un trabajo muy claro y transparente por la paz, como creo que es
el deber de todos los colombianos en una situación tan compleja
como la que vivimos.
EC - Teniendo en cuenta su prédica dura, de censura, tanto
de los movimientos guerrilleros como del narcotráfico, usted,
que lo conocía tan de cerca, ¿temía por su
vida?, ¿habló con él de la posibilidad de que
algún día lo mataran?
PV - No hablamos una vez sino muchas de eso. En su casa, por ejemplo,
cuando fui a despedirme antes de venirme, le dije "Monseñor,
usted cuidará su vida. Usted sabe que lo necesitamos".
Y me dijo textualmente: "Padre, estamos en la mano de Dios.
Pero sepa una cosa: yo no he querido guardia; usted vio que en mi
casa no hay ninguna guardia, porque cuando lo quieren matar a uno,
lo matan, y más el narcotráfico".
En realidad es así: cuando el narcotráfico, por ejemplo,
o la guerrilla, se empeñan en matar a alguien, se puede tener
toda la guardia del mundo alrededor, que no los ataja nadie. La
vida no se puede poner en juego de esa forma, y la gente, cuando
esos delincuentes la ponen en juego, difícilmente pueda defenderse.
EC - ¿Cómo influía ese riesgo en su vida?
PV - Lo asumió con una serenidad enorme, estaba en las manos
de Dios y así lo expresaba permanentemente. Nunca dejó
de hablar, por su carácter, su formación, sobre todo
por su convicción religiosa, de que la ayuda al país
tenía que ser con esa transparencia total. El 9 de febrero
de este año, en unión con los otros obispos de Valle
del Cauca, de Buga, de Buenaventura, etcétera, sacaron un
comunicado en el cual decía que los vallecaucanos, los del
departamento cuya capital es Cali, debían votar limpiamente
y teniendo cuidado de no hacerlo por candidatos que tuvieran dineros
calientes -como se le llama en Colombia al dinero del narcotráfico-
en la campaña. Ese fue el origen de una especie de crisis
de él con el presidente y lo que, más de uno dice,
la causa final de sacarlo del escenario de la vida, como también
se ha expresado en la prensa colombiana.
EC - ¿Por qué dice que ese pronunciamiento le generó
problemas con el presidente?
PV - Porque el presidente -lo entiendo sinceramente; no quiero
criticar al presidente, que ha hecho realizaciones muy buenas en
el país-, en una situación de tanta tensión
diaria es muy posible que situaciones que irrumpen de pronto le
susciten cierta irascibilidad, a lo que le achaco la frase que la
semana pasada le dijo a monseñor Isaías: le pidió
que diera los nombres de las personas comprometidas con dineros
calientes, de las que habían sido elegidas para el Senado
y la Cámara, porque no era lógico -decía- que
se tire la piedra y se esconda la mano. Eso realmente es un poco
ofensivo, nadie lo puede negar. Ayer, viendo las noticias en la
televisión española, en la que pasaron algo del entierro
de monseñor, una señora colombiana, campesina, que
se veía muy querida, denunciaba al presidente, a quien abuchearon
cinco minutos durante el entierro, diciendo que era culpable de
lo que había pasado con monseñor, porque lo había
recusado con esa frase y no le había dado la debida guardia.
Pero monseñor fue absolutamente libre en estas expresiones
que le digo, frente al narcotráfico, frente a la guerrilla,
y muy claramente frente al presidente. Esta semana iba a tener una
reunión con el fiscal general de la Nación, en la
cual -dice la prensa y los que estaban cerca- iba a denunciar con
nombres concretos aquello que había dicho generalmente.
EC - ¿Para usted eso ya marca cuál es el origen del
asesinato?
PV - Cualquiera puede ser el origen del asesinato: la guerrilla
o el narcotráfico. Pero los indicios -así lo dice
la prensa y el mismo presidente lo ha afirmado esta semana- llevan
a que el narcotráfico sea el principal sospechoso de esta
situación.
EC - ¿Qué piensa sobre el impacto de este atentado
y este asesinato en la vida política colombiana?
PV - Hay dos cosas. Primero, desde el punto de vista religioso,
hemos perdido un pastor, un hombre que dio la vida por la verdad
y el amor. En ese sentido ya es un mártir, un testigo de
la fe, tal como lo fue monseñor Romero en su momento en El
Salvador. Yo no dudo en eso: un hombre convencido del amor a Jesucristo,
por eso trabajó y vivió.
Lo segundo, desde el punto de vista de la situación conflictiva
y violenta del país, creo que esto genera caos, confusión,
un temor muy grande en la población, atemoriza a todo el
mundo, que es lo que están buscando estos grupos para generar,
en la próxima elección de presidente, un caos electoral.
No creo que vaya a tener consecuencias tan funestas. Las hay, pero
no en el grado que ellos esperaban. Ellos son los posibles autores
de ese crimen, puede haber un grave aumento del temor de la comunidad
colombiana, pero no tanto como para impedir que sigamos adelante
en la elección de un presidente que pueda ser una alternativa
real para el futuro.
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Transcripción: María Lila Ltaif Curbelo
Edición: Jorge García Ramón
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