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¿Es posible erradicar la pobreza?

Contenidos y conclusiones de la cumbre de Monterrey. Roberto Bissio, director del Instituto del Tercer Mundo: el resultado es escaso para los países de ingreso medio, como el nuestro. La ONU decide sobre las metas, pero los instrumentos están en manos de FMI o de OMC. Hay propuestas para que los países industrializados garanticen con sus reservas la emisión de recursos para el desarrollo, un posible arbitraje de la deuda de los países con problemas de pago... Son temas de los que oiremos hablar en el futuro.

EN PERSPECTIVA
Jueves 28.03.02, 09.00.

EMILIANO COTELO:
¿Se puede reducir en un 50% la pobreza del mundo para el año 2015? La Conferencia Internacional sobre la Financiación para el Desarrollo organizada por las Naciones Unidas, que finalizó el fin de semana pasado en México, discutió algunas respuestas posibles a esta pregunta.

Sobre sus resultados, sobre los debates que se dieron, sobre la posibilidad de que éste sea el inicio del camino en contra de la pobreza, vamos a conversar con Roberto Bissio, director del Instituto del Tercer Mundo, participante de la Cumbre de Monterrey.

¿Qué tuvo de diferente esta cumbre? Recién leía el análisis de Andrés Oppenheimer, en el que señala: "Me cuesta creer lo que estoy escribiendo, pero las Naciones Unidas -un monumento a la burocracia, la ineficiencia y la oratoria pomposa- probablemente hayan logrado algo bueno en la cumbre contra la pobreza a la que asistieron el presidente estadounidense, George W. Bush, y más de 50 jefes de Estado". ¿Usted tiene la misma impresión?

ROBERTO BISSIO:
Bueno: sí, y no. Como en todas las grandes ferias, hay apreciaciones diversas en cuanto a cuál fue el resultado. El análisis de Oppenheimer es bueno: las Naciones Unidas es, en efecto, desesperadamente lenta en poner en práctica los compromisos que ante ella asumen los gobiernos. El problema es que eso se debe, en gran parte, a que los países ricos no la han dotado de los instrumentos que lo hagan posible.

Naciones Unidas decide sobre las metas: ya en 1995 resolvió que era una meta de la humanidad erradicar la pobreza del mundo, luego en el 2000 fijó fechas más concretas, en qué plazos vamos a ir logrando esa erradicación paulatinamente... Pero los instrumentos financieros, comerciales, están en manos de Fondo Monetario Internacional, de la Organización Mundial de Comercio, que tienen sus propios órganos de decisión, donde los propios países ricos, que se quejan de la ineficacia de Naciones Unidas, son los que no dejan que allí se destraben las medidas que lo harían posible. En particular el tema de la apertura de los mercados en los países del norte que, como señala Oppenheimer, sería una medida muy eficaz y rápida para reducir la pobreza, o de un impacto inmediato sobre países de ingreso medio.

EC - ¿Qué tuvo de diferente, qué aportó esta cumbre?

RB - Lo diferente fue que, justamente, trajo a una misma mesa a los representantes de estas organizaciones -los presidentes y directores del FMI, del Banco Mundial, de la OMC-, a los presidentes y ministros de Economía, que normalmente se reúnen en Washington, en las reuniones del Banco Mundial y el FMI, pero nunca lo habían hecho en un ambiente de Naciones Unidas, a la gente de negocios y a la sociedad civil en torno a una serie de mesas redondas.

EC - Esa mezcla nunca se había producido.

RB - Nunca en ese formato y de esa manera. Eso fue novedoso: las organizaciones de la sociedad civil con estatuto consultivo siempre estamos como observadoras en las reuniones, a veces se las deja expresar su opinión, pero nunca sentadas en una mesa redonda en los mismos términos.

EC - Así que las ONG que pudieron participar son aquellas registradas ante Naciones Unidas.

RB - Sí, por supuesto. No es cualquiera que toca la puerta y dice "Yo quiero hablar". Hay todo un proceso de acreditación y selección, que está abierto, que se ha ido abriendo en los últimos años prácticamente a toda organización que pueda demostrar que es una organización legítima, que efectivamente no tiene fines de lucro ni es una fachada de un gobierno, un partido o intereses comerciales, para que logre esa acreditación y hacer oír su voz. Las decisiones las toman los gobiernos.

En el caso de Monterrey, el documento, el llamado "Consenso de Monterrey" ya había sido aprobado en enero. Eso generó una dinámica muy especial, porque ¿qué iban a hacer toda esa gente, todos los presidentes, los ministros y los máximos representantes de todos los organismos internacionales, si el resultado ya estaba a la vista? Entonces la reunión se convirtió en un enorme foro exploratorio de ideas que no se resolvieron allí, pero de las que vamos a oír hablar mucho en los próximos meses, y en un marco para hacer ofrecimientos unilaterales. Los más importantes fueron los ofrecimientos de la Unión Europea, que se comprometió a aumentar en un 50% su asistencia al desarrollo, y de Estados Unidos (que fue el más sorprendente, si se quiere, porque el de la Unión Europea era esperado): en un primer momento se habló de U$S 5.000 millones y luego, en el marco de la propia cumbre, esa cifra fue subiendo, en una especie de remate -en algunos momentos fue hasta jocoso porque la delegación estadounidense salió a decir "No, me malinterpretaron: no eran U$S 5.000 millones en tres años -que era lo que decía el comunicado de prensa inicial- sino U$S 5.000 millones por año". "Pequeño error" por el que aumentó de un día para el otro en U$S 10.000 millones más la promesa para este fondo de los desafíos del milenio que el presidente Bush se comprometió a crear.

De hecho, el resultado escaso para los países de ingreso medio, como el nuestro, que fueron los que inicialmente sugirieron la necesidad de creación de esta cumbre, tiene que ver con el gran esfuerzo que se hizo para que el presidente Bush efectivamente concurriera.

EC - ¿Cómo fue esto?

RB - A la conferencia sobre el racismo del año pasado en Durban, Estados Unidos había enviado una delegación de muy bajo nivel, que luego se retiró. Entre medio, en el mundo pos 11 de setiembre, hay tendencias por un lado hacia el unilateralismo. Estados Unidos como principal potencia militar del mundo -prácticamente única- y la mayor potencia económica, hace lo que quiere, como quiere y no rinde cuentas a nadie: lo han expresado muy claramente en relación a la Corte Penal Internacional, que es un proceso del cual se ha disociado aunque todo el resto del mundo lo apoye; o una tendencia a crear coaliciones, en principio contra el terrorismo pero luego, como lo expresó Bush, si no hay una lucha contra la pobreza la propia lucha contra el terrorismo puede verse perjudicada.

En esa dinámica no podía haber sorpresas desagradables para que no emergiera de Monterrey un consenso o un documento de acuerdo con el que Estados Unidos no se sintiera conforme. Se insistió mucho en que el documento estuviera previamente aprobado.

Hubo todo el episodio de la ida temprana de Fidel de la conferencia para no tropezarse con Bush, como ocurrió en el año 2000 en Nueva York, cuando se tropezó por casualidad con Clinton, quien le extendió la mano, en un gesto casi automático de los políticos de saludar a quien tengan delante. Eso fue motivo de una fotografía que resultó embarazosa políticamente para Clinton en ese momento, entonces existieron presiones para que Fidel se fuera antes. En fin, eso es parte de la anécdota que rodeó la cumbre.

Pero no fue sólo el anuncio que se hizo, sino todo el contexto en el que eso se dio, incluso con declaraciones muy interesantes del secretario del Tesoro de Estados Unidos, quien decía que hay que ir mucho más rápido que simplemente reducir la pobreza a la mitad para el año 2015, que eso se puede lograr.

EC - Dos aclaraciones. Primero: ¿por qué los países efectivamente beneficiados de esta cumbre son los más pobres y no los de un cierto nivel de desarrollo, entre los que podríamos ubicar a Uruguay?

RB - La cumbre tenía varios puntos en su agenda, entre ellos se incluía el tema de la deuda, el tema de las finanzas más a largo plazo y el de la reforma de las instituciones de Breton-Woods -el Banco Mundial y el FMI-; son instituciones creadas hace ya 55 años y el sistema de votación está relacionado con cómo era el poder en el mundo en ese momento, ahora ya no tiene lógica que Brasil tenga menos votos que Bélgica, por ejemplo. Hay ahí un anacronismo que es necesario modificar. Estaba todo el tema, con sugerencias sobre la mesa, sobre reactivar la economía mundial con la emisión de derechos especiales de giro, utilizando determinados fondos como garantía, y el gran tema del comercio. Sobre esos temas la cumbre no tuvo un pronunciamiento claro, abrió la discusión pero no emitió ningún compromiso de que fuera a cambiar. En ese sentido, donde hubo más novedades fue en los temas de la ayuda.

La ayuda es muy importante para países extremadamente pobres, que dependen de ella para financiar sus presupuestos de educación y salud, porque efectivamente no los tienen; pero para los países de ingreso medio, entre los cuales está la mayoría de los latinoamericanos, es marginal, no es un elemento central.

EC - ¿Por qué hubo avances en materia de ayuda a los países más pobres, y no en las otras áreas?

RB - Tal vez porque es más fácil. Es una esperanza: por primera vez en casi 20 años la ayuda comienza a subir. Es un gesto, un síntoma; ojalá se vuelva una de esas profecías autocumplidas: si todo el mundo confía en que la ayuda puede dar resultados y ve que comienza a subir, resuelve sumarse y continúa subiendo.

De todas maneras, las sumas prometidas no llegan ni a un quinto de los recursos que el Banco Mundial y el secretario general de Naciones Unidas estimaron necesarios para cumplir con las metas de aquí al año 2015. O sea que la esperanza está en el gesto de que la ayuda comienza a subir, no en que ya esté sobre la mesa el dinero necesario ni la promesa de que ese dinero vaya a aparecer. Pero hubo un movimiento.

EC - ¿De qué manera jugaron en este punto los atentados del 11 de setiembre, que usted mencionó al pasar?

RB - Probablemente estaba subyacente, como también lo estaba la presión de la sociedad civil. No es ningún secreto que la generosidad de la Unión Europea tiene directa relación con las 500 mil personas que estaban en la calle en Barcelona cuando la cumbre de la Unión Europea, justamente presionando por una solución, por medidas de transformación de la marcha de la globalización, de manera que no sea tan exclusiva y excluyente.

Entre esos dos factores (la gente en la calle, la nueva vitalidad de la sociedad civil desde Seattle en adelante), el factor político de la necesidad de generar coaliciones internacionales, de generar interesados en que el sistema sobreviva. Si la gente está marginada, excluida, sumida en la pobreza... Más de la mitad de la población del mundo vive con menos de U$S 2 diarios. ¿En qué medida esa gente puede sentir que su vida está siendo amenazada por atentados en el centro financiero mundial? Le puede ser indiferente o probablemente ni siquiera se entere de que eso ocurrió, tan al margen está. Y ese es un peligro potencial para todo el sistema. Si la gente tiene dinero en el banco, si tiene un sueldo, si tiene expectativas, si aspira a conseguir un crédito, le empieza a preocupar la marcha de todo el conjunto del sistema de una manera muy distinta a que si simplemente está desesperadamente tratando de conseguir lo que va a cenar esa noche. Eso es bastante claro, es obvio; pero lo que ha trabado al mundo hasta el momento ha sido la falta de mecanismos que sean percibidos como eficaces por todos, además del tema de cómo se reparten los costos, quién paga más y quién paga menos.

EC - En estas fórmulas de ayuda que tanto Estados Unidos como la Unión Europea presentaron y las que se comprometieron, hay condiciones, no se las entrega así nomás. ¿Cómo se analizan esas condiciones?

RB - No se entregan así nomás, pero hay una explicitación de las condiciones, que es muy interesante. La ayuda siempre ha sido sustancialmente condicionada. La ayuda se entrega por motivos estratégicos, por motivos políticos. Durante toda la "Guerra Fría", si uno analiza qué países recibieron ayuda y cuáles no, no la recibieron quienes más la necesitaban sino quienes, por circunstancias políticas, eran más interesantes estratégicamente para el donante. De hecho, incluso hace menos de dos meses, hubo una conferencia internacional sobre la reconstrucción de Afganistán: en tres días se destinó U$S 4.500 millones para ese país exclusivamente. Eso relativiza un poco los montos puestos sobre la mesa en Monterrey. Se pusieron U$S 5.000 millones al año para todo el mundo, cuando un país con un interés estratégico muy particular logró movilizar fondos mucho mayores, sin siquiera mencionar los costos de las operaciones militares y demás.

El otro tema de la ayuda es que ésta muchas veces es autoayuda. Por ejemplo, hasta ahora el 70% de la ayuda de Estados Unidos está destinada sólo a comprar productos en Estados Unidos o contratar consultores en Estados Unidos. O sea que es dinero que nunca sale del país. Eso ocurre con muchos de los países donantes, por suerte no con todos. Una de las conclusiones más claras de Monterrey es que esa ayuda atada, vinculada, en algunos casos es hasta contraproducente: va contra toda la capacidad de los países de contratar a sus técnicos, de construir sus propias capacidad o simplemente de comprar las usinas, la maquinaria o la tecnología más adecuada. Es casi un subsidio al comercio exterior del país donante. Esos condicionamientos no están en principio en el tapete, y ahora se está hablando de condicionamientos, de respeto a los derechos humanos y de existencia de mecanismos económicos viables o saludables, según las expresiones.

Hay toda una discusión sobre qué quiere decir eso, si quiere decir incorporación al sistema comercial, libertad de capitales y una serie de medidas que incluso podrían socavar la propia intención de combatir la pobreza, o si simplemente se está hablando de monitoreo y control efectivo de que la ayuda vaya a quienes tiene que ir.

EC - Entre otras cosas, monitoreo de la eficiencia con la que se canaliza esa ayuda.

RB - Exactamente. Allí es donde las organizaciones de la sociedad civil hemos sido llamadas a desempeñar un papel.

EC - Porque por un lado está el riesgo de corrupción, que lamentablemente existe cuando se manejan fondos dedicados a ayuda para el desarrollo, pero por otro está directamente la posibilidad de que esos fondos sean mal gastados.

RB - Está la posibilidad de que sean mal gastados. Muchas veces se gastan mal por malos administradores, por corrupción o porque la propia ayuda, por ese tipo de mecanismos de ayuda vinculada, está estimulando que se los gaste mal, siempre que ese mal sea generando empleos o estimulando el comercio del país donante.

EC - ¿Qué pasa con este tipo de condiciones?

RB - Al poner el tema en un contexto de Naciones Unidas y comprometerse públicamente con principios más transparentes, se está echando las bases para una futura mayor eficiencia de la ayuda. Porque este tipo de manejos hasta hace muy poco eran exclusivamente de gobierno a gobierno, careciendo de toda transparencia; hasta por aquello de que "a caballo regalado no se le mira el diente", entonces no importaba demasiado. Ahora el público reclama otra transparencia y, a medida que se explicita los objetivos y los resultados, hay esperanzas de que efectivamente exista un control que haga a la futura eficiencia de esa ayuda.

***

EC - ¿La cumbre fue productiva?

RB - Creo que fue productiva porque permitió que mucha gente muy inteligente y con capacidad de resolución pensara en el futuro, por unos día con una cierta independencia de la preocupación más cotidiana, y pensara sobre qué tipo de sistema financiero vamos a tener y cómo podemos generar mecanismos (fue una propuesta inicial de Soros, que luego apoyó Stiglitz) para utilizar las reservas de los países industrializados como garantía hacia la emisión de recursos que sirvan para el desarrollo. Es una idea muy atractiva, hubo gente del FMI que dijo "Vamos a oír hablar de eso mucho más en los próximos meses". Es algo así como quien pone su casa de garantía para que un amigo pueda alquilar. No le cuesta nada, el amigo puede alquilar, pero tiene que asegurarse que el amigo efectivamente pague, porque si no le va a terminar costando a el garante. Ese es un nuevo tipo de mecanismo y de compromiso que puede ser muy interesante, y del que tal vez tengamos noticias más pronto de lo que creemos.

Está todo el tema del posible arbitraje de la deuda de los países con problemas de pago, o sea una fórmula similar a la de los procedimientos de insolvencia y bancarrota de las empresas, con un arbitraje respecto de a quién hay que pagarle primero, cómo se hace para que la empresa se pueda recuperar y no tenga que ir a remate.

EC - A nivel de países ese esquema no existe.

RB - Esos mecanismos no existen actualmente, pero la crisis argentina los puso sobre el tapete. Tal vez deberían existir, entonces se discutió mucho en Monterrey cómo sería un mecanismo de ese tipo y quién sería el árbitro. El FMI se estaba candidateando para esa función, pero mucha gente dijo que no podía ser porque el FMI a su vez es un acreedor, no puede ser juez y parte, sino que realmente debía ser un arbitraje internacional. Algunos países se oponen, como Brasil: lo consideran como atentatorio a la soberanía, pero para otros podría ser efectivamente una válvula de escape para que el país siga funcionando en situaciones de pagos parciales o no pago, de una manera más ordenada que como se dan ahora tragedias cuando los países entran en situaciones de no poder pagar.

EC - ¿Con respecto a la eventual reestructura de los organismos multilaterales, como el FMI y el Banco Mundial?

RB - Allí hubo una cosa muy interesante. El último día el director del FMI les dijo a las organizaciones no gubernamentales "Espero que ustedes pongan en esa reestructura tanto esfuerzo como el que han puesto en la campaña internacional sobre la deuda externa".

EC - ¿Qué les estaba diciendo: "Presenten propuestas"?

RB - Les estaba diciendo "Hagan campaña, sabemos que el FMI es anacrónico". En definitiva él, como funcionario, estaba diciendo "Mi junta de accionistas puede cambiar", con tal de que la institución continúe. Porque también hay mucha gente que piensa, incluso en Estados Unidos y en la administración Bush, que el Banco y el Fondo son mecanismos anacrónicos y que prácticamente deberían ser simplemente eliminados o reducidos sustancialmente en sus funciones.

Allí hay una extraña propuesta de nueva alianza de decir "Vamos a reestructurarlo realmente". El FMI, por ejemplo, ha adoptado medidas de diálogo con las ONG, lo que es inédito. Participó en debates públicos, incluso televisados, algunos en los que yo tuve parte, cosa que no había hecho antes, y ha anunciado medidas de transparencia con la publicación inmediata de una serie de documentos que antes eran secretos. Por ejemplo, anteayer publicó la carta de intención del gobierno uruguayo en su página web, cosa que es una práctica novedosa; antes era un documento muy difícil de conseguir para el público o para la prensa.

EC - ¿Qué cabe esperar de la próxima cita? Porque esto continúa en noviembre, en Johannesburgo.

RB - En noviembre en Johannesburgo la Cumbre sobre el Desarrollo Sustentable debería comenzar a trazar los caminos, los programas de acción que permitirían, a la vez, combatir la pobreza y defender el medio ambiente; algunos de ellos incluso generar los recursos. Por ejemplo, el impuesto a las emisiones de carbón haría las tres cosas a la vez: generaría recursos para combatir la pobreza, protegería al medio ambiente y contribuiría a la creación de un sistema multilateral que lo administre, que no esté basado simplemente en el poder militar o económico, como ocurre en el mundo hasta ahora.

EC - Esa es una instancia, pero no la única prevista para retomar las cuestiones de Monterrey.

RB - No, no es la única. En realidad las cuestiones de Monterrey muy pronto van a pasar, en abril, a las reuniones anuales del Banco y el Fondo, y luego al Consejo Económico y Social de Naciones Unidas, organismo que va a tener que revitalizarse, que técnicamente es el supervisor del Banco y el Fondo pero que en la práctica tiene enormes dificultades para ejercer ese tipo de función. El Ecosoc (sigla en inglés de Consejo Económico y Social de Naciones Unidas) seguramente se va a revitalizar en la medida en que se lo identifica como el lugar de discusión política de estos temas que fueron planteados en Monterrey, y de esto que se vuelve ahora el objetivo común de la Humanidad, que es erradicar la pobreza como una forma efectiva de dar cumplimiento al objetivo de hace ya más de medio siglo de los derechos humanos en el mundo.

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Transcripción: María Lila Ltaif Curbelo
Edición: Jorge García Ramón

 

 




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