Ponencia
de Ignacio de Posadas
Realmente tengo sobrados motivos para agradecer, a la Cámara por
un lado y a todos ustedes por otro, estar aquí tan temprano. El
menor de mis hijos, que es medio reo, hace un tiempo, cuando yo
estaba por salir hacia un evento como éste me dijo: “Pa, viejo,
¿y todavía hay gente que te va a escuchar?”. La verdad es que sí,
es asombroso. De modo que les agradezco; por otra parte para mí
siempre es un placer volver a esta casa, donde me inicié, unos pisos
más arriba, primero como “che pibe”, después como procurador y eventualmente
como abogado. De modo que tengo todos los motivos del mundo para
estar agradecido.
El subtítulo de la charla nos dice que tenemos que hablar de una
estrategia de crecimiento. Creo que a esta altura del avance de
la llamada ciencia económica y sobre todo de la acumulación de conocimientos
empíricos que tiene el mundo por un lado y también nuestro país,
es bastante obvio qué es lo que hay que hacer para crecer. Sin embargo
–para que no me rete el presidente– me voy a referir a eso, recordando
también que muchas veces en nuestro país lo obvio es lo que menos
tenemos presente. Así que hablemos de la estrategia para crecer.
Empezando por el principio, lo primero que hay que hacer para crecer
es producir. Lo segundo es producir, lo tercero es producir y al
final también producir. Cuando uno dice esto en nuestro país es
bastante frecuente encontrarse –y es una cosa muy propia de nuestra
mentalidad– con la reacción inmediata de: “Bueno, pero pará; producir
sí, pero hay que tener cuidado, porque la producción, el medio ambiente,
hay que controlar”. Lo que quieran, pero hay que producir. El problema
en nuestro país es que no producimos lo suficiente; me refiero a
producir, no a producir normas que impiden la producción.
La pregunta siguiente es, si efectivamente hay que producir, ¿qué
hay que hacer para producir? También eso es bastante conocido y
también ahí podemos empezar por una cantidad de cosas, por técnicas
de gurúes en la materia… Todo lo que quieran, pero para producir
hay que hacer básicamente dos cosas: primero hay que invertir y
en segundo lugar hay que tener costos reales, realistas de mercado.
Todo lo demás está macanudo, viene atrás, después, es adjetivo.
Avancemos un paso más. Hay que invertir, ¿qué hay que hacer para
invertir? Otra vez, puede haber toda una serie de teorías pero el
principio, el comienzo, lo esencial para invertir es que hay que
ahorrar y lo que no se puede ahorrar hay que captarlo del ahorro
de los demás. Sin eso todo el resto es artificial. Ahí creo que
tiene que empezar nuestro análisis: ahorrar. ¿Cómo hacer para ahorrar?
¿Cómo tiene que hacer Uruguay para ahorrar y para captar ahorro,
sin lo cual no va a llegar a los niveles de inversión que precisa,
no va a producir y no va a crecer? Todo lo demás es adjetivo a esto.
Lo primero que hay que hacer, a mi juicio, para ahorrar y captar
ahorro es enfrentar la realidad, distinguir lo que es de lo que
quisiéramos que fuera y distinguir –esto es un poquito más difícil–
lo que es temporario de lo que es permanente. Si queremos ponerlo
en términos económicos lo que es coyuntural de lo que es estructural.
Si nosotros desconectamos de la realidad –y somos un país que está
muy desconectado de la realidad– difícilmente vamos a poder caminar
estos pasos esenciales rumbo al crecimiento.
¿Cuál es nuestra realidad? Muy rápidamente: desde el punto de vista
interno tenemos una caída contundente de la inversión, que de 1998
para acá ha caído más o menos un 35%; tenemos un déficit fiscal
creciente con niveles de carga tributaria altísimos y con un gasto
público muy rígido. Esa es parte de nuestra realidad. Vinculado
a eso, estamos otra vez en una carrera de crecimiento del endeudamiento,
que está aumentando y lo está haciendo de una manera muy firme y
muy progresiva. Por supuesto, tenemos problemas como el de la aftosa,
tenemos una reducción del crédito interno y externo fuerte, también
vinculada a lo anterior, y tenemos limitantes políticas importantes.
Por un lado –por supuesto que esto es opinable– creo que andados
prácticamente los dos años de mayor productividad política de un
gobierno no hemos visto ni se ve para adelante una agenda de gobierno
clara, que tenga un comienzo, algo en el medio y que apunte, sobre
todo, hacia una meta. No veo eso que es fundamental para el propio
gobierno y para todo el país, lo que me parece una carencia importante.
También en el plano político estamos teniendo –no era así hasta
ahora, pero es y creo que se va a agudizar cada vez más– dificultades
en materia de mayorías para el gobierno. Creo que es a todas luces
evidente que la coalición de gobierno está con dificultades y camino
–todo parecería indicarlo– a desflecarse. O sea que también tenemos
una limitante política importante. A todo eso subyace una limitante
cultural de nuestro país, más profunda que lo político, que nos
impide ver la realidad y encararla en lo necesario.
Eso desde el punto de vista interno. ¿Cuál es nuestra realidad externa?
Una caída brutal de nuestros precios de exportación, un aumento
del petróleo desde 1998 para acá que si bien pensé que iba a ser
mayor es sustancial y pesa sobre la economía, el enlentecimiento
de los países del primer mundo que son los que mueven las economías
mundiales con mayor vigor, el debilitamiento del euro que para nosotros
es una moneda muy importante en nuestras exportaciones, la situación
de Brasil que acomoda el cuerpo ante esa realidad y al hacerlo nos
pega a nosotros también, la crisis argentina a la que todavía no
le vemos el fin, que está próxima a algún fin que no sabemos cuál
es pero esa proximidad no tiene desenlaces, y una fortísima seca
de inversión extranjera en prácticamente toda América Latina, quizás
con la excepción de México por ahora. A grandes rasgos ésa es nuestra
realidad.
¿Qué es lo que esa realidad nos debe decir, volviendo a los pasos
iniciales, en primer lugar en materia de ahorro? Nos está diciendo,
primero, que en nuestro país el Estado nos deja muy poco espacio
para ahorrar. El Estado se lleva una tajada del producto muy grande
y nada indica que esté dispuesto a vivir con menos. Y no sólo eso,
sino que cuando nos queda el resto de aquello que el Estado no se
llevó, el Estado vuelve por más a través de los mercados de valores
y se lleva buena parte del ahorro que hemos podido hacer. Es decir
que por la vía de absorber o de desplazar, lo que queda del ahorro
nacional para el sector privado es poco y nada.
Esto quiere decir que Uruguay dramáticamente precisa captar ahorro
externo. Si no captamos grandes volúmenes de ahorro externo no podemos
invertir, no podemos producir y no podemos crecer. Esa tiene que
ser una de nuestras preocupaciones fundamentales. ¿Qué hay que hacer
para ahorrar, pero sobre todo para captar ahorro de los demás? Otra
vez aquí podemos tener “ene” teorías, pero hay que empezar por lo
básico porque es lo básico lo que nos está faltando en nuestro país.
Lo más básico de lo básico para captar ahorro es tener seguridad
jurídica, que Uruguay no tiene. No la tiene en el grado suficiente
para poder ser atractivo y captar, sobre todo, ahorro externo. Para
tener seguridad jurídica hay que tener pocas normas, no estar inventándolas
todos los días, no estar cambiándolas todos los días, no estar aplicándolas
en forma “imaginativa” todos los días. Por ejemplo cuando se produce
una crisis económica en un sector –en este momento estoy pensando
en el mutualismo– ya se sabe y se dice expresamente que las leyes
en vigor para encarar ese tipo de situaciones –que son las de concordatos
y quiebras– sólo van a ser aplicables a algunos de los actores que
participan de esa situación, a los proveedores y a los comerciantes,
a los demás se les va a aplicar otra cosa, no lo que está en las
leyes, otra cosa distinta. Eso no ayuda a la hora de convencer a
otros para que inviertan en nuestro país. Cuando en nuestro país,
por ejemplo, un juez dice que ocupar un lugar es una manifestación
legítima de la libertad de las personas, independientemente de otras
consideraciones que puede merecer, eso no ayuda a la hora de ir
a convencer a alguien para que venga a un país chico como el nuestro
y no particularmente central en las preocupaciones de los agentes
económicos. Tenemos que empezar por lo básico.
La otra cosa básica, además de dar seguridades elementales a los
que ahorran y a los que invierten, es destrabarles el camino. Nosotros
padecemos un exceso de regulaciones. Aquí se da un fenómeno a mi
juicio muy curioso, por el que de tanto repetir, repetir y repetir,
al final prácticamente todos empezamos a creer que efectivamente
en nuestro país vivimos una realidad económica y social llamada
neoliberal. Podríamos discutir si eso sería bueno o malo, pero empecemos
por reconocer que no es así. A algunos nos gustaría que fuera, a
otros no, pero no interesa esa discusión, pues no es. Un país donde
el combustible, la electricidad, las comunicaciones, las farmacias,
la industria automotriz, el azúcar, el aceite, la industria lechera
y dale para adelante... están en manos del Estado o regulado por
el Estado, podrá ser cualquier cosa, pero de liberal no tiene nada.
Otra vez: volvamos a la realidad. Por el camino de la concepción
patológica en la fabricación de normas –una cosa típicamente nuestra,
cada vez que aparece algo pensamos en cómo vamos a impedir que haga
determinadas cosas que de repente pueden tener determinados efectos,
que no vaya a ser que sucedan determinadas cosas– lo que hacemos
y hemos hecho sistemáticamente a lo largo de las últimas décadas
es trancar. Por ese camino no vamos a ahorrar, no vamos invertir,
no vamos a producir ni vamos a crecer.
Pero además muchísimas veces terminamos invirtiendo lo que nos va
quedando después de todos esos recortes, esas succiones, esas trabas
y demás, lo poquito que después nos va quedando –estoy pensando
sobre todo en lo que depende del sector público–, en actividades
que tendrán méritos y valores –no digo que no–, pero que no son
las que el país precisa para producir. En muchísimos casos tomamos
decisiones de inversión de los escasos recursos que tenemos por
motivaciones completamente ajenas a la producción. Y así no se crece.
Quería señalar estos elementos en la línea del ahorro y la inversión.
Pasemos a los costos. Ahí pasa algo similar. Como todos sabemos,
tenemos dificultades con nuestros costos. Para poder abordar el
tema hay que empezar por distinguir de la realidad lo que es coyuntural
de lo que es permanente. Ante esta realidad ¿qué escuchamos con
mayor frecuencia?: que precisamos protección, crédito barato y devaluación,
no muy grande, más o menos, pero devaluación. Esos son los tres
pedidos clásicos que escuchamos ante los problemas de costos que
tenemos. Pues bien, para poder justificar esos tres pedidos tendríamos
que poder probar que la realidad a la cual hice referencia no es
permanente: que los precios van a cambiar, que la economía mundial
va a reflotarse en un corto plazo, que la situación argentina se
va a solucionar en un corto plazo, etcétera, etcétera. De lo contrario
lo que en realidad estamos pidiendo es protección permanente, subsidio
permanente a los créditos y devaluaciones constantes. Eso, entre
otras cosas, ya lo vivimos, no tiene ni siquiera el atractivo de
lo desconocido, ya lo vivimos.
Otra vez: para poder abordar el tema de los costos, como el del
ahorro y el de la inversión, tenemos que partir de la realidad.
Creo que ése es el ejercicio fundamental que nuestro país precisa
hacer como estrategia de crecimiento. Precisa hacerlo a nivel político
–eso es lo que todos vemos con mayor rapidez; siempre se ven mejor,
más nítidamente, las arrugas en el vecino que en la cara de uno–,
pero también a nivel país, porque todavía más que dificultades de
índole política –a las cuales hacía referencia el senador Astori,
que comparto–, más profundamente que eso, por debajo de eso, tenemos
dificultades de tipo cultural, de la cultura política de nuestro
país. De nuevo: mientras no enfrentemos esa realidad es muy difícil
que podamos hacer los cambios necesarios para tener efectivamente
una estrategia de crecimiento. Para eso, entre otras cosas, va a
ser necesario que nuestros partidos políticos y nuestros candidatos,
todos ellos, caigan en la cuenta de que no se puede gobernar el
país –etapa de realidad– haciendo antes una campaña electoral de
tipo socialdemócrata, con promesas de un más o menos virtual e ideal,
después no se puede explicar a la gente por qué cuando llego al
gobierno las medidas son mucho más difíciles que las promesas. Hay
que decir antes de llegar al gobierno lo que después estoy obligado
a decir. Sin ese sinceramiento es muy difícil que avancemos con
la cultura política de la realidad que precisamos como estrategia
de crecimiento.
Gracias.
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