20.09.2001





Ponencia de José Mujica

Tendrán que perdonar la poca formalidad, cada cual tiene sus defectos. Mi profesor es el sentido común; mi libro la soledad.

¿Cómo me represento este paisito? Como una chalana flotando en el mar de la economía mundial. La chalana tiene una vela; al viento, que es la globalización, que es viejo y sigue soplando, no lo podemos dominar. El único recurso que tenemos es el manejo de la vela. Navegar no es flotar, navegar es tener un rumbo. El rumbo de capturar valor a favor de nuestra sociedad. Pero naturalmente, navegar a vela es zigzaguear, no obstante tener un rumbo.

Por lo tanto creo en la política, definida ésta como el arte de olfatear el rumbo en el medio de la incertidumbre. ¿Cuáles son las características del mundo en el que vivimos? Precisamente unas de las más fuertes son la incertidumbre, el riesgo. Algunos dicen que el mundo contemporáneo ganó en libertad y perdió en seguridad. Yo no soy afirmador de los viejos filósofos que dieron origen al fascismo, pero el hombre también quiere seguridad, es casi natural que así sea. Pero este mundo es incertidumbre. La otra característica: a los tumbos, con marchas y contramarchas en ese mundo, en ese mar, la liberalización comercial es progresiva. Con muchas contramarchas y muchas contradicciones, y probablemente con regionalizaciones dramáticas en el futuro. De todas maneras, se va abriendo paso una cierta liberalización de carácter comercial. Voy a resumir la otra característica que pienso que va a venir: más importante que Ancap dentro de 30 años va a ser el Clemente Estable. Quien logre vender más conocimiento ganará en las leyes del intercambio, y el que esté rompiéndose el lomo con materia prima bruta trabajará para los dueños del conocimiento.

Digo esto como pantallazo de perspectiva. Por el tipo de tema que me pidieron, ¿cuáles son las perspectivas? ¿Qué somos nosotros? ¿Cuáles son nuestros recursos? Las ventajas comparativas, según las teorías modernas ya no corren, pero el hecho es que somos un país agroexportador. Será para bien, para mal o para regular, pero vaya paradoja -y aquí viene el primer problema que tiene este país-: el mundo es liberal para vendernos, pero no para comprar agroexportaciones. Hace poco hubo una reunioncita en Punta del Este; el mundo de los subsidios, 1.000 millones por día para la agricultura de los países centrales. Algunos piensan que no pueden resistir eso. A mi juicio se equivocan, porque no es un subsidio agrícola, es un subsidio industrial, subsidian el burro de arranque. Porque contemporáneamente la agricultura en los países centrales es apenas el 2%, el 1,5%, a reventar el 3% del PBI. Es despreciable, pero los índices de encadenamiento de los complejos agroindustriales son otra historia, pueden llegar al 24%, caso del PBI norteamericano por ejemplo. Subsidian la materia prima para tener seguridad de que exista el todo. Entonces no le llamemos más subsidio agrícola. Pero si le damos la importancia que tiene, reconozcamos que no pueden cambiar rápidamente porque ninguna sociedad central va a apostar al colapso desde el punto de vista económico. Esto pauta el mundo en el que vivimos, porque ¡vaya paradoja!, somos agroexportadores pero nos tenemos que topar con el horcón del medio. El mercado mundial de los productos agrícola, por ahora, en gran medida, es un mercado de remate. Es como cuando yo iba a la feria a la una de la tarde: pasaba una veterana y me quedaban tres quilos de manzanas, "tome, doña, deme tres pesos". En gran medida el mercado mundial de productos agrícolas es eso.

Sin embargo -y vuelvo a nuestro paisito- la humanidad rica, que también crece, va teniendo problemas. No es muy saludable comer un pollo de 60 días con seis vacunas, que día por medio está comiendo una ración con antibióticos. Créanme: eso es una inmundicia, una porquería. Desgraciados los pueblos que tienen que comer esa chatarra. Los pobres no van a elegir. Los métodos agroindustriales y altamente productivistas contemporáneos son un peligro para la salud humana. Los pobres no van a elegir, no tienen elección, pero se va a ir generando un formidable mercado para la gente que tiene poder adquisitivo. ¿Por qué digo esto? Porque tenemos que bajar a tierra esos lugares comunes frente a los cuales todos estamos de acuerdo: Uruguay tiene que apostar a la calidad -chocolate por la noticia-, pero tenemos que definir en qué la naturaleza de nuestra historia y de nuestro proceso económico nos puede dar contemporáneamente medios para pelear en ese mundo. Trabajar para la burguesía paulista, para los ricos que puede haber en los barrios de París. Si tuviera que buscar una imagen para el Uruguay del futuro, sería como esa bodeguita fina, a la que produciendo pocos litros, en Francia, le va bien. Es decir, trabajar para los que tienen capacidad de pagar.

Ahora... si seguimos vendiendo carne en el gancho, como a granel, y vendiendo leche en polvo, vamos a la ruina total. Hacemos el trabajo de los giles. Creo que Uruguay tiene que intentar salir, no de la economía abierta o de la economía cerrada, hay que inventar categorías, tenemos una economía gil, idiota, estúpida.

¿Por qué digo esto? Porque creo que no tenemos un solo problema. Las leyes siguen siendo las mismas y eternas: no se puede gastar más de lo que se tiene, de lo que se gana hoy hay que ahorrar para invertir mañana. Nadie nos va a regalar la prosperidad: o la arrancamos y la ganamos nosotros o no viene de regalo. Hemos ido por la vida siendo un país muy rentista, en el término más profundo. Creo que la burguesía no llegó al poder en Uruguay, se quedó a medio camino. Definida la burguesía como clase agresiva, que busca la multiplicación de la riqueza, el riesgo y la inversión. Más bien hay un sustrato cultural de ese Uruguay al que le gusta ser empleado público, a la burguesía le gusta laburar un poco pero medio segurola. No lo digo en un sentido crítico, somos como somos, también tiene sus ventajas, pero se nos acaba el tiempo.

¿Qué quiero trasmitir? Sé que hoy en día se piensa mucho en términos como inversión directa extranjera y demás. Nunca va a venir dinero productivo a colocarse en un cementerio. La responsabilidad de que el país camine es nuestra, pero para salir del pozo estamos solos. Si creemos que podemos posponer la crisis que tenemos que enfrentar hoy, como hemos hecho, seguiremos durmiendo la siesta. Este es un problema de acción política. En el desarrollo de la ciencia nos va la vida, pero no de cualquier ciencia, la ciencia tiene que tener una orientación política y la política tiene que estar orientada por un cierto rumbo económico. Todavía en Uruguay, un país pastor, no hemos inventado nuestras praderas a partir de los pastos nativos. Tenemos un déficit histórico de ciencia, un déficit con nosotros mismos. Y así podría seguir hablando, pero hay que meter ciencia. No puede ser un país en el que quien me sirve el café en el Senado gana 15.000 pesos y los gurises investigadores del Clemente Estable ganan 3.000. Estamos locos, castigamos el talento. Naturalmente, después hacemos este país mamarracho, donde estamos formando una juventud universitaria para exportar. El mayor de los crímenes: exportar la inagotable cantera de materia gris.

Tenemos que arreglar el problema de la moneda. Sé que no es fácil ni quiero reducir los problemas de competitividad a las cuestiones de la moneda, pero un país agroexportador en un mundo que es como es, tiene que definirse. Cuanto más nos alejamos de la tasa de cambio real más difícil es pelear. Creo que hay una lección histórica que tenemos que aprender e incorporar: no sólo el Estado -gordo, medio inservible, atorrante- pesa, también pesan muchas otras cosas. Necesitamos cambios en la gestión del Estado. Yo aplaudo eso, porque en los últimos tiempos nos hemos agarrado con las empresas públicas. Y hay más o menos 30.000 cristianos en las empresas públicas; ¿y con los 200.000 de la burocracia central? ¿Qué es abaratar los costos? Para mí es lograr más producto con el mismo presupuesto. Esto tiene que incidir en la globalidad de los gastos. En definitiva si voy a Bella Unión y pago cinco peajes al Estado o a la actividad privada lo que me va a doler son esos cinco peajes. Entonces necesito un Estado que funcione. Los que saben historia nacional, ¿qué nos pasó a los orientales?, ¿cómo funcionaba en 1910, en 1920? Nos hicimos raquíticos. Hay que leer el discurso de Luis Batlle de la noche del golpe de Estado de 1933, hablando de Ancap. Hay que leer el discurso de Brum de 1921, hay toda una historia para atrás. Hay que leer las críticas que se le hacían a don Pepe Batlle por machete. ¿Qué nos pasó? Después de 1942 uno mira para adelante y queda... entre 1942 y 1952, shhh, la administración pública hizo...

El Estado no es bueno ni malo, es consecuencia nuestra. Puede ser regular, malo o bueno. Ha cumplido un papel en la historia de Uruguay. Desde ya les aclaro que filosóficamente estoy a leguas de ustedes, soy libertario, para mí el mejor Estado, filosóficamente, es el que no existe. Pero ésta es otra historia, una cosa es en el plano de la filosofía. Sáquense con peine fino la idea de que soy estatista, ¡ni por el forro!. Pero quiero señalar que tiene una incidencia brutal. Y no se puede transformar este país si no se cambia la gestión del Estado. Hay cosas que son muy claras: tenemos que ir a una revolución de la gestión, a equipos que trabajen de 25 a 30, que tengan un salario individual pero colectivo que se repartan entre ellos, con plena libertad de organizar el trabajo y con movilidad de abajo para arriba. ¿Por qué empresarios ustedes o los otros?, ¿por qué no empresarios todos?, ¿por qué no ver a la democracia de otra manera, despertar el bichito del interés y de la ganancia legítima en el trabajo para despertar las energías dormidas en el trabajador del Estado? ¿Cuál es el problema del Estado?: la inmensidad. La antropología me enseñó que un hombre puede tener 30, 35 afectos, no mucho más. Después, empieza a ser abstracto. Ésa es la barra de organización del trabajo. No tengo tiempo para desarrollar esta idea, pero creo que a Uruguay le va la vida en discutir estos temas. ¿Saben por qué? Con mi filosofía libertaria les digo: no se equivoquen, al Estado contemporáneo no lo achica ni Mandrake, o mejor dicho, lo achica por un lado pero se le agranda por otro. ¿Qué nos pasó con los contratos de obra, con los incentivos? Dentro de pocos años vamos a tener Tribunal Ecológico, Policía de Medio Ambiente, qué sé yo... la mar en coche. Entonces el problema de la gestión del Estado es permanente: hay que abaratar el costo del Estado por el lado de que sirva. No es que salga caro, es que no sirve. Y no sirve porque nos hemos desviado. Pertenezco a una fuerza política que de repente un poquito por mérito y por demérito llega al gobierno. Y yo no quisiera tener la discusión de cuánto le toca a Asamblea Uruguay en el Directorio de Ancap y cuánto al MPP. Es kafkiano. No se puede administrar una empresa pública con ese criterio. Más vale hacer un concurso objetivo en Chicago y que venga a gerente. No se puede sostener, en la cabeza del Estado a veces hay directores que tienen 17, 15 secretarios. Si usted tiene que atender una multitud de 15 secretarios no hace más nada.

(Aplausos.)

Es un problema que tenemos ahí y lo tenemos todos. De nada sirve echar las culpas a los otros y los otros... con esta lógica perversa. La burocracia no es de derecha, de izquierda o de centro. La burocracia es la burocracia y es la gran enfermedad contemporánea. Todos estamos expuestos a ser burócratas. Todos. No es un problema de otro. Entonces creo que ahí necesitamos una verdadera revolución.

Finalmente hablaría de la política tributaria. Pero para cerrar, la capitalización. Vuelvo a algo que dije y probablemente el peligro es que no me entiendan: creo que necesitamos salir de una economía gil y tener administrativamente, sobre todo en los momentos de crisis, una economía más maniobrera, más acorde con lo que es el mundo. A ver si me explico. En Uruguay hay 10 importadores de ajo. En Uruguay se ha hecho investigación y se ha sacado un ajo bueno en el INIA y hay gente que se está revolviendo, pero aparecen los chinitos... una caja de 10 quilos a U$S 3,50. No resiste ni Mandrake. El ajo es más feo, pero en Uruguay una caja de 10 quilos tiene que valer U$S 8 o 10, más o menos, y aparecen los chinos a U$S 3,50, con flete y todo. Ya no estamos en la época de 1960. No estamos para pelearnos con la OMC. Hay una cantidad de cosas que no podemos hacer, pero tenemos teléfono. Yo gobierno puedo llamar a los 10 importadores de ajo y decirles "no jodas". Claro, el hombre después puede hacer lo que quiera, porque en el nombre de la libertad de empresa... pero yo le puedo mandar la DGI al otro día, que le revise los talones y me entiende. Yo con el mundo soy liberal. Yo reclamo que en el mundo de tigres en el que estamos, un país pequeño utilice todas las baterías. Ese mundo en el que el capital fluye y las mercaderías fluyen no existe. ¿Dónde lo vieron? Miren cómo son nuestras relaciones con Brasil. Por supuesto que tenemos limitaciones, pero el tamaño también nos da ciertas posibilidades, a veces somos más realistas que el rey. Creo que el país debe juntar toda la inversión que pueda y apilarla en aquellas cosas con las que la economía nos esté cantando que tenemos posibilidad de competir en un mundo relativamente abierto. Voy a ser más claro: creo que los complejos lácteos se pueden desarrollar en el país, a pesar de las dificultades, pero sería medio ridículo poner una fábrica de tractores. Mientras tanto no podemos cruzar los brazos ante la destrucción de capital interno y ante la falta de trabajo que tenemos. Entonces no tengo que soportar un país que importa 9 millones de pares de zapatos porque no me quedan ni zapateros de barrio y tengo desocupados que después tengo que bancar y gasto 100 mil horas, casi U$S 100 millones en seguridad privada.

Me aparecen gastos sociales por otro lado. Esto no es ser proteccionista, creo que a mayor capitalización menos índice de desocupación y mayor apertura. Pero hay zonas de la economía, cuando estoy contra las cuerdas como hoy, en que no tengo que vacilar en que los bombones me cuesten tres veces más porque nadie se va a morir de hambre por el precio de los bombones. Eso no quiere decir hacer un país cerrado, tenemos que ser abiertos, tenemos que ser entreabiertos y si las papas queman tenemos ser cerrados como el bolsillo de cualquiera de ustedes cuando está pelado. Nos hemos comido una especie de tranvía. Hay verdades que son sacrosantas; yo creo que todas las teorías económicas tienen una parte y tienen para aportar, tenemos que ser enormemente heterodoxos. Fundamentalistas en una sola cosa: en la ética pública. Para lo demás recurrir a todas las herramientas. Yo no soy economista, me puedo equivocar, pero de buena fe. Gracias.

(Aplausos.)

 






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