Ponencia
de
José Mujica
Tendrán
que perdonar la poca formalidad, cada cual tiene sus defectos. Mi
profesor es el sentido común; mi libro la soledad.
¿Cómo
me represento este paisito? Como una chalana flotando en el mar
de la economía mundial. La chalana tiene una vela; al viento,
que es la globalización, que es viejo y sigue soplando, no
lo podemos dominar. El único recurso que tenemos es el manejo
de la vela. Navegar no es flotar, navegar es tener un rumbo. El
rumbo de capturar valor a favor de nuestra sociedad. Pero naturalmente,
navegar a vela es zigzaguear, no obstante tener un rumbo.
Por lo tanto
creo en la política, definida ésta como el arte de
olfatear el rumbo en el medio de la incertidumbre. ¿Cuáles
son las características del mundo en el que vivimos? Precisamente
unas de las más fuertes son la incertidumbre, el riesgo.
Algunos dicen que el mundo contemporáneo ganó en libertad
y perdió en seguridad. Yo no soy afirmador de los viejos
filósofos que dieron origen al fascismo, pero el hombre también
quiere seguridad, es casi natural que así sea. Pero este
mundo es incertidumbre. La otra característica: a los tumbos,
con marchas y contramarchas en ese mundo, en ese mar, la liberalización
comercial es progresiva. Con muchas contramarchas y muchas contradicciones,
y probablemente con regionalizaciones dramáticas en el futuro.
De todas maneras, se va abriendo paso una cierta liberalización
de carácter comercial. Voy a resumir la otra característica
que pienso que va a venir: más importante que Ancap dentro
de 30 años va a ser el Clemente Estable. Quien logre vender
más conocimiento ganará en las leyes del intercambio,
y el que esté rompiéndose el lomo con materia prima
bruta trabajará para los dueños del conocimiento.
Digo esto como
pantallazo de perspectiva. Por el tipo de tema que me pidieron,
¿cuáles son las perspectivas? ¿Qué somos
nosotros? ¿Cuáles son nuestros recursos? Las ventajas
comparativas, según las teorías modernas ya no corren,
pero el hecho es que somos un país agroexportador. Será
para bien, para mal o para regular, pero vaya paradoja -y aquí
viene el primer problema que tiene este país-: el mundo es
liberal para vendernos, pero no para comprar agroexportaciones.
Hace poco hubo una reunioncita en Punta del Este; el mundo de los
subsidios, 1.000 millones por día para la agricultura de
los países centrales. Algunos piensan que no pueden resistir
eso. A mi juicio se equivocan, porque no es un subsidio agrícola,
es un subsidio industrial, subsidian el burro de arranque. Porque
contemporáneamente la agricultura en los países centrales
es apenas el 2%, el 1,5%, a reventar el 3% del PBI. Es despreciable,
pero los índices de encadenamiento de los complejos agroindustriales
son otra historia, pueden llegar al 24%, caso del PBI norteamericano
por ejemplo. Subsidian la materia prima para tener seguridad de
que exista el todo. Entonces no le llamemos más subsidio
agrícola. Pero si le damos la importancia que tiene, reconozcamos
que no pueden cambiar rápidamente porque ninguna sociedad
central va a apostar al colapso desde el punto de vista económico.
Esto pauta el mundo en el que vivimos, porque ¡vaya paradoja!,
somos agroexportadores pero nos tenemos que topar con el horcón
del medio. El mercado mundial de los productos agrícola,
por ahora, en gran medida, es un mercado de remate. Es como cuando
yo iba a la feria a la una de la tarde: pasaba una veterana y me
quedaban tres quilos de manzanas, "tome, doña, deme
tres pesos". En gran medida el mercado mundial de productos
agrícolas es eso.
Sin embargo
-y vuelvo a nuestro paisito- la humanidad rica, que también
crece, va teniendo problemas. No es muy saludable comer un pollo
de 60 días con seis vacunas, que día por medio está
comiendo una ración con antibióticos. Créanme:
eso es una inmundicia, una porquería. Desgraciados los pueblos
que tienen que comer esa chatarra. Los pobres no van a elegir. Los
métodos agroindustriales y altamente productivistas contemporáneos
son un peligro para la salud humana. Los pobres no van a elegir,
no tienen elección, pero se va a ir generando un formidable
mercado para la gente que tiene poder adquisitivo. ¿Por qué
digo esto? Porque tenemos que bajar a tierra esos lugares comunes
frente a los cuales todos estamos de acuerdo: Uruguay tiene que
apostar a la calidad -chocolate por la noticia-, pero tenemos que
definir en qué la naturaleza de nuestra historia y de nuestro
proceso económico nos puede dar contemporáneamente
medios para pelear en ese mundo. Trabajar para la burguesía
paulista, para los ricos que puede haber en los barrios de París.
Si tuviera que buscar una imagen para el Uruguay del futuro, sería
como esa bodeguita fina, a la que produciendo pocos litros, en Francia,
le va bien. Es decir, trabajar para los que tienen capacidad de
pagar.
Ahora... si
seguimos vendiendo carne en el gancho, como a granel, y vendiendo
leche en polvo, vamos a la ruina total. Hacemos el trabajo de los
giles. Creo que Uruguay tiene que intentar salir, no de la economía
abierta o de la economía cerrada, hay que inventar categorías,
tenemos una economía gil, idiota, estúpida.
¿Por
qué digo esto? Porque creo que no tenemos un solo problema.
Las leyes siguen siendo las mismas y eternas: no se puede gastar
más de lo que se tiene, de lo que se gana hoy hay que ahorrar
para invertir mañana. Nadie nos va a regalar la prosperidad:
o la arrancamos y la ganamos nosotros o no viene de regalo. Hemos
ido por la vida siendo un país muy rentista, en el término
más profundo. Creo que la burguesía no llegó
al poder en Uruguay, se quedó a medio camino. Definida la
burguesía como clase agresiva, que busca la multiplicación
de la riqueza, el riesgo y la inversión. Más bien
hay un sustrato cultural de ese Uruguay al que le gusta ser empleado
público, a la burguesía le gusta laburar un poco pero
medio segurola. No lo digo en un sentido crítico, somos como
somos, también tiene sus ventajas, pero se nos acaba el tiempo.
¿Qué
quiero trasmitir? Sé que hoy en día se piensa mucho
en términos como inversión directa extranjera y demás.
Nunca va a venir dinero productivo a colocarse en un cementerio.
La responsabilidad de que el país camine es nuestra, pero
para salir del pozo estamos solos. Si creemos que podemos posponer
la crisis que tenemos que enfrentar hoy, como hemos hecho, seguiremos
durmiendo la siesta. Este es un problema de acción política.
En el desarrollo de la ciencia nos va la vida, pero no de cualquier
ciencia, la ciencia tiene que tener una orientación política
y la política tiene que estar orientada por un cierto rumbo
económico. Todavía en Uruguay, un país pastor,
no hemos inventado nuestras praderas a partir de los pastos nativos.
Tenemos un déficit histórico de ciencia, un déficit
con nosotros mismos. Y así podría seguir hablando,
pero hay que meter ciencia. No puede ser un país en el que
quien me sirve el café en el Senado gana 15.000 pesos y los
gurises investigadores del Clemente Estable ganan 3.000. Estamos
locos, castigamos el talento. Naturalmente, después hacemos
este país mamarracho, donde estamos formando una juventud
universitaria para exportar. El mayor de los crímenes: exportar
la inagotable cantera de materia gris.
Tenemos que
arreglar el problema de la moneda. Sé que no es fácil
ni quiero reducir los problemas de competitividad a las cuestiones
de la moneda, pero un país agroexportador en un mundo que
es como es, tiene que definirse. Cuanto más nos alejamos
de la tasa de cambio real más difícil es pelear. Creo
que hay una lección histórica que tenemos que aprender
e incorporar: no sólo el Estado -gordo, medio inservible,
atorrante- pesa, también pesan muchas otras cosas. Necesitamos
cambios en la gestión del Estado. Yo aplaudo eso, porque
en los últimos tiempos nos hemos agarrado con las empresas
públicas. Y hay más o menos 30.000 cristianos en las
empresas públicas; ¿y con los 200.000 de la burocracia
central? ¿Qué es abaratar los costos? Para mí
es lograr más producto con el mismo presupuesto. Esto tiene
que incidir en la globalidad de los gastos. En definitiva si voy
a Bella Unión y pago cinco peajes al Estado o a la actividad
privada lo que me va a doler son esos cinco peajes. Entonces necesito
un Estado que funcione. Los que saben historia nacional, ¿qué
nos pasó a los orientales?, ¿cómo funcionaba
en 1910, en 1920? Nos hicimos raquíticos. Hay que leer el
discurso de Luis Batlle de la noche del golpe de Estado de 1933,
hablando de Ancap. Hay que leer el discurso de Brum de 1921, hay
toda una historia para atrás. Hay que leer las críticas
que se le hacían a don Pepe Batlle por machete. ¿Qué
nos pasó? Después de 1942 uno mira para adelante y
queda... entre 1942 y 1952, shhh, la administración pública
hizo...
El Estado no
es bueno ni malo, es consecuencia nuestra. Puede ser regular, malo
o bueno. Ha cumplido un papel en la historia de Uruguay. Desde ya
les aclaro que filosóficamente estoy a leguas de ustedes,
soy libertario, para mí el mejor Estado, filosóficamente,
es el que no existe. Pero ésta es otra historia, una cosa
es en el plano de la filosofía. Sáquense con peine
fino la idea de que soy estatista, ¡ni por el forro!. Pero
quiero señalar que tiene una incidencia brutal. Y no se puede
transformar este país si no se cambia la gestión del
Estado. Hay cosas que son muy claras: tenemos que ir a una revolución
de la gestión, a equipos que trabajen de 25 a 30, que tengan
un salario individual pero colectivo que se repartan entre ellos,
con plena libertad de organizar el trabajo y con movilidad de abajo
para arriba. ¿Por qué empresarios ustedes o los otros?,
¿por qué no empresarios todos?, ¿por qué
no ver a la democracia de otra manera, despertar el bichito del
interés y de la ganancia legítima en el trabajo para
despertar las energías dormidas en el trabajador del Estado?
¿Cuál es el problema del Estado?: la inmensidad. La
antropología me enseñó que un hombre puede
tener 30, 35 afectos, no mucho más. Después, empieza
a ser abstracto. Ésa es la barra de organización del
trabajo. No tengo tiempo para desarrollar esta idea, pero creo que
a Uruguay le va la vida en discutir estos temas. ¿Saben por
qué? Con mi filosofía libertaria les digo: no se equivoquen,
al Estado contemporáneo no lo achica ni Mandrake, o mejor
dicho, lo achica por un lado pero se le agranda por otro. ¿Qué
nos pasó con los contratos de obra, con los incentivos? Dentro
de pocos años vamos a tener Tribunal Ecológico, Policía
de Medio Ambiente, qué sé yo... la mar en coche. Entonces
el problema de la gestión del Estado es permanente: hay que
abaratar el costo del Estado por el lado de que sirva. No es que
salga caro, es que no sirve. Y no sirve porque nos hemos desviado.
Pertenezco a una fuerza política que de repente un poquito
por mérito y por demérito llega al gobierno. Y yo
no quisiera tener la discusión de cuánto le toca a
Asamblea Uruguay en el Directorio de Ancap y cuánto al MPP.
Es kafkiano. No se puede administrar una empresa pública
con ese criterio. Más vale hacer un concurso objetivo en
Chicago y que venga a gerente. No se puede sostener, en la cabeza
del Estado a veces hay directores que tienen 17, 15 secretarios.
Si usted tiene que atender una multitud de 15 secretarios no hace
más nada.
(Aplausos.)
Es un problema
que tenemos ahí y lo tenemos todos. De nada sirve echar las
culpas a los otros y los otros... con esta lógica perversa.
La burocracia no es de derecha, de izquierda o de centro. La burocracia
es la burocracia y es la gran enfermedad contemporánea. Todos
estamos expuestos a ser burócratas. Todos. No es un problema
de otro. Entonces creo que ahí necesitamos una verdadera
revolución.
Finalmente hablaría
de la política tributaria. Pero para cerrar, la capitalización.
Vuelvo a algo que dije y probablemente el peligro es que no me entiendan:
creo que necesitamos salir de una economía gil y tener administrativamente,
sobre todo en los momentos de crisis, una economía más
maniobrera, más acorde con lo que es el mundo. A ver si me
explico. En Uruguay hay 10 importadores de ajo. En Uruguay se ha
hecho investigación y se ha sacado un ajo bueno en el INIA
y hay gente que se está revolviendo, pero aparecen los chinitos...
una caja de 10 quilos a U$S 3,50. No resiste ni Mandrake. El ajo
es más feo, pero en Uruguay una caja de 10 quilos tiene que
valer U$S 8 o 10, más o menos, y aparecen los chinos a U$S
3,50, con flete y todo. Ya no estamos en la época de 1960.
No estamos para pelearnos con la OMC. Hay una cantidad de cosas
que no podemos hacer, pero tenemos teléfono. Yo gobierno
puedo llamar a los 10 importadores de ajo y decirles "no jodas".
Claro, el hombre después puede hacer lo que quiera, porque
en el nombre de la libertad de empresa... pero yo le puedo mandar
la DGI al otro día, que le revise los talones y me entiende.
Yo con el mundo soy liberal. Yo reclamo que en el mundo de tigres
en el que estamos, un país pequeño utilice todas las
baterías. Ese mundo en el que el capital fluye y las mercaderías
fluyen no existe. ¿Dónde lo vieron? Miren cómo
son nuestras relaciones con Brasil. Por supuesto que tenemos limitaciones,
pero el tamaño también nos da ciertas posibilidades,
a veces somos más realistas que el rey. Creo que el país
debe juntar toda la inversión que pueda y apilarla en aquellas
cosas con las que la economía nos esté cantando que
tenemos posibilidad de competir en un mundo relativamente abierto.
Voy a ser más claro: creo que los complejos lácteos
se pueden desarrollar en el país, a pesar de las dificultades,
pero sería medio ridículo poner una fábrica
de tractores. Mientras tanto no podemos cruzar los brazos ante la
destrucción de capital interno y ante la falta de trabajo
que tenemos. Entonces no tengo que soportar un país que importa
9 millones de pares de zapatos porque no me quedan ni zapateros
de barrio y tengo desocupados que después tengo que bancar
y gasto 100 mil horas, casi U$S 100 millones en seguridad privada.
Me aparecen
gastos sociales por otro lado. Esto no es ser proteccionista, creo
que a mayor capitalización menos índice de desocupación
y mayor apertura. Pero hay zonas de la economía, cuando estoy
contra las cuerdas como hoy, en que no tengo que vacilar en que
los bombones me cuesten tres veces más porque nadie se va
a morir de hambre por el precio de los bombones. Eso no quiere decir
hacer un país cerrado, tenemos que ser abiertos, tenemos
que ser entreabiertos y si las papas queman tenemos ser cerrados
como el bolsillo de cualquiera de ustedes cuando está pelado.
Nos hemos comido una especie de tranvía. Hay verdades que
son sacrosantas; yo creo que todas las teorías económicas
tienen una parte y tienen para aportar, tenemos que ser enormemente
heterodoxos. Fundamentalistas en una sola cosa: en la ética
pública. Para lo demás recurrir a todas las herramientas.
Yo no soy economista, me puedo equivocar, pero de buena fe. Gracias.
(Aplausos.)
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