20.09.2001





Ponencia de Alejandro Végh Villegas

Muchas gracias a la Cámara por esta invitación, en la agradable compañía del senador Mujica, siempre tan interesante y original. Les agradezco la presencia a esta hora tan temprana de la madrugada.

Mi tesis y mi interpretación del pasado reciente, a los efectos de escudriñar el futuro, son bastante más optimistas que las de la mayoría de los analistas compatriotas y extranjeros... sobre todo de los compatriotas. Trataré de justificar este punto de vista.

A modo de síntesis, les adelantaré que mi pensamiento básico es que el país ha hecho las cosas bastante bien en tiempos remotos y en tiempos más recientes. Que lo sigue haciendo así y que en el futuro va a recibir la recompensa por seguir con perseverancia el rumbo correcto. Por último, opinaré sobre la controversia entre estructura y coyuntura, que ha provocado discusiones interesantes recientemente en Uruguay, para explicar -en parte, no totalmente- el retroceso del período 1999-2001. Aquí mi razonamiento conduce a destacar la sobrevivencia del clásico ciclo económico, aunque quizás algo amortiguado en su amplitud por procedimientos keynesianos después de la segunda guerra mundial, y su influencia en la volatilidad del ritmo de crecimiento, que hay que aceptar como una realidad inherente a la naturaleza del capitalismo. Como único elemento estructural a modificar drásticamente, a mi juicio, y políticamente viable -porque hay otras cosas que son recomendables pero no son políticamente viables-, propongo, al igual que el ministro Cavallo y el ex ministro Lampreia, los dos Felipe que hablaron en estos días, la eliminación del arancel externo común y la transformación del Mercosur en una zona de libre comercio unida al Nafta.

Al examinar el pasado reciente destaquemos, como ya lo he hecho en oportunidades anteriores, la continuidad de la estrategia que orienta la política económica de los últimos 40 años, sin perjuicio de cierta necesaria flexibilidad táctica. En esta materia tuvimos hace un par de años una mesa redonda en el Banco Central, con la presencia del contador Azzini, donde desarrollamos nuestra tesis sobre esta continuidad de los últimos 40 años. Continuidad que pocos países han disfrutado.

Les recomiendo la lectura de un trabajo reciente del Instituto de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República bajo la dirección de Jorge Lanzaro, se llama "La segunda transición en el Uruguay". Entre otros artículos muy interesantes hay uno de Adolfo Garcé que justamente investiga esta continuidad partiendo de las recomendaciones de las formuladas por la CIDE -donde tuve el agrado de trabajar bajo la dirección de Enrique Iglesias-, hasta qué punto sobre la base de esas recomendaciones se han desarrollado una línea política y una estrategia de gran continuidad, que empieza con la reforma cambiaria y monetaria de 1959 -esa reunión del Banco Central era en oportunidad de sus 40 años- y continúa hasta el presente.

Adolfo Garcé recuerda, por ejemplo -aunque es feo citarse a sí mismo-, un reportaje que me hizo el diario El Observador hace un tiempo donde yo destacaba que cuando asumí el Ministerio de Hacienda la primera vez, en julio de 1974, lo que pensaba aplicar en la práctica eran precisamente las recomendaciones de la CIDE y el plan de desarrollo elaborado por el Cr.Ricardo Zerbino -aquí presente- y el Cr. Alberto Bensión -actual ministro-. Así lo hice, o traté de hacerlo.

Después Zerbino fue ministro de la primera administración del doctor Sanguinetti. El entonces subsecretario Mosca después fue ministro de la segunda administración del doctor Sanguinetti, Bensión es el ministro actual, y en la administración del doctor Lacalle estuvieron los ministros Braga y De Posadas, que incluso profundizaron en la misma línea.

Hay pocos países, ya no en América Latina, incluyendo Europa y Estados Unidos, donde se pueda dar esta continuidad, que yo desearía que continuara, sin perjuicio de las modificaciones que con mucha razón señalaba el senador Mujica que hay que hacer en algunos aspectos con respecto a los cuales no podemos manifestar la misma complacencia.

En tercer lugar, como decía al principio, hay que recordar que el ciclo económico no se ha extinguido. Es también -a mi juicio por lo menos-, inherente a la naturaleza del capitalismo. Recordemos que de 1985 a 1999, o sea a partir de la restauración de la normalidad institucional hasta 1999, Uruguay creció al 3% per cápita anual, una de las tasas más altas del mundo. Un fenómeno que no se mencionaba mucho en su momento y parecería no recordarse ahora. Era lógico entonces esperar una pausa, una fase negativa del ciclo, agravada por hechos externos que fueron abrumadores en el presente año 2001. Además de abrumadores yo diría que excepcionales.

A propósito de esto, creo oportuno señalar el peligro de estrategias excesivamente anticíclicas como la que practica el señor Allan Greenspan, de la Reserva Federal de los Estados Unidos, quien parece querer eliminar el fenómeno cíclico con el uso y abuso de cambios en la tasa de interés de corto plazo. Pienso que el abuso de esta delicada herramienta monetaria conduce a su desgaste y allí está, con toda elocuencia, el contraejemplo de Japón, sumido en una década de estancamiento y retroceso, con tasa de interés casi exactamente igual a cero. Hasta parece que en Estados Unidos implícitamente se está dando, en la Reserva Federal, la peligrosa teoría de la estabilidad en los precios de los bienes de capital y activos financieros como una meta adicional de la autoridad monetaria.

De todos modos hay que reconocer que en Uruguay no todo es coyuntural. Más que lo del año 2001 me preocupa -lo señalé el año pasado en una charla, como un elemento de perplejidad para mí- lo del año 2000, cuando el mundo creció a casi 5%. Todo el planeta, algo excepcional, bajo el impulso de la locomotora americana, el comercio internacional creció más del 10% en volumen físico. La situación de Argentina y Brasil era mejor que la de este año, bastante mejor, y no había aftosa. Sin embargo Uruguay no creció. Creo que eso debe motivar una reflexión especial que va más allá de lo coyuntural.

Como dije al principio, atribuyo creciente responsabilidad, en ese componente estructural, al mal funcionamiento del Mercosur. En ese aspecto suscribo lo que dijo el otro día el doctor Cavallo al replantear la integración con Brasil, que cayó muy mal en Brasil, como casi todas las cosas que dice el doctor Cavallo. El mismo día el ex ministro Luis Felipe Lampreia, que tampoco tiene pelos en la lengua, dijo en San Pablo que la unión aduanera del Mercosur es inviable. Yo suscribo esos juicios, no porque Brasil tenga una intención permanente de devaluar o porque la flotación que practica -que por cierto no es muy pura- sea violatoria del Tratado de Asunción, que no habla de eso, sino porque como dijo el profesor Mondell aquí mismo, en Montevideo, recordando la historia de la Unión Europea hasta Maastritch y hasta la moneda única, la unión aduanera supone, para ser una forma de integración superior al comercio libre bajo la cláusula de la nación más favorecida -cosa difícil de lograr- o por lo menos superior a una zona de libre comercio, una unión monetaria integral, como lo muestra el ejemplo de Europa.

De manera que me parece que o vamos por la vía chilena, o por la que nos recomiendan el doctor Cavallo y su tocayo Felipe Lampreia. No solamente por la altura muy grande que tiene el arancel externo común, que no es común, es muy poco común, sino también porque Argentina y Brasil, con quienes estamos asociados en este fenómeno peculiar que no camina. Son dos de las economías más cerradas del mundo, como lo muestran los rankings de cualquier revista especializada.

Mi conclusión entonces es que debe mantenerse, en general, el rumbo que ha seguido el país, con esta corrección en la política comercial y aguardando vientos más favorables en la región y en el mundo. Gracias.

(Aplausos.)

 






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