Ponencia
de Alejandro Végh Villegas
Muchas gracias
a la Cámara por esta invitación, en la agradable compañía
del senador Mujica, siempre tan interesante y original. Les agradezco
la presencia a esta hora tan temprana de la madrugada.
Mi tesis y mi
interpretación del pasado reciente, a los efectos de escudriñar
el futuro, son bastante más optimistas que las de la mayoría
de los analistas compatriotas y extranjeros... sobre todo de los
compatriotas. Trataré de justificar este punto de vista.
A modo de síntesis,
les adelantaré que mi pensamiento básico es que el
país ha hecho las cosas bastante bien en tiempos remotos
y en tiempos más recientes. Que lo sigue haciendo así
y que en el futuro va a recibir la recompensa por seguir con perseverancia
el rumbo correcto. Por último, opinaré sobre la controversia
entre estructura y coyuntura, que ha provocado discusiones interesantes
recientemente en Uruguay, para explicar -en parte, no totalmente-
el retroceso del período 1999-2001. Aquí mi razonamiento
conduce a destacar la sobrevivencia del clásico ciclo económico,
aunque quizás algo amortiguado en su amplitud por procedimientos
keynesianos después de la segunda guerra mundial, y su influencia
en la volatilidad del ritmo de crecimiento, que hay que aceptar
como una realidad inherente a la naturaleza del capitalismo. Como
único elemento estructural a modificar drásticamente,
a mi juicio, y políticamente viable -porque hay otras cosas
que son recomendables pero no son políticamente viables-,
propongo, al igual que el ministro Cavallo y el ex ministro Lampreia,
los dos Felipe que hablaron en estos días, la eliminación
del arancel externo común y la transformación del
Mercosur en una zona de libre comercio unida al Nafta.
Al examinar
el pasado reciente destaquemos, como ya lo he hecho en oportunidades
anteriores, la continuidad de la estrategia que orienta la política
económica de los últimos 40 años, sin perjuicio
de cierta necesaria flexibilidad táctica. En esta materia
tuvimos hace un par de años una mesa redonda en el Banco
Central, con la presencia del contador Azzini, donde desarrollamos
nuestra tesis sobre esta continuidad de los últimos 40 años.
Continuidad que pocos países han disfrutado.
Les recomiendo
la lectura de un trabajo reciente del Instituto de Ciencia Política
de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República
bajo la dirección de Jorge Lanzaro, se llama "La segunda
transición en el Uruguay". Entre otros artículos
muy interesantes hay uno de Adolfo Garcé que justamente investiga
esta continuidad partiendo de las recomendaciones de las formuladas
por la CIDE -donde tuve el agrado de trabajar bajo la dirección
de Enrique Iglesias-, hasta qué punto sobre la base de esas
recomendaciones se han desarrollado una línea política
y una estrategia de gran continuidad, que empieza con la reforma
cambiaria y monetaria de 1959 -esa reunión del Banco Central
era en oportunidad de sus 40 años- y continúa hasta
el presente.
Adolfo Garcé
recuerda, por ejemplo -aunque es feo citarse a sí mismo-,
un reportaje que me hizo el diario El Observador hace un tiempo
donde yo destacaba que cuando asumí el Ministerio de Hacienda
la primera vez, en julio de 1974, lo que pensaba aplicar en la práctica
eran precisamente las recomendaciones de la CIDE y el plan de desarrollo
elaborado por el Cr.Ricardo Zerbino -aquí presente- y el
Cr. Alberto Bensión -actual ministro-. Así lo hice,
o traté de hacerlo.
Después
Zerbino fue ministro de la primera administración del doctor
Sanguinetti. El entonces subsecretario Mosca después fue
ministro de la segunda administración del doctor Sanguinetti,
Bensión es el ministro actual, y en la administración
del doctor Lacalle estuvieron los ministros Braga y De Posadas,
que incluso profundizaron en la misma línea.
Hay pocos países,
ya no en América Latina, incluyendo Europa y Estados Unidos,
donde se pueda dar esta continuidad, que yo desearía que
continuara, sin perjuicio de las modificaciones que con mucha razón
señalaba el senador Mujica que hay que hacer en algunos aspectos
con respecto a los cuales no podemos manifestar la misma complacencia.
En tercer lugar,
como decía al principio, hay que recordar que el ciclo económico
no se ha extinguido. Es también -a mi juicio por lo menos-,
inherente a la naturaleza del capitalismo. Recordemos que de 1985
a 1999, o sea a partir de la restauración de la normalidad
institucional hasta 1999, Uruguay creció al 3% per cápita
anual, una de las tasas más altas del mundo. Un fenómeno
que no se mencionaba mucho en su momento y parecería no recordarse
ahora. Era lógico entonces esperar una pausa, una fase negativa
del ciclo, agravada por hechos externos que fueron abrumadores en
el presente año 2001. Además de abrumadores yo diría
que excepcionales.
A propósito
de esto, creo oportuno señalar el peligro de estrategias
excesivamente anticíclicas como la que practica el señor
Allan Greenspan, de la Reserva Federal de los Estados Unidos, quien
parece querer eliminar el fenómeno cíclico con el
uso y abuso de cambios en la tasa de interés de corto plazo.
Pienso que el abuso de esta delicada herramienta monetaria conduce
a su desgaste y allí está, con toda elocuencia, el
contraejemplo de Japón, sumido en una década de estancamiento
y retroceso, con tasa de interés casi exactamente igual a
cero. Hasta parece que en Estados Unidos implícitamente se
está dando, en la Reserva Federal, la peligrosa teoría
de la estabilidad en los precios de los bienes de capital y activos
financieros como una meta adicional de la autoridad monetaria.
De todos modos
hay que reconocer que en Uruguay no todo es coyuntural. Más
que lo del año 2001 me preocupa -lo señalé
el año pasado en una charla, como un elemento de perplejidad
para mí- lo del año 2000, cuando el mundo creció
a casi 5%. Todo el planeta, algo excepcional, bajo el impulso de
la locomotora americana, el comercio internacional creció
más del 10% en volumen físico. La situación
de Argentina y Brasil era mejor que la de este año, bastante
mejor, y no había aftosa. Sin embargo Uruguay no creció.
Creo que eso debe motivar una reflexión especial que va más
allá de lo coyuntural.
Como dije al
principio, atribuyo creciente responsabilidad, en ese componente
estructural, al mal funcionamiento del Mercosur. En ese aspecto
suscribo lo que dijo el otro día el doctor Cavallo al replantear
la integración con Brasil, que cayó muy mal en Brasil,
como casi todas las cosas que dice el doctor Cavallo. El mismo día
el ex ministro Luis Felipe Lampreia, que tampoco tiene pelos en
la lengua, dijo en San Pablo que la unión aduanera del Mercosur
es inviable. Yo suscribo esos juicios, no porque Brasil tenga una
intención permanente de devaluar o porque la flotación
que practica -que por cierto no es muy pura- sea violatoria del
Tratado de Asunción, que no habla de eso, sino porque como
dijo el profesor Mondell aquí mismo, en Montevideo, recordando
la historia de la Unión Europea hasta Maastritch y hasta
la moneda única, la unión aduanera supone, para ser
una forma de integración superior al comercio libre bajo
la cláusula de la nación más favorecida -cosa
difícil de lograr- o por lo menos superior a una zona de
libre comercio, una unión monetaria integral, como lo muestra
el ejemplo de Europa.
De manera que
me parece que o vamos por la vía chilena, o por la que nos
recomiendan el doctor Cavallo y su tocayo Felipe Lampreia. No solamente
por la altura muy grande que tiene el arancel externo común,
que no es común, es muy poco común, sino también
porque Argentina y Brasil, con quienes estamos asociados en este
fenómeno peculiar que no camina. Son dos de las economías
más cerradas del mundo, como lo muestran los rankings de
cualquier revista especializada.
Mi conclusión
entonces es que debe mantenerse, en general, el rumbo que ha seguido
el país, con esta corrección en la política
comercial y aguardando vientos más favorables en la región
y en el mundo. Gracias.
(Aplausos.)
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