23.08.2001





Conferencia del ex ministro de Economía argentino, Ricardo López Murphy, organizada por la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE)

Evento desarrollado el jueves 2 de agosto en el Complejo Punta Cala

EMILIANO COTELO:
Buenas noches. Es cierto, todos observamos diariamente el comportamiento de la economía argentina . Se ha instalado como una preocupación constante. Hoy las cosas anduvieron un poco mejor en Argentina: el Merval subió 1,9%, los títulos públicos recuperaron 4,7% y el riesgo país bajó, pero de todos modos quedó en una marca altísima, 1.600-1.607 puntos. Las inquietudes con las que ustedes llegan a esta sala, en este jueves 2 de agosto, seguramente son muchas y, como decía recién el presidente de ACDE, da la sensación de que nuestro invitado de hoy es una persona particularmente apropiada para intentar dar respuesta a las preguntas que ustedes puedan tener. Estamos hablando de Ricardo López Murphy, licenciado en Economía por la Universidad Nacional de La Plata, Master of Arts por la Universidad de Chicago; fue ministro de Economía hace pocos meses. Antes había sido ministro de Defensa, durante la primera parte de la administración De la Rúa. Es consultor de FIEL, la Fundación de Investigación Económicas Latinoamericanas, de la cual fue economista jefe. Fue asesor del gabinete del presidente del Banco Central de la República Argentina. Ha sido consultor del Fondo Monetario Internacional, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, del Banco Mundial, del BID, de la CEPAL. Aquí en Uruguay fue durante muchos años asesor del Banco Central y tiene además trayectoria docente en la Universidad de La Plata, en las universidades de San Andrés, Mar del Plata, Buenos Aires y también en la Universidad Argentina de la Empresa.

Ustedes lo conocen, no hacen falta más presentaciones; lo invitamos a hacer uso de la palabra. Con ustedes el economista Ricardo López Murphy.

RICARDO LÓPEZ MURPHY:
Gracias a ACDE por la invitación y a ustedes por venir a escucharme. 
Como ustedes lo saben muy bien, es para mí un enorme placer volver a estar en Uruguay, en Montevideo, un país al que admiro y quiero profundamente, con el cual estoy enormemente identificado y en el cual he pasado momentos enormemente gratificantes en mi vida. No puedo exagerar en esto, porque como no estaba con mi esposa tengo que tener cuidado de no decir que esos momentos fueron demasiado buenos. De todas maneras, dados los índices de riesgo que tiene Argentina es inevitable ponerle algún grado de jocosidad al tema para no perder el temperamento y la voluntad de enfrentar las dificultades.

La economía argentina está viviendo un momento sumamente difícil. A decir verdad, desde hace varios años viene viviendo una circunstancia particularmente exigente y compleja. Como es inevitable cuando uno tiene que hacer una presentación de esta naturaleza, no es posible recoger todos los elementos de esa realidad. Por una restricción de tiempo y para poder hacerla operativa, vamos a hacer lo que hacen los cartógrafos: el mapa más fiel es el propio territorio, ése es el que nos sirve. El mapa que sirve es aquel que recoge los elementos más decisivos, más importantes, más notorios del paisaje; eso es lo que voy a tratar de hacer y voy a tratar de centrar de manera que podamos apreciar en conjunto el problema que Argentina enfrenta y cuáles son los posibles caminos que tanto la sociedad y el gobierno como la propia economía van a recorrer en los próximos meses, que seguramente son lo más difícil de pronosticar y seguramente vendrá hacia el final.

¿Cuáles son los problemas esenciales que tenemos? Básicamente tenemos cuatro problemas. El primero es un problema de competitividad. Argentina tiene un problema de competitividad que nace de dos vertientes: una fue un formidable shock externo que recibió nuestra economía y buena parte de la región; voy a hablar de Argentina, pero ustedes pueden como los libros que dicen “dejamos al lector el ejercicio”; ustedes saben qué ejercicio tienen que hacer. El shock estaba compuesto de tres elementos. En primer término una fuerte caída del precio de los commoditties que exportamos; recuerden que Argentina es un país riquísimo en recursos naturales, y esa circunstancia hace que su nivel de actividad y el nivel de vida de la gente dependan mucho del valor de los recursos naturales. Caídas en los precios de los commoditties que generan una contracción en el potencial de la economía. Hemos tenido una caída del orden de 30% y del 40% en estos precios; cuando uno dice 30%, 40% a veces pierde la dimensión de lo que se trata. Permítanme poner un ejemplo, que como tal es una grotesca simplificación. Supongan que el producto tiene un valor de 100, con 50 de valor agregado y 50 de insumos; una caída en el precio de 40 significa que el valor agregado ha caído prácticamente en 80%. Esto es, la contracción que los recursos nacionales pueden estar en condiciones de enfrentar es mucho mayor que la que se percibe en los precios. En el valor agregado básicamente hay tres cosas: ganancias y amortizaciones, salarios y gasto público. Si en esa contracción tienen un insumo que dice “a mí la corrección no me toca”, la presión que desarrollan sobre el sector privado, sobre el resto de la economía, es de una dimensión muy importante. No olviden que Argentina tiene un régimen de absoluta inflexibilidad cambiaria; como siempre algún escape tenemos, inventamos algún neologismo. Ahora a los cambios en la política comercial les llamamos “empalme”. Cada vez que tenemos alguna dificultad inventamos algún neologismo, así que cada vez que tenemos un neologismo prepárense porque se viene algo. De todas maneras ese shock ha sido muy significativo y ha afectado a los commoditties. En realidad ha afectado a los commoditties pero también al resto de los precios porque los países con los que nosotros comerciamos tuvieron todos una fuerte corrección cambiaria. La más significativa, la más decisiva, fue la de Brasil. Pero también Chile ha tenido una fuerte corrección cambiaria y también Europa la ha tenido. Es decir que no sólo nos comimos la caída del precio de los commoditties sino que también tuvimos una caída de los precios en dólares de nuestros principales socios comerciales. Como si esto fuera poco, como un país que usó extraordinariamente el ahorro externo, el mercado externo de capitales, también sufrimos las crisis y el encarecimiento que se produjeron luego de los episodios de Asia y Rusia, y ese encarecimiento también contrajo el valor agregado nacional disponible, el valor agregado que quedaba para las actividades.

Ese shock externo fue de una dimensión enorme. Si tuviera que hacer un comentario, creo que el gran problema de Argentina fue que nos costó mucho tiempo percibir la importancia y magnitud que tenía y el esfuerzo que iba a implicar hacia adelante superar esa situación. Por otra parte, ese shock vino compuesto por una gran inconsistencia entre la política fiscal y la política cambiaria. Cuando digo que hubo una gran inconsistencia me estoy refiriendo básicamente a lo que es más relevante de la política fiscal, que es el nivel de gasto público. En Argentina ha habido un gran debate, pero un debate desgraciado, planteado en términos ideológicos, doctrinarios. Ese debate es legítimo cuando es ideológico o doctrinario. Por ejemplo, ahora vengo de Europa, de una reunión en Alemania donde se discutía si el gasto tenía que crecer en el programa decenal al 2,25% como planteaban los socialdemócratas, al 2% como planteaban los cristianos demócratas o al 1,75% como lo formulaban los liberales. Lógicamente, en ese volumen, en esas diferencias, el debate es doctrinario, es ideológico, pero ¿qué pasó en Argentina en la década del 90? En ese período no tuvimos un debate doctrinario, tuvimos un problema aritmético: la economía en volúmenes –y recuerden que en economías pequeñas como la argentina, lo que está bajo nuestro control son los volúmenes, cuando aumentamos la productividad aumentamos los volúmenes, cuando mejoramos el empleo aumentamos los volúmenes, los precios son paramétricos para nosotros, vienen determinados–, el producto –que es una medición de volumen– creció entre 1991 y 2000 aproximadamente 40%. El índice de precios implícitos en la canasta de nuestras exportaciones creció en ese período 3%. Es decir que la base económica, la base sostenible de esa economía creció al 43%. El gasto, en la dimensión menos exagerada –acá voy a presentar el caso menos favorable a mis argumentos; en Argentina tengo reservado para los debates el caso más favorable a mis argumentos, prepárense para la que tengo para el debate–, el gasto creció 90%. Entonces entre 90% y 43% no hay un problema doctrinario, no hay un problema ideológico, hay un problema aritmético. Porque lo más difícil de entender en mi país es que hay mucha gente que dice que no tenemos un problema de gasto. Claro, lo que nadie sabe es quién lo va a pagar, pero salvo esa dificultad menor, no hay problema. Sí, hay un problema enorme, que es lo que está detrás de las dificultades de competitividad de la economía. Si ustedes coordinan ese shock externo con esa inconsistencia de la política fiscal, la política de gasto público y el potencial de la economía, tienen una clara visión de lo que deberíamos realizar. Era claro desde bastante tiempo antes de que la nueva administración tomara el gobierno que teníamos ese problema. Alguna vez se me ocurrió advertir sobre esta dificultad y recibí alguna recusación, como es público y conocido. Es muy difícil en Argentina aceptar que teníamos una enorme dificultad y que lo que sociedad aspiraba no era posible entregarlo, no era factible ni sostenible lo que se había convertido casi en una cuestión tomada por dada. Ese problema de competitividad implicaba que los años de comienzo del nuevo siglo iban a ser años sumamente difíciles, años de esfuerzo de productividad, de esfuerzo de baja de costo, de esfuerzo de baja de gasto público, que iban a ser años sumamente exigentes. A mí me tocó ser ministro en tres carteras y les puedo asegurar que la dificultad de administrar esos presupuestos fue extraordinaria. Para darles una idea, mi cálculo es que entre 2000 y 2001 el gobierno debe haber bajado los gastos primarios en aproximadamente 5 mil millones de dólares. Quizás un poco más. Es un número espectacular, no saben lo difícil que fue. Pero claro, cuando uno compara la suba de 45 mil millones respecto a la baja de 5 mil, aunque fue un esfuerzo enorme, en relación al exceso era prácticamente un tratamiento homeopático. Entonces ese problema fue el que nos generó una situación tremendamente exigida, ese problema está presente y nos va a obligar a un esfuerzo continuado, en otros lugares ese problema se puede arreglar por el denominador, pero como ustedes saben nosotros tenemos alguna dificultad para hacerlo por el denominador porque lo hicimos mucho en el pasado. Siempre hay que recordar que Argentina le quitó 13 ceros a la moneda entre 1970 y 1991, entonces no es que nos cueste mover el denominador porque sí, cada cero es mil por ciento de devaluación, lo usamos tanto que lo hemos perdido. Entonces cuando se produce un desfasaje es complejo resolverlo.

En esto también quiero ser honesto. Cuando uno miraba en la perspectiva hacia atrás, dos años antes de la convertibilidad estuve trabajando en ese problema, en 1989, cuando vivíamos la primera hiperinflación. En ese año se estaba trabajando en diseñar un sistema que nos permitiera estabilizar. En esa circunstancia todo parecía muy difícil y recuerdo que estudiamos como moneda, como anclaje el dólar. Estudiamos el dólar porque entre 1929 y 1989 éste había tenido una inflación de mil por ciento, algo así como 4% por año; por década el dólar tenía una inflación de aproximadamente 50%-55%. En esta década le tocó 3%. Es injusto ponerlo en estos términos porque supone que si hubiéramos tenido ese 50% de inflación en el dólar nuestros liderazgos políticos hubieran sido austeros y capaces de contenerse. Yo he vivido esa realidad, quiero poner el problema en perspectiva, la idea de que si la circunstancia hubiera sido diferente nosotros hubiéramos mantenido la conducta es una idea compleja de sostener, pero de todas maneras es cierto que esa fuerte caída en la tasa de inflación internacional nos creó condiciones para que esa asincronía fuera difícil de resolver. Ese es el primer problema que tenemos, que sigue, que va a ser muy laborioso para nosotros y en última instancia explica por qué hemos venido bajo deflación en los últimos años. Tenemos una deflación, pero distinta de la japonesa. La japonesa es una deflación de exceso de ahorro y la nuestra es una deflación de problema de competitividad. Ellos pueden resolverlo con política monetaria, nosotros tenemos que resolverlo con sangre, sudor y lágrimas, con la menor cantidad de sangre posible, pero con mucho sudor y muchas lágrimas. Eso es complejo políticamente de sostener. Y ése es uno de los problemas centrales que tenemos.

El segundo problema que tenemos es de solvencia. Básicamente lo que nos ha pasado es que la deuda pública nos ha subido fuertemente. Nos ha pasado de un nivel de aproximadamente 33% del producto (PBI) a mediados de la década del 90 a un nivel cercano al 50% ahora. Pero lo que es más grave, la hemos venido contrayendo a spread y a tasa de riesgo país absolutamente excepcionales. Argentina debe ser el único país donde al tiempo que se da la temperatura se da la tasa de riesgo país. El grado de sofisticación financiera de la población hace que la concentración en estos indicadores financieros sea absolutamente excepcional. Les voy a confesar una cosa: cómo será de compleja esta cuestión, esta preocupación: el domingo pasado volviendo de Europa voy a misa y cuando finaliza la misa el sacerdote me llama y me dice “Doctor, ¿cómo está?”. “¿Cómo le va padre?”. “¿Cómo ve el tema de los depósitos?, los feligreses me preguntan por eso”. Con esto quiero decir que la concentración de nuestra opinión en esos temas es absolutamente excepcional. Uno se pregunta como se fue dando eso. Y eso se fue creando, primero porque era claro que había una inconsistencia en la política económica, pero sobre todo cuando recibimos el shock, a fines de 1997, la opinión del gobierno argentino en ese momento, de la sociedad y –muy importante– de nuestros acreedores era que sufríamos un shock temporario. Y como dice la literatura, cuando usted sufre un shock temporario –supongamos que pierde una cosecha siendo productor agrario– lo lógico no es que usted vaya al consumo de subsistencia de la horticultura que puede hacer en el sector trasero de su vivienda, sino que se endeuda, ajusta un poquito y a lo largo de las otras cosechas compensa esa pérdida. Si es un evento transitorio uno lo financia y ajusta un poquito. Durante los años 1997 y 1998 estuvimos recibiendo algo así como 18 mil millones de dólares. Para que se hagan una idea de lo que es la dieta, este año vamos a recibir menos de 5 mil. Ese proceso de corrección es como si a alguno se le ocurriera ponerme una camisa de fuerza dada mi reticencia a ajustarme a una ingesta adecuada. La camisa de fuerza haría el trabajo pero es sumamente costoso. Estamos teniendo esa camisa de fuerza que nos está presionando. En 1997 y 1998 todo el mundo hablaba de que era una cuestión transitoria que se corregiría el año siguiente.

En 1999 ya no era tan claro que eso fuera así pero en ese entonces el gobierno logró atenuar ese efecto vendiendo las licencias de las bandas telefónicas y las acciones YPF. En el año 2000 comienza la nueva administración y en marzo de ese año la percepción de que esto no era transitorio sino que tenía un carácter permanente empezó a hacerse carne en los acreedores, en la sociedad y en el gobierno. Básicamente eso fue lo que hizo tan difícil la gestión macroeconómica del año 2000, tan ajustado el programa. En Argentina se adjudicaba la dificultad para la recuperación a que el gobierno había tomado medidas impositivas muy duras. No, eso no es cierto. Lo que nos afectó fue que en la sociedad, en los demandantes de bonos argentinos se hizo carne la enorme dificultad que íbamos a tener porque el shock no era transitorio, sino permanente.

Cuando este debate se daba en el gabinete argentino, las primeras veces, en marzo de 2000 cuando el tema comenzó a mencionarse, yo observaba que cuando decía “permanente” y hacía toda esta reflexión –si es transitorio financia, si es permanente ajusta–, el derrumbe anímico era imparable. Si uno veía lo que era el shock que había que ajustar lo que había que hacer era de una dimensión extraordinaria. ¿Qué hacemos los argentinos cuando tenemos esa dificultad? En general inventamos un neologismo. Vieron que cuando tuvimos que recibir ayuda externa inventamos el blindaje, en vez de decir ayuda externa decimos blindaje. Cuando tenemos que hacer una gran operación de canje de bonos, el megacanje. Cuando tenemos que cambiar la política comercial, empalme. Para que pudiera seguir el ánimo y pudiéramos enfrentar el problema recuerdo que en aquella época inventé un neologismo que era “este shock es duradero”, que es un poco más que transitorio pero menos que permanente, cosa que pudiéramos enfrentar la dificultad y no nos desmoralizáramos de tal manera que nos fuera imposible hacer el esfuerzo. La cuestión de que este shock fuera duradero nos obligaba a políticas de encauzamiento, de restricción enormemente severas que yo diría que a pesar de llevarlas adelante la acumulación de deuda durante todo ese periodo ha venido siendo extraordinariamente elevada y comenzó a enfrentar hacia el último trimestre del año pasado severísimas dificultades. Esas severísimas dificultades que comenzamos a enfrentar fueron el recorte del acceso a los mercados de capitales. Hemos tenido recortado el acceso a los mercados de capitales desde el último trimestre del año pasado, tuvimos algún alivio durante el primer trimestre y a partir de allí una enorme dificultad de acceder al financiamiento, tanto externo como externo, lo que precipitó las medidas más recientes.

Esa crisis de solvencia no deja espacio: las economías no pueden ser insolventes. Si las economías son insolventes nadie invierte porque está indeterminada la tasa tributaria. En esas condiciones hemos sufrido lo inevitable macroeconómicamente, hemos subido un colapso de la inversión, que ha caído 30%. El producto ha caído 4%, pero la inversión ha caído 30%.

El tercer elemento de nuestras dificultades era menos importante pero ahora ha comenzado a ser el más importante. Es la cuestión de la incertidumbre. Durante todo este período nosotros tuvimos la sensación de que ese proceso iba a ser sumamente difícil y había incertidumbre en el sentido de la dificultad de poder apreciar si el gobierno estaba en condiciones de sostener ese esfuerzo, tanto en lo que hacía a la coalición interna del gobierno como en lo que hacía a la gobernabilidad, a la posibilidad de conseguir apoyo parlamentario para esas medidas, que desde el comienzo fueron de una extraordinaria dureza. Ustedes siguen con mucha asiduidad nuestra situación. Pero por ejemplo a mí como ministro de Defensa me tocó reducir los salarios nominales de las fuerzas armadas, que no eran altos, en una dimensión de dos dígitos. Les puedo asegurar que eso es difícil para cualquiera. A mí no me faltan agallas, pero es una decisión compleja de tomar. Hemos venido sometidos a ese tipo de exigencias permanentemente. Esa incertidumbre se fue volviendo muy aguda y sobre todo se fue convirtiendo en un problema muy serio hace aproximadamente un mes, cuando comenzó otro proceso. Permítanme hacer aquí una reflexión que creo que es útil para entender nuestro problema. En los países del mundo desarrollado, habrán visto el cuidado que se tiene en todos los países del mundo avanzado en el diseño de las instituciones monetarias, de la regulación financiera, en particular Alan Greenspan, de la Reserva Federal, es un funcionario no electo que ha pasado a través del gobierno Bush padre, de los dos períodos de Clinton y del presidente Bush hijo. Greenspan no ha sido elegido por nadie. Sin embargo cada vez que habla, cada vez que se va a pronunciar, está el Senado, la Cámara de Representantes, el presidente de Estados Unidos prestando una atención casi eclesial a sus palabras. Es decir que a un funcionario no electo se le da un nivel extraordinario de privilegio, de poder, y se le da una enorme responsabilidad. ¿Para qué eso? Para construir algo muy complejo en economías modernas, en economías avanzadas, en economías monetizadas, que es esa doble dimensión de la credibilidad, del credere, del crédito y la dimensión de la fe, de la fiducia. Las economías sofisticadas necesitan un sistema fiduciario, un sistema de crédito, necesitan que los depositantes crean que no hay nada más importante que tenerlos tranquilos, contentos y felices. Esto es no inquietos. Esa tarea explica por qué las autoridades monetarias son extraordinariamente importantes en esos países; hay otras razones, pero ésta que uno se olvida porque en general se da por descontado, hace a la institucionalidad de una economía monetaria. En Europa para crear esa credibilidad, para acentuarla, para hacerla competitiva con Estados Unidos la autoridad monetaria, los países ricos, poderosos, han cedido su soberanía a un Banco Central, y han cedido su propia moneda y han creado ese clima de previsibilidad, de tranquilidad, transfiriéndole poder no ya a un funcionario no electo de su propio país sino a un funcionario extranjero. En esas condiciones, si esos países requieren para dar credibilidad esas reglas tan severas, imagínense la que requerimos nosotros, que tenemos una historia complicada en ese aspecto. Hemos hecho algunas cosas, hemos tenido varios episodios de default, hemos incautado los depósitos en varias oportunidades, aunque esto no parezca cierto esto. Varias veces en nuestra historia hemos manoteado y esa circunstancia hace que la sensibilidad de nuestros depositantes sea extraordinariamente compleja. Hemos tenido pérdida de depósitos durante todo este año, casi 11 mil millones de dólares, pero desde hace un mes tenemos una pérdida complicada; una pérdida muy sistemática, y ese tema ha pasado a ser un tema como el del riesgo país.

Esa cuestión de incertidumbre, esa cuestión sobre si vamos a mantener las reglas, no ya las cambiarias, no ya las reglas de funcionamiento de la economía, sino los derechos de propiedad más elementales, está hoy en el núcleo de nuestras dificultades. Sólo en ese contexto, en ese marco es comprensible que desarrollaramos una nueva tecnología de gestión macroeconómica. En Argentina han pasado a ser contingentes los salarios y las jubilaciones. Es una cosa novedosa, en todos los países del mundo el gasto está dado y según los ingresos usted tendrá déficit o superávit pero normalmente los corrigen con una cadencia a los excesos o faltantes de recursos. Nosotros en esta restricción financiera, en esta dificultad y mirando a los depositantes hemos tenido que aplicar, ha tenido que aplicar Argentina medidas extremas. Tan extremas que nadie sabe lo que va a cobrar, va a cobrar lo que haya. Eso es difícil de transmitir por qué ocurrió, pero hay que ponerse en esa perspectiva de que los sueldos y las jubilaciones han pasado a ser contingentes: según lo que se recaude se cobra, y no es que se vaya a cobrar más adelante, se pierde, bajó y se perdió. Esa medida es muy difícil de entender si uno no se pone en el contexto y en la dificultad. Un diario argentino mientras yo estaba afuera sacó una caricatura riéndome de las cosas que han pasado. Ustedes saben que hubo algunas discusiones sobre cuál era el problema que teníamos, en marzo hubo en Argentina un gran debate sobre cuál era el problema económico que teníamos. Por supuesto hubo dos hipótesis, en economía siempre hay dos hipótesis: estaban los que decían que enfrentábamos un problema clásico de restricción de recursos, de escasez de recursos, tenemos una economía desequilibrada, vamos a tener que seguir políticas fiscales muy enérgicas. Y había otra versión mucho más atractiva –en economía siempre hay una opción atractiva; en ese caso en general sospeche, cuando hay una opción atractiva hay que sospechar–, teníamos una minusvalía anímica, habíamos caído de ánimo y si lo recuperábamos volveríamos a crecer y con el crecimiento íbamos a poder recaudar más, gastar más y no había ningún problema. Simplemente había que alentar esos espíritus reprimidos a hacer una terapia psicológica y los recuperábamos. La discusión, puesta en los términos correctos, el diagnóstico alternativo era de una severidad y hecho no en este tono jocoso sino con una adustez y un rigor que lógicamente en la sospecha hubo quien se sintió inspirado a buscar qué había de cierto en ese camino. Lamentablemente a los meses hemos visto que eso no era cierto, que ése no era el problema que teníamos y hemos tenido que volver al esquema más clásico de política económica. Claro que después de sufrir la frustración de encontrarnos con la restricción financiera en términos de que ya no nos prestaban. Cuando usted se encuentra con la restricción financiera de que no hay tasa a la que le prestan, empiezan a pasar las medidas que nuestro Parlamento ha aprobado el fin de semana. 

Estoy hablando aquí en ACDE esta tarde, pero por primera vez esta mañana di una conferencia en público después de dejar de ser ministro, he tratado de guardar la máxima reserva en mi país para hacer el espacio a la conducción política y económica del país para enfrentar una situación sumamente difícil, tenía que tratar de explicar cómo plantear este problema de la incertidumbre y la dificultad financiera y decidí que si lo hacía de una manera muy técnica y muy directa iba a no ser constructivo, y yo siempre me he propuesto, tanto en mi país como fuera de él, ser lo más constructivo posible. Entonces aprovechando mi paso por el Ministerio de Defensa utilicé temas de la historia militar. Imagínense cómo tratar una crisis financiera con temas de la historia militar. Ahora voy a pasar a usar esa tecnología que desarrollé esta mañana para contársela a ustedes, también con ese afán primero de que refresquemos nuestro conocimiento histórico, y segundo para obligarlos a pensar con esa sutileza que me evite ponerle nombre –no neologismos precisamente– a algunas de nuestras dificultades.

Cuando uno enfrenta una dificultad financiera como la que enfrenta Argentina, un problema de incertidumbre de esa naturaleza, se me ocurrió que el mejor caso era estudiar comparativamente las invasiones persas a Grecia varios siglos antes de Cristo. Como recordarán hubo dos invasiones. La primera era muy útil para que yo la utilizara en la explicación hoy. En esa primera invasión los persas son derrotados por la Confederación de Ciudades Griegas en la batalla de Marathón, a 42,5 quilómetros de Atenas. Grecia estaba muy tensionada por esa invasión y por el riesgo de que se derrumbara la civilización griega que iba a ser luego la civilización occidental. El general griego a cargo de la batalla de Marathón decide que uno de soldados de mejor estado físico corra desde la batalla hasta Atenas para llevar alivio a una población que esperaba sumamente angustiada el resultado donde se jugaba el destino de la civilización. Este soldado corre –y es famoso, por eso está la prueba atlética, los 42,5 quilómetros–, llega a Atenas y comunica a esa población profundamente angustiada “hemos vencido” y cae muerto.

Algo similar ocurre cuando uno comunica no sólo buenas noticias. Tengo la experiencia de haber sido mensajero y también me pasó algo, porque cuando usted revela el problema, bueno o malo, en general el mensaje es inaguantable, a veces para el mensajero.

El problema interesante no es el de primera invasión sino el de la segunda invasión. En este caso, los persas se decidieron a hacer la invasión de “verdad”. Juntaron alrededor de 450 mil hombres; piensen en lo que son 450 mil hombres cuatro siglos antes de Cristo, en ese tiempo, resulta abrumador. Los griegos estaban desesperados con lo que se venía, entonces comienzan a agrupar sus fuerzas desesperadamente, pero había que ganar tiempo, entonces una ciudad de Grecia que se ha vuelto histórica –los ministros de Defensa hemos tenido que aprender estas observaciones para incorporarlas a nuestras arengas–, en las Termópilas 300 espartanos detienen durante muchas horas el avance de ese gigantesco ejército cuyas flechas quitaban la luz al combate. Ahí se escribe quizás una de las historias más atractivas de la humanidad, donde Leonidas y sus 300 guerreros hacen un tributo significativo a la salvación de su civilización y su cultura. Los persas siguen avanzando, pero detenidos en su velocidad son enfrentados en el mar por el almirante griego Temístocles y son vencidos en la famosa batalla de Salamina.

¿A qué viene todo este cuento histórico? Nosotros estamos como los griegos: enfrentamos una amenaza singular, decisiva y en las próximas semanas. Y tenemos que ser exitosos con lo que tenemos. La verdad es que esta cuestión es como la batalla de Salamina; de las otras cosas hablaremos después de que la ganemos, porque si no la ganamos no vamos a continuar con la civilización que hemos conocido hasta ahora. Ese es el tema que hoy está detrás de los extravagantes niveles de riesgo. Está la duda de si vamos a tener la cohesión nacional, la energía, la decisión, la convicción, el coraje y el liderazgo para enfrentar esa adversidad. Como siempre pasan cosas. Por ejemplo tenemos un problema de esquizofrenia, durante el fin de semana nuestro Parlamento en un acto de enorme coraje aprueba estas medidas fiscales. Creo que ningún país ha aprobado medidas fiscales por las que los salarios y las jubilaciones públicas se vuelven contingentes. Pero lo patológico del problema fue que pagamos ese enorme costo y en lugar de explicarle a la población el valor que eso tenía, todos los legisladores que hablaron en la sesión parlamentaria insultaron la ley. Lo más curioso fue que la insultaban y votaban a favor. Imagínense que el almirante Temístocles tuviera que juntar sus naves y cada capitán dijera “qué desgracia que tengo que ir a esta pelea”. No, no. En esta pelea te jugás la cultura, la civilización y el futuro. En ese sentido esa dificultad, esa esquizofrenia que estamos sufriendo –comprensible quizás por la complejidad de nuestra incertidumbre– es lo que a veces nos impide acumular suficientes fuerzas para poder lidiar con esta adversidad.

Déjenme llegar al pronóstico. Mi pronóstico es muy simple: vamos a batallar como los griegos en Salamina. En Argentina, vamos a batallar, el gobierno y la sociedad van a batallar porque no tienen otra alternativa. En el caso de perder Salamina va a haber otra civilización y otra cultura.

Y permítanme hacer una última reflexión, para respetar el horario. Como me he hecho muy famoso en Argentina por mi preocupación presupuestaria y eso incluye los tiempos. También soy muy respetuoso de los tiempos. Hay una confusión a veces en el debate en Argentina sobre los costos que tendría el default. Esos costos a veces son subestimados en mi país, por dos razones: porque leemos mal la historia y porque leemos mal la experiencia contemporánea. Déjenme repasar la historia: Argentina hizo default dos veces, una en 1890 cuando casi volteamos el centro financiero de Londres, nos llevamos a la Baring y el Banco de Inglaterra se tuvo que hacer cargo –lo que era una cosa insólita en esa época– de un banco privado como era Baring. Cómo serán las circunstancias que durante 90 años después de ese default cumplimos siempre, en la década del 30 pagamos cuando nadie pagaba. Cómo habrá quedado traumatizada después de ese episodio nuestra elite dirigente. Seguramente ustedes lo habrán leído, Miguel Cané, que escribió Juvenilia, que era el delegado financiero argentino en Londres en esa época. Como verán los economistas de esa época eran un poco más sofisticados que nosotros, eran grandes escritores, tenían otros talentos. Cané le escribe Roque Sainz Peña, quien luego fuera presidente de la República: “Estimado amigo: estoy sumamente amargado, no te imaginas lo terribles que son estas negociaciones. Hay momentos en que no puedo dormir. Ayer en la Deutsche Review salió que Alemania debería invadirnos para terminar con nuestra indisciplina. Y yo no puedo dormir, pensar todos los sacrificios que hemos hecho y a los 80 años de nuestra independencia perderla me parece trágico. Me parece trágico formar parte de una generación que ha sido tan desordenada que puede llevar a nuestra patria a perder la independencia”. No era que Cané bebiera en exceso. Para poner la perspectiva, Egipto en 1882 no pagó e Inglaterra lo ocupó de 1882 a 1956.,Eran unas sanciones enérgicas. En esa perspectiva nosotros nunca dejamos de pagar desde 1890 hasta 1982. En 1982 se dio una conjunción de factores: se nos ocurrió desafiar a la NATO y los países de América Latina entraron en la crisis de la deuda. En ese contexto nuevamente tuvimos las dificultades del caso, y tuvimos un nuevo default.

¿Por qué este default no es comparable al problema que tenemos hoy? El default de 1982 lo pudimos hacer por una razón muy sencilla: en aquel momento podíamos diferenciar perfectamente los títulos de la deuda interna de las acreencias de los grandes bancos acreedores. Simplemente lo que hicimos en 1982 y en 1988: todos esos años tuvimos atrasos, nos normalizábamos un poquito y nos volvíamos a atrasar, pero siempre pagábamos los títulos internos de deuda. No nos salió gratis, porque obviamente detrás de esa falta de pago de la deuda, de esa falta de credibilidad, de ese derrumbe de los precios de la deuda argentina, finalmente se fueron acumulando las señales que nos llevaron a la hiperinflación, que nos llevaron a colapsar la inversión. Pero fue un proceso que pudimos prorrogar en el tiempo. En este momento no tenemos esa circunstancia. Los títulos que están afuera son los mismos que están adentro, no existen grandes acreedores a los que les podamos decir, como en 1982 y en 1988, “además de nosotros, usted también tiene una dificultad”. Eso no se puede hacer porque ahora son bonos que están distribuidos en el mundo, le hemos vendido a cada adventista de Austria un bono argentino. La posibilidad de refinanciar eso es enormemente compleja, entonces esa posibilidad no está a nuestro alcance. Básicamente no está a nuestro alcance porque detrás del portafolios de los bancos que operan en Argentina están los títulos de la deuda, los títulos de la deuda están detrás de los fondos de pensión, están detrás de nuestra compañía de seguros, detrás de fondos comunes de inversión, básicamente están en casi todas las transacciones del sector privado como colaterales, como garantía. Haríamos un desbarajuste de una magnitud inolvidable.

Aquí viene la segunda lectura equivocada: Ecuador, Indonesia y Rusia han hecho default, a lo mejor no ha sido tan grave: han sido caídas del producto de dos dígitos. Pero con una diferencia: en Ecuador hay una porción de la población que es indígena y una porción de la población que vive en la autoproducción y el autoconsumo, sólo una fracción pequeña de la sociedad está bancarizada. En Rusia venían de un régimen comunista: la bancarización y las prácticas capitalistas son distintas que en Argentina. Indonesia es una sociedad de un ingreso per cápita un sexto o un séptimo del de Argentina. En Argentina está todo bancarizado, si les colapsamos los activos a los bancos ¿qué creen que pasaría con los pasivos?, ¿qué creen que pasaría con el funcionamiento de nuestro sistema financiero? En esa dimensión lo que uno sabe es que si hay un default las consecuencias sobre una sociedad avanzada como la argentina en términos de su organización financiera, de sus prácticas fiduciarias, de su nivel de intermediación financiera, de su cadena de pagos, serían catastróficas. Eso explica por qué hemos tenido que llegar a estas medidas extraordinariamente exigentes.

Concluyo aquí. Creo que es muy importante para Uruguay y para nuestros vecinos que nos vaya bien en Salamina. Hay muchos que tienen la tesis de que se va a poder crear un cordón sanitario alrededor nuestro y de que van a tener a Argentina como conejillo de Indias para un nuevo experimento. Yo les aconsejo a todos los que van a tener que cooperar con nuestros esfuerzos, creo que vamos a tener que hacer todos los esfuerzos del caso pero es probable que necesitemos alguna cooperación, que no subestimen el problema. El contagio no sólo se da en los bonos, el riesgo que hay ahí es muy profundo.

Espero haberles trasmitido el panorama, las dificultades, espero haberlo hecho de una manera comprensible, y después de que triunfemos en Salamina seguramente ACDE me volverá a invitar para contarles cuáles son las perspectivas de la continuidad de la civilización. Ahora estamos demasiado entretenidos en nuestro proceso de salvarnos. Muchas gracias.

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EC - Pasamos al tramo de preguntas y respuestas. La primera pregunta no lo deja respirar, agarra la historia en el punto en el que acaba de dejarla: “¿Cuáles son las chances de ganar la batalla de Salamina? ¿Qué valores jugarán a favor de este posible acontecimiento?”.

RLM - El primero es que nos va la vida, el problema es demasiado importante para ignorarlo. En eso creo que la drasticidad de las medidas da una idea. Creo que vamos a jugar muy a fondo porque no veo una alternativa sencilla. Obviamente, cuando hay una situación de desconfianza lo único que uno sabe es que nunca más se debe permitir este lujo. El miedo que estamos pasando es enorme, y ninguna sociedad debe jamás soltar a Frankenstein para ver cómo es. Así que vamos a luchar con todo lo que tenemos. Vamos a hacer lo posible y lo imposible para ser exitosos. Estoy seguro de que de ésta nos quedó una lección inolvidable: ya no sólo vamos a ser firmes en materia monetaria, vamos a ser muy firmes en materia fiscal. Creo que cuando nos digan que es transitorio en vez de permanente, siempre vamos a hacer como me enseñaron hace muchos años cuando integraba los cuadros del Fondo Monetario Internacional: siempre sospeche que es permanente, si es transitorio ya va a tener tiempo de dar vuelta. Es más fácil corregir primero y después aflojar que tomarlo como transitorio y después corregir. En términos políticos eso es difícil hacerlo pero me parece que ha quedado esa lección inolvidable.

En cuanto a la posibilidad de éxito en el corto plazo; ustedes se imaginarán que elegí ese ejemplo de la historia militar no por casualidad, lo elegí porque me impide hacer un pronunciamiento y una probabilidad. Además elegí un ejemplo exitoso; ¿qué hubiera pasado si hubiera elegido el Alamo? Houston no llegó al Alamo. Así que miren mi optimismo que elegí una batalla que se ganó. Elegí a Temístocles, no elegí una de las batallas que se han perdido. Como ministro de Defensa también tuve que aprender las que se perdieron, así que elegí el ejemplo de una batalla que se ganó. Y espero que ganemos. Si hay deseo de ganar es verdad, ahí no puedo pedir racionalidad, nos estamos jugando la vida, ésa es la verdad. En esa condiciones pretender que uno racionalice el resultado adverso… Obviamente tengo mis presunciones pero va a ser imposible que las descubran.

EC - La segunda pregunta va por el mismo lado pero se detiene en un aspecto de la cosa. Consulta si el ajuste de gastos en el sector estatal, más el aporte de nuevos impuestos logrará, a su juicio, cerrar la brecha entre la capacidad contributiva de la economía y la suma del gasto total.

RLM - Para ser honesto, eso da bien en los tres primeros meses. Quiero decir, da un número terrible pero razonable hasta octubre. En noviembre y diciembre da un número estremecedor, pero me parece que ese problema está tan lejos… Salamina es en agosto, si uno hace los números de noviembre y diciembre, que están hechos desde hace bastante, pero nadie los había publicado, hoy uno los publicó en el diario. Para decirlo fácil: hasta octubre es razonable; en noviembre y diciembre habrá que hacer algo enorme. Espero que si tenemos éxito en Salamina se produzca un círculo virtuoso, porque si no la corrección de noviembre y diciembre es enorme. Pero la corrección de noviembre y diciembre es si tenemos éxito en Salamina. Después de ese éxito –ustedes saben lo pizarreros que somos nosotros– vamos a tener otro ánimo para enfrentar el problema. Pero obviamente hay una dificultad en noviembre y diciembre.

EC - O sea que en el mejor de los escenarios hay otro ajuste por delante.

RLM - Hay una dificultad muy seria en noviembre y diciembre para poder cumplir los números con la rebaja de salarios y jubilaciones prevista en la estrategia que se va a aplicar entre agosto y octubre. Ahí los números son muy exigentes en noviembre y diciembre; en noviembre por la gran concentración de intereses y en diciembre por el pago de aguinaldo. Pero la verdad –quiero trasmitirles esa sensación porque eso es lo que hay que mirar– es que noviembre y diciembre me parecen muy lejos. El problema que tenemos es hoy, parar la salida, tenemos que cortar la hemorragia. Es como si ustedes perdieran 1,5 litro de sangre y en el camino al CTI les preguntaran “¿Cuándo vuelve a jugar al tenis?”; “¡Qué Dios sabe!, déjeme que la transfusión llegue!”. Dios sabe, el problema hoy es la transfusión, ése es el tema.

EC - ¿Cuáles son las razones que explican que el mercado no dé señales de apoyo que hagan bajar el riesgo país?

RLM – En eso yo no estoy de acuerdo, creo que ahí hay una lectura superficial. La verdad es que los países desarrollados, serios, responsables del planeta no establecen esas instituciones financieras con ese cuidado. Ustedes vieron que los funcionarios de los bancos centrales son siempre extremadamente cuidadosos, ponderados, prudentes, atildados, pero básicamente ¿por qué es eso así? Hay que tener mucho cuidado. Yo les hablaba del problema del crédito y de la fiducia. Pero hay otro problema muy complejo que sólo se entiende cuando se desarrolla. Una vez que usted saca el riesgo empieza a operar gente que dice “a mí me parece que esto no va a salir bien”. Y en consecuencia se van a producir cambios de precios relativos en los bonos que dan una oportunidad de ganancias inolvidables. Entonces hay unos cuantos personajes –en Londres, New York, Hong-Kong, Singapur– que como hemos vendido bonos en todos lados, vende bonos que no tiene, bonos futuros, vende masivamente bonos futuros. Entonces la oferta de bonos que hay en el mercado no es sólo la que nosotros emitimos sino que además hay unos cuantos tipos que dicen que tienen más bonos que los que tienen. Venden y venden, y cada vez que el gobierno produce alguna medida salen a vender. Es como si el gobierno emitiera... tenemos un déficit descomunal, porque hay quien vende bonos a futuro. Esa acción, que es un juicio sobre el futuro, genera lógicamente riesgos extraordinarios. En mi país se le llama actividad especulativa, pero básicamente es una actividad de cobertura. Usted nunca jamás tiene que hacer una macana, no sólo porque es sano portarse bien sino también porque no sabe las fieras que se desatan cuando se mete en líos. No sabe lo que puede empezar a ocurrir. Empiezan esas ventas, no sólo de lo que yo diría son los arbitrajistas, empiezan ventas de gente que tiene que cubrir propiedades en Argentina. ¿Cómo hace para cubrirse si invirtió mucho en Argentina? Empieza a vender bonos que no tiene a argentinos en el exterior, y si alguna vez ocurriera el evento que no me gusta, que me vuelve loco… ustedes pueden cubrir la pérdida argentina habiendo vendido bonos en el exterior. Por esas razones una vez que usted desata esto empieza a jugar en el planisferio mundial, empieza a jugar con jugadores muy complejos y sofisticados. Es por eso que vamos a tener que hacer todos los deberes y también vamos a necesitar ayuda, pero no una ayuda para gastar, una ayuda para mostrar. Porque con toda la especulación fuerte que hay de venta si llegan a creer que pagamos van a tener que comprar bonos que no hay, los bonos no están. 
Cuando el gobierno argentino anuncia la política de déficit cero los bonos caen 200 puntos y automáticamente comienza una ola enloquecedora de venta. Conozco uno que me dice todos los días “me parece que esto se cae”. El otro día estaba en una conferencia telefónica –es un gran operador internacional–, llego y me dice: “¿Sabe que viene Taylor, el segundo del Tesoro, a Argentina? ¿Qué tiene que ir a hacer a ese lugar, de nuevo salvando a los que han comprado esos títulos a tasas extravagantes?”. El los tiene vendidos a esos títulos, pero cuidado con ese problema, cuando uno mira el riesgo tiene que tener cuidado. La lección que hemos aprendido de esto también es inolvidable: nunca más hay que hacer estas cosas. Cuando salgamos de Salamina la corrección de nuestras instituciones fiscales tiene que ser inolvidable para que nunca más tengamos esta vulnerabilidad.

EC - Justamente, le preguntan qué importancia le asigna a la llegada de Taylor a Buenos Aires prevista para mañana.

RLM - Ninguno de nosotros lo sabe, pero como estamos en este juego planetario, para jugar algún apoyo a Salamina déjeme decir que a lo mejor viene a coordinar el programa de ayuda para poner nervioso al que vende.

EC - ¿Qué posibilidades encuentra de que Argentina reciba ayuda internacional?

RLM - No lo sé, no lo voy a decir. En este juego es conveniente que nadie sepa si la vamos a tener. No es un tema fácil. Argentina ya recibió dos paquetes gigantescos de ayuda, no puede ser un país que tenga problemas y todos los meses salga a pedir ayuda. El año pasado en noviembre tuvimos el comienzo de estas dificultades y nos dieron un paquete de apoyo formidable. Nos daban un paquete de apoyo financiero formidable a cambio de que hiciéramos reformas en los próximos 40 años. Las reformas que teníamos que hacer era mejorar el régimen previsional, suprimir la parte pública del mismo que por supuesto da déficit. Tenemos un sistema que no hemos transformado de un régimen de reparto a uno de capitalización, pero hay todavía una fracción en el régimen de reparto. La reforma era transformar todo en el régimen de capitalización y la segunda era alargar las edades. Como decía un ministro en el gabinete “darles más tiempo a las mujeres para que permanezcan en el mercado laboral”... es una forma positiva de decirlo. Ese mecanismo, más una reforma en el seguro de salud. Estas reformar operaban en los próximos 40 años, producían un gran superávit en los próximos 40 años y a cambio nos dan una ayuda al contado. Agarramos la ayuda al contado, la gastamos y la reforma todavía no está. Ahora tenemos el problema de que si vamos a recibir ayuda tenemos que arreglar el track-record. Tenemos que hacer todo lo que no hicimos hasta ahora. La dificultad no es menor. Otra cosa: ¿qué indicador mira nuestros depositantes para saber si es riesgosa o no la situación? Miran el riesgo país y dicen: hasta mil se pueden tener depósitos, entre mil y 1.100 hay que revisar, arriba de 1.100 hay que pensar seriamente. El indicador del riesgo país se ha vuelto el argumento principal de la función de demanda de depósito. Necesitamos abatir el riesgo país porque si no la gente empieza a pensar que hay problemas con los depósitos. ¿Se dan cuenta de la magnitud del lío? Por eso es tan complicado el problema para nosotros. En muchos países de América Latina he escuchado proponer como solución no pagar la deuda externa: no saben en qué lío se están metiendo, nosotros tenemos un lío descomunal sólo ante la sospecha del problema. No es una sospecha abstracta, es una sospecha efectiva. Es un tema muy delicado, hay que ser muy cuidadoso, por eso la lección que uno saca es que hay que ser sumamente prudente en esta cuestión. Espero que seamos prudentes y, lógicamente, que corrijamos los errores que tuvimos en los paquetes de ayuda previa.

EC - El título de esta conferencia es “La economía argentina y su impacto en Uruguay”. De Uruguay hasta ahora usted ha dicho poco. Al final de la disertación a propósito de lo que puede pasar en los próximos meses en estas semanas cruciales y sobre cómo se observa eso desde nuestro país usted dijo algo así como “cuidado, esto es importante, miren que el contagio no se da sólo en los bonos, los riesgos son muy profundos”. ¿Cuáles son esos riesgos para Uruguay?

RLM - Me referí al comienzo a que iba a desarrollar un caso y que dejaba al oyente y al lector el otro caso. Por muchas razones, primero por el afecto que me une a Uruguay y segundo porque lógicamente sería muy temerario de mi parte hacer un juicio sobre este país. Ustedes saben cuál es la diferencia: si Argentina tiene esos problemas es lógico que va a tener enormes ajustes en materia de precios –y ahí no van a ser paramétricos– y de volúmenes. Si nosotros no tenemos éxito en Salamina esas dos cosas van a actuar muy negativamente. No necesito extrapolarles las consecuencias que eso va a tener sobre nuestro vecino, va a tener consecuencias porque estamos muy integrados, porque no hemos globalizado, la cercanía en materia de comunicaciones, vinculaciones e integraciones son muy grandes y ese efecto va a impactar seguramente sobre nuestro vecino. La diferencia más importante la pueden hacer ustedes, obviamente hay otro componente. Siempre recuerdo que en las décadas del 60 y del 70 los políticos argentinos, los hombres que ejercían el poder, decían que no había que prestarle atención al dólar paralelo. Hubo uno que llegó a decir “¿quién ha visto un dólar?”. Por supuesto, la única información que era relevante era cuánto cotizaba el dólar en Montevideo en términos de nuestro peso; ahora está de moda decir que no hay que prestarle atención al riesgo país. La desventaja de Montevideo para los gobiernos argentinos era que la Policía Federal no podía venir a hacerse cargo de suprimir las cotizaciones. Ahora hemos descubierto que esta información del riesgo país está disponible aun cuando es feriado para nosotros. Claro, porque se verifica en Londres, en Estados Unidos. Ustedes saben que preocupados por este tema los talibanes han suspendido Internet, para que nadie pueda recibir información del resto del mundo. Pero me parece que ése no es el régimen que yo guisaría como marco de referencia para nuestro futuro. La comunicación es muy vigorosa, y no sólo en materia de información, así que la diferencia háganla ustedes.

EC - Las preguntas que vienen son todas sobre Uruguay. “Teniendo Argentina tanta influencia sobre nuestro país, ¿cómo se entiende que de un lado y del otro del Río de la Plata haya tanta diferencia en los riesgos país?”.

RLM - Hay una historia financiera muy diferente. Creo que Uruguay ha sido –es una enorme virtud– extremadamente cuidadoso en preservar la calidad de su crédito, la confianza en sus instituciones financieras, la confianza sobre su regla de contratación, la coherencia de sus políticas fiscales y monetarias, ha hecho un esfuerzo demoledor para convertirse en investment grade, lo ha logrado. Argentina no ha logrado acercarse a eso, en los mejores momentos no logramos acercarnos a un investment grade. Creo que la diferencia está en la reputación y en la historia. Yo he vivido muchos años en Uruguay y nunca escuché la idea de incautar los depósitos, de transformar los depósitos de siete días en tres años, de dejar de pagar. Esas cosas que pasaron no pasaron acá, el capital tiene una historia descomunal, no se olvida de nada y cuando usted hace una cosa de éstas queda en la memoria por mucho tiempo, porque quiere decir que usted en una emergencia es capaz de hacerlas. Ese es el problema que tenemos con los depositantes, si no hubiéramos hecho nunca el plan Bonex no tendríamos el problema que tenemos, pero habiéndolo hecho una vez alguien dice “acuérdese de que en esa emergencia…”. Por eso yo creo que debemos aprender de Uruguay. Una vez invitado por ACDE, a fines de 1999, hice una referencia a que nuestro gran objetivo, nuestro objetivo decisivo, importante como país, debía ser parecernos a Uruguay, lograr alcanzar el riego país que tenía Uruguay, lograr alcanzar esas tasas de interés, y que eso era todo un programa de gobierno. Porque si lográbamos a alcanzar ese riesgo país íbamos a tener extraordinarios beneficios, no sólo en materia de solvencia fiscal, también en materia de inversión, de empleo, de distribución del ingreso. ¿O ustedes creen que tener esa incertidumbre es progresista? Esa incertidumbre lo único que hace es tremendamente escaso el capital, tremendamente caro el capital y tremendamente barato el trabajo. No hay política más regresiva que ser irresponsable fiscalmente, no hay política más desestructurante en una sociedad que ser irresponsable fiscalmente.

(Aplausos)

RLM - Ser irresponsable fiscalmente destruye las perspectivas del progreso de la inversión, del empleo, pero sobre todo destruye y afecta mucho más a los sectores más débiles, más pobres, más desvalidos de la sociedad. No me extraña que haya diferencia. Lo que lamento -y lo digo con enorme dolor, con el dolor de un protagonista–, es que no hayamos podido lograr ese esfuerzo, con el cual desde el primer día el gobierno que tiene hoy Argentina estuvo comprometido. La dificultad de la crisis, la envergadura y quizás la fragilidad y la debilidad de la propia coalición de gobierno, no haber discutido quizás con la claridad y la precisión necesarias, haber usado el tiempo de las campañas electorales quizás sin la lucidez y la eficacia con que se deben usar, en las campañas electorales hay que crear un compromiso sobre lo que uno va a hacer y sobre las posibilidades reales, las campañas electorales son una oportunidad de docencia. Cuando usted hizo campaña electoral con una explicación y tiene que hacer todo lo contrario, les puedo asegurar que no se imaginan lo que es el esfuerzo de ese cambio. Ese componente complejo cultural de una sociedad es una gran ventaja que tiene Uruguay sobre sus vecinos, es un activo formidable y si mi admiten algún consejo: no lo descuiden, no saben lo que es estar del otro lado del sol ni traten de descubrirlo por experiencia propia.

EC - En la pregunta había un implícito, que era también el riesgo de contagio. ¿En qué medida el riesgo país de Uruguay está en riesgo por lo que pasa en Argentina.

RLM - No me animaría a hacer un juicio ahí, simplemente diría que históricamente Uruguay pudo convivir con situaciones muy extremas en Argentina y Brasil y lo hizo preservando la solidez de sus instituciones y con gran eficacia. No va a ser un tiempo fácil, eso es cierto. Pero creo que la historia revela que han tenido la aptitud, la capacidad, la prudencia de haber podido actuar preventivamente y acumulado los recursos para lidiar con esa circunstancia. No veo por qué va a ser diferente que en el pasado, por qué no van a ser exitosos como lo fueron en el pasado.

EC - La pregunta era por la ubicación geográfica, en qué medida la vecindad influye.

RLM - Cuidado con esto que digo de ser exitoso. A veces me ha pasado, siendo miembro del gabinete argentino decía “qué éxito hemos tenido, hemos superado la dificultad”. Y la verdad es que durante un tiempo largo en esta situación tan crítica pudimos cabalgar las dificultades. Pero había gente que me escuchaba y decía “¿pero cómo usted considera que esto es éxito?”. Usted no sabe lo que puede pasar, pues el problema es conjetural. No es cómo le va respecto a cómo estaba sino cómo le va conjeturalmente con la alternativa. En ese sentido, sometido a shocks muy severos he visto a Uruguay desempeñarse exitosamente en este marco, respecto a cómo le ha ido a los vecinos. Infiero que esa circunstancia está disponible. Obviamente, si la adversidad en Argentina y Brasil es muy aguda va a tener un efecto.

EC - Junto tres preguntas que tienen que ver con un mismo tema. ¿Cómo visualiza el futuro de la competitividad del sector real uruguayo, teniendo en cuenta que se ha aplicado un gradualismo cambiario frente a medidas más amplias en cuanto a modificaciones y correcciones del tipo de cambio, tanto en Argentina como en Brasil? ¿Considera práctica y positiva la adopción de un tipo de cambio diferencial para exportadores, como se resolvió en Argentina? ¿Es válido para Uruguay donde hay una economía totalmente dolarizada y cualquier devaluación genera un deterioro importante en empresas no exportadoras y población? Hay quienes piensan que puede ser aplicable por esa realidad.

RLM - Jamás me pronunciaría sobre esa pregunta. Obviamente sería de una audacia muy grande hacer un comentario sobre eso. Después de los elogios que he hecho imagínense que dijera que Uruguay tiene que cambiar el régimen cambiario. Aunque lo pensara, jamás lo diría en público. Pero déjenme hacer una reflexión sobre dos afirmaciones que hay allí que creo que son importantes. Primero, en realidad las medidas que Argentina ha tomado en política comercial son básicamente medidas que de alguna manera disminuyen los incentivos fuera del Mercosur y básicamente han estado orientadas a tratar de lidiar con la enorme devaluación brasileña. Si tuviera que hacer una reflexión –aquí viene el segundo punto–, diría que claramente el experimento de integración económica en la región requiere de aquí en adelante de un grado de coordinación macroeconómica muy acentuada. Me parece que el esquema de dejar libre al país más grande de la región a que devalúe más de 100% y que esa devaluación cree un cataclismo en sus vecinos, no es consistente con la integración económica. Para que haya integración es vital que haya coordinación macroeconómica y si no hay coordinación macroeconómica y reglas muy severas en esa materia el destino de la integración es al menos… déjenme expresar un serio escepticismo. Me parece que si lográramos coordinar macroeconómicamente muchas de las disfuncionalidades y de las medidas extemporáneas que se han tomado no existirían. Me parece que sería bastante más sencillo. Creo que tenemos que tomar la región como una enorme oportunidad, y ya que estamos llegando al fin de la exposición déjenme terminar con una nota optimista: como ministro de Defensa de Argentina –ahora ex ministro– me han invitado varias veces a recorrer y asistir a conferencias internacionales. Iimagínense cómo debo disfrutar ahora que tengo una nueva expertisse. Me tocó ser ministro de Defensa y he logrado llevar adelante el presupuesto de la defensa argentina gastando el 0,6% del producto (PBI), sin contar el régimen de retiros. No ha sido fácil. Asistí a una reunión en Alemania, Berlín, sobre las políticas de defensa de los países emergentes donde repasábamos la situación de seguridad internacional y veíamos en el este de Asia, en Corea, una situación de tensión extraordinaria, ustedes saben que cada vez que hay un problema Corea del Norte hace pasar un misil por arriba de Japón. Ahí hay una situación sumamente compleja, para no mencionar la situación entre China y Taiwán, o si quieren Indonesia y los problemas que ha habido en East Timor; córranse un poquito y tienen a Birmania que se ha convertido ya no en la capital sino en el país del narcotráfico, un poquito más hacia el sur de Asia y tienen las dificultades entre India y Pakistán. Uno de los generales indios que asistía como experto en defensa decía que afortunadamente el presidente de Pakistán iba a visitar India. Imagínense si cada vez que el presidente Batlle visita Argentina nosotros hiciéramos una celebración como un progreso de nuestra defensa colectiva. Si se desplazan al Medio Oriente no necesito abundar sobre la materia.. Córranse hacia el sur de Africa con los problemas de defensa, de seguridad, de tolerancia y de supervivencia. Muévanse hacia Europa hacia los Balcanes, cuando yo estuve en esa zona estaba el problema de Macedonia. En Rusia se les hundió un submarino y uno de los almirantes rusos dijo que ese problema podía ser 10 veces el de Chernobyl. Imagínense el clima que hay allí. Vayan al norte de Sudamérica y tienen allí una situación sumamente compleja. A mí me tocaba exponer, como experto de defensa de Argentina, cuál era nuestra situación, y dije: “Hemos llegado al siguiente estado de cosas: no tenemos conflictos limítrofes, raciales ni religiosos. Hemos acordado con nuestros vecinos no tener riesgo en materia misilística, atómica, química y bacteriológica. Los submarinos de Argentina se tratan, corrigen y hacen mantenimiento en los astilleros de Río de Janeiro, las turbinas de las fragatas brasileñas son reparadas en el astillero de Puerto Belgrado, los aviones de navegación naval argentina aterrizan en el portaviones brasileño, el principal destructor de la flota argentina ha sido reparado y ampliado en los astilleros de Talcahuano, hacemos maniobras conjuntas con nuestros vecinos, la integración y la cooperación de las fuerzas armadas argentinas con las uruguayas es sumamente elevada y he tenido la oportunidad de presidir varios ejercicios de capacitación y de cooperación. Es un lugar donde gastamos muy poco en defensa y donde tenemos patrullas antárticas comunes, donde tenemos un grado de cooperación excepcional”. Después de terminar la exposición todos me miraban: “¿Y qué problemas tienen ustedes?”. “Ah, déjenos a nosotros que va a ver lo que podemos hacer”. Muchas gracias.

EC - En nombre de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa le agradecemos al economista Ricardo López Murphy su presencia, su disertación, sus respuestas. Les agradecemos a ustedes que nos hayan acompañado y presentado interrogantes. Los invitamos a encontrarnos antes de la despedida para un brindis.

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Transcripción: María Lila Ltaif






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