Conferencia
del ex ministro de Economía argentino, Ricardo López Murphy, organizada
por la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE)
Evento desarrollado el jueves 2 de agosto en el Complejo Punta
Cala
EMILIANO COTELO:
Buenas noches. Es cierto, todos observamos diariamente el comportamiento
de la economía argentina . Se ha instalado como una preocupación
constante. Hoy las cosas anduvieron un poco mejor en Argentina:
el Merval subió 1,9%, los títulos públicos recuperaron 4,7% y el
riesgo país bajó, pero de todos modos quedó en una marca altísima,
1.600-1.607 puntos. Las inquietudes con las que ustedes llegan a
esta sala, en este jueves 2 de agosto, seguramente son muchas y,
como decía recién el presidente de ACDE, da la sensación de que
nuestro invitado de hoy es una persona particularmente apropiada
para intentar dar respuesta a las preguntas que ustedes puedan tener.
Estamos hablando de Ricardo López Murphy, licenciado en Economía
por la Universidad Nacional de La Plata, Master of Arts por la Universidad
de Chicago; fue ministro de Economía hace pocos meses. Antes había
sido ministro de Defensa, durante la primera parte de la administración
De la Rúa. Es consultor de FIEL, la Fundación de Investigación Económicas
Latinoamericanas, de la cual fue economista jefe. Fue asesor del
gabinete del presidente del Banco Central de la República Argentina.
Ha sido consultor del Fondo Monetario Internacional, del Programa
de las Naciones Unidas para el Desarrollo, del Banco Mundial, del
BID, de la CEPAL. Aquí en Uruguay fue durante muchos años asesor
del Banco Central y tiene además trayectoria docente en la Universidad
de La Plata, en las universidades de San Andrés, Mar del Plata,
Buenos Aires y también en la Universidad Argentina de la Empresa.
Ustedes lo conocen, no hacen falta más presentaciones; lo invitamos
a hacer uso de la palabra. Con ustedes el economista Ricardo López
Murphy.
RICARDO LÓPEZ
MURPHY:
Gracias a ACDE por la invitación y a ustedes por venir a escucharme.
Como ustedes lo saben muy bien, es para mí un enorme placer volver
a estar en Uruguay, en Montevideo, un país al que admiro y quiero
profundamente, con el cual estoy enormemente identificado y en el
cual he pasado momentos enormemente gratificantes en mi vida. No
puedo exagerar en esto, porque como no estaba con mi esposa tengo
que tener cuidado de no decir que esos momentos fueron demasiado
buenos. De todas maneras, dados los índices de riesgo que tiene
Argentina es inevitable ponerle algún grado de jocosidad al tema
para no perder el temperamento y la voluntad de enfrentar las dificultades.
La economía argentina está viviendo un momento sumamente difícil.
A decir verdad, desde hace varios años viene viviendo una circunstancia
particularmente exigente y compleja. Como es inevitable cuando uno
tiene que hacer una presentación de esta naturaleza, no es posible
recoger todos los elementos de esa realidad. Por una restricción
de tiempo y para poder hacerla operativa, vamos a hacer lo que hacen
los cartógrafos: el mapa más fiel es el propio territorio, ése es
el que nos sirve. El mapa que sirve es aquel que recoge los elementos
más decisivos, más importantes, más notorios del paisaje; eso es
lo que voy a tratar de hacer y voy a tratar de centrar de manera
que podamos apreciar en conjunto el problema que Argentina enfrenta
y cuáles son los posibles caminos que tanto la sociedad y el gobierno
como la propia economía van a recorrer en los próximos meses, que
seguramente son lo más difícil de pronosticar y seguramente vendrá
hacia el final.
¿Cuáles son los problemas esenciales que tenemos? Básicamente tenemos
cuatro problemas. El primero es un problema de competitividad. Argentina
tiene un problema de competitividad que nace de dos vertientes:
una fue un formidable shock externo que recibió nuestra economía
y buena parte de la región; voy a hablar de Argentina, pero ustedes
pueden como los libros que dicen “dejamos al lector el ejercicio”;
ustedes saben qué ejercicio tienen que hacer. El shock estaba compuesto
de tres elementos. En primer término una fuerte caída del precio
de los commoditties que exportamos; recuerden que Argentina es un
país riquísimo en recursos naturales, y esa circunstancia hace que
su nivel de actividad y el nivel de vida de la gente dependan mucho
del valor de los recursos naturales. Caídas en los precios de los
commoditties que generan una contracción en el potencial de la economía.
Hemos tenido una caída del orden de 30% y del 40% en estos precios;
cuando uno dice 30%, 40% a veces pierde la dimensión de lo que se
trata. Permítanme poner un ejemplo, que como tal es una grotesca
simplificación. Supongan que el producto tiene un valor de 100,
con 50 de valor agregado y 50 de insumos; una caída en el precio
de 40 significa que el valor agregado ha caído prácticamente en
80%. Esto es, la contracción que los recursos nacionales pueden
estar en condiciones de enfrentar es mucho mayor que la que se percibe
en los precios. En el valor agregado básicamente hay tres cosas:
ganancias y amortizaciones, salarios y gasto público. Si en esa
contracción tienen un insumo que dice “a mí la corrección no me
toca”, la presión que desarrollan sobre el sector privado, sobre
el resto de la economía, es de una dimensión muy importante. No
olviden que Argentina tiene un régimen de absoluta inflexibilidad
cambiaria; como siempre algún escape tenemos, inventamos algún neologismo.
Ahora a los cambios en la política comercial les llamamos “empalme”.
Cada vez que tenemos alguna dificultad inventamos algún neologismo,
así que cada vez que tenemos un neologismo prepárense porque se
viene algo. De todas maneras ese shock ha sido muy significativo
y ha afectado a los commoditties. En realidad ha afectado a los
commoditties pero también al resto de los precios porque los países
con los que nosotros comerciamos tuvieron todos una fuerte corrección
cambiaria. La más significativa, la más decisiva, fue la de Brasil.
Pero también Chile ha tenido una fuerte corrección cambiaria y también
Europa la ha tenido. Es decir que no sólo nos comimos la caída del
precio de los commoditties sino que también tuvimos una caída de
los precios en dólares de nuestros principales socios comerciales.
Como si esto fuera poco, como un país que usó extraordinariamente
el ahorro externo, el mercado externo de capitales, también sufrimos
las crisis y el encarecimiento que se produjeron luego de los episodios
de Asia y Rusia, y ese encarecimiento también contrajo el valor
agregado nacional disponible, el valor agregado que quedaba para
las actividades.
Ese shock externo fue de una dimensión enorme. Si tuviera que hacer
un comentario, creo que el gran problema de Argentina fue que nos
costó mucho tiempo percibir la importancia y magnitud que tenía
y el esfuerzo que iba a implicar hacia adelante superar esa situación.
Por otra parte, ese shock vino compuesto por una gran inconsistencia
entre la política fiscal y la política cambiaria. Cuando digo que
hubo una gran inconsistencia me estoy refiriendo básicamente a lo
que es más relevante de la política fiscal, que es el nivel de gasto
público. En Argentina ha habido un gran debate, pero un debate desgraciado,
planteado en términos ideológicos, doctrinarios. Ese debate es legítimo
cuando es ideológico o doctrinario. Por ejemplo, ahora vengo de
Europa, de una reunión en Alemania donde se discutía si el gasto
tenía que crecer en el programa decenal al 2,25% como planteaban
los socialdemócratas, al 2% como planteaban los cristianos demócratas
o al 1,75% como lo formulaban los liberales. Lógicamente, en ese
volumen, en esas diferencias, el debate es doctrinario, es ideológico,
pero ¿qué pasó en Argentina en la década del 90? En ese período
no tuvimos un debate doctrinario, tuvimos un problema aritmético:
la economía en volúmenes –y recuerden que en economías pequeñas
como la argentina, lo que está bajo nuestro control son los volúmenes,
cuando aumentamos la productividad aumentamos los volúmenes, cuando
mejoramos el empleo aumentamos los volúmenes, los precios son paramétricos
para nosotros, vienen determinados–, el producto –que es una medición
de volumen– creció entre 1991 y 2000 aproximadamente 40%. El índice
de precios implícitos en la canasta de nuestras exportaciones creció
en ese período 3%. Es decir que la base económica, la base sostenible
de esa economía creció al 43%. El gasto, en la dimensión menos exagerada
–acá voy a presentar el caso menos favorable a mis argumentos; en
Argentina tengo reservado para los debates el caso más favorable
a mis argumentos, prepárense para la que tengo para el debate–,
el gasto creció 90%. Entonces entre 90% y 43% no hay un problema
doctrinario, no hay un problema ideológico, hay un problema aritmético.
Porque lo más difícil de entender en mi país es que hay mucha gente
que dice que no tenemos un problema de gasto. Claro, lo que nadie
sabe es quién lo va a pagar, pero salvo esa dificultad menor, no
hay problema. Sí, hay un problema enorme, que es lo que está detrás
de las dificultades de competitividad de la economía. Si ustedes
coordinan ese shock externo con esa inconsistencia de la política
fiscal, la política de gasto público y el potencial de la economía,
tienen una clara visión de lo que deberíamos realizar. Era claro
desde bastante tiempo antes de que la nueva administración tomara
el gobierno que teníamos ese problema. Alguna vez se me ocurrió
advertir sobre esta dificultad y recibí alguna recusación, como
es público y conocido. Es muy difícil en Argentina aceptar que teníamos
una enorme dificultad y que lo que sociedad aspiraba no era posible
entregarlo, no era factible ni sostenible lo que se había convertido
casi en una cuestión tomada por dada. Ese problema de competitividad
implicaba que los años de comienzo del nuevo siglo iban a ser años
sumamente difíciles, años de esfuerzo de productividad, de esfuerzo
de baja de costo, de esfuerzo de baja de gasto público, que iban
a ser años sumamente exigentes. A mí me tocó ser ministro en tres
carteras y les puedo asegurar que la dificultad de administrar esos
presupuestos fue extraordinaria. Para darles una idea, mi cálculo
es que entre 2000 y 2001 el gobierno debe haber bajado los gastos
primarios en aproximadamente 5 mil millones de dólares. Quizás un
poco más. Es un número espectacular, no saben lo difícil que fue.
Pero claro, cuando uno compara la suba de 45 mil millones respecto
a la baja de 5 mil, aunque fue un esfuerzo enorme, en relación al
exceso era prácticamente un tratamiento homeopático. Entonces ese
problema fue el que nos generó una situación tremendamente exigida,
ese problema está presente y nos va a obligar a un esfuerzo continuado,
en otros lugares ese problema se puede arreglar por el denominador,
pero como ustedes saben nosotros tenemos alguna dificultad para
hacerlo por el denominador porque lo hicimos mucho en el pasado.
Siempre hay que recordar que Argentina le quitó 13 ceros a la moneda
entre 1970 y 1991, entonces no es que nos cueste mover el denominador
porque sí, cada cero es mil por ciento de devaluación, lo usamos
tanto que lo hemos perdido. Entonces cuando se produce un desfasaje
es complejo resolverlo.
En esto también quiero ser honesto. Cuando uno miraba en la perspectiva
hacia atrás, dos años antes de la convertibilidad estuve trabajando
en ese problema, en 1989, cuando vivíamos la primera hiperinflación.
En ese año se estaba trabajando en diseñar un sistema que nos permitiera
estabilizar. En esa circunstancia todo parecía muy difícil y recuerdo
que estudiamos como moneda, como anclaje el dólar. Estudiamos el
dólar porque entre 1929 y 1989 éste había tenido una inflación de
mil por ciento, algo así como 4% por año; por década el dólar tenía
una inflación de aproximadamente 50%-55%. En esta década le tocó
3%. Es injusto ponerlo en estos términos porque supone que si hubiéramos
tenido ese 50% de inflación en el dólar nuestros liderazgos políticos
hubieran sido austeros y capaces de contenerse. Yo he vivido esa
realidad, quiero poner el problema en perspectiva, la idea de que
si la circunstancia hubiera sido diferente nosotros hubiéramos mantenido
la conducta es una idea compleja de sostener, pero de todas maneras
es cierto que esa fuerte caída en la tasa de inflación internacional
nos creó condiciones para que esa asincronía fuera difícil de resolver.
Ese es el primer problema que tenemos, que sigue, que va a ser muy
laborioso para nosotros y en última instancia explica por qué hemos
venido bajo deflación en los últimos años. Tenemos una deflación,
pero distinta de la japonesa. La japonesa es una deflación de exceso
de ahorro y la nuestra es una deflación de problema de competitividad.
Ellos pueden resolverlo con política monetaria, nosotros tenemos
que resolverlo con sangre, sudor y lágrimas, con la menor cantidad
de sangre posible, pero con mucho sudor y muchas lágrimas. Eso es
complejo políticamente de sostener. Y ése es uno de los problemas
centrales que tenemos.
El segundo problema que tenemos es de solvencia. Básicamente lo
que nos ha pasado es que la deuda pública nos ha subido fuertemente.
Nos ha pasado de un nivel de aproximadamente 33% del producto (PBI)
a mediados de la década del 90 a un nivel cercano al 50% ahora.
Pero lo que es más grave, la hemos venido contrayendo a spread y
a tasa de riesgo país absolutamente excepcionales. Argentina debe
ser el único país donde al tiempo que se da la temperatura se da
la tasa de riesgo país. El grado de sofisticación financiera de
la población hace que la concentración en estos indicadores financieros
sea absolutamente excepcional. Les voy a confesar una cosa: cómo
será de compleja esta cuestión, esta preocupación: el domingo pasado
volviendo de Europa voy a misa y cuando finaliza la misa el sacerdote
me llama y me dice “Doctor, ¿cómo está?”. “¿Cómo le va padre?”.
“¿Cómo ve el tema de los depósitos?, los feligreses me preguntan
por eso”. Con esto quiero decir que la concentración de nuestra
opinión en esos temas es absolutamente excepcional. Uno se pregunta
como se fue dando eso. Y eso se fue creando, primero porque era
claro que había una inconsistencia en la política económica, pero
sobre todo cuando recibimos el shock, a fines de 1997, la opinión
del gobierno argentino en ese momento, de la sociedad y –muy importante–
de nuestros acreedores era que sufríamos un shock temporario. Y
como dice la literatura, cuando usted sufre un shock temporario
–supongamos que pierde una cosecha siendo productor agrario– lo
lógico no es que usted vaya al consumo de subsistencia de la horticultura
que puede hacer en el sector trasero de su vivienda, sino que se
endeuda, ajusta un poquito y a lo largo de las otras cosechas compensa
esa pérdida. Si es un evento transitorio uno lo financia y ajusta
un poquito. Durante los años 1997 y 1998 estuvimos recibiendo algo
así como 18 mil millones de dólares. Para que se hagan una idea
de lo que es la dieta, este año vamos a recibir menos de 5 mil.
Ese proceso de corrección es como si a alguno se le ocurriera ponerme
una camisa de fuerza dada mi reticencia a ajustarme a una ingesta
adecuada. La camisa de fuerza haría el trabajo pero es sumamente
costoso. Estamos teniendo esa camisa de fuerza que nos está presionando.
En 1997 y 1998 todo el mundo hablaba de que era una cuestión transitoria
que se corregiría el año siguiente.
En 1999 ya no era tan claro que eso fuera así pero en ese entonces
el gobierno logró atenuar ese efecto vendiendo las licencias de
las bandas telefónicas y las acciones YPF. En el año 2000 comienza
la nueva administración y en marzo de ese año la percepción de que
esto no era transitorio sino que tenía un carácter permanente empezó
a hacerse carne en los acreedores, en la sociedad y en el gobierno.
Básicamente eso fue lo que hizo tan difícil la gestión macroeconómica
del año 2000, tan ajustado el programa. En Argentina se adjudicaba
la dificultad para la recuperación a que el gobierno había tomado
medidas impositivas muy duras. No, eso no es cierto. Lo que nos
afectó fue que en la sociedad, en los demandantes de bonos argentinos
se hizo carne la enorme dificultad que íbamos a tener porque el
shock no era transitorio, sino permanente.
Cuando este debate se daba en el gabinete argentino, las primeras
veces, en marzo de 2000 cuando el tema comenzó a mencionarse, yo
observaba que cuando decía “permanente” y hacía toda esta reflexión
–si es transitorio financia, si es permanente ajusta–, el derrumbe
anímico era imparable. Si uno veía lo que era el shock que había
que ajustar lo que había que hacer era de una dimensión extraordinaria.
¿Qué hacemos los argentinos cuando tenemos esa dificultad? En general
inventamos un neologismo. Vieron que cuando tuvimos que recibir
ayuda externa inventamos el blindaje, en vez de decir ayuda externa
decimos blindaje. Cuando tenemos que hacer una gran operación de
canje de bonos, el megacanje. Cuando tenemos que cambiar la política
comercial, empalme. Para que pudiera seguir el ánimo y pudiéramos
enfrentar el problema recuerdo que en aquella época inventé un neologismo
que era “este shock es duradero”, que es un poco más que transitorio
pero menos que permanente, cosa que pudiéramos enfrentar la dificultad
y no nos desmoralizáramos de tal manera que nos fuera imposible
hacer el esfuerzo. La cuestión de que este shock fuera duradero
nos obligaba a políticas de encauzamiento, de restricción enormemente
severas que yo diría que a pesar de llevarlas adelante la acumulación
de deuda durante todo ese periodo ha venido siendo extraordinariamente
elevada y comenzó a enfrentar hacia el último trimestre del año
pasado severísimas dificultades. Esas severísimas dificultades que
comenzamos a enfrentar fueron el recorte del acceso a los mercados
de capitales. Hemos tenido recortado el acceso a los mercados de
capitales desde el último trimestre del año pasado, tuvimos algún
alivio durante el primer trimestre y a partir de allí una enorme
dificultad de acceder al financiamiento, tanto externo como externo,
lo que precipitó las medidas más recientes.
Esa crisis de solvencia no deja espacio: las economías no pueden
ser insolventes. Si las economías son insolventes nadie invierte
porque está indeterminada la tasa tributaria. En esas condiciones
hemos sufrido lo inevitable macroeconómicamente, hemos subido un
colapso de la inversión, que ha caído 30%. El producto ha caído
4%, pero la inversión ha caído 30%.
El tercer elemento de nuestras dificultades era menos importante
pero ahora ha comenzado a ser el más importante. Es la cuestión
de la incertidumbre. Durante todo este período nosotros tuvimos
la sensación de que ese proceso iba a ser sumamente difícil y había
incertidumbre en el sentido de la dificultad de poder apreciar si
el gobierno estaba en condiciones de sostener ese esfuerzo, tanto
en lo que hacía a la coalición interna del gobierno como en lo que
hacía a la gobernabilidad, a la posibilidad de conseguir apoyo parlamentario
para esas medidas, que desde el comienzo fueron de una extraordinaria
dureza. Ustedes siguen con mucha asiduidad nuestra situación. Pero
por ejemplo a mí como ministro de Defensa me tocó reducir los salarios
nominales de las fuerzas armadas, que no eran altos, en una dimensión
de dos dígitos. Les puedo asegurar que eso es difícil para cualquiera.
A mí no me faltan agallas, pero es una decisión compleja de tomar.
Hemos venido sometidos a ese tipo de exigencias permanentemente.
Esa incertidumbre se fue volviendo muy aguda y sobre todo se fue
convirtiendo en un problema muy serio hace aproximadamente un mes,
cuando comenzó otro proceso. Permítanme hacer aquí una reflexión
que creo que es útil para entender nuestro problema. En los países
del mundo desarrollado, habrán visto el cuidado que se tiene en
todos los países del mundo avanzado en el diseño de las instituciones
monetarias, de la regulación financiera, en particular Alan Greenspan,
de la Reserva Federal, es un funcionario no electo que ha pasado
a través del gobierno Bush padre, de los dos períodos de Clinton
y del presidente Bush hijo. Greenspan no ha sido elegido por nadie.
Sin embargo cada vez que habla, cada vez que se va a pronunciar,
está el Senado, la Cámara de Representantes, el presidente de Estados
Unidos prestando una atención casi eclesial a sus palabras. Es decir
que a un funcionario no electo se le da un nivel extraordinario
de privilegio, de poder, y se le da una enorme responsabilidad.
¿Para qué eso? Para construir algo muy complejo en economías modernas,
en economías avanzadas, en economías monetizadas, que es esa doble
dimensión de la credibilidad, del credere, del crédito y la dimensión
de la fe, de la fiducia. Las economías sofisticadas necesitan un
sistema fiduciario, un sistema de crédito, necesitan que los depositantes
crean que no hay nada más importante que tenerlos tranquilos, contentos
y felices. Esto es no inquietos. Esa tarea explica por qué las autoridades
monetarias son extraordinariamente importantes en esos países; hay
otras razones, pero ésta que uno se olvida porque en general se
da por descontado, hace a la institucionalidad de una economía monetaria.
En Europa para crear esa credibilidad, para acentuarla, para hacerla
competitiva con Estados Unidos la autoridad monetaria, los países
ricos, poderosos, han cedido su soberanía a un Banco Central, y
han cedido su propia moneda y han creado ese clima de previsibilidad,
de tranquilidad, transfiriéndole poder no ya a un funcionario no
electo de su propio país sino a un funcionario extranjero. En esas
condiciones, si esos países requieren para dar credibilidad esas
reglas tan severas, imagínense la que requerimos nosotros, que tenemos
una historia complicada en ese aspecto. Hemos hecho algunas cosas,
hemos tenido varios episodios de default, hemos incautado los depósitos
en varias oportunidades, aunque esto no parezca cierto esto. Varias
veces en nuestra historia hemos manoteado y esa circunstancia hace
que la sensibilidad de nuestros depositantes sea extraordinariamente
compleja. Hemos tenido pérdida de depósitos durante todo este año,
casi 11 mil millones de dólares, pero desde hace un mes tenemos
una pérdida complicada; una pérdida muy sistemática, y ese tema
ha pasado a ser un tema como el del riesgo país.
Esa cuestión de incertidumbre, esa cuestión sobre si vamos a mantener
las reglas, no ya las cambiarias, no ya las reglas de funcionamiento
de la economía, sino los derechos de propiedad más elementales,
está hoy en el núcleo de nuestras dificultades. Sólo en ese contexto,
en ese marco es comprensible que desarrollaramos una nueva tecnología
de gestión macroeconómica. En Argentina han pasado a ser contingentes
los salarios y las jubilaciones. Es una cosa novedosa, en todos
los países del mundo el gasto está dado y según los ingresos usted
tendrá déficit o superávit pero normalmente los corrigen con una
cadencia a los excesos o faltantes de recursos. Nosotros en esta
restricción financiera, en esta dificultad y mirando a los depositantes
hemos tenido que aplicar, ha tenido que aplicar Argentina medidas
extremas. Tan extremas que nadie sabe lo que va a cobrar, va a cobrar
lo que haya. Eso es difícil de transmitir por qué ocurrió, pero
hay que ponerse en esa perspectiva de que los sueldos y las jubilaciones
han pasado a ser contingentes: según lo que se recaude se cobra,
y no es que se vaya a cobrar más adelante, se pierde, bajó y se
perdió. Esa medida es muy difícil de entender si uno no se pone
en el contexto y en la dificultad. Un diario argentino mientras
yo estaba afuera sacó una caricatura riéndome de las cosas que han
pasado. Ustedes saben que hubo algunas discusiones sobre cuál era
el problema que teníamos, en marzo hubo en Argentina un gran debate
sobre cuál era el problema económico que teníamos. Por supuesto
hubo dos hipótesis, en economía siempre hay dos hipótesis: estaban
los que decían que enfrentábamos un problema clásico de restricción
de recursos, de escasez de recursos, tenemos una economía desequilibrada,
vamos a tener que seguir políticas fiscales muy enérgicas. Y había
otra versión mucho más atractiva –en economía siempre hay una opción
atractiva; en ese caso en general sospeche, cuando hay una opción
atractiva hay que sospechar–, teníamos una minusvalía anímica, habíamos
caído de ánimo y si lo recuperábamos volveríamos a crecer y con
el crecimiento íbamos a poder recaudar más, gastar más y no había
ningún problema. Simplemente había que alentar esos espíritus reprimidos
a hacer una terapia psicológica y los recuperábamos. La discusión,
puesta en los términos correctos, el diagnóstico alternativo era
de una severidad y hecho no en este tono jocoso sino con una adustez
y un rigor que lógicamente en la sospecha hubo quien se sintió inspirado
a buscar qué había de cierto en ese camino. Lamentablemente a los
meses hemos visto que eso no era cierto, que ése no era el problema
que teníamos y hemos tenido que volver al esquema más clásico de
política económica. Claro que después de sufrir la frustración de
encontrarnos con la restricción financiera en términos de que ya
no nos prestaban. Cuando usted se encuentra con la restricción financiera
de que no hay tasa a la que le prestan, empiezan a pasar las medidas
que nuestro Parlamento ha aprobado el fin de semana.
Estoy hablando aquí en ACDE esta tarde, pero por primera vez esta
mañana di una conferencia en público después de dejar de ser ministro,
he tratado de guardar la máxima reserva en mi país para hacer el
espacio a la conducción política y económica del país para enfrentar
una situación sumamente difícil, tenía que tratar de explicar cómo
plantear este problema de la incertidumbre y la dificultad financiera
y decidí que si lo hacía de una manera muy técnica y muy directa
iba a no ser constructivo, y yo siempre me he propuesto, tanto en
mi país como fuera de él, ser lo más constructivo posible. Entonces
aprovechando mi paso por el Ministerio de Defensa utilicé temas
de la historia militar. Imagínense cómo tratar una crisis financiera
con temas de la historia militar. Ahora voy a pasar a usar esa tecnología
que desarrollé esta mañana para contársela a ustedes, también con
ese afán primero de que refresquemos nuestro conocimiento histórico,
y segundo para obligarlos a pensar con esa sutileza que me evite
ponerle nombre –no neologismos precisamente– a algunas de nuestras
dificultades.
Cuando uno enfrenta una dificultad financiera como la que enfrenta
Argentina, un problema de incertidumbre de esa naturaleza, se me
ocurrió que el mejor caso era estudiar comparativamente las invasiones
persas a Grecia varios siglos antes de Cristo. Como recordarán hubo
dos invasiones. La primera era muy útil para que yo la utilizara
en la explicación hoy. En esa primera invasión los persas son derrotados
por la Confederación de Ciudades Griegas en la batalla de Marathón,
a 42,5 quilómetros de Atenas. Grecia estaba muy tensionada por esa
invasión y por el riesgo de que se derrumbara la civilización griega
que iba a ser luego la civilización occidental. El general griego
a cargo de la batalla de Marathón decide que uno de soldados de
mejor estado físico corra desde la batalla hasta Atenas para llevar
alivio a una población que esperaba sumamente angustiada el resultado
donde se jugaba el destino de la civilización. Este soldado corre
–y es famoso, por eso está la prueba atlética, los 42,5 quilómetros–,
llega a Atenas y comunica a esa población profundamente angustiada
“hemos vencido” y cae muerto.
Algo similar ocurre cuando uno comunica no sólo buenas noticias.
Tengo la experiencia de haber sido mensajero y también me pasó algo,
porque cuando usted revela el problema, bueno o malo, en general
el mensaje es inaguantable, a veces para el mensajero.
El problema interesante no es el de primera invasión sino el de
la segunda invasión. En este caso, los persas se decidieron a hacer
la invasión de “verdad”. Juntaron alrededor de 450 mil hombres;
piensen en lo que son 450 mil hombres cuatro siglos antes de Cristo,
en ese tiempo, resulta abrumador. Los griegos estaban desesperados
con lo que se venía, entonces comienzan a agrupar sus fuerzas desesperadamente,
pero había que ganar tiempo, entonces una ciudad de Grecia que se
ha vuelto histórica –los ministros de Defensa hemos tenido que aprender
estas observaciones para incorporarlas a nuestras arengas–, en las
Termópilas 300 espartanos detienen durante muchas horas el avance
de ese gigantesco ejército cuyas flechas quitaban la luz al combate.
Ahí se escribe quizás una de las historias más atractivas de la
humanidad, donde Leonidas y sus 300 guerreros hacen un tributo significativo
a la salvación de su civilización y su cultura. Los persas siguen
avanzando, pero detenidos en su velocidad son enfrentados en el
mar por el almirante griego Temístocles y son vencidos en la famosa
batalla de Salamina.
¿A qué viene todo este cuento histórico? Nosotros estamos como los
griegos: enfrentamos una amenaza singular, decisiva y en las próximas
semanas. Y tenemos que ser exitosos con lo que tenemos. La verdad
es que esta cuestión es como la batalla de Salamina; de las otras
cosas hablaremos después de que la ganemos, porque si no la ganamos
no vamos a continuar con la civilización que hemos conocido hasta
ahora. Ese es el tema que hoy está detrás de los extravagantes niveles
de riesgo. Está la duda de si vamos a tener la cohesión nacional,
la energía, la decisión, la convicción, el coraje y el liderazgo
para enfrentar esa adversidad. Como siempre pasan cosas. Por ejemplo
tenemos un problema de esquizofrenia, durante el fin de semana nuestro
Parlamento en un acto de enorme coraje aprueba estas medidas fiscales.
Creo que ningún país ha aprobado medidas fiscales por las que los
salarios y las jubilaciones públicas se vuelven contingentes. Pero
lo patológico del problema fue que pagamos ese enorme costo y en
lugar de explicarle a la población el valor que eso tenía, todos
los legisladores que hablaron en la sesión parlamentaria insultaron
la ley. Lo más curioso fue que la insultaban y votaban a favor.
Imagínense que el almirante Temístocles tuviera que juntar sus naves
y cada capitán dijera “qué desgracia que tengo que ir a esta pelea”.
No, no. En esta pelea te jugás la cultura, la civilización y el
futuro. En ese sentido esa dificultad, esa esquizofrenia que estamos
sufriendo –comprensible quizás por la complejidad de nuestra incertidumbre–
es lo que a veces nos impide acumular suficientes fuerzas para poder
lidiar con esta adversidad.
Déjenme llegar al pronóstico. Mi pronóstico es muy simple: vamos
a batallar como los griegos en Salamina. En Argentina, vamos a batallar,
el gobierno y la sociedad van a batallar porque no tienen otra alternativa.
En el caso de perder Salamina va a haber otra civilización y otra
cultura.
Y permítanme hacer una última reflexión, para respetar el horario.
Como me he hecho muy famoso en Argentina por mi preocupación presupuestaria
y eso incluye los tiempos. También soy muy respetuoso de los tiempos.
Hay una confusión a veces en el debate en Argentina sobre los costos
que tendría el default. Esos costos a veces son subestimados en
mi país, por dos razones: porque leemos mal la historia y porque
leemos mal la experiencia contemporánea. Déjenme repasar la historia:
Argentina hizo default dos veces, una en 1890 cuando casi volteamos
el centro financiero de Londres, nos llevamos a la Baring y el Banco
de Inglaterra se tuvo que hacer cargo –lo que era una cosa insólita
en esa época– de un banco privado como era Baring. Cómo serán las
circunstancias que durante 90 años después de ese default cumplimos
siempre, en la década del 30 pagamos cuando nadie pagaba. Cómo habrá
quedado traumatizada después de ese episodio nuestra elite dirigente.
Seguramente ustedes lo habrán leído, Miguel Cané, que escribió Juvenilia,
que era el delegado financiero argentino en Londres en esa época.
Como verán los economistas de esa época eran un poco más sofisticados
que nosotros, eran grandes escritores, tenían otros talentos. Cané
le escribe Roque Sainz Peña, quien luego fuera presidente de la
República: “Estimado amigo: estoy sumamente amargado, no te imaginas
lo terribles que son estas negociaciones. Hay momentos en que no
puedo dormir. Ayer en la Deutsche Review salió que Alemania debería
invadirnos para terminar con nuestra indisciplina. Y yo no puedo
dormir, pensar todos los sacrificios que hemos hecho y a los 80
años de nuestra independencia perderla me parece trágico. Me parece
trágico formar parte de una generación que ha sido tan desordenada
que puede llevar a nuestra patria a perder la independencia”. No
era que Cané bebiera en exceso. Para poner la perspectiva, Egipto
en 1882 no pagó e Inglaterra lo ocupó de 1882 a 1956.,Eran unas
sanciones enérgicas. En esa perspectiva nosotros nunca dejamos de
pagar desde 1890 hasta 1982. En 1982 se dio una conjunción de factores:
se nos ocurrió desafiar a la NATO y los países de América Latina
entraron en la crisis de la deuda. En ese contexto nuevamente tuvimos
las dificultades del caso, y tuvimos un nuevo default.
¿Por qué este default no es comparable al problema que tenemos hoy?
El default de 1982 lo pudimos hacer por una razón muy sencilla:
en aquel momento podíamos diferenciar perfectamente los títulos
de la deuda interna de las acreencias de los grandes bancos acreedores.
Simplemente lo que hicimos en 1982 y en 1988: todos esos años tuvimos
atrasos, nos normalizábamos un poquito y nos volvíamos a atrasar,
pero siempre pagábamos los títulos internos de deuda. No nos salió
gratis, porque obviamente detrás de esa falta de pago de la deuda,
de esa falta de credibilidad, de ese derrumbe de los precios de
la deuda argentina, finalmente se fueron acumulando las señales
que nos llevaron a la hiperinflación, que nos llevaron a colapsar
la inversión. Pero fue un proceso que pudimos prorrogar en el tiempo.
En este momento no tenemos esa circunstancia. Los títulos que están
afuera son los mismos que están adentro, no existen grandes acreedores
a los que les podamos decir, como en 1982 y en 1988, “además de
nosotros, usted también tiene una dificultad”. Eso no se puede hacer
porque ahora son bonos que están distribuidos en el mundo, le hemos
vendido a cada adventista de Austria un bono argentino. La posibilidad
de refinanciar eso es enormemente compleja, entonces esa posibilidad
no está a nuestro alcance. Básicamente no está a nuestro alcance
porque detrás del portafolios de los bancos que operan en Argentina
están los títulos de la deuda, los títulos de la deuda están detrás
de los fondos de pensión, están detrás de nuestra compañía de seguros,
detrás de fondos comunes de inversión, básicamente están en casi
todas las transacciones del sector privado como colaterales, como
garantía. Haríamos un desbarajuste de una magnitud inolvidable.
Aquí viene la segunda lectura equivocada: Ecuador, Indonesia y Rusia
han hecho default, a lo mejor no ha sido tan grave: han sido caídas
del producto de dos dígitos. Pero con una diferencia: en Ecuador
hay una porción de la población que es indígena y una porción de
la población que vive en la autoproducción y el autoconsumo, sólo
una fracción pequeña de la sociedad está bancarizada. En Rusia venían
de un régimen comunista: la bancarización y las prácticas capitalistas
son distintas que en Argentina. Indonesia es una sociedad de un
ingreso per cápita un sexto o un séptimo del de Argentina. En Argentina
está todo bancarizado, si les colapsamos los activos a los bancos
¿qué creen que pasaría con los pasivos?, ¿qué creen que pasaría
con el funcionamiento de nuestro sistema financiero? En esa dimensión
lo que uno sabe es que si hay un default las consecuencias sobre
una sociedad avanzada como la argentina en términos de su organización
financiera, de sus prácticas fiduciarias, de su nivel de intermediación
financiera, de su cadena de pagos, serían catastróficas. Eso explica
por qué hemos tenido que llegar a estas medidas extraordinariamente
exigentes.
Concluyo aquí. Creo que es muy importante para Uruguay y para nuestros
vecinos que nos vaya bien en Salamina. Hay muchos que tienen la
tesis de que se va a poder crear un cordón sanitario alrededor nuestro
y de que van a tener a Argentina como conejillo de Indias para un
nuevo experimento. Yo les aconsejo a todos los que van a tener que
cooperar con nuestros esfuerzos, creo que vamos a tener que hacer
todos los esfuerzos del caso pero es probable que necesitemos alguna
cooperación, que no subestimen el problema. El contagio no sólo
se da en los bonos, el riesgo que hay ahí es muy profundo.
Espero haberles trasmitido el panorama, las dificultades, espero
haberlo hecho de una manera comprensible, y después de que triunfemos
en Salamina seguramente ACDE me volverá a invitar para contarles
cuáles son las perspectivas de la continuidad de la civilización.
Ahora estamos demasiado entretenidos en nuestro proceso de salvarnos.
Muchas gracias.
******
EC - Pasamos al tramo de preguntas y respuestas. La primera pregunta
no lo deja respirar, agarra la historia en el punto en el que acaba
de dejarla: “¿Cuáles son las chances de ganar la batalla de Salamina?
¿Qué valores jugarán a favor de este posible acontecimiento?”.
RLM - El primero es que nos va la vida, el problema es demasiado
importante para ignorarlo. En eso creo que la drasticidad de las
medidas da una idea. Creo que vamos a jugar muy a fondo porque no
veo una alternativa sencilla. Obviamente, cuando hay una situación
de desconfianza lo único que uno sabe es que nunca más se debe permitir
este lujo. El miedo que estamos pasando es enorme, y ninguna sociedad
debe jamás soltar a Frankenstein para ver cómo es. Así que vamos
a luchar con todo lo que tenemos. Vamos a hacer lo posible y lo
imposible para ser exitosos. Estoy seguro de que de ésta nos quedó
una lección inolvidable: ya no sólo vamos a ser firmes en materia
monetaria, vamos a ser muy firmes en materia fiscal. Creo que cuando
nos digan que es transitorio en vez de permanente, siempre vamos
a hacer como me enseñaron hace muchos años cuando integraba los
cuadros del Fondo Monetario Internacional: siempre sospeche que
es permanente, si es transitorio ya va a tener tiempo de dar vuelta.
Es más fácil corregir primero y después aflojar que tomarlo como
transitorio y después corregir. En términos políticos eso es difícil
hacerlo pero me parece que ha quedado esa lección inolvidable.
En cuanto a la posibilidad de éxito en el corto plazo; ustedes se
imaginarán que elegí ese ejemplo de la historia militar no por casualidad,
lo elegí porque me impide hacer un pronunciamiento y una probabilidad.
Además elegí un ejemplo exitoso; ¿qué hubiera pasado si hubiera
elegido el Alamo? Houston no llegó al Alamo. Así que miren mi optimismo
que elegí una batalla que se ganó. Elegí a Temístocles, no elegí
una de las batallas que se han perdido. Como ministro de Defensa
también tuve que aprender las que se perdieron, así que elegí el
ejemplo de una batalla que se ganó. Y espero que ganemos. Si hay
deseo de ganar es verdad, ahí no puedo pedir racionalidad, nos estamos
jugando la vida, ésa es la verdad. En esa condiciones pretender
que uno racionalice el resultado adverso… Obviamente tengo mis presunciones
pero va a ser imposible que las descubran.
EC - La segunda pregunta va por el mismo lado pero se detiene en
un aspecto de la cosa. Consulta si el ajuste de gastos en el sector
estatal, más el aporte de nuevos impuestos logrará, a su juicio,
cerrar la brecha entre la capacidad contributiva de la economía
y la suma del gasto total.
RLM - Para ser honesto, eso da bien en los tres primeros meses.
Quiero decir, da un número terrible pero razonable hasta octubre.
En noviembre y diciembre da un número estremecedor, pero me parece
que ese problema está tan lejos… Salamina es en agosto, si uno hace
los números de noviembre y diciembre, que están hechos desde hace
bastante, pero nadie los había publicado, hoy uno los publicó en
el diario. Para decirlo fácil: hasta octubre es razonable; en noviembre
y diciembre habrá que hacer algo enorme. Espero que si tenemos éxito
en Salamina se produzca un círculo virtuoso, porque si no la corrección
de noviembre y diciembre es enorme. Pero la corrección de noviembre
y diciembre es si tenemos éxito en Salamina. Después de ese éxito
–ustedes saben lo pizarreros que somos nosotros– vamos a tener otro
ánimo para enfrentar el problema. Pero obviamente hay una dificultad
en noviembre y diciembre.
EC - O sea que en el mejor de los escenarios hay otro ajuste por
delante.
RLM - Hay una dificultad muy seria en noviembre y diciembre para
poder cumplir los números con la rebaja de salarios y jubilaciones
prevista en la estrategia que se va a aplicar entre agosto y octubre.
Ahí los números son muy exigentes en noviembre y diciembre; en noviembre
por la gran concentración de intereses y en diciembre por el pago
de aguinaldo. Pero la verdad –quiero trasmitirles esa sensación
porque eso es lo que hay que mirar– es que noviembre y diciembre
me parecen muy lejos. El problema que tenemos es hoy, parar la salida,
tenemos que cortar la hemorragia. Es como si ustedes perdieran 1,5
litro de sangre y en el camino al CTI les preguntaran “¿Cuándo vuelve
a jugar al tenis?”; “¡Qué Dios sabe!, déjeme que la transfusión
llegue!”. Dios sabe, el problema hoy es la transfusión, ése es el
tema.
EC - ¿Cuáles son las razones que explican que el mercado no dé señales
de apoyo que hagan bajar el riesgo país?
RLM – En eso yo no estoy de acuerdo, creo que ahí hay una lectura
superficial. La verdad es que los países desarrollados, serios,
responsables del planeta no establecen esas instituciones financieras
con ese cuidado. Ustedes vieron que los funcionarios de los bancos
centrales son siempre extremadamente cuidadosos, ponderados, prudentes,
atildados, pero básicamente ¿por qué es eso así? Hay que tener mucho
cuidado. Yo les hablaba del problema del crédito y de la fiducia.
Pero hay otro problema muy complejo que sólo se entiende cuando
se desarrolla. Una vez que usted saca el riesgo empieza a operar
gente que dice “a mí me parece que esto no va a salir bien”. Y en
consecuencia se van a producir cambios de precios relativos en los
bonos que dan una oportunidad de ganancias inolvidables. Entonces
hay unos cuantos personajes –en Londres, New York, Hong-Kong, Singapur–
que como hemos vendido bonos en todos lados, vende bonos que no
tiene, bonos futuros, vende masivamente bonos futuros. Entonces
la oferta de bonos que hay en el mercado no es sólo la que nosotros
emitimos sino que además hay unos cuantos tipos que dicen que tienen
más bonos que los que tienen. Venden y venden, y cada vez que el
gobierno produce alguna medida salen a vender. Es como si el gobierno
emitiera... tenemos un déficit descomunal, porque hay quien vende
bonos a futuro. Esa acción, que es un juicio sobre el futuro, genera
lógicamente riesgos extraordinarios. En mi país se le llama actividad
especulativa, pero básicamente es una actividad de cobertura. Usted
nunca jamás tiene que hacer una macana, no sólo porque es sano portarse
bien sino también porque no sabe las fieras que se desatan cuando
se mete en líos. No sabe lo que puede empezar a ocurrir. Empiezan
esas ventas, no sólo de lo que yo diría son los arbitrajistas, empiezan
ventas de gente que tiene que cubrir propiedades en Argentina. ¿Cómo
hace para cubrirse si invirtió mucho en Argentina? Empieza a vender
bonos que no tiene a argentinos en el exterior, y si alguna vez
ocurriera el evento que no me gusta, que me vuelve loco… ustedes
pueden cubrir la pérdida argentina habiendo vendido bonos en el
exterior. Por esas razones una vez que usted desata esto empieza
a jugar en el planisferio mundial, empieza a jugar con jugadores
muy complejos y sofisticados. Es por eso que vamos a tener que hacer
todos los deberes y también vamos a necesitar ayuda, pero no una
ayuda para gastar, una ayuda para mostrar. Porque con toda la especulación
fuerte que hay de venta si llegan a creer que pagamos van a tener
que comprar bonos que no hay, los bonos no están.
Cuando el gobierno argentino anuncia la política de déficit cero
los bonos caen 200 puntos y automáticamente comienza una ola enloquecedora
de venta. Conozco uno que me dice todos los días “me parece que
esto se cae”. El otro día estaba en una conferencia telefónica –es
un gran operador internacional–, llego y me dice: “¿Sabe que viene
Taylor, el segundo del Tesoro, a Argentina? ¿Qué tiene que ir a
hacer a ese lugar, de nuevo salvando a los que han comprado esos
títulos a tasas extravagantes?”. El los tiene vendidos a esos títulos,
pero cuidado con ese problema, cuando uno mira el riesgo tiene que
tener cuidado. La lección que hemos aprendido de esto también es
inolvidable: nunca más hay que hacer estas cosas. Cuando salgamos
de Salamina la corrección de nuestras instituciones fiscales tiene
que ser inolvidable para que nunca más tengamos esta vulnerabilidad.
EC - Justamente, le preguntan qué importancia le asigna a la llegada
de Taylor a Buenos Aires prevista para mañana.
RLM - Ninguno de nosotros lo sabe, pero como estamos en este juego
planetario, para jugar algún apoyo a Salamina déjeme decir que a
lo mejor viene a coordinar el programa de ayuda para poner nervioso
al que vende.
EC - ¿Qué posibilidades encuentra de que Argentina reciba ayuda
internacional?
RLM - No lo sé, no lo voy a decir. En este juego es conveniente
que nadie sepa si la vamos a tener. No es un tema fácil. Argentina
ya recibió dos paquetes gigantescos de ayuda, no puede ser un país
que tenga problemas y todos los meses salga a pedir ayuda. El año
pasado en noviembre tuvimos el comienzo de estas dificultades y
nos dieron un paquete de apoyo formidable. Nos daban un paquete
de apoyo financiero formidable a cambio de que hiciéramos reformas
en los próximos 40 años. Las reformas que teníamos que hacer era
mejorar el régimen previsional, suprimir la parte pública del mismo
que por supuesto da déficit. Tenemos un sistema que no hemos transformado
de un régimen de reparto a uno de capitalización, pero hay todavía
una fracción en el régimen de reparto. La reforma era transformar
todo en el régimen de capitalización y la segunda era alargar las
edades. Como decía un ministro en el gabinete “darles más tiempo
a las mujeres para que permanezcan en el mercado laboral”... es
una forma positiva de decirlo. Ese mecanismo, más una reforma en
el seguro de salud. Estas reformar operaban en los próximos 40 años,
producían un gran superávit en los próximos 40 años y a cambio nos
dan una ayuda al contado. Agarramos la ayuda al contado, la gastamos
y la reforma todavía no está. Ahora tenemos el problema de que si
vamos a recibir ayuda tenemos que arreglar el track-record. Tenemos
que hacer todo lo que no hicimos hasta ahora. La dificultad no es
menor. Otra cosa: ¿qué indicador mira nuestros depositantes para
saber si es riesgosa o no la situación? Miran el riesgo país y dicen:
hasta mil se pueden tener depósitos, entre mil y 1.100 hay que revisar,
arriba de 1.100 hay que pensar seriamente. El indicador del riesgo
país se ha vuelto el argumento principal de la función de demanda
de depósito. Necesitamos abatir el riesgo país porque si no la gente
empieza a pensar que hay problemas con los depósitos. ¿Se dan cuenta
de la magnitud del lío? Por eso es tan complicado el problema para
nosotros. En muchos países de América Latina he escuchado proponer
como solución no pagar la deuda externa: no saben en qué lío se
están metiendo, nosotros tenemos un lío descomunal sólo ante la
sospecha del problema. No es una sospecha abstracta, es una sospecha
efectiva. Es un tema muy delicado, hay que ser muy cuidadoso, por
eso la lección que uno saca es que hay que ser sumamente prudente
en esta cuestión. Espero que seamos prudentes y, lógicamente, que
corrijamos los errores que tuvimos en los paquetes de ayuda previa.
EC - El título de esta conferencia es “La economía argentina y su
impacto en Uruguay”. De Uruguay hasta ahora usted ha dicho poco.
Al final de la disertación a propósito de lo que puede pasar en
los próximos meses en estas semanas cruciales y sobre cómo se observa
eso desde nuestro país usted dijo algo así como “cuidado, esto es
importante, miren que el contagio no se da sólo en los bonos, los
riesgos son muy profundos”. ¿Cuáles son esos riesgos para Uruguay?
RLM - Me referí al comienzo a que iba a desarrollar un caso y que
dejaba al oyente y al lector el otro caso. Por muchas razones, primero
por el afecto que me une a Uruguay y segundo porque lógicamente
sería muy temerario de mi parte hacer un juicio sobre este país.
Ustedes saben cuál es la diferencia: si Argentina tiene esos problemas
es lógico que va a tener enormes ajustes en materia de precios –y
ahí no van a ser paramétricos– y de volúmenes. Si nosotros no tenemos
éxito en Salamina esas dos cosas van a actuar muy negativamente.
No necesito extrapolarles las consecuencias que eso va a tener sobre
nuestro vecino, va a tener consecuencias porque estamos muy integrados,
porque no hemos globalizado, la cercanía en materia de comunicaciones,
vinculaciones e integraciones son muy grandes y ese efecto va a
impactar seguramente sobre nuestro vecino. La diferencia más importante
la pueden hacer ustedes, obviamente hay otro componente. Siempre
recuerdo que en las décadas del 60 y del 70 los políticos argentinos,
los hombres que ejercían el poder, decían que no había que prestarle
atención al dólar paralelo. Hubo uno que llegó a decir “¿quién ha
visto un dólar?”. Por supuesto, la única información que era relevante
era cuánto cotizaba el dólar en Montevideo en términos de nuestro
peso; ahora está de moda decir que no hay que prestarle atención
al riesgo país. La desventaja de Montevideo para los gobiernos argentinos
era que la Policía Federal no podía venir a hacerse cargo de suprimir
las cotizaciones. Ahora hemos descubierto que esta información del
riesgo país está disponible aun cuando es feriado para nosotros.
Claro, porque se verifica en Londres, en Estados Unidos. Ustedes
saben que preocupados por este tema los talibanes han suspendido
Internet, para que nadie pueda recibir información del resto del
mundo. Pero me parece que ése no es el régimen que yo guisaría como
marco de referencia para nuestro futuro. La comunicación es muy
vigorosa, y no sólo en materia de información, así que la diferencia
háganla ustedes.
EC - Las preguntas que vienen son todas sobre Uruguay. “Teniendo
Argentina tanta influencia sobre nuestro país, ¿cómo se entiende
que de un lado y del otro del Río de la Plata haya tanta diferencia
en los riesgos país?”.
RLM - Hay una historia financiera muy diferente. Creo que Uruguay
ha sido –es una enorme virtud– extremadamente cuidadoso en preservar
la calidad de su crédito, la confianza en sus instituciones financieras,
la confianza sobre su regla de contratación, la coherencia de sus
políticas fiscales y monetarias, ha hecho un esfuerzo demoledor
para convertirse en investment grade, lo ha logrado. Argentina no
ha logrado acercarse a eso, en los mejores momentos no logramos
acercarnos a un investment grade. Creo que la diferencia está en
la reputación y en la historia. Yo he vivido muchos años en Uruguay
y nunca escuché la idea de incautar los depósitos, de transformar
los depósitos de siete días en tres años, de dejar de pagar. Esas
cosas que pasaron no pasaron acá, el capital tiene una historia
descomunal, no se olvida de nada y cuando usted hace una cosa de
éstas queda en la memoria por mucho tiempo, porque quiere decir
que usted en una emergencia es capaz de hacerlas. Ese es el problema
que tenemos con los depositantes, si no hubiéramos hecho nunca el
plan Bonex no tendríamos el problema que tenemos, pero habiéndolo
hecho una vez alguien dice “acuérdese de que en esa emergencia…”.
Por eso yo creo que debemos aprender de Uruguay. Una vez invitado
por ACDE, a fines de 1999, hice una referencia a que nuestro gran
objetivo, nuestro objetivo decisivo, importante como país, debía
ser parecernos a Uruguay, lograr alcanzar el riego país que tenía
Uruguay, lograr alcanzar esas tasas de interés, y que eso era todo
un programa de gobierno. Porque si lográbamos a alcanzar ese riesgo
país íbamos a tener extraordinarios beneficios, no sólo en materia
de solvencia fiscal, también en materia de inversión, de empleo,
de distribución del ingreso. ¿O ustedes creen que tener esa incertidumbre
es progresista? Esa incertidumbre lo único que hace es tremendamente
escaso el capital, tremendamente caro el capital y tremendamente
barato el trabajo. No hay política más regresiva que ser irresponsable
fiscalmente, no hay política más desestructurante en una sociedad
que ser irresponsable fiscalmente.
(Aplausos)
RLM - Ser irresponsable fiscalmente destruye las perspectivas del
progreso de la inversión, del empleo, pero sobre todo destruye y
afecta mucho más a los sectores más débiles, más pobres, más desvalidos
de la sociedad. No me extraña que haya diferencia. Lo que lamento
-y lo digo con enorme dolor, con el dolor de un protagonista–, es
que no hayamos podido lograr ese esfuerzo, con el cual desde el
primer día el gobierno que tiene hoy Argentina estuvo comprometido.
La dificultad de la crisis, la envergadura y quizás la fragilidad
y la debilidad de la propia coalición de gobierno, no haber discutido
quizás con la claridad y la precisión necesarias, haber usado el
tiempo de las campañas electorales quizás sin la lucidez y la eficacia
con que se deben usar, en las campañas electorales hay que crear
un compromiso sobre lo que uno va a hacer y sobre las posibilidades
reales, las campañas electorales son una oportunidad de docencia.
Cuando usted hizo campaña electoral con una explicación y tiene
que hacer todo lo contrario, les puedo asegurar que no se imaginan
lo que es el esfuerzo de ese cambio. Ese componente complejo cultural
de una sociedad es una gran ventaja que tiene Uruguay sobre sus
vecinos, es un activo formidable y si mi admiten algún consejo:
no lo descuiden, no saben lo que es estar del otro lado del sol
ni traten de descubrirlo por experiencia propia.
EC - En la pregunta había un implícito, que era también el riesgo
de contagio. ¿En qué medida el riesgo país de Uruguay está en riesgo
por lo que pasa en Argentina.
RLM - No me animaría a hacer un juicio ahí, simplemente diría que
históricamente Uruguay pudo convivir con situaciones muy extremas
en Argentina y Brasil y lo hizo preservando la solidez de sus instituciones
y con gran eficacia. No va a ser un tiempo fácil, eso es cierto.
Pero creo que la historia revela que han tenido la aptitud, la capacidad,
la prudencia de haber podido actuar preventivamente y acumulado
los recursos para lidiar con esa circunstancia. No veo por qué va
a ser diferente que en el pasado, por qué no van a ser exitosos
como lo fueron en el pasado.
EC - La pregunta era por la ubicación geográfica, en qué medida
la vecindad influye.
RLM - Cuidado con esto que digo de ser exitoso. A veces me ha pasado,
siendo miembro del gabinete argentino decía “qué éxito hemos tenido,
hemos superado la dificultad”. Y la verdad es que durante un tiempo
largo en esta situación tan crítica pudimos cabalgar las dificultades.
Pero había gente que me escuchaba y decía “¿pero cómo usted considera
que esto es éxito?”. Usted no sabe lo que puede pasar, pues el problema
es conjetural. No es cómo le va respecto a cómo estaba sino cómo
le va conjeturalmente con la alternativa. En ese sentido, sometido
a shocks muy severos he visto a Uruguay desempeñarse exitosamente
en este marco, respecto a cómo le ha ido a los vecinos. Infiero
que esa circunstancia está disponible. Obviamente, si la adversidad
en Argentina y Brasil es muy aguda va a tener un efecto.
EC - Junto tres preguntas que tienen que ver con un mismo tema.
¿Cómo visualiza el futuro de la competitividad del sector real uruguayo,
teniendo en cuenta que se ha aplicado un gradualismo cambiario frente
a medidas más amplias en cuanto a modificaciones y correcciones
del tipo de cambio, tanto en Argentina como en Brasil? ¿Considera
práctica y positiva la adopción de un tipo de cambio diferencial
para exportadores, como se resolvió en Argentina? ¿Es válido para
Uruguay donde hay una economía totalmente dolarizada y cualquier
devaluación genera un deterioro importante en empresas no exportadoras
y población? Hay quienes piensan que puede ser aplicable por esa
realidad.
RLM - Jamás me pronunciaría sobre esa pregunta. Obviamente sería
de una audacia muy grande hacer un comentario sobre eso. Después
de los elogios que he hecho imagínense que dijera que Uruguay tiene
que cambiar el régimen cambiario. Aunque lo pensara, jamás lo diría
en público. Pero déjenme hacer una reflexión sobre dos afirmaciones
que hay allí que creo que son importantes. Primero, en realidad
las medidas que Argentina ha tomado en política comercial son básicamente
medidas que de alguna manera disminuyen los incentivos fuera del
Mercosur y básicamente han estado orientadas a tratar de lidiar
con la enorme devaluación brasileña. Si tuviera que hacer una reflexión
–aquí viene el segundo punto–, diría que claramente el experimento
de integración económica en la región requiere de aquí en adelante
de un grado de coordinación macroeconómica muy acentuada. Me parece
que el esquema de dejar libre al país más grande de la región a
que devalúe más de 100% y que esa devaluación cree un cataclismo
en sus vecinos, no es consistente con la integración económica.
Para que haya integración es vital que haya coordinación macroeconómica
y si no hay coordinación macroeconómica y reglas muy severas en
esa materia el destino de la integración es al menos… déjenme expresar
un serio escepticismo. Me parece que si lográramos coordinar macroeconómicamente
muchas de las disfuncionalidades y de las medidas extemporáneas
que se han tomado no existirían. Me parece que sería bastante más
sencillo. Creo que tenemos que tomar la región como una enorme oportunidad,
y ya que estamos llegando al fin de la exposición déjenme terminar
con una nota optimista: como ministro de Defensa de Argentina –ahora
ex ministro– me han invitado varias veces a recorrer y asistir a
conferencias internacionales. Iimagínense cómo debo disfrutar ahora
que tengo una nueva expertisse. Me tocó ser ministro de Defensa
y he logrado llevar adelante el presupuesto de la defensa argentina
gastando el 0,6% del producto (PBI), sin contar el régimen de retiros.
No ha sido fácil. Asistí a una reunión en Alemania, Berlín, sobre
las políticas de defensa de los países emergentes donde repasábamos
la situación de seguridad internacional y veíamos en el este de
Asia, en Corea, una situación de tensión extraordinaria, ustedes
saben que cada vez que hay un problema Corea del Norte hace pasar
un misil por arriba de Japón. Ahí hay una situación sumamente compleja,
para no mencionar la situación entre China y Taiwán, o si quieren
Indonesia y los problemas que ha habido en East Timor; córranse
un poquito y tienen a Birmania que se ha convertido ya no en la
capital sino en el país del narcotráfico, un poquito más hacia el
sur de Asia y tienen las dificultades entre India y Pakistán. Uno
de los generales indios que asistía como experto en defensa decía
que afortunadamente el presidente de Pakistán iba a visitar India.
Imagínense si cada vez que el presidente Batlle visita Argentina
nosotros hiciéramos una celebración como un progreso de nuestra
defensa colectiva. Si se desplazan al Medio Oriente no necesito
abundar sobre la materia.. Córranse hacia el sur de Africa con los
problemas de defensa, de seguridad, de tolerancia y de supervivencia.
Muévanse hacia Europa hacia los Balcanes, cuando yo estuve en esa
zona estaba el problema de Macedonia. En Rusia se les hundió un
submarino y uno de los almirantes rusos dijo que ese problema podía
ser 10 veces el de Chernobyl. Imagínense el clima que hay allí.
Vayan al norte de Sudamérica y tienen allí una situación sumamente
compleja. A mí me tocaba exponer, como experto de defensa de Argentina,
cuál era nuestra situación, y dije: “Hemos llegado al siguiente
estado de cosas: no tenemos conflictos limítrofes, raciales ni religiosos.
Hemos acordado con nuestros vecinos no tener riesgo en materia misilística,
atómica, química y bacteriológica. Los submarinos de Argentina se
tratan, corrigen y hacen mantenimiento en los astilleros de Río
de Janeiro, las turbinas de las fragatas brasileñas son reparadas
en el astillero de Puerto Belgrado, los aviones de navegación naval
argentina aterrizan en el portaviones brasileño, el principal destructor
de la flota argentina ha sido reparado y ampliado en los astilleros
de Talcahuano, hacemos maniobras conjuntas con nuestros vecinos,
la integración y la cooperación de las fuerzas armadas argentinas
con las uruguayas es sumamente elevada y he tenido la oportunidad
de presidir varios ejercicios de capacitación y de cooperación.
Es un lugar donde gastamos muy poco en defensa y donde tenemos patrullas
antárticas comunes, donde tenemos un grado de cooperación excepcional”.
Después de terminar la exposición todos me miraban: “¿Y qué problemas
tienen ustedes?”. “Ah, déjenos a nosotros que va a ver lo que podemos
hacer”. Muchas gracias.
EC - En nombre de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa
le agradecemos al economista Ricardo López Murphy su presencia,
su disertación, sus respuestas. Les agradecemos a ustedes que nos
hayan acompañado y presentado interrogantes. Los invitamos a encontrarnos
antes de la despedida para un brindis.
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Transcripción: María Lila Ltaif
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