22.08.2002



































ALCA SÍ, PERO SI EE.UU. ESTÁ REALMENTE DISPUESTO A ABRIR SUS MERCADOS

Cardoso: La situación en Brasil es buena, aunque los mercados no lo reconozcan

Presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso: Ciertos sectores financieros inventan que no se puede pagar una deuda que sí se puede pagar... y ellos mismos pierden plata con eso. Apuestan a que el candidato que el pueblo elija no será capaz, y el electorado siente que hay una injerencia externa, lo cual favorece a la oposición. Nos siguen juzgando con miedo, descalifican y crean una situación negativa. Los grandes países tienen déficit y endeudamiento; el asunto es poder cambiarlo, pero las agencias calificadoras y la percepción de los mercados traban la posibilidad del cambio.

EN PERSPECTIVA
Jueves 22.08.02, 08.45.


EMILIANO COTELO:
Fernando Henrique Cardoso es presidente da República Federativa de Brasil desde el 1o de enero de 1995. Como candidato de la alianza encabezada por el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), fue reelecto en la primera vuelta el 4 de octubre de 1998 con 53% dos votos.

Nacido en Rio de Janeiro en 1931, está casado y tiene tres hijos.

De profesión sociólogo, fue electo Senador del estado de São Paulo, por el ex Movimiento Democrático Brasileiro (MDB) en 1978, y reelecto por el Partido del Movimiento Democrático Brasileiro (PMDB) en 1986. Fundador del Partido de la Social Democracia Brasileira (PSDB) en 1988, lideró la bancada de ese partido en el Senado hasta octubre de 1992.

Durante el gobierno del presidente Itamar Franco, fue ministro en las carteras de Relaciones Exteriores (Itamaraty) de octubre de 1992 a mayo de 1993, y de Hacienda, de mayo de l993 a marzo de 1994. Desde esa posición fue el creador del Plan Real.

En el plano académico, fue profesor catedrático de Ciencia Política, docente invitado en Sociología, y hoy es Profesor Emérito de la Universidad de Sao Paulo. Fue también Director Asociado de Estudios en la École des Hautes Études en Sciences Sociales, en París.

(Grabación)

"Creo que en Uruguay, ustedes han dado recién una demostración (como nosotros dimos en el caso de la energía) de la existencia de una ciudadanía y de instituciones políticas capaces de entender un momento de crisis.

La reacción de los ahorristas de Uruguay frente a las dificultades de los bancos fue notable, porque no fue de pánico sino de comprensión. Porque Uruguay tiene instituciones fuertes, y creencias políticas importantes. Aquí, los blancos fueron capaces de entender la importancia de la vinculación con aquellos con quienes habían combatido secularmente, para garantizar gobernabilidad. Y la oposición, que está fuera de este juego de blancos y colorados, no ha hecho presión en momentos de dificultad. Puede no haber votado algo (no sé: no estoy al tanto), pero no sobrepasó los límites de la comprensión del interés nacional. Porque hay democracia en Uruguay. Entonces, ¿por qué dudar de la capacidad de una reacción razonable de nuestros pueblos frente a los desafíos de la naturaleza que he descrito aquí? ¿Por qué creer que esos que hacen esos cálculos de riesgo son los que tienen la razón frente a toda la incompatibilidad de sus proyecciones con lo que pasa en la realidad?

No puedo aceptar el argumento de que, por presiones políticas, no se puede financiar más a estos países. Son países que ya han demostrado su madurez democrática y que, frente a cualquier dificultad, han sido capaces de buscar fórmulas que permitan seguir adelante porque hay un pensamiento de cohesión que es más fuerte que todo"

(Fin de la grabación)


Ese fue uno de los pronunciamientos más fuertes durante la agenda de 27 horas que el presidente Cardoso desarrolló el martes y ayer miércoles en Montevideo.
En momentos en que nuestro país procura emerger de la crisis que casi hunde a nuestro sistema financiero, Cardoso realizó una visita particularmente oportuna. Una visita orientada a trasmitirle al gobierno y a la sociedad uruguayos el respaldo no sólo de la economía más fuerte de la región sino, paralelamente, de la nación que ejerce la presidencia pro tempore del Mercosur.
Justamente, pese a las turbulencias dramáticas que han afectado en estos meses a Argentina, Uruguay, Paraguay y al propio Brasil, Cardoso aprovechó esta instancia para, de paso, relanzar la importancia estratégica del tratado de integración regional. Un acuerdo que, remarcó, no es sólo para los buenos tiempos, sino que resulta particularmente útil y necesario en épocas de dificultades.
En ese sentido, no se quedó sólo en las palabras. Hizo, además, un par de gestos relevantes destinados a construir cadenas de productividad que estén interconectadas entre todos los países de nuestra región: por una parte, reveló que enviará al Congreso un proyecto de ley que prevé la exoneración del impuesto a la renta sobre las utilidades que generan las subsidiarias de empresas de su país instaladas en las demás naciones del bloque. Dijo que era un incentivo para que las empresas brasileñas puedan efectivamente invertir, y dijo que no se hacía en aras de una ventaja para los empresarios brasileños sino para que sea una ventaja para todos, que permita que efectivamente las cadenas productivas puedan entrecruzarse. Dijo además que el plan prevé que los incentivos fiscales se complementen con apoyos crediticios oficiales: el Banco Nacional de Desarrollo de Brasil deberá financiar también las inversiones fuera de ese país. Dijo que no tiene sentido de que un país como Brasil no disponga de instrumentos de financiación que puedan ayudar al proceso de expansión de nuestras empresas y al proceso de integración; esto es, financiar también los acuerdos que involucren a empresas de otros países en asociación con las brasileñas.

Pero, además, desde su posición de liderazgo en la región, el presidente de Brasil aprovechó las diferentes apariciones públicas que protagonizó en Montevideo para dejar sentadas varias definiciones importantes. Por ejemplo, en cuanto al Area de Libre Comercio de las Américas, que impulsa Estados Unidos, Cardoso fijó la condiciones que, desde el punto de vista de su país, deben quedar claras de ante mano, para resolver después si vale la pena o no ingresar en el proceso de negociaciones. "Es necesario si habrá libertad comercial efectiva", enfatizó. Insistió en su crítica a las calificadoras de riesgo y a los grandes inversores internacionales por la "miopía" con la -dijo- se mueven al analizar el riesgo de los países, por su tendencia a las profecías auto-cumplidas y por la injerencia que pretenden tener en las campañas electorales, censurando a unos candidatos y privilegiando a otros.

De varios de estos temas, habla también el presidente de Brasil en la entrevista exclusiva que concedió a En Perspectiva.

En esta charla que ya ponemos en el aire, abordamos además los blindajes excepcionales aprobados por el FMI para Uruguay y Brasil, y la dureza con que paralelamente trata el caso argentino; la marcha de las encuestas en su país de cara a las elecciones presidenciales de octubre, las reuniones que Cardoso acaba de mantener este lunes con todos los candidatos presidenciales, y sobre cuál es el margen para cambios en la política económica en caso de que triunfe alguno de los candidatos opositores, Lula o Ciro Gomes.

***

EMILIANO COTELO:
En las últimas semanas Uruguay primero y Brasil después obtuvieron blindajes financieros del Fondo Monetario (FMI) y otros organismos multilaterales de volúmenes inusuales -U$S1.500 millones en el caso de Uruguay, más de 30.000 millones en el de Brasil- para enfrentar sus respectivas crisis. Paralelamente el FMI no termina de sellar un acuerdo con Argentina. ¿Cómo explica usted esta dualidad de criterios?

FERNANDO HENRIQUE CARDOSO:
Creo que la verdad es que obtuvimos un voto de confianza, tanto el gobierno de Uruguay como el de Brasil, en aras de lo que nuestras economías, nuestros países, nuestras sociedades hicieron. La verdad es que los dos países han cumplido con muchos objetivos que son considerados como los más importantes para un buen fundamento en la economía.

No fue así en el caso de Argentina. Hubo mucha dificultad que no deriva de acciones de este gobierno sino de gobiernos anteriores; pero esto cuenta. Recuerdo que el gran problema que tenía cuando fui ministro de Finanzas en Brasil era que los registros de la historia brasileña no eran buenos, nos costó mucho volver a tener la consideración y el respeto. Creo que esta es la diferencia.

EC - ¿Cómo se hace para acordar con el FMI en un momento como este que vive su país, a tan poco tiempo de las elecciones presidenciales, que son en octubre? ¿Cómo se establece un compromiso en esas condiciones, cuando usted está por terminar su mandato?

FHC - Primero déjeme decir que yo, cuando fui candidato por segunda vez, en 1998, anuncié al país que iba a hacer un acuerdo con el FMI. Lo hice porque quería tener legitimidad para actuar después; y así fue. Ahora tampoco hemos escondido nada, ni del FMI, ni del país, ni de los candidatos. Les informamos a los candidatos antes de acercarnos al FMI que estábamos tratando de buscar apoyo en el Fondo, en el Banco Mundial (BM) y en el Banco Interamericano (BID). No es que los candidatos tengan que estar de acuerdo, pero lo sabían y había señales de que no estarían en contra porque conocían la situación de Brasil. Luego, antes mismo de que el FMI firmara un acuerdo con nosotros -que va a ser ahora en setiembre-, yo me reuní con los candidatos y les expuse con detalles cómo era el acuerdo, incluso porque había muchas ideas equivocadas sobre este tipo de acuerdos con el FMI. Se trata de un acuerdo de finanzas, no de un acuerdo de política económica. En nuestro caso hay una sola obligación firme que es reducir el superávit primario de 3,75% del PBI, 2,8 en el plano federal. Y esto ya estaba predeterminado por la ley que hace la formación del presupuesto del año próximo, entonces no hicimos nada adicional.

De modo que fue una negociación muy positiva. Involucra que la primera parte del acuerdo se cumplirá este año (son más o menos 6.000 millones, más 1.000 millones de los bancos, 7.000 millones); y 36.000 millones con el nuevo presidente. Se lo expliqué a cada presidenciable; ellos tienen cada cuatro meses una revisión del acuerdo con el FMI. Las metas de inflación son más flojas que las que nosotros nos impusimos a nosotros mismos. O sea que es un acuerdo en muy buenas condiciones, no hay acuerdos laterales, nada respecto del comercio, respecto de injerencias no debidas en la política económica brasileña; los presidenciables han sido informados y han manifestado que van a cumplir. Así que hicimos un acuerdo muy abierto, con las cartas arriba de la mesa.

EC - Pero los mercados no parecen haber reaccionado positivamente: el dólar sigue alto, la bolsa no levanta, el riesgo país no bajó significativamente; permanece vigente esa incertidumbre justamente de origen electoral que ha caracterizado a la crisis brasileña en estos últimos meses. Es que los candidatos que lideran en las encuestas, "Lula" y Ciro Gomes, son fuertemente críticos de la política económica de este gobierno, uno de ellos incluso la ha calificado como fracasada. ¿Cómo observa el efecto que ha producido el entendimiento con el FMI?

FHC - Creo que el efecto es positivo. Desde luego, está claro que el país es solvente, tiene cómo pagar. Le voy a dar datos: este año, de la parte pública de la deuda externa, tenemos que pagar todavía unos U$S 1.000 millones, y la verdad es que en el año hemos captado más que suficiente para eso, o sea que no hay problema. En cuanto al sector privado, a la deuda externa de las empresas, este año, si no hay ninguna refinanciación, si el giro no se mantiene, tiene que pagar 7.000 millones; tenemos de reserva 38.000 millones, 23.000 millones de reservas líquidas. O sea que está claro que no hay problema de pago de las cuentas externas. Aun cuando los mercados siguen un poco reluctantes a reconocer que la situación económica es buena, saben que es buena. Y más: creo que la apuesta que hacen es: "Espero al nuevo presidente, a lo mejor no es capaz de manejar la política económica". Creo que es un prejuicio, porque creo que Brasil tiene fuerzas suficientes e institucionalidad para hacer que cualquiera que sea el presidente siga cierto rumbo en la política económica.

EC - ¿Qué quiere decir?, ¿cuáles son los lineamientos que se mantendrían aun en un triunfo de Lula o de Ciro Gomes?

FHC - Voy a repetir lo que ellos dijeron: van a mantener esta línea de superávit en por lo menos 3,75%, van a honrar los contratos, van a hacer una política con el objetivo de controlar la inflación y tendrán responsabilidad fiscal. Esos son los puntos fundamentales de lo que hicimos en Brasil, hicimos que la economía del Estado y el manejo de las finanzas públicas fuera responsable.

Aunque alguien por razones electorales pueda calificarlo como fracaso, no es verdad: la verdad es que hemos logrado que exista en Brasil un sentido de responsabilidad, y que la gente sepa ahora que es importante controlar las finanzas públicas porque si no viene la inflación, y nadie quiere inflación; el pueblo no quiere inflación. Eso no quiere decir que no se pueda cambiar de políticas económicas en otros sentidos, quiere decir que no se deben cambiar los fundamentos sanos de la economía. Si alguien quiere hacer una política industrial más activa, tiene toda la libertad para hacerlo.

EC - Justamente, ¿cómo evalúa el hecho de que quienes lideran en las encuestas (Lula, Ciro Gomes, cada uno de ellos en el orden del 34%) no son quienes cuentan con el respaldo del gobierno (Serra -su candidato- apenas en el 14% por ahora), y con las encuestas a propósito de un eventual balotaje dando triunfador a Ciro Gomes? ¿Hay un cuestionamiento a su política económica en la población?

FHC - Puede que sí; después de tanto tiempo, por el hecho de que hemos tenido que enfrentar cinco crisis internacionales, todo eso disminuye la capacidad de un gobierno de ofrecerle a la población lo que esta más quiere: mejorar su renta, no se pueden negar los hechos. Pero no sé cuál va a ser el resultado de las elecciones. Y quiero ver, seis meses después, cómo va a ser la evaluación de la población, ahí sí podrá comparar, un año después la historia dirá con más tranquilidad.

EC - ¿La historia dirá si se cambia efectivamente el rumbo? ¿A eso se refiere?

FHC - A eso me refiero. Cualquiera que venga, incluso el candidato de mi partido, algunos cambios va a producir, porque la situación ha cambiado. En el segundo mandato no hice lo que hice en el primero, y si tuviera la posibilidad de ser candidato otra vez tampoco haría lo mismo. No planteo la cuestión en términos de desear ser otra vez candidato, pero no diría ni haría lo mismo porque la historia cambia; son momentos distintos.

Hay que ver eso con la perspectiva de la tranquilidad histórica para juzgar si fue bueno o malo. Le voy a dar una información que a lo mejor ni los brasileños saben: después del Plan Real la economía brasileña creció 31% en términos del PBI. No me parece que un momento de gran turbulencia en el mundo sea tan malo en términos de crecimiento económico. Este año en Brasil todos nos quejamos -yo también- de que a lo mejor no alcanzamos el 2% positivo; ¿de cuánto será el crecimiento en los países vecinos?

EC - No nos diga a nosotros, que vamos a estar cayendo 11% este año.

FHC - Y en Argentina más, en comparación. Vivimos en un mismo mundo, en un mundo difícil, en un mundo lleno de sorpresas, de crisis financieras que vienen no a raíz de lo que hagamos...

Recién me preguntó por qué los mercados no aceptan... Es una cosa curiosa, lo mencioné aquí en Uruguay en un paralelo que hice: parece ser que hay ciertos sectores financieros que quieren imponer una traba a los países, inventan que no se puede pagar la deuda cuando sí se puede pagar, crean una sensación de que no se puede y ellos mismos pierden plata con eso. Es una irracionalidad de los mercados. Vivimos un momento nuevo de los sistemas financieros internacionales, ni siquiera se tiene una teoría para explicar muy bien cómo funcionan, pero lo que es cierto es que el grado de irracionalidad de los mercados es muy alto.

EC - Usted ha criticado la injerencia que en esta campaña electoral brasileña vienen teniendo las calificadoras de riesgo y los grandes inversores del exterior, justamente por las advertencias sobre los riesgos que traerían aparejados tanto un triunfo de Lula como de Ciro Gomes. Ha puesto el dedo en una llaga sensible, es un problema bien delicado para países en vías de desarrollo como los nuestros. ¿Qué soluciones puede tener eso que lo preocupa?

FHC - Primero, creo que no hay por qué hacer esas apuestas a que el candidato que el pueblo elija no será capaz; vamos a ver si es capaz o no, yo tengo la visión de que hay que respetar a la ciudadanía en cualquier circunstancia y hacer que, sea quien sea el candidato, ciertos fundamentos se mantengan. Y tenemos condiciones para ello.

EC - Pero de hecho esas advertencias, por ejemplo de calificadoras de riesgo, juegan, tienen incidencia.

FHC - Sí; pero no es incidencia electoral sino incidencia negativa. Al contrario, al electorado le da la sensación de que hay una injerencia externa, lo cual favorece a la oposición, no al gobierno. Es otra vez un error, políticamente hablando. Pero el error más grande no es político, creo que las calificadoras no se han dado cuenta de los cambios que ya ocurrieron en nuestros países y en el mundo y nos siguen juzgando con miedo. Tienen miedo de equivocarse y por precaución descalifican, y al descalificar crean una situación negativa.

EC - ¿Cómo se soluciona ese fenómeno?

FHC - Lo que pasa en el mundo de hoy es que el sistema de globalización financiera y de la información caminó mucho más de prisa que las instituciones. No disponemos de instituciones de regulación internacional con fuerza suficiente para evitar que esas profecías que se autorrealizan actúen en esos momentos. El FMI, que dio una prueba clara de que apoyaba a Brasil y a Uruguay, no tuvo todavía fuerza para contrarrestar las expectativas negativas que se forman sin base en los mecanismos de mercado. O sea que hay ahí una dificultad político-institucional, lo que antes llamábamos la necesidad de rediseñar la arquitectura financiera mundial está puesto de manifiesto en los casos de Brasil y Uruguay.

EC - Uruguay tenía sus problemas, mire cómo terminamos teniendo que adoptar estas soluciones para el sistema bancario. Había dificultades muy serias, no era un invento.

FHC - Sí, lo sé: sé que no era un invento. Yo podría decir que en Brasil también hay dificultades, pero el problema es otro: ¿son dificultades que no se puede superar, o son dificultades que se puede superar? Aquí se crea la ficción de que son dificultades que no se puede superar. Me gusta mucho un estudio de Albert Hirschman sobre los obstáculos para reconocer que hubo desarrollo. Aquí hay algo así: hay una dificultad para reconocer que hubo transformaciones positivas en los países en desarrollo. Esas dificultades nacen aquí mismo, son los mismos patricios quienes escriben cosas que no tienen base pero que dan la sensación de que la situación es pésima, de que estamos en una crisis profunda.

EC - ¿Usted dice que son patricios los que sostienen esas críticas?

FHC - Sí, nuestra gente, la gente del país, que escribe eso que después se vuelve una especie de dogma afuera. Mira la situación brasileña: este año tendremos un superávit en la balanza comercial de no menos de U$S 5.000 a 6.000 millones, tenemos superávit en las cuentas del gobierno, tenemos U$S 38.000 millones dólares en nuestras reservas... ¿Dónde está la crisis de tal magnitud? En Brasil no hay huelgas, el sector privado no sabe lo que son huelgas desde hace años, no de ahora. ¿Dónde está la imposibilidad de manejar la situación? No se ve ninguna señal.

EC - El déficit fiscal es lo que se ha mencionado más insistentemente.
FHC - Sí, pero está bajo control. Todos los grandes países tienen déficit fiscal, todos tienen endeudamiento; el asunto no es tener endeudamiento o déficit sino tener la capacidad de hacer el giro de todo eso. Ahí está el punto, lo que las agencias calificadoras y la percepción de los mercados hacen es poner una traba a la posibilidad de hacer el giro. Miran la situación, no analizan con objetividad cuando la situación es buena; en el caso de Brasil, todo el mundo reconoce que las señales vitales de la economía son positivas. Este año tuvimos la cosecha más grande de nuestra historia, estamos exportando manufacturas, mejoramos la calidad de nuestros productos que hoy día tienen calidad global... Sin embargo, algunas calificadoras dicen "Pero vendrá un presidente en el futuro que no será capaz de manejar la situación como el actual". ¿Por qué? Aun cuando me refiera a opositores, ¿por qué de antemano voy a creer que no van a ser capaces? A los que me preguntan eso les contesto: supongamos que no lo sean; la sociedad tiene instrumentos: tiene un Congreso fuerte, una prensa libre, están los sindicatos, los intereses empresariales, los acuerdos internacionales. No hay razón para crear un obstáculo que finalmente paraliza. En nuestro caso, creo que lo estamos superando; creo que los mercados finalmente reconocieron el esfuerzo, saben que tenemos cómo honrar los compromisos. Creo que lo que hubo fue una asfixia producida para la no refinanciación del comercio exterior. Me parece increíble, nunca hubo eso en la historia: la decisión de no financiar bienes de corto plazo de comercio. Pero ¿qué hicimos? Como tenemos plata en el Banco Central los estamos financiando nosotros mismos, y ellos están perdiendo plata. Entonces creo que tenemos condiciones para repuntar.

EC - Quedó pendiente la pregunta a propósito de cómo se soluciona este problema de la injerencia de calificadoras de riesgo, de grandes inversores en una campaña electoral, por ejemplo.

FHC - Creo que la única solución es no darle crédito a esa injerencia en la campaña electoral. Es lo que el pueblo brasileño está haciendo: no les está dando crédito. Yo creo que mi candidato, el senador Serra, es el que tiene mejores condiciones para llevar adelante el país, por el buen camino, pero no creo que para elegirlo tenga que decir que es el único que va a cumplir lo que las agencias calificadoras quieren, ese no es mi argumento.

EC - ¿Y si Serra no va al balotaje, si van Ciro Gomes y Lula? ¿Es cierto que usted se inclina por Lula?

FHC - No. Serra va al balotaje; la campaña empezó ayer. Yo tengo que presidir las elecciones, no es mi partido que está en juego; voy a tener una posición de tranquilidad, de reconocer lo que la ciudadanía tome como decisión y, como brasileño, ayudaré en lo que pueda para que Brasil mantenga una posición de equilibrio interno y en el mundo. Después veré quien gana: espero que tenga la responsabilidad y se dé cuenta. Cuando tome asiento donde estoy yo, va a ver que las cosas son muy distintas de lo que dicen las campañas electorales, va a tener que confrontarlas con la realidad, va a ver cuánto hicimos nosotros y qué importante es tener el aval de la respetabilidad.

EC - Insisto: ¿Lula o Ciro Gomes?

FHC - Serra.

***

EC - ¿Cuál es el objetivo de su visita a Uruguay en estos días?

FHC - Primero, porque no vine después de haber sido reelecto presidente, aunque tuve muchas invitaciones. Nunca había estado con el presidente Batlle como presidente, él me había invitado muchas veces.

Y creo que Uruguay vive un momento delicado; quiero demostrarle claramente a Uruguay que cualquiera sea la situación tiene el apoyo de Brasil, como lo hice también con Argentina. La situación de Uruguay es mucho más fácil de repuntar que lo que fue la situación argentina, y Brasil tiene un sentimiento de profunda amistad y solidaridad para con todos los países amigos.

EC - Justamente, todas estas crisis (la argentina primero, la uruguaya después, la brasileña ahora) cuestionan más que nunca la vigencia del Mercosur; sin embargo usted, en estas horas que lleva en Montevideo se ha animado a relanzar su entusiasmo por una moneda común, por ejemplo. ¿Qué futuro vislumbra para este tratado de integración en estas condiciones?

FHC - Si pensáramos en un tratado de integración coyunturalmente, diría que en este momento no. Pero creo que el Mercosur es algo que tiene alcance histórico y que, pese a todo, los vecinos van a seguir siendo vecinos, la interconexión de las economías va a seguir, los intereses recíprocos van a seguir. Entonces ¿por qué no sacar ventajas incluso de la dificultad? Yo dije lo siguiente: el presidente Menem hablaba de moneda común, nosotros éramos muy resistentes a la idea; en aquel entonces yo decía que primero había que tener metas comunes de política macroeconómica, un pequeño Maastritch. Ahora, sin que hubiera una decisión en ese sentido, al menos en lo que hace al manejo del tipo de cambio, de la política cambiaria estamos todos en lo mismo, con tipo de cambio flotante. Eso permite tener más facilidad para ciertos arreglos macroeconómicos, lo que permite el sueño -esa fue la expresión que utilicé- de tener en el futuro una moneda común. Es un sueño, hay que soñar.

EC - ¿Para qué serviría la moneda común?

FHC - Para facilitar el comercio, para robustecer la moneda del conjunto de los países frente a otras. Pero significaría también un señal, como en Europa, de que vamos hacia una integración creciente. De todos modos ahora, cuando es un anhelo y no una realidad palpable, ya existen cuestiones muy concretas: el comercio sigue, tendremos que ampliarlo; tendremos que mantener la discusión de la baja de aranceles, el Arancel Externo Común; las negociaciones con Europa, con el Alca... Todo eso sigue. No hay por qué destrozar lo que tenemos, que es el Mercosur; vamos a tratar de mantenerlo.

EC - Los críticos del Mercosur señalan que ha sido demasiado fortaleza y poco portaaviones. ¿Qué responde?

FHC - No sé si fue demasiado fortaleza; si lo fuera no tendríamos tantas dificultades entre nosotros, por ejemplo Argentina y Brasil. No fue tanto fortaleza; al contrario, si anteriormente hubiéramos tomado decisiones de más integración tendríamos menos dificultades. En cuanto a la cuestión del portaaviones, no sé específicamente en cada país, pero el comercio exterior brasileño no creció tanto como nos gustaría, pero creció 40% en los últimos ocho años. Como somos ultraexigentes siempre creemos que no es suficiente, pero creció y la tendencia es de ampliación.

EC - ¿Pero en qué dirección creció?

FHC - Básicamente intraMercosur, hacia América del Sur, pero también a Europa, Japón, Estados Unidos, está creciendo con China... Hemos ampliado nuestras relaciones por todos lados.

EC - A principios de este mes el presidente de Estados Unidos obtuvo en el Congreso la aprobación del TPA, la autorización de promoción comercial. Se supone que después de haberlo buscado durante tanto tiempo Bush y su antecesor, Clinton, ahora viene el impulso a las negociaciones comerciales internacionales y en particular a la del Alca. ¿Con qué estado de ánimo se enfrenta Brasil a estas negociaciones? ¿A su gobierno le entusiasma este proyecto del Alca?

FHC - Depende del entusiasmo que el gobierno de Estados Unidos realmente tenga. Porque simultáneamente a esta aprobación en el Congreso hay restricciones crecientes, por ejemplo en el área del acero, en lo que hemos ganado algo ahora. No se ve una voluntad efectiva de libre comercio. Creo que el libre comercio en este momento es positivo para países como los nuestros, porque antes hablaban de libre comercio los países que estaban muy avanzados y querían adueñarse de los mercados muy atrasados. Ese ya no es el caso, ahora tenemos un poco más de equilibrio, nosotros queremos mercados. El Alca nos interesa en la medida en que realmente signifique una apertura de mercados para nosotros y en que se restrinja los instrumentos de acción unilateral -subsidios, etcétera-. Si eso sucede, la industria brasileña es altamente competitiva en acero, en aviones, en textiles, en calzado, tenemos muchas cosas que podemos comerciar con ventaja. El asunto del Alca depende, primero, de nuestra capacidad de saber lo que queremos; segundo, de saber si ellos están realmente dispuestos a hacer un efectivo acuerdo de libre comercio -no de comercio libre solamente para un lado-; después, de la capacidad de mantener la productividad en ascenso para que la industria y la agricultura tengan capacidad efectiva de competir. Con esas condiciones sí, sin esas condiciones no hay ni punto de partida.

EC - En las Américas el 88% del Producto vienen del Nafta. ¿Cómo hacen los demás países, incluidos el suyo y el mío que apenas suman el 12% del producto, para tener fuerza en esas negociaciones, cuando además atraviesan por estas crisis políticas, sociales, económicas que hemos venido comentando?

FHC - Como le dije, creo que en lo que hace a la economía, la producción brasileña no está en crisis: al contrario sigue creciendo, tanto en la industria como en la agricultura, lo que hace que nuestros productos sean altamente competitivos. Justamente porque tenemos (creo que es menos que 12%) lo que queremos es tener más mercados; no solamente el de Estados Unidos: también el de China y el de Europa. Para nosotros es vital, pese a que Brasil tiene un enorme mercado interno. Brasil tiene una economía cerrada, el producto del país debe ser de U$S 550 mil o 600 mil millones, y las exportaciones están en los U$S 55.000 o 60.000 millones, o sea el 10%. No es nada. Nos interesa ampliar el acceso a los mercados y tenemos cómo hacerlo: tenemos competitividad, no tenemos crisis en la producción; la crisis es financiera y de expectativas, es una crisis de otra naturaleza. No se trata de la crisis del 29 ni de la de los años 80: es otro tipo de cuestión muy rara, muy nueva, hay un freno del giro financiero en circunstancias que no significan una economía paralizada. En el caso de Brasil la economía no está paralizada, el freno viene de lo financiero. Eso es nuevo y quizás la gente todavía no se haya percatado de ese fenómeno, por eso hay que tener instituciones que regulen ese proceso, porque si no las agencias calificadoras y los mercados pueden tener una percepción equivocada que puede tener fuerza suficiente para dañar a una economía sana.

EC - ¿Pero cómo se negocia? ¿De a uno los países de América Latina?

FHC - No, creo que es mejor el Mercosur negociando con el ALCA, es más fácil. Vamos a hacer todo lo posible en ese sentido.


***

Algunos datos sobre Brasil:

Superficie: 8.547.404 Km2 (50 veces la de Uruguay)
Población: 170 millones de habitantes (2000): 50 veces la de Uruguay.
Densidad Demográfica (2000): 19,84 habitantes/Km2
Pob. Economicamente Activa: 80 millones de habitantes (1999)
Tasa de Analfabetismo: 14,2% (1999)
Expectativa de Vida (1997): Hombres: 64,33 años, Mujeres: 71,97 años



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Transcripción: Jorge García Ramón y María Lila Ltaif Curbelo
Edición: Jorge García Ramón

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