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Madera uruguaya industrializada llega a los principales mercados
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Ingeniero agrónomo forestal Carlos Voulminot, de Industrias Forestales Arazatí SA. Gracias a la exigencia de la ley de fomento del sector, Uruguay está en inmejorables condiciones de certificar su producción forestal. Los consumidores de los países desarrollados exigen garantías de que no están comprando productos provenientes de la depredación o la explotación social.
EN PERSPECTIVA
Lunes 31.03.03, 09.15.
EMILIANO COTELO:
La industria maderera en nuestro país tiene a un actor importante aquí mismo en San José: Industrias Forestales Arazatí SA. La firma, con una historia de más de medio siglo en este departamento, exportó el año pasado 800 mil dólares en piezas de madera a los mercados más exigentes del mundo, como Estados Unidos, Canadá y Chile.
Sus bosques y su planta industrial –ubicados en Rincón del Pino, en el paraje Arazatí– cumplen además con los estándares de sustentabilidad más exigentes a nivel internacional. Y este, el de la certificación de la producción forestal, será uno de los temas que tocaremos con el presidente del directorio de esta empresa de origen familiar, el ingeniero agrónomo forestal Carlos Voulminot. Nuestro invitado es egresado de la Universidad de la República, y tiene una larga trayectoria como empresario del sector forestal, condición que heredó de su padre. Desde 1995 es presidente del directorio de Industrias Forestales Arazatí SA. Además es director de La Foresta SA, firma que brinda servicio de plantaciones de eucalipto blanco en el sur del país desde 1996. Voulminot está vinculado desde hace más de 20 años a la Sociedad de Productores Forestales, primero como secretario, luego como presidente (199-2000) y vicepresidente (2000-2002). Actualmente sigue formando parte de la directiva.
¿Cuál es el negocio de Industrias Forestales Arazatí?
CARLOS VOULMINOT:
Todo nació de querer dar el mejor uso a los suelos de un establecimiento comprado ya pensando en su forestación. En esta zona no es muy común el suelo forestal: cuando uno piensa en esta actividad piensa en las tierras de los departamentos de Tacuarembó, Rivera, Paysandú, Río Negro... Pero, hace muchos años, en 1946, mi abuelo ya pensaba en forestar. Fue de esas cosas, como un bichito que le picó: simplemente, buscó un establecimiento en el cual hubiesen bañados, esteros, para plantar álamos, y arenales para plantar pinos. Así fue que llegó a Rincón del Pino, donde compró ese establecimiento para plantar pinos en los suelos arenosos, álamos en los bañados, y por supuesto que los suelos buenos siguen hasta hoy dedicados a la agricultura bastante intensiva, y también a la producción intensiva de carnes. Quiere decir que, en realidad, el establecimiento está forestado en más de la mitad, y lo otro es un establecimiento agrícola ganadero.
EC – Estamos hablando entonces de un emprendimiento forestal que nació mucho antes de la Ley de Forestación de 1988, que fue el gran impulso para esta actividad en nuestro país.
CV – Efectivamente.
EC – La segunda particularidad de esta empresa es el tipo de árboles que planta, pensados para determinado tipo de productos. Pino, álamo...
CV – También tenemos eucalipto pero poco, porque la mayoría de los establecimientos forestales del Uruguay son “eucalipteros”: más del 70% de la superficie forestada lo ha sido con esa especie. En el caso de Arazatí, 60% es de pinos, 20% álamos y sauces, y sólo el 20% son eucaliptos.
EC – A partir del pino, del álamo, del sauce, ¿qué objetivos se fijaron?
CV – Una vez que esas masas forestales crecieron y tenían una madera como para industrializar, en 1981, se inauguró el aserradero. Fue entonces el primer aserradero automático y el de mayor producción en el país, básicamente pensado para aserrar pinos. Hasta el día de hoy, la madera de pino sigue siendo el 95% de la que producimos y aserramos.
EC – Este tipo de árboles necesita más tiempo de desarrollo que el eucalipto.
CV – Más tiempo: el eucalipto puede desarrollar diámetros importantes en pocos años, pero los pinos son de ciclo mucho más largo y, en el caso del sur donde estamos, debemos pensar por lo menos en cuatro o seis años más que en la zona norte del país, donde reciben mucho más lluvia y son mejores para forestar que en el sur. Por lo tanto, hay que pensar en un mínimo de 24 años, tal vez 28 o 30, para que un pino en el sur para que produzca madera de calidad.
EC – Son proyectos a largo plazo.
CV – Realmente. “Con las raíces metidas en la tierra”.
EC – ¿Para tener después productos de mayor valor, para acceder a otro tipo de mercados?
CV – No se puede obtener madera de calidad de árboles jóvenes. Generalmente hay que esperar un turno largo, de 24 a 28 años, y además hacer el manejo: la poda y el raleo. La poda de las ramas permite obtener una madera sin nudos, pero queda la cicatriz en el árbol por dos o tres años a partir del corte. Recién a partir del quinto o sexto año comienza a producir lo que llamamos madera libre de nudos, que se comercializa con el nombre en inglés “clear”, limpio de nudos. Para producir esto hay que manejar los bosques, podarlos, ralearlos, y esperar muchos años a que esa madera libre de nudos comience a crecer después de someterla a poda.
EC – Cuando se piensa en el eucalipto (por supuesto es una idea equivocada, una generalización) tiende a pensarse en madera para pulpa.
CV – Es correcto: la mayoría de las plantaciones en el Uruguay fueron pensadas con destino a pulpa.
EC – En el caso del pino, del álamo y el sauce que produce Arazatí, ¿cuál es el destino?
CV – Básicamente madera sólida, madera aserrada, que luego se transforma en distintas cosas que podemos ver acá como muebles, puertas, ventanas... El álamo es muy apetecido para lo que se denomina muebles “vestidos”, los forrados como sillones y sofás, porque es una madera fácil de trabajar, es muy liviana, no se apolilla, pero no tiene mucha veta: no presenta características visuales “lindas”. Por lo tanto, uno de los usos del álamo es ese: ya que no se ve por estar tapizado, los carpinteros hacen los “esqueletos” de los muebles con álamo. Pero todas esas maderas son para usos nobles, y también para puertas y ventanas.
EC – Maderas para la construcción: aberturas.
CV – Generalmente, cuando se habla de maderas para construcción los uruguayos piensan en encofrados para obra. El enconfrado es una madera de bajísimo requerimiento: realmente puede ser la peor, la tercera clasificación de la madera, porque lo único que requiere es que alguien clave una contra otra para verter adentro el hormigón. Generalmente se piensa en tirantes, puntales y encofrados. Pero lo nuestro es madera para la carpintería de obra.
EC - ¿Cuál ha sido el mercado para Industrias Forestales Arazatí, desde que opera?
CV – Al ser el primer aserradero en cortar pinos de esa edad en este país, lo que no era nada común (repito que fue el primer emprendimiento que se inició pensando en producir madera), la idea fue sustituir las importaciones, que tradicionalmente venían de EEUU, de Suecia y Finlandia incluso. El pino que se trabajaba en este país era todo importado, y durante toda la década del 80 Industrias Araztí buscó básicamente sustituir los productos importados.
EC – Pero supongo que en los últimos años se debe haber producido un quiebre, porque si pensamos en la construcción Uruguay está viviendo en el pozo: es una de las crisis más fuertes.
CV – Creo que es la crisis más fuerte.
EC - ¿Cómo modificó esto el mercado de Industrias Arazatí?
CV – Sin duda, hay que adaptarse y buscar sobrevivir porque de lo contrario, como los dinosaurios, desaparecemos. Arazatí está exportando actualmente más de la mitad de su producción, y por lo tanto desde el año 2002 podemos ser catalogados como empresa exportadora ya que más de la mitad de la producción y de la facturación se debieron al mercado externo. Estamos exportando maderas para ventanas a Canadá, por ejemplo; madera para molduras a EEUU; madera para puertas a la fábrica más grande de Chile. Este año vamos a abrir el mercado a Europa (esta semana sacamos una exportación para Inglaterra); y el año pasado también sacamos algo para España, para una fábrica de cunas y muebles.
EC – Supongo que los montos todavía no son los que a ustedes les interesaría tener en la exportación. ¿Cuánto han facturado en exportación el año pasado?
CV – No, no: todavía es una empresa chica, que no genera grandes volúmenes. Aún estamos por debajo del millón de dólares por exportaciones.
EC – Pero lo interesante es el tipo de mercados al que están llegando.
CV – Sin duda, lo interesante es eso. Esto nos indica claramente que la madera uruguaya, producida por uruguayos, manufacturada por uruguayos, es secada, cepillada, elaborada (lo que da trabajo a muchas personas, incluso a muchas mujeres que trabajan en este proceso de clasificar y cortar la madera a la medida que requieren nuestros clientes)... con la madera y la industrialización uruguaya se puede llegar sobre todo ahora (seamos muy francos) después de la devaluación, porque era imposible llegar a ningún lado con los costos que tiene este país. Las empresas estamos empezando a exportar, nosotros contribuyendo modestamente con nuestro granito de arena, pero espero que todo el resto del sector industrial uruguayo pueda ser fuertemente exportador, generar divisas genuinas, traerlas a este país y multiplicarlas.
EC - ¿Cuántas son las personas que trabajan en Industrias Arazatí?
CV – Somos en total 83 personas. En la parte industrial son 60, de las cuales el 25% son mujeres, lo que es muy importante: es raro que trabajen mujeres en las industrias manufactureras, sobre todo la de madera. Para nosotros no es raro porque lo venimos heredando de 20 años atrás, cuando teníamos una fábrica de cajas alambradas para exportar citrus (que básicamente usaba madera de álamos) y en aquella época teníamos la suerte de dar trabajo a más de 38 mujeres en esa línea. Esa fábrica no existe más, pero todo el personal femenino que tenemos ahora deriva y data de aquella época.
EC - ¿Cuál es el producto que exportan? “Se trabaja a medida”...
CV – El pino entra en forma rolliza, en troncos; es aserrado, las tablas son clasificadas de acuerdo a las características que tengan, y luego son secadas. La empresa fue la primera en Uruguay en tener secadores, el primero que tuvimos fue en el 86. Actualmente hay tres pero igualmente es poca la capacidad que tenemos, realmente necesitamos más. Luego la madera se dimensiona: se la lleva en una máquina de molduras, es cepillada en sus cuatro caras con una tolerancia de más menos un milímetro (los mercados son muy exigentes) y luego las cortamos al largo y al ancho que nos pide el cliente, porque en realidad van a ser parte de un mueble o de una ventana. De modo que es muy importante que el largo, el ancho y el espesor sean muy exactos: lo que estamos haciendo son partes y piezas para fábricas que luego reciben nuestra madera y alimentan sus máquinas para armar.
***
EC – En esos mercados a los que llega la producción de Arazatí pesa de manera muy relevante la certificación. ¿Qué es la certificación en materia forestal?
CV – En esencia, la certificación nace por la demanda del público, básicamente en el Hemisferio Norte (tanto EEUU como Europa), que veía que muchos productos de madera muy lindos, vendidos en las grandes cadenas comerciales de esos países, de pronto provenían de madera cortada en selvas tropicales, selvas posiblemente desvastadas para hacer esos productos. Y todavía esos productos muchas veces estaban hechos en condiciones pésimas, con trabajadores que estaban en muy malas condiciones. Nació, entonces, porque la gente comenzó a decir “Quiero saber que esta mesa muy linda que tengo y que dice Hecha en Vietnam o Hecha en Brasil, no sea proveniente de un árbol por el que se está destruyendo al Amazonas, y que además no haya sido fabricada en condiciones pésimas”. La certificación surgió de la demanda: el usuario final comenzó a exigir que alguien le garantizara que lo que compraba proviniera de madera sustentable, correctamente plantada, que no se estuviera devastando las selvas tropicales, que hubiera sido fabricado en condiciones correctas, por industrias que cumplieran las normas internacionales. Básicamente, que fuera sustentable: que ese bosque vuelva a rendir. Lo más importante, lo destacado para mí, es que no nació de nosotros, los técnicos forestales, a quienes se nos ocurrió cómo manejar el bosque: surgió de una demanda muy culta, muy informada, que no quería tener el arrepentimiento final de que el producto que llevaba a su casa viniera de una selva devastada.
EC – Para certificarlo, ¿con qué normas, con qué criterios están trabajando ustedes?
CV – En nuestro caso trabajamos con la FSC (Forest Stewardship Council), que internacionalmente debe ser la más importante hoy. Después de la Conferencia de Río de 1992, para el año 1994 había más o menos seis tipos distintos de certificadoras. De ese año a hoy, la FSC es la que tiene mayor área. A la vez, surgieron muchas otras sobre todo en Europa, para no dejar el monopolio en manos de FSC.
EC - ¿Desde cuándo tienen esta certificación?
CV – Desde el 2001; fuimos la primera empresa nacional en obtenerla.
EC – Y ahora mismo están siendo auditados, en estos días.
CV – Exactamente.
EC – Sé que tiene que irse para participar de una de las reuniones con los auditores, que están en Uruguay.
CV – Sí. Vienen dos veces por año, y tenemos que mostrarles lo que estamos haciendo para mantener la certificación.
EC – Una auditoría que llega, por ejemplo, a consultar a los vecinos de la plantación o de la fábrica a propósito del impacto de esa actividad.
CV – Sin duda. La certificación de la FSC se basa en tres grandes principios: uno, que el bosque sea sustentable, que no estemos haciendo una actividad de “explotación” (como se llamaba antes a la “explotación de la selva del Amazonas”, como quien explota una cantera de un mineral que se va a acabar: destrozaban todo, se llevaban lo que valía, el resto lo quemaban); otro es el aspecto social: que la empresa sea socialmente positiva.
EC - ¿Cómo les ha ido en el puntaje en ese sentido?
CV – Muy bien. Por suerte, realmente muy bien.
EC - ¿Y el tercer aspecto?
CV – Los mediambientales, y por suerte también tenemos muchísimos puntos positivos. Uno ve perfectamente lo que significa la interacción durante 50 años con especies que no son autóctonas (porque sabemos que no son originarios de aquí los pinos, los eucaliptos ni los sauces ni álamos), pero sin embargo se ha formado un ecosistema particular, que ya podría llamarse ecosistema Arazatí, en el cual las distintas especies han interactuado durante años. Hay muchísima fauna y flora, y eso es todo positivo.
EC – No es la única empresa forestal certificada.
CV – No: en Uruguay hay cuatro.
EC - ¿En qué porcentaje del área forestada del país?
CV – Eso es interesante, porque desde ese punto de vista sólo representa el 13%. Pero si uno mira las exportaciones del 2002, representamos exactamente la otra parte de la torta: el 86% de las exportaciones de madera aserrada (hablo sólo de madera que tiene valor agregado uruguayo, no de troncos que después son industrializados en otros países) tiene certificación FSC.
EC – Así que la certificación es todo un camino que tiene sus beneficios, y que todavía la forestación de nuestro país tiene que seguir recorriendo.
CV – Totalmente de acuerdo.
EC – Parecería imprescindible.
CV – Además, creo que tenemos esa ventaja competitiva. Los uruguayos no podemos perderla cuando es una ventaja y tenemos tantas desventajas (por escala, por el costo del combustible, por el costo de la electricidad). Una vez que tenemos una positiva, utilicemos ese trampolín. Uruguay en su conjunto (no sólo Arazatí y las otras tres empresas certificadas que hay) tiene la ventaja de que la grandísima mayoría de sus forestaciones son certificables. En Uruguay la forestación nació realmente ordenada, con una ley que establece los suelos, las especies, qué podemos hacer, qué no... Nace con una protección legal del monte indígena, con muchísimos puntos que para otros países son muy difíciles de cumplir, y que en algunos casos hacen que queden fuera de la certificación. Nosotros lo tenemos todo, y para las empresas forestales del Uruguay es muy sencillo certificarse.
EC – Y con la certificación ¿se gana en valor, se gana en mercados?
CV – Básicamente en mercados. En valor no se ha visto tanto, porque no hay una diferenciación de maderas certificadas, que valgan más que la no certificada. Pero muchas empresas se comprometieron frente a sus clientes a usar sólo maderas certificadas para asegurar que esos productos que van a las grandes cadenas comerciales de muebles armados y el “brick yourself” (eso de que ellos mismos se arman los estantes) puedan asegurar que sólo usan maderas provenientes de países y procesos sustentables.
Certificadora SmartWood
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Transcripción y edición: Jorge García Ramón
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