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El dulce de leche: no sólo tradición cultural
La intención argentina de obtener de la Unesco un reconocimiento de varios productos alimenticios como integrantes de su patrimonio nacional podría derivar en graves perjuicios económicos para Uruguay. La denominación de origen podría impedir vender por su nombre productos que el país exporta en la actualidad. Ex subsecretario de Educación y Cultura, José Carlos Cardoso, e ingeniero agrónomo Amílcar Rivoir.
EN PERSPECTIVA
Viernes 18.04.03, 07.36.
EMILIANO COTELO:
El “patrimonio gastronómico” de un país no es sólo un componente más de la imagen o identidad cultural de un país. También puede llegar a ser una importante fuente de recursos.
En estos días se desató una polémica en el Río de la Plata, a partir de la intención del gobierno argentino de sumar algunos alimentos típicos de nuestra región a “su exclusivo patrimonio cultural”. Está en danza entonces la “paternidad” del dulce de leche, del asado y de las empanadas, productos que, por lo menos a primera vista, se nos presentan tan típicamente argentinos como uruguayos.
El jueves de la semana pasada, el ingeniero Juan Grompone lanzó un alerta en esta materia en La Tertulia En Perspectiva. Consideró un disparate la pretensión argentina, pero sobre todo advirtió sobre sus consecuencias posibles.
(Grabación)
JUAN GROMPONE:
Pero hay una cosa que no es disparatada: lo que sí podría reivindicar Argentina es la denominación de origen, es decir que sólo pueda llamarse “dulce de leche” en forma comercial a aquel que provenga de la República Argentina. Del mismo modo que Francia prohibe llamar “champagne” a cualquier vino espumante que no provenga de esa región de Francia, lo mismo con el “cognac”, el “armagnac” y tantas otras denominaciones de origen.
Quiero recordar que Uruguay tuvo denominaciones de este estilo que no usó y están vigentes. Por ejemplo “Fray Bentos” [capital del departamento de Río Negro] es una marca comercial que hoy se puede comprar en Inglaterra, y que pertenece a compañías inglesas. Del mismo modo que “Paysandú” [departamento del Uruguay] fue una marca muy famosa para la lengua enlatada, o que “Paso de los Toros” [ciudad del departamento de Durazno] es todavía una marca vigente para el agua tónica.
Creo entonces que acá hay un problema bastante serio, porque ¿qué sucederá si Argentina sigue adelante con su propósito y logra declarar que sólo se pueda llamar “dulce de leche” al de origen argentino? ¿Qué sucederá a Conaprole (Cooperativa Nacional de Productores de Leche), qué sucederá a todos los pequeños productores artesanales...? Creo que es un tema de preocupación para el país.
(Fin de la grabación)
El tema tuvo estado parlamentario: hubo planteos al Ministerio de Educación y Cultura, y ayer el Poder Ejecutivo tomó medidas para intentar frenar esa pretensión argentina: el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) bregará ante la Unesco para que considere a estos productos como inherentes al patrimonio gastronómico del Río de la Plata. Además, el MEC envió un delegado a Argentina para acordar soluciones directamente con las autoridades de ese país.
Una discusión parecida se suscitó hace pocos años con el tango, un diferendo entre los dos países que aún está sin resolver en el ámbito de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Lo recordamos como antecedente porque vamos a dialogar ahora con uno de los representantes del gobierno uruguayo en aquella negociación, el ex subsecretario de Educación y Cultura, el herrerista José Carlos Cardoso. ¿Podemos comparar aquella situación para entender esta?
JOSÉ CARLOS CARDOSO:
Sin duda. En aquel momento, en el año 2001, lo que hizo la Secretaría de Cultura de la República Argentina fue presentar una moción ante la Unesco, específicamente, ante la división de Patrimonio Intangible, para que el tango fuera declarado patrimonio intangible.
EC - ¿Cómo fue el trámite?
JCC – Ellos hicieron una propuesta. Se hacen titulares de las propuestas, y nos enteramos por una vía indirecta...
EC – O sea que en aquel episodio también se actuó unilateralmente; fue una sorpresa para nosotros.
JCC – Absolutamente: nos enteramos por la Unesco. Yo en ese momento presidía la Comisión Nacional para la Unesco en Uruguay, y nos enteramos de esa postulación por mecanismos internos de la propia Unesco. Empezamos una negociación con la Secretaría de Cultura y el Ministerio de Educación de Argentina, tratando de que hubiera un entendimiento. La conversación fue bastante larga y complicada, al grado de que tuvimos que apelar a informar al gobierno argentino que utilizaríamos el mecanismo de veto que existe en la Unesco para que, cuando un país advierte que una postulación de otro país lo afecta en algún aspecto, pueda vetar esa postulación. En ese momento se hace un debate, una especie de conciliación que establece la Unesco, que lleva promedialmente de dos a cuatro años.
EC – O sea que en el caso del tango se siguió el mismo par de caminos que ahora: por un lado el diálogo directo con Argentina, y por otro la gestión ante la Unesco, por las dudas.
JCC – Efectivamente: en aquel caso comunicamos a la Unesco que íbamos a iniciar una conversación con Argentina y que, si no llegábamos a un acuerdo, anunciábamos que íbamos a utilizar el veto. Finalmente no se concretó, porque Argentina aceptó establecer un documento conjunto... En una cuestión bastante complicada, porque el documento tampoco se pudo redactar en forma conjunta: ya estaba hecho por los argentinos y nosotros tuvimos que introducirnos en ese documento argentino. A la postre el documento no quedó bien, la Unesco lo rechazó, y ahora está en un período de espera porque no se pueden hacer postulaciones inmediatamente después de otras, hay que esperar determinado período después de hecha otra.
La Unesco lo rechazó, desde nuestro punto de vista, porque estaba mal planteado: si es patrimonio intangible lo que Unesco valora es que ese patrimonio tiene posibilidades de ser afectado, puede desaparecer, que se está extinguiendo, y nada de eso acontece con el tango. Plantear, entonces, que el tango es un patrimonio que se puede extinguir no es realista cuando en el mundo se está desarrollando.
EC – Es decir que hasta ahora el tango no está registrado como patrimonio intangible ni de Argentina ni de Uruguay. ¿Existiría la posibilidad de declararlo patrimonio del Río de la Plata?
JCC – Exactamente, y es lo que me parece que ocurre también en este caso. Nosotros no podemos decir que el tango sea uruguayo, ni Argentina que sea argentino. Hay una cultura rioplatense, notoriamente: hay muchas cosas que compartimos desde siempre, y lo que corresponde es establecer una cultura rioplatense en muchos aspectos, y que ambos países cuiden esos valores culturales y los disfruten sin una exclusividad que no nos parece razonable ni conveniente. Y que, como usted decía, tiene también efectos económicos...
EC – A eso iba. ¿Cuáles son los riesgos de que un planteo como este prospere, y que prospere como propiedad exclusivamente argentina?
JCC – Si un país hace un planteo y obtiene un reconocimiento cultural, hizo “la primera baza”: estableció el primer elemento a su favor para que luego vengan reconocimientos de marcas, certificaciones de origen, y otro tipo de exclusividades que, como decía Grompone, puede pasar que dejemos de utilizar determinados nombres que hoy van teniendo reconocimiento internacional. El considerarlo bien cultural de un país es el inicio y no es poca cosa.
Más hoy día, cuando en la Unesco y otros ámbitos internacionales los bienes culturales son reconocidos: hoy se habla de la industria cultural en muchos aspectos, y que hay que cuidar, defender esos valores. Su inicio es la declaración de ese patrimonio, el reconocimiento de que determinado valor cultural es propio.
Algo parecido pasa con el pisco entre peruanos y chilenos. Hay un reconocimiento de un enorme valor económico, y peruanos y chilenos pujan por su origen: los peruanos dicen que nació en Perú, que es de ellos, pero los chilenos lo han industrializado y lo están vendiendo a nivel mundial con un lucro muy importante.
Cuidado, entonces, con estas valoraciones de tipo cultural, porque son la antesala para luego establecer determinadas condiciones económicas de las que se benefician luego países y empresas.
EC – Lo que usted señala entonces es que más vale cortar de raíz este trámite.
JCC – Ah, yo creo que sí. Y establecer finalmente que, sobre esto, debe trabajarse en forma conjunta. Tampoco es cuestión de que de esto no se hable: podemos hablar, trabajar en forma conjunta. Hay ámbitos en el Mercosur donde podemos perfectamente establecer estas discusiones y llegar a entendimientos. No creo que sea “de esto no hablemos”. Hablemos, sí, pero de forma conjunta; progresemos y avancemos pero sin que un país le lleve la delantera al otro, cuando se trata de bienes culturales que también son nuestros (no exclusivamente, pero también son nuestros) y que pueden tener efectos económicos.
EC – Por la experiencia que usted tuvo con el ejemplo del tango, también se puede sacar otra conclusión: no es tan sencillo que un país se abrogue la propiedad de un bien cultural.
JCC – No; no es sencillo. Claro que si uno actúa con desidia puede hacerlo; si usted no se entera de nada, no participa de nada, puede hacerlo. Hay que advertirlo a tiempo, pero la Unesco es muy cuidadosa en estos temas, tiene mecanismos largos y da a los países la posibilidad de vetar. Un país puede vetar, la Unesco devuelve el documento y los países tienen de dos a cuatro años para iniciar el debate. Si nadie quiere exponerse a un veto (que impide volver a la Unesco en cuatro años), eso funciona como presión para que los países se sienten a conversar.
EC – Se informó en estos días que Argentina ya había hecho un planteo de estas características y por estos mismos alimentos ante los organismos regionales competentes.
JCC – Mientras nosotros estuvimos en el MEC, no. Cuidamos mucho este aspecto, y el ministro Antonio Mercader tenía claramente establecido que íbamos a todas las reuniones en el ámbito del Mercosur, siempre, porque sabíamos que ahí se discutía cosas muy importantes. En ese período nunca se planteó.
***
EC – Estamos ahora en comunicación con el ingeniero agrónomo Amílcar Rivoir, a quien consultábamos conociendo su vinculación con estos asuntos. ¿En qué dependencia del Ministerio de Ganadería y Agricultura?
AMÍLCAR RIVOIR:
Estamos trabajando en el programa Uruguay Rural, en los departamentos de Colonia y San José, con la Agencia de Desarrollo Económico del Este de Colonia, potenciando la quesería artesanal. Pero además venimos trabajando en denominación de origen desde nuestra actividad en el Ceade, que organizó un primer seminario en el Laboratorio Tecnológico del Uruguay (Latu), integrando trabajos con el Departamento de Agronegocios del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (Inia)... Se ha desarrollado muchas actividades.
El registro de los productos agropecuarios (no vamos a historiarlo ahora) tiene origen fundamentalmente en Francia, España, Italia, hace un siglo. La primera ley sobre vinos fue redactada en Francia allá por el año 1932, y eso llevó a la ley 2981/92 de la Comunidad Europea, que regularizó todos los productos agroalimentarios y algunos otro, como por ejemplo las artesanías. De eso podríamos quedar afuera en esta etapa de la trazabilidad, y surge nuevamente con este diferendo con los argentinos, algo que es bastante común en el Río de la Plata.
EC – Sí; hace un poco a la tradición de la relación entre los dos países. Pero ¿qué piensa sobre esto relativo al dulce de leche, el asado, las empanadas?
AR – En primer lugar, hay una ley de 1997 sobre denominación de origen. Creo que hay varias áreas que tienen que ver con eso: el Ministerio de Relaciones Exteriores, el de Industria, el de Educación y Cultura, y el de Ganadería y Agricultura, varias de cuyas áreas (el Inia, el Instituto Nacional del Vino) están trabajando desde hace años, así como asociaciones de productores.
Se ha avanzado mucho, y así como usted mencionaba el tema del cognac, hay países a los que se autoriza a usar ese nombre. Hay muchos ejemplos. Básicamente, deben tener un arraigo, una tradición, y nosotros pensamos por ejemplo que el queso Colonia puede perfectamente ser un producto con denominación de origen, lo que lo puede valorizar en forma muy importante. Por ejemplo, en Francia, los quesos se valorizan en promedio dos o tres dólares por encima del promedio de mercado. Después de participar en un congreso en Francia acabo de visitar España, donde estuve en contacto con personas del Ministerio de Agricultura: estuve en el Consejo de Denominación del Queso Manchego, un ejemplo muy interesante de un producto que tiene trascendencia a nivel mundial.
EC - ¿Está prevista alguna actividad sobre certificación de origen para estos días?
AR – Vamos a efectuar el martes en La Estanzuela del Inia un seminario de puesta al día con las organizaciones que le nombré antes, y muchos actores económicos locales, incluyendo a la Intendencia Municipal de Colonia y su Departamento de Extensión y Desarrollo. Aprovechamos la presencia de una jurista del Instituto Nacional de Apelación y Denominación de Origen francés, que tiene una trascendencia muy importante. Para que tenga una idea, Francia factura en el entorno de los 20.000 millones de euros con productos de denominación origen. Esta jurista va a estar en Buenos Aires en estos días, con el agregado agrícola francés en Buenos Aires y otros funcionarios de la embajada en Montevideo. Es un tema candente y la idea es trabajar internamente para ajustar algunos detalles, ver qué cosas podemos tener en común y ver las oportunidades que pueden surgir para Uruguay.
Quiero decir que la protección del patrimonio nacional económico beneficia a los productores y a los consumidores: se informa sobre el origen, la calidad del producto, la procedencia, el modo de producción, los controles, y detrás de eso está la trazabilidad. Los consejos reguladores de la reglamentación española están integrados por los productores, los elaboradores y, en la nueva reglamentación, incluirán a los consumidores. Es una actividad económica y cultural muy importante que nos compete a todos, y creo que no podemos dejar de conocer a fondo.
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La denominación geográfica: su aplicación en la industria agroalimentaria tradicional española.
Protección internacional de las indicaciones geográficas
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Transcripción y edición: Jorge García Ramón
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