30.04.2003




































IMPORTA LA FORMACIÓN DEL PERSONAL, NO EN QUÉ MINISTERIO ESTÉN

Cárceles uruguayas
al borde del colapso

Director nacional, Enrique Navas: En lugares para uno o dos reclusos, hay ocho o nueve. La relación guardia – presidiario ideal es de uno a cuatro; el máximo admitido internacionalmente es de uno a 25, pero en Uruguay es de uno a 150. Se combate la corrupción y las corruptelas del personal, pero no siempre hay respuesta judicial y es difícil la depuración. Los presos tienen contacto directo con todas las autoridades a través de buzones inviolables. Se está elaborando una reforma penitenciaria y nuevos reglamentos sobre derechos y obligaciones, pero la situación es de penuria.

EN PERSPECTIVA
Miércoles 30.04.03, 08.45.


EMILIANO COTELO:
En esta semana surgió una serie de noticias particularmente inquietantes en materia de cárceles. No sólo la huelga de hambre que se está desarrollando en la cárcel de Canelones, sino, por ejemplo, un dato que dio el propio ministro del Interior, Guillermo Stirling: en las cárceles uruguayas ingresan entre 80 y 90 personas por semana.

Vamos a complementar lo que charlábamos más temprano con los diputados Guillermo Chifflet y Alberto Scavarelli, entrevistando ahora al director nacional de Cárceles, inspector principal Enrique Navas.

Una precisión previa: ¿qué establecimientos están bajo su jurisdicción?

ENRIQUE NAVAS - El Complejo Carcelario de Santiago Vázquez, comúnmente llamado Comcar; el Establecimiento de Reclusión de Libertad; el Establecimiento de Reclusión de La Tablada, que posee reclusos en su mayoría derivados del Penal de Libertad; el Establecimiento Correccional y de Detención para Mujeres; el Centro de Recuperación Abierto Nº 1, comúnmente llamado Tacoma, que está en la calle Andes casi la rambla, y el Centro de Reclusión Nº 2, conocido como “La Colonia” o “La Granja”, que es una chacra ubicada en las afueras de Libertad. Esos son los establecimientos principales, más los anexos, que son las salas penitenciarias en el Hospital Saint Bois y otros hospitales donde tenemos reclusos internados.

EC - No las cárceles departamentales, que dependen de las jefaturas correspondientes.

EN - Exacto.

***

EC - Usted tiene por delante dificultades más serias de las que ya enfrenta, porque si se mantiene esa proporción de 90 presos nuevos por semana, con cinco que egresan por semana, al completarse el año habrá 4.000 presos más. Es un número escalofriante.

Para atacar el problema de fondo está claro que se necesita políticas sociales y leyes, por ejemplo, con penas alternativas. En cuanto a lo que usted tiene que resolver en el día a día, ¿cómo está enfrentando esta coyuntura?

EN - Como usted decía, nuestro país, el sistema carcelario nacional posee una de las tasas de hacinamiento más grandes de toda América Latina.

EC - Usted dijo que en el Comcar, por ejemplo, hay ocho presos en lugares ¿donde tendría que haber uno?

EN – Para uno o dos lugares hay ocho o nueve, lo que implica que duermen en el piso y a veces unos arriba de otros. El Comcar es el que padece la tasa de hacinamiento mayor de todos los establecimientos carcelarios, y el que le sigue en orden es la cárcel de Canelones.

EC - Usted dijo directamente que el Comcar ya colapsó.

EN – Claro. Lo que quise decir –quizás el término no haya sido el más adecuado–, no es que haya colapsado, porque no se ha derrumbado: el Comcar sigue funcionando y funciona lo más adecuadamente posible; lo que queremos decir es que ya no cabe una persona más. Es decir que nosotros deberíamos negarnos a recibir reclusos cada vez que la Justicia procese a un nuevo ciudadano, porque no podemos tenerlos en esas condiciones. Es una situación explosiva seguir ingresando reclusos en el Complejo Carcelario de Santiago Vázquez.

Por lo tanto, desde ese punto de vista lo que estamos haciendo es acelerar la reinauguración del Penal de Libertad como un penal de máxima seguridad, y por otro lado aplicar en el Comcar una cantidad de medidas de política carcelaria tendientes fundamentalmente, en primer término, a establecer una comunicación permanente con los familiares de los reclusos y con los reclusos.

Los familiares han sido una gran ayuda, un gran aporte para lograr el acercamiento, la persuasión, el cambio de actitud y de comportamiento de los reclusos, fundamentalmente no destruir las pocas instalaciones que tiene el Estado; cuidar lo poco que hay, dejar de lado las conductas violentas. Que son naturales, piense que en Comcar –y a eso me quise referir cuando hablé de colapsar– no existe el espacio vital mínimo para un individuo, el amontonamiento, el hacinamiento... Pasa lo que se llama la sobrepoblación crítica y eso provoca conflictividad, agresividad, frecuentes episodios de violencia entre los propios reclusos o entre los reclusos y el personal del Servicio Penitenciario, dado que los que padecen esto no son sólo los reclusos: son también los policías penitenciarios que se ven obligados a trabajar en esas condiciones.

EC - Vamos a detenernos un minuto en las condiciones de trabajo de los funcionarios policiales. Por ejemplo, ¿cuánto gana un guardia?

EN - Los policías penitenciarios son agentes como cualquier otro, su sueldo está en el orden de los 3.000 y pocos pesos. En el caso nuestro, a los que trabajan en Libertad y Santiago Vázquez, en virtud del régimen de semana cerrada por semana abierta, al que ha debido sometérselos por carencia de personal (dicho sea de paso estamos trabajando con un tercio, aproximadamente, del personal que necesitamos)…

EC - O sea que además de limitaciones de espacio físico para alojar a los presos hay limitaciones en la cantidad de personal.

EN - Enormes. Ahí también Uruguay está a la cabeza, he cotejado este dato con otros directores penitenciarios. Le puedo decir que en Comcar un policía está manejando promedialmente más de 150 reclusos, lo que es insólito, es inconcebible; no hablemos del óptimo del uno a cuatro, o del máximo aceptado a nivel internacional, que es de uno a 25; acá estamos hablando de uno a 150. Y no hablemos de ocho horas por día.

EC - ¿Cómo es el régimen de trabajo?

EN - Estamos hablando de 84 horas semanales, como también se trabaja en la Policía uruguaya; estamos hablando de que el policía penitenciario trabaja en la Dirección Nacional de Cárceles (DNC)…

EC - Porque no todas las cárceles dependen de la DNC, como quedaba claro más temprano.

EN - Efectivamente; en la DNC trabaja 84 horas semanales.

EC - El funcionario trabaja 84 horas semanales.

EN - 84 horas semanales tras las rejas, con los reclusos, en forma permanente. Ese es el resultado de un régimen de semana cerrada por semana abierta.

EC - ¿Qué quiere decir eso?

EN - O sea que están encerrados adentro de la cárcel con los reclusos. Están 12 horas apostados permanentemente, en servicio de vigilancia y seguridad, y 12 horas de retén; de retén implica cambiarse de lugar, de un lado de la reja al otro lado de la reja, y descansar, esperar y estar atento, pronto para actuar, pronto al llamado de auxilio de otros camaradas de armas que están apostados porque no pueden con toda esa masa de población reclusa. O sea que viven en una situación de estrés, de sobrecarga y de riesgo permanentemente.

EC - Lo que usted dice no es, obviamente, lo mejor para la relación con los presos a los que tienen que vigilar. De todos modos uno no va a tolerar por eso que ocurran las cosas que con cierta frecuencia los presos denuncian: requisas violentas, arbitrarias; castigos; corrupción policial... Quizás sería bueno detenernos en esto: ¿cómo enfrenta usted, desde la DNC, este tipo de desbordes en el que suelen incurrir los guardias, según denuncian los reclusos?

EN - Para eso se han tomado diversos tipos de medidas. La primera de ellas ha sido un enfrentamiento duro contra la corrupción y contra las corruptelas. Porque no se trata sólo de corrupción: hay otros hechos que no llegan a constituir delito, que son las corruptelas, que son tan inaceptables como los actos de corrupción. Por ejemplo, si un policía se lleva víveres para su domicilio, con la escasez que estamos pasando actualmente es un acto inaceptable: está sometiendo al hambre no sólo a los reclusos sino también a los propios policías que están apostados en el servicio carcelario. Por eso hemos sometido policías a la Justicia; hemos sometidos policías a la Justicia por robarle a un recluso un equipo de auriculares...

Lamentablemente no hemos logrado procesamientos por parte de la Justicia para esas causas que para nosotros igual son delito, porque no es un tema de monto sino el acto que comete, con el agravante de ser un policía penitenciario. A esos policías se los ha sumariado, se los ha suspendido y esperemos lograr la destitución, cosa que tampoco es fácil, porque –lo he dicho muchas veces– el sumario administrativo es totalmente ineficaz para depurar la Policía. La Policía no cuenta hoy por hoy con un método de autodepuración; los mandos hacemos un gran esfuerzo, pero frecuentemente nos frustramos porque frecuentemente cuando vuelve el sumario vuelve con una medida menor, una sanción leve, quizás, y ese policía corrupto salva y prosigue su carrera. De todas formas la señal para los corruptos, llamados “traficantes” en la jerga carcelaria, ha sido muy clara. En general ese es un fenómeno que hoy estimamos que tenemos bastante controlado, nunca suficientemente controlado porque también faltan mandos: no tenemos la cantidad necesaria como para poder controlar todo lo que hay que controlar en las cárceles, que es un mundo enorme. En las cárceles se manejan valores, se manejan bienes, se manejan víveres, se maneja una cantidad de cosas que tientan al hombre y por lo tanto requieren una fiscalización rigurosa.

EC - ¿Y el problema de los malos tratos a los presos?

EN - El problema de los malos tratos ha sido más fácil de combatir, mucho más fácil de combatir. Hemos hecho reuniones con el personal; yo personalmente he hablado con todos mis hombres, en todos los establecimientos. Hemos dado órdenes no sólo verbales sino escritas sobre cómo se debe emplear la fuerza y en qué casos, no sólo dentro de los parámetros legales sino también en lo ético. Hay normas escritas impartidas por mí personalmente, hemos sido muy claros al expresar que vamos a apoyar plenamente al personal penitenciario que actúe para neutralizar una resistencia violenta a la autoridad del policía. Hemos dicho bien claro que no se va a tolerar actos violentos de los presos, destrucción de las instalaciones carcelarias como han ocurrido, que destruyen desde los vidrios, roturas de paredes, de la instalación sanitaria, de los propios baños que ellos usan, queman colchones, etcétera. Nada de eso se va a tolerar y si es necesario emplear la fuerza se empleará, bajo el mando de los oficiales, como corresponde.

Pero aquel que lo haga sin orden, sin autorización o que cometa un exceso –es decir cuando un grupo de reclusos ya está reducido después de un hecho violento–, que golpee al recluso estando reducido y esposado, lo que además es un acto de cobardía ajeno a la ética policial, esos policías han sido ya prevenidos de que van a ser sometidos a la Justicia y sumariados. O sea que no toleramos esas cosas.

Los reclusos de nuestras cárceles saben que esas cosas son así, conocen bien que tratamos de darles una administración justa, es decir aplicar un sistema de premios y sanciones según la conducta: el que tiene buena conducta puede progresar y avanzar en el sistema, el que tiene mala conducta va a retroceder y el que emplea la violencia será neutralizado también con el uso de la fuerza; pero de la fuerza en el grado estrictamente necesario para ello.

***

EC - Volvemos a un tema que usted había comenzado a desarrollar: ¿cómo se maneja, desde la Dirección que usted encabeza, este hacinamiento de las cárceles uruguayas mientras espera por ejemplo medidas de tipo legislativo, que frenen este ingreso tan abultado de reclusos a los establecimientos? Usted hablaba por un lado de una relación muy intensa y que viene dando buenos resultados con los familiares.

EN – Exacto. Una política de acercamiento, fundamentalmente de buena comunicación con los familiares, por intermedio de los familiares y además directamente también con los reclusos, que se hacen ya sea mediante entrevistas personales o grupales: los reunimos, hablamos, charlamos, permitimos que expresen todo lo que tengan que expresar, que tengan su catarsis, su desahogo sobre sus quejas; los escuchamos, les planteamos las carencias que tiene el sistema carcelario, las carencias que tiene el país, por ejemplo cuando se quejan porque faltan medicamentos, cosa que es muy cierta, o que no tenemos siquiera hipoclorito para la higiene ambiental y proliferan algunas epidemias como sarna o forunculosis –cosa que es cierta–, les explicamos que no tenemos los recursos, como tampoco los hay para el ciudadano común que va a un hospital de Salud Pública.

Propiciamos que las ONG nos ayuden con estos elementos, estamos obteniendo un gran apoyo de las ONG y de algunas fundaciones como Kolping, Arado de Reja y demás. También tenemos abiertas líneas de comunicación directa con los reclusos mediante un buzón que existe en cada establecimiento y en cada celdario, para cartas que van directamente al director nacional y que es inviolable, está precintado, por lo cual el recluso puede asegurarse de que esa comunicación va a ir directamente al director nacional si en el establecimiento carcelario ocurriera alguna irregularidad o algo de que tuviera que quejarse, o tuviera algún planteo o petición que no haya sido debidamente atendida.

También tiene teléfonos disponibles: se ha instalado teléfonos tarjeteros en todos los establecimientos y además se ha puesto otro buzón para la comisión tripartita que actúa integrada con la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento nacional. Es decir que hoy el recluso es libre de comunicarse con cualquier autoridad de la República: puede hacerlo por carta mediante esos dos buzones, que están juntos pero precintados, o por teléfono, en los horarios de recreo tienen teléfono para acceder. Le garantizamos al recluso la total libertad de expresión, más allá de lo que vaya a decir.

Necesariamente tenemos que construir, incrementar nuestra capacidad locativa y construir no nuevas cárceles, porque es demasiado costoso para el país, son millones de dólares, pero sí reciclar el casco antiguo del Penal de Libertad. Ese fue uno de nuestros primeros planteamientos al ministerio, que le dio acogida. Hoy se ha firmado un convenio con el Ministerio de Transporte para reciclar el antiguo celdario del Penal de Libertad. Es una forma más económica, que le va a costar mucho menos al contribuyente; en definitiva son todos los ciudadanos los que están pagando la refacción de los destrozos que han ocasionado los tres motines ocurridos y otros tantos destrozos en el Penal de Libertad.

EC - ¿Qué ocurrió con los módulos prefabricados?

EN - Tenemos la expectativa de que en no más de dos meses puedan estar ya funcionando, que podamos recibirlos. Hubo que introducirles algunas modificaciones debido a que no estaban aptos para ser utilizados, puesto que no tenían la suficiente entrada de aire y luz que las reglas mínimas de la ONU exigen para toda persona privada de libertad. Esos módulos son para aquellos reclusos que sean clasificados en la categoría de máxima seguridad, allí serán derivados los reclusos más violentos, los más conflictivos, de forma que estén separados de aquellos que pueden ser recuperables, readaptables, los cuales quedarán alojados en el Complejo Carcelario de Santiago Vázquez, que será el gran establecimiento de media seguridad, con talleres, con más oportunidades de capacitación y aprendizaje de oficios. Al igual que La Tablada, que también será reciclado en un establecimiento precisamente de media y fundamentalmente de mínima seguridad, más volcado hacia la capacitación y la producción... Más allá de las dificultades legales, porque como usted sabe, por más que nosotros podamos producir en los establecimientos carcelarios, debido a la ley de presupuesto, no podemos quedarnos con las utilidades, o sea que si un recluso produce X cantidad, supongamos de juegos de muebles, en los talleres de carpintería, esas utilidades van a la cuenta única nacional; no quedan en el establecimiento carcelario.

EC - ¿Qué pasa con la producción de alimentos? Ustedes han padecido serias limitaciones para la provisión de comida a los presos en el pasado muy reciente.

EN - Y seguimos padeciendo carencias.

EC - ¿No se puede solucionar por lo menos una parte de ese inconveniente por la vía de los cultivos?

EN - Sí señor, y es lo que estamos haciendo. Los productos de la tierra son los únicos que no entregamos porque no es plata, pero todo lo que ingresa por dinero debe ser volcado a la cuenta única nacional. Por eso hemos solicitado al Ministerio del Interior que se exonere a la DNC de ese aporte que hay que hacer, que todas las unidades ejecutoras del país hacen a Rentas Generales, para que las cárceles sean autosuficientes. Porque las cárceles pueden llegar a ser autosuficientes si se les permite administrarse (con la debida fiscalización, obviamente), si se les permite administrarse como lo hicieron alguna vez en las épocas de oro que Institutos Penales supo tener: llegó a tener una excelente administración y a ser prácticamente autosuficiente. Pero no olvide que para poder cultivar hay que sembrar, y para eso precisa semillas... y ¿con qué compra las semillas si no tiene dinero; con qué laborea la tierra si los tractores están parados en la chacra y no tenemos un litro de gasoil?

***

EC - Hemos repasado algunas de las líneas de acción que está siguiendo para enfrentar estas cárceles uruguayas superpobladas bajo su dirección, directamente con hacinamiento. Más allá de este tipo de medidas ustedes están trabajando también en la reforma del sistema.

EN - Efectivamente, estudiando algunos modelos europeos y españoles en particular. Estamos estudiando la reforma de la ley penitenciaria. Oportunamente se presentará un proyecto ante la comisión tripartita, en la cual hay otro proyecto emergente del informe Tomassino, y los reglamentos carcelarios para darle más movilidad al recluso en cuanto al avance en el sistema de progresividad. Es decir no hacerlo tan rígido, darle una movilidad básicamente en función de la buena conducta y de las señales de rehabilitación, de su participación en actividades laborales o educativas, para lo cual también vamos a precisar un gran apoyo de la sociedad, como ya se ha pedido a UTU, al Codicén, etcétera.

Los nuevos reglamentos se están haciendo, ya se hizo un manual para el recluso, que no existía en nuestro país. A los reclusos próximamente se les va a entregar una suerte de reglamento en el cual están todas las normas que deben cumplir, está la descripción del régimen penitenciario, cómo pueden mejorar, cómo pueden progresar... Todo lo que es de interés del recluso y cuáles son sus derechos, no sólo cuáles son sus obligaciones sino también cuáles son sus derechos. Ese material también se va a distribuir al personal, porque el personal no cuenta hoy con material de instrucción. Se va a hacer una actualización del reglamento carcelario y por último la reforma de la ley penitenciaria, que se va a hacer en consenso con la comisión tripartita que opera en el Poder Legislativo.

EC - Usted comparte la idea de que las cárceles salgan de la órbita del Ministerio del Interior?

EN - No me preocupa ese tema. Con todo respeto, no creo que sea tan importante que salga o que se quede. Para salir debería existir un Ministerio de Justicia y Uruguay, por lo que se ha dicho hasta ahora, no está dispuesto a crearlo. Por lo tanto no tiene sentido. No hay ningún ministerio que quiera las cárceles; vamos a ser sinceros, las cárceles son como la culpa, nadie las quiere.

Hay que dar la capacitación debida al personal, hacer la selección debida, no por procedimientos espurios, o sea que se ingrese por concurso de oposición, como en este momento se está haciendo, que es otra medida de administración para mejorar el personal y con más exigencia: no con sexto de escuela como antes; ahora estamos pidiendo ciclo básico de liceo. O sea apuntar a la capacitación y la profesionalización del personal penitenciario, diferenciar más el personal penitenciario del personal policial para que no tenga tanto la cultura policial sino una cultura penitenciaria, a través de un escalafón específico, más diferenciado. Lo cual puede ocurrir dentro del propio Ministerio del Interior; no tiene por qué ser en otro, pero sí con un estatus jurídico que lo diferencie del estatus jurídico policial.

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Transcripción: María Lila Ltaif Curbelo
Edición: Jorge García Ramón




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