05.06.2003






































Cercano Oriente y una paz amenazada desde los extremos

Corresponsal Ana Jerozolymski.

EN PERSPECTIVA
Jueves 05.06.03, 08.45.


EMILIANO COTELO
Ayer se produjo un acontecimiento histórico en Medio Oriente. En la ciudad jordana de Aqaba se reunieron el presidente estadounidense, George W. Bush, el primer ministro de Israel, Ariel Sharon, y el primer ministro palestino, Abu Mazen. Y fue histórico porque de esta cumbre surgieron algunos elementos que abren una pequeña esperanza para la paz en Medio Oriente. Sharón manifestó su compromiso con la creación de un “Estado palestino viable”, al tiempo que Mazen manifestó su voluntad de detener la rebelión armada palestina.

Antes del contacto con nuestra corresponsal en la región, vamos a realizar una puesta a punto de lo principal que surgió en la cumbre de Jordania. Para eso conversamos con el periodista Mauricio Rabuffetti

Mauricio, para empezar te pido una breve comentario sobre el contexto de esta cumbre tan particular.

MAURICIO RABUFETTI
Lo principal es destacar que fue la primera reunión entre los líderes israelí Ariel Sharon y el primer ministro palestino Abu Mazen con la presencia del presidente de Estados Unidos. Incluso era la primera vez que Bush se reunía con Abbas. Lo cual tiene una importancia fundamental porque Estados Unidos es uno de los impulsores de la llamada “Hoja de ruta” para la paz en la región, que también fue elaborada por la UE, Rusia y la ONU. Y la presencia de Bush tuvo un valor simbólico muy importante, porque impulsa el plan de paz, pero también porque fue por la presión de Estados Unidos que Abu Mazen fue electo primer ministro palestino, y que la figura de Yasser Arafat quedó completamente al margen en esta cumbre. De hecho no había cumbre si no estaba Mazen. Creo que haciendo un balance, de alguna forma el mensaje que quiso transmitir este encuentro es: “comienza un tiempo nuevo”.

EC - Precisamente en ese sentido que tú estás señalando fueron las declaraciones posteriores a la cumbre del secretario de Estado estadounidense, Collin Powell, cuando dijo que Sharon y Mazen alcanzaron un cierto “grado de confianza”...

MR - O cuando la asesora en Seguridad Nacional de Estados Unidos destacó como un logro que Sharon y Mazen pasaran 40 minutos solos ayer...

EC - Viendo esto es inevitable plantearse: ¿“de verdad está comenzando un tiempo nuevo”?

MR - Es una pregunta difícil de contestar. Creo que desde aquí solo podemos limitarnos a constatar que se dieron algunos compromisos. Incluso compromisos que eran difíciles de imaginar hace pocos días.

EC - Te pido entonces que nos detengamos en algunos de ellos.

MR - Los hay de ambos lados.

Del lado israelí el más importante es que Sharón, en nombre del Estado de Israel, manifestó su compromiso con uno de los aspectos centrales de la “Hoja de ruta”: la creación de un Estado palestino. Pero además anunció que algunos asentamientos ilegales judíos en tierras palestinas serían desmantelados. En particular los que se conformaron durante su gestión que comenzó en marzo de 2001. No podemos olvidar en este punto que Sharón es un duro y que fue un importante promotor de las colonias judías en Gaza y Cisjordania.
Y el primer ministro israelí fue aún más lejos: dijo que Israel reconoce la “contigüidad (o continuidad) territorial” de Cisjordania para la creación de un Estado palestino que sea “viable”. Recordemos que hay mucha presencia, salpicada presencia israelí, en Cisjordania.
Por lo menos en los papeles, estos compromisos de concesiones aparecen como avances importantes.

EC - ¿Y del lado palestino?

MR - Del lado palestino Mazen se comprometió, del mismo modo que lo hizo Sharón, a respetar lo que está marcado en la “Hoja de ruta”. Y lo más importante que está marcado en esa iniciativa del lado palestino es que el gobierno palestino debe controlar a los grupos radicales, que cometen atentados suicidas en Israel. Mazen lo dijo cuando asumió y lo volvió a repetir ayer: quiere detener la “intifada armada” palestina y negociar. Y en este sentido, Mazen recogió un apoyo importante de Bush.

EC - ¿Cuál?

MR - Se trata de dos elementos. El primero es la promesa de enviar al diplomático John Wolf al frente de un equipo estadounidense de observadores que colabore para que palestinos e israelíes se ciñan a la “Hoja de ruta”, algo que Mazen había pedido muchas veces. Y más importante todavía en lo práctico: Bush se comprometió a colaborar para crear un nuevo servicio de seguridad palestino. Muchas veces se ha criticado al gobierno palestino por no combatir a los grupos extremistas armados. También se ha dicho a favor del gobierno palestino que el servicio de seguridad con el que cuenta es absolutamente precario. Ahora van a tener ayuda en este aspecto. Es difícil por supuesto no imaginar que también hay aquí una intención de la Casa Blanca de combatir precisamente a los grupos extremistas islámicos en forma indirecta.

EC - Si bien esta cumbre se saldó aparentemente en forma positiva, está claro que esto recién comienza. No sería serio aventurarse a hacer predicciones. Por eso para terminar te pido que rápidamente repasemos los obstáculos más inmediatos que surgen después de esta reunión.

MR - Me voy a limitar a comentar uno, porque sé que el tema sigue esta mañana. Pero se trata de un obstáculo que aparece de los dos lados de este conflicto. Me refiero a la inmediata oposición que manifestaron los grupos radicales de una y otra parte a los compromisos asumidos en esta cumbre de Jordania. Las organizaciones de colonos judíos ya dijeron que se oponen a que se desmantelen los asentamientos como anunció Sharón, y los grupos extremistas palestinos como el Hamas, la Jihad Islámica y el Frente Popular para la Liberación de Palestina, volvieron a decir que no van a dejar las armas como pidió Mazen.

EC - Un panorama muy complicado

MR - No cabe duda que sí.


***

EC - Estamos ahora en comunicación con la corresponsal en Cercano Oriente, Ana Jerozolymski. ¿Cómo es el ambiente en Israel? ¿Cómo describirías la sensación que se instaló entre la gente después de la cumbre de ayer?

ANA JEROZOLYMSKI:
Una cumbre que cubrimos desde Jordania; al volver a Israel nos encontramos con una atmósfera que en realidad no nos sorprendía en absoluto. Cuando se pregunta si es apropiado decir “buenos días” o no, depende, por supuesto, de a quién uno se lo pregunte. Según las encuestas, los sondeos, elementos que muchas veces mencionamos en nuestras notas (aclarando que no son ciencia exacta pero que en algo pueden dar el pulso de la sensación general en el pueblo), hay una mayoría de apoyo a un intento de volver al proceso de paz. Con más recelo, con más desconfianza que antes, por cierto, no con la euforia que caracterizaba el vivir, el sentir general en la calle que se sentía en general y por todos lados en el país, sin olvidar que había gente que también se oponía hace 10 años, cuando el proceso de Oslo, pero con números que sin duda indican una mayoría a favor de un intento de que las cosas mejoren.

Lo que quizás mejor pueda dar la imagen de cómo siente el israelí promedio el día después de la cumbre, con todos los temores y esperanzas que significa, sea contarles lo que dijo el presidente del Estado de Israel, Moshé Kasav, hace unas dos horas, cuando lo entrevistaron por la radio israelí. Su respuesta fue muy exacta. El encargado del programa le preguntó: “Señor presidente, ¿cómo se siente usted? ¿Son días de grandes temores –en realidad utilizó una palabra más fuerte que temor– o de gran ilusión?”. Y él contestó: “Ni para un lado ni para el otro, hay que ser centrados, hay que ver tanto las dudas y los motivos de preocupación que encierra este proceso, como también las esperanzas”. Yo diría que ahora la gente está más centrada, realmente no está eufórica. Los que están en contra están muy preocupados, aunque las protestas no llegaron a la dimensión de lo que vimos hace 10 años, y quienes están a favor dicen “Sí, pero seamos conscientes de lo que tenemos por detrás, más de dos años y medio de violencia muy cruenta”, de la que –demás está decirlo– los israelíes acusan directamente a los palestinos y éstos a los israelíes.

EC - ¿Cómo defines tú el significado de la cumbre de ayer?

AJ - Yo diría que fue un evento muy importante por el peso político que ponía ahí el presidente George Bush, por lo que significa un compromiso en un marco público tan dramático como lo fue por todo lo que precedió, por la forma en que se presentó la cumbre, aunque no tenga valor desde el punto de vista jurídico. Antes de empezar la cumbre, cuando estaba en el centro de prensa me encontré con Alan Baker, el asesor legal del Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel, a quien ya había entrevistado en otras ocasiones sobre el tema en diferentes etapas, acusaciones, violaciones o no de los acuerdos, y le preguntaba precisamente lo que tú ahora me preguntas a mí: cuál es el peso, cómo lo evaluaba él como asesor legal. Baker decía que, desde el punto de vista jurídico –es interesante este punto concreto– ni la cumbre, ni siquiera la hoja de ruta tienen un peso obligatorio, no son acuerdos contractuales suscritos por ambas partes. Pero en un tema como la negociación sobre temas políticos, la dimensión política, el peso del compromiso público es lo que tiene importa, lo que de hecho empuja –en el buen sentido de la palabra– a los gobernantes que dudan, porque son conscientes de los obstáculos que hay en el camino, al punto de decir: intentemos de nuevo.

Aquí el peso de Estados Unidos es crucial; tanto israelíes como palestinos lo dicen, ahora en forma muy categórica (por ejemplo el asesor legal de la OLP, a quien entrevisté esta tarde, para nosotros): sin Estados Unidos en estos momentos israelíes y palestinos no podrían dialogar. Ahora, con la perspectiva de lo que pasó, se siente que se empieza muy gradualmente a recuperar la confianza en que quizás puedan empezar a entenderse mejor. Pero cuando tenemos de fondo la intifada, lo que significó para las dos partes, la terrible pérdida de la confianza que se había construido antes, evidentemente sin esa actitud de Estados Unidos no habrían empezado los contactos entre Sharon y Abbu Massen hace algo más de dos semanas.

EC - ¿Y en cuanto a las dificultades a las que se enfrentan uno y otro?

AJ – Hubo ayer un comunicado de Hamás y Yijad Islámico, organizaciones responsables de numerosos atentados terroristas contra civiles israelíes, en el que se acusaba a Abbu Massen de haber herido los intereses del pueblo palestino. La pregunta es si esos comunicados están camino a traducirse en nuevos atentados o si Hamás de todos modos dará una chance para ver si se logra la judna (término árabe que se refiere a una tregua).

Yo entrevisté hace pocos días a uno de los jefes de Hamás en la franja de Gaza y, si bien él no descartaba la posibilidad de permitir una tregua –lo máximo que Hamás estaría dispuesto a dar es una tregua, no paz completa con Israel porque no reconocen no sólo las ocupaciones de Cisjordania y Gaza, sino tampoco la existencia misma de Israel en sus límites soberanos– por un tiempo, algunos dicen tres semanas, otros muy optimistas hablan de un año, porque considera que la alternativa es el temor de la guerra civil que no quieren, al mismo tiempo me aclaraba que tanto una guerra civil como la tregua son algo malo para los palestinos. El doctor Ramtizi –uno de los líderes más radicales de Hamás– me dijo una frase muy categórica: “La tregua en estos momentos es mala, el futuro demostrará que las negociaciones, como se están dando ahora, son perniciosas para los palestinos”. La gran pregunta es si eso se traducirá necesariamente en nuevos atentados o no.

Del lado israelí hay una protesta que sin duda va a ir cobrando fuerza. La diferencia entre los sectores de la derecha más extrema israelí, los sectores de los colonos (salvo afortunadamente pocas excepciones en que hubo atentados directos de esos sectores extremos contra palestinos inocentes), es que no se trata de grupos que hacen abiertamente a atentados, como Hamás, sino que protestan, combaten el nuevo proceso que empezó Sharon en el ámbito político; hace 10 años lo hicieron contra Rabbin y Peres.

Hay ciertos círculos que el grueso de la sociedad israelí considera secundarios y no representativos, de los cuales los propios líderes de los colonos dicen no querer tener nada que ver con ellos, que hablan en términos más duros y advierten incluso que podrían “perder la paciencia”. Que cada uno interprete qué quiere decir eso. La diferencia es que no actúan como Hamás. De todos modos son un motivo muy serio de preocupación para Sharon.

Me encontré en Akaba –a decir verdad me sorprendió verlo allí– con David Wilder, uno de los líderes, una de las figuras más conocidas en el plano interno de la comunidad judía de Hebrón. Recordemos que Hebrón es una ciudad en Cisjordania que está dividida desde la época de Netanyau, que fue el que firmó el protocolo de Hebrón, 80 por ciento bajo gobierno palestino y 20 por ciento bajo gobierno israelí y hay presencia militar israelí porque allí está el enclave del asentamiento judío de Hebrón, una ciudad sagrada para judíos y musulmanes. En la última intifada los porcentajes cambiaron un poco porque a menudo había incursiones israelíes, se tomaba control también de la zona palestina en lo que se presentó como un intento de frenar atentados que salían de allí.

Conocía a David Wilder porque lo entrevisté cuando hice un trabajo sobre Hebrón, años atrás. Lo vi en Akaba y no entendí a qué venía: ¿venía a organizar una protesta allí, en Jordania? Él fue como periodista. Yo le decía: “Sé que es casi retórico preguntarte a ti qué piensas de este proceso, pero de antemano me adelanto y te pregunto: ¿no te parece que puede haber, aunque sea, algún motivo para abrigar alguna esperanza? Quizás esta vez sí funcione”. Fue muy categórico –hay diferentes matices también entre los colonos–: “La única esperanza es que este proceso fracase porque equivale a un suicidio para Israel”. Para él está claro que este proceso involucra retiradas, entrega de territorios, desmantelamiento de asentamientos. “Si hay una calma de uno o dos años, que no creo, que esté claro: después va a volver el terrorismo”. O sea que hay aquí una posición dura en ese sentido, se disponen a protestar.

Habrá que ver si la protesta contra Sharon viste una forma diferente de la que vistió contra Rabbin; tal vez se cuiden más. Le pregunté qué opinión le merecen aquellos sectores entre los colonos o entre la derecha más radical que hablan de Sharon como traidor, a lo que respondió que las palabras no importan, lo que importa es lo que está pasando en el terreno, el peligro. Le dije que su respuesta me daba la sensación de que también él pensaba que Sharon es un traidor –una palabra muy cargada de emoción desde que se asesinó aquí a Isaac Rabbin–, pero que no usaba la palabra porque sabía que es muy condenada. “Lo has dicho tú”, contestó, como diciendo “que el que quiera entienda qué es lo que estoy pensando”.

---------------------------------
Transcripción: María Lila Ltaif Curbelo
Edición: Jorge García Ramón




recomendar esta nota




En perspectiva
l Dinámica Rural l Deportes l Página principal

Para escuchar la radio en vivo necesita el Real Player
Optimizado para Internet Explorer a 800x600
Copyright Espectador.com All Rights Reserved