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“NO ES OPINIÓN DE COTUGNO SINO DE LA INSTITUCIÓN, DESDE EL GÉNESIS”
La Iglesia y la homosexualidad
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Sacerdote Gonzalo Estévez: Lo que dijo el obispo es lo que en la sagrada escritura el propio Dios nos ha dicho acerca de cómo se es persona humana, un dato que nos llega por revelación: el modo pleno de ser humano es ser varón o mujer. Entiende que la homosexualidad es una forma equivocada de construirse como ser humano. Pero el pecado grave, el que puede motivar la excomunión, no es la condición de homosexual sino practicarla y promoverla como una conducta normal.
EN PERSPECTIVA
Jueves 21.08.03, 08.45.
EMILIANO COTELO:
“La homosexualidad es, en cierto sentido, una enfermedad contagiosa y por eso hay que aislar a quien tiene esa condición para poder curarlo”. Esas fueron algunas de las expresiones más fuertes del arzobispo de Montevideo, monseñor Nicolás Cotugno, en una entrevista que publicó hace exactamente una semana la revista Búsqueda. Desde entonces, sus declaraciones levantaron una gran polvareda en buena parte de la sociedad y a nivel político, al punto de que parlamentarios de todos los partidos aprobaron este lunes un pronunciamiento en el que, sin mencionarlas, rechazan estas opiniones.
Hemos tratado el tema por diferentes vías en estos días En Perspectiva, en particular hubo alguna discusión bastante fuerte en La Tertulia del martes pasado. Parecía conveniente escuchar a la propia Iglesia Católica, plantearle varias de las críticas, de las objeciones, de las dudas que han surgido en torno a estos comentarios.
Por eso está con nosotros esta mañana el sacerdote Gonzalo Estévez, encargado de la Catedral Metropolitana y vicario para los medios de comunicación social en la Arquidiócesis de Montevideo. El propio monseñor Cotugno no está dando reportajes en estos días.
GONZALO ESTÉVEZ:
No, en estos días no se están dando reportajes. Creemos que es importante dejar claro que detrás de las declaraciones no está la persona Nicolás Cotugno, sino la enseñanza tradicional de la Iglesia acerca del tema de la homosexualidad y toda la tradición judeo-cristiana que tiene que ver con este tema.
EC - O sea que las declaraciones del arzobispo de Montevideo ¿representan la opinión del conjunto de sacerdotes que conforman la Iglesia Católica uruguaya con respecto a la homosexualidad?
GE - La opinión que expresó monseñor Cotugno expresa mucho más que eso: es la que expresa el magisterio de la Iglesia con el papa Juan Pablo a la cabeza, con los casi 5.000 obispos del mundo, en comunión con él y con casi los 400 mil sacerdotes que en el mundo hay. Si uno se ha tomado el trabajo de leer las declaraciones descubre que detrás de lo que dijo el obispo está resonando claramente una enseñanza que ya es no plurisecular sino plurimilenar.
EC - Enseguida vamos a entrar en los detalles, pero antes: la forma como se expresó monseñor Cotugno, ¿fue la más adecuada?
GE - Es muy difícil –y tú lo sabés mejor que nadie porque sos un profesional de la palabra– expresar con la palabra ideas, conceptos, vida. Tú que sos un profesional de la palabra, que utilizás como medio de comunicación con la gente la palabra a través de la radio, por algún motivo que yo desconozco pero creo intuir, creíste necesario que además de oírte, el que quisiera te pudiese ver; aquí tengo delante y detrás de mí una cámara. Porque el contenido no es sólo el de las palabras sino también el modo en que esas palabras son dichas: las sonrisas, los silencios, los gestos.
Probablemente, si hubiese sido yo el sujeto de la entrevista, en algunas circunstancias hubiese elegido otras palabras, pero se trata de una cuestión meramente de personalidad. Repito: es muy difícil en una entrevista que no llega a ocupar dos páginas resumir el pensamiento de una persona acerca de temas complejos, que además se expresaron a lo largo de más de una hora de conversación, de lo cual yo fui testigo porque acompañé al obispo ese día.
El haber sido testigo fue lo que hizo disparar mi asombro el jueves pasado cuando comencé a escuchar, justamente En Perspectiva, las reacciones ante lo que monseñor Cotugno había dicho, porque tenía la impresión de que se estaba hablando de otra entrevista que yo desconocía.
EC - Hubo un comunicado firmado justamente por el padre Gonzalo Estévez en el que, entre otras cosas, se cuestiona la forma como Búsqueda tituló y resumió en el copete lo básico de esa entrevista. Dejando de lado la discusión sobre títulos y copetes, la lectura de las respuestas muestra en monseñor Cotugno afirmaciones muy cortantes, muy rotundas, que por sí mismas ya daban lugar a la polémica, independientemente de cómo se las presentara luego en el armado final de la nota.
GE - Si queremos conversar, dialogar –en un momento el obispo dice “es importante dialogar en la sociedad sobre estos temas”–, es importante que cada quien manifieste con claridad y con rotundidad sus opiniones acerca de un tema. Vivimos muchas veces en un clima como de irenismo
[N. de R.: Del griego “eirene”, que significa “paz”. Una actitud irenista sería la de quien intenta “crear o conservar la paz por la vía fácil de evitar las confrontaciones. Es algo así como una tolerancia irresponsable y más bien cómoda”], en el cual pensamos que para el diálogo es necesario que de alguna manera yo arranque afirmando que no creo del todo lo que creo, que lo que pienso acerca de determinado tema es relativo y que tu postura es también buena.
La tradición evangélica habla de que lo blanco es blanco y lo negro es negro, que el pan es pan y el vino es vino. Indudablemente eso suena duro, pero muchas veces el mismo Jesucristo fue duro y tajante en sus afirmaciones cuando se trataba de exponer con claridad aquello que se entiende como una verdad que debe ser cuidada. Creemos, por otra parte, que ese es el modo sincero y real de poder fomentar un diálogo.
EC - En definitiva, para redondear la respuesta a la pregunta que yo hacía, más allá de matices, más allá de lo que puede ser el sesgo que cada persona tiene al formular declaraciones, más allá de lo que puede haber implicado la necesidad de sintetizar una hora de conversación en dos páginas de un semanario, con la sustancia de lo que dice Cotugno el sacerdote Gonzalo Estévez está completamente de acuerdo...
GE - Estoy completamente de acuerdo.
EC - ...y la Iglesia Católica como tal está completamente de acuerdo.
GE - Exactamente. Y a lo largo de los minutos que tengamos por delante vamos a clarificar algún aspecto, simplemente para que quede claro ese pensamiento, porque yo estoy de acuerdo con el pensamiento, con el contenido. Creo que en el esfuerzo –que creo sincero– de los periodistas por sintetizar más de una hora de entrevista, a lo mejor en la redacción se les coló algún tipo de duende que quitó algún elemento que puede ayudar a entender mejor lo que se dijo. Creo que eso va a aparecer en este diálogo.
***
EC - En definitiva, ¿cuál es la posición de la Iglesia Católica en relación a la homosexualidad?
GE - Para la Iglesia Católica, desde siempre –expresado esto últimamente con claridad y contundencia en el Catecismo de la Iglesia Católica, que es el último gran documento síntesis de lo que es la fe de los católicos– la homosexualidad es una manera equivocada de ser persona humana.
EC - Una manera “equivocada”…
GE - Una manera equivocada de ser persona humana. Partimos de una antropología que nos ha sido revelada, creemos en un Dios que se nos comunica y creemos que ese Dios que se nos comunica es también el Dios que nos creó. Y nuestro modo de entendernos persona proviene no de nuestra capacidad de entendernos solamente, no de ningún tipo de supuesto que venga solamente de la experiencia, del sentimiento o de la razón humana, sino sobre todo de aquello que creemos que en la sagrada escritura el propio Dios nos ha dicho acerca de cómo se es persona humana.
Y creemos que este Dios que nos ha dicho esto acerca de cómo ser persona, de alguna manera también ha inscripto en el corazón de su creatura, el hombre –de modo privilegiado el hombre; creación de Dios es todo, pero el hombre de modo privilegiado–, una línea, una norma, una ley que nos ayuda a entender este dato que a su vez nos llega por revelación.
Por otra parte creemos que no estamos solos, no como Iglesia Católica, porque sabemos que el pensamiento judeo-cristiano en general nos acompaña en esta postura. Incluso mucha gente que no tiene fe, debido a que en su corazón está inscripto esto por el creador, es capaz de comprender que el modo pleno de ser humano es ser varón o mujer.
EC - Creo que esto ya es suficientemente discutible para quienes nos escuchan y quienes han estado polemizando en estos días, ya una afirmación como esa. Usted enfatiza que esto no es nuevo ni nada que se le parezca.
GE - Ni nada que se le parezca. Desde el Libro del Génesis, pasando por muchos otros libros del Antiguo Testamento, al Nuevo Testamento y luego las enseñanzas de los padres de la Iglesia y las enseñanzas del magisterio de la Iglesia, se ha sido conteste en entender que la homosexualidad no es un modo correcto de construirse como persona humana.
EC - Hay más preguntas a partir de esa sentencia: ¿es una enfermedad?, ¿cómo tratarla? ¿Hay que aislar al homosexual para curarlo? Preguntas que surgen de los dichos del arzobispo de Montevideo.
Pero antes: en los últimos años la homosexualidad no figuraba como tema frecuente en las homilías en las parroquias; ¿por qué ahora el tema cobra este protagonismo en el discurso de la jerarquía de la Iglesia Católica uruguaya?
GE - No fuimos nosotros quienes pusimos el tema sobre el tapete. El semanario Búsqueda nos pidió una entrevista acerca del tema de la sexualidad humana en razón de que no hace mucho –aproximadamente un mes– la Santa Sede publicó un documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en el cual fijaba las posturas de la Iglesia acerca de la posibilidad de legalización de las uniones homosexuales. A partir de ese texto surgió la inquietud del semanario por conocer la postura de la Iglesia uruguaya, y por eso fue que el tema se puso en el tapete.
Yo no he escuchado ninguna homilía de ningún miembro de la Iglesia uruguaya, en celebraciones en que yo haya participado, en que el tema de la homosexualidad haya sido un tema de predicación. No es un tema de predicación, ni estaba en el centro de nuestros intereses en este momento, no era que nos interesara fijar postura en el tema de la homosexualidad. El semanario entendió que era importante que se supiera esto, nosotros respondimos a esa inquietud y se ha generado todo este revuelo, que a lo mejor demuestra que la intuición del semanario era correcta y que era necesario que la Iglesia dijera algo sobre un tema que indudablemente remueve la conciencia moral de los uruguayos. Es importante entonces que cada quien con generosidad, con libertad y con respeto exprese aquello que cree sobre la materia.
***
EC - Entendida cuál es la posición oficial de la Iglesia Católica –no de la uruguaya, de la Iglesia Católica en general– con respecto a la homosexualidad y entendido que no es algo nuevo, me gustaría que nos detuviéramos en ver qué implica eso en la práctica, cómo manejar el caso concreto de un católico homosexual. Porque monseñor Cotugno parece exponer una especie de protocolo de procedimiento (el aislamiento, el tratamiento, la sanación) para recién después devolverlo a la comunidad, que incluso puede haber sorprendido incluso a católicos.
GE - Creo que, leído tal cual en la crónica aparece, es chocante; comparto contigo. Leído tal cual aparece en la crónica.
Yo tenía en la memoria –fui testigo de la entrevista– que algo faltaba en ese texto escrito. Intenté hacerme con la grabación de la entrevista, les pedí por favor a los periodistas una copia, pero me dijeron que por un principio del medio eso no se compartía. Pero, haciendo recuerdo de la entrevista, me di cuenta de que lo que faltaba era una pregunta intermedia, y de hecho ayer (lamento tener que decir que fue en otro medio pero lo escuché en otro medio), uno de los responsables del semanario, el señor Paolillo, leyendo la entrevista agregó esa pregunta que en la trascripción de Búsqueda que tomó estado público no está dicha.
Esa pregunta en concreto venía como repregunta ante lo que había sido la primera de los periodistas: “¿La Iglesia Católica discrimina a los homosexuales?”, a la que monseñor Cotugno respondió: “La Iglesia Católica tiene las puertas abiertas para todos”. Es interesante: si uno lee la nota no entiende cómo de esa primera afirmación se pasa luego a esa supuesta pedagogía antihomosexual que significa la marginación de éste por su condición de enfermo contagioso. Falta allí una pregunta: “¿Y entonces qué es la excomunión?”. Es una interesante pregunta periodística cuando el obispo dice “la Iglesia nunca le cierra las puertas a nadie”. “¿Pero cómo?, ¿no existe la excomunión en la Iglesia?”.
Entonces el obispo comienza a explicar qué es en la vida de la Iglesia el recurso pastoral penitencial de la excomunión, que es una medida que tiende a solucionar problemas graves de conducta moral. No necesariamente la conducta homosexual –no estoy hablando de la persona homosexual, sino de la conducta homosexual– implica la excomunión. De hecho, no conozco ningún texto del magisterio o de los cánones de la Iglesia que diga que quien comete un acto homosexual es excomulgado. Entendemos que el acto homosexual es gravemente desordenado, como otros pecados, pero no está prevista la excomunión para el acto homosexual.
Pero el obispo explica que cuando existe un caso de grave desorden moral dentro de la comunidad se busca hacer un proceso que de alguna manera hasta tiene sanción evangélica: “Si tu hermano peca, ve y háblale a solas; si no te hace caso, busca otro hermano o dos de la comunidad que te acompañen y trata de convencerlo acerca del error de su conducta; si no recapacita y los escucha díganselo a la comunidad; y si tampoco quiere escuchar a la comunidad, entonces considérenlo pagano o publicano”.
Primera cosa, entonces, el proceso de excomunión implica que se llame a la conversión a una persona que peca gravemente, en cualquier orden de la vida. Que peca gravemente sin querer convertirse y pretendiendo hacer de su pecado norma de conducta apta y hábil para el resto de los cristianos. La Iglesia se ve entonces llamada a decirle a esta persona: “No es correcto el modo en que tú actúas, debes convertirte; si no lo haces, vamos a sacarte afuera de la comunidad, para que tú y la comunidad comprendan que tu modo de vida se opone radicalmente al modo de vida que como cristianos queremos y debemos llevar”.
EC - ¿Y efectivamente la homosexualidad es un pecado de ese estilo, que merece ese tipo de tratamiento?
GE - No necesariamente.
EC - ¿La conducta homosexual sí?
GE - Tampoco necesariamente. La conducta homosexual defendida, proclamada, testimoniada, como modo válido de ser cristiano en el mundo, eso sí podría ser pasible de una sanción tan grave como la de la excomunión, que no es decirle al otro “Tú estás fuera del amor de Dios”, porque eso sólo Dios lo sabe –ni siquiera nosotros mismos podemos decir con absoluta certeza hasta dónde el amor de Dios toca nuestro corazón–, no se trata de decirle a la persona “Tú estás lejos del proyecto de Dios, del amor que Dios tiene para ti”, sino que se trata de decirle “Tu actitud no te ayuda a ti y además, al convertirse en un magisterio, al pretender tú que tu modo de vida, tu actitud, es compatible con el seguimiento de Jesús, nosotros tenemos que ayudarte por medio de esta sanción y ayudar a la comunidad a que comprenda que ese tipo de conductas no es admisible”.
Es lo que pasa con un adúltero que hace del adulterio un estilo de vida y que pretende que el adulterio sea reconocido y bendecido por la comunidad y por la Iglesia. La Iglesia le dice “No, mirá: de esta manera no, y si no te convertís vas a estar fuera de la comunidad hasta que entiendas la gravedad de tu conducta”. Es lo que le puede pasar a un estafador que diga “La estafa es un modo lícito de vida, yo puedo ser cristiano y estafar y está bien que lo haga y que lo hagan otros”. También a ese se le dirá “No. Mirá, Fulano: tu modo de vivir no es conforme al evangelio de Jesús, y si no te convertís vamos a tener que ponerte afuera hasta que lo entiendas”.
EC - Usted dice que el procedimiento de la excomunión, de apartar a ese homosexual para “curarlo” y después en todo caso hacerlo regresar a la comunidad, está previsto o se aplica en casos extremadamente graves.
GE - Yo no conozco…
EC - A eso iba: ¿cuántas veces ha ocurrido esto en Uruguay, por ejemplo?
GE - Hay excomuniones que caen por su propio peso, por ejemplo la que tiene que ver con quien –y aquí voy a meter otro tema polémico– procede a realizar un aborto: allí la excomunión cae ipso facto. Lamentablemente en nuestro país el aborto es una práctica extendida, entonces podríamos decir que hay muchos casos de excomunión.
Pero en el planteo del artículo se habla sobre todo de lo que podríamos llamar el proceso de excomunión. Repito: no está referido al tema de la homosexualidad, sino que era una pregunta específica acerca de qué era la excomunión. Y allí se explica: es una medida sanitaria de la comunidad cristiana y para la comunidad cristiana y quienes la integran. Bajo ningún concepto el obispo estaba pretendiendo que se creara algún tipo de veto o –como escuché en algunos programas– una isla hacia la cual enviar a los homosexuales para que allí vivan sin contagiar a nadie.
EC - Pero aparece la comparación de un homosexual con alguien que tiene una enfermedad contagiosa a quien hay que poner en cuarentena para que no contagie a otros.
GE – No: aparece la expresión de una enfermedad contagiosa y la necesidad de poner a quien la padece en cuarentena referida al pecador que peca gravemente.
EC - ¿De qué estamos hablando con “pecador que peca gravemente” en el caso de homosexualidad?
GE - En el caso de un homosexual, aquel que no solamente tiene la tendencia, sino que realiza actos homosexuales y además los hace de modo público y pretendiendo que de alguna manera su modo de vida se convierta en una norma posible para la comunidad cristiana. A esa persona se le va a decir “No, mirá: ese estilo de vida no condice con el estilo de vida que en la Iglesia Católica pretendemos para nuestros fieles, así que si no te corregís vas a tener que estar fuera de este grupo”.
EC - Sólo en esas hipótesis gravísimas.
GE - Sólo en esas hipótesis gravísimas. Pueden dar testimonio los homosexuales que participan en nuestras comunidades, que participan en nuestras eucaristías, que se confiesan en nuestros confesionarios…
EC - Porque más de una familia católica con hijos homosexuales puede haber pensado, al leer este reportaje: “Con este hijo o esta hija, ¿tengo que pasar por todo este procedimiento que monseñor Cotugno acaba de exponer?”.
GE – No: es un procedimiento eclesial que tiene que ver con la disciplina eclesiástica, no estamos propugnando ningún tipo de tratamiento, ningún tipo de terapéutica, ni social ni familiar. Cada quien tendrá que ver qué considera acerca del tema. En nuestra sociedad, aparentemente hay un núcleo importante de gente que considera que no se trata de algo que perturbe la vida social y por tanto debe ser tolerado (nosotros también creemos que es una situación que debe tolerarse, como debe tolerarse toda situación humana, es algo que vive el otro), pero además que debe ser asumido como una manera… común, una manera… posible de vivir el ser persona humana.
Por supuesto que no pretendemos, ni queremos y nos opondríamos a cualquier tipo de persecución contra una persona homosexual o contra una persona que realizara actos homosexuales. No es la intención de la Iglesia, ni mucho menos. Sí decirle a todo el que nos quiera oír que en la Iglesia Católica creemos que el acto homosexual se opone gravemente al proyecto de Dios para la persona humana, y si quien comete ese acto pretendiese hacer de su vida un modelo ejemplar para el resto de los cristianos, nos sentiríamos en la obligación de decirle “Mirá: te has puesto fuera de la comunidad y si no cambias de conducta no te podés reintegrar”.
EC - Algunos oyentes preguntan, a partir de la explicación que usted daba del procedimiento de la excomunión para estos pecados graves, qué hacer en todo caso con notorias personalidades vinculadas a la Iglesia Católica que están hoy procesadas por la Justicia por estafa, por delitos económicos. No se tiene un criterio tan rígido frente a ellos, dicen algunos oyentes.
GE - Creo que solamente pueden conocer la rigidez del criterio de la Iglesia para personas concretas –porque estamos hablando de personas concretas, aunque no demos nombres– la propia persona y su confesor. Solamente el confesor puede saber si esta persona o estas personas se han arrepentido o no de lo que han hecho, si lo consideran pecado y en qué medida se dejan iluminar por el magisterio de la Iglesia acerca de su conducta en el ámbito social financiero. Por cierto que si cualquier persona procesada por estos motivos saliese y dijera: “Mi estilo de vida es el mejor del mundo y –si la Justicia establece que se cometió un delito– el delito que cometí es un modo lícito de vivir”, también podría caerle la sanción de una excomunión porque estaría de verdad intentando contagiar una actitud que la Iglesia considera negativa.
EC - Volviendo a la homosexualidad, Cotugno es muy drástico en la entrevista también en algunas de sus respuestas a propósito del sacerdote homosexual. Eso también llama la atención: hay una pregunta específica sobre ese tema y una respuesta muy concreta. “¿Y si un sacerdote asume que es homosexual?”, le preguntan, y Cotugno responde: “Esos son casos muy particulares, si un sacerdote está en esa situación tiene que dejar inmediatamente el ejercicio del ministerio.” ¿Es así efectivamente?
GE - Eh… Si eso acontece efectivamente no lo puedo decir porque no es mi caso, entonces no puedo hablar de lo que pasa en la conciencia del otro. Por supuesto, si existiese algún caso de sacerdote homosexual no sería de conocimiento público, no sería alguien que realizara públicamente esa sexualidad equivocada para la antropología católica
EC - Todos tenemos la impresión de que hay, o que determinada persona con nombre y apellido que es sacerdote y además es homosexual. ¿Está violando las leyes de la Iglesia: por ser homosexual, por asumir su condición de homosexual debe dejar el ministerio?
GE - Si un sacerdote es infiel a su estado de castidad, sea con un hombre, sea con una mujer, sea con lo que sea, tiene que preguntarse muy seriamente por qué sigue desempeñando este ministerio y por qué está viviendo una vida ambigua y doble. Por cierto que si no existe una voluntad de conversión –en cualquiera de los casos– y si esto toma estado público y conocimiento por parte de la autoridad eclesiástica, a ésta compete dar los pasos necesarios para la conversión de esa persona, que podría llegar incluso al apartamiento del ejercicio del ministerio.
EC - Cotugno es muy drástico, dice: “No puede formar parte de la Iglesia, no puede seguir siendo sacerdote”.
GE - Pienso que a monseñor Cotugno le resonaba detrás de esta pregunta un eco que probablemente esté en este momento en el corazón de la gente: “No, pero los curas pedófilos en Estados y en Argentina...”.
EC - A eso iba, porque llama la atención un planteo tan severo de Cotugno –si un sacerdote asume su condición de homosexual debe dejar inmediatamente el ejercicio del ministerio–, cuando han estado en el tapete en los últimos años casos en distintas partes del mundo de sacerdotes homosexuales que además han abusado de niños.
GE - Homosexuales o heterosexuales que han abusado de niños y que han obligado a la Iglesia a pronunciamientos muy severos y muy tajantes, después de un proceso. A la Iglesia le costó entender esta enfermedad que surgía en su propio corazón (y aquí voy a utilizar a propósito la expresión “enfermedad” porque estoy hablando de casa, no de la casa del vecino.) A la Iglesia le costó asumir que tenía esta enfermedad...
EC - Muchos de esos casos han sido francamente mal procesados por la Iglesia....
GE - ...y le costó descubrir cuál era la terapéutica para estos casos.
EC - Se bloqueó las investigaciones durante años en algunos casos, se ocultó algunas de esas situaciones, se evitó sancionar, y cuando hubo sanciones las más graves que hemos visto han consistido en el traslado del sacerdote a otra diócesis.
GE - Bueno, pero gracias a Dios también nosotros aprendemos de nuestros errores y quedó claro, con la autoridad del papa Juan Pablo, que este tipo de situaciones era absolutamente intolerable, que primero había que buscar el bien de la víctima y su reparación en la medida de lo posible y luego había que ver la posibilidad de sanación del perpetrador del atentado; y en caso de imposibilidad de esa conversión se le aplicaría la expulsión del ministerio sacerdotal. De cualquier manera, volviendo un poquito atrás, quiero que quede claro algo. Se ha tomado en la opinión pública…
EC - No, pero mi pregunta vuelve al problema del sacerdote homosexual: ¿cuándo queda obligado a abandonar el ministerio?
GE - Del mismo modo que hablábamos hoy de la excomunión para casos graves, cuando de alguna manera con su actitud está violentando fuertemente primero sus propias convicciones expresadas a través de sus votos, de sus compromisos, y segundo cuando está produciendo además un daño en la comunidad.
EC - O sea que no simplemente por ser homosexual.
GE - Nunca la persona homosexual, por ser homosexual, es sujeto de ningún tipo de condena. Nunca: sea ministro de la Iglesia, fiel laico, obispo o pontífice. La homosexualidad no es objeto de condena, se considera que no es una situación ideal pero no es objeto de condena, sino que lo que es objeto de condena es el acto homosexual. Sé que quedan muchas preguntas y a mí me quedan muchas respuestas, pero...
EC - Lo último que quiero saber –porque no nos da el tiempo– es: todo esto que hemos estado conversando con usted se refiere a la Iglesia Católica y su propio manejo del tema de la homosexualidad; en las declaraciones de Cotugno parecía haber también opiniones a propósito de cómo la sociedad, en este caso la uruguaya, debe plantarse frente al tema. Por ejemplo, parecía haber un juicio crítico hacia la mayor tolerancia que las sociedades han ido asumiendo en relación a la cuestión de la homosexualidad, parecía verse esa mayor tolerancia como un antivalor. ¿Es correcto esto?
GE - Sí, nosotros creemos que verdaderamente... No la mayor tolerancia, pero sí el hecho de que se asuma como… El tema no es de hecho lo que viva cada persona homosexual, el tema es que la sociedad toda termine por aceptar que entre sus modelos válidos de propuesta de formación humana esté también la condición de homosexual en pareja (porque además ese fue el punto de arranque de toda la entrevista), que ésta pueda tener algún tipo de reconocimiento o de equiparación con lo que para nosotros es el único modo de conyugalidad, que es la unión entre un hombre y una mujer.
En ese sentido todos somos conscientes de que prácticamente no existe en este momento propuesta cultural en la cual la relación homosexual no sea asumida como una manera más, equiparable e igual, al modo que nosotros entendemos como recto de ejercer la genitalidad. El obispo de alguna manera expresa la reacción –y es la reacción de toda la Iglesia– ante el hecho de que ya las abuelitas no pueden ver las telenovelas sin encontrarse en cada una de ellas, además de con aquella parejita tradicional del galán y la chica bonita, equiparada y en el mismo nivel de propuesta de vínculo humano, don la relación entre un hombre y un hombre o entre una mujer y una mujer. Nos parece que eso no ayuda a construir la sociedad.
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Transcripción: María Lila Ltaif Curbelo
Edición: Jorge García Ramón
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