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HABLEMOS DEL FUTURO (10)
¿Uruguay Natural o Uruguay tecnológico?
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Ingeniero Juan Grompone: No se puede ir por ambos caminos, hay que optar. Para el 2030, ni la producción agropecuaria ni la industrial deberían ser rubros importantes en nuestro PBI. Con su tan publicitada reconversión, los vinos exportan apenas U$S 10 millones, mientras que software y servicios suman U$S 100 millones. La industria de hoy es la información, y en 30 años será la biotecnología. Rechazarlo en aras de la agropecuaria tradicional es hipotecar el futuro. En el corto plazo hay que compatibilizar, para luego converger lentamente hacia el nuevo modelo.
EN PERSPECTIVA
Lunes 13.10.03, 08.50.
EMILIANO COTELO:
¿A qué proyecto debe apostar Uruguay: al de “Uruguay Natural” o al de Uruguay tecnológico? Alguno de ustedes puede decir: la pregunta está mal formulada, no se trata de un antagonismo; podemos compatibilizar ambos proyectos.
Sin embargo, el ingeniero Juan Grompone es contundente: los dos caminos no pueden recorrerse al mismo tiempo, Uruguay tiene que elegir uno de los dos y la opción –asegura– debe ser el Uruguay tecnológico.
¿En qué se basa para una afirmación tan segura? ¿Qué ventajas tendría ese Uruguay tecnológico? ¿Qué pasaría en ese marco con nuestra agricultura o con la ganadería? Vamos a conversarlo con Juan Grompone, retomando nuestro ciclo “Hablemos del futuro” en el que tratamos de reflexionar sobre cómo generar empleo genuino, cómo consolidar un desarrollo económico sustentable, tratando de salir un poco de esta coyuntura compleja en que estamos y mirar con un horizonte un poco más lejano.
Grompone es ingeniero industrial, opción Comunicaciones; docente e investigador en la Universidad de la República; fundador y director de la empresa Interfase, dedicada a la informática y las comunicaciones; y además novelista y ensayista. Justamente, en las próximas semanas tiene previsto editar un libro que trata de estas cuestiones.
JUAN GROMPONE:
En los próximos meses, más que en las próximas semanas. Este libro se ha estado demorando por la complejidad del tema.
EC - Esta entrevista tiene un antecedente en La Tertulia, en un debate que Juan mantuvo en abril de este año con un oyente (un comentario motivó respuesta y estuvieron intercambiando opiniones por correo electrónico). Desde entonces nos había quedado pendiente charlarlo aquí, dedicarle un tiempo a esto. ¿Por dónde empezamos?
JG - En primer lugar quisiera mencionar que la propuesta que estoy haciendo es de largo plazo, no es para la coyuntura ni para dentro de tres o cuatro años; es para lo que va a pasar dentro de 30 años; creo que tenemos que mirar ese horizonte. La propuesta del Uruguay tecnológico es una necesidad para 2030, no para 2005.
EC - Eso me interesa especialmente, porque es el espíritu de este espacio.
JG - En lo inmediato Uruguay depende fuertemente de la producción agropecuaria y no puede tirarla por la borda; también depende fuertemente de la producción industrial. Para 2030 ni la producción agropecuaria ni la industrial deberían ser rubros importantes en el PBI del país: el país debería volcarse hacia otros sectores que son los que tienen importancia creciente en la economía actual. Esa es la propuesta, pero no hay que olvidar que estamos hablando de dentro de 30 años, no de mañana.
EC - Tu razonamiento empieza buscando dónde pueden estar los motores para el desarrollo del país.
JG - Exactamente. Las cosas a las cuales estamos apostando hoy, por ejemplo la carne de buena calidad o los productos lácteos, son productos que dentro de 20, 25 años van a tener muy poco peso, muy poca importancia y hasta muy poco interés, porque hay enemigos potenciales muy fuertes. La imagen que me hacía es esta: hoy la biotecnología está proponiendo, por ejemplo, fabricar órganos humanos, es decir piel para injertos, hígados para trasplantes humanos. Si estamos pensando seriamente en que eso es posible en un horizonte de unos pocos años, ¿por qué no va a ser posible en un horizonte de 20, 25 años hacer un bife de lomo, es decir directamente producir mediante técnicas biotecnológicas el bife de lomo que hoy consideramos una carne de alta calidad que sólo podemos producir en praderas naturales? Esto parece ciencia ficción, pero creo que en un plazo de 30 años no lo será; además hay antecedentes de casos similares. El más clásico, que se cita siempre, es el de la vainilla: la vainilla, que es fue producto natural americano, que luego pasó a África como principal productor, que durante muchísimo tiempo se produjo en una situación prácticamente de monopolio en muy pocos lugares, por ejemplo en Madagascar, en determinado momento cobró tanta importancia que los biólogos decidieron fabricarla artificialmente. Crearon una bacteria que en su código genético tenía un trozo para producir artificialmente, mediante su metabolismo, la misma esencia de vainilla que producía la planta en forma natural. Y hoy la vainilla es sintética y esos productores de Madagascar se quedaron sin trabajo; los productores, los trabajadores, el ciclo exportador y todo lo demás, porque la biotecnología fabricó un producto idéntico a un costo infinitamente menor.
EC - Este arranque de la charla ya es bastante provocativo y chocante para muchos: pensar que un bife de carne pueda terminar siendo sintetizado en el laboratorio, sin necesidad de que hayan existido la vaca, el campo, el pasto, el productor, el frigorífico incluso… Es una perspectiva bastante inquietante.
JG - Es un problema de costo/beneficio. ¿Vamos a arriesgar que esto pase? ¿En qué momento vamos a decir “esto está empezando a pasar”? La historia de la vainilla existe, la propuesta de los tejidos artificiales para reemplazo humano –naturalmente con otras exigencias tecnológicas y otro costo– también existe. En algún momento vamos a tener que reaccionar frente a esto.
EC - Hay un argumento para discutir tu planteo. Hoy mismo hay, en el sector de los alimentos, sin ir más lejos, competencia entre productos naturales y productos genéticos; hay un mercado para cada uno de los dos, Y se sostiene que para los productos naturales hay un público de alto poder adquisitivo dispuesto a continuar aferrándose a lo que no ha sido manipulado genéticamente, por lo tanto un mercado en el que se pagan precios más interesantes que en la agricultura que todavía practicamos. Dentro de la agricultura hay dos grandes campos: la que se practica con los insumos que se venían utilizando últimamente, incluyendo pesticidas, etcétera, y la estrictamente natural. En la agricultura natural se pagan muy buenos precios.
Supongamos que efectivamente aparece ese bife sintetizado en el laboratorio; ¿no terminará de todos modos existiendo para nuestro bife –el “de verdad”, de un animal criado en las condiciones más naturales posibles– un potencial interesante de comercialización?
JG - Sí, puede ser, pero es una apuesta bastante difícil de creer. Si pensamos en los productos que consumimos todos los días… la leche natural ¿existe? ¿O todos tomamos leche pasteurizada, inclusive enriquecida, envasada y procesada por una fábrica? Prácticamente no consumimos productos que podríamos llamar verdaderamente naturales. Por ejemplo, pienso que en muy poco tiempo no va a haber pan que no sea de masa congelada, porque tiene tantas ventajas que me parece difícil pensar que se siga. Ese pan va a ser producido en Europa, por ejemplo, se puede importar el pan congelado de Europa o de cualquier lugar del mundo para consumirlo en cualquier lugar del mundo. La tecnología de los alimentos está cambiando a toda velocidad y la estamos aceptando a toda velocidad.
EC - Si entiendo bien, la formulación de un eslogan o de un proyecto como el que ha venido esbozándose, de “Uruguay Natural”, desde tu punto de vista es algo así como una utopía a la que la realidad le va a caminar por arriba.
JG - Es una apuesta muy peligrosa, me imagino que la realidad le va a caminar por arriba en un plazo de 20, 25, 30 años, sí.
EC - Últimamente se ha estado discutiendo mucho en Uruguay si autorizar o no determinada variedad de maíz transgénico. Finalmente se autorizó con una serie de condiciones impuestas tanto por el Ministerio de Ganadería como por la Dirección Nacional de Medio Ambiente del Ministerio de Medio Ambiente; pero las organizaciones ecologistas, incluso con esas exigencias, consideran que hemos retrocedido, que Uruguay perdió un espacio al aceptar ese maíz transgénico. Por lo visto tú consideras que un debate de ese tipo no tiene sentido…
JG - Tampoco tiene sentido, porque el trigo es un transgénico histórico, es un híbrido producido hace 5.000, 6.000 o 7.000 años por el hombre, es un producto artificial. El propio maíz también es un producto artificial, no existe en la naturaleza, salvo el que hizo el hombre con paciente selección. De modo que todos esos productos son transgénicos en un sentido muy general. Ninguno de los animales del ganado es natural: son el resultado de cruza y selección a lo largo de muchos siglos. Creo que básicamente lo que hay es una posición política. En la defensa de los ecologistas hay muchísimas cosas mezcladas, por un lado hay cosas extraordinariamente compartibles, como salvar a las ballenas; pero luego está la lucha contra esos productos a los que consideran perniciosos para la salud sin que eso haya sido demostrado nunca, es una realidad cotidiana que hace mucho tiempo estamos consumiendo. No se puede decir que ninguno de los productos, animales o vegetales, que consumimos son naturales, excepto los productos de la caza y de la pesca espontánea; todo lo demás es resultado de una larguísima selección hecha por el hombre, en cierta medida son transgénicos seleccionados en forma natural, sí, pero variantes. Creo que en realidad es una lucha estrictamente política. Por un lado se defiende a las ballenas y por otro se está en contra de la globalización, por ejemplo. Hay mezclado todo un espectro de cosas, es muy confuso; en algún momento va a decantar y esas cosas se van a separar.
EC - En resumen, con respecto al proyecto Uruguay Natural, ¿cuál es tu visión?
JG - Debemos empezar a apoyar el Uruguay tecnológico.
EC - Eso no quiere decir descartar que se mantengan renglones de producción o actividad turística en la que se aproveche los recursos naturales.
JG - Sin duda, eso hay que hacerlo. Por eso decía que es un plan a 25 años; tenemos que pensar que en 25 años lo que hoy es fuente de exportación tal vez ya no lo sea. No podemos apostar a que la carne, la lana y la soja van a ser eternas, van a seguir siendo fuente de recursos, creo que hay otros sectores más importantes.
Un ejemplo muy interesante es comparar dos sectores de la economía, uno que es casi el buque insignia del Uruguay Natural, que es el reciclaje de los vinos. Tal vez el ejemplo más fantástico que se pone sobre la nueva agricultura uruguaya sea cómo se reciclaron los vinos uruguayos para producir vinos finos. Es un sector extraordinariamente exitoso, todos los uruguayos están orgullosos de la variedad tannat y de los distintos vinos que está produciendo el país hoy. Pero en vinos estamos exportando algo así como 10 millones de dólares, mientras en software y servicios asociados a la tecnología estamos exportando 100 millones de dólares. Es decir que el reciclado de toda la viticultura uruguaya, hacer todo esto que se dice del Uruguay Natural, de producir mejores variedades, variedades de muy buena calidad, produce una cifra que es la décima parte de lo que está produciendo en forma callada y silenciosa un sector de alta tecnología, como la producción de software y servicios relacionados con la información. Pienso que ese es el camino más importante. Si queremos multiplicar por 10 la exportación de vinos y llevarla de 10 a 100 millones, vamos a tener grandes dificultades; en primer lugar porque hay muchos competidores, en segundo lugar porque no es tan fácil disponer de las áreas adecuadas, no todo el país es adecuado para la plantación de vides de buena calidad. En cambio si yo digo que quiero multiplicar por cinco la producción de software –cosa que está propuesta hoy–, llevarla de 100 a 500 millones de dólares y convertirla posiblemente en el primer sector de exportación del país, es perfectamente posible porque lo único que tengo que hacer es multiplicar por cinco la cantidad de trabajadores. O sea que es posible generar empleo genuino y tal vez exista la mano de obra capacitada para multiplicar por cinco.
EC - Otro ejemplo fuerte para la reflexión. Una comparación interesante entre el potencial de crecimiento de la vitivinicultura y el de la industria del software. Hay que seguir el razonamiento, porque, entre otras cosas, me queda por saber por qué hay que optar por el Uruguay tecnológico, por qué dices que no son compatibles el Uruguay tecnológico y el natural; cuando por ejemplo aquel oyente que discutía contigo a través del correo electrónico sostenía que sí, que podíamos jugar en las dos canchas al mismo tiempo.
***
EC - Tú dabas el ejemplo de lo que hoy significa la vitivinicultura en Uruguay tras haberse reconvertido y lo que significa paralelamente la industria del software; dabas las cifras de uno y otro sector y decías que, con todo lo que el país ha hecho, ha invertido y aun cuando correctamente nos enorgullecemos de cómo ha cambiado, cómo se ha actualizado la vitivinicultura uruguaya, de todos modos las exportaciones no andan ni cerca de lo que en poco tiempo ha logrado alcanzar el software en materia de ventas al exterior. Decías que si quisiéramos quintuplicar exportaciones en uno y otro rubro, parece bastante claro que eso sería factible en el software y muy difícil con las exportaciones de vinos; suponiendo que en ambos casos haya mercado, preguntabas si Uruguay puede abastecer mercados por cinco o diez en uno y otro rubro y decías que es clarísimo que no en los vinos pero que es bastante sencillo en el software.
JG - Además el mercado exterior tiene distinto tamaño. El mercado de software es extraordinariamente mayor que el de los vinos; en el mercado de los vinos hay muchos competidores, en cambio el del software crece y sigue creciendo indefinidamente. En el caso de la India, la tercera parte de sus exportaciones corresponde a productos de software; software y servicios. Tenemos que pensar también en los servicios de consultoría y en los servicios que se dan a distancia.
EC - ¿Cuál es la conclusión? Aquel oyente que polemizaba contigo por correo electrónico preguntaba por qué no compatibilizar ambos proyectos, el Uruguay Natural y el Uruguay tecnológico.
JG - Al día de hoy tenemos que compatibilizarlos, no podemos desprendernos de la producción agropecuaria, que hoy es la vaca lechera de nuestra economía, una parte muy importante, de modo que no es cuestión de decir “la liquidamos”. En cada momento tenemos que ver qué apoyamos; podemos apoyar la producción agropecuaria o fomentar la producción de alta tecnología, ¿dónde invertimos el dinero? Porque los recursos son limitados y siempre va a haber que elegir. Para mí el problema es elegir.
En el pasado hubo casos en que se eligió mal y se puede ver bien el conflicto; cómo pueden entrar en conflicto en forma indirecta.
EC - ¿Por ejemplo?
JG - El de la aftosa es un caso interesante. La historia pasada, la historia de la década de los 90, Uruguay llegó a ser libre de aftosa en definitiva porque un laboratorio uruguayo –el laboratorio Santa Elena– produjo la vacuna. Esa vacuna logró erradicar la aftosa y se consiguió la condición de país libre de aftosa.
Como resultado de eso, hubo presión internacional para que el laboratorio Santa Elena desmantelara sus cultivos de virus; se decía que un país libre de aftosa sin vacunación no puede contener virus en su interior, que había que destruir la vacuna. Se obligó al laboratorio a destruir toda su producción de vacunas, en lugar de pensar que la aftosa no estaba erradicada en la región y lo razonable era ofrecer la vacuna y todos los servicios del laboratorio Santa Elena a toda la región para erradicar definitivamente la aftosa. En ese momento se optó por la versión a corto plazo y defender estrictamente la producción de carne, sin pensar en que había un laboratorio biotecnológico muy importante que podía desarrollarse y hacer muchas otras cosas.
EC - No nos fue bien dejando de vacunar.
JG - Fue un grave error hacerlo.
EC - Al poco tiempo la aftosa entró, aparentemente desde Argentina, pasando por el río Uruguay.
JG - Exactamente. Eso nos muestra que muchas veces hay que optar. En ese caso, si la visión hubiera sido apostar al Uruguay tecnológico, habríamos tenido al ganado vacunado –con lo cual tal vez no su hubiera logrado el precio máximo de la carne– o la posibilidad de desarrollar un laboratorio biotecnológico que estaba haciendo las cosas muy bien. De modo que en ese caso apostar al Uruguay Natural o al tecnológico significaba hacer cosas distintas.
Pienso que hay otros casos. Así como se apoyó la forestación, ¿por qué no se apoya a otros sectores posibles? Otros sectores posibles vinculados a la industria del conocimiento. Por ejemplo, ¿por qué no se apoya la producción de audiovisuales? Las industrias culturales son un sector de extraordinario crecimiento en el mundo, hay una gran demanda, pero son industrias de alta tecnología y de alto valor agregado, no son como los bosques. Tenemos opciones distintas para hacer las cosas. En realidad el único plan de apoyo a la producción de audiovisuales y de entretenimiento es el Fona, al cual el Estado no le da los recursos que corresponde; hay protestas por todos lados porque el Ministerio de Educación y Cultura no pone los recursos y los canales, cuyo dinero también debe contribuir a ese fondo, no lo hacen.
EC - Volviendo a la informática, cuyo potencial es tan interesante, cuando hemos conversado con representantes de las empresas que se mueven en ese rubro, ellos destacan que hasta ahora han logrado lo que han logrado sin ningún tipo de subvención, sin ningún tipo de impulso del Estado. Es más: teniendo que enfrentarse a discriminaciones para vender dentro del país.
JG - Así es, exactamente. La política del Estado no sólo ignora a los sectores de alta tecnología, sino que muchas veces les pone trabas, por ejemplo porque llama a licitaciones internacionales para comprar productos; muchas veces las empresas nacionales no pueden presentarse a esas licitaciones internacionales y pierden oportunidades muy importantes. De modo que no sólo no las apoya sino que muchas veces les pone grandes palos en la rueda. Esa es la diferencia entre apostar por uno u otro país.
EC - Algunos oyentes preguntan qué va a pasar con toda la gente que hoy trabaja en los rubros que tú dices van a ir perdiendo peso en la economía o directamente pueden llegar a dejar de existir.
JG - La economía capitalista en general deja desaparecer a los rubros que están desapareciendo. Yo creo que el país, que tiene una larga tradición de Estado de bienestar, debiera tomar medidas para reciclarlos; debiera hacerlo, debiera pensar que parte del asunto es reciclarlos. Pero los trabajadores rurales son muy pocos, no estamos hablando de un número enorme; eso tiene que ver con el Producto Bruto, si pensamos –estoy diciendo cifras en el aire– que del millón de trabajadores que conforman la población activa de Uruguay hay 100 mil trabajadores rurales, estamos hablando de la décima parte.
EC – Pero después están todos los trabajadores de sectores que dependen directa o indirectamente de la agropecuaria, ¿no?
JG - Sí, sin duda; los que forman la cadena.
EC - Desde los transportistas hasta operarios de frigoríficos, por mencionar dos ejemplos.
JG – Lo que estoy pensando es un fenómeno gradual de 25 años; de un día para otro no vamos a exportar todo en materia de software o de productos de alta tecnología: va a ir ocurriendo en forma gradual y progresiva. El fenómeno que ocurrió a lo largo de todo el siglo XX, de disminución de la población rural, va a seguir ocurriendo, no creo que sea un fenómeno de tipo catastrófico: hoy tenemos producción agrícola, mañana no la tenemos. Es un fenómeno paulatino. Posiblemente haya que reconvertir. Porque otra de las cosas que han pasado es que prácticamente desde la segunda mitad del siglo XX no ha habido tecnificación de la producción, o muy poca. Hay una curva muy significativa que muestra cuántos quilos de carne se produce por trabajador. Esa cifra que está perfectamente medida en Estados Unidos, por ejemplo, nos muestra que hasta 1950 Uruguay era competitivo con los quilos de carne que producía por trabajador; desde 1950 para acá seguimos más o menos con la misma cantidad de quilos de carne por trabajador, en tanto que Estados Unidos la ha multiplicado por dos aproximadamente. Esa es una de las razones del declinar de la producción de Uruguay en el concierto internacional.
EC - ¿Qué ha hecho Estados Unidos: ha compatibilizado las dos apuestas?
JG - Claro, ha tecnificado, ha priorizado la tecnificación de todo eso, entonces ha logrado cosas importantes. Yo me lo imagino así: se puede decir: ¿les vamos a enseñar computación a los gauchos?
EC - Esa pregunta acaba de venir de la audiencia.
JG - La respuesta es: sí, claro. En unos pocos años –esto es tecnológicamente posible hoy– se va a arar por computadora; ¿qué impide que yo ponga arriba del tractor una computadora que tenga un geoposicionador, un aparato como los de navegación de los barcos, que sabe exactamente en qué lugar del planeta está, de modo que uno pueda darle las dimensiones del campo, decirle dónde hay una piedra, dónde hay un arroyo, dónde hay un árbol y que el tractor are día y noche sin intervención humana? Eso significa enseñarles computación a los gauchos. Eso va a pasar, está pasando, tenemos toda la tecnología para hacerlo ya.
EC - Pero al mismo tiempo implica que trabaje menos gente en el campo.
JG - Es inexorable, la tecnología es eso.
EC - ¿Eso significa que perdemos la marca de Uruguay Natural? Vuelvo a la pregunta que más de un oyente se hace: ¿no se puede ir por los dos caminos al mismo tiempo, el Uruguay tecnológico y el Uruguay Natural?
JG - No se puede ir por los dos caminos al mismo tiempo. En definitiva, ¿qué es un producto natural? Inmediatamente va a empezar a plantearse: ¿cómo; pero ustedes vacunan, usan fertilizantes, pesticidas, tal cosa…? ¿Qué es el producto natural? Yo creo que los productos naturales se van a seguir consumiendo y van a ser cotizados, pero van a ser productos para una minoría muy selecta, van a ser como el caviar. No estoy proponiendo que desaparezca la siembra de esturiones del Río Negro, pero el caviar no es para todo el mundo, sino para una muy selecta minoría que consume ese producto que vale miles de dólares el quilo. Con la carne y las verduras naturales va a ocurrir eso, van a ser para una minoría estrictamente selecta, se va a exportar frutillas naturales en avión. Es muy difícil jugar al mismo tiempo en las dos canchas.
EC - La cancha del Uruguay tecnológico es la que tiene mayores posibilidades para el país en cuanto a dinamismo, a generación de puestos de trabajo, en cuanto a posibilidades de exportación.
JG - Sí. Hay países que pueden hacer esa apuesta natural; por ejemplo Chile, porque es un país casi biológicamente aislado: tiene la cordillera, el Océano Pacífico, el desierto de Atacama y el polo, es un país aislado y siempre lo fue, por eso nunca tuvo problemas con una cantidad de pestes, por lo mismo hay una cantidad de vacunas y pesticidas que no tienen que usar. Por su condición geográfica Chile puede ser un país natural. Tal vez otros países pueden crear nichos donde producir esos productos naturales, pero hay que aceptar una realidad: Uruguay es una pradera en el medio de una gran pradera, no tiene fronteras; si los vecinos no son productores naturales va a pasar lo mismo que con la aftosa, tendríamos que convencer al sur de Brasil y a Argentina de que también sean naturales para que no haya influencia de los pesticidas, de todo ese tipo de cosas; de otro modo el fenómeno aftosa se va a repetir una y otra vez. Creo que no estamos en condiciones de hacer lo que tal vez pueda hacer Chile o alguna isla del Caribe, que sí pueden tener productos naturales.
EC - Tú insistes en que la apuesta tiene que ser al Uruguay tecnológico. Pero curiosamente, al mismo tiempo te adelantas y dices: ojo, Uruguay tecnológico no es sinónimo de industria de software.
JG – No; el software es una parte.
EC - El software tiene hoy una agilidad muy fuerte, pero para el Uruguay del bicentenario, para 2030 ya no estará allí el principal acento.
JG - Posiblemente.
EC - Tú te juegas más a la biotecnología.
JG - Sí; el de la biotecnología es un tema crucial, es la industria del futuro; así como la del presente es la industria de la información, pienso que la del futuro, en un plazo de 30 años, será la biotecnología. No podemos razonar fácilmente diciendo: esto no, los productos naturales; estamos hipotecando el futuro a mediano plazo.
EC - ¿En la biotecnología tenemos credenciales, tenemos una base que nos permita pensar que es un camino que podemos transitar? Ese pasado o este presente tan ligado a lo agropecuario, ¿es un punto a favor de nuestro país?
JG - Tenemos otros antecedentes. Hace 50 años que Uruguay tiene un laboratorio de ciencias biológicas como el Instituto Clemente Estable, tiene una Facultad de Ciencias, tiene proyectos industriales como el laboratorio Santa Elena, que fue un excelente ejemplo de laboratorio biotecnológico. Tiene posibilidades; lo que tiene que hacer es aceptar que es así y encauzar esos caminos.
EC – “Encauzar esos caminos”: ¿qué es lo que debe hacer el país, la sociedad uruguaya, eventualmente el Estado –tú dirás– para permitir que levante vuelo el Uruguay tecnológico, en particular la biotecnología uruguaya? ¿Qué falta?
JG - Hay que redirigir algunos recursos hacia esos sectores; en lugar de apoyar a algunos sectores de tipo tradicional, agropecuarios, hay que empezar a dirigir recursos a las industrias de la información que son las que en lo inmediato van a dar más resultado. Empezar a redirigir algunos recursos y a no ser hostiles a las industrias biotecnológicas. Es un problema de comenzar, un problema de grado; no estamos diciendo que se vaya a volcar todo el dinero hacia tal cosa o hacia tal otra. Es perder la hostilidad hacia la biotecnología y tal vez empezar lentamente a invertir en recursos humanos y materiales. E invertir fuertemente en las industrias de la información hoy, que son las que pueden dar rédito a corto plazo, por ejemplo en cinco años.
EC - ¿Qué quiere decir “invertir”, por ejemplo en biotecnología?
JG - Voy a hablar sobre todo de la industria de la información; en el caso de la biotecnología creo que se trata sobre todo de perder la hostilidad hacia ella, estamos más lejos del problema. En el caso de las industrias de la información tenemos que adecuar la legislación, por ejemplo; Uruguay casi no tiene legislación para la nueva economía, las industrias de la nueva economía requieren nuevas formas de contratación, nuevas relaciones laborales, nuevas leyes, nuevos impuestos, nuevas cosas, adecuarnos. En general no estamos adecuados a eso.
EC - Dice un oyente: “Sería bueno preguntarle al ingeniero Grompone cómo encajan en el Uruguay tecnológico los miles de uruguayos que se quedan en los estudios básicos, porque en la enseñanza pública no se da computación y aunque comenzaran a implementarla veo muy difícil que se diera a un nivel como el que Grompone está proponiendo”.
JG - Se puede hacer, la educación está introduciendo la informática rápidamente; no tan rápidamente como todos quisiéramos, pero lo está haciendo. Además se puede ir mucho más rápido. Si hiciéramos un plan de reciclaje de computadoras, como el que tiene Canadá –para mencionar un país que no es del tercer mundo–, para volcarlas a la educación, daría resultados muy rápidamente.
EC - Tú has estado vinculado a algún proyecto que apuntó en esa dirección.
JG - Sí, pero no se concretó, porque no hay conciencia de que por ahí pasa buena parte del futuro. No terminamos de ver todo lo que se está jugando en ese punto. Informatizar las aulas de enseñanza primaria y media no es una pretensión de modernidad, es una necesidad tecnológica y productiva, es capacitar a los jóvenes para el trabajo en el día de mañana. Ese es el punto.
***
EC - La discusión recién empieza, a partir de un planteo como el tuyo. Guillermo dice por correo electrónico: “Me encanta: Grompone señala que la agropecuaria no se ha tecnificado. Es cierto, hubo un intento de invertir en maquinaria de última generación, con geoposicionadores, etcétera; hoy todos los que fueron por ese camino están endeudados y en la puerta de ser ejecutados. No se entiende que no haya políticas de Estado para ningún rubro, salvo para el financiero”.
JG - Sí, posiblemente sea así, claro.
Mensaje de los oyentes
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Transcripción: María Lila Ltaif Curbelo
Edición: Jorge García Ramón
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