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Bolivia sacudida por las protestas
Politólogo Jorge Lanzaro: Una historia de golpes de Estado recurrentes había dado lugar a 20 años seguidos de democracia. Pero el sistema de partidos, si bien encauzó las diferencias, dejó sin expresión a la oposición. La exportación de gas aparece envuelta en sospechas de corrupción, humillaciones históricas y disconformidad social. Es necesario un nuevo pacto político.
EN PERSPECTIVA
Miércoles 15.10.03, 07.57.
EMILIANO COTELO:
Bolivia es un país cercano geográficamente pero al que los uruguayos no le prestamos demasiada atención. La escasa relación comercial y cultural, deriva en un también bajo conocimiento del país. Sin embargo, desde hace días vive una verdadera caldera social y política que lo ha instalado en la agenda informativa mundial.
Les propongo un repaso a las portadas de los principales diarios bolivianos de hoy. La Razón encabeza con este titular: “La violencia se da tregua pero hay escasez en La Paz”. Por su parte, El Deber, informa que “el Banco Central refuerza a la banca para resistir la convulsión. Garantizó el funcionamiento normal desde hoy de las entidades del sistema financiero, tras el agravamiento de la crisis social y política”. Jornada titula: “Crece el bloqueo de caminos en varias regiones bolivianas. Cientos de viajeros están varados en las diferentes terminales, principalmente en La Paz, y no pueden retornar a sus lugares de origen”. La Revista dice que “La ONU pide moderación tanto al gobierno como a la oposición”. Mientras tanto, La Patria advierte que “Sánchez de Lozada se niega a renunciar, mientras que se extiende la militarización con más muertos”.
Más temprano les dábamos las pinceladas principales de la actualidad: el gobierno exhortó anoche a deponer las marchas de campesinos y obreros hacia La Paz y llamó a mantener el país en el cauce democrático, tras una jornada que fue de calma, tensa calma, sin incidentes graves pero con fuerte tensión en las calles y en el ámbito político.
Los últimos datos sobre movilizaciones indican que columnas procedentes de la región de los yungas confluían hacia el centro de la capital, mientras que desde Cochabamba la central obrera anunciaba la continuación por tiempo indefinido de la huelga general en demanda de la renuncia del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada.
Los militares, que asumieron el control de la ciudad de La Paz, reiteraron su respaldo al presidente, aunque una declaración previa aclaraba que no apoyan al presidente como persona, sino a un gobierno legítimamente constituido. Esto ha sido leído por algunos analistas como una velada amenaza de golpe.
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Nos interesa aterrizar algo de análisis a propósito de este panorama; para eso vamos a conversar con el doctor Jorge Lanzaro, investigador y docente del Instituto de Ciencia Política de la Universidad de la República, con quien hemos charlado en distintas ocasiones. Te tocó estar en Bolivia hace muy pocos días.
JORGE LANZARO:
Sí, me tocó estar en un acontecimiento un poco paradójico, dadas las circunstancias, porque era una serie de actividades, a las que me invitaron, de festejo de los 21 años de democracia corrida en Bolivia, cosa que era una especie de hazaña histórica, de acontecimiento muy extraordinario para ese país. A pesar de que ha tenido períodos democráticos, sobre todo en la época de reinado del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) en los años 50, tiene más golpes de Estado que años de existencia independiente. Si uno saca los promedios da seguramente más golpes por año que cualquier otro país de América Latina; es un país con una historia realmente muy desgraciada, de una enorme inestabilidad política, tironeos regionales, desmembramientos regionales, guerras con los vecinos de las que normalmente ha salido perdiendo –con Chile en particular. Es una historia muy dolorosa, que, como decías, conocemos poco. Que conocemos poco ahora, porque en otras épocas presidentes como Paz Estensoro o Siles Suazo vivieron en Uruguay, pasaron por aquí. En la época de los 50 y 60 nuestro país tenía una tradición de asilo y tierra de paz para ecuatorianos y bolivianos, había más corriente de información y de solidaridad, de encuentro. Ahora…
EC - Lo cierto es que fuiste a participar de estas conmemoraciones, de estas actividades académicas y casi te quedas anclado en La Paz.
JL - Sí, casi me quedo. Tuve que llegar al aeropuerto persignándome para no ser objeto de algún piquete. Justo pasé en un día en que había una especie de tregua; después se cerró el aeropuerto.
EC - Ese logro de 20 años de democracia corrida, ¿es contradictorio con lo que hoy se está viviendo en Bolivia?
JL - Es un poco paradójico. Sería lamentable ignorar esos avances de 20 años o que los mismos no sirvieran para resolver esta crisis de maneras distintas de como se han resuelto en otros tiempos. La idea sería, como pasa en otros países de América Latina, que las crisis políticas se resuelvan políticamente; más o menos bien políticamente, pero políticamente, no por un golpe de Estado militar, no por auxilio de la entrada de outsiders en escena. Es lo que ha pasado en Ecuador, en cierta medida en Perú, en la propia Argentina; situaciones que hace años hubieran dado lugar a golpes de Estado, a la entrada de los militares en la escena, hoy han sido resueltas por vías políticas más o menos ortodoxas, más o menos institucionales. Sería de esperar que lo ganado en estos años sirva en ese sentido.
¿Qué fue lo ganado en estos años? Lo más importante es que, a partir de unos primeros pasos medio complicados a comienzos de la década de los 80, hubo una afirmación de los partidos políticos, de la pluralidad de partidos, y no sólo de la pluralidad de partidos políticos sino de la posibilidad de lograr pactos entre partidos, de negociación política. Los partidos lograron una centralidad que antes no tenían, desplazaron o recolocaron al movimiento sindical y a los movimientos populares para ocupar el centro. Eso se logró por una suerte de solidaridad del sistema de partidos, de una lealtad dentro del sistema de partidos que antes no existía. Los partidos antes jugaban juegos de deslealtad y por tanto jugaban a buscar fuera del sistema de partidos las soluciones políticas o los recursos políticos que no encontraban dentro.
Eso es lo que progresó enormemente en Bolivia: un asentamiento democrático, una cierta estabilidad democrática y particularmente esta lógica de centralismo partidario, a la que nosotros estamos muy acostumbrados pero que los bolivianos y otros pueblos de América Latina no han tenido.
EC - A partir de ese avance, ¿cómo se entienden los sucesos de los últimos meses, sobre todo de las últimas semanas?
JL - El avance tuvo algunas características; entre ellas que los pactos políticos, incluso la formación de coaliciones de gobiernos en régimen presidencial –que han sido una novedad también en el caso boliviano, como en Uruguay o Brasil– ha dado lugar a una cierta convergencia ideológica de los partidos, o a pactos que hacen saltar las barreras ideológicas. Por ejemplo, una cosa que llama muchísimo la atención es que uno de los pactos, una de las coaliciones, haya sido entre el partido de Banzer (ADN, Acción Democrática) y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) de Paz Zamora, es decir el partido más golpista y más hacia la derecha del espectro político, con el partido más hacia la izquierda y más perseguido del espectro político por el propio Banzer. Fue un pacto que le dio la presidencia a Paz Zamora, y a través del cual se rompió un ciclo fatídico de quiebres.
EC - ¿Por qué citas ese antecedente a la luz de los acontecimientos de estos días?
JL - Lo que ha pasado es que lo que es positivo desde el punto de vista de la convivencia partidaria y de la negociación y de los compromisos, que ha hecho que los tres grandes partidos y los presidentes de esos tres grandes partidos –Banzer del ADN, Paz Zamora del MIR, Sánchez de Lozada, del MNR, dos veces– hayan ocupado el gobierno, ha habido una alternancia razonable sin que ninguno pasara del 20 - 20 y pico por ciento de los votos; es un sistema de partidos muy fraccionado. Eso ha sido acompañado de una fuerte convergencia ideológica y política. Con la Nueva Economía Política (NEP) como la llaman, Bolivia accede a la democracia, a esta lógica de partidos, y al mismo tiempo se transforma en una suerte de vedette exótica del neoliberalismo en América Latina, es decir un país con 70 por ciento de población indígena es presentado, se autopresenta y se vende a sí mismo como un enorme ejemplo de conversión neoliberal, cuando en realidad había sido un país fuertemente estatista, fuertemente populista, muy centrado en el Estado desde todo punto de vista.
EC - Ese giro en materia de política económica ha tenido consecuencias en lo social.
JL - No sólo tiene repercusiones sociales muy importantes y ha significado un encogimiento grave del Estado –entre otras cosas la privatización o la llamada capitalización del ente petroquímico estatal, YPF, privatizado justamente en el gobierno anterior de Sánchez de Lozada–, sino que hace perder la lógica de oposición, la lógica de la diferencia dentro del sistema de partidos. Todos están más o menos de acuerdo y nadie hace una oposición verdadera; entonces el sistema de partidos, que mejora mucho en convivencia, en civilización política y en pactos, pierde capacidad de contener el conflicto. Logró durante un tiempo contener los conflictos sociales –en el sentido de incluirlos, de regularlos, de manejarlos–, pero en la medida en que todos se corren hacia una posición neoliberal, todos van hacia un pactismo y una especie de línea más o menos convergente, se empiezan a escapar los movimientos sociales por los costados y vuelve la Bolivia fantasmal histórica, la Bolivia desgarrada por el movimiento indígena, por la central de trabajadores, desmembrada desde el punto de vista regional. Porque además Bolivia es un país con un regionalismo muy pronunciado, con una dificultad muy grande para construir una unidad nacional entre Santa Cruz, que tiene un sentimiento separatista autonomista como podría ser el de Cataluña en España y que se siente mucho más pegada a Brasil o a Argentina, Tarija que está pegada a Argentina, la zona de La Paz que está pegada a Perú… Hay diferencias geográficas abismales en un país muy grande, muy escarpado desde el punto de vista geográfico y muy poco poblado.
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EC - “Las cifras más actualizadas de muertos en un mes de protesta hablan de 70 personas. Ayer la simbólica presencia de los tanques en el centro de La Paz mostró que la permanencia en el poder del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada pende del tímido respaldo que aún le aseguran las fuerzas armadas”, dice hoy un resumen que publica el diario El Observador.
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EC - Después de este análisis a propósito de la evolución de la vida política boliviana en estos últimos 20 años, y en ella algunas claves que podrían permitir entender cómo se produce este divorcio entre los partidos o el gobierno en su sentido más amplio y movimientos sociales, ¿cómo se entiende lo de estas últimas semanas? ¿Qué ha hecho el gobierno de Sánchez de Lozada que precipitó este tipo de protesta?
JL - Lo más importante que ha ocurrido es que se perdió la centralidad política de los partidos y se ha entrado en un proceso de fuerzas centrífugas. Fuerzas centrífugas que tienen que ver con las regiones, que empiezan a moverse cada una con sus intereses –Tarija quiere de todas maneras venderle el gas a Chile porque es la gran productora de gas; Santa Cruz quiere jugar hacia Brasil–; fuerzas centrífugas porque los indígenas platean sus reivindicaciones particularistas, los productores de coca afectados por las políticas de combate al comercio y a la producción de la droga, los mineros desocupados, los funcionarios estatales… se va encontrado una serie de focos.
Pero ese solo no necesariamente sería un factor más que de producción de conflicto; lo que importa es que no hay un centro capaz de manejar ese conflicto. Se rompe la coalición de gobierno que sostenía a Sánchez de Lozada y se rompe la lealtad dentro del sistema de partidos. Aparecen además movimientos sociales nuevos, en particular el Movimiento al Socialismo (MAS), que es el partido-movimiento, de corte muy populista, que encabeza Evo Morales, una figura muy curiosa, muy particular. Es un diputado con una pata dentro del sistema y la otra fuera, que recorre Europa diciendo que tiene propósitos democráticos y de resolución democrática y dentro plantea movilizaciones y reivindicaciones muy rígidas, muy duras, sin ninguna negociación posible.
EC - Fue candidato a la Presidencia y estuvo a punto de llegar al gobierno.
JL - Estuvo muy cerca, es un fenómeno realmente muy importante que se ha producido en Ecuador y en Venezuela. Son fenómenos que se produce cuando se generan vacíos en el sistema de partidos.
EC - Ahora el conflicto se desata hace un mes aproximadamente…
JL - …con el tema del gas.
EC - Claro, protestas de sindicatos, organizaciones de campesinos y partidos de izquierda que cuestionan el proyecto del gobierno de exportar gas natural a Estados Unidos y México. Se critica que las condiciones contractuales con firmas privadas con perjudiciales para el país; también se rechaza la posibilidad de que el gobierno elija un puerto chileno para embarcar el combustible, una vez que se construya un gasoducto a estos efectos.
JL - El problema del gas es realmente muy complicado, porque Bolivia tiene necesariamente que vender gas, es un producto muy necesario para su economía, es muy dependiente de su exportación, como lo ha sido antes de la exportación de otros productos primarios. Pero hay dos o tres problemas conjuntos que el gobierno ha manejado mal.
Un primer problema es que se pactó un estatuto de explotación del gas con compañías privadas en el que se dio a esas compañías la explotación sin retener un control estatal suficiente, sobre todo en la gestión, y con un canon de un 25 por ciento para las reservas conocidas y otro de un 18 por ciento para las reservas a aparecer en el futuro. Resulta que las reservas aparecieron a los tres o cuatro meses… Fue como una tomadura de pelo, era obvio que esas reservas ya se conocían. Bolivia pasó a multiplicar por tres sus reservas de gas con un canon muy inferior al que había pactado con las mismas compañías, de forma que todo el mundo olió a un negociado formidable del presidente de la República.
La segunda cosa es la relación con Chile. Desde el punto de vista técnico y tecnológico parecería que la salida por Chile es la más recomendable porque supone un gasoducto de unos 50 quilómetros –Tarija está pegada, y hacer un corredor hacia Chile es lo más razonable desde el punto de vista geográfico y económico. Pero desde el punto de vista político e histórico no hay que olvidar que Chile le cortó a Bolivia la salida al mar, y ese ha sido un agravio nacional histórico que no se enjuaga fácilmente. Los chilenos han mostrado bastante arrogancia en el momento actual con respecto a ese tema, no han facilitado mucho la negociación, entonces es realmente una afrenta nacional que el gas boliviano salga por un puerto chileno que se supone que debería ser boliviano; esa es un poco la idea. En el medio está la alternativa de que salga por Perú; allí están metidos Paz Zamora y los propios peruanos.
Lo último que está atrás es la idea más radical y más fuerte de que no se venda en absoluto, de que no se vaya para México y Estados Unidos. Al mismo tiempo todo esto que apela a cuestiones de tipo técnico, económico, tecnológico, apela a cuestiones políticas, a cuestiones de intervención extranjera: los chilenos, los peruanos y los estadounidenses están operando permanentemente en Bolivia como en terreno casi colonial, hemos vuelto atrás 200 años, o 150 años, como si estuviéramos en la guerra del Pacífico.
EC - Esta charla contigo ha sido útil para obtener algunas claves que nos permitan situarnos mejor frente a estos acontecimientos tan trágicos que están teniendo lugar en Bolivia.
JL - Sí; además muy complicados como para hacerse una idea más cabal.
EC - Nos hemos acercado bastante en esta charla contigo. Nos mantenemos en contacto contigo y en estos días vemos cómo evolucionan los acontecimientos.
JL - La evolución más plausible es que salga Sánchez de Lozada y entre este vicepresidente, esta especie de “periodista que hace de vicepresidente”, que podría ser una fórmula de arreglo si es que se encuentra un pacto, una negociación que permita esta salida. No es sencillo.
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Transcripción: María Lila Ltaif Curbelo
Edición: Jorge García Ramón
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