29.12.2003












HUMOR URUGUAYO EN LA INFORMACIÓN DE LE MONDE

“Tengo la posibilidad de expresar cosas que otros querrían decir”

Hace 20 años que Pancho Graells dibuja la realidad francesa y mundial en las páginas de Le Monde y otros diarios europeos. Antes de la dictadura, lo hacía en Marcha. Así, ponía humor y crítica a aquella dura época de Uruguay. De esos años junto a Carlos Quijano recuerda el aprendizaje para dibujar y “llegar al borde sin sobrepasarlo”. Algo que hasta hoy aplica en las dos horas que tiene cada día para su trabajo.

En perspectiva

EN PERSPECTIVA
Lunes 29.12.03, hora 8.54.

EMILIANO COTELO:
Diciembre es un mes en el que, entre otras cosas, los uruguayos nos reencontramos con la diáspora, porque cientos de compatriotas que viven en el exterior vienen de regreso a pasar las fiestas en familia.

Desde el punto de vista periodístico es una buena oportunidad para acercarnos a algunas personalidades que durante el resto del año están lejos. Por ejemplo, Francisco Graells, o si ustedes prefieren “Pancho”, uno de los ilustradores característicos de los últimos años del semanario Marcha, a fines de los 60 y principios de los 70. Desde hace 20 años publica diariamente sus caricaturas en el diario francés Le Monde.

Pancho está con nosotros esta mañana. Supongo que “Pancho” es el nombre con el que te conocen desde siempre, desde antes de ser caricaturista…

PANCHO GRAELLS:
Sí, es un sobrenombre de todos los Francisco, les dicen “Paco” o “Pancho”; si hubiera sabido que iba a hacer una carrera con esto, hubiera buscado tal vez un pseudónimo más original.

EC - Pancho tiene 59 años, nació en Caracas en 1944, de madre uruguaya y padre venezolano; se trasladó a Montevideo con su madre en 1951. En la escuela descubrió su pasión por el dibujo y desde entonces no abandonó el lápiz nunca más.

¿Cómo te defines? ¿Qué es lo que haces? ¿Eres un caricaturista, un ilustrador, un editorialista, un artista plástico? ¿Cuál es la mejor categoría?

PG - Creo que soy de todo un poco. En Francia, particularmente, hay una especie de necesidad de clasificarse y decir “soy esto, aquello, lo de más allá; primero esto y después aquello”. Yo creo que soy todas esas cosas que tú acabas de decir.

No sabía muy bien qué quería hacer cuando empecé a dibujar –fue en la escuela–, devoraba todo tipo de publicaciones que tenían dibujos, trataba de imitar a los dibujantes sin saber muy bien dónde iba. Eso me permitió descubrir que tenía una cierta facilidad con respecto a mis compañeros de clase, lo que me permitió llenar mis carpetas de la escuela de dibujos no solicitados y levantar un poco las notas por los deberes que no entregaba en las otras materias. Cuando llegué a la adolescencia no lo tenía muy claro porque no pensé que podía vivir de eso; en Uruguay era difícil encontrar trabajo entonces, más allí porque los periódicos eran un número limitado y porque dentro de ellos ya había otros profesionales trabajando, que yo admiraba enormemente.

La primera idea fue tratar de hacer pintura, que era lo que más me interesaba. Llegué un poco tarde a la posibilidad de tomar clases con Augusto Torres, que fue el pintor que me deslumbró, no tenía mayor orientación en esa época. Tomé algunas clases con Pepe Montes, como lo hicieron después Ombú y tantos otros uruguayos, mientras empezaba a trabajar en la prensa.

Tuve la suerte de poder entrar en Marcha, empezar a hacer allí mis primeros dibujos en serio y estar en contacto con Carlos Quijano, que fue quien me orientó, me ayudó a ir a cosas esenciales. No era dibujante, pero sabía cómo orientar periodísticamente a todos los que estábamos dentro del periódico, a mí en particular.

EC - Pero volviendo a la pregunta anterior, tu tarea de todos los días, el dibujo que publicas cotidianamente en Le Monde, ¿se puede llamar "caricatura"?

PG - Es…

EC - ¿O es más bien una ilustración?

PG - No, no es una ilustración; puede ser una ilustración de vez en cuando, pero no soy ilustrador, ése es un métier aparte; es lo que se llama una caricatura política, lo que los estadounidenses llaman un cartoon, que es un comentario político de una situación determinada.

EC - Los dibujos que hace Pancho –no sé si los oyentes los tienen presentes– tienen como tema la actualidad, contienen caricaturas de personajes, pero no son mudos, como por ejemplo los de Sábat o los de Arotxa, por citar dos ejemplos uruguayos. En general los trabajos de Pancho incluyen además texto, sobre todo diálogos o frases que él les atribuye a los propios personajes. ¿Ésta es una buena descripción del estilo?

PG - Sí, es una mezcla de ambas cosas. Me interesa enormemente la caricatura; la diferencia con otros profesionales que hacen ese tipo de puesta en escena con diálogos, muchas veces colegas, algunos formidables, es que ellos buscan estereotipos de los personajes y después trabajan con ese estereotipo que representa al personaje. En mi caso me interesa tanto la caricatura que trato de redescubrir al personaje cada vez y enriquecerlo con rasgos un poco nuevos, rara vez en un estereotipo, a menos que caiga en facilidades.

EC - ¿Por qué la opción por dibujo más texto?

- "Le erró al primero. ¿Quiere probar con los otros?".

PG - Me encanta la posibilidad de hacer dibujos sin texto, con la ventaja que tienen de que se pueden comercializar a nivel internacional mucho más rápidamente, pero a veces no me basta. Cuando puedo hacerlo sin texto lo hago, no es un dogma hacerlo con texto o sin texto. A veces me interesa tener el apoyo. El ideal es que ambas cosas se complementen, es decir que el dibujo aun teniendo un texto tenga un significado gráfico que sea muy difícil contar por teléfono. Un dibujo que se puede contar por teléfono en general está un poco de más.

EC - Pero aparte también realizas, como quedó dicho, caricaturas puras, con el rostro y el físico del personaje; en este caso son dibujos más trabajados que los que se publican bajo la presión del día a día en un diario de actualidad.

PG - Exacto.

EC - ¿Por qué vía se difunde esa otra línea creativa?

PG - A veces los publicaba en Le Monde; a veces en un periódico italiano con el cual colaboré hasta hace poco, Il Sole 24 Ore; lo hago actualmente para el periódico The Guardian, de Londres, sobre todo para el suplemento de libros; lo hacía para revistas literarias en Francia, como Magazine Littéraire, Lire. Depende, hay etapas; actualmente la foto está recobrando importancia en el periodismo en Francia, entonces el dibujo se desplaza un poco. Vendrá otra ola de dibujo nuevamente después.

EC - Ése es el caso de Le Monde, que hasta hace poco tiempo prácticamente no tenía fotos.

PG - Exacto.

EC - ¿Cuándo introdujo las fotos Le Monde?

PG - Las introdujo primero hace casi nueve años, en 1994-1995, cuando cambió de fórmula y la nueva dirección introdujo la foto; antes la tradición era no publicar muchas fotos, como tampoco lo hacían Marcha ni La Opinión, de Buenos Aires, por dificultades técnicas para su reproducción, y porque consideraban que no era indispensable. Ahora consideraron que era un poco más moderno y que podían llegar a un público un poco más vasto… Tiene muy buena calidad de impresión.

EC - ¿Eso les ha quitado espacio a las caricaturas, a los dibujantes?

PG - No a los dibujantes estables que somos cuatro en este momento, porque seguimos teniendo un espacio cada uno para publicar nuestros dibujos; pero sí a dibujantes externos, que también había, que colaboraban con ilustraciones o en la página editorial incluso.

EC - Esa otra línea editorial, la de las caricaturas puras, ¿es la que guió tu exposición que puede visitarse en el Subte Municipal?

PG - Sí, en cierta forma; me encanta ese tipo de trabajo. En este caso fue una especie de desafío porque en el marco de un festival de tango hace tres años en París me propusieron hacer una exposición en una especie de barcaza sobre el Sena, era la primera vez que iba a hacer algo especialmente para un proyecto determinado. En general he hecho exposiciones con trabajos ya realizados; en este caso era una posibilidad de hacer algo con una unidad de estilo, con una unidad técnica y fue un proyecto interesante.

EC - ¿Cuál es la unidad de estilo? ¿Cuál es la unidad técnica en este caso?

PG - Utilicé el mismo tipo de material, que era una carbonilla de bastante buena calidad que había descubierto, con la cual había hecho solamente un dibujo antes; se me ocurrió que podía darles a todos ese uso y en el camino fui descubriendo que daba posibilidades expresivas que desconocía de antemano y que fui explorando. Fue toda una aventura.

EC - El título de la exposición es “Desencuentros”. ¿De qué trata? Yo no la vi; Rosario la vio, ya lo contó, o sea que los oyentes que la escucharon conocen la respuesta, pero me gustaría escuchar la descripción del propio autor.

PG - Es una colección de retratos de músicos de tango –compositores, cantantes, instrumentistas. La idea de poner “Desencuentros”, tal vez un poco oportunista de mi parte, era porque quería señalar, justamente, la inexistencia de la palabra “desencuentro” en francés, que para mí es esencial para el tango. En este momento hay una especie de auge del tango en Francia, pero yo consideraba que había un pequeño desencuentro en el hecho de que esa gente, que ama el tango como danza, no sabe o no sabía –creo que la cosa ha ido cambiando– que el tango además tiene una poesía, una filosofía; era casi escandaloso hablar de filosofía del tango, entonces pensé que ahí había también un desencuentro. El tango es una historia de desencuentros, entonces me pareció que todo eso ayudaba. Por otra parte, como mi idea al encarar esta exposición no era tanto que los dibujos se parecieran a los personajes sino a partir de ellos elaborar una cantidad de dibujos que valieran por sí mismos, porque la gente no los conoce, entonces ahí había otro pequeño desencuentro.

(Audio. Tango “Compañía”, de Roberto Goyeneche.)

EC - ¿El título de la exposición se inspira en este tango?

PG - Sí, se inspira en este tango y en toda esa realidad que te comentaba. Para mí la palabra tiene una carga fenomenal, como malentendido, esas cosas que son un poco un desfasaje con lo que podría ser, una aproximación a lo que podría ser y no es.

EC - ¿Qué vuelta le han encontrado para traducir “desencuentro” al francés?

PG - Hay dos fórmulas que expresan una cosa más o menos parecida: “rencontre raté”, es decir un encuentro que no se dio; y “rendez-vous manqué”, una cita que no se dio. Pero no es exactamente lo mismo.

***

EC - Llegan mensajes de la audiencia, por ejemplo Marcelo Ornstein, del Parque Rodó, dice: “Te agradezco que le hagas llegar a Pancho un gran abrazo de parte de sus ex vecinos caraqueños. Hace unos cuantos años compartimos más de una Navidad en ese país maravilloso, que fue tan solidario con el exilio latinoamericano”. ¿Sabes quién es Marcelo Ornstein?

PG - Sí, claro: es hijo del gran periodista Jorge Luis Ornstein, que trabajó en Uruguay, uno de esos que podían dar cátedra de periodismo.

EC - Porque tú tuviste una segunda etapa venezolana, la primera fue la del nacimiento y los primeros años de vida y la segunda cuando te fuiste de Uruguay.

PG - Exacto; primero fuimos dos años a Buenos Aires con mi familia, luego vimos que se venía un golpe de Estado incluso mucho más duro que el de Uruguay y partimos hacia Venezuela, donde estaba la familia paterna. Yo no tenía mucho contacto pero existía la posibilidad de intentar una nueva aventura.

EC - ¿Cuánto tiempo duró ese período finalmente?

PG - Ocho años.

EC - ¿La escala siguiente ya fue París?

PG - Sí.

EC - Son 20 años dibujando para Le Monde; ¿sigue entusiasmándote ese trabajo para ese diario?

PG - Sí, me sigue entusiasmando en la medida que es un diario un tanto excepcional. Lo revaloro cada vez que salgo y tengo que guiarme por prensas de otros países, porque estando allá no me doy cuenta mayormente, estoy dentro del diario, soy parte de esa tribu –tengo el honor de ser parte de esa tribu–, entonces a veces soy crítico de ciertas cosas, de ciertas carencias, de la falta de espacio para dar todo el volumen de información que sé que se maneja allí dentro. A veces me siento un poco frustrado. Por ejemplo, el poco espacio que se le da a América Latina, ni qué hablar a Uruguay; pero no es por menosprecio a América Latina, porque pasan cosas también en otros lados, entonces tienen que elegir qué van a editar.

EC - Tú decías que es un diario excepcional, ¿en qué sentido?

PG - En el sentido de que tiene una seriedad profesional muy grande y hay un equipo de periodistas de primerísima categoría. Yo siempre trabajé con periodistas de primerísima categoría, acá también, en Uruguay, tanto en Marcha como en otros periódicos en los cuales tuve el privilegio de trabajar. Allá hay sin embargo una concentración excepcional de esa calidad de periodistas y hay un nivel de exigencia muy elevado.

EC - ¿Cómo se define hoy por hoy la línea editorial de Le Monde?

PG - Yo soy un poco enemigo de las definiciones, pero es un periódico de oposición que no tiene ningún tipo de relación con el gobierno, que no sufre ningún tipo de presión por parte de los medios publicitarios o económicos. Es decir que los periodistas trabajan realmente con total libertad. No puedo catalogarlo como un periódico de izquierda en la medida que en este momento hay una crisis de la izquierda en Francia, pero apoyó la llegada del socialismo en determinado momento. Después tuvo que pagar una cierta factura por ese apoyo, por lo cual ahora guarda una distancia crítica mayor, pero no es un periódico de derecha; puede ser socialdemócrata. En todo caso es realmente contestatario del poder, de eso no cabe la menor duda.

EC - Por lo que hemos visto en estos años en Le Monde, tú dibujas tanto sobre noticias francesas como sobre temas internacionales.

PG - Exacto.

EC - ¿Es un solo dibujo por día?

PG - Actualmente sí; en algunos momentos puede haber dos o tres, pero no sistemáticamente, el básico es uno por día.

EC - ¿Cómo se resuelve el tema de ese dibujo? ¿Quién define el tema?

PG - Ésa es una de las limitaciones de la organización del trabajo. Personalmente prefiero el sistema un poco a lo anglosajón –como se podría decir allá– de tener un espacio y ahí hacer lo que uno desea, como hacía en Marcha. En este caso, por problemas de diagramado y edición, se ha separado el periódico, como todos, en secciones –internacional, nacional, sociedad, etcétera– y se ha estipulado que en cada una de ellas debería haber un dibujo en la apertura de la sección, en la nota más importante de esa sección ese día. A veces es un dibujo, a veces es un gráfico, rara vez es una foto. Hay un dibujante que hace la primera página, cuando él no está somos dos los que nos turnamos para hacerla; si no en la parte interior vamos rotando de una sección a otra para no enquistarnos, porque a veces se repiten los temas. Por ejemplo si llego y me dicen que tengo que hacer un dibujo de la sección internacional, tengo que estar informado prácticamente de todo, entonces más o menos me dan el tamaño y me dicen cuál es el tema con el cual van a abrir la sección ese día; a partir de ese momento tengo dos horas para producir un dibujo y entregarlo.

EC - O sea que tú no eliges el tema, el diario te pide que trabajes sobre un determinado asunto…

PG - Exacto.

EC - …pero la idea es cien por ciento tuya…

PG - Es mía, sí.

EC - …y debe completarse el trabajo en muy poco tiempo.

PG - Muy poco tiempo.

EC - ¿Cuánto?

PG - En dos horas en total.

EC - Dos horas en total… ¿Alguna vez no pudiste cumplir con una ilustración de un cierto tema?

PG - Me ha ocurrido dos o tres veces en los últimos 20 años; en ese caso es una catástrofe…

EC - ¿Qué pasa en ese caso?

PG - En ese caso si hay material en exceso como para hacer lo que se llama una pequeña ventana, un comentario, lo ponen, pero desestabiliza a todo el mundo cuando ocurre una cosa así; si no puede haber alguna publicidad de relleno, o algo así. Pero es una cosa extremadamente excepcional, no me lo admitiría…

EC - Pero se entiende que puede ocurrirle al dibujante…

PG - Puede ocurrir pero incluso cabe la posibilidad de hacer un dibujo “malo” antes que no hacer nada. Siempre se puede contar con el hecho de que el lector lo va a olvidar al día siguiente, el lector ve aun los mejores dibujos en un segundo y medio, o sea que al día siguiente se refinancia la posibilidad de continuar. Claro, si eso continúa durante 10 días seguidos uno pierde su trabajo, evidentemente.

EC - Tú has dicho que en esos casos a veces termina dándose una situación sorprendente. ¿Cuál? ¿Algún ejemplo?

PG - Hay días –no podría recordar ahora, pero lo sé– en que me dan un tema que yo digo: “No, esto es inilustrable, no se puede hacer, con esto no se puede hacer nada”. Voy y protesto y digo: “Me dieron una cosa que no puede funcionar; si pueden encontrar una foto, lo prefiero”, y me dicen: “No, no hay ninguna foto prevista, hay que hacerlo”. De alguna forma llega una idea totalmente inesperada, que a mí mismo me sorprende que pueda haberse producido. Después quedo contento con el desafío, porque cada día es un desafío.

***

Transmisión de mando, 1972.

EC - ¿Qué diferencias hay entre el humor que has venido haciendo para el público francés y el que hacías para el público uruguayo en los años 60 y 70?

PG - Las diferencias no son enormes; lo que aprendí aquí, en particular en Marcha, me habilitó para poder trabajar ya sea en Argentina, en Venezuela como en Francia. A veces las cosas que hacen reír son diferentes y hay que tratar de aprenderlas; en cada caso hay un contexto histórico inmediato que es necesario conocer, porque uno juega con la complicidad del lector, no todo puede estar explícito en el dibujo, uno tiene que sugerir cosas que el otro va a entender, para eso tiene que haber un conocimiento común del contexto inmediato. En cuanto a la actitud, es bastante similar…

EC - La pregunta viene porque aquellos eran años difíciles en Uruguay…

PG - Exacto.

EC - …duros, violentos, eran años de riesgos, de problemas. En cambio el clima en Francia de estos últimos 15, 20 años es completamente distinto. Entonces, ¿la adrenalina es menor? ¿El desafío es menor? ¿El estímulo es otro? ¿Cómo se puede marcar el contraste?

PG - Hay probablemente una diferencia de adrenalina. Recuerdo que cuando hacía la página de Marcha en épocas de medidas de seguridad o al comienzo de la dictadura, la tensión era realmente muy grande, en particular porque tenía que hacer la página los miércoles de noche, entregar el jueves al mediodía a más tardar –Marcha salía el viernes– y como suele ocurrir en este tipo de cosas, yo sé cuánto tiempo me puede tomar hacer el dibujo, pero no sé cuánto tiempo puede tomar que llegue la idea… A veces las ideas demoran en llegar, las musas son reticentes a dar su legado… Entonces muchas veces pasaba la noche y pasaba una noche de insomnio, entre miércoles y jueves, buscando esas ideas. Recuerdo que a medida que avanzaba la noche, a medida que llegaba eso que llamaban “la hora del lobo”, a las tres o cuatro de la mañana, que era la hora en que se hacían los allanamientos y que uno se siente mucho más fragilizado –por eso se hacían a esa hora–, la tensión y los nervios eran muy grandes. Recuerdo que en esa época no tenía teléfono y pienso que fue saludable porque mis colegas y otra gente recibían amenazas telefónicas, o sea que hubiera aumentado aun más el estrés.

Pero aprendí en esa época, como decía antes, gracias a Quijano y a Marcha, a tratar de, pese a todas esas dificultades de presión, llegar al máximo de las posibilidades, no decir algo que pudiera hacer clausurar el periódico, pero sí llegar al filo de la navaja, decir todo lo posible dentro de las condiciones posibles.

EC - ¿Qué utilidad tiene esa habilidad hoy en Francia?

PG - Me sirve, no todos los días tengo un tema totalmente excitante, pero a veces hay temas, como ocurría en el caso de Marcha, en los cuales es un privilegio de tener una voz pública. Yo tengo en ese lugar, en mi espacio en Le Monde, la posibilidad de decir cosas que otros franceses querrían decir. Ha ocurrido recientemente que he hecho un dibujo que horas después ha sido retomado en una pancarta de una manifestación contra la mundialización o cosas por el estilo. O sea que hay una respuesta casi inmediata en ese sentido, yo a veces no tengo contacto con los lectores, pero eso de poder incidir en algo, tener una voz y poder contestar algo dicho por un ministro es realmente un privilegio enorme. Lo comentaba hace un tiempo: lo disfrutaba cuando era lector de Marcha y leía los dibujos de Blankito y sentía que él expresaba cosas que yo hubiera querido decir; después yo también tuve el privilegio de poder hacerlo. Es un privilegio, una responsabilidad.

EC - ¿Otras repercusiones de tus dibujos, alguna anécdota, algún caso que recuerdes particularmente? ¿Llamados de los dibujados, de los personajes involucrados en una determinada situación? O al revés, no necesariamente una queja, un pedido del original, cosa que les pasa a los caricaturistas; juicios por difamación… ¿Qué ha ocurrido?

PG - Hay de todo un poco, incluso hay un juicio por difamación, pero como el fallo no ha terminado, está en curso, es una de las cosas que uno prefiere no comentar. Ha sido un caso excepcional, además no tengo temor en cuanto al resultado porque estoy seguro de no haber incurrido en difamación. Aprendí justamente en Marcha eso que te decía hace un momento, de poder llegar al borde de algo sin sobrepasarlo; en algunos casos en esta profesión es una cosa un poco delicada, porque hay que trabajar tan rápidamente que a veces uno no tiene totalmente conciencia del alcance de lo que está diciendo. Es tan sintético lo que uno está diciendo, hay que simplificar tanto la idea, que a veces uno puede pasar los bordes de lo permitido. En este caso no lo hice.

EC - ¿Y otro tipo de impactos?

PG - A veces hay quejas de determinados medios porque los dibujos pueden ser malentendidos o porque se hieren susceptibilidades; a veces esas quejas me sorprenden un poco, pero uno aprende también de ese tipo de visiones. No quiere decir que yo lo justifique; cuando llegan quejas por lo general son colectivas, no son de un solo lector.

EC - Claro, pero de los directamente aludidos, ¿también hay repercusiones positivas?

PG - Sí, también, de gente que desearía tener el original o una copia del original.

EC - ¿Cuál es tu conducta en esa materia? Porque hay distintos criterios en los dibujantes, ¿no?

PG - Hay diferentes criterios y no tengo uno a priori. No regalo fácilmente los originales porque me parece que sería desvalorizarlos de alguna manera si lo hiciera, en general los conservo, los mejores; no todo lo que hago tiene un nivel imperecedero, los mejores dibujos humorísticos de política general mueren muy rápidamente, lo que quiere decir que el día que salieron tenían una fuerza excepcional; los intemporales generalmente son un poco más flojos. Aparte de eso, una vez que fueron publicados, hay buenos y malos días, hay buenos y malos días en ideas, buenos y malos días en dibujo; entonces los que salvan, los que se pueden poner en una exposición, en un libro o lo que fuere, son 15 o 20 por ciento, no más.

EC - ¿Tú te mantienes informado sobre lo que sucede dentro de Uruguay?

PG - Trato de mantenerme, pero no es fácil.

EC - ¿Con qué frecuencia vuelves a Montevideo?

PG - Vengo una vez por año, por lo menos; en los últimos dos años tuve que venir dos veces. Es muy difícil mantenerse realmente informado desde el exterior, porque cuando uno está en el exterior se da cuenta de que viviendo aquí uno se informa por varios medios simultáneamente: por la radio, por la prensa, por la televisión y por el comentario de la gente. Cuando se tiene solamente uno o dos de los medios no basta.

EC - ¿Entonces? ¿Cuán lejos te sientes?

PG - Me siento bastante lejos de las cosas que suceden. Eso da una posibilidad, que puede ser una ventaja: poder ver la realidad y el país con un poco más de distancia, entonces de repente puedo ver cosas que otros no ven. Puedo ver árboles donde otros ven solamente el bosque…

EC - Entiendo. De las noticias que llegan a interesarte, que llegas a conocer de Uruguay, ¿alguna vez te surgen ideas para caricaturas o dibujos? Tu trabajo es otro, tu trabajo es sobre la actualidad francesa y la internacional a demanda, en Le Monde y en las otras publicaciones, porque hemos puesto mucho énfasis en Le Monde, pero como tú mismo mencionaste, ése no es el único canal por el cual se difunden tus dibujos. Pero espontáneamente, en la medida que tú eres uruguayo, te sigues sintiendo uruguayo y te enteras de cosas que pasan aquí, ¿en algún momento se te despierta la creatividad sobre la actualidad uruguaya?

PG - En algunos momentos sí, puede ser. En este trabajo las ideas toman dos formas posibles: una es porque escuchas, lees o ves cosas que tienen una contradicción implícita que te sugiere una idea –son los menos de los casos, las ideas llegan solas–; y otra es buscarla a partir de los elementos de información que uno tiene. A veces escuchando la radio a uno le surge una idea, porque escucha un comentario que en sí lleva implícita una solución. Me pasó estando aquí, estoy desde el 15 de noviembre aproximadamente, entonces pasé la última parte de la polémica antes del plebiscito. Entonces sí, me surgieron ideas escuchando a los comentaristas por la radio, pero no tenía dónde publicarlas, además de repente ya fueron publicadas por otros dibujantes. En ese debate contradictorio surgían cosas, si hubiera estado aquí trabajando en Marcha, en Brecha o donde fuera, probablemente hubiera producido dibujos.

EC - ¿Nunca te surge la idea de: bueno, lo dibujo y lo mando, a ver si cabe la publicación en Uruguay?

PG - No lo he pensado por otra razón. Me encantaría en cierta manera, pero he vivido una contradicción que no he podido resolver: me encantaría tener una cierta presencia aquí –la tengo ahora por la exposición, por ejemplo–, porque yo adoro este país, aquí trabajé, aquí me inicié; colaboro de vez en cuando en Brecha, a veces publican un dibujo mío, a veces en el suplemento cultural de El País, pero cada vez que lo hago siento que le estoy restando espacio a un colega que vive aquí, que tiene que ganarse la vida aquí y que necesita ese espacio mucho más que yo. No he podido resolver esa contradicción.

***

EC - Tú has destacado lo importante que es para un artista joven poder dialogar con sus pares ya consagrados; pero claro, no todos ellos están dispuestos o bien dispuestos a dedicarles tiempo a los novatos. En ese sentido en varias entrevistas vi que tú ensalzas la actitud que tuvo contigo Hermenegildo Sábat, la forma como te atendió aquella primera vez, los consejos que te dio; es más, tú dices que fueron consejos muy importantes que tú mismo has seguido transmitiendo a otros caricaturistas más nuevos. ¿Podemos saber cuáles eran algunos de esos consejos?

PG - Sí. Tal vez no recuerde absolutamente todos, pero supongo que sí; incluso puedo haber desfigurado alguno. Pero quiero hacer un pequeño comentario primero: Sábat para mí es una persona extraordinaria, no sólo como profesional, sino como personalidad.

Cuando lo fui a contactar por primera vez en Buenos Aires, en 1968, yo era bastante más ingenuo que ahora y pensé que no me iba a dar pelota. Y me la dio, me recibió y me dedicó toda una hora. Digo eso porque después, yendo a otras latitudes y tratando de encontrar a otros profesionales, no se dio la misma recepción; o sea que lo valoré muchísimo más cuando vi la contradicción con otra gente de otro lado. Por eso dije que era mucho más ingenuo que ahora, porque seguí cayendo en esa ingenuidad. También Pedro Zapata, en Venezuela, me recibió de una forma extraordinaria.

En el caso de Sábat yo era absolutamente nadie en ese momento y el tipo me dedicó una hora. Le mostré algunos originales que acababa de hacer, balbuceando; era un atrevimiento, porque yo lo admiraba de tal forma que pensaba que era imposible tratar de hacer caricaturas desde que él existía. No me desanimó en ningún sentido, trató de explicarme que tratar de abrirse camino en ese momento –y hoy en día es lo mismo– en una gran ciudad como podía ser Buenos Aires, o Nueva York, París, Tokio o la que fuera, era algo que tomaba un determinado tiempo; que el problema de muchos profesionales jóvenes era tratar de quemar los cartuchos en el corto plazo, es decir que si en el corto plazo no tenían resultados se desanimaban y se largaban a otra cosa. Me explicó que tenía que contar con que eso me iba a tomar por lo menos tres años, dependiendo de cómo tomara las decisiones, y que mientras tanto tenía que sobrevivir…

EC - Por supuesto que el consejo estaba referido al Río de la Plata o a Uruguay, ni pensar en París, que fue el escalón siguiente en tu carrera mucho tiempo después.

PG - Estaba pensado para Buenos Aires en ese momento, sobre todo; en Uruguay tal vez era incluso más difícil, porque todos los periódicos tenían su dibujante, casi uno tenía que esperar que alguien se fuera o muriera para que quedara un lugar libre.

EC - ¿Qué otros consejos?

PG - Los otros consejos fueron en cuanto a los dibujos que yo le presentaba, la forma en que los había encarado; o sea que sería muy difícil dar detalles. Me quedó la idea en ese momento, el sentimiento, de que difícilmente yo iba a poder retribuir eso que había recibido de él, que la única forma sería transmitírselo a otros dibujantes, tener la misma actitud con otros jóvenes que pueden venir a verme; entonces sistemáticamente los recibo con la misma actitud, cada caso es diferente, lo importante es prestar esa atención. A veces esos jóvenes se sorprenden de que yo también les dedique ese tiempo, entonces les digo: alguien lo hizo por mí hace algunos años, ustedes van a tener que hacerlo por otros, estoy pagando una deuda que no tiene nada que ver con ustedes pero que ustedes van a continuar.

El triunfo de Jacques Chirac en la segunda vuelta de la elecciones francesas de 2002, sgún Pancho.

***

EC - De regreso en París supongo que tendremos la oportunidad de conversar por teléfono en algunos momentos sobre situaciones puntuales, concretas, que te toque enfrentar, que sean de primer interés en la actualidad de la propia Francia o de Europa, sobre la cual tú trabajes; ahí va a ser bueno, con los hechos en caliente, ir a algunas consultas bien específicas sobre cómo encarar tal o cual noticia.

PG - De acuerdo. Quería comentar que escucho cada vez con más frecuencia El Espectador desde París.

EC - A través de Internet.

PG - Sí; lamento un poquitito la partida de Diego Barnabé, porque era parte del equipo que me era familiar cuando encendía la computadora y escuchaba. Pero es un placer escuchar El Espectador en París.

Pancho Graells en el sitio Museo della Satira y della Caricatura

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Transcripción: María Lila Ltaif Curbelo
Edición: Mauricio Erramuspe

 

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