18.12.2005












“EL ESTADO ESTA UN POQUITO GORDO, NECESITA UN POCO DE GIMNASIA"

En año electoral, la Iglesia dice lo suyo

Un documento de la Conferencia Episcopal presenta la postura de la Iglesia frente a temas de la actualidad política, económica y social de cara al año electoral. El obispo Pablo Galimberti explica la necesidad de estos pronunciamientos: aportar al debate, sin recetas, defendiendo la ética y la responsabilidad social en la política.

EN PERSPECTIVA
Viernes 30.01.04, 08.57.


JOSÉ IRAZÁBAL:
En Uruguay estamos estamos iniciando un año electoral. La Iglesia Católica también ha jugado sus cartas al comienzo de este año. La Conferencia Episcopal redactó un documento, “Católicos, sociedad y política”, en el que da algunas líneas de reflexión sobre las posiciones que debe adoptar un cristiano en las próximas elecciones nacionales. El asistencialismo y la burocracia estatal, los monopolios públicos, la representatividad del sistema político, la responsabilidad social empresarial, la legalización de aborto, son algunos de los temas que aparecen en el documento. Todos ellos bajo la premisa de que intervenir en política es para la Iglesia un derecho y una necesidad.

Vamos a dialogar con monseñor Pablo Galimberti, quien está hoy al frente de la Conferencia Episcopal.

PABLO GALIMBERTI:
Sí; soy secretario y en la próxima asamblea inauguro mi tarea como presidente.

JI - Estrena el cargo dentro de poquito tiempo. ¿Qué es la Conferencia Episcopal?

PG - Es la reunión de todos los obispos católicos de este país en conferencia, o sea en una asamblea donde hay muchísimos intereses comunes, un mismo territorio, una misma nación, una misma población con sus desafíos, y una misma fe que tiene acá también su historia, sus tradiciones. Dentro de eso cada obispo, dentro de su territorio, de su diócesis, de su jurisdicción, coordina, anima y dirige y es responsable de las tareas de la Iglesia Católica.

JI - ¿Cuántos obispos hay?

PG - En este momento son diez diócesis; algunas, como la de Salto y la de Canelones, tienen un obispo auxiliar, de modo que tenemos doce; además hay tres obispos jubilados que a veces participan y a veces no.

JI - ¿Qué peso tiene la Conferencia Episcopal dentro de la Iglesia?

PG - Tiene estos pronunciamientos que abarcan a todo el país, pero en realidad es un servicio a los respectivos obispos, que son los que asumen la tarea diaria con todas sus obligaciones y responsabilidades.

JI - Cuando hay un documento de estas características, ¿se puede decir que es la voz de la Iglesia?

PG - Sí, es la voz de la Iglesia; no son propuestas recetas, pero son animadoras, despiertan la conciencia del católico en nuestro país, para que después cada obispo y sus asesores, sus organismos, vean la forma de concretarlas.

***

JI - En el documento se habla, entre otras cosas, del concepto de responsabilidad social. ¿Qué alcance tiene para ustedes?

PG - Entendemos que el cristiano tiene un profundo arraigo, debe tenerlo, con las raíces de su fe, con Jesucristo, con la tradición viva que lo explicita y lo educa en el corazón del creyente. Pero, al mismo tiempo, necesariamente la fe no es para un consumo individual. A veces se presenta –uno escucha otras ofertas– como una fe meramente de autoayuda, que me saca a mí los males que tengo y nada más. La fe, entendida como entendemos que Cristo la ha propuesto, tiene un profundo vínculo de amor compasivo, solidario con el prójimo, ese prójimo que es el pueblo también. Es el prójimo individual, en la casa será el cónyuge, pero en la sociedad es mi pueblo, mi gente; por lo tanto la educación, la salud, la economía, el Carnaval, absolutamente todo es sociedad, todo es vínculo humano que humaniza, deshumaniza, construye, destruye, ayuda o violenta y deshace. Todos los conflictos tienen ese aspecto, en qué medida la dignidad humana está en juego, creciendo o hundiéndose. Así que esa responsabilidad es como decir “A Dios también que expresarlo”, tenés que amar a ese prójimo creado por Dios que tiene una dignidad, un sello que está siendo violentado, marginado, explotado o que está tratando de ser mejor, de construir una sociedad más justa, más solidaria, con una mejor distribución de los recursos. A ese hay que apoyar. La política es eso y por eso la responsabilidad social tiene que ser estimulada, ayudada, para que el fermento cristiano no se diluya en la sociedad y sea como una oferta que tomo o dejo; el cristiano no puede ser eso.

Por eso la responsabilidad está abierta a distintas traducciones, concreciones; podemos ser creyentes, cuatro o cinco en un grupo, que compartimos inquietudes, preocupaciones, pero que podemos tener expresiones políticas distintas, porque no hay una sola receta para traducir, por ejemplo –tema que anunciaban en las noticias–, imputabilidad sí, no, educar, prevenir, reprimir,,, Son distintas alternativas que merecen y necesitan fundamentalmente el aporte creyente, cristiano, que puede poner esa cuota de humanismo de enfoque que colabora con otros enfoques, ideologías, propuestas, que no es opuesto en algunos casos, o nunca, pero que es una hermosa contribución al crecimiento de una sociedad en dignidad, solidaridad y en respuesta a tantos desafíos.

JI - Tenía aquí material sobre el antecedente directo de este documento, que es un comunicado de la Iglesia a propósito del plebiscito sobre la ley de Ancap. No es la primera vez que la Iglesia se pronuncia sobre aspectos que hacen a la realidad política del país. ¿Se puede decir que existe una tendencia a participar cada vez más de este tipo de planteos y de análisis dentro de la Iglesia?

PG - En Uruguay siempre ha habido, con motivo de las elecciones nacionales, algún comunicado, pero eso se ha ido ampliando, completando. Ese comunicado al que usted hacía referencia fue propuesto días antes del referéndum del 7 de diciembre; allí se anunciaba este documento, que en ese momento no fue aprobado por todos los obispos, pero se anunciaba pautas de reflexión. Este es un documento más largo, no se da pocos días antes; a veces no hay tiempo, los apresuramientos impiden detenerse en un análisis más sereno, por eso la novedad de este es que ha sido propuesto mucho tiempo antes.

JI - ¿Por qué la Iglesia tiene la necesidad de intervenir en temas políticos y económicos, de dar su opinión?

PG - Porque son temas profundamente humanos. La economía es la manera de distribuir los recursos, lo que tenemos, lo que producimos, qué producir, qué dejar, qué es prioridad; todo tiene un sesgo profundamente humano, para nosotros no hay soluciones técnicas, el mundo no es fruto de manos tecnológicas. A veces se pretende que la concepción humana sea cada vez más –peligrosísimamente, a mi modo de ver– asunto de los técnicos, entonces uno queda como un sujeto medio manejado por una tecnología, y uno pierde protagonismo, pierde peso histórico y la historia la hacen otros en otros centro de poder económicos, sociales, culturales... como que la vida humana se va reduciendo, va perdiendo densidad humana, protagonismo, la libertad es un cuento, un vacío, una palabra vacía.

JI - Hay quienes plantean también que muchas veces se producen problemas porque los han manejado políticos y no técnicos. Hemos escuchado promesas y seguimos escuchando promesas de muchos candidatos que dicen que van a nombrar a gente que tenga capacidad técnica para dirigir tal o cual empresa pública, y no políticos.

PG – Sí: economía, por ejemplo... Es que no es solamente el técnico; no hay que pensar en nuestro ministro de Economía, que es un técnico pero es también un hombre que es padre de familia, esposo, está en contacto permanente con asesores que le hacen otros aportes, está escuchando demandas (o debería hacerlo un buen ministro), interviniendo en gremios, en soluciones. No es que uno reúna todas las condiciones, pero esa dimensión, políticas sociales, está presente en nuestro país; vaya si está, a veces en demasía: para todos tenemos oferta, planes de casas, de vivienda, etcétera, etcétera, nuestras intendencias son a veces de asistencia y de asistencialismo. A uno se le vuelan las chapas: “Intendente, ¿no tenés unas chapas para tal familia?”. Sí, pero al mismo tiempo uno tiene que ir buscando trabajo, porque el trabajo dignifica, el trabajo hace que uno vaya consiguiendo las cosas, expresando lo que quiere, si construir una casa con una habitación, con dos, etcétera. De modo que estamos en esa tensión permanentemente.

JI - De cualquier manera los oyentes pueden preguntarse si el papel de un obispo puede ser discutir temas que tienen que ver con la economía, con cómo organizar la economía del país o con políticas a trazar. ¿Cómo se plantean eso ustedes?

PG - Evidentemente que todos –también ustedes como comunicadores– meten la cuchara en política, en educación... en muchos temas ¿eh? En las tertulias que escuchamos en esta radio ustedes opinan sobre todo, sobre temas propios, sobre temas que no son propios y se debate. Es que esa es la vida real: un debate, en que yo debato con el otro sobre la economía porque si no alcanza, si no llega a la mesa del que tiene que poner sobre la mesa del comedor un plato caliente, ¿eso es un tema económico y un tema humano o de familia? Hemos hecho de las ciencias abstracciones, hemos separado: “Esto es economía, esto es educación”. Esto es el ser humano, que tiene que vivir, que tiene que alimentarse, que tiene que tener ingenio, capacidad, educación, saber idiomas, formarse, tener posibilidades de hacer gimnasia, deportes o viajar. Si me lo quieren robar, expropiar, estoy perdiendo soberanía propia; de modo que discuto.

Obviamente no voy a discutirle al ministro de Economía, o a Ramón Díaz, siempre muy celoso de que la economía debe tener su ámbito propio. Evidentemente sí, cada ciencia tiene su ámbito, su metodología, sus interpretaciones, sus códigos; eso está muy bien, necesitamos más investigación en nuestro país. Lamentablemente falta, faltan recursos, pero a veces hay esa contribución local. Pero al mismo tiempo eso, ¿dónde se inserta? El genoma, ¿está investigado en un laboratorio, o eso tiene que ver con mi vida, con mi dignidad, con tu trabajo acá, que si conocen tu genoma te aceptan o no te aceptan? Es un problema humano, laboral.

Todo está íntimamente relacionado; tener un hijo, ¿sí o no?, ¿quién lo resuelve?, la intimidad de los esposos; sí, pero vas al médico y “venta acá, traiga esto…”. ¿Cómo? ¿Es mío o suyo, del laboratorio? ¿Es un tema técnico? Yo no me meto con cómo es la técnica, la ciencia no me dice qué es lo bueno o lo malo, la ciencia me resuelve cosas. La ciencia puede armar una bomba atómica, pero no me dice si es bueno o malo explotarla y matar a millones de seres humanos. La ética está metida en la entretela de las acciones humanas, de la política.

JI - Usted ponía el ejemplo de las tertulias; en ellas participan invitados permanentes pero que no son periodistas, vienen a opinar, y además usted decía que un documento como el que se ha presentado es la voz de la Iglesia, que se puede decir que es la voz de la Iglesia.

PG - Es la voz de los obispos que proponen temas para ser analizados, debatidos en un intercambio, es un documento de trabajo; de modo que no es para encontrar la receta, es para encontrar luces para que el fermento cristiano sea realmente iluminador, sea fermento, descubra, despierte la conciencia ética, a veces adormecida, manipulada. Es para ir encontrando en el debate, algo que también es propio de nuestra sociedad.

JI - Uno de los temas clave en el documento es el Estado. ¿Cómo ven los obispos al Estado uruguayo?

PG - Un poquito gordo a veces, necesita un poco de gimnasia. Ahí ponemos esa expresión que ya se ha hecho común: “Menos grasa y más músculo”. El Estado ha ido evolucionando en la historia, en los últimos siglos; hoy lo vemos como un Estado que no quiere ser tan asistencialista, por más que debe asistir, por supuesto, en tantas emergencias sociales; pero debe tener ese rol más de promotor, de establecer reglas y mantenerlas para que los actores –mal llamados privados– puedan tener emprendimientos estables, puedan arriesgar sus ideas, sus proyectos, sus dineros.

Ese Estado está en esa tensión, el referéndum ha tocado ese tema, los uruguayos cuidamos mucho al Estado, tenemos miedo; por otra parte a veces a lo privado se lo demoniza o se lo endiosa. También hay que controlar, porque hay gente que no invierte, que gana una licitación y luego ¿quién controla? Esos controles ¿se hacen, el Estado hace esos controles a ver si Fulano invirtió lo que dijo que debía invertir? Es muy importante el Estado. Si no, cedemos terrenos, campos; pero ¿ha intervenido, se sabe si esos controles están, que esas auditorías se hacen? No nombro entes que han sido otorgados, concedidos luego de largos debates. Esa es la función del Estado, no hacer todo sino hacer que todo funcione, que todo se coordine, dar esa unidad a un montón de proyectos que pueden estar en manos privadas pero necesitan también su supervisión inteligente, honesta, lúcida, y mirar por los intereses de aquellos por los cuales nadie se interesa, a ver si la escuelita tal, si el camino tal, si la electrificación va a llegar a un pueblo perdido en la campaña. El Estado también debe cubrir esos aspectos.

JI - Ustedes entran en un terreno muy discutible, el tema de la monopolización o desmonopolización de determinadas tareas del Estado uruguayo.

PG - Pero no proponemos recetas, simplemente planteamos preguntas como para hacer tertulias, debates, y luego tratar de poner allí la mirada cristiana: “En este caso de pronto conviene la desmonopolización; en este caso no conviene, porque las ofertas no son muy limpias, las manos que están detrás… Yo apruebo la idea, pero en la práctica aquellas personas, hombres y mujeres que están detrás, no me son confiables”, y entonces adopto otra postura. Eso es legítimo, en los grupos cristianos se da, es frecuente; tienen distintos colores y distintas posiciones, de acuerdo a los conocimientos, a las experiencias que uno acumula en su vida. Si tú tenés que opinar sobre un tema de comunicación obviamente estás mucho mejor preparado que yo, que participo desde otro puesto. Cada uno aporta lo propio.

JI - Por ahí dejan entrever que el Estado de repente está cumpliendo algunas funciones que no debería cumplir y que la desmonopolización de algunos servicios no es mala.

PG - Claro, pero eso lo percibimos a diario, en muchas cosas que no se han dado, sobre los que ha habido grandes anuncios en este gobierno, grandes transformaciones del Estado y nos hemos quedado con apetito de ver cómo se traducen. Poco a poco se va avanzando, pero entendemos que los uruguayos también debemos respetar nuestra propia idiosincrasia; tampoco hacer reformas por recetas que nos vienen de afuera, del Fondo Económico o del que sea; tenemos nuestro estilo y hay que respetarlo.

JI - Cuando se plantea un documento de estas características, ¿de alguna forma la Iglesia Católica no les está marcando la cancha a sus fieles? No directamente, no diciéndoles “elija a Fulano o a Mengano”, pero traza un determinado perfil que puede llevar a pensar que la Iglesia está orientando hacia tal o cual lugar.

PG - Por supuesto, marca, sí, pero no en el sentido de marcar paternalistamente, sino como el que educativamente plantea preguntas, eso es propio de una educación, de una coeducación, de un caminar juntos. Sí, marco que estos asuntos tienen que ser mirados también con una perspectiva cristiana. Por supuesto que marca, en ese sentido; y Dios quiera que pueda marcar, despertar la conciencia. ¿Qué hago frente a esto, cuál es mi aporte? Estoy en la conducción de un ente autónomo, ¿qué aporte hago, en qué pienso, en el futuro, en esto, en los empleados, en mi ganancia, en mi bolsillo? Claro que marca; la ética marca, marca la diferencia; cinco tipos y uno tiene una postura distinta. No digo que aquel robe y que el otro sea el único honesto, pero marca intereses. Marcamos la cancha; por supuesto que los valores deben marcar; valores humanos, éticos y cristianos, tienen que marcar, hay proyectos más solidarios y otros más en torno al lucro.

JI - ¿Usted diría que los políticos uruguayos están cerca o lejos de la Iglesia hoy?

PG - Hay muchos muy cerca y otros muy lejos; es como todos los uruguayos, como cada creyente; tampoco se trata de decir que estén cerca de la Iglesia, como si la Iglesia fuera una mamá; se trata de que estén cerca del núcleo de su fe, que es Jesucristo, y que la expresen, la alimenten, la fortalezcan las comunidades diferentes o grupos cristianos. Algunos están participando, otros no tanto, otros participan a mayor distancia, otros con simpatía porque han tenido educación en colegios, en centros de enseñanza católicos, en ese sentido el espectro es muy amplio, pero uno nota que todos, aún los más cercanos, los que frecuentan, los que participan en la misa dominical, esperan una palabra, un fortalecimiento, porque a veces se sienten solos, a veces el cristiano está en un puesto de trabajo, en una responsabilidad como comunicador o haciendo el Carnaval y necesita que la Iglesia diga: “Mirá, se preocuparon de esto, acá también estamos haciendo algo, contribuyendo a la diversión, al entretenimiento”, es una tarea importante en una cultura, que cada uno sienta que está haciendo algo. Creo que sí.

JI - ¿Usted piensa que los actuales gobernantes están cerca de los principios que la Iglesia plantea en su documento?

PG - Esa no es la preocupación del documento, hacer un diagnóstico para ver si está cerca o no; cuando era chico a veces oía a mi padre hablar de si alguien era católico o no; después me di cuenta que ser católico es una bendición para el que profesa de corazón, pero lo importante es la honestidad, la claridad, la conciencia solidaria, y si es cristiano que lo exprese, que sea compasivo, que tenga esa solidaridad, que tenga esa sensibilidad... Uno dice la Madre Teresa, católica, sí, pero interesa también por sus gestos; o aquel cura párroco que siempre está cerca de la gente.

JI - ¿Usted cree que este gobierno está cerca de la gente?

PG - Trata de estar, evidentemente en situaciones de emergencia, con una recesión de la que estamos saliendo pero tenemos que empezar a crecer, evidentemente estar cerca a veces no es aplicar una receta o la otra. Si sueño ponerme en la piel de los que toman decisiones, los compadezco porque son decisiones tremendas, difíciles, uno atiende, atiende, está atendiendo este reclamo, el otro, el otro… pero uno tiene que mirar el conjunto, un buen gobernante mira al conjunto, mira al particular, mira al gremio afectado, los maestros, la salud, cada uno según su zafra, pero también tiene que mirar al conjunto, hay deudas que pagar, ¿cuántos millones de deuda tenemos en esa cartera que hay que pagar? Serán 11.000 millones de dólares, no sé. Hay que pagar, porque eso permite créditos, confiabilidad en el país, de modo que miro a este que me reclama y al mismo tiempo tengo que dar esa imagen de seriedad, de un país que paga sus deudas y es confiable. Es como un buen padre: a veces hay que aflojar, a veces hay que marcar, a veces hay que decir que no, a veces hay que decir que sí, a veces hay que estimular la creatividad. En fin.

***

JI - En el documento aparece como tema clave el del aborto, un tema muy sensible para la Iglesia. Sobre la legislación que se está analizando en el país sobre el tema, ¿qué opinión vierten en el documento?

PG - No es opinión, porque opinión parece algo como diciendo “Digo esto, digo lo otro”... No es una simple opinión, es una constatación de que la vida es un valor, eso no se necesita opinar, hay que afirmar y no se necesita católico, ni ser católico romano apostólico para decir que la vida es un valor. Eso es algo que afirmamos, que la vida es un valor, un bien, y como todo bien hay que preservarlo, cuidarlo, apoyarlo, entonces llama la atención que legisladores no creyentes lo defienden –no voy a decir quién–, ha escrito un libro donde dice que está contra el aborto. Pero es un signo de violencia y por más que se lo cambie, por más que se diga que es interrupción, como que el chip se interrumpió, es una violencia y como acto violento transmite un antivalor, el antivalor de que si yo voy por la calle y me atropella alguien y no te calentés con el taxista o con el otro que se metió delante. Es un acto violento. Si me roban la plata de los bancos, si hacen esos robos –para decirlo claramente–, es una violencia. Es otro tipo de violencia. No estamos a favor de esa violencia atropelladora que desconoce, que borra, es que el ser humano, el feto, es sujeto de derecho. Si nuestra legislación le confiere un estatuto jurídico y puede heredar a su padre que murió, lamentablemente a los dos meses de haberlo engendrado. ¿Por qué esas contradicciones? Se reconoce que es sujeto de derecho pero es una cosa, es alguien, no es algo sino alguien. Es de las tantas hipocresías que hay, no es la única, porque también se atropella al ser humano, ayer escuchábamos esta lamentable noticia de la explotación de estas chiquilinas y lo lamentable es que lo contaban en televisión, las barbaridades que hacían.

JI - También podemos hablar de hipocresía de una sociedad que tiene miles y miles de abortos y no los reconoce. No deja de pasar porque la Iglesia diga que está en contra y es una forma de violencia, pasa igual.

PG - Pasan tantas violencias… pero yo no las organizo, no las legislo. Pasa en el estadio y la Iglesia no las organiza.

JI - Quienes defienden el proyecto dicen que la Iglesia y otros sectores se oponen a la legislación en este sentido, pero los abortos se siguen produciendo en malas condiciones y sobre todo las mujeres en peores condiciones económicas para acceder a un lugar con ciertas condiciones de seguridad terminan muriendo.

PG - Primero, las estadísticas a veces se inflan también en función de lo que uno pretende. Hay muchas situaciones de corrupción, pero se trata de solucionarlas en sí mismas y además de prevenir estos acontecimientos, prevenir con una sana, buena y completa educación sexual y afectiva de los jóvenes. En nuestro país está trancada muchas veces, que sí, que no, se presentan manuales que explican cómo colocarse el condón, es así, y si uno quiere hacer un aporte distinto le dicen que no.

Hay algo a veces dentro de la cabeza que impide una educación completa. De modo que hay muchos tipos de agresión, pero una sociedad necesita querer la vida, de pronto ese niño de esa mujer que está buscando hacerse un aborto porque lo ha tenido por el machismo de su compañero que la abandonó, a esa hay que proteger, es un uruguayito que está naciendo en las periferias de nuestras ciudades, los futuros uruguayos necesitan apoyo. No se arregla una sociedad o la pobreza eliminando a los pobres, no se arregla un problema armando otro. El problema del derecho es que a veces hay que darle la razón a uno sin desconocer al otro. Acá privilegiamos a la mamá que supuestamente va a practicarse el aborto y nos olvidamos del que está dentro. Siempre hay que conflictos, los conflictos son buenos, plantean preguntas éticas. Perfecto; ¿y qué hacés con el niño? ¿Qué hacemos como sociedad con el niño que está dentro? Es un planteo general.

JI - Usted planteaba a la pasada el tema de los preservativos o condones que la Iglesia ha rechazado.

PG - No es que rechace, es como para decir eduquemos, no solamente enseñemos la técnica de colocarse un preservativo en el momento justo, porque eso es reducir al ser humano a un funcionamiento mecánico. Demos el valor de la otra persona.

JI - ¿Pero de alguna forma no es querer congelar la realidad? Mientras tanto la sociedad sigue funcionando y las cosas siguen pasando.

PG - De acuerdo, el mundo sigue andando, sí, evidentemente. Al que tiene una mirada completa, una visión completa, se le enseña eso y en frío, no en el momento en que va a tener un acto sexual con un compañero o compañera ocasional, eso sería una payasada.

JI - ¿La Iglesia se opone o no al preservativo?

PG - No voy a entrar en eso porque es clarísimo. Se opone a esas campañas que ponen toda la seguridad en el instrumento preservativo. Eso es recortar, tijeretear, es una mirada esquizofrénica, como diciendo “Con esto cualquier cosa vale”, porque a veces el preservativo lleva a esta comprensión, la percepción es: “Usás esto y de lo demás no te preocupes”. Eso es lo que queremos evitar, esa hipocresía. Seré yo hipócrita, que hablo del preservativo; no soy muy partidario de hablar excesivamente porque si no se me tergiversa: “Ah, usted dijo que les interesa esto”. Me interesa que vos respetes al otro y te respetes a vos mismo y que el vínculo sea, en lo posible, afectuoso, que no uses al otro o a la otra para un placer momentáneo, usa y tire.

Es un conjunto de valores que no se transmiten en una receta, en una entrevista o en un librito, en un manual. Toda la sociedad tiene que educar permanentemente, es otra propuesta en el documento, la educación es permanente, y la educación no son libros, cultura, centros, títulos, la educación es cultura moral, cultura ética, la cultura ánimi como decían los antiguos, es la cultura de la libertad, y la libertad, si no te presenta una verdad, es una libertad condicionada, si me falsean la realidad yo no puedo opinar, no puedo decir, no puedo decidir porque me están falsificando o retocando la foto.

JI - Uno puede pensar que en la Iglesia hay diferentes velocidades en la propia interna; uno lo escucha a usted diciendo: está bien, no es que estemos en contra del preservativo, pero de repente se escuchan otras opiniones que si están en contra…

PG - Sí, a todo el mundo le gusta mirar el lunar en la cara del otro: “Éste dijo tal cosa”; que lo digan, se sabe bien cómo piensa uno. A veces hay, más que velocidades hay que hacer prensa, y ustedes van y: “Dijo esto”, lo ponen en titular y ese titular es motivo de… Así funciona la cosa.

JI - A veces las cosas se dicen y después la culpa la tiene el mensajero.

PG - Sí, también; el texto debe ser leído en el contexto para que no sea un pretexto. Estamos así y lo he dicho con sinceridad porque así se debe decir, porque si no hay una tergiversación, que solamente estamos en torno al preservativo, y sería absurdo que la propuesta central sea ésa. Sería una lástima.

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Transcripción: María Lila Ltaif Curbelo
Edición: Jorge García Ramón
Fotos: Caterina Notargiovanni

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