Senador Carlos Julio Pereyra: El vino envenenado que mató a Cecilia Fontana de Heber fue obra de una organización de militares y civiles de ultraderecha para descabezar al Partido Nacional, pero no tengo pruebas para dar nombres. La Policía y la Justicia (incluso en democracia) no quisieron llegar a conclusiones. Es deplorable que el tema vuelva al Senado para un ataque político y no para cerrar la investigación.
En perspectiva
EN PERSPECTIVA
Miércoles 04.02.04, 07.36.
EMILIANO COTELO:
El Parlamento fue ayer escenario de un sorpresivo y durísimo enfrentamiento
que tuvo de un lado al senador socialista José Korzeniak y del otro a
legisladores blancos y colorados. El resto de la bancada frenteamplista que
integra la Comisión Permanente del Poder Legislativo se mantuvo prácticamente
en silencio.
El legislador de izquierda
había dicho hace pocos días en radio Carve, a propósito
de desavenencias en el Partido Nacional, que una facción nacionalista
fue responsable en 1978 de enviar botellas envenenadas a los principales líderes
blancos.
ALFREDO DANTE:
A partir de ese comentario, el senador herrerista Luis Alberto Heber reclamó
a Korzeniak al Partido Nacional, pero el socialista ratificó sus dichos
y se desató la polémica.
EC - Con visible enojo,
Heber respondió a Korzeniak: "Entiendo que, después de haberlo
escuchado, él debe renunciar al Senado e internarse en el Vilardebó,
porque ha desvariado en todo lo que ha dicho hasta ahora".
Recordemos qué episodio
fue el aludido en esta discusión.
AD - Tres botellas de vino
envenenado fueron enviadas en forma anónima a las casas de Mario Heber,
Luis Alberto Lacalle y Carlos Julio Pereyra en 1978, durante la dictadura militar.
Celia Fontana de Heber, la madre del actual senador, murió tras probar
el vino.
EC - Korzeniak relató
que, años atrás, un miembro del Ministerio Público le había
mostrado un expediente del cual se podía inferir que las botellas fueron
enviadas por un grupo ultraderechista que integraban miembros del Partido Nacional.
Informó que le preguntó al senador Carlos Julio Pereyra, y que
él le respondió que fue "un grupo de civiles nazis del Partido
Nacional". Recordó además que el propio senador blanco había
reiterado el concepto con el periodista César Di Candia, años
después.
"Lo que dije el otro
día lo vuelvo a decir si me lo preguntan", reafirmó. Korzeniak
recordó que tiempo atrás había hablado de ese tema en el
Senado y en aquella ocasión, citando información que obtuvo a
través de un contacto con un representante del Ministerio Público.
Reconoció que cometió una indelicadeza por tocar un tema que afecta
a Heber en lo personal y pidió disculpas al senador, pero añadió
que no se arrepiente "en absoluto de haber dicho eso, cuando se acusa al
Frente Amplio de ser violentista. El violentismo no está en el Frente
Amplio: si queremos usar argucias que no son limpias para la campaña
electoral, yo voy a repetir verdades. No pido disculpas de partido a partido".
AD - Heber respondió
"Quiero guardar serenidad en este tema, porque es doloroso, pero el senador
Korzeniak habla de cosas que no tienen nada que ver con lo que estamos hablando".
Dijo que no había calificado como violentista al Frente Amplio y aseguró
que "no hay nazis en el Partido Nacional". "En ese momento el
partido estaba en la clandestinidad y peleaba por la libertad. Fue un atentado
contra la dirigencia máxima del Partido Nacional porque era una fuerza
opositora a la dictadura", afirmó.
EC - Heber también
se quejó de que Korzeniak sostuviera que las peleas en el Partido Nacional
llegan al punto de matarse entre sí. "Es una excusa, o lo que busca
es no explicar al periodista las peleas que tienen dentro del Frente",
dijo, y agregó que "comparar esa situación con el episodio
de las botellas envenenadas es una ofensa al Partido Nacional".
AD - Korzeniak reiteró
que fueron blancos los que enviaron las botellas, y el diputado Jaime Trobo
empezó a reclamarle a gritos "¿Quiénes fueron?",
y el debate continuó entre mutuos reclamos de "Cállese, atrevido".
EC - El diputado Washington
Abdada, del Foro Batllista, consideró que las palabras de Korzeniak constituían
un agravio para los nacionalistas, y le emplazó a presentar pruebas.
AD - El diputado Iván
Posada, del Partido Independiente, se solidarizó con Heber y con el Partido
Nacional, y consideró que la expresión de Korzeniak fue "desafortunada
y carente de respeto".
EC - Con el silencio de
la bancada del Encuentro Progresista, a excepción de Korzeniak ratificando
sus argumentos, el diputado Víctor Rossi, de Alianza Progresista, dijo
que las declaraciones de Korzeniak no habían sido felices y que entendía
el planteo de Heber.
***
Resulta impactante que,
de manera repentina, vuelva al debate político un episodio tan grave
y de tanto tiempo atrás, y por otra parte un episodio nunca aclarado,
nunca cerrrado.
¿Cómo tomó
este entredicho el senador Carlos Julio Pereyra, aludido ayer por Korzeniak
como una de sus fuentes? El senador estaba ayer en La Paloma, donde lo encontramos
ahora.
CARLOS JULIO PEREYRA:
Efectivamente. Sólo conozco la versión periodística, y
espero conocer la versión taquigráfica para formarme una opinión
más concreta.
Casa
del doctor Lacalle sobre la calle Etchevarriarza
EC - Usted fue uno de los
destinatarios de aquellas botellas envenenadas.
CJP - Efectivamente.
EC - Botellas enviadas en
1978 en forma anónima a su casa, a la de Lacalle y a la de Mario Heber.
CJP - Por la rigurosidad
histórica del episodio: las botellas fueron dejadas en el jardín
de la casa del doctor Lacalle, en la calle Echevarriarza.
EC - Ahí está:
todas fueron dejadas para ser distribuidas.
CJP - Eso es.
EC - Y efectivamente lo
fueron.
CJP - Lo fueron. Eso ocurrió
en la noche del 28 de agosto de 1978. Al día siguiente, Lacalle nos hizo
conocer a Heber y a mí la novedad de ese regalo que había parecido
dirigido a nosotros, con una leyenda que decía que era para brindar el
31 de agosto al mediodía, "por la nueva etapa que se inicia para
la Patria".
"Por
la nueva etapa de la patria".
EC - Textualmente, "El
jueves 31 al mediodía, brindemos por la Patria en su nueva etapa",
y había unas iniciales: MDN.
CJP - Eso es.
EC - La caligrafía
de aquella tarjeta dio mucho que hablar en su momento, porque era muy identificada
con un colegio privado uruguayo.
CJP - Sí; incluso
la Policía hizo desfilar a una cantidad de personas, pero realmente ni
la Policía ni el juez que intervino tuvieron interés en el esclarecimiento
del episodio, y eso lo dije en la Comisión Investigadora que se creó
después en el Senado, y en el propio plenario del Senado.
EC - Usted dice que no hubo
interés ni de la Policía ni de la Justicia en llegar a conclusiones.
CJP - No; de ninguna manera,
porque la Justicia y la Policía orientaron sus investigaciones hacia
nosotros mismos, incluso los familiares de Mario Heber y los míos desfilaron
por el juzgado, les tomar pruebas caligráficas... El propio juez me dijo:
"Los principales sospechosos son ustedes". Nosotros éramos
tan corruptos, según el régimen de entonces, que nos enviábamos
botellas de vino envenenado entre nosotros.
EC - De todos modos, a propósito
de quién pudo haber sido el responsable, ¿usted tiene elementos?
Korzeniak ha citado ayer conversaciones que mantuvo con usted.
CJP - Yo he hablado muchas
veces de este tema; la gente me pregunta, tanto periodistas como legisladores,
amigos... Yo no tengo prueba ninguna; creo que la pueden tener los servicios
de inteligencia de la época. Yo no tengo ninguna prueba. Sí se
ha manejado teorías. Parece claro que el régimen imperante tuvo
que ver con esto, porque en un lugar tan poblado como el centro de Pocitos no
se podía entrar al jardín de una casa sin saber a qué horas
regresan sus habitantes, a qué hora se levantan, si los vecinos salen
al balcón por la noche (la casa está rodeada de apartamentos),
si están detrás de una ventana, si entran... en fin: ahí
hubo seguramente gente especializada, seguramente elementos de las Fuerzas Armadas
que estudiaron el teatro del suceso para dejar allí las botellas del
vino envenenado. De eso estoy seguro.
Ahora: que puedan haber
intervenido... En aquel tiempo había, sí, y no se puede negar,
hubo siempre, algún blanco que estaba a favor de la dictadura, así
como la inmensa mayoría del partido, prácticamente todo, estaba
en contra. Y es probable que alguna de esa gente quisiera descabezar a la dirigencia
partidaria. Esa es una de las cosas que se ha manejado.
EC - Usted conoce el libro
"El vino de la muerte", del periodista Alvaro Alfonso, que se editó
el año pasado.
CJP - Efectivamente.
El
doctor Lacalle dijo en 2001 que dejará escrito lo que sabe del envío
de estos vinos envenenados, para que "algún día alguien
lo lea".
EC - Esa investigación
tampoco pudo concluir quién pudo ser el responsable, pero deja planteadas
una serie de hipótesis. El doctor Lacalle es preguntado: "¿Fueron
militares o un grupo de ultraderecha del Partido Nacional, como se ha manejado?",
y él responde: "No, no. Es una imputación demasiado grave
si yo dijera que tengo una certeza. Mario Heber -que en paz descanse- y yo,
tenemos una interpretación, pero esa interpretación no involucra
a militares de ninguna especie; sólo a civiles". El periodista insiste:
"¿Involucra sí a dirigentes nacionalistas?". Y ante
esa pregunta Lacalle guarda silencio. El periodista insiste: "¿No
lo va a decir?", y Lacalle concluye: "Me lo llevaré cuando
me vaya".
El libro cita al semanario
Crónicas, que preguntó a Lacalle en diciembre de 2001 "¿Nunca
supo nada del vino envenenado?". Respondió entonces "Sí,
sabemos, pero prefiero no decirlo". "Pero ¿fue algo que provenía
del régimen de la época?", le preguntan. "No; lateralmente"
respondió. "¿Conoce a las personas involucradas?". Y
dijo "Tenemos una idea". "¿Se enfrentó con ellos
alguna vez?". "A veces los veo", respondió Lacalle, "y
no voy a decir nada más. Eso lo voy a dejar escrito para que algún
día alguien lo lea".
¿Tienen la misma
hipótesis usted y Lacalle?
CJP - Yo creo que intervinieron
elementos militares y civiles, y que entre los civiles pudo haber algún
blanco colaboracionista -que los hubo-, con inclinaciones fascistas -que los
hubo-, y que debe haber colaborado en la cosa para descabezar a la dirección
partidaria. Pero eso no pudieron hacerlo sólo civiles aislados: fue un
comando, una organización, seguramente, en la que había militares
que estudiaron el terreno para poder operar sin que nadie se enterara en aquel
momento. Las hipótesis se han manejado en estos sentidos.
Le quiero decir algo más.
Al principio de las investigaciones por parte de la Policía existió
el propósito de señalar que era entre nosotros mismos, como le
decía recién que el juez lo afirmó. El inspector [Víctor]
Castiglioni, reconocido hombre de derechas, instrumento del régimen policial
de entonces, reiteradamente me preguntaba si había disidencias entre
los integrantes del triunvirato del Partido Nacional que resistíamos
a la dictadura y otros dirigentes nacionalistas, como para poder interpretar
el episodio. Yo siempre le dije que no creía que proviniera de ciudadanos
del Partido Nacional, aunque naturalmente en alguna organización de derechas
sí podía haber algún blanco intercalado, como había
blancos, colorados y gente que estaba con el régimen y que tenía
interés en que no realizáramos acciones que de alguna manera pudieran
afectar al régimen.
EC - En definitiva, ¿usted
llega a tener para usted mismo (evidentemente, no va a manejar nombres de manera
pública) una convicción de quién pudo ser, quiénes
pudieron ser?
CJP - Sí, yo tengo
algunas interpretaciones. Pero no puedo indicar nombres porque no tengo la prueba
de lo que aconteció. Por lo demás, reitero que ni la Policía
ni el juez que entonces intervino tuvieron interés en aclarar el episodio.
Incluso, cuando en la comisión investigadora cité opiniones del
juez y de la Policía que me fueron transmitidas a mí, las negaron
terminantemente ante la comisión, tanto los policías como el juez.
Incluso el ex senador Mario Heber y yo habíamos sido investigados, penetraron
en nuestras casas, tomaron fotografías de nuestras casas, citaron al
personal doméstico de nuestras casas, llevaron a mi esposa, a los familiares
de Heber y a los míos a hacer una prueba caligráfica, queriendo
distraer la atención hacia nosotros mismos... Por eso me duele que este
episodio haya motivado una discusión en el Senado.
EC - A eso iba: ¿cómo
observa este debate que se genera por unas declaraciones radiales del senador
Korzeniak, y que termina en la Comisión Permanente?
CJP - Me parece deplorable
que se haya este tema en estas condiciones. Si se lo hubiera llevado para agotar
las investigaciones sería otra cosa, pero simplemente para un ataque
político me parece deplorable.
EC - ¿Cabe la posibilidad
de reabrir las investigaciones en torno a estos sucesos?
CJP - El expediente fue
archivado, pero el Senado -después de la investigación y de las
declaraciones que formulamos varias personas que vivimos el episodio- lo pasó
a la Justicia y evidentemente no hubo ningún interés ni de la
Policía ni del juez que intervino en aclarar el episodio...
EC - Usted se refiere ya
a la época democrática.
CJP - Sí, sí.
La Policía ya no tenía nada que hacer, pero la Justicia sí.
Y creo que la Justicia no intensificó las gestiones, porque el expediente
fue archivado.
EC - El juez a cargo del
caso, ya en la época democrática, fue el doctor Lombardi.
CJP - No recuerdo quién
fue; pero sí que el doctor Davrieux fue el juez que me dijo a mí
durante la dictadura que los principales sospechosos éramos nosotros
mismos, Heber, Lacalle y yo; que nos tuvieron emplazados durante meses, que
no podíamos abandonar el país (incluso en los primeros días
no podíamos abandonar el departamento de Montevideo)... No hubo interés
en buscar donde realmente había que buscar.
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Transcripción y edición: Jorge García Ramón
Fotografías tomadas del libro "El vino de la muerte", de Alvaro
Alfonso, Editorial Fin de Siglo, 2002.