18.12.2005












J. M. PETIT, RELATOR DE LA ONU PARA EL TRÁFICO, LA PORNOGRAFÍA Y LA PROSTITUCIÓN INFANTIL

Un uruguayo indaga los delitos contra
los niños en países ricos y pobres

En una ciudad paraguaya varios padres aceptaron que sus hijos se desnudaran por dinero y la pornografía infantil no era delito. Lejos, en Francia, un grupo de mujeres emigró a Suiza huyendo de una red que cometía el mismo crimen. Juan Miguel Petit vio estas y otras realidades en el marco de su trabajo, que intenta que esas violaciones de los derechos humanos lleguen a quienes pueden evitarlas.

EN PERSPECTIVA
Martes 09.03.04, 08.56.


EMILIANO COTELO:
Hoy vamos a salir de los temas de la agenda diaria, para hablar de tráfico de niños, prostitución infantil y pornografía infantil. Son, obviamente, violaciones serias a los derechos humanos, pero que transcurren muchas veces sordamente y hasta descuidadas por los medios de comunicación y la opinión pública.

Las Naciones Unidas, a través de su Comisión de Derechos Humanos, tiene un relator especial para trabajar con esa problemática in situ, en el lugar, investigando directamente en los países donde se manifiesta con más crudeza. Ese especialista es uruguayo y además integra nuestra Tertulia; es el doctor Juan Miguel Petit, con quien vamos a conversar hoy para conocer en qué consiste su trabajo y algunas de sus experiencias recientes, sobre todo la de Brasil del año pasado y la de Paraguay de hace muy pocos días.

Hemos conversado muchas veces contigo a propósito de este tipo de pasión que tienes, que se terminó convirtiendo en una tarea para Naciones Unidas. Lo hemos charlado en los corredores, fuera de micrófonos, y estábamos dejando de lado la posibilidad de compartir esa experiencia con la audiencia. De ahí la invitación para hoy.

Juan Miguel es abogado y periodista, tiene 46 años y es relator especial de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas para el tráfico de niños, la prostitución y la pornografía infantil. Estás en esa responsabilidad desde julio de 2001.

JUAN MIGUEL PETIT:
Sí; en la práctica fui nombrado en 2001 y empezamos con los viajes en 2002; 2002 y 2003 ya fueron años de trabajo. La tarea de relator se parece mucho a la periodística; como tú decías, yo siempre he andado en dos terrenos, lo que puede llamarse políticas sociales y periodismo. En el fondo siempre siento que estoy escribiendo una nota, esto de la relatoría es muy parecido, porque implica ir a un lugar, hablar con los protagonistas, meterse en distintos lugares –cárceles, albergues, calles–, hablar con vecinos, comunidades, etcétera, y después escribir un informe, que no es una consultoría, no es un estudio estadístico, sino un relato bastante parecido a lo que puede ser un informe especial sobre un tema.

EC - ¿Cómo se elige al relator de Naciones Unidas para una temática como ésta?

JMP - El relator es nombrado por la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, que está integrada por países. En mi caso –te puedo hacer la historia de la nominación–, en ese momento la comisión estaba presidida por un argentino, Leandro Despouy, quien quería nombrar a un relator uruguayo, ya que no había. Consultó a quien era director del Instituto Interamericano del Niño, Alejandro Bonasso –que vale decir que es amigo mío, aparte de ser un gran técnico–, y le dijo que quería nombrar a un uruguayo, que Uruguay tiene una larga tradición en materia de derechos humanos y de la infancia; quería que fuera abogado y que tuviera experiencia en trabajo de políticas públicas.

EC - Recordemos que tú fuiste integrante del Directorio del Iname… ¿del Iname o del Consejo del Niño?

JMP - Primero del Consejo del Niño, de 1985 a 1987, y después del Iname, hasta el 90. Después seguí vinculado a esos temas más o menos directamente. Ahí surgió el nombre, se hizo la consulta a la Cancillería uruguaya, que fue apoyada por el ministro Opertti y así salió la designación, los países apoyan la nominación. No es un cargo funcionarial, no soy funcionario de Naciones Unidas, no percibo un sueldo…

EC - No es un cargo rentado, y ese detalle no es menor. ¿Cómo es esto, que una responsabilidad como la que vamos a describir se despliegue de forma honoraria?

JMP - Hay que ver el origen, cómo surgen los relatores. Éstos surgieron en los años 70…

EC - Aclaremos; tú hablas de “relatores”, porque hay relatores para distintos temas, para distintas problemáticas, por utilizar ese término tan trillado.

JMP - Claro, hay unos 25 relatores nombrados en todo el mundo. Los relatores se empiezan a nombrar en los años 1977-1978. ¿Qué ocurría? Naciones Unidas está conformada por países. ¿Quiénes violan los derechos humanos?: los países. ¿Quién integra la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas?: los representantes diplomáticos de los países. Entonces pasaba que cuando se tocaba el tema derechos humanos en Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay o Bolivia, obviamente los respectivos delegados decían: “No, en nuestro país no pasa nada”.

Otros países movilizaron sus votos y se les ocurrió nombrar a figuras independientes que fueran de esos países –por eso se habla de mecanismo no convencional, no surge de las convenciones centrales de Naciones Unidas, sino que es una elaboración posterior–, fueron nombradas esas figuras que son una especie de voceros independientes, que no son funcionarios, que van a los países. Fue por esa vía que se logró denunciar violaciones a los derechos humanos en Chile, Argentina, Uruguay, etcétera.

Viendo el éxito que tuvo ese mecanismo, se empezó a emplear para otros países y otros temas, o sea que hay relatores por tema. Por ejemplo hay relatores sobre tortura, ejecuciones sin juicio, extrajudiciales, sobre esclavitud, sobre condición de la mujer; y algunos más amplios, como por ejemplo sobre derecho a la salud, pueblos indígenas; y otros sobre países, hay un relator sobre Afganistán, un relator sobre Irak, creo que hay uno sobre Haití también; etcétera. Se ha sostenido que ese sistema permite mucha autonomía al relator, no es funcionario de un organismo, que a veces está constreñido por equilibrios más políticos, diplomáticos, o por su propio cargo; se le pagan el pasaje y sus propios gastos, el viático de Naciones Unidas cuando viaja, pero no tiene un sueldo que maneje directamente. Puede asistir a seminarios, se le paga, y elabora sus informes con absoluta independencia, sin rendir cuentas a nadie. Esos informes se presentan en la Comisión de Derechos Humanos en abril todos los años –dentro de tres semanas presentaremos los del año pasado– y van directamente a los gobiernos. Eso genera todo un movimiento posterior.

***

EC - ¿Con qué tipo de apoyo logístico cuenta el relator de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, en este caso para los temas de tráfico de niños, prostitución infantil y pornografía infantil?

JMP - Tenemos el apoyo administrativo, logístico, del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, que funciona en Ginebra, y hay una pequeña oficina y una funcionaria que centraliza la información, se alimenta la respuesta a acciones urgentes. Ésa es otra cosa que también hacemos los relatores, intervenimos cuando hay denuncias específicas, por ejemplo mandamos una carta a la Alta Corte de Estados Unidos por una sentencia que nos parecía que era lesiva porque admitía cierta forma de pornografía infantil dentro de la libertad de información, lo que nos parecía una mala cosa. Desde eso a juicios a personas que han hecho denuncias de situaciones de niños o de mujeres, sobre todo en países dictatoriales. Todo eso se centraliza allí. También desde allí se coordina cuando se hacen las misiones, se coordina con las oficinas locales de Naciones Unidas que nos dan vehículos, por ejemplo, y nos ayudan a armar la agenda. Es un apoyo bueno, pero los relatores siempre sostienen que es limitado, siempre hay una pelea por recursos, por tener más asistentes, etcétera. Es así.

EC - La tarea tiene una buena cuota de voluntariado.

JMP - Tiene, sí. Es de acuerdo a las posibilidades de cada uno, hay relatores que de pronto dirigen una ONG y prácticamente están trabajando en el tema; pero hay otros, como es mi caso, que trabajan en algunos temas vinculados y otros no, que trabajan en otras cosas. Hay una parte que es dedicar tiempo a recibir material, recibir información, en algunos casos incluso recibir denuncias que llegan, por ejemplo el caso de las mujeres asesinadas en Juárez. A veces se hacen cartas conjuntas con otros relatores para darles más fuerza a las acciones; además hay situaciones que implican varias cosas, por ejemplo las mujeres Juárez, una situación rarísima que ocurrió hace once meses, van como 300 mujeres desaparecidas…

EC - Estamos hablando de México.

JMP - De México, sí; no se sabe bien qué es, han desaparecido niñas también, no se sabe si es para prostitución, para explotación, para ritos macabros, etcétera. Hay varios relatores que han enviado notas e incluso han pedido para ir allí.

***

EC - En el caso de Brasil, donde estuviste el año pasado en misión, como relator, ¿cuál era exactamente la violación a los derechos humanos que te correspondía investigar?

JMP - Yo siempre he tratado de plantear el encuadre de la misión como en tres franjas porque los temas focales del mandato, que son tráfico, prostitución y pornografía infantil, no son cosas que ocurren aisladas del contexto. Entonces señalamos tres franjas: una es la situación general de los derechos humanos, otra es la situación de los derechos de los niños y otra son los puntos centrales del mandato. Y digo que el interés es, por un lado ver situaciones concretas que pueden calificarse de riesgo por falta de legislación, por las causas sociales que trae –son centradas básicamente en situaciones de pobreza, marginación, exclusión social– y ver cuáles son las políticas públicas para la infancia que existen para prevenirlas, porque mi mandato se refiere a un tema estructural, no solamente al caso de Juancito o Luisito, se refiere a temas sociales grandes. Por otro lado también hemos hecho denuncias de nombres concretos; yo traté de no quedarme solamente en lo estructural y hemos intervenido en casos concretos, a veces de prostitución y situaciones de adopciones mal hechas, simuladas, que han sido ventas o tráfico.

En el caso de Brasil aclaramos que los relatores piden al país para visitarlo y el país lo invita formalmente; el relator no puede decir: “Me enteré de que está pasando algo en tal lado” y va.

EC - Pero, por ejemplo, ¿cómo fue elegido Brasil el año pasado?

JMP - Lo elegí yo, hablando con mi asistente en Ginebra o con algún otro colega se ven los temas que existen. El caso de Brasil me interesaba, primero, por una situación de cercanía: trato de buscar países en los cuales pueda haber una comprensión, una intermediación relativamente fácil, y un interlocutor, porque podés ir a países que están tan absorbidos por otros problemas, como en este momento Haití o Colombia, donde uno no tiene un interlocutor para discutir este tipo de cosas. En el caso de Brasil, cuando Lula asume como presidente dice en su discurso que uno de sus objetivos es luchar contra la prostitución infantil, entonces me pareció muy llamativo y muy interesante que un presidente se animara a hablar de esos temas, que generalmente quedan para la agenda social, a veces como temas de mujeres o temas que no son de la agenda política pública dura, que siempre se centra más bien en las cosas económicas, políticas, relaciones internacionales, etcétera.

Por otro lado estaba toda la importancia que se le estaba dando al tema derechos humanos, la movilización que estaba habiendo, cómo Brasil, que no venía de un Estado benefactor, que no tenía un sistema de organismos de atención a la infancia, a partir de una gran injerencia de la sociedad civil, de organismos organizados no gubernamentales, etcétera, creó todo un movimiento muy particular en América Latina, que comenzó con lo que fue el movimiento de niños en la calle de los años 90, con manifestaciones, que desde Uruguay con nuestra formación se veía con cierto escepticismo. “¿Quién está manejando todo esto?”, pero por otro lado generó una sensibilidad muy interesante para estos temas. Eso fue un poco el llamador, además del gobierno de Lula, que se erigía como un gobierno con la bandera de las políticas sociales, que era muy interesante.

EC - ¿Cuáles fueron las conclusiones en el rubro prostitución infantil concretamente?

JMP - Brasil es un país enorme, algunas de las conclusiones apuntaban justamente a la carencia de organismos públicos. Todo el crecimiento de respuesta se había dado desde el sector privado, hay tierras de nadie en las cuales el Estado está muy debilitado. Eso toca diversos aspectos. Por ejemplo estaba muy en debate en ese momento el papel del Poder Judicial, e incluso el Supremo Tribunal Federal tenía un choque muy fuerte con Lula mismo, porque es un Poder Judicial muy encerrado en sí mismo, muy formal, muy solemne, muy poco partidario de abrirse a la comunidad. Por otro lado son comunidades muy pobres que requieren que todos los actores jueguen su partido. Por ejemplo, la creación de una Justicia de Familia, de Menores, era un reclamo que hasta ese momento no era respondido por las autoridades máximas del Poder Judicial.

El relator no puede inventar: no es un estudioso que se pone seis meses a estudiar el tema del país, no es un consultor que estudia el tema y concluye qué es lo que hay que hacer. El relator recoge lo que está existiendo, por eso decía que es como el periodista que elige sus fuentes. El arte del relator, si lo tiene, es encontrar buenos interlocutores, buenos centros académicos, buenas ONG, buenos estudiosos que le den información, articular eso, en base a eso armarse una agenda y después elaborar recomendaciones. En parte con esa bandera hablamos con el Supremo Tribunal Federal... Hay toda una parte de agitación pública que se arma en los países, hay conferencias de prensa, reuniones, seminarios, las organizaciones de derechos humanos organizan reuniones, en el caso de Brasil fue muy emocionante…

EC - La llegada del relator de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas implica un acontecimiento.

JMP - Depende de los países; en el caso de Brasil fue un acontecimiento por toda la sensibilidad que hay con el tema derechos humanos, fue así en todas las ciudades. Hablamos con el gobernador, con ministros, además hubo una enorme movilización de ONG que venían desde muy lejos. En Belén, por ejemplo, hubo grupos de indígenas que habían venido en canoa varios días, otros en ómnibus varios días para reunirse con nosotros media hora. Era muy emocionante, venían y te contaban sus problemas, que eran absolutamente diversos. Hubo desde grupos de indígenas que eran avasallados por los garimpeiros que se instalaban en sus predios para explotar la tierra, instalaban a veces prostíbulos y llevaban a las chicas indígenas a trabajar con ellos, generando toda una situación de violencia porque los padres intervenían y no había justicia cerca, no había policía o estaba corrompida, entonces no había intervención... Desde ese tipo de situaciones absolutamente explosivas, pasando por denuncias de ejecuciones, de escuadrones de la muerte de los cuales está lleno Brasil en muchísimas ciudades, denuncias de este tipo y muchas denuncias de familia que venían a reclamar que había juzgados donde el expediente no se movía, que su hijo había muerto, que iba al liceo y no integraba ninguna banda, ninguna situación de riesgo que pudiera explicar el episodio, hasta un grupo de familias cuyos hijos iban a la escuela en lancha, porque es una zona de islas en el Amazonas, por Belén, y que al no haber una reglamentación para el tipo de motor que usaban las lanchas, era muy común que a las niñas se les enganchara el pelo en el motor, arrancándoles el cuero cabelludo; y tenían estudios, folletos, libros hechos sobre el tema... Era un tipo de problema que nunca se me hubiera ocurrido. O sea que la variedad de temas que se presentan es enorme.

En Paraguay también hubo una enorme movilización. En Sudáfrica no; allí pasamos totalmente desapercibidos, el propio gobierno no nos prestó mucha atención. Y en Francia formalmente es otra cosa, una agenda mucho más nutrida, de pronto centrada en temas más políticos, pero de a poquito se fue generando también atención y hubo una cobertura interesante, una reunión en un organismo muy interesante que es la Comisión Nacional de Derechos Humanos que integran todos los organismos sociales que tienen que ver con los derechos humanos (por ejemplo el Ministerio de Educación), y las ONG de derechos humanos, una enorme mesa con como 60 representantes delegados de organizaciones de todo el país que se reunieron a propósito de nuestra visita, por las denuncias que habíamos tenido y que después de que nos fuimos formaron una subcomisión para tratar el tema que habíamos planteado.

EC - ¿Cuál fue el resultado en el caso de Brasil, cuál es la utilidad de la misión de la serie de entrevistas que mantuviste, de la información que recogiste?

JMP - Uno tiene que ser muy cauto, creo que como en todos los órdenes de la vida no hay que creérsela, el hecho de que uno escriba en un papel: “A partir de ahora todos los niños deberán ser tratados decentemente” no quiere decir que eso pase. El Palacio de las Naciones en Ginebra tiene muchas entradas, es un edificio muy grande y en una vía de entrada rápida por donde entran los proveedores descubrí un lugar que me hizo ubicar en la modestia que hay que tener frente a estas cosas: el lugar donde está la destructora de documentos, que es una máquina enorme de donde salen fardos, como de alfalfa, que son los documentos que se imprimieron, que se hicieron, que nadie va a leer, todos los días salen camiones de fardos, cantidad de documentos escritos que van a parar vaya a saber dónde como papel picado. Ésa es la gran pregunta.

Como decía, hay una parte que tiene que ver con la movilización por el tema derechos humanos. En el caso de Paraguay fue notorio, por ejemplo, donde hay una transición que todavía está muy a flor de piel, entre un régimen viejo… no solamente un régimen sino mucho más que un régimen: un sistema de valores, de creencias, como una cultura anterior que supuestamente se está yendo pero no se terminó de ir. Por otra parte, aparece una cultura nueva, de un país más joven, con otras ideas, que habla de dictadura, que habla del pasado autocrático, contra la corrupción, contra los poderes fácticos de los narcotraficantes, los contrabandistas, etcétera, pero que tampoco termina de tener lugar. Para esa gente, que llegue alguien de afuera y hable –por ejemplo hay todo un debate entorno a hacer un recordatorio en una comisaría donde se torturaba–, que plantee ese tipo de cosas, resulta bastante alentador.

Con respecto a resultados concretos, a veces hay acciones específicas que tienen pequeños resultados, como por ejemplo intervenir en un juicio. Todavía pesa bastante en un juicio que llegue una nota con el sello de Naciones Unidas. Yo noto que en muchos países los foros internacionales de derechos humanos tienen mucho más valor o se están teniendo mucho más en cuenta que en Uruguay. Quizás porque en Uruguay nos dormimos un poco en los laureles: asumimos que si hay un problema de derechos humanos se plantea por las vías adecuadas, tanto que yo me sentía un poco surrealista cuando fui a Francia, por esas denuncias que teníamos, a plantear un problema de derechos humanos. Después sacaba una gran lección, que la decía en esas reuniones: la visita a Francia muestra que el tema derechos humanos es para todos los países, ricos y pobres, aún para aquellos que fueron cuna de las nociones de derechos humanos, que hoy pueden estar teniendo problemas incluso en el seno de su Poder Judicial, de su policía.

EC - ¿Cuál era el caso en Francia concretamente?

JMP - Primero hubo una denuncia y después se fueron sumando otras que apuntaban a la existencia de redes de pornografía infantil a las cuales podían estar vinculadas personas del Poder Judicial y de la policía. Algunas mujeres se empezaron a exilar en Suiza, donde algunas ONG las recogían. Cuando empecé a recibir las primeras denuncias de eso, les decía: “¿Por qué no hablan con la policía, con el Poder Judicial?”, y me decían: “No, porque no es confiable”. Yo decía: “Estamos en el mundo del revés, si no son confiables el Poder Judicial y la policía en Francia, ¿dónde pueden ser confiables?”. Seguimos recibiendo denuncias, hablamos con algunas organizaciones de derechos humanos en Francia que nos dijeron que efectivamente había problemas en esa materia, que hay todo un tema subterráneo en estas cosas en muchos países. Algunas denuncias no parecían muy fundamentadas, otras sí, en algunos casos era muy claro que los procesos judiciales habían tenido un movimiento muy extraño o que requerían por lo menos una revisión, una reatención y que por lo menos justificaban una visita. Cuando se recibe una denuncia es como cuando te llaman para una nota, te llaman y te dicen: “Mirá, hay un uruguayo que inventó la cura contra no sé qué cosa”; vos decís: “¿Será verdad, o será un delirante?”.

EC - “En principio, desconfío.”

JMP - Claro, y cuando a uno le dicen: “Tengo una denuncia para hacer”, uno a veces no sabe, pero justamente, hay que tomarlas y ver. En este caso fuimos con alguna duda, pero sobre la marcha quedamos contentos de haber ido porque efectivamente había problemas. Hablamos con catedráticos, con jueces, con fiscales, con la policía, con algunos ministros, con la Cancillería, fuimos al Senado –el Partido Socialista estaba en la oposición en ese momento– y hablamos con la ex ministra de Familia, que nos dijo (te confieso que no podía creer mucho lo que escuchaba, tenía que encontrarle un sentido a eso que estaba haciendo, tenía dudas de que lo tuviera): “Nos alegramos mucho, nos parece bárbaro que vengan ustedes de afuera a plantear esto. El gobierno está dejando de lado estos temas, no les da mucha atención a los problemas sociales, así que es bueno que venga alguien de afuera y lo plantee”.

EC - ¿Cuál fue el resultado, en definitiva, en el caso de Francia?

JMP - En el caso de Francia se presentó un documento preliminar el año pasado –dentro de tres semanas se presenta el documento final–, la Comisión Nacional de Derechos Humanos tomó el tema; cuando presentamos el informe en la sesión de abril del año pasado el representante del gobierno francés tomó nota y dijo que la misión había sido muy positiva, que efectivamente había varias cosas que revisar, que iban a enviar unas comunicaciones por las vías pertinentes al Ministerio de Justicia, por ejemplo, y sé que se formó una comisión para estudiar el tema con figuras independientes.

EC - ¿En qué medida cambió la situación personal de las mujeres que habían tenido los problemas de persecución y habían llegado a exilarse?

JMP - Hay un seguimiento, no tengo todos los datos porque es muy difícil hacerlo uno por uno, pero eran en total unas 50 y pico de personas que se habían ido y sé de algunos casos de gente que ha vuelto; una media docena volvió y en otros casos los procesos siguen dando vueltas.

En el caso de Brasil el documento se presenta ahora; por lo pronto el Parlamento Federal va a hacer una reunión para analizar las propuestas, pero insisto, no son propuestas mías individualmente, sino que recogen de alguna manera el trabajo de los distintos actores que están en el tema. Genera como un espacio de acción, algo queda.

Hay que ser muy cuidadoso y no pensar que se va cambiando el mundo o un país con esto, pero en el caso de Paraguay, por ejemplo, uno veía una gran avidez por parte de gente del propio gobierno por escuchar ideas y propuestas. Es un país que está como en construcción, se generaban esos encuentros con 40, 50 personas donde se decían cosas muy duras, nosotros trasmitimos cosas muy duras que nos decían a nosotros distintos protagonistas. Nos hablaban de corrupción en la policía, de que había policías integrando redes de prostitución; había gobernadores que nos decían: “Nosotros no contamos con la policía; en esta zona la policía está en manos del delito”. Situaciones donde, por ejemplo, la pornografía infantil no está prevista como delito, se acaba de encontrar a una persona que tiene una red de pornografía en la ciudad de Encarnación –para que veas adónde llega a veces el grado de desinformación–, esa persona había llegado a hacer un contrato con los padres de los niños, niños de ocho y diez años, para fotografiarlos, un contrato escrito que firmaban, por el que autorizaban, y él les pagaba…

EC - Impresionante…

JMP - Era una supuesta agencia de modelos. No hubo ninguna familia, ninguna institución intermedia que pudiera detectar esa situación y decir: “No es normal que a niñas y niños de ocho años les plantee un contrato de este tipo en esta ciudad un estadounidense instalado en su casa”. Eso no estaba previsto como delito, entonces no lo podían perseguir, ahora están tratando de extraditarlo a Estados Unidos. Ese tipo de cosas genera un movimiento. O por ejemplo la visita a las comunidades indígenas, donde el hecho de que venga alguien de afuera genera un movimiento. Para mí fue una experiencia realmente alucinante, muy conmovedora, uno ve cosas que queda como vibrando varios días después de volver…

EC - ¿Por ejemplo?

JMP - Esas comunidades indígenas en medio de la sierra, a una hora y media en camioneta 4x4 de la carretera más cercana, lo cual quiere decir que ellos no salen nunca de ahí, o sale el cacique del grupo; ver al cacique, que era padre de cinco o seis hijos, que salía todos los días, recorría esa distancia con una carga al hombro para llevar el maíz y algunos productos que había cultivado para obtener 2.000 o 3.000 guaraníes para comprar algo para su casa, y por otro lado pidiendo ayuda para tener un maestro. La gran mayoría de ellos sin documentos, sin registro, veías al niño de doce años cuidando al de diez, al de diez cuidando al de ocho, al de ocho cuidando al de seis y al de seis con uno de cuatro en brazos, toda una escalerita. Una realidad muy olvidada. Y los grandes terratenientes de la zona quemándoles los campos para sacarlos y quedarse con las tierras. Llegamos nosotros acompañados de otra gente local y el tema se ponía a discusión, en el tapete.

O una institución maravillosa, que se llama Luna Nueva, en Asunción, que trabaja con niñas que son explotadas sexualmente, niñas muy jóvenes –nueve, diez, doce años, catorce–, el esfuerzo por sacarlas de la calle. Una experiencia que tiene primero una escala de contacto en la calle, después se trabaja en una especie de albergue de día y después se las invita a integrar un proceso al que llaman “el viaje”, que dura tres años y termina en una casa donde ellas viven, se capacitan, se emplean y se independizan, entran en otra vida. Pero poder tener el testimonio de esas chiquilinas, la frescura con la que hablaban de sus problemas... Porque uno a veces va a instituciones donde ve gente que está haciendo una tarea pero no ve que tenga la cara de estar construyendo su propio futuro, y esas chiquilinas de catorce años te contaban con total naturalidad lo que les había pasado, la relación que tenían con la persona que las explotaba, cómo lograron superar eso, la relación con la policía, con los jueces, etcétera, te transmitían que realmente le podían poner palabras a su problema y lo estaban superando en un tema en que hay muy pocas experiencias que logran ese resultado.

***

EC - Tú eres el relator especial de la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas para tráfico de niños, prostitución y pornografía infantil, y eres uruguayo; has hecho misiones en Sudáfrica, Francia, Brasil, Paraguay... ¿Cómo queda abarcada la realidad uruguaya en esta materia?, ¿cuándo se la considera, si es que hay problemas suficientemente graves como para ser atendidos?

JMP - Los relatores en general tratan de mantener cierta distancia con respecto a su país de origen para evitar la suspicacia de que pueda usar su relatoría en un esquema de intereses locales; por ejemplo, yo me llevo mal con determinado director de un organismo y lo escracho en un foro internacional diciendo que sus políticas no son adecuadas, etcétera. No quiere decir que no se pueda intervenir, porque si no, nombrar un relator de un país le daría a ese país una especie de impunidad en ese tema, Naciones Unidas nunca podría hacer nada. Yo me mantengo en contacto, trato de estar informado de las cosas que pasan, en algún caso pedí información medio informalmente sobre alguna situación de algunas adopciones, por ejemplo, unas situaciones que tenía presentes, pero en principio es como medio in extremis que un relator pida para hacer una misión en su propio país. Puede ocurrir, pero tiene que ser algo muy flagrante, muy fuerte.

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Transcripción: María Lila Ltaif Curbelo
Edición: Jorge García Ramón
Fotos: Caterina Notargiovanni

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