18.12.2005














La Justicia retoma la investigación de asesinatos políticos

Alberto Zumarán: De lo que declaré como testigo, puedo revelar que el ministro del Interior de la dictadura argentina mostró al después presidente Alfonsín el expediente en que el gobierno uruguayo denunciaba como “subversivos” a Michelini, Gutiérrez Ruiz y otros exiliados. No creo que ordenara que los mataran, pero en esas circunstancias era aumentar su indefensión.



EN PERSPECTIVA
Viernes 02.04.04, 07.39.



EMILIANO COTELO:
La Justicia penal uruguaya retomó ayer la investigación de los asesinatos de Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, ocurridos en Argentina en mayo de 1976.

Juan Raúl Ferreira y el ex senador Alberto Zumarán, que comparecieron ayer a declarar como testigos, dijeron que existió una coordinación a nivel de las dictaduras de Uruguay y Argentina que culminó en los asesinatos de los ex legisladores Zelmar Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, ocurridos en Buenos Aires en mayo de 1976. Según versiones de prensa, los testigos coincidieron en que los asesinatos fueron llevados a cabo por militares argentinos, en coordinación con la dictadura militar uruguaya.

Junto a Michelini y Gutiérrez Ruiz fueron secuestrados y asesinados Rosario Barredo y William Whitelaw, y en el mismo operativo fue secuestrado también Benjamín Liberoff, quien continúa desaparecido.

La causa en la Justicia uruguaya se reabrió en el año 2002, a raíz de una carta del diputado Felipe Michelini, hijo de Zelmar Michelini, ante el fiscal de Corte, Oscar Peri Valdez. Éste, a su vez, derivó el caso a la fiscalía a cargo de la doctora Mirta Guianze. El juez a cargo del expediente es el doctor Roberto Timbal.

***

¿Le sorprendió que se le convocara, doctor Zumarán?


ALBERTO ZUMARÁN:
No; yo ya había declarado por ejemplo en algunas actuaciones administrativas de la Cámara. Fue un tema que estuvo en la consideración pública, yo participé en él. Lo que no sabía era que los Michelini iban a reiniciar el sumario en 2002, como usted recordaba ahora; creía que era como algunos expedientes de presumario que se van “muriendo”, como decimos normalmente, que no tienen movimiento.


EC – Según explicaba ayer la doctora Hebe Martínez Burlé, patrocinante de la familia Michelini, el caso había sido investigado por la Justicia penal uruguaya en el primer gobierno posterior a la dictadura, durante la administración Sanguinetti, cuando la Justicia recibió el trabajo de la Comisión Investigadora parlamentaria.


AZ – Exactamente.


EC – Pero luego el caso quedó comprendido en la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, según lo dispuesto por el Poder Ejecutivo de la época, presidido por Sanguinetti.


AZ – Así fue.


EC – La doctora Martínez Burlé recordaba que recientemente, en 2002, surgieron nuevos elementos que permitirían considerar la participación de civiles en estos asesinatos, y por lo tanto sostener que la Ley de Caducidad no abarca estos hechos.


AZ – Exactamente. Ese es el tema a discutir. La opinión de quien era presidente de la República en aquella época, Julio María Sanguinetti, era que como el hecho estaba comprendido en la Ley de Caducidad, eso incluía a todas las personas vinculadas a él, fueran militares o civiles. Lo que se sostiene ahora por la defensa de Michelini es que la Ley de Caducidad se refiere a los militares, pero no a los civiles. Habría que ver entonces qué participación pudieron tener civiles.

Uno piensa que no debe haber civiles metidos en los hechos finales, en la muerte de Michelini y Gutiérrez Ruiz, que esa es más bien una cuestión militar o paramilitar. Pero evidentemente, en los antecedentes analizados –fue uno de los motivos de mi declaración— quiero ser muy claro en que no tengo ningún elemento para pensar que el régimen militar uruguayo ordenara matar a estos compatriotas, pero sí que se pretendió restringir sus actividades en Buenos Aires a un modo en que pudieron quedar sin posibilidad de moverse, de defensa, y que esa fue una señal para que funcionarios aparentemente argentinos cometieran esa barbaridad.


EC - ¿Cuál fue ayer concretamente su contribución en esta instancia del juicio?


AZ – Yo sé que como periodista usted tiene la obligación de preguntármelo, pero si yo doy mucho detalle de mi declaración... Yo he comparecido como testigo, y mi testimonio puede ser tachado por lo que yo diga en una entrevista periodística, y sería una lástima, ¿verdad?


EC – No entiendo. ¿Qué puede ocurrir según lo que usted comente públicamente?


AZ – La validez de mi testimonio puede ser tachada por los denunciados, ¿verdad? En principio, el testigo no es una persona que está a favor ni en contra: es quien tiene que expresar hechos, circunstancias, y son elementos muy importantes para que el juez tenga su punto de vista y forme su opinión. Entonces, no quiero perder mi condición de testigo porque es algo que puede ayudar a que se sepa la verdad; yo tampoco estoy a favor o... En fin: políticamente yo sé a favor de quién estoy, pero en el testimonio que di he tratado de ser lo más objetivo posible, porque el testigo tiene que expresar la veracidad de lo que afirma: de lo que vio, de lo que escuchó... hechos que es necesario poner en conocimiento del juez.

Por lo tanto, las manifestaciones públicas que uno haga al día siguiente de un testimonio que creo que el juez todavía no habrá podido analizar ni considerar, pueden ser objeto de una tacha, y que no quisiera que lo sea.


EC – Entiendo que lo que usted transmitió a la fiscal y al juez fue información que usted recibió durante la dictadura, en los propios años 1976...


AZ – En el año 1976. Porque además de la terrible muerte de Gutiérrez Ruiz y de Michelini, estuvo a punto de morir el propio Wilson Ferreira, que se salvó...


EC – También se encontraba en Argentina en ese momento.


AZ – También se encontraba en Argentina. Esa noche fueron a buscar a Zelmar, al Toba Gutiérrez, y fueron al apartamento donde vivía Wilson Ferreira en Buenos Aires. Gente muy allegada a [el dirigente del Partido Radical y después presidente argentino, Raúl] Alfonsín se pusieron en ambas esquinas, porque no sabían por dónde llegarían a su casa Wilson y su esposa, y fueron quienes le advirtieron: “Mirá que tu apartamento está ocupado”. Él se fue de ahí, no llegó a su casa (no volvió a Buenos Aires hasta 1984) y continuó el camino del exilio que había iniciado: esa misma noche en que murieron Gutiérrez Ruiz y Michelini fue directamente a una embajada y siguió a Inglaterra, a España...

También estaba en esa casa [la esposa de Gutiérrez Ruiz] Matilde, que afortunadamente se salvó, con sus hijos.


EC – Esa información que usted tiene ¿se vincula con una presunta reunión del Consejo de Seguridad Nacional (Cosena) de la época, que habría tratado la situación de Michelini y Gutiérrez Ruiz en Argentina, y eventualmente también habría resuelto qué hacer con ellos? Sobre eso se ha hablado mucho, se ha rumoreado, se ha especulado mucho...


AZ – Exactamente. Yo tuve información entonces. Lo que puedo decir públicamente es lo que dijo Alfonsín. Pasaron dos o tres días desde que Zelmar y el Toba fueron secuestrados antes de que los mataran, y en esos días –a pedido de Wilson, que estaba en una embajada— se pidió a Alfonsín que fuera a ver al ministro del Interior de la época, cuyo nombre no recuerdo [N. de R.: general Albano Harguindeguy]. En ese momento sólo sabíamos que estaban secuestrados o detenidos, pero no sabíamos su final espantoso. Pero en esa reunión con el ministro del Interior del régimen militar argentino surgió claramente, según la expresión de Alfonsín, que habían sido requeridos porque el gobierno uruguayo les había dicho que eran subversivos, que estaban haciendo desórdenes y desastres. Esa fue su expresión según un testigo que... Está claro que no fui yo quien oyó esto, pero es un testigo de primerísimo nivel como el ex presidente Alfonsín.


EC – Pero eso no significa que la dictadura de la época hubiese ordenado que se les matara.


AZ – Pienso que no. Por lo menos creo que no fue así. Pero, usted sabe, hay algunas expresiones muy claras de Wilson Ferreira, que para una persona que está exiliada, que no tiene documentos, que no sabe qué va a hacer en el futuro en un régimen que... al principio del exilio era una democracia y terminó en una dictadura tremenda; en ese momento, cualquier cosa que supusiera una pérdida de garantías de la persona que estaba en esa situación, evidentemente ponía en peligro su libertad o su vida. De modo que no era nada bueno para ninguno de los miles de uruguayos que estaban exiliados en ese momento en Argentina y que tuvieron que salir como ratas, porque desgraciadamente eran miles de uruguayos que estaban en esa situación. A medida que se fue endureciendo la dictadura argentina y a medida en que se fue coordinando las acciones entre los regímenes de ambos países, la situación de los derechos humanos, simplemente a la libertad y a la vida, se hacía cada vez más difícil para todos los uruguayos. Y en eso, donde hubo miles de muertos, no hay una sentencia para cada uno diciendo que había que matarlo; pero evidentemente quedaban en una situación de tal indefensión en que a muchos los mataron. Y en el caso del que estamos hablando, los mataron.


EC – Pero, por lo que usted mismo decía, en su declaración de ayer aportó otros elementos, no sólo estos que son públicos, que incluso ¿el propio Alfonsín los mencionó alguna vez a la prensa?


AZ – No recordaba que Alfonsín lo hubiera dicho. Me alegra porque en algún momento, cuando él era presidente, yo hablé de eso y él lo ratificó. Pero me parece bien que lo haya dicho y creo que es un elemento muy importante, porque en ese momento (recuerdo perfectamente lo que decía Alfonsín) el ministro del Interior de la época sacó de su escritorio un expediente y se lo mostró a Alfonsín diciéndole “Mire, es el gobierno uruguayo el que me pide que ponga coto a estos subversivos”. De modo que la orden del gobierno uruguayo, no de matarlos evidentemente, pero (hace ya 28 años de esto, creo tener buena memoria pero no tanto a medida que pasan los años) la palabra que usó el ministro era “internarlos”. Esa fue la expresión que utilizó el ministro del Interior y por la que Alfonsín quedó muy preocupado. Invocó durante largo tiempo que con todos los problemas políticos que hubo siempre de los dos lados del Río de la Plata y que Uruguay siempre había preservado los derechos de los exiliados, siempre había preservado su vida y su libertad: siempre hubo grandes dirigentes políticos argentinos que vinieron al Uruguay, donde pudieron desarrollar su vida, incluso ex presidentes, etcétera. Esa fue la invocación que hizo Alfonsín ante el ministro del Interior para exigirle que el gobierno argentino dejara en libertad (porque en ese momento lo que se sabía era que los habían detenido) a Gutiérrez Ruiz y a Michelini.

Después tengo algunos otros elementos pero, discúlpeme, no quiero perjudicar...


EC – Lo entiendo perfectamente. No vamos a forzar ningún límite que altere la utilidad de su testimonio...


AZ – Si yo dijera algo más que esto, los primeros que se van a enojar son los hijos de Michelini.


EC – Una puntualización: yo dije al pasar que Alfonsín había comentado esos detalles en declaraciones a la prensa, pero en realidad yo le había entendido a usted que Alfonsín lo había dicho públicamente. No sé si él mismo lo declaró.


AZ – Alfonsín se lo dijo a Wilson Ferreira, y de ahí supe yo esa versión. Y además de otros amigos uruguayos que estaban en ese momento y que estaban siempre atrás de Alfonsín, que en esos años fue un gran luchador por los derechos humanos. Después, siendo él presidente, alguna vez recordé el episodio y Alfonsín lo confirmaba. Con esto no quiero declarar por Alfonsín, pero lo que digo es que quien tuvo el expediente delante suyo fue Alfonsín, en esa reunión con el ministro del Interior argentino.


***


EC – La abogada de la familia Michelini ha solicitado que se cite a declarar al ex canciller Juan Carlos Blanco, al ex ministro Alejandro Végh Villegas, y al ex presidente y luego dictador Juan María Bordaberry.

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Divulgan en Argentina documentos de inteligencia relativos a los asesinatos de exiliados uruguayos (Clarín, 23.03.04)

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Transcripción y edición: Jorge García Ramón



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