Condena,
tolerancia y negación; el aborto en Uruguay
Resumen del libro elaborado por sus autores.
Rafael Sanseviero
Centro Internacional de Investigación e Información
para la Paz
(CIIIP/UPAZ)
Equipo de investigación
Rafael Sanseviero
Susana Rostagnol
Mónica Guchin
Américo Migliónico
1) Estimación de la magnitud del aborto voluntario en
Uruguay
Las estimaciones se realizaron a través de tres estrategias
definidas en base a la clasificación de mujeres según
su capacidad de acceso al aborto.
Un primer grupo fue definido como mujeres de escasos recursos económicos
y escaso capital social, que en general no acceden a clínicas.
Los abortos de estas mujeres se estimaron sobre la base de los egresos
hospitalarios del sector público por causas de "embarazo
terminado en aborto" (0 00-0 08, Clasificación Internacional
de Enfermedades 10ª Revisión). Los egresos hospitalarios
por estas causas se expandieron para Montevideo e Interior a partir
de la consideración del porcentaje que representaban con
respecto al total de nacimientos dentro del sector público.
La estimación para este grupo de mujeres arroja la cifra
de 4.289 abortos en el interior del país y 1.718 para Montevideo;
un total aproximado de 6.007 abortos.
Un segundo grupo fue definido como mujeres de sector social medio
del interior del país. Se trata de mujeres que, según
diferentes grupos de informantes, cuentan con medios económicos
para acceder a clínicas de su lugar de residencia o próximas.
La estimación se realizó a partir de los datos brindados
por una de esas clínicas, instalada en una capital departamental,
que aportó una serie suficientemente amplia de registro de
actividades (julio 1989 - diciembre 2001), así como de los
perfiles de sus usuarias. El promedio anual de abortos practicados
en esa clínica fue expandido al total del interior del país,
a partir de conocer la relación existente entre ese promedio
de abortos y el número de nacimientos anuales en el departamento.
Lo que arrojó la cifra de 11.000 abortos anuales para ese
sector de mujeres en el interior del país.
Un tercer grupo fue definido como mujeres de sector social medio
y alto de Montevideo y alto del interior del país. La estimaciones
para este grupo se basaron en las cifras de abortos aportadas por
las clínicas de Montevideo. Para esta estimación fue
de particular importancia la información aportada por las
clínicas montevideanas, muchas de las cuales ofrecía
importantes niveles de desagregación, incluyendo lugares
de residencia de las mujeres, edades y ocupación. Ello nos
permitió establecer que el porcentaje de mujeres del interior
que concurren a algunas de esas clínicas se sitúa
en el 35 %. El número de abortos anualmente practicados en
esas clínicas ascendió a 16.000.
Para el año estudiado (2000) -considerando información
que promedia el período 1999 - 2001- se estima que se producen
en el país alrededor de 33.000 abortos voluntarios anuales,
como cifra base. Más allá que esta cifra es muy inferior
a algunas estimaciones que se han realizado con anterioridad, esa
magnitud implicaría una tasa de aborto (proporción
del numero de abortos con respecto al total de nacimientos mas abortos)
del 38.5 %. En forma aproximada, de cada 10 "concepciones",
4 abortan. Esa tasa de aborto sitúa a Uruguay de acuerdo
a estimaciones internacionales en un 12º lugar en 81 países
considerados.
2) La sociedad uruguaya sigue recurriendo al aborto como un
medio para regular la fecundidad.
Cada aborto se produce en el cuerpo de una mujer; en ese nivel
se trata de un acto privado. Sin embargo es también un hecho
social, dado que como práctica se gestiona en un denso entramado
colectivo del que participan múltiples actores. Por otra
parte, la opción de abortar se produce como resultado de
la ocurrencia de un embarazo en un contexto de vulnerabilidades
socialmente producidas, que tornan no viable, en ese momento y para
esa mujer, la maternidad. Las vulnerabilidades pueden ser de orden
individual (momento vital, familiar, emocional, de salud u otros),
sociales (socioeconómicas) y/o programáticas (programas
y políticas públicas en relación a la salud
reproductiva y sexual, inaccesibilidad a interrupciones de embarazos
legales).
3) Los procedimientos y las prácticas para abortar a
que recurre la sociedad uruguaya.
Se han relevado en forma detallada 22 tipos de procedimientos para
interrumpir embarazos. La gestión de los abortos se produce
en dos ámbitos sociales claramente demarcadas: a) abortos
medicalizados, que se producen en "clínicas" y
en general por mediación de profesionales de la salud; b)
saberes populares, son los que recurren las mujeres que no tienen
acceso a los abortos medicalizados.
Contrariamente a lo que expresan investigaciones y apreciaciones
producidas en otros países de la región, en Uruguay
81 % de los abortos estimados se producen en el ámbito medicalizado,
y 19 % mediante prácticas populares. En este aspecto, la
gestión social del aborto sigue tendencias generales de la
sociedad uruguaya en lo que refiere a la medicalización de
la vida colectiva y la mercantilización de la medicina. La
práctica mayoritaria del aborto se presenta como un servicio
médico (público e ilegal) de gestión privada.
Independientemente que sean medicalizados o mediante saberes populares,
las prácticas en que están inscriptas las interrupciones
voluntarias de los embarazos determinan que constituyan experiencias
de violencia, en diferentes planos, para las mujeres que los protagonizan.
Puede tratarse de formas de violencia material o simbólica,
aunque casi siempre ambas están presentes, y una forma de
violencia determina la presencia de la otra. En tanto experiencia
de violencia, esos abortos suponen el abatimiento de derechos fundamentales
consagrados en el derecho internacional de los derechos humanos.
En particular, aunque no únicamente, se percibe el abatimiento
del derecho a la igualdad y no discriminación, a la vida,
a la salud, a la intimidad, a un recurso efectivo, a no ser víctima
de tratos crueles, inhumanos y degradantes.
4) Las transiciones entre la condena y la tolerancia del aborto.
La ocurrencia de por lo menos 33.000 abortos anuales en un país
donde es ilegal, implica la existencia de un consenso social de
hecho que permite articular el nivel normativo y discursivo de condena,
con una práctica social de tolerancia. Esa articulación
se produce en el marco de una trama social de la que participan
múltiples actores, quienes con su actividad individual o
colectiva, determinan espacios de deslizamiento entre la condena
y la tolerancia. En algunos casos se trata de espacios difusos,
como las redes de solidaridad femenina, portadoras de capitales
culturales y sociales que habilitan el acceso a los diferentes abortos;
otros se perciben como entramados estables de intereses vinculados
a la práctica del aborto en tanto negocio médico.
En el nivel simbólico, esos espacios de deslizamiento develan
el rol de agentes sociales relevantes, como los médicos,
las instituciones del Estado encargadas de reprimir los delitos,
o los medios de comunicación masiva. La sociedad como un
todo parece articular la contradicción existente entre la
condena y la tolerancia mediante la negación del aborto,
lo que supone la invisibilización del hecho mismo y, por
lo tanto, el reforzamiento de los contenidos de violencia que esa
práctica representa para sus protagonistas.
5) Significados y resignificaciones de la penalización
del aborto.
La caracterización del aborto como una conducta punible
data de finales del Siglo XIX con un breve interregno de legalidad
(1934 -1938). Si bien no estamos en condiciones de proyectar el
número de abortos practicados en Uruguay más allá
de los años considerados en nuestra investigación,
los datos aportados por los diferentes informantes (especialmente
médicos y practicantes de abortos) permiten suponer que se
trata de una práctica con un rango de ocurrencia sostenido
en el tiempo. Incluso es posible suponer que la difusión
de métodos anticonceptivos a partir de los años setenta,
puede haber contribuido a disminuir su incidencia como medio para
regular la fecundidad. Aunque, como es notorio, no la ha eliminado.
A partir de la evidencia de la masividad de la práctica del
aborto, el cruce de información aportada por el Instituto
Técnico Forense, la Suprema Corte de Justicia y algunos institutos
policiales, permite concluir que la ley que penaliza el aborto ha
caído en desuso. Los procesamientos por delito de aborto
en los años 2000 y 2001 fueron 16 en cada uno, lo cual representa
un 0,04 % del total de abortos anuales estimados (33.000); menos
de uno cada 2000 abortos ocurridos resultan en procesamientos.
Una serie de nueve años aportada por el Instituto Técnico
Forense presenta el siguiente número de procesamientos por
aborto: 1989, 8; 1990, 14; 1991, 18; 1992, 37; 1993, 12; 1994, 16;
1995, 8; 1996, 4; 1997, 7. El promedio para ese período son
14 procesamientos anuales. La información proveniente de
algunas clínicas que aportan registros de períodos
amplios de su actividad permite apreciar que las oscilaciones de
un año a otro son poco significativas. De manera que para
un rango de ocurrencia situado alrededor de los 33.000 abortos anuales
el promedio de procesamientos se situaría en el entorno de
0,04 %.
La sociedad desacata sistemáticamente la norma y las instituciones
del Estado que deben velar por su cumplimiento no lo hacen, es decir,
la ley ha caído en desuso. No obstante ello, existe un nivel
en el cual la "ley" resulta altamente eficiente: como
productora de miedo. Miedo que lleva a que las mujeres oculten sus
abortos hasta el extremo de poner en riesgo su salud y su vida consultando
tardíamente frente a complicaciones. Miedo que ha popularizado
la "obligación" médica de denunciar a las
mujeres que llegan a los servicios públicos con complicaciones
derivadas de presuntos abortos, y de negarse a practicarlos cuando
éstas se animan a solicitarlos. Miedo que induce a los practicantes
a comprometer la buena asistencia acuciados por la prisa y las estrategias
de ocultamiento.
Todo ello sucede en un país donde el aborto ocurre en un
contexto de condena discursiva y tolerancia efectiva, cuya más
elocuente expresión es que los procesamientos apenas alcanzaron
a 0,04 % de los abortos estimados, y donde su práctica se
gestiona socialmente en una trama de la que participan numerosos
y significativos actores.
La penalización legal del aborto ha sido socialmente resignificada,
de manera que la ley no sólo es desacatada cuando se producen
abortos; también es desconocida en sus contenidos específicos
y niveles reglamentarios, lo que ha dado lugar al predominio de
una tradición oral de acuerdo a la cuál todo aborto
debe sumirse en un estricto secreto por tratarse de un hecho ilegal.
Tradición oral que representa la negación de sustantivos
contenidos de las normas vigentes, en tanto ni los médicos
están obligados a denunciar, ni es inmediato que la colaboración
con una mujer en su aborto suponga el procesamiento del practicante,
y la mayoría de las mujeres que abortan podrían alegar
ante la justicia encontrarse comprendidas dentro de los atenuantes
y eximentes que establece el Art. 328 del CPU.
El Sindicato Médico del Uruguay, la Sociedad de Ginecotocología
del Uruguay y la Facultad de Medicina han puesto de manifiesto en
forma contundente el significado epidemiológico de esta tradición
oral que inhibe a las mujeres de recabar ayuda y a los médicos
de brindársela cuando aquellas se encuentran en situación
de aborto. Significa ni más ni menos que la primera causa
de muerte materna en el Uruguay sean las complicaciones derivadas
de los abortos.
Conclusiones
La práctica del aborto es un medio a través del cuál
la sociedad uruguaya regula la fecundidad. Esta afirmación
se sustenta tanto en las estimaciones cuantitativas de su ocurrencia,
como en el análisis de las circunstancias personales y colectivas
en que los abortos se producen.
La estimación indica que la mayoría de los abortos
se producen en el ámbito medicalizado (81 %), siendo el resto
realizado mediante prácticas populares (19 %). Las diferentes
capacidades de las mujeres para acceder a unos u otros abortos están
determinados de un modo central por la dotación de recursos
económicos y capital social de cada una. Independientemente
del ámbito de realización de los abortos, estos siempre
representan experiencias de violencias y abatimiento de derechos
para las mujeres.
Los abortos en Uruguay se producen en el marco de una trama colectiva
de la que participan diferentes actores y agentes sociales, algunos
de ellos especialmente relevantes por su autoridad (médicos,
policías, órganos de la justicia, medios de comunicación).
La ley que penaliza el aborto ha caído en desuso y su práctica
está desincriminada de hecho. No obstante ello, las resignificaciones
de la penalización legal trasmitidas a través de la
tradición oral, instituyen un marco cultural específico
que criminaliza el aborto más allá de los contenidos
de la propia ley.
El aborto es un hecho social denso y complejo en el que se anudan
vulnerabilidades socialmente producidas con los significados y resignificaciones
de su penalización. Ello determina un contexto cultural en
el cual aquellas vulnerabilidades que determinan la ocurrencia de
un embarazo no viable, se ven reforzadas y potenciadas por la necesidad
de recurrir a un aborto "clandestino".
14 de octubre de 2003
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