Cámara de Representantes
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VERSIÓN TAQUIGRÁFICA DE LAS PALABRAS PRONUNCIADAS POR
VARIOS SEÑORES REPRESENTANTES, EN SESIÓN DE 8 DE
NOVIEMBRE DE 2006, EN HOMENAJE AL
DOCTOR JOSÉ CLAUDIO WILLIMAN
SEÑOR PRESIDENTE (Cardozo Ferreira).- Habiendo número, está abierta la sesión.
(Es la hora 15 y 21)
——La Cámara ha sido convocada para rendir homenaje al doctor José Claudio Williman.
Queremos destacar la presencia de invitados especiales que se encuentran en el palco de la derecha: Alejandro Williman, Horacio Terra Gallinal, Alberto Volonté Berro, José Pedro Laffitte, Jorge Rodríguez Labruna y Juan Raúl Williman. Asimismo, en el palco de la izquierda se encuentran el Decano de la Facultad de Arquitectura, arquitecto Salvador Schelotto, y el Consejero Docente de la Facultad de Arquitectura, arquitecto Jorge Schinca.
Tiene la palabra el señor Diputado Delgado.
SEÑOR DELGADO.- Señor Presidente: queremos agradecer a los demás partidos políticos con representación parlamentaria más allá de la habitual cortesía parlamentaria que hay cuando un partido presenta en la Cámara una solicitud para homenajear a una figura destacada la voluntad de rendir tributo al doctor José Caudio Williman.
Ayer hizo tres meses del fallecimiento de José Claudio Williman a los ochenta y un años de edad. En esta vorágine de discusiones, de proyectos e iniciativas propias del ámbito parlamentario, es importante tomarnos un tiempo para rendir tributo, para homenajear a una persona que fue un paradigma de valores y de estilos y, sobre todo, de diálogos, ya que más allá de sus convicciones profundamente nacionalistas, tendía puentes hacia toda la sociedad y todos los ambientes.
En el homenaje que le rindieron en el Senado, el señor Senador Gallinal dijo que en el velatorio de José Claudio Williman había manifestado: "Basta ver quiénes están pasando por aquí para saludar, para darse cuenta del alcance de su personalidad".
José Claudio Williman era absolutamente polifacético: abogado, docente, militante gremial con actividad pública, escritor, investigador, conferencista, periodista, además de llevar adelante actividad política; pero, por sobre todas las cosas, tenía una dimensión humana impresionante. Creo que si algún ejemplo hay que demuestre que José Claudio Williman era hombre de todos los ambientes, podemos referirnos a la cantidad de saludos que recibimos para que trasmitiéramos en el Cuerpo, a la presencia de sus compañeros políticos, de sus familiares y de gente de la Universidad. Voy a leer más allá de algunos mensajes vinculados al Decano interino de la Facultad de Ciencias Sociales; el Decano se encuentra en el exterior un mensaje del Rector de la Universidad, que llegó en el día de hoy, y que creo que es sintomático de lo que significaba José Claudio Williman. Dice el Rector Rodrigo Arocena: "[...] Compromisos previamente contraídos me impedirán estar presente, como lo hubiera querido. Por consiguiente, le hago llegar por esta vía la adhesión de la Universidad de la República a ese homenaje a un ciudadano de excepción, escritor, docente notable, destacado dirigente universitario, político y persona tan respetada como querida". Este es el homenaje del Rector de la Universidad que queríamos leer en la Cámara.
José Claudio Williman, José Claudio simplemente, o increíblemente Claudito, como algunos todavía le decían, fue un militante gremial estudiantil de fuste; fue Secretario General de la FEUU y del Centro de Estudiantes de Derecho desde 1950 a 1952. Se recibió de abogado en 1953. Fue docente de Educación Secundaria de materias como Historia Universal, Historia Nacional e Historia Americana; asimismo, lo fue del Instituto de Profesores Artigas, del cual fue fundador y, además, Profesor Emérito. También fue profesor de institutos militares, como la Escuela Naval, la Escuela de Aeronáutica y el CALEN. Por sobre todas las cosas, lo que abrigaba con mayor afecto era ser docente de la Universidad. Enseñó fundamentalmente Economía en las Facultades de Derecho, de Arquitectura y de Agronomía; a alguna de estas Facultades renunció al dejarlo cesante la dictadura en sus cargos en la enseñanza secundaria.
Fue miembro de varios foros académicos, nacionales e internacionales. Fue el primer Decano de la Facultad de Ciencias Sociales desde 1991, en que se creó, hasta 1994. En aquel momento, quien habla, conjuntamente con el señor Diputado Lorenzo, ejercíamos cargos en el Consejo Directivo Central de la Universidad, por el Orden Estudiantil, y recuerdo la lucha que había en la Universidad por crear la Facultad de Ciencias Sociales.
También fue Decano interino de la Facultad de Arquitectura en varias oportunidades, por ser el Consejero de mayor antigüedad. Integró también varios órganos de cogobierno universitario.
Con respecto a su tarea de escritor, son varios los libros que escribió, sobre todo de las actividades y las materias que más le gustaban: Economía e Historia.
En su actividad pública fue Presidente e integrante de la Junta Nacional de Lanas, integró el Directorio del Banco Central, y por último lo más destacado fue Presidente del CODICEN desde 1995 a 2000.
En cuanto a su actividad periodística, Williman fue consejero editorial de la "Revista Blanca", publicación auspiciada por el Directorio del Partido Nacional. Participó activamente en el semanario "La Democracia", en "Crónicas Económicas", y últimamente era participante de la tertulia de El Espectador, los viernes, junto a Carlos Maggi, Mauricio Rosencof y Carmen Tornaría.
A nivel político comenzó con la Liga de Acción Ruralista junto con sus amigos Reyes y "Tucho" Methol. Después ingresó al Herrerismo y al Movimiento 8 de Abril, con Volonté, Zumarán, Gutiérrez Ruiz y su inseparable amigo Fernando Oliú, y en 1970 al Movimiento Por la Patria, creando una relación con Wilson Ferreira, que marcó a ambos para toda la vida. Fue una de esas relaciones que perduraron con el tiempo y se agrandaron. Fue un referente wilsonista antes y después de muerto Wilson.
En 1994 se integró a Manos a la Obra, con Alberto Volonté, e integró su Junta Ejecutiva, y ese sector contribuyó a formar Correntada Wilsonista, de la cual también integró la Junta Nacional Ejecutiva a través de su Consejo Consultivo.
Fue hombre de consulta del Partido Nacional. Integró varios centros de estudios, así como las comisiones que formalizaron la redacción de la Carta de Principios del Partido Nacional, y varias comisiones redactoras de planes de gobierno, pero yo voy a destacar solo una, que no es la única: fue uno de los miembros redactores de "Nuestro compromiso con usted", aquel plan de gobierno revolucionario que Wilson Ferreira y Carlos Julio Pereyra la fórmula de 1971 le presentaron al país.
También participó con el ex legislador Martín Sturla en la redacción de la ley de caducidad.
Pero hay dos obsesiones que fueron superiores para José Claudio Williman. Uno de ellos era la docencia; era docente, se sentía docente y vivía como docente, con un sentido de generosidad de conocimientos y nunca con la arrogancia de creerse dueño de toda la verdad. De la tertulia que protagonizaba los viernes en El Espectador me consta que la disfrutaba en forma superior, José Claudio decía: "Tratamos aquí de hacer docencia, de darle oportunidades al escucha".
La otra obsesión de José Claudio Williman era el diálogo. Era una persona profundamente dialogadora, de encuentros, de respeto y de afectos, no solo por sus convicciones morales y religiosas, que eran muy fuertes, sino porque fue un firme defensor de los derechos humanos, defensor de presos políticos. Participó en forma activa en la defensa de la democracia, mientras en este país había dictadura, pero siempre apostando al diálogo. Por eso dejé para el final una de las tareas que quizás más le llenó su vida, muy amplia y muy generosa: la integración de la Comisión para la Paz. José Claudio Williman estaba orgulloso de participar en un ámbito de reencuentro de los uruguayos.
Pero, señor Presidente, lo más importante no era su actividad pública, ni siquiera la docente. Lo más importante de Williman era su dimensión humana. En lo personal, tenía conmigo casi medio siglo de diferencia; sin embargo, estaba siempre atento a la llamada, siempre dispuesto al consejo, excepto a la hora de la siesta. En esa hora lo llamaba el Papa y tampoco lo atendía: ese era José Claudio Williman en persona, pero después, siempre dispuesto a dar información o a hacer un comentario. Cuando lo llamaba por teléfono, respondía con aquel fenomenal timbre de voz, que retumbaba, y decía: "¿Cómo estás m'hijo?". Era terminante, y retumbaba en el teléfono ese timbre de voz que Dios le había dado.
Me acuerdo de su biblioteca a la cual muchas veces fuimos a buscar libros que nos prestaba; nos auxiliaba con algunas publicaciones que era su orgullo. En su apartamento había dos salas: su escritorio y otra más destinadas a biblioteca. Su apartamento estaba permanentemente lleno de libros.
Para hablar de sus referencias personales no puedo dejar de mencionar su afecto por los jóvenes. A José Claudio Williman le encantaba hablar con los jóvenes siempre: con sus alumnos y con los jóvenes en general, en el ámbito que fuera y pensaran lo que pensaran.
Era una persona sumamente alegre, una persona afectuosa a quien, sobre todas las cosas, le gustaba vivir. A los ochenta y un años, el día antes de fallecer, el domingo, tenía planes hacia adelante. Luchaba por salir de una operación de cadera y estaba desesperado por integrarse al mundo, lo que no podía hacer porque la convalecencia de su operación lo tenía encerrado en su apartamento. Hacía las comunicaciones con la radio por teléfono y todas las otras reuniones las hacía casi virtuales, pero estaba desesperado por salir. Tan desesperado estaba, que ese fin de semana ya había prometido empezar a concurrir a una serie de eventos a los que él habitualmente acudía y en muchos de los cuales él era el centro.
Ese sábado, dos días antes de morir, fue al cumpleaños de Carlos Maggi en Las Toscas y era una de las primeras salidas que hacía. Quería volver a la radio; había anunciado que volvería a hacer la tertulia en vivo. Había anunciado que ese lunes 7 iba a ir a la peña que Alberto Volonté organiza los primeros lunes de cada mes para hablar de política, siempre con invitados. Allí siempre discutía él; estaban Williman, Terra, Posadas y otros tantos. Horacio Terra, que está aquí presente, el sábado habló con Williman, él y algunas otras personas nos dijeron que tenía ganas de ir, pero no se sentía del todo bien.
Sobre todas las cosas, y esto me lo dijo a mí, estaba desesperado por concurrir de la forma que fuera el sábado 12 de agosto al acto en el Palacio Peñarol en el cual el Partido Nacional festejaba sus ciento setenta años de vida. Cuando lo contaba como su anhelo, lo decía con profunda emoción, porque también era una persona muy emotiva.
Williman ya estaba pensando en actividades para la semana siguiente, para dentro de uno o dos meses inclusive, en nuevos proyectos de docencia. Preparaba sus clases en unas fichas que nosotros llegamos a ver.
Por eso, señor Presidente, este es un homenaje a un hombre absolutamente vital, que siempre buscó el diálogo, el acuerdo y los puntos de unión entre los uruguayos. Yo me quiero quedar con eso.
Cuando se anuncia el lunes 7 su deceso, al otro día Emiliano Cotelo, que es quien organiza la tertulia en El Espectador, da la noticia de su fallecimiento, empieza diciendo: "Murió un caballero de otra época". Y tiene razón: era un caballero de otra época que ojalá fuera ejemplo para las épocas que vienen. Estaba obsesionado y yo lo quiero rescatar acá por buscar los puntos de encuentro entre los uruguayos.
Voy a leer la transcripción de parte de una de sus últimas intervenciones en la tertulia, en la que decía: "Yo creo que en este grupo nuestro" hablando del grupo de los viernes, "contribuimos todos a la rehabilitación del país, a que vuelva a ser aquello que he dicho tantas veces de Renán: 'La nación es un conjunto de hombres que tienen muchas cosas en común y muchas cosas que olvidar'. Nosotros no contribuimos a recordar las cosas de las cuales podríamos avergonzarnos sino que contribuimos a recordar las cosas que nos unen, que nos acercan. Contribuimos a eso permanentemente en esta tertulia". Ese era José Claudio Williman.
Ojalá, señor Presidente, que ese estilo, esos valores, esa forma de ser, no sean siempre un ejemplo del otro Uruguay, del de otra época. Ojalá que el ejemplo y la vida de José Claudio sirvan para pensar en mañana y para que siempre el Uruguay tenga gente dispuesta, como él, a escuchar, a aportar y a dar siempre con alegría.
Muchas gracias, José Claudio.
Muchas gracias, Presidente.
(Aplausos en la Sala y en la barra)
SEÑOR PRESIDENTE (Cardozo Ferreira).- Destacamos la presencia en la bandeja de la derecha del señor Senador de la República, don Francisco Gallinal, y del señor Prosecretario del Senado, don Ernesto Lorenzo.
Continuando con la lista de oradores, tiene la palabra el señor Diputado Javier García.
SEÑOR GARCÍA (don Javier).- Señor Presidente: en la vida parlamentaria, todos sabemos que las sesiones que se citan con motivo de homenajear a alguna personalidad, generalmente se nutren de la participación de todos los partidos políticos. Y esto surge, si se quiere, de un código no escrito de esta Casa, que lleva a que, ya sea por razón de cortesía parlamentaria y razones también en buena medida de civilidad política, se reconozca que quien es homenajeado algo aportó a la vida del país, de un partido político o de algún sector y, por lo tanto, algo hizo por la nación. De manera que eso debe ser reconocido por quienes comulgaron con sus ideas y también por aquellos que en la peripecia vital no comulgaron con ellas. Estoy seguro, señor Presidente, de que en este caso no se va a dar esta circunstancia, por la sencilla razón de que, de una forma u otra, José Claudio Williman fue un hombre que tuvo relación con todos los partidos políticos del país y en todos ellos generó afectos. En todos ellos tuvo amigos. Estoy seguro, a pesar de que recién comienza esta sesión, de que en su transcurso todas las colectividades políticas van a hacerse presentes, porque hay una razón que las convoca: la personalidad de quien es homenajeado.
Si algo lo distinguió a José Claudio en el transcurso de su vida fue la capacidad de ser un hombre tolerante, y tiene explicación que eso haya sido así. Porque la propia formación familiar de Williman, la propia constitución familiar de Williman, llevó a que en su casa la tolerancia fuera una forma de construir la familia. Todos lo conocemos por su primer apellido, notorio y distinguido apellido colorado; era nieto de un Presidente colorado. Pero mucho menos lo conocemos por su segundo apellido, que es Ramírez, distinguido apellido blanco.
Proviniendo José Claudio de padre colorado y de madre blanca y si se quiere quizás hizo bastante fuerza la presencia materna, porque por allí transcurrió el mayor tiempo de su vida política, su inicio en la actividad política y militante transcurrió por sectores que no eran ni colorados ni blancos. Se dice que su primer voto fue a Frugoni y lo afirman quienes bien lo conocieron. También así fue en su militancia gremial estudiantil y, como bien señalaba nuestro compañero y amigo, el señor Diputado Delgado, fue Secretario General de la FEUU, en aquella coyuntura particular de la vida del mundo, donde el tercerismo hacía su presencia preponderante y fuerte, sobre todo en los sectores intelectuales y en la Universidad en primer lugar. Allí Williman fue uno de los destacados exponentes de esta corriente, tanto es así que como decía ocupó la Secretaría General de la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay.
Así que su vida transcurrió por cuna colorada y por cuna blanca. Transcurrió también por cuna donde los sectores tradicionales de la izquierda tenían una presencia preponderante e importante. Terminó siendo blanco por decantación. Fue blanco como síntesis de su peripecia vital y lo fue por convicción, como hizo todas las cosas en su vida y no solo las de la actividad política. Abrazó la fe católica por convicción. Fue un hombre que tomó la primera comunión, ingresando a la fe católica, de adulto, quizás recogiendo con mucha anticipación lo que hoy empieza a verse en algunas tendencias teológicas que afirman que la fe tiene explicación; justamente, no es aquello que no se puede explicar, sino que a ella se puede llegar por la razón. Y yo creo que José Claudio fue un exponente en este sentido, bastantes decenios antes de que esto se empezara a cultivar en el pensamiento universal.
Fue muy flexible en los instrumentos, quizás por esto mismo, por esta forma que tenía de abordar el razonamiento, así como también fue muy firme en sus convicciones.
Como bien señalaba el señor Diputado Delgado, de todas sus actividades que las tuvo y muchas la que lo define genéticamente, la que abrazó con pasión las veinticuatro horas, fue la tarea docente. José Claudio se recibió de docente en el año 1948 y se recibió de abogado seis años después. Cuando José Claudio nos dejó, tenía cincuenta y ocho años de docente, cincuenta y ocho años enseñando. Y puedo asegurar porque conviví con él, trabajando a su lado durante cinco años que preparaba sus clases como si cada una fuera la primera que iba a dar en su carrera docente. Tenía unas cartulinas, unas fichas de esas de las que hoy debe de haber pocas en las papelerías, porque el mundo informático lleva a que estas cosas se usen poco con un renglón blanco arriba y con rayas, y utilizaba dos lápices. Inclusive, recuerdo que a su secretaria, la hija de la señora Diputada Payssé, le costaba encontrarlos en el mercado, porque José Claudio no quería una caja de lápices de colores; quería dos lápices: uno rojo y uno azul. Tenía una técnica en esas fichas que archivaba, y solo él entendía la forma como lo hacía, como también solo él podía entenderse su letra: subrayaba los textos en azul en la primera lectura, y en la segunda lectura subrayaba en rojo qué era lo que debía leer antes de ingresar a clase, porque eran los conceptos más relevantes de la materia que tenía que enseñar.
Y cuando digo que era docente a tiempo completo, no lo era solo en el aula, sino en todas las expresiones de su vida y en el trato con sus congéneres, con aquellos que con él estaban, con sus hijos, a quienes adoraba, con los compañeros de trabajo, con sus colegas. Quizás a mí me reveló hasta dónde puede llegar la vocación docente una anécdota que hace pocos días se hacía pública, justamente en un programa que organizó Emiliano Cotelo, en las tertulias de El Espectador, para homenajear a José Claudio. Es un hecho que no tenía que ver directamente con lo que significa la tarea de un docente, pero allí estaba personificado el docente. Yo trabajaba, escritorio con escritorio, junto al de José Claudio en la Facultad de Ciencias Sociales; nos separaba una puerta que siempre estaba abierta. Recuerdo que un día un funcionario administrativo de la Facultad había cometido una falta administrativa grave. Williman me dijo: "Javier, llamame a Fulano y cuando venga dejame solo con él". Yo llamé a ese funcionario y cuando entró al despacho de José Claudio, me retiré. Al rato, en los pasillos de Facultad me encuentro con esta persona que había terminado su reunión con Williman. Yo sabía que la reunión iba a ser complicada para el funcionario, pero me sorprende cuando me empieza a hablar en términos extremadamente elogiosos para con Williman y a ponderarlo. Obviamente, no le hice referencia a qué había pasado en la reunión, porque supuestamente no sabía cuál era su motivo. Entonces, luego de que termino de hablar con él, entro al despacho de Williman y le pregunto: "¿Cómo le fue José Claudio?". Y me responde: "Lo reprendí severamente y lo sancioné. No llegué al extremo del Reglamento, pero lo sancioné". Entonces yo le dije: "Me llama la atención, porque me acabo de encontrar con él, me habló muy bien de usted y ponderó mucho su persona". Y él me dijo: "Mirá, Javier, eso tiene una explicación. Cuando hay un superior que tiene que reprender, señalar un defecto, una falla a alguien de inferior jerarquía, siempre lo debe hacer en privado, porque si lo hace en público, en verdad, su voluntad no es la de corregir, sino la de humillar. Y quien es humillado, tarde o temprano, saca a luz el sentimiento que esto le provoca, que es la venganza; pero quien es corregido en privado, a solas, comprende que lo que se quiso hacer con él es ayudarlo, comprenderlo y educarlo, y de él siempre solo se recibe el agradecimiento".
Por eso hay hombres como José Claudio que logran este tipo de respuestas, aun con diferencias tan abismales de jerarquía como la que había entre esta personalidad del Uruguay y un simple funcionario administrativo de la Facultad; y también logran este tipo de respuestas en este ámbito donde hoy nos encontramos convocados.
Por eso es que José Claudio tuvo amigos en todo el Uruguay; los tuvo en todas las tiendas políticas; los tuvo en todas las religiones; todos lo llamaban para consultarlo, ya sea que perteneciera o no a esa religión. Fue referente de varios credos. Obviamente, tuvo amigos civiles como él, pero también amigos militares. Con algunos mantuvo el diálogo cuando el país vivía los tiempos difíciles, porque sabía que para ayudar muchas veces tenía que hablar con aquellos a quienes él combatía, como hombre de libertad que era.
Por eso su homenaje hoy es también una invitación a lo que él nos convocó, que es al entendimiento entre los uruguayos. Toda su vida tendió puentes. No quiere decir esto que no haya sido firme y leal en sus convicciones. Pero trabajó, luchó y peleó para que nos entendiéramos.
Savater sostiene que en materia ética lo que importa es estar conforme con uno mismo, pero que la actitud política busca llegar al acuerdo con el otro; tratar de convencer al otro o dejar que el otro me convenza. Creo que bien define este concepto la peripecia vital de José Claudio. Por ello es también un homenaje al hombre político. Y como político que también fue déjenme aquí decir unas últimas palabras en homenaje a mi Partido, como político blanco que fue, hoy nos interpela a todos.
Señor Presidente: a su familia, a su sector político Manos a la Obra, Correntada Wilsonista, a nuestros compañeros del Partido y a los uruguayos todos, de toda condición y credo, hago el ofrecimiento y la ofrenda de la memoria de José Claudio.
Muchas gracias.
(Aplausos en la Sala y en la Barra)
SEÑOR PRESIDENTE (Cardozo Ferreira).- Saludamos y damos la bienvenida a los alumnos del Liceo Juan Pablo II que se encuentran en la primera barra, acompañados por los señores profesores Juan Pablo Richieri y Federico Chulli.
Tiene la palabra el señor Diputado Trobo.
SEÑOR TROBO.- Señor Presidente: seguramente, la participación activa de José Claudio Williman en los últimos años en la polémica pública, semanalmente, a través de la radio, hizo conocer a esta personalidad en ámbitos a los que antes no había accedido, en ámbitos más populares. Seguramente, esa es la razón por la cual el fallecimiento de Williman causó en mucha gente alejada de los círculos en los cuales él actuaba desde hacía décadas, un sentimiento de congoja y de dolor, un golpe emotivo. Williman tenía antecedentes en tres planos, en los que nosotros podríamos describir rápidamente su personalidad, sin perjuicio de que ya ha sido trazada por los colegas que hicieron uso de la palabra con mucha claridad y con mucha precisión.
En primer lugar, la condición de hombre público le dio a Williman la posibilidad de expresar sus valores y demostrar sus capacidades, porque como tal no solo ocupó posiciones públicas a veces es una simplificación de la condición ciudadana de algunos individuos que se dedican a las cuestiones de la comunidad, sino que ocupó cargos públicos de mucha relevancia. Lo hizo por la confianza de quienes depositaron en él una responsabilidad, en este caso su Partido, pero también por la confianza depositada en él por quienes no eran de su Partido político y entendían que sus virtudes y capacidades eran merecedoras de la aprobación y el apoyo, cuando se solicitaba una venia a fin de que integrara un órgano colectivo, el CODICEN, en una jerarquía tan importante, la de Vicepresidente, que tuvo el honor de ocupar durante cinco años.
Además, fue un hombre público porque estuvo cerca de las cosas públicas, sin ocupar posiciones, en las instancias en las que siguió actuando en el ámbito universitario; no abandonó "la pública". Allí estuvo con su impresión, con su consejo, con su razonamiento y con su reflexión, contribuyendo a la formación de opinión política en grandes temas públicos, con su Partido y los sectores que él integraba.
También fue un comprometido político. Creo que en este aspecto caben algunas de las experiencias personales que nos vinculan con José Claudio Williman. Como se dijo, era un hombre nacido a la práctica política activa y militante en el ruralismo, un singular movimiento político que existió en nuestro país y que encontró, no solo por necesidad electoral sino por cercanía ideológica, posiciones comunes con el nacionalismo sobre fines de la década del cincuenta.
A partir de allí, el Williman de las convicciones federalistas y nacionalistas encontró la posibilidad de ingresar a militar en el Partido Nacional, en el Herrerismo, en aquel Movimiento 8 de Abril en el que Fernando Oliú, Diego Terra Carve, Héctor Gutiérrez Ruiz, Alberto Zumarán y otros tantos ciudadanos nacionalistas participaban activamente de la regeneración política del Partido, sobre fines de la década del cincuenta y principios de la década del sesenta.
Esas convicciones políticas y ese compromiso político de Williman lo llevaron, además, durante la dictadura, a practicar el magisterio de la historia del Partido Nacional con los jóvenes, que encontraron en él una mano que los orientó en el análisis de los hechos de la historia, hacia la militancia en el Partido. Recuerdo muy vivamente las charlas que recibíamos de José Claudio Williman sobre temas de historia, algunas de las cuales nos ayudaron a iniciar el compromiso con el Partido Nacional.
Entre sus contribuciones, sin duda muchas, al revisionismo histórico y al planteo de los temas desde la óptica nacionalista, quiero destacar un trabajo excepcional, que realizó en el N° 2 de la "Revista Blanca" que codirigía, sobre la historia de las Cartas de Principios del Partido Nacional, un instrumento vivo del derrotero de los principios del Partido Nacional a lo largo de la historia de esta colectividad. Sin duda alguna, así como aquellas charlas en la época de la dictadura contribuían a la formación del espíritu nacionalista en muchos jóvenes, hoy pueden contribuir al mismo fin o, al menos, al conocimiento cabal de la permanencia de los principios nacionalistas en la colectividad donde él militó.
Por último, con relación a su condición de universitario, quiero referirme no ya a esa vinculación que él tuvo con la Universidad de la República desde el ámbito de la docencia, de la dirección y de la responsabilidad, sino a otra faceta interesante del doctor Williman. El interpretó a la Universidad no solamente como la estructura estatal para el desarrollo del conocimiento a nivel terciario, sino que se comprometió fuertemente con el desarrollo de las opciones universitarias privadas, llevándose por delante el dogma que algunos quieren sostener injustificadamente de que la cuestión universitaria se debe encarar exclusivamente desde la esfera pública. Williman fue Presidente del Consejo de Dirección del Instituto Universitario de la Asociación Cristiana de Jóvenes. Tuve la oportunidad de conversar muchísimo con él sobre la preocupación que en ese ámbito había en cuanto a crear una carrera universitaria relativa a la educación física. Y fue, precisamente, el Instituto Universitario de la Asociación Cristiana de Jóvenes el primer instituto, público o privado, que posibilitó que sus estudiantes egresaran con el título de licenciados en ciencias de la educación física y el deporte. Ya veterano de lides universitarias, el doctor Williman dedicó sus mejores esfuerzos a convencer acerca de la necesidad de que en el ámbito privado hubiera un espacio universitario para la capacitación en tales actividades. Esa experiencia, que compartí en ocasión de ser Ministro de Deporte y Juventud, me permitió hacer esfuerzos para que esa idea, esa propuesta pudiera cristalizar en realidad.
Es a través de estas breves notas sobre aspectos de la personalidad del doctor Williman que, en nombre del Herrerismo sector en el cual militó e ingresó a la participación política en el Partido Nacional, nos expresamos e inclinamos respetuosos para rendir homenaje a un gran ciudadano, a un gran blanco.
Muchas gracias.
(Aplausos en la Sala y en la barra)
SEÑOR PRESIDENTE (Cardozo Ferreira).- Tiene la palabra el señor Diputado Sauval.
SEÑOR SAUVAL.- Señor Presidente: en nombre del Partido Independiente nos toca hablar primero entre los que no pertenecíamos al Partido del doctor Williman, y lo hacemos con muchísimo gusto, deseamos expresar nuestra más cálida adhesión a esta sesión en la que se rinde lo que entendemos es un muy sentido homenaje a la figura del doctor José Claudio Williman.
En estos tres meses que han transcurrido desde su fallecimiento, hemos tenido oportunidad de leer muchísimos trabajos con distintos enfoques que se han realizado por parte de sus colegas, correligionarios y amigos. Nosotros no fuimos nada de eso, por razones de edad; podía ser nuestro padre. De todos esos conceptos hay uno que nos encantó: la óptica desde la cual lo visualizó su entrañable compañero de tertulia, el doctor Maggi, cuando le hicieron una sesión de homenaje; él lo encaró como "el festejo de la vida" del doctor José Claudio Williman, un concepto que realmente lo define. Festejar la vida de una persona recientemente desaparecida tiene un profundo significado y, obviamente, un fondo que lo justifica.
Yo conocí ese vozarrón tan característico. Tengo una pequeña anécdota que quisiera comentar porque, de alguna manera, también lo pinta de cuerpo entero; aunque, ni qué hablar, no solo anécdotas lo pueden pintar, sino que puede ser un cúmulo de historias, ¡y vaya si el doctor Williman las ha generado entre todas las personas que conoció!
La anécdota transcurre en los lejanos y difíciles días del año 1973; no recuerdo exactamente, pero fue unos meses antes de la intervención universitaria; estaríamos por agosto o setiembre. En ese momento yo era Consejero estudiantil y estaba en una reunión de trabajo con el Decano de la Facultad, el hoy Ministro Astori, a puertas cerradas. El doctor Williman, a quien yo no conocía, irrumpió muy abruptamente, muy agitado. Naturalmente, treinta y tres años atrás yo era una persona bastante más imberbe, inmadura e imprudente. Él se sentó. Venía a traer alguna de las malas noticias que por aquellos tiempos se acumulaban y que uno, en su juventud, más bien las pasaba por alto o no las quería escuchar. Fue cómica la actitud de Williman: se sentó delante de nosotros, se sacó el zapato y la media, extrajo un papel prolijamente escrito a máquina y leyó un mensaje que francamente no recuerdo de quién era, y no tiene importancia. Lo que sí tiene importancia es que me provocó risa y sinceramente pensé: "¡Qué exagerado es este hombre!". A la salida lo paré y le dije: "Doctor, se le fue la mano. Venir con un papelito dentro de la media me parece mucho". Recuerden que estábamos en agosto de 1973. Él me dio un abrazo y me dijo: "M'hijo, se vienen tiempos muy duros y hay que estar preparados para todo. Y yo te recomiendo que estés preparado". Esto se lo comenté veinticinco años después, una vez que lo encontré a la salida de un restaurante al que iba muy a menudo con Maggi, y nos reímos bastante.
La cuestión es que el doctor Williman fue una persona entrañable, aun para los que no lo conocimos, y esto sí que es difícil de encontrar. No hay tanta gente en el mundo que genere esa entrañabilidad que generaba Williman en los que ni siquiera lo conocían. Naturalmente, yo era de los que disfrutaban de sus tertulias; las disfrutaba mucho. Lo que más valoraba, más allá de sus posiciones, era su actitud; todos los compañeros que me precedieron en el uso de la palabra lo han repetido. Quiero creer que él quisiera ser recordado por ese énfasis y esa actitud fundamental de buscar los puntos de unión como gran meta de su vida. Ni qué hablar que disfruté del último texto que fue publicado recientemente, "Tiempos de tolerancia y tiempos de ira". En lo personal, es un delicioso testimonio, y seguramente va a ser un clásico para los uruguayos del futuro. Es un testimonio de la historia reciente, en el cual los dos viejos queridos, Williman y Di Candia, tejen de una forma muy particular los últimos treinta años tan duros que nos tocó vivir a la mayoría de los que estamos sentados acá; digo la mayoría porque algún joven hay.
Queremos trasmitir nuestra adhesión más plena a este homenaje a un hombre al que, sin conocerlo, lo quisimos mucho, y saludar a su familia y a su colectividad.
Muchas gracias.
(Aplausos en la Sala y en la barra)
SEÑOR PRESIDENTE (Cardozo Ferreira).- Tiene la palabra el señor Diputado Martínez Huelmo.
SEÑOR MARTÍNEZ HUELMO.- Señor Presidente: conocimos al doctor José Claudio Williman en los años de la dictadura militar. Cada vez que pensamos en él cuando nos enteramos por los medios de prensa de su lamentable desaparición física, cuando se nos viene a la mente su presencia y mucho más a raíz de esta sesión lo hacemos a través de su figura de buen profesor, por algo que sucedió en aquellos años tan oscuros que nos tocó vivir. Un grupo de jóvenes y de militantes políticos del nacionalismo que era donde yo militaba en aquellos tiempos le habíamos pedido el desarrollo de determinado tema para que él, con su enorme y profunda versación en infinidad de materias, nos lo aclarara y nos ilustrara; pero resulta que iba promediando la disertación y nadie se atrevía a decirle que ese no era el tema que le habíamos planteado como motivo de la reunión, hasta que alguien lo hizo. Con una sonrisa muy amplia, que le era característica, Williman que en aquellos tiempos siempre iba acompañado de un portafolios tipo acordeón dijo: "No hay problema; el buen profesor siempre puede cambiar en mitad de su clase el asunto en cuestión". Y así fue; sacó otra carpetita "siempre tengo esta carpetita", decía Williman y comenzó a hacer la disertación que había motivado la cita de aquella noche.
Muchas son las vetas de José Claudio Williman; podemos encararlo como el militante político, el profesor, el abogado, el intelectual, el historiador, el economista. Podríamos hablar horas sobre sus publicaciones, sus obras impresas, sus conferencias, algunas de las cuales se han perdido porque no fueron grabadas y otras andan por ahí impresas a mimeógrafo. Habría que decir que todos esos caminos él los recorrió con talento, porque fue un intelectual de primera línea, que actuaba con honestidad intelectual, ya que no era un hombre que abusara de su talento y que, por lo tanto, hiciera trampas en la dialéctica, en su modo de expresar su pensamiento, sus ideas.
Tenía gran contracción al trabajo, porque para alcanzar la versación, a las dotes intelectuales hay que cultivarlas. Además, tenía buen humor y entusiasmo. Pienso que esos son ingredientes sin los cuales en la vida poco podemos hacer. Además, sería irreconocible la fisonomía de José Claudio Williman sin esos ingredientes; sin el humor y sin el entusiasmo, Williman sería muy irreconocible, porque esos eran factores fundamentales en su existencia vital.
Deseo agregar a todo eso, que nos podría llevar más de una sesión que fue una persona comprometida con su tiempo y a la que pocas cosas le fueron ajenas. Sé que esto último que he dicho es un lugar común, pero en el caso de Williman, por el sinfín de temas que ha abordado por propio interés y porque fue llamado, esto es ostensible; nada o poca cosa le fue ajena. Por esa razón quiero rescatar, como una de las épocas más interesantes de su vida, la que desarrolló en el seno de la Iglesia Católica en momentos en que emergían los planteos renovadores del Concilio Vaticano II y de las importantes reuniones eclesiásticas latinoamericanas de los años sesenta del siglo pasado, como fue aquella de Medellín. Esos temas y esas reuniones intentaban dar una respuesta católica a los urgentes problemas sociales de América Latina. Cuando la doctrina de la seguridad nacional, creación totalitaria de los Estados Unidos de América, irrumpe infiltrando a los ejércitos latinoamericanos, derribando las soberanías de los pueblos y la democracia, nada quedó fuera de aquella terrible cosmovisión, que basaba su funcionamiento en una paranoia policíaca de terror, sin escrúpulos ni moral; nada quedó fuera de su ojo vigilante, mucho menos el desarrollo del pensamiento del mundo católico, al que pertenecía Williman. Ese pensamiento católico incidía en nuestra América Latina, y Williman le aportó su larga militancia de talento y vocación. Quiero agregar a todo lo que se ha dicho, que Williman fue un gran y confeso católico.
Sucedió en aquellos tiempos que esa porquería que nos entregaba la llamada "prensa grande" en fascículos semanales y que dieron en titular "Las Fuerzas Armadas al pueblo oriental", tuvo el tupé de ocuparse del Equipo Pastoral de la Arquidiócesis de Montevideo, que organizaba los grupos de reflexión católicos en los años previos a 1973. Obviamente, no pasaron por alto las actividades teológicas y sociales de un grupo calificado de conocidos militantes de la Iglesia, católicos que colaboraban con la Pastoral. Allí estaban, entre muchos, el eximio profesor y doctor Patricio Rodé, que se fue el año pasado; Diego Terra Carve, quien había sido Subsecretario de Relaciones Exteriores de la segunda Administración nacionalista del siglo pasado; el recordado Fernando Oliú, que nos distinguió con su amistad; y, por supuesto, José Claudio Williman. Era un grupo mucho más grande, pero estos son los que yo he detectado que fallecieron.
Exhumo la descalificación que pretendió inferir en aquel tiempo la dictadura por medio de esa publicación antidemocrática y enfermiza a este grupo de compatriotas, entre los que se encontraba el homenajeado, para decir a su apreciada familia y a sus amigos que ese triste período de la historia uruguaya encontró a José Claudio Williman en las antípodas del mal y, por lo tanto, más libre que nunca, afincado, como no podía ser de otra manera, en un puñado de pilares morales que conformaron siempre su rica personalidad principista.
La bancada del Frente Amplio me confirió el enorme honor de ser su portavoz en esta triste circunstancia y lo hemos hecho con afecto y respeto por la entrañable figura de José Claudio Williman.
Hasta aquí, señor Presidente, mis palabras en homenaje a esta egregia figura.
Le voy a conceder una interrupción a la apreciada compañera de bancada, señora Diputada Payssé, a los efectos de que cierre mi intervención.
Muchas gracias.
(Aplausos en la Sala y en la barra)
SEÑOR PRESIDENTE (Cardozo Ferreira).- Puede interrumpir la señora Diputada Payssé.
SEÑORA PAYSSÉ.- Gracias señor Diputado Martínez Huelmo; gracias Señor Presidente.
En realidad, mi intervención no es un homenaje al hombre público al que reconozco sino, más bien, al vecino, al querido vecino de muchos años de la calle Roque Graseras entre Solano Antuña y 21 de Setiembre, a aquel vecino de cuya llegada al barrio todos nos enterábamos porque siempre lo hacía con una carcajada, de aquellas que se escuchaban inclusive con las ventanas cerradas; al vecino que supo vivir en la época de la dictadura en esa cuadra en la que también vivieron Alberto Zumarán, Rafael Michelini, Carlos Baráibar y donde también nos tocó vivir a nosotros y llevar adelante como los vecinos hacíamos en aquella época algunas cuestiones vinculadas a la resistencia a la dictadura.
En esa época todos los vecinos nos juntábamos en la calle con las luces apagadas y hacíamos ruido. En la casa de Williman teníamos un referente, siempre.
Luego, a la salida de la dictadura, algunos frenteamplistas de la zona no tuvimos mejor idea que ponerle el Comité de Base "Trouville" frente a su casa. Y supo ser un excelente vecino del Comité "Trouville" del Frente Amplio, y trabajamos mucho en algunas otras cosas.
No hubiéramos podido entender, en aquella época, el festejo de una Navidad o de un Año Nuevo sin Williman y su familia saliendo a la calle a festejar con los vecinos. Ahí está Alejandro que me asiente con la cabeza porque, realmente, sin él las doce de la noche del 24 o del 31 de diciembre no eran completas. Y como tenía la costumbre de "mandonear" en el buen sentido de la palabra en algunos ámbitos, también organizaba la quema de los fuegos artificiales, los cohetes y demás; por lo tanto, a la voz de José Claudio Williman el barrio acompañaba esos festejos.
Esto forma parte, señor Presidente, de los recuerdos que tenemos los seres humanos que, a pesar de ser seres políticos, también, reitero, somos humanos y convivimos en esas cosas del diario vivir que nos quedan grabadas y que hacen que el recuerdo de Williman como así lo llamaban mis hijos y mis hijas esté y siga presente entre nosotros.
Yo quiero homenajear, también, a Williman padre. Yo lo conocí a Williman y conocí mucho más a los hijos de su segundo matrimonio los que tuvo con Matilde Fynn: José, Alejandro, Ana y Mariana. Mariana era mucho más pequeña que los tres primeros hijos y le daba un trabajo espantoso. José Claudio andaba buscando a Mariana permanentemente y era su obsesión. Muchas veces sonaba el teléfono en mi casa y decía: "Habla Williman. ¿Está Mariana por ahí?", y Mariana estaba, como muchas veces mi hija María Eugenia supo estar en la casa de los Williman, donde se quedaba, no solo una noche como solían hacer las chiquilinas, sino formando parte de esa familia que tomaba vacaciones con una hija pequeña y que llevaba una amiguita de compañía.
Así fue que María Eugenia supo ir al Campamento Artigas, a la estancia de Durazno, a La Floresta y a todos los lugares adonde iban los Williman.
Muchos son los cuentos que traía ella de esas salidas, muchos vinculados a los hermanos de Mariana, que era su amiga. Recuerdo el entusiasmo de Alejandro con los pájaros, por ejemplo. Siempre que venía María Eugenia de una salida con la familia, me contaba: "No sabés lo que me divertí con Williman. Nos hizo unos cuentos tan graciosos que no podíamos parar de reírnos". Eso es tan importante en la vida de los seres humanos como las otras enseñanzas que nos deja ni más ni menos en todas las otras facetas de su vida.
Williman como dijo el señor Diputado Delgado tenía algunas cuestiones que eran sagradas: la siesta era una de ellas. En el vecindario, todos respetábamos las siestas de Williman. En su trabajo en la Facultad también se hacía tiempo para dormir una siesta que era según él decía un componente muy importante para conservarse en buena salud, lo mismo que algunas otras prácticas que él tenía, vinculadas a la gimnasia. Tenía una bicicleta ergométrica en su casa, pero de repente lo veíamos salir con un gran gorro en una bicicleta, dando vueltas por el barrio, a los efectos de hacer ejercicio.
Cuando fue Decano de la Facultad de Ciencias Sociales, Williman quería tener una secretaria, una chiquilina del barrio, como decía él. Como dijeron por aquí, no solo era amante del diálogo con los jóvenes, sino que era un aglutinador de los jóvenes. ¿Cuántas veces salvó la vida a los muchachos del barrio que tenían que dar un examen, preparar una tesis o un escrito? En cualquier momento del día lo hacía y no le importaba, salvo a la hora de la siesta.
Una de mis hijas fue su secretaria y doy fe de que las siestas se respetaban a rajatabla. Doy fe de ello.
Quiero terminar, señor Presidente, caer en lugares comunes a veces desmerece los homenajes, diciendo que en sus últimas épocas de vivir en el barrio, Williman era migrante: iba y venía; tenía su casa frente a la nuestra, en Roque Graseras, pero también tenía su apartamento, adonde iba y venía.
Williman siempre fue un nucleador de su familia y los fines de semana veíamos en el barrio un movimiento particular, porque se aglutinaba su familia, sus hijos, alrededor de esos almuerzos que él se encargaba siempre de jerarquizar.
Finalizo diciendo que el día del velatorio de Williman me encontré con Mariana, a quien hace mucho tiempo no veía, ella estuvo fuera del país, nos apretamos fuertemente y le pregunté cómo andaba la cosa. Me dijo: "No sé cómo anda, pero tengo miedo de ver cómo andará, porque papá era el que juntaba a toda la familia". Lo que decía Mariana en ese momento era cierto. Era un nucleador no solo de familias, sino de gente en todos los ámbitos en los que supo estar.
Por eso hago este homenaje, no en mi calidad de política, sino de persona que lo conoció también en sus facetas políticas.
Quería resaltar esto además de subrayar que era un gran "bolsilludo".
Gracias, señor Presidente.
(Aplausos en la Sala y en la barra)
SEÑOR PRESIDENTE (Cardozo Ferreira).- Tiene la palabra el señor Diputado Washington Abdala.
SEÑOR ABDALA (don Washington).- Señor Presidente: cuando un ciudadano transita de una vida hacia la otra, la Cámara, a solicitud de alguna colectividad, pide una sesión de esta naturaleza y la verdad confesémoslo es que el Parlamento, con esa generosidad democrática que tiene, nunca le ha negado a nadie ese homenaje.
También es cierto que cuando se pide celebrar sesiones extraordinarias para rendir algunos homenajes, muchas veces cuesta encontrar oradores, porque la dimensión de los personajes que se busca recordar no trasciende ciertas fronteras; hay ciudadanos que están dentro del espectro de una colectividad y de otra, de un ámbito académico.
Entonces, la verdad y es algo complicado que le pasa a este Cuerpo es que hay un esfuerzo dialéctico de algunos parlamentarios por querer encumbrar a algunos personajes a quienes se desconoce, ejemplo exactamente contrario a lo que está sucediendo en este momento: estamos haciendo cola para hacer uso de la palabra, porque ¿quién no conoció a José Claudio en la dimensión universitaria, barrial, amistosa, académica, periodística? Tengo la impresión de que solo gente muy distraída en la República puede no tener noticia de quién fue este gran uruguayo.
Me anoté algunas cositas muy características, que cada uno vive desde su propia dimensión. Yo admiraba mucho a Williman porque tenía esa condición tan especial de decir cosas en clave muy principista, pero simultáneamente dejaba la puerta abierta para el entendimiento; eso no siempre se da en este país. Fue un individuo a quien, cuando uno lo escuchaba, estaba convencido de que no improvisaba.
Hizo muy bien Emiliano Cotelo cuando armó esa tertulia con Rosencof, con Tornaría la saco un poco a Tornaría por razones generacionales y con Maggi junto a José Claudio, porque representan a un Uruguay que se nos está yendo lamentablemente, se nos está yendo, y la partida de Williman en parte emblematiza eso. Son señores, son caballeros; yo no sé de cuánta gente uno hoy puede decir: "Fulano es un caballero".
Uno encontraba a Williman en los lugares más normales, porque era un montevideano típico. No sé si a ustedes les ha pasado seguramente a Javier sí y a muchos también: siempre tenía tiempo para conversar, esa cosa que en esta posmodernidad tan alienante es tan rara, porque parece que no hay tiempo para detenerse a conversar cinco o diez minutos con un amigo o con un caballero. Él siempre se hacía cinco minutos para realizar una pequeña catarsis y disfrutar con el otro de esa entrega y de ese juego de intercambios. A mí son de las cosas que más me enriquecen. Además, hablo desde una generación como la mía, que miraba a Williman a partir de su rango académico, de su postura de profesor. Pero, curiosamente, con él pasaba algo. No entiendo muy bien por qué alguien algún día me lo tendrá que explicar uno, respetándolo y admirándolo, generaba una especie de confianza. No era ese académico tan típico de nuestras universidades; uno, que ha deambulado toda la vida ahí adentro, sabe que hay algunos que establecen cierto nivel de distancia. Williman generaba una especie de empatía, muy de sincerase con él.
Me decía un alumno que lo conoció mucho y que estuvo en sus cursos en momentos muy complicados de la vida de la República parecido al relato que hoy hizo Philippe que cuando se estaba votando la ley de caducidad de la pretensión punitiva del Estado, los estudiantes pararon la clase y le dijeron: "Vamos a ver si entendemos esto", y él tuvo la generosidad de explicar, en su dimensión, en su forma de interpretar. Esto me lo contó recién un Secretario de la Mesa; así que lo mando a la guerra con todo cariño, porque me parece un gesto muy lindo que un docente tuviera esa capacidad de ilustrar.
También siento me dirijo al doctor Volonté y a Javier, porque sé lo que lo quisieron y lo que lo extrañan que era un liberal; nadie ha dicho eso hoy. Era un liberal por excelencia. El liberal es el individuo plural, tolerante, abierto, proactivo, con una impronta reflexiva, con capacidad de aceptar el razonamiento del otro y de corregir. ¡Ojo que parte de nuestros problemas en la sociedad uruguaya también es la pérdida de esa matriz liberal! Nos faltan estos señores del liberalismo filosófico que hacían gala, precisamente, de esa defensa.
La señora Diputada Payssé lo describía, pero lo que me parece que "colofonaría" su descripción sería: era un pasional. Es muy lindo vivir la vida con pasión; con pasión por su familia, por su cuadro de fútbol, por su colectividad, por su fe católica, por sus ideas, por la Universidad; es muy lindo y admirable eso. En tiempos en que todo es marketing, posicionamiento y postura, estaba de vuelta, completamente de vuelta de todas esas tonterías. Era un pasional; también eso era rico oírlo en las tertulias, cuando entregaba sus convicciones.
Uno oye esas tertulias a lo largo de la semana: convengamos que por paliza la tertulia de los viernes era la más espectacular; yo diría que a Williman le cabía un papel principalísimo.
En la Administración anterior lo último que haría sería rebajar el debate a un tema lateral no fue casualidad que se haya seleccionado a José Claudio Williman para integrar la Comisión para la Paz. En la Administración anterior se buscó a ciertas personalidades que tuvieran un aura y una condición especial; el nombramiento de Williman estaba cantado, ya que era uno de esos cuatro o cinco uruguayos acerca de los que uno dice: "va a ir con su actitud de nobleza, con su actitud de entrega y va a hacer lo que tiene que hacer: trabajar por las buenas cosas del país". Eso no es fácil; si hoy tenemos que echar mano a cuatro, cinco, seis o siete nombres, muchas veces se hace difícil encontrar a esos ciudadanos que están por encima de las cosas.
Lo que más me fascinó y voy rematando fue la anécdota de Carlitos Maggi en torno a un examen de Facultad, que me voy a permitir leer, porque también habla, será porque uno sigue en la Universidad después de tantos años y entiende esto con una lógica desde adentro de la presión de un profesor ante determinado tipo de circunstancias. Permítaseme que comparta esta anécdota que, repito, leyó Carlitos Maggi y es una delicia. Dice Maggi: "Sí, yo tengo una anécdota de él que no presencié pero sí me contó. Dice que estaba examinando con Antonio Grompone, con el gran Grompone, en Facultad de Derecho. Vino a examinarse una muchacha embarazada. Empezó mal la bolilla, no daba pie con bola. El primer examinador era Williman y ella no acertó con ninguna. Williman decía que no había manera, que le tiraba todos los cabos posibles... Con Grompone fue peor... Llegó el momento en que iban a discutir y Williman dijo que no había que discutir, era un desastre. Grompone le dijo que nunca había bochado a una mujer embarazada. 'Yo quedé impresionado', recordaba Williman. '¿Qué hiciste?', le pregunté...'¿Y qué iba a hacer...? Era a favor de la estudiante... dije: 'entonces, regular con dos votos'...".
Muchas gracias.
(Aplausos en la Sala y en la barra)
SEÑOR PRESIDENTE (Cardozo Ferreira).- Dese cuenta de una moción presentada por los señores Diputados Delgado, Trobo, Machado, Orrico, Pereyra, García y Sauval.
(Se lee:)
"Mocionamos para que la Cámara guarde un minuto de silencio en homenaje al doctor José Claudio Williman y para que la versión taquigráfica de las palabras vertidas en Sala se envíe a sus familiares, al Directorio del Partido Nacional, al Comité Ejecutivo de Correntada Wilsonista, a la Universidad de la República, a la Facultad de Ciencias Sociales, a la ANEP y a CX 14 El Espectador".
——Se va a votar.
(Se vota)
——Cincuenta y ocho por la afirmativa: Afirmativa. UNANIMIDAD.
La Mesa invita a la Sala y a la barra a ponerse de pie y guardar un minuto de silencio.
(Así se procede)
O
O O O O