"Viva la democracia"
Texto completo
de la proclama del acto del 27 de noviembre de 1983, leída
por Alberto Candeau y escrita por Gonzalo Aguirre y Enrique Tarigo.
Vea
la reproducción del manuscrito de Gonzalo Aguirre y los aportes
de Enrique Tarigo
"Ciudadanos:
Los partidos
políticos uruguayos, todos los partidos políticos,
sin exclusión alguna, han convocado hoy al pueblo a celebrar
la fecha tradicional de la elección de sus gobernantes y
a proclamar su decisión irrevocable de volver a ejercer su
derecho al sufragio de aquí a un año, el último
domingo de noviembre de 1984.
Lo hacen al
pie del Obelisco a los constituyentes de 1830, autores del primer
Código Fundamental de la República, en el que los
orientales ratificamos nuestra voluntad de constituirnos en Nación
libre y soberana y consagramos la norma sesquicentenaria que instauró
la noble práctica de renovar a los representantes de la ciudadanía
mediante su voto libérrimo, en un día como el de hoy,
el postrer domingo del mes que ya fenece.
Aquí
hacen resonar vibrante su reclamo de libertad y democracia, tanto
tiempo acallado y sin embargo vivo en la conciencia de la ciudadanía,
que no admite salvedades ni discrepancias, porque el anhelo de libertad
y la vocación democrática constituyen el común
denominador de todos los hombres y mujeres nacidos en esta tierra.
Y el pueblo
ha dicho presente. Lo testimonia esta multitud inmensa, y pacífica,
jubilosa y esperanzada. Ha dicho presente porque este es un pueblo
que conoce sus derechos, sus deberes y sus responsabilidades. Porque
es un pueblo con madurez y cultura cívica. Porque es capaz
de dar al mundo ejemplos únicos y magníficos de altivez,
coraje e Independencia, como el de aquel ya histórico 30
de noviembre de 1980 cuando dijo NO a la imposición de los
detentadores del poder. Prometeo fue grande porque supo decir que
no a los dioses. Y el pueblo uruguayo es grande porque supo decir
que no a los dioses con pie de barro. A quienes, asentados en la
fuerza, pretendieron legitimar la usurpación de nuestros
derechos sagrados en un proyecto de Constitución que desconocía
toda la tradición democrática y republicana de la
patria.
Ese mismo pueblo
que dijo NO tres años ha, dijo luego SI un año atrás,
en otra jornada cívica inolvidable. Sí a los partidos
silenciados durante una década y a los políticos injuriados,
perseguidos, encarcelados y exiliados, que demostraron que, como
al fundador de nuestra nacionalidad, un lance funesto podrá
arrancarles la vida pero no envilecerlos. Ese glorioso 28 de noviembre
de 1982, ustedes queridos compatriotas, les dijeron que sí
porque los reconocen como intérpretes, fieles de su voluntad
y porque no ignoran que ellos saben, al igual que Artigas, que su
"autoridad emana de vosotros y ella cesa por vuestra presencia
soberana" y que su primer deber es poder deciros, un día
ya no lejano, que "vosotros estáis en el pleno goce
de vuestros derechos" y "ved ahí todo el fruto
de mis ansias y desvelos, y ved ahí también todo el
premio de mi afán".
El país
se apresta, cuando se cumplan las condiciones mínimas que
todos los partidos reclaman y que se precisaron en la declaración
conjunta de los partidos tradicionales, del pasado 8 de octubre,
a iniciar nuevas conversaciones con las Fuerzas Armadas, destinadas
a regular el tránsito de la actual situación de facto
al gobierno de Derecho a instalarse el 1º de marzo de 1985.
Los partidos políticos ratifican así su fe en el diálogo
como el mejor método para restaurar las Instituciones democráticas
en la República. Y reiteran, asimismo, que ese diálogo
político estará enmarcado, de su parte y al igual
que en oportunidad anterior, por la defensa irrenunciable de los
principios liberales y democráticos que configuran la esencia
de la Constitución uruguaya desde la de 1830 hasta la de
1967, la cual, además, ninguno de ellos considera necesario
reformar en las actuales circunstancias.
Ciudadanos:
no hemos comparecido hoy aquí en nuestra condición
de militantes de determinada colectividad política, autorizada
o excluida, que no la negamos y que ostentamos con legítimo
orgullo, cada uno según sus honradas convicciones. Hemos
venido en nuestra común calidad de uruguayos y de patriotas,
herederos de un legado de libertad, de paz, de justicia, de respeto
y tolerancia por todas las ideas, de devoción por la legalidad
y de repudio a todas las expresiones de la fuerza y la violencia.
Dirigentes,
afiliados y simpatizantes de todos los partidos políticos,
de los ya rehabilitados y de los que aún no lo han sido pero
que habrán de serlo, desde que no se concibe la democracia
sin el pluralismo político irrestricto, hacemos pública
nuestra convicción de que el límite de nuestras discrepancias
estará dado, de aquí en adelante, por el mantenimiento
de la libertad y la democracia. No existe discrepancia alguna, por
profunda que pueda ser, que autorice a comprometer el destino libre
y democrático de la República.
El gobierno
de facto al que la República fuera sometida hace más
de diez años, se halla hoy agotado y agostado. No responde
a ningún sector de la ciudadanía y constituye un elemento
artificial, incrustado por la fuerza en la vida colectiva. Su aislamiento
en el seno de la sociedad uruguaya es total, como lo es también
su aislamiento internacional ante el conjunto de las naciones democráticas
del mundo.
Por ello hemos
venido a afirmar todos juntos y solemnemente nuestro compromiso
irrenunciable, tras una década de regresión y oscurantismo,
de restituir a la nación su dignidad, al país su prestigio,
a la Constitución su intangibilidad, a los partidos políticos
su papel insustituible, a los gobernantes la respetabilidad que
sólo emana de las urnas, a los gobernados su derecho a elegirlos,
a cada ciudadano su condición de elector y elegible, a cada
hogar su tranquilidad económica y a cada uruguayo su derecho
a ganar el pan con el sudor de su frente.
Restituiremos
así a la Patria al sendero que nunca debió abandonar.
Y volveremos a hacer de ella una tierra de libertad. De libertad
y también de orden. Pero orden emanado del estricto cumplimiento
de la Constitución y la Ley, y no de la fuerza que archiva
la primera y escarnece la segunda. Orden querido por todos y garantido
por gobernantes electos por su pueblo, por los políticos,
que hoy comparecen aquí, rodeados de todos sus compatriotas,
con la frente muy alta y la conciencia tranquila.
Con esta conciencia
tranquila es que exigimos la eliminación inmediata y definitiva
de todas las proscripciones que aún penden sobre los ciudadanos
y partidos, sabedores de que la democracia es incompatible con estas
arbitrarias exclusiones de la vida cívica y de que únicamente
la soberanía popular, manifestada en las urnas, puede disponer
la postergación de quienes se postulan ante ella para el
desempeño de los cargos de gobierno.
La victoria
está próxima y es segura. Victoria que nos dará
una vez más una Justicia única e independiente, cuyos
magistrados no jurarán respeto sino a la Constitución
de la República; una prensa libre, a la que ningún
Torquemada podrá clausurar por decir su verdad; una enseñanza
prestigiosa y una gran Universidad Autónoma; un funcionariado
público inamovible y no más sometido al vejamen de
su clasificación en categorías A, B y C; un movimiento
sindical que actuará con entera libertad en defensa de sus
legítimas aspiraciones de progreso y mejoramiento social;
unas cárceles que sólo albergarán delincuentes
y no dignos ciudadanos víctimas de su integridad moral y
de su altivez cívica; unas Fuerzas Armadas, en fin, dignificadas
por el fiel cumplimiento de su cometido histórico de defender
la soberanía, la Constitución y la integridad del
territorio nacional, reintegradas a sus cuarteles y olvidadas de
misiones tutelares que nadie nunca les pidió y que el gran
pueblo uruguayo jamás necesitó.
Victoria que
nos dará, en suma, una Patria en la que sólo estarán
proscriptas la arbitrariedad y la injusticia, una Patria sin perseguidos
y fundamentalmente sin perseguidores, y en la cual, por consiguiente,
se liberará de inmediato a todos los que fueron privados
de su libertad por causa de sus ideas y se repararán, en
todo cuanto resulte posible, las arbitrariedades cometidas a lo
largo de una década de ejercicio discrecional del Poder.
Victoria que será de todos, de los que aquí tenemos
la inmensa dicha del reencuentro fraterno y de los que no están
presentes, de quienes aún padecen injustamente la amargura
de la prisión o del exilio.
De aquí
a un año protagonizaremos otra jornada cívica que
quedará inscripta, nos atrevemos a vaticinarlo, entre los
grandes fastos patrios.
El último
domingo de noviembre de 1984 un partido y sus candidatos emergerán
triunfantes de las urnas. Pero no habrá derrotados, porque
venciendo la democracia y consagrándose el respeto a la voluntad
popular, la victoria será de todos. Como será de todos
la responsabilidad de sacar adelante al país de la gravísima
crisis en que lo ha sumido esta década de intolerancia, de
soberbia y de ceguera, y de contribuir a la estabilidad del gobierno
que el primero de marzo de 1985 asumirá la ímproba
tarea de conducir la nave del Estado en circunstancias tan adversas
como quizás no las haya conocido el país en toda su
historia.
Ese compromiso
también lo asumen pública y solemnemente todos los
partidos Políticos, porque es imperativo irrenunciable del
patriotismo que el próximo gobierno sea nacional, más
allá de la filiación de los hombres que lo asuman,
nacional en su espíritu, en sus miras y en el consenso que
necesariamente ha de rodearlo, como es nacional toda esta inmensa
conjunción de todos los sectores políticos y sociales,
necesarios protagonistas del rescate del país.
Ciudadanos:
hoy nos hemos congregado al pie de este querido Obelisco a los Constituyentes
de 1830 porque es símbolo de una obra fundadora, realizada
con la más alta idealidad y por encima de todo partidismo.
Y aquí hemos venido porque es con ese espíritu superior
que todos transitaremos por el camino que nos conducirá a
la gran victoria común que, una jornada espléndida
como ésta, celebraremos dentro de un año. Por eso
aquí no hemos venido a corear consignas sectoriales ni a
levantar emblemas partidarios, ni divisas tradicionales o no. Hemos
entonado el himno patrio, levantado la bandera nacional y hecho
flamear sus colores inmortales.
¡COMPATRIOTAS!:
proclamemos bien alto y todos juntos, para que nuestro grito rasgue
el firmamento y resuene de un confín a otro del terruño,
de modo que ningún sordo de esos que no quiere oír
diga que no lo escuchó: ¡VIVA LA PATRIA! ¡VIVA
LA LIBERTAD! ¡VIVA LA REPUBLICA! ¡VIVA LA DEMOCRACIA!"
(Fotos tomadas del Semanario Aquí)
|