18.11.2003



 

 


"Amazonas, el gran infierno verde"

...Quedaron sorprendidos por la visión de una tribu matriarcal...
mujeres con los pechos desnudos que luchaban a la par de los hombres indígenas.
Les dieron el nombre de Amazonas, inspirándose en las mujeres de la mitología griega que se amputaban el pecho derecho para poder utilizar mejor el arco...

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Nuestro destino de hoy es es una región al norte de brasil que ocupa el 42% de su territorio... tan densamente verde, tan oscura y llena de misterios que le ha valido el nombre de Gran Infierno Verde. Pulmón del planeta, tierra donde habita una décima parte de los diez millones de especies de seres vivos. Hoy, emprenderemos un viaje de palabras y sonidos por la selva del Amazonas... de los primeros viajes que realicé para Canal 12 y de los más entrañables. Recuerdo hasta el día de hoy, cómo se disparó mi imaginación cuando me dijeron "Victoria, empacá -poca cosa- que nos vamos al Amazonas". Admito que tal vez, no todo el mundo comparta mi espíritu de aventura, pero si al menos los contagio un poquitito, me doy por satisfecha. Iba a ser un viaje hacia lo desconocido... perdería total contacto con mi país por unos días y seríamos únicamente la selva, los animales, el río, las leyendas y yo.

Más tarde descubrí que además, estaban los mosquitos, los ruidos aterradores por la noche, el calor agobiante, la humedad, la piraña que se me prendería de un dedo, las arañas, etcétera, etcétera. En fin, uno descubre con el tiempo que la realidad de la naturaleza, por más fascinante que parezca, tiene sus bemoles si no pasa por el filtro artístico de la literatura, la pantalla de televisión o de cine. En Mapamundi, la idea es hacerlos viajar a ustedes, trasladarlos en cuerpo y alma al destino, sin filtros ni adornos artísticos... así que prepárense para vivir en su propia piel, las sensaciones que les deparará este viaje por el Gran Infierno Verde.

Les adelanto algunos detalles de nuestro viaje: vamos a aterrizar en la ciudad de Manaus, en plena selva amazónica, dormiremos una noche en un hotel cómodo para luego partir hacia la aventura: una expedición en barco por el legendario río Amazonas, iremos descubriendo algunas de sus historias, sus personajes y nos quedaremos con la intriga sobre algunos de sus misterios porque la verdad es que es una de las regiones -todavía hoy- menos exploradas del mundo.

No recuerdo cuántas horas llevábamos volando... sólo sé que de pronto, el paisaje desde mi ventanilla quedó tapizado de una inmensa alfombra verde... interminable. Sólo interrumpida por las curvas sinuosas de un río... el más grande del mundo. El Nilo es en realidad, el más largo, pero el Amazonas constituye la mayor masa de agua dulce del planeta: su caudal de agua total es de 160 a 200.000 metros cúbicos por segundo! Cinco veces más que el Congo y doce veces más que el Mississipi. Mide unos 6.500 kilómetros de largo y de ancho , en algunos tramos, llega a medir 11 kilómetros....y pasaba justo debajo de mi avioneta.

El resto del cuadro, era sólo vegetación...tupida, cerrada, oscura... ¿quién nos encontraría si nuestra avioneta cayese en ese momento? Bah, esos son pensamientos que ustedes pueden ahorrarse. A mí en cambio, me asaltan muy a menudo cuando voy por el aire... Mientras tanto, me acordé de la Ciudad Perdida de El Dorado... en qué parte se escondería entre toda esa masa de selva, si es que existe. La recuerdan, ¿no? Esa ciudad de riquezas inmensas, escondida en plena jungla donde gobernaba un rey amazónico bautizado por los españoles como El Dorado. Bueno, en realidad, nadie -desde que al hombre blanco le atacó la fiebre por el descubrimiento de oro y civilizaciones indígenas- nadie logró comprobar jamás la existencia de esa ciudad amazónica. Pero los exploradores contaban historias...bueno, los que volvían a Europa y no eran atacados o degustados por las tribus indígenas. El propio Francisco de Orellana que fue el primer europeo en atravesar toda la cuenca del Amazonas en busca de la famosa ciudad perdida de El Dorado -aunque su misión era en realidad la conversión de almas- nunca la encontró. Se dice que a él lo encontraron antes los indígenas y se lo comieron con utensilios de oro y plata. En fin... yo, por las dudas, miraba desde la ventanilla de mi avioneta... pero sólo logré divisar un diminuto aeropuerto, o mejor dicho, pista de aterrizaje. Al fin habíamos llegado.

Último contacto con la civilización

Primer choque con la realidad... ¡Qué calor! ¡Ni bien descendimos de la avioneta fue como si nos hubiese abrazado una ola de vapor! Treinta grados y una humedad que nos quedamos todos como pegoteados al instante. Por un segundo quise pensar que justo se trataba de una corriente de aire caliente islada... eh...no. Siempre fue así. Vayanlo sabiendo. No hay escondite a mano. Me acuerdo que tuve un pensamiento sonso pero no menos importante para una conductora de televisión. ¿Cómo se suponía que me iba a durar el maquillaje de la cara, si ya me estaba derritiendo?... Y el pelo, ¿con esa humedad? Ustedes mujeres, deben entender de lo que estoy hablando. A mí que me disculpen, pero una mujer no puede nunca estar linda, ni siquiera demasiado prolija con esas inclemencias del entorno. Así que opté por ni siquiera intentarlo. Los televidentes sabrían comprender.

Antes de adentrarnos en la selva, hicimos una parada que sería nuestro último contacto con el mundo civilizado: la ciudad de Manaus. Un insólito enclave urbano en medio de la selva, con un puerto estratégico sobre los afluentes del río Amazonas, lo que ha convertido a esta ciudad en el principal centro recolector de los productos de la selva. En tiempos pasados, fue el caucho lo que enriqueció velozmente a la ciudad de Manaus. De aquella época de oro y de gloria artística quedan pocos recuerdos, el magnífico Teatro Amazonas es uno, pero de él hablaremos más tarde. Hoy, Manaus parece más bien un enorme bazar tapizado de artículos electrónicos fundamentalmente, dado que fue declarada zona franca.

A 20 kilómetros del centro de la ciudad, nos esperaba nuestro Hotel, donde pasaríamos la última noche con aire acondicionado. A orillas del Río Negro, uno de los principales afluentes del Amazonas, envuelto por la más espesa selva, se encuentra el Hotel Tropical.

Está prácticamente escondido entre la maleza. Lo primero que descubrimos fue su enorme piscina redonda ocupada solamente por una parejita que supuse estarían de luna de miel. ¿Qué exótico, no? Aunque de luna de miel yo no sé si me iría al Amazonas… En fin. El lujo en ese hotel era total. Todo muy moderno. Pero estábamos tan agotados que sólo pasamos por el salón del restorán, nos fijamos las delicateses del buffet… demasiado tropical… demasiados "bichos" diría la productora Alejandra Borques y nos fuimos derecho a las habitaciones a descansar. A aprovechar la camita, la luz, las comodidades… todo eso a lo que renunciaríamos a la mañana siguiente.

Desde el muelle del Hotel tomaríamos una de las tantas barcas que se internan en la selva con turistas a bordo. Pero son varias también las rutas navegables así que uno nunca se encuentra con nadie. El Amazonas sería sólo para nosotros.

Un día en la selva

Shorts de exploradora, botitas, lentes, binoculares, una mochila con lo básico, cámara de fotos, un block, una lapicera y a bordo. Nuestra barco era -tal como lo habíamos previsto- muy primitivo. De madera, a motor, parte de la cubierta techada, una escalerita por la que se descendía a los camarotes… ¿Los camarotes? De dos por dos, con cuchetas y un bañito con ventana. Los únicos pasajeros a bordo éramos Carlos Trobo, Alejandra Borques, nuestro guía que timoneaba el barco y su asistente. Este último era el que nos preparaba la comida. En cubierta, una mesa de madera con sillitas chuecas y un par de hamacas paraguayas donde dormían nuestro guía y su asistente… a la intemperie. Sobre la mesita, nuestro guía abrió un enorme mapa para explicarnos cuál sería nuestro recorrido por la selva. Obviamente no presté atención, estaba demasiado emocionada como para concentrarme. Era muy temprano en la mañana cuando zarpamos… El paisaje parecían inmóvil, salvo por la estela que iba dejando nuestro barco al alejarse del muelle del Hotel Tropical. Fueron varios días y varias noches a bordo. Pero intentaré resumirles la experiencia contándoles cómo transcurre un día entero en el Amazonas, hasta que se pone el sol.

El ritmo de la selva es lento, silencioso, interrumpido ocasionalmente por bruscos movimientos de la maleza de algún animal curioso que sigue atento nuestro trayecto pero que no quiere dejarse ver, o por algún sonido o chillido difícil de decodificar, incluso para nuestro guía. Es que la selva conserva todavía muchos secretos. Varios sectores de la cuenca amazónica no han sido explorados aún. De las 15.000 especies de criaturas que habitan la selva, miles de aves, peces y cientos de mamíferos aún no han sido clasificados.

Entre las especies sí conocidas -aunque algunas casi extinguidas- se encuentran el jaguar, el pecarí, el mono araña, el armadillo, el caimán y su hermano mayor, el cocodrilo, el delfín de río, la boa constrictor y la anaconda. Entre los pájaros menos tímidos, el tucán…ese que tiene un enorme pico amarillo que utiliza para machacar las semillas con que se alimenta. 1.800 especies de mariposas multicolores y más de 200 especies de mosquitos tamaño helicóptero. No me dejé un solo rincón del cuerpo sin untar con repelente para mosquitos.

La planta acuática más grande del mundo es originaria del Amazonas y tiene un nombre que me honra: la Victoria Regia. Sus enormes hojas redondas pueden llegar a medir hasta 2 metros de ancho. Hay una leyenda que cuenta que una bellísima joven de una tribu indígena, estaba obsesionada con poder tocar la luna. Pero ésta era inalcanzable. Hasta que un día, la joven vio la luna reflejarse en el río y pensó que la luna se estaba bañando así que se arrojó al río para tocarla y se ahogó. A la luna le dio tanta pena, que rescató su vida pero la transformó en una enorme flor acuática donde la luna se pudiese reflejar todas las noches… la Victoria Regia. Hay tantas leyendas en el Amazonas. Cada pedacito de naturaleza viva parece tener su historia propia.

Si queríamos tener algo de comer a la hora de almorzar, había que ir a buscarlo. No a una tienda obviamente… ¿Qué tal una pirañas fritas? Anclamos el barco y continuamos por el curso del río a bordo de una canoa diminuta y bastante inestable a mi juicio. No me hacía ninguna gracia saber que si caíamos al agua, en menos de 5 segundos seríamos devorados por miles de dientes diminutos pero filosos como alfileres. Les voy a ahorrar el espanto de escuchar cuentos dantescos de turistas desaparecidos en el Amazonas. Para qué... Vayamos a lo divertido. Pescábamos con una tanza, anzuelo en el extremo y un pedacito diminuto de carne. Era tirar y sacar. La aguas alrededor de nuestra canoa se enturbecieron...

Saltaban como locas las pirañas a nuestro alrededor, peleando por ese pedacito de carne. Tirar y sacar. Saben como se saca la piraña del anzuelo? Una vez que la sacamos del agua, la piraña sigue prendida del anzuelo, entonces para evitar perder un dedo al desengancharla, primero hay que reventarla a golpes contra el borde de la canoa. Una vez abombada o sea, mansita, se la aprieta con la mano y se le saca el anzuelo. Insólito, ¿no? Volvimos al barco orgullosos de nuestra pesca.

Almuerzo pronto… "piranha fatto in casa". Acompañadas de frutas tropicales y "algo sospechoso" hecho con mandioca. Los nativos del Amazonas hacen una harina de mandioca que forma parte de su alimentación básica. La leyenda de la mujer india que tuvo un bebé blanco explica el nombre de la mandioca. Cuentan que la tal sorpresa se llevó la tribu cuando la mujer dio a luz a un bebé tan blanco. Pero era tan lindo y comprador que enterneció a todos al instante. Lo bautizaron Mandi. Pero cuando Mandi cumplió tres años, murió de una manera misteriosa… Tanto lloró su madre sobre la tumba del niño que un buen día creció de la tierra una raíz extraña. Todos quisieron probarla para honrar al niño…y les encantó. Le llamaron Mandioca.

Es pleno mediodía, el sol golpea sin piedad. Sólo hay una opción: la siesta en la hamaca paraguaya, en cubierta, al resguardo del techo de madera. La selva entera parece dormir la siesta.

Mono canoero

Los monos.... los baboons, van saltando de rama en rama, están por todas partes. Juegan entre ellos...uno piensa que se van a caer o que no van a llegar a la próxima rama... pero son tán ágiles. Y, cada tanto, pegan unos alaridos que parece que los estuvieran matando. Baboon! Baboon! Nos indicaba encantado nuestro guía para que no se nos escapace nada ni nadie del paisaje. Al principio, verlos, fue toda una novelería. Pero después se convirtieron en un elemento más del paisaje. Siempre andaban por ahí, curiosos, a ver qué hacíamos o quiénes éramos nosotros, forasteros en su tierra...

En uno de los paseos en canoa por la tarde, nos topamos en una de las orillas del río con una barcaza abandonada, llena de tierra y telas de araña. Y... ¿quién se asomó desde una de las ventanillas de la barca? Un monito chiquitito... un bebé, tímido y frágil. Pero su curiosidad lo venció y nos quiso espiar. Nos acercamos a la barca en nuestra canoa. ¿Pueden creer que me dejó uparlo como a un bebé? Al principio daba gritos pero a los dos segundos me empezó a analizar, cuidadosamente, cada rincón de mi cara con sus manitos. No me olvido más la sensación de su piel sobre la mía. Sus manitos eran como las de un bebé pero ásperas y arrugadas. Me tiraba del pelo y me agarró fuerte la nariz como queriendo sacármela de la cara. Como jueguete le resulté aburrido y me descartó unos minutos después. Se quedó en la barca y nosotros seguimos nuestro camino.

Familias "flotantes"

Un segundo encuentro fue con seres humanos. Había una choza flotante, en una esquina del río. Unos niños que estaban jugando en la orilla nos divisaron y nos hicieron señas como para que fuésemos hasta allí. La choza era una tienda donde vivía una familia pero que además hacía las veces de almacén. Vendían alimentos enlatados, bebidas y artesanías del Amazonas como máscaras, plumas y piranhas embalsamadas. Bajamos de la canoa para inspeccionar. En eso, miro bien y no lo podía creer...uno de los niños estaba jugando con una víbora dos veces de su tamaño. Me explicaron que era buena porque no tenía veneno. El niño, me acuerdo que me la ofrecía encantado. Entonces, obviamente, acepté y aproveché para hacerme la crack con mis amigos en Uruguay, sacándome LA foto con la serpiente enrollada en mi cuerpo.

A lo largo de la orilla del río, se ven varias de esas casas, donde los caboclos "sobreviven" por decirlo de alguna manera, con lo que obtienen de unas pocas hectáreas de cultivo, de la pesca y de la venta de artesanías y demás curiosidades del Amazonas. ¡Así que imaginen con qué alegría ven llegar los barcos con turistas!

Pero todavía hay tribus indígenas -en las zonas más remotas de la selva- que han sobrevivido durante siglos sin haber tenido contacto jamás con el mundo exterior. Según la Guía Océano a la que he recurrido en busca de algunos datos científicos para mencionarles hoy, la tribu indígena menos civilizada y más grande del continente es de los Yanomamis, compuesta por 18.000 personas. Viven en una región casi desconocida, en las montañas Parima, justo entre Brasil y Venezuela.

Un espacio que reclama ser conservado

Interpress, la Agencia de Noticias del Tercer Mundo, publicó en Internet un artículo que resalta la problemática que viven hoy día ciertos pueblos indígenas del amazonas peruano... "Otrora fueron nuestras tierras ancestrales...ahora los turistas pueden entrar en ellas y nosotros no", se lamenta un portavóz indio. La actual controversia comenzó cuando en julio del año 1998, una oficial local del Ministerio de Agricultura peruano otorgó ilegalmente licencias para la explotación maderera fuera de su distrito, en regiones habitadas por las tribus y que habían sido previamente declaradas zonas "intocables" justamente para proteger a las tribus aisladas. Pero esa es apenas una de las tantas historias y luchas entre los líderes tribales y los gobiernos. Unos piden que se les respete su "hogar", su forma de vida... otros sólo quieren el progreso, un progreso a veces bien entendido, otras mal entendido.

Dado que muchos de los bosques del mundo ya han sido destruidos, es la madera noble del Amazonas que despierta el interés de las compañías madereras extranjeras. Pero ha sido tan impresionante la tala indiscriminada en los últimos 30 años que se habla de que la Selva Amazónica, ese pulmón de la tierra que constituye una tercera parte del oxígeno que respiramos, ha perdido alrededor de un 14% de su superficie.

"Boto", el famoso delfín de agua dulce

El sol se esconde temprano... la selva se empieza a ver a contraluz. Ya es más difícil divisar con claridad las formas del paisaje. Pero sí logramos ver algo que se movía en el agua... que emergía y se sumergía... era un delfín de agua dulce... El famoso delfín rosado del amazonas. Como no podía ser de otra manera, tiene su propia leyenda... Resulta que junio, es el mes en que los nativos celebran los natalicios de sus santos. Es un mes de fiesta, con danzas, fuegos y música. Cuenta la leyenda, que durante esas noches del mes de junio, mientras todos están distraídos bailando, un delfín emerge del río transformado en un apuesto caballero con galera... porque su transformación en humano no es completa: le queda el orificio por donde respira, justo sobre la cabeza y por eso tiene que taparlo con un sombrero. El hombre o el delfín, seduce a la primer chica que se le cruza y la enamora como en un hechizo. Por eso, dicen por ahí, que si algún caballero de sombrero se presenta durante el mes de junio, le piden que se quite el sombrero para asegurarse de que no sea un delfín.

"Botos" le llaman en idioma local a los delfines de agua dulce. Los hay rosados y negros. Y suelen moverse más lento que el delfín de mar. En la cuenca del amazonas, estos delfines han tenido suerte... no fueron nunca perseguidos por el hombre porque los nativos son además, muy supersticiosos. Por alguna razón, a los niños que nacen con espina bífida, los nativos les llaman "botos". Y siempre creyeron que si le hacían daño a los botos entonces sus hijos nacerían con la enfermedad.

A cazar cocodrilos

Esa historia nos estaba contando nuestro guía cuando de pronto, se hizo de noche. ¡Qué oscuridad! Ese paisaje verde al que ya nos habíamos acostumbrado, se había transformado en un mundo nuevo, desconocido, tenebroso, diría yo. Ya no lo reconocíamos... apenas nos reconocíamos entre nosotros. El guía tuvo que traer unas linternas para vernos las caras. No había luna... Chillidos, aullidos...sonidos imposibles de descifrar, salvo por el de las ranas enloquecidas. Fue como una alerta roja para todos nuestros sentidos. Había empezado la noche en el Amazonas. Y ahora éramos nosotros los que estábamos a merced de la naturaleza. Durante el día, creíamos dominarla pero ahora, sin poder ver nada, sin animarnos a tocar nada, la historia era otra. Y como quien propone ir al cine, nuestro guía nos propuso el programa amazónico: ir a cazar cocodrilos. A mí nadie me había informado sobre el tema. Qué programa bárbaro... ¿quién tiene pensado ir? Al final, fuimos todos. Y debo admitir, pasé susto pero fue inolvidable. Linternas, coraje y a la canoa...

Duritos íbamos todos, menos el guía que con total entusiasmo iba iluminando las orillas del río en busca de dos lucesitas rojas: los ojos de los cocodrilos. Era lo único que podíamos divisar en esa oscuridad. Había de esas lucesitas por todos lados! La luz de nuestras linternas los incandilaban por unos instantes y después sus ojos se sumergian en el río... Por Dios.... ¿estarían justo debajo de mi canoa? "No pasa nada, no se preocupe" me decía el guía en portuñol. "Nada más no hagan movimientos bruscos o se puede dar vuelta la canoa". Ah bueno, ¡nada mas que eso! Qué problema... ¡Mamá, venime a buscar! ¿Ustedes me están escuchandoooo? Por un momento, me quise matar... buscaba desesperada el botón que dijese "eject" para desaparecer de ese escenario.

"SSshhhhhhh", chistó el guía. "¡Tengo uno!" Y lo cazó con un lazo cacero, por la trompa. Los coletazos y la fuerza de ese animal, ¡por favor! Ahora... ¡yo no entendía cómo no nos íbamos todos al agua! Una vez que el guía lo levanta del agua entendí porqué... no había cazado un cocodrilo, sino un caimán que en realidad es como un enorme lagarto pero no tiene ni cerca las dimensiones del cocodrilo. El hombre se quiso lucir con una ballena y sacó una mojarrita. Pero bueno... la verdad que en ese momento no estaba demasiado interesada en que a bordo de mi canoa subiese un cocodrilo. Quedé encantada con el caimán. Mediría unos dos metros. El guía dejó que lo tocáramos, que lo observáramos unos segundos y lo devolvió al río. El pobre animal desapareció inmediatamente.

Un teatro y una isla carnavalera

Bueno... suficiente aventura por el día de hoy, ¿verdad? Si después de todo lo que escucharon tienen espíritu como para ir, cosa que yo alentaría, les recomiendo que además de la expedición, le dediquen un rato a la ciudad de Manaus, a caminar sus calles y a visitar el Teatro Amazonas donde se dieron cita en sus épocas de gloria gracias al boom del caucho, las compañías europeas más prestigiosas. Fue inaugurado en 1881 con la ópera La Gioconda.
Claro que después de que apareció el caucho en Asia, (por culpa del botánico británico Henry Wickham que contrabandeó semillas) la economía de la región se fue a pique y con ella, la gloria de Manaus. El Teatro cerró. Pero fue reinaugurado hace poco, en 1996.

Muy cerquita de Manaus, en la isla Parintins, todos los años se celebra un carnaval. Pero un carnaval súper especial. Olvídense del de Río, no tiene nada que ver. Esto es algo mucho más auténtico. Son ritos folklóricos, de un colorido y una energía que emocionan a cualquiera. El carnaval de Parintíns es una de las tradiciones más antiguas y alegres aunque desconocidas de la vida amazónica. Capaz algún día hacemos un programa especial de Mapamundi sobre este carnaval. Vale la pena.

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