"Amazonas,
el gran infierno verde"
...Quedaron
sorprendidos por la visión de una tribu matriarcal...
mujeres con los pechos desnudos que luchaban a la par de los hombres
indígenas.
Les dieron el nombre de Amazonas, inspirándose en las mujeres
de la mitología griega que se amputaban el pecho derecho
para poder utilizar mejor el arco...
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programa
Nuestro destino
de hoy es es una región al norte de brasil que ocupa el 42%
de su territorio... tan densamente verde, tan oscura y llena de
misterios que le ha valido el nombre de Gran Infierno Verde. Pulmón
del planeta, tierra donde habita una décima parte de los
diez millones de especies de seres vivos. Hoy, emprenderemos un
viaje de palabras y sonidos por la selva del Amazonas... de los
primeros viajes que realicé para Canal 12 y de los más
entrañables. Recuerdo hasta el día de hoy, cómo
se disparó mi imaginación cuando me dijeron "Victoria,
empacá -poca cosa- que nos vamos al Amazonas". Admito
que tal vez, no todo el mundo comparta mi espíritu de aventura,
pero si al menos los contagio un poquitito, me doy por satisfecha.
Iba a ser un viaje hacia lo desconocido... perdería total
contacto con mi país por unos días y seríamos
únicamente la selva, los animales, el río, las leyendas
y yo.
Más
tarde descubrí que además, estaban los mosquitos,
los ruidos aterradores por la noche, el calor agobiante, la humedad,
la piraña que se me prendería de un dedo, las arañas,
etcétera, etcétera. En fin, uno descubre con el tiempo
que la realidad de la naturaleza, por más fascinante que
parezca, tiene sus bemoles si no pasa por el filtro artístico
de la literatura, la pantalla de televisión o de cine. En
Mapamundi, la idea es hacerlos viajar a ustedes, trasladarlos en
cuerpo y alma al destino, sin filtros ni adornos artísticos...
así que prepárense para vivir en su propia piel, las
sensaciones que les deparará este viaje por el Gran Infierno
Verde.
Les adelanto
algunos detalles de nuestro viaje: vamos a aterrizar en la ciudad
de Manaus, en plena selva amazónica, dormiremos una noche
en un hotel cómodo para luego partir hacia la aventura: una
expedición en barco por el legendario río Amazonas,
iremos descubriendo algunas de sus historias, sus personajes y nos
quedaremos con la intriga sobre algunos de sus misterios porque
la verdad es que es una de las regiones -todavía hoy- menos
exploradas del mundo.
No recuerdo
cuántas horas llevábamos volando... sólo sé
que de pronto, el paisaje desde mi ventanilla quedó tapizado
de una inmensa alfombra verde... interminable. Sólo interrumpida
por las curvas sinuosas de un río... el más grande
del mundo. El Nilo es en realidad, el más largo, pero el
Amazonas constituye la mayor masa de agua dulce del planeta: su
caudal de agua total es de 160 a 200.000 metros cúbicos por
segundo! Cinco veces más que el Congo y doce veces más
que el Mississipi. Mide unos 6.500 kilómetros de largo y
de ancho , en algunos tramos, llega a medir 11 kilómetros....y
pasaba justo debajo de mi avioneta.
El resto del
cuadro, era sólo vegetación...tupida, cerrada, oscura...
¿quién nos encontraría si nuestra avioneta
cayese en ese momento? Bah, esos son pensamientos que ustedes pueden
ahorrarse. A mí en cambio, me asaltan muy a menudo cuando
voy por el aire... Mientras tanto, me acordé de la Ciudad
Perdida de El Dorado... en qué parte se escondería
entre toda esa masa de selva, si es que existe. La recuerdan, ¿no?
Esa ciudad de riquezas inmensas, escondida en plena jungla donde
gobernaba un rey amazónico bautizado por los españoles
como El Dorado. Bueno, en realidad, nadie -desde que al hombre blanco
le atacó la fiebre por el descubrimiento de oro y civilizaciones
indígenas- nadie logró comprobar jamás la existencia
de esa ciudad amazónica. Pero los exploradores contaban historias...bueno,
los que volvían a Europa y no eran atacados o degustados
por las tribus indígenas. El propio Francisco de Orellana
que fue el primer europeo en atravesar toda la cuenca del Amazonas
en busca de la famosa ciudad perdida de El Dorado -aunque su misión
era en realidad la conversión de almas- nunca la encontró.
Se dice que a él lo encontraron antes los indígenas
y se lo comieron con utensilios de oro y plata. En fin... yo, por
las dudas, miraba desde la ventanilla de mi avioneta... pero sólo
logré divisar un diminuto aeropuerto, o mejor dicho, pista
de aterrizaje. Al fin habíamos llegado.
Último
contacto con la civilización
Primer
choque con la realidad... ¡Qué calor! ¡Ni bien
descendimos de la avioneta fue como si nos hubiese abrazado una
ola de vapor! Treinta grados y una humedad que nos quedamos todos
como pegoteados al instante. Por un segundo quise pensar que justo
se trataba de una corriente de aire caliente islada... eh...no.
Siempre fue así. Vayanlo sabiendo. No hay escondite a mano.
Me acuerdo que tuve un pensamiento sonso pero no menos importante
para una conductora de televisión. ¿Cómo se
suponía que me iba a durar el maquillaje de la cara, si ya
me estaba derritiendo?... Y el pelo, ¿con esa humedad? Ustedes
mujeres, deben entender de lo que estoy hablando. A mí que
me disculpen, pero una mujer no puede nunca estar linda, ni siquiera
demasiado prolija con esas inclemencias del entorno. Así
que opté por ni siquiera intentarlo. Los televidentes sabrían
comprender.
Antes de adentrarnos
en la selva, hicimos una parada que sería nuestro último
contacto con el mundo civilizado: la ciudad de Manaus. Un insólito
enclave urbano en medio de la selva, con un puerto estratégico
sobre los afluentes del río Amazonas, lo que ha convertido
a esta ciudad en el principal centro recolector de los productos
de la selva. En tiempos pasados, fue el caucho lo que enriqueció
velozmente a la ciudad de Manaus. De aquella época de oro
y de gloria artística quedan pocos recuerdos, el magnífico
Teatro Amazonas es uno, pero de él hablaremos más
tarde. Hoy, Manaus parece más bien un enorme bazar tapizado
de artículos electrónicos fundamentalmente, dado que
fue declarada zona franca.
A 20 kilómetros
del centro de la ciudad, nos esperaba nuestro Hotel, donde pasaríamos
la última noche con aire acondicionado. A orillas del Río
Negro, uno de los principales afluentes del Amazonas, envuelto por
la más espesa selva, se encuentra el Hotel Tropical.
Está
prácticamente escondido entre la maleza. Lo primero que descubrimos
fue su enorme piscina redonda ocupada solamente por una parejita
que supuse estarían de luna de miel. ¿Qué exótico,
no? Aunque de luna de miel yo no sé si me iría al
Amazonas
En fin. El lujo en ese hotel era total. Todo muy
moderno. Pero estábamos tan agotados que sólo pasamos
por el salón del restorán, nos fijamos las delicateses
del buffet
demasiado tropical
demasiados "bichos"
diría la productora Alejandra Borques y nos fuimos derecho
a las habitaciones a descansar. A aprovechar la camita, la luz,
las comodidades
todo eso a lo que renunciaríamos a
la mañana siguiente.
Desde el muelle
del Hotel tomaríamos una de las tantas barcas que se internan
en la selva con turistas a bordo. Pero son varias también
las rutas navegables así que uno nunca se encuentra con nadie.
El Amazonas sería sólo para nosotros.
Un día
en la selva
Shorts
de exploradora, botitas, lentes, binoculares, una mochila con lo
básico, cámara de fotos, un block, una lapicera y
a bordo. Nuestra barco era -tal como lo habíamos previsto-
muy primitivo. De madera, a motor, parte de la cubierta techada,
una escalerita por la que se descendía a los camarotes
¿Los camarotes? De dos por dos, con cuchetas y un bañito
con ventana. Los únicos pasajeros a bordo éramos Carlos
Trobo, Alejandra Borques, nuestro guía que timoneaba el barco
y su asistente. Este último era el que nos preparaba la comida.
En cubierta, una mesa de madera con sillitas chuecas y un par de
hamacas paraguayas donde dormían nuestro guía y su
asistente
a la intemperie. Sobre la mesita, nuestro guía
abrió un enorme mapa para explicarnos cuál sería
nuestro recorrido por la selva. Obviamente no presté atención,
estaba demasiado emocionada como para concentrarme. Era muy temprano
en la mañana cuando zarpamos
El paisaje parecían
inmóvil, salvo por la estela que iba dejando nuestro barco
al alejarse del muelle del Hotel Tropical. Fueron varios días
y varias noches a bordo. Pero intentaré resumirles la experiencia
contándoles cómo transcurre un día entero en
el Amazonas, hasta que se pone el sol.
El ritmo de
la selva es lento, silencioso, interrumpido ocasionalmente por bruscos
movimientos de la maleza de algún animal curioso que sigue
atento nuestro trayecto pero que no quiere dejarse ver, o por algún
sonido o chillido difícil de decodificar, incluso para nuestro
guía. Es que la selva conserva todavía muchos secretos.
Varios sectores de la cuenca amazónica no han sido explorados
aún. De las 15.000 especies de criaturas que habitan la selva,
miles de aves, peces y cientos de mamíferos aún no
han sido clasificados.
Entre las especies
sí conocidas -aunque algunas casi extinguidas- se encuentran
el jaguar, el pecarí, el mono araña, el armadillo,
el caimán y su hermano mayor, el cocodrilo, el delfín
de río, la boa constrictor y la anaconda. Entre los pájaros
menos tímidos, el tucán
ese que tiene un enorme
pico amarillo que utiliza para machacar las semillas con que se
alimenta. 1.800 especies de mariposas multicolores y más
de 200 especies de mosquitos tamaño helicóptero. No
me dejé un solo rincón del cuerpo sin untar con repelente
para mosquitos.
La
planta acuática más grande del mundo es originaria
del Amazonas y tiene un nombre que me honra: la Victoria Regia.
Sus enormes hojas redondas pueden llegar a medir hasta 2 metros
de ancho. Hay una leyenda que cuenta que una bellísima joven
de una tribu indígena, estaba obsesionada con poder tocar
la luna. Pero ésta era inalcanzable. Hasta que un día,
la joven vio la luna reflejarse en el río y pensó
que la luna se estaba bañando así que se arrojó
al río para tocarla y se ahogó. A la luna le dio tanta
pena, que rescató su vida pero la transformó en una
enorme flor acuática donde la luna se pudiese reflejar todas
las noches
la Victoria Regia. Hay tantas leyendas en el Amazonas.
Cada pedacito de naturaleza viva parece tener su historia propia.
Si queríamos
tener algo de comer a la hora de almorzar, había que ir a
buscarlo. No a una tienda obviamente
¿Qué tal
una pirañas fritas? Anclamos el barco y continuamos por el
curso del río a bordo de una canoa diminuta y bastante inestable
a mi juicio. No me hacía ninguna gracia saber que si caíamos
al agua, en menos de 5 segundos seríamos devorados por miles
de dientes diminutos pero filosos como alfileres. Les voy a ahorrar
el espanto de escuchar cuentos dantescos de turistas desaparecidos
en el Amazonas. Para qué... Vayamos a lo divertido. Pescábamos
con una tanza, anzuelo en el extremo y un pedacito diminuto de carne.
Era tirar y sacar. La aguas alrededor de nuestra canoa se enturbecieron...
Saltaban como
locas las pirañas a nuestro alrededor, peleando por ese pedacito
de carne. Tirar y sacar. Saben como se saca la piraña del
anzuelo? Una vez que la sacamos del agua, la piraña sigue
prendida del anzuelo, entonces para evitar perder un dedo al desengancharla,
primero hay que reventarla a golpes contra el borde de la canoa.
Una vez abombada o sea, mansita, se la aprieta con la mano y se
le saca el anzuelo. Insólito, ¿no? Volvimos al barco
orgullosos de nuestra pesca.
Almuerzo pronto
"piranha fatto in casa". Acompañadas de frutas
tropicales y "algo sospechoso" hecho con mandioca. Los
nativos del Amazonas hacen una harina de mandioca que forma parte
de su alimentación básica. La leyenda de la mujer
india que tuvo un bebé blanco explica el nombre de la mandioca.
Cuentan que la tal sorpresa se llevó la tribu cuando la mujer
dio a luz a un bebé tan blanco. Pero era tan lindo y comprador
que enterneció a todos al instante. Lo bautizaron Mandi.
Pero cuando Mandi cumplió tres años, murió
de una manera misteriosa
Tanto lloró su madre sobre
la tumba del niño que un buen día creció de
la tierra una raíz extraña. Todos quisieron probarla
para honrar al niño
y les encantó. Le llamaron
Mandioca.
Es pleno mediodía,
el sol golpea sin piedad. Sólo hay una opción: la
siesta en la hamaca paraguaya, en cubierta, al resguardo del techo
de madera. La selva entera parece dormir la siesta.
Mono canoero
Los monos....
los baboons, van saltando de rama en rama, están por todas
partes. Juegan entre ellos...uno piensa que se van a caer o que
no van a llegar a la próxima rama... pero son tán
ágiles. Y, cada tanto, pegan unos alaridos que parece que
los estuvieran matando. Baboon! Baboon! Nos indicaba encantado nuestro
guía para que no se nos escapace nada ni nadie del paisaje.
Al principio, verlos, fue toda una novelería. Pero después
se convirtieron en un elemento más del paisaje. Siempre andaban
por ahí, curiosos, a ver qué hacíamos o quiénes
éramos nosotros, forasteros en su tierra...
En uno de los
paseos en canoa por la tarde, nos topamos en una de las orillas
del río con una barcaza abandonada, llena de tierra y telas
de araña. Y... ¿quién se asomó desde
una de las ventanillas de la barca? Un monito chiquitito... un bebé,
tímido y frágil. Pero su curiosidad lo venció
y nos quiso espiar. Nos acercamos a la barca en nuestra canoa. ¿Pueden
creer que me dejó uparlo como a un bebé? Al principio
daba gritos pero a los dos segundos me empezó a analizar,
cuidadosamente, cada rincón de mi cara con sus manitos. No
me olvido más la sensación de su piel sobre la mía.
Sus manitos eran como las de un bebé pero ásperas
y arrugadas. Me tiraba del pelo y me agarró fuerte la nariz
como queriendo sacármela de la cara. Como jueguete le resulté
aburrido y me descartó unos minutos después. Se quedó
en la barca y nosotros seguimos nuestro camino.
Familias
"flotantes"
Un
segundo encuentro fue con seres humanos. Había una choza
flotante, en una esquina del río. Unos niños que estaban
jugando en la orilla nos divisaron y nos hicieron señas como
para que fuésemos hasta allí. La choza era una tienda
donde vivía una familia pero que además hacía
las veces de almacén. Vendían alimentos enlatados,
bebidas y artesanías del Amazonas como máscaras, plumas
y piranhas embalsamadas. Bajamos de la canoa para inspeccionar.
En eso, miro bien y no lo podía creer...uno de los niños
estaba jugando con una víbora dos veces de su tamaño.
Me explicaron que era buena porque no tenía veneno. El niño,
me acuerdo que me la ofrecía encantado. Entonces, obviamente,
acepté y aproveché para hacerme la crack con mis amigos
en Uruguay, sacándome LA foto con la serpiente enrollada
en mi cuerpo.
A lo largo de
la orilla del río, se ven varias de esas casas, donde los
caboclos "sobreviven" por decirlo de alguna manera, con
lo que obtienen de unas pocas hectáreas de cultivo, de la
pesca y de la venta de artesanías y demás curiosidades
del Amazonas. ¡Así que imaginen con qué alegría
ven llegar los barcos con turistas!
Pero todavía
hay tribus indígenas -en las zonas más remotas de
la selva- que han sobrevivido durante siglos sin haber tenido contacto
jamás con el mundo exterior. Según la Guía
Océano a la que he recurrido en busca de algunos datos científicos
para mencionarles hoy, la tribu indígena menos civilizada
y más grande del continente es de los Yanomamis, compuesta
por 18.000 personas. Viven en una región casi desconocida,
en las montañas Parima, justo entre Brasil y Venezuela.
Un espacio
que reclama ser conservado
Interpress,
la Agencia de Noticias del Tercer Mundo, publicó en Internet
un artículo que resalta la problemática que viven
hoy día ciertos pueblos indígenas del amazonas peruano...
"Otrora fueron nuestras tierras ancestrales...ahora los turistas
pueden entrar en ellas y nosotros no", se lamenta un portavóz
indio. La actual controversia comenzó cuando en julio del
año 1998, una oficial local del Ministerio de Agricultura
peruano otorgó ilegalmente licencias para la explotación
maderera fuera de su distrito, en regiones habitadas por las tribus
y que habían sido previamente declaradas zonas "intocables"
justamente para proteger a las tribus aisladas. Pero esa es apenas
una de las tantas historias y luchas entre los líderes tribales
y los gobiernos. Unos piden que se les respete su "hogar",
su forma de vida... otros sólo quieren el progreso, un progreso
a veces bien entendido, otras mal entendido.
Dado que muchos
de los bosques del mundo ya han sido destruidos, es la madera noble
del Amazonas que despierta el interés de las compañías
madereras extranjeras. Pero ha sido tan impresionante la tala indiscriminada
en los últimos 30 años que se habla de que la Selva
Amazónica, ese pulmón de la tierra que constituye
una tercera parte del oxígeno que respiramos, ha perdido
alrededor de un 14% de su superficie.
"Boto",
el famoso delfín de agua dulce
El
sol se esconde temprano... la selva se empieza a ver a contraluz.
Ya es más difícil divisar con claridad las formas
del paisaje. Pero sí logramos ver algo que se movía
en el agua... que emergía y se sumergía... era un
delfín de agua dulce... El famoso delfín rosado del
amazonas. Como no podía ser de otra manera, tiene su propia
leyenda... Resulta que junio, es el mes en que los nativos celebran
los natalicios de sus santos. Es un mes de fiesta, con danzas, fuegos
y música. Cuenta la leyenda, que durante esas noches del
mes de junio, mientras todos están distraídos bailando,
un delfín emerge del río transformado en un apuesto
caballero con galera... porque su transformación en humano
no es completa: le queda el orificio por donde respira, justo sobre
la cabeza y por eso tiene que taparlo con un sombrero. El hombre
o el delfín, seduce a la primer chica que se le cruza y la
enamora como en un hechizo. Por eso, dicen por ahí, que si
algún caballero de sombrero se presenta durante el mes de
junio, le piden que se quite el sombrero para asegurarse de que
no sea un delfín.
"Botos"
le llaman en idioma local a los delfines de agua dulce. Los hay
rosados y negros. Y suelen moverse más lento que el delfín
de mar. En la cuenca del amazonas, estos delfines han tenido suerte...
no fueron nunca perseguidos por el hombre porque los nativos son
además, muy supersticiosos. Por alguna razón, a los
niños que nacen con espina bífida, los nativos les
llaman "botos". Y siempre creyeron que si le hacían
daño a los botos entonces sus hijos nacerían con la
enfermedad.
A cazar cocodrilos
Esa
historia nos estaba contando nuestro guía cuando de pronto,
se hizo de noche. ¡Qué oscuridad! Ese paisaje verde
al que ya nos habíamos acostumbrado, se había transformado
en un mundo nuevo, desconocido, tenebroso, diría yo. Ya no
lo reconocíamos... apenas nos reconocíamos entre nosotros.
El guía tuvo que traer unas linternas para vernos las caras.
No había luna... Chillidos, aullidos...sonidos imposibles
de descifrar, salvo por el de las ranas enloquecidas. Fue como una
alerta roja para todos nuestros sentidos. Había empezado
la noche en el Amazonas. Y ahora éramos nosotros los que
estábamos a merced de la naturaleza. Durante el día,
creíamos dominarla pero ahora, sin poder ver nada, sin animarnos
a tocar nada, la historia era otra. Y como quien propone ir al cine,
nuestro guía nos propuso el programa amazónico: ir
a cazar cocodrilos. A mí nadie me había informado
sobre el tema. Qué programa bárbaro... ¿quién
tiene pensado ir? Al final, fuimos todos. Y debo admitir, pasé
susto pero fue inolvidable. Linternas, coraje y a la canoa...
Duritos íbamos
todos, menos el guía que con total entusiasmo iba iluminando
las orillas del río en busca de dos lucesitas rojas: los
ojos de los cocodrilos. Era lo único que podíamos
divisar en esa oscuridad. Había de esas lucesitas por todos
lados! La luz de nuestras linternas los incandilaban por unos instantes
y después sus ojos se sumergian en el río... Por Dios....
¿estarían justo debajo de mi canoa? "No pasa
nada, no se preocupe" me decía el guía en portuñol.
"Nada más no hagan movimientos bruscos o se puede dar
vuelta la canoa". Ah bueno, ¡nada mas que eso! Qué
problema... ¡Mamá, venime a buscar! ¿Ustedes
me están escuchandoooo? Por un momento, me quise matar...
buscaba desesperada el botón que dijese "eject"
para desaparecer de ese escenario.
"SSshhhhhhh",
chistó el guía. "¡Tengo uno!" Y lo
cazó con un lazo cacero, por la trompa. Los coletazos y la
fuerza de ese animal, ¡por favor! Ahora... ¡yo no entendía
cómo no nos íbamos todos al agua! Una vez que el guía
lo levanta del agua entendí porqué... no había
cazado un cocodrilo, sino un caimán que en realidad es como
un enorme lagarto pero no tiene ni cerca las dimensiones del cocodrilo.
El hombre se quiso lucir con una ballena y sacó una mojarrita.
Pero bueno... la verdad que en ese momento no estaba demasiado interesada
en que a bordo de mi canoa subiese un cocodrilo. Quedé encantada
con el caimán. Mediría unos dos metros. El guía
dejó que lo tocáramos, que lo observáramos
unos segundos y lo devolvió al río. El pobre animal
desapareció inmediatamente.
Un teatro
y una isla carnavalera
Bueno...
suficiente aventura por el día de hoy, ¿verdad? Si
después de todo lo que escucharon tienen espíritu
como para ir, cosa que yo alentaría, les recomiendo que además
de la expedición, le dediquen un rato a la ciudad de Manaus,
a caminar sus calles y a visitar el Teatro Amazonas donde se dieron
cita en sus épocas de gloria gracias al boom del caucho,
las compañías europeas más prestigiosas. Fue
inaugurado en 1881 con la ópera La Gioconda.
Claro que después de que apareció el caucho en Asia,
(por culpa del botánico británico Henry Wickham que
contrabandeó semillas) la economía de la región
se fue a pique y con ella, la gloria de Manaus. El Teatro cerró.
Pero fue reinaugurado hace poco, en 1996.
Muy
cerquita de Manaus, en la isla Parintins, todos los años
se celebra un carnaval. Pero un carnaval súper especial.
Olvídense del de Río, no tiene nada que ver. Esto
es algo mucho más auténtico. Son ritos folklóricos,
de un colorido y una energía que emocionan a cualquiera.
El carnaval de Parintíns es una de las tradiciones más
antiguas y alegres aunque desconocidas de la vida amazónica.
Capaz algún día hacemos un programa especial de Mapamundi
sobre este carnaval. Vale la pena.
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