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18.05.2003
























CREDITOS Y AGRADECIMIENTOS

Oficina de Turismo de Kenia
Ministerio de Relaciones Exteriores del Uruguay
Canal 12

BIBLIOGRAFÍA
CONSULTADA

Guías Océano

PRODUCCIÓN:
Victoria Rodríguez
Alejandra Borques
Enrique Cotelo

MUSICALIZACIÓN:
Enrique Cotelo

EDICIÓN:
Nano Priliac


 

Un safari por Kenia

"Cuando se pone el sol, y el rugir del león saluda a la oscuridad, comienzan a resonar los ecos del himno de la vida salvaje: cazar o ser cazado. El león sale a cazar, los ojos de las hienas brillan en la oscuridad buscando una preza. Un chita, invisible y agazapado se acerca a su objetivo...pero su olor amenazante lo reconocen las gacellas que se espantan frenéticas. Es el olor a muerte y ellas lo saben. Cazar o ser cazado. Una jirafa respira y percibe en el aire ese olor...se acerca para proteger a su cría, hoy vulnerable, pero destinada a convertirse en un animal demasiado formidable para morir en las garras de un solo predador. Cazar o ser Cazado...
Por la noche africana deambulan los cazadores y las presas... En la oscuridad hay miedo."

Del libro "Animales de Africa", de Thomas Allen.

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"Jambo!", que significa "hola qué tal" en swahili, la lengua nacional de Kenia, país ubicado en la costa este del continente africano. Uno de mis viajes más recientes y sin duda, de los más memorables. Tan reciente que todavía puedo sentir los aromas de la sabana al amanecer, los colores del polvo que levantaban los miles y miles de nius en migración por tierra keniata, los sonidos de la vida salvaje durante la noche... Si cierro los ojos todavía puedo ver a África como en un cuadro viviente. Esa tierra libre y salvaje, sin más reglas que las propias que impone la naturaleza. Todos los recuerdos todavía están frescos en mi memoria y por eso quisiera compartirlos con ustedes en este Mapamundi. Llevarlos a un viaje de palabras y sonidos que nos hará recorrer como en un safari, uno de los países que resume con mayor autenticidad el espíritu de este continente: Kenia. Un espíritu que como todos sabemos, viene sufriendo dolencias... El continente africano atraviesa dificultades y algunas de ellas probablemente se filtren en mis relatos. Pero por sobre todas las cosas, Kenia es el mejor observatorio de la vida salvaje de todo el continente, es "el" destino de quienes alguna vez soñaron con Africa. Y hacia allí vamos.

Será como un verdadero safari. De hecho, la palabra "safari" es de origen swahili. Quiere decir "paseo". Y de ahí que hoy Kenia sea prácticamente sinónimo de la palabra Safari.

Reserva Masai Mara

Estamos en la Reserva Masai Mara, una extensión del Serengueti casi en la frontera con Tanzania. Esta reserva queda a unos 250 kilómetros al oeste de Nairobi, la capital de Kenia. Es un verdadero santuario de la Naturaleza que ocupa 1.800 kilómetros cuadrados protegidos por el gobierno, tapizados de sabana, de acacias, de montes de río. Allí merodean gacelas, cebras, nius, leones, elefantes, jirafas e hipopótamos... Todos en la más absoluta libertad intentando, cada uno a su manera, sobrevivir. Todas las noches son un desafío. Cazar o ser cazado. Nosotros, los humanos, somos meros observadores de ese mundo salvaje. Las entendamos o no, siempre nos maravillamos de las reglas de la naturaleza, de esa lucha por la supervivencia que que desconoce la crueldad... Es decir, la leona, por ejemplo, lo que tiene es el sentido de alimentarse y alimentar a sus crías. No caza ni mata por crueldad. Tampoco conoce la misericordia. El alma del predador, es en realidad, inocente aunque siempre habrá una víctima: la presa. Una cebra, por ejemplo, que no logra sortear las garras de la leona. Pero las otras cebras de la manada, continuarán con vida. La pregunta es hasta cuándo. La respuesta que da Thomas Allen en su libro Animales de Africa, es que tanto el cazador como la presa, están atrapados en el ciclo de la vida y la muerte. Incluso cuando un animal muere en las garras de otro, los demás de la manada observan la escena a la distancia... con calma, como si hubiesen heredado de sus ancestros, un sentido especial de que la muerte es tan inevitable como la vida.

Espiando elefantes....

Recuerdo un momento en que éramos un grupo de cinco turistas, de safari por la noche africana en esta Reserva de Masai Mara. Había unos soplidos de fondo que, después vimos, eran elefantes. Sí. Una manada de 14 elefantes que se acercaron hasta un arroyo a beber agua. Una imagen imborrable. Entre las patas de los más grandes, había un chiquitín. Un elefantito que era una ternura... Y sí, se hizo pipí... la que hizo los comentarios del caso fue justo nuestra productora, Alejandra Borques. Aunque a todos los que estábamos presentes nos dio mucha gracia. El elefantito parecía una manguera. Observábamos la escena desde nuestra camioneta con techo corredizo. Sacamos fotos, obvio. Primer tip: siempre la máquina de fotos lista cuando se sale de safari y rollos extra porque uno nunca sabe, detrás de cada árbol, qué momento de la vida salvaje podemos llegar a capturar.

Y ya que nos topamos primero con elefantes, aprendamos algo de ellos. Al fin y al cabo, son como el símbolo del Africa salvaje. El elefante africano es además la criatura más grande de la tierra. En la lengua de los "kikuyu", la tribu más numerosa de Kenia, elefante se dice "Njogu". Nosotros justo los pescamos bebiendo agua. Después aprendí que un elefante puede llegar a beber 120 litros de agua en un día. Ver 14 elefantes juntos, no es cosa de todos los días, tuvimos suerte. Aunque las manadas de elefantes pueden llegar a 70 integrantes. Los clanes están liderados por hembras. Son matriarcados. Y la matriarca gobernará hasta su muerte y la sucede su hija mayor.

Son muchas las historias que se comentan sobre la capacidad extraordinaria de los elefantes para percibir lo que no pueden ver. Algo que comprobaron dos biólogos, Katherine Payne y William Langbauer, es que los elefantes se comunican por infrasonido, a través de kilómetros y kilómetros de distancia. Así se pueden seguir el rastro entre ellos, pasarse información... alertas para protegerse.... Sonidos de alerta de la presencia humana, por ejemplo. No somos bienvenidos. Cómo podríamos serlo con el trágico destino que el hombre impuso sobre estas bestias cazando indiscriminadamente, tras la fiebre incontrolable por el marfil que redujo sangrientamente a las poblaciones de elefantes de Africa. Igualmente, desde los noventa, la prohibición internacional del tráfico de marfil disminuyó bastante la caza. Y al menos en Kenia, las poblaciones de elefantes están bien protegidas en las reservas nacionales. De todas formas, ellos huelen olor a hombre y ya por instinto nada más, como si el destino de sus antepasados estuviese marcado a fuego, ya por un temor sabio, heredado, si alguna trompa de elefante aspira en el aire el olor a hombre, dará una señal a su manada y se irán. Sin apuros, pero preferirán esquivarnos.

Segundo punto importante en un safari: los animales deambulan por las reservas en absoluta libertad. No se les puede pedir que se queden un ratito más o que salgan de la sombra del monte. Hay que tener mucha paciencia. "Pole", como se dice en swahili.

Shshshsh... ¡hipopótamos!

Los hipopótamos... de lejos tan simpáticos. Cuando abren esa bocacha enorme, toda rosada y con apenas unos dientes. Descansan uno sobre el otro en el río Mara. Sin embargo, ¡son tan agresivos! Para los investigadores es muy difícil poder determinar patrones de conducta de este mamífero. Si bien son vegetarianos... muchos humanos han sido atacados por ellos. Si están debajo del agua, uno no los ve venir hasta que de pronto, asoman sus orejitas y un par de ojitos curiosos. Las dos toneladas de animal todavía están sumergidas bajo el agua. Si justo pasa por ahí a nado o en barca algún intruso, no podrá hacer el cuento. Pero la lucha por proteger el territorio -que incluye agua, orilla y tierra firme- es entre ellos mismos. Los machos defenderán su espacio hasta morir desangrados. Yo no los vi, pero dicen que los duelos entre hipopótamos son impresionantes. De hecho, los vi muy tranquilos, en la orilla del río. Todo ese peso de sus cuerpos, flotaba con gracia... apenas rozan sus patitas con el fondo del río. Cuando uno se sumergía, el agua quedaba inmóvil y todos teníamos la vista fija a ver por dónde volvía a aparecer, resoplando, salpicando agua hacia arriba por las fosas nasales.

Los Chuka Dancers

Se trata de una tribu, que vive detrás del Monte Kenia que se ha caracterizado a través de las generaciones, por ser sus danzas y canciones. Cantaron para nosotros una noche. Apenas si podíamos divisarlos en la oscuridad. Tienen la piel cazi azulada, los ojos y los dientes resaltaban como blanco fosforescente. Pero vestían plumas blancas en la cintura y en los tobillos así que podíamos seguir bien sus movimientos. Le cantaban a sus dioses... al sol, a la lluvia. Esa noche en realidad, cumplían con un ritual: dar la bienvenida a los turistas que se alojan en el Safari Club del Monte Kenia.

Safari Club del Monte Kenia

¿Escucharon hablar de este lugar alguna vez? Tan legendario como sus fundadores: la estrella de Hollywood William Holden, el excéntrico Ray Ryan y un suizo millonario, Carl Hirschmann. Estos visionarios, descubrieron un día una pequeña propiedad, una chacrita, entre los bosques de la montaña, que pertenecía a una pareja joven y feliz, que vivía allí, en el medio de la nada. La compraron y la convirtieron con el tiempo en el más lujoso hotel del tipo safari que existe en el país. Fundaron el Safari Club en el año 1959.

Durante los primeros años, sólo podían venir los miembros fundadores. Más tarde se abrió al público en general. ¿Quiénes eran estos miembros? Y bueno, imagínense que el lugar se convirtió en la meca del jet set internacional. Entre ellos, Sir Winston Churchill, el Duque de Manchester, Onassis, Lyndon Johnson, Neil Amstrong, Ava Gardner, Frank Sinatra, Bing Crosby, bla, bla, bla... A la puerta del Safari Club del Monte Kenia, comenzaban a llegar los Rolls Royce. En fin. Para el jet set era como vivir la película de Africa. Bueno, en eso no diferimos demasiado porque para nosotros también era como estar en un set de alguna película, como Africa Mía...

Al atardecer, disfrutábamos de la gloriosa vista de la savana desde las terrazas del hotel... Algún refresco en mano y simplemente contemplábamos ese horizonte que se iba poniendo naranja, recortado por las acacias y por figuras que a contra luz se desplazaban lentas, casi como suspendidas en el aire y hasta casi más altas que los propios árboles... Eran jirafas. Parecería que ellas mismas son concientes de su glamour porque miran a uno como con aires de superioridad. Una arrogancia bien merecida, diría yo.

Haciendo ruta...

Llevamos horas transitando una ruta que nos llevaría hasta una de las postales de Kenia más conocidas en el mundo: el Lago Nakuru. Pero algo nos detuvo a medio camino... un cuadro desolador... gradualmente, el paisaje verde que veníamos atravesando se fue secando, cambiando de color, hasta que quedamos rodeados de una tierra reseca, agrietada, sin vida...parecía un desierto... Y ese cuadro se extendía hasta donde nos alcanzaba la vista. El viento soplaba llenándonos los ojos de polvo. Tuvimos que cerrar las ventanillas del auto. A un costado de la ruta, en medio de toda esa nada, un búfalo perdido y moribundo daba sus últimos pasos, en círculo, buscando alguna hierba escondida entre las grietas de la tierra seca. Estaba muy flaco...la piel parecía colgarle de los huesos. Un grupo de cinco buitres macabros rondaba la escena... esperaba apoyados sobre un tronco reseco, a poca distancia del búfalo, su hora final. Esos bichos anuncian la muerte. Sabían que muy pronto, el búfalo se iba a morir de hambre y para ellos, la hora del banquete. Odio a los buitres. Aves de carroña. Bichos ventajeros, como las hienas. Estas al menos, cuando están en grupo, muestran alguna valentía y atacan a su presa. También prefieren esperar a que todo esté servido y garronear. No me olvido más de ese cuadro... era como un lugar alejado de la mano de Dios. No quisimos esperar a ver a los huitres almorzar, así que retomamos la marcha. Ya más concientes y más sensibles frente a una problemática que Kenia viene afrontando desde hace tiempo: la sequía. Las tribus nómadas de Kenia, que viven de su ganado, caminan kilómetros y kilómetros en busca de tierras verdes para que sus vacas y cabras puedan pastar. El hambre también muestra su cara en la mágica Kenia. Y hay que saberlo.

Lago Nakuru

Hemos llegado al destino anunciado: la Reserva Nacional del Lago Nakuru. Un área de 200 kilómetros cuadrados que fue la primera región de Kenia en ser declarada Reserva Nacional. Hoy la pueblan cebras, impalas, leones, leopardos, búfalos, hipopótamos y rinocerontes. Pero sus habitantes más famosos son aves: los flamencos. Los ubican? Esas aves enormes, rosadas, de cuello y patas largas... ¿Se acuerdan que aparecían en la presentación de la serie Vicio en Miamai con Don Johnson? Bueno, esas. ¡Qué elegantes que son! ¿Cuántos habría bebiendo del agua alkalina de la orilla del lago Nakuru cuando llegamos? Imposible dar una cifra. Para que se hagan una idea, los kilómetros y kilómetros de orilla del lago Nakuru, se habían teñido de rosado. Y sí. Las cifras oficiales hablan de 4.000.000 de flamencos. Yo creo que por ahí andaría el número ese día. ¡Un espectáculo alucinante! De hecho se le conoce como el mayor espectáculo ornitológico del mundo. Es una obligación si van a Kenia, llegar hasta el Lago.

Kenia y su tribu más famosa

No hablamos todavía de las dimensiones de Kenia (mapa). 582.000 kilómetros cuadrados. ¡Una población que alcanza los 28 millones! Hasta hace poco, Kenia poseía el índice de crecimiento de la población más alto del mundo. Felizmente, ese ritmo se detuvo. Hoy más que nunca, lo que preocupa es la eventual desaparición de ciertas tribus africanas principalmente por el Sida, un mal que está arrasando con poblaciones que todavía viven como lo hacían sus ancestros: en poligamia, con ninguna o mínimas herramientas de higiene y con poco acceso a centros hospitalarios si es que sus tradiciones les permiten asistir a uno y no quedar librados a manos del brujo o sanador de la tribu. Por un lado, suena maravilloso que haya grupos étnicos tan arraigados a sus costumbres, que no hayan vendido sus ideales a la occidentalización. Por otro lado, es aterrador imaginar su futuro. Y así están por ejemplo, los Maasai, probablemente la tribu del africa negra más conocida en el mundo. Esos hombres altos y elegantes, que se estiran sus cuellos con collares y se perforan los lóbulos de las orejas. Son sin duda una atracción turística en Kenia. Y como ellos lo saben, cobran 20 dólares por cada foto que les quieran sacar. ¡Pobre de ustedes si se hacen los vivos! Hay que pagarles. Además, conversando con una maasai, averiguamos que ese dinero lo destinan para mandar a sus hijos a la escuela más cercana. Uno se preguntan qué hacen esos niños educados cuando vuelven a vivir a sus chozas de estiércol en las villas massai. Algunos, los menos, tienen una oportunidad. Y dicen que los maasai, cuando reciben educación, pueden ser brillantes. Y de hecho, el vicepresidente de Kenia hoy es un maasai.

Trueques con los nativos

Me iba sin hacerles el cuento divertido del final. Ubiquémonos en una tienda de artesanía. Regateando como de costumbre porque así lo pide la costumbre en África. Es una falta de respeto aceptar de entrada el precio que nos da el vendedor. Es más, se aburren si no peleamos la cifra. Ahora, la verdad que se me estaba agotando la técnica porque hay que partir de la base que cualquier artesanía en Kenia, de tamaño superior a un llavero, no baja de los 50 dólares. Y una buena, digamos una máscara importante, de esas que uno puede llegar a creerse que es "antique, original", como dicen los vendedores, ya puede costar 400 dólares. Entonces, claro, qué viveza. Para traerla a casa y sentir que hice un buen negocio y pueda despertar la envidia de quienes no la tienen en Uruguay, me tengo que pasar horas negociando y nunca voy a llegar al precio "baratija" que al uruguayo le encanta comprar. Pero resulta que hay solución porque en Kenia vale el trueque. Por ejemplo, como no llegábamos a un acuerdo con una masaai que me quería vender una muñeca de la fertilidad a cientos de dólares, le terminé pagando una cifra razonable en dólares más mi encendedor, un broche de pelo que tenía, y un par de lapiceras. No les voy a negar que al principio yo también me sorprendí. La mujer me decía: "de acuerdo, pagame los dólares que tu decís y dame algo". ¿Cómo algo?, le pregunté yo. "Tu ...debés tener algo que a mí me pueda servir...algo que canjear" me contestó y me examinó de arriba abajo. Obvio, al principio me pidió mis zapatos (unas botitas casi destruidas de tanto caminar pero bueno, eran zapatos cerrados al fin). Les aseguro que por un momento lo pensé. Realmente me gustaba la muñeca pero después me imaginé descalza el resto de mi safari por Kenia y volví a mis cabales. Y al final arreglamos con el encendedor, mi broche y dos lapiceras. ¿Qué tal? Piensen que los objetos menos trascendentes para nosotros son verdaderas curiosidades para ellos! Así que vayan bien equipados con elementos para canjear. ¡Qué bárbaro! Volvemos al trueque y jakuna matata como se dice en swahili: ¡ningún problema!

Un adiós en swahili: cuaheti. Chau, chau.

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