Un safari por Kenia
"Cuando se pone el sol, y el rugir del león
saluda a la oscuridad, comienzan a resonar los ecos del himno de
la vida salvaje: cazar o ser cazado. El león sale a cazar,
los ojos de las hienas brillan en la oscuridad buscando una preza.
Un chita, invisible y agazapado se acerca a su objetivo...pero su
olor amenazante lo reconocen las gacellas que se espantan frenéticas.
Es el olor a muerte y ellas lo saben. Cazar o ser cazado. Una jirafa
respira y percibe en el aire ese olor...se acerca para proteger
a su cría, hoy vulnerable, pero destinada a convertirse en
un animal demasiado formidable para morir en las garras de un solo
predador. Cazar o ser Cazado...
Por la noche africana deambulan los cazadores y las presas... En
la oscuridad hay miedo."
Del libro "Animales de Africa", de Thomas
Allen.
Escuche el programa
"Jambo!",
que significa "hola qué tal" en swahili, la lengua
nacional de Kenia, país ubicado en la costa este del continente
africano. Uno de mis viajes más recientes y sin duda, de
los más memorables. Tan reciente que todavía puedo
sentir los aromas de la sabana al amanecer, los colores del polvo
que levantaban los miles y miles de nius en migración por
tierra keniata, los sonidos de la vida salvaje durante la noche...
Si cierro los ojos todavía puedo ver a África como
en un cuadro viviente. Esa tierra libre y salvaje, sin más
reglas que las propias que impone la naturaleza. Todos los recuerdos
todavía están frescos en mi memoria y por eso quisiera
compartirlos con ustedes en este Mapamundi. Llevarlos a un viaje
de palabras y sonidos que nos hará recorrer como en un safari,
uno de los países que resume con mayor autenticidad el espíritu
de este continente: Kenia. Un espíritu que como todos sabemos,
viene sufriendo dolencias... El continente africano atraviesa dificultades
y algunas de ellas probablemente se filtren en mis relatos. Pero
por sobre todas las cosas, Kenia es el mejor observatorio de la
vida salvaje de todo el continente, es "el" destino de
quienes alguna vez soñaron con Africa. Y hacia allí
vamos.
Será
como un verdadero safari. De hecho, la palabra "safari"
es de origen swahili. Quiere decir "paseo". Y de ahí
que hoy Kenia sea prácticamente sinónimo de la palabra
Safari.
Reserva Masai Mara
Estamos en la Reserva
Masai Mara, una extensión del Serengueti casi en la frontera
con Tanzania. Esta reserva queda a unos 250 kilómetros al
oeste de Nairobi, la capital de Kenia. Es un verdadero santuario
de la Naturaleza que ocupa 1.800 kilómetros cuadrados protegidos
por el gobierno, tapizados de sabana, de acacias, de montes de río.
Allí merodean gacelas, cebras, nius, leones, elefantes, jirafas
e hipopótamos... Todos en la más absoluta libertad
intentando, cada uno a su manera, sobrevivir. Todas las noches son
un desafío. Cazar o ser cazado. Nosotros, los humanos, somos
meros observadores de ese mundo salvaje. Las entendamos o no, siempre
nos maravillamos de las reglas de la naturaleza, de esa lucha por
la supervivencia que que desconoce la crueldad... Es decir, la leona,
por ejemplo, lo que tiene es el sentido de alimentarse y alimentar
a sus crías. No caza ni mata por crueldad. Tampoco conoce
la misericordia. El alma del predador, es en realidad, inocente
aunque siempre habrá una víctima: la presa. Una cebra,
por ejemplo, que no logra sortear las garras de la leona. Pero las
otras cebras de la manada, continuarán con vida. La pregunta
es hasta cuándo. La respuesta que da Thomas Allen en su libro
Animales de Africa, es que tanto el cazador como la presa, están
atrapados en el ciclo de la vida y la muerte. Incluso cuando un
animal muere en las garras de otro, los demás de la manada
observan la escena a la distancia... con calma, como si hubiesen
heredado de sus ancestros, un sentido especial de que la muerte
es tan inevitable como la vida.
Espiando elefantes....
Recuerdo
un momento en que éramos un grupo de cinco turistas, de safari
por la noche africana en esta Reserva de Masai Mara. Había
unos soplidos de fondo que, después vimos, eran elefantes.
Sí. Una manada de 14 elefantes que se acercaron hasta un
arroyo a beber agua. Una imagen imborrable. Entre las patas de los
más grandes, había un chiquitín. Un elefantito
que era una ternura... Y sí, se hizo pipí... la que
hizo los comentarios del caso fue justo nuestra productora, Alejandra
Borques. Aunque a todos los que estábamos presentes nos dio
mucha gracia. El elefantito parecía una manguera. Observábamos
la escena desde nuestra camioneta con techo corredizo. Sacamos fotos,
obvio. Primer tip: siempre la máquina de fotos lista cuando
se sale de safari y rollos extra porque uno nunca sabe, detrás
de cada árbol, qué momento de la vida salvaje podemos
llegar a capturar.
Y ya que nos topamos primero con elefantes, aprendamos algo de
ellos. Al fin y al cabo, son como el símbolo del Africa salvaje.
El elefante africano es además la criatura más grande
de la tierra. En la lengua de los "kikuyu", la tribu más
numerosa de Kenia, elefante se dice "Njogu". Nosotros
justo los pescamos bebiendo agua. Después aprendí
que un elefante puede llegar a beber 120 litros de agua en un día.
Ver 14 elefantes juntos, no es cosa de todos los días, tuvimos
suerte. Aunque las manadas de elefantes pueden llegar a 70 integrantes.
Los clanes están liderados por hembras. Son matriarcados.
Y la matriarca gobernará hasta su muerte y la sucede su hija
mayor.
Son
muchas las historias que se comentan sobre la capacidad extraordinaria
de los elefantes para percibir lo que no pueden ver. Algo que comprobaron
dos biólogos, Katherine Payne y William Langbauer, es que
los elefantes se comunican por infrasonido, a través de kilómetros
y kilómetros de distancia. Así se pueden seguir el
rastro entre ellos, pasarse información... alertas para protegerse....
Sonidos de alerta de la presencia humana, por ejemplo. No somos
bienvenidos. Cómo podríamos serlo con el trágico
destino que el hombre impuso sobre estas bestias cazando indiscriminadamente,
tras la fiebre incontrolable por el marfil que redujo sangrientamente
a las poblaciones de elefantes de Africa. Igualmente, desde los
noventa, la prohibición internacional del tráfico
de marfil disminuyó bastante la caza. Y al menos en Kenia,
las poblaciones de elefantes están bien protegidas en las
reservas nacionales. De todas formas, ellos huelen olor a hombre
y ya por instinto nada más, como si el destino de sus antepasados
estuviese marcado a fuego, ya por un temor sabio, heredado, si alguna
trompa de elefante aspira en el aire el olor a hombre, dará
una señal a su manada y se irán. Sin apuros, pero
preferirán esquivarnos.
Segundo punto importante en un safari: los animales deambulan por
las reservas en absoluta libertad. No se les puede pedir que se
queden un ratito más o que salgan de la sombra del monte.
Hay que tener mucha paciencia. "Pole", como se dice en
swahili.
Shshshsh... ¡hipopótamos!
Los hipopótamos... de lejos tan simpáticos. Cuando
abren esa bocacha enorme, toda rosada y con apenas unos dientes.
Descansan uno sobre el otro en el río Mara. Sin embargo,
¡son tan agresivos! Para los investigadores es muy difícil
poder determinar patrones de conducta de este mamífero. Si
bien son vegetarianos... muchos humanos han sido atacados por ellos.
Si están debajo del agua, uno no los ve venir hasta que de
pronto, asoman sus orejitas y un par de ojitos curiosos. Las dos
toneladas de animal todavía están sumergidas bajo
el agua. Si justo pasa por ahí a nado o en barca algún
intruso, no podrá hacer el cuento. Pero la lucha por proteger
el territorio -que incluye agua, orilla y tierra firme- es entre
ellos mismos. Los machos defenderán su espacio hasta morir
desangrados. Yo no los vi, pero dicen que los duelos entre hipopótamos
son impresionantes. De hecho, los vi muy tranquilos, en la orilla
del río. Todo ese peso de sus cuerpos, flotaba con gracia...
apenas rozan sus patitas con el fondo del río. Cuando uno
se sumergía, el agua quedaba inmóvil y todos teníamos
la vista fija a ver por dónde volvía a aparecer, resoplando,
salpicando agua hacia arriba por las fosas nasales.
Los Chuka Dancers
Se trata de una tribu, que vive detrás del Monte Kenia que
se ha caracterizado a través de las generaciones, por ser
sus danzas y canciones. Cantaron para nosotros una noche. Apenas
si podíamos divisarlos en la oscuridad. Tienen la piel cazi
azulada, los ojos y los dientes resaltaban como blanco fosforescente.
Pero vestían plumas blancas en la cintura y en los tobillos
así que podíamos seguir bien sus movimientos. Le cantaban
a sus dioses... al sol, a la lluvia. Esa noche en realidad, cumplían
con un ritual: dar la bienvenida a los turistas que se alojan en
el Safari Club del Monte Kenia.
Safari
Club del Monte Kenia
¿Escucharon
hablar de este lugar alguna vez? Tan legendario como sus fundadores:
la estrella de Hollywood William Holden, el excéntrico Ray
Ryan y un suizo millonario, Carl Hirschmann. Estos visionarios,
descubrieron un día una pequeña propiedad, una chacrita,
entre los bosques de la montaña, que pertenecía a
una pareja joven y feliz, que vivía allí, en el medio
de la nada. La compraron y la convirtieron con el tiempo en el más
lujoso hotel del tipo safari que existe en el país. Fundaron
el Safari Club en el año 1959.
Durante los primeros años, sólo podían venir
los miembros fundadores. Más tarde se abrió al público
en general. ¿Quiénes eran estos miembros? Y bueno,
imagínense que el lugar se convirtió en la meca del
jet set internacional. Entre ellos, Sir Winston Churchill, el Duque
de Manchester, Onassis, Lyndon Johnson, Neil Amstrong, Ava Gardner,
Frank Sinatra, Bing Crosby, bla, bla, bla... A la puerta del Safari
Club del Monte Kenia, comenzaban a llegar los Rolls Royce. En fin.
Para el jet set era como vivir la película de Africa. Bueno,
en eso no diferimos demasiado porque para nosotros también
era como estar en un set de alguna película, como Africa
Mía...
Al atardecer, disfrutábamos de la gloriosa vista de la savana
desde las terrazas del hotel... Algún refresco en mano y
simplemente contemplábamos ese horizonte que se iba poniendo
naranja, recortado por las acacias y por figuras que a contra luz
se desplazaban lentas, casi como suspendidas en el aire y hasta
casi más altas que los propios árboles... Eran jirafas.
Parecería que ellas mismas son concientes de su glamour porque
miran a uno como con aires de superioridad. Una arrogancia bien
merecida, diría yo.
Haciendo ruta...
Llevamos
horas transitando una ruta que nos llevaría hasta una de
las postales de Kenia más conocidas en el mundo: el Lago
Nakuru. Pero algo nos detuvo a medio camino... un cuadro desolador...
gradualmente, el paisaje verde que veníamos atravesando se
fue secando, cambiando de color, hasta que quedamos rodeados de
una tierra reseca, agrietada, sin vida...parecía un desierto...
Y ese cuadro se extendía hasta donde nos alcanzaba la vista.
El viento soplaba llenándonos los ojos de polvo. Tuvimos
que cerrar las ventanillas del auto. A un costado de la ruta, en
medio de toda esa nada, un búfalo perdido y moribundo daba
sus últimos pasos, en círculo, buscando alguna hierba
escondida entre las grietas de la tierra seca. Estaba muy flaco...la
piel parecía colgarle de los huesos. Un grupo de cinco buitres
macabros rondaba la escena... esperaba apoyados sobre un tronco
reseco, a poca distancia del búfalo, su hora final. Esos
bichos anuncian la muerte. Sabían que muy pronto, el búfalo
se iba a morir de hambre y para ellos, la hora del banquete. Odio
a los buitres. Aves de carroña. Bichos ventajeros, como las
hienas. Estas al menos, cuando están en grupo, muestran alguna
valentía y atacan a su presa. También prefieren esperar
a que todo esté servido y garronear. No me olvido más
de ese cuadro... era como un lugar alejado de la mano de Dios. No
quisimos esperar a ver a los huitres almorzar, así que retomamos
la marcha. Ya más concientes y más sensibles frente
a una problemática que Kenia viene afrontando desde hace
tiempo: la sequía. Las tribus nómadas de Kenia, que
viven de su ganado, caminan kilómetros y kilómetros
en busca de tierras verdes para que sus vacas y cabras puedan pastar.
El hambre también muestra su cara en la mágica Kenia.
Y hay que saberlo.
Lago Nakuru
Hemos
llegado al destino anunciado: la Reserva Nacional del Lago Nakuru.
Un área de 200 kilómetros cuadrados que fue la primera
región de Kenia en ser declarada Reserva Nacional. Hoy la
pueblan cebras, impalas, leones, leopardos, búfalos, hipopótamos
y rinocerontes. Pero sus habitantes más famosos son aves:
los flamencos. Los ubican? Esas aves enormes, rosadas, de cuello
y patas largas... ¿Se acuerdan que aparecían en la
presentación de la serie Vicio en Miamai con Don Johnson?
Bueno, esas. ¡Qué elegantes que son! ¿Cuántos
habría bebiendo del agua alkalina de la orilla del lago Nakuru
cuando llegamos? Imposible dar una cifra. Para
que se hagan una idea, los kilómetros y kilómetros
de orilla del lago Nakuru, se habían teñido de rosado.
Y sí. Las cifras oficiales hablan de 4.000.000 de flamencos.
Yo creo que por ahí andaría el número ese día.
¡Un espectáculo alucinante! De hecho se le conoce como
el mayor espectáculo ornitológico del mundo. Es una
obligación si van a Kenia, llegar hasta el Lago.
Kenia y su tribu más famosa
No hablamos todavía de las dimensiones de Kenia (mapa).
582.000 kilómetros cuadrados. ¡Una población
que alcanza los 28 millones! Hasta hace poco, Kenia poseía
el índice de crecimiento de la población más
alto del mundo. Felizmente, ese ritmo se detuvo. Hoy más
que nunca, lo que preocupa es la eventual desaparición de
ciertas tribus africanas principalmente por el Sida, un mal que
está arrasando con poblaciones que todavía viven como
lo hacían sus ancestros: en poligamia, con ninguna o mínimas
herramientas de higiene y con poco acceso a centros hospitalarios
si es que sus tradiciones les permiten asistir a uno y no quedar
librados a manos del brujo o sanador de la tribu. Por un lado, suena
maravilloso que haya grupos étnicos tan arraigados a sus
costumbres, que no hayan vendido sus ideales a la occidentalización.
Por otro lado, es aterrador imaginar su futuro. Y así están
por ejemplo, los Maasai, probablemente la tribu del africa negra
más conocida en el mundo. Esos hombres altos y elegantes,
que se estiran sus cuellos con collares y se perforan los lóbulos
de las orejas. Son sin duda una atracción turística
en Kenia. Y como ellos lo saben, cobran 20 dólares por cada
foto que les quieran sacar. ¡Pobre de ustedes si se hacen
los vivos! Hay que pagarles. Además, conversando con una
maasai, averiguamos que ese dinero lo destinan para mandar a sus
hijos a la escuela más cercana. Uno se preguntan qué
hacen esos niños educados cuando vuelven a vivir a sus chozas
de estiércol en las villas massai. Algunos, los menos, tienen
una oportunidad. Y dicen que los maasai, cuando reciben educación,
pueden ser brillantes. Y de hecho, el vicepresidente de Kenia hoy
es un maasai.
Trueques con los nativos
Me
iba sin hacerles el cuento divertido del final. Ubiquémonos
en una tienda de artesanía. Regateando como de costumbre
porque así lo pide la costumbre en África. Es una
falta de respeto aceptar de entrada el precio que nos da el vendedor.
Es más, se aburren si no peleamos la cifra. Ahora, la verdad
que se me estaba agotando la técnica porque hay que partir
de la base que cualquier artesanía en Kenia, de tamaño
superior a un llavero, no baja de los 50 dólares. Y una buena,
digamos una máscara importante, de esas que uno puede llegar
a creerse que es "antique, original", como dicen los vendedores,
ya puede costar 400 dólares. Entonces, claro, qué
viveza. Para traerla a casa y sentir que hice un buen negocio y
pueda despertar la envidia de quienes no la tienen en Uruguay, me
tengo que pasar horas negociando y nunca voy a llegar al precio
"baratija" que al uruguayo le encanta comprar. Pero resulta
que hay solución porque en Kenia vale el trueque. Por ejemplo,
como no llegábamos a un acuerdo con una masaai que me quería
vender una muñeca de la fertilidad a cientos de dólares,
le terminé pagando una cifra razonable en dólares
más mi encendedor, un broche de pelo que tenía, y
un par de lapiceras. No les voy a negar que al principio yo también
me sorprendí. La mujer me decía: "de acuerdo,
pagame los dólares que tu decís y dame algo".
¿Cómo algo?, le pregunté yo. "Tu ...debés
tener algo que a mí me pueda servir...algo que canjear"
me contestó y me examinó de arriba abajo. Obvio, al
principio me pidió mis zapatos (unas botitas casi destruidas
de tanto caminar pero bueno, eran zapatos cerrados al fin). Les
aseguro que por un momento lo pensé. Realmente me gustaba
la muñeca pero después me imaginé descalza
el resto de mi safari por Kenia y volví a mis cabales. Y
al final arreglamos con el encendedor, mi broche y dos lapiceras.
¿Qué tal? Piensen que los objetos menos trascendentes
para nosotros son verdaderas curiosidades para ellos! Así
que vayan bien equipados con elementos para canjear. ¡Qué
bárbaro! Volvemos al trueque y jakuna matata como se dice
en swahili: ¡ningún problema!
Un adiós en swahili: cuaheti. Chau, chau.
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