MADRID
Caminando la Capital Española
No es tan monumental como París, ni tan romántica
como Venecia, ni siquiera tan decadente como Lisboa. Sin embargo
está llena de encanto, de edificios monumentales y parques
románticos. Es una ciudad para descubrir poco a poco, paseando
por sus calles, entre sus plazas, uniéndose a sus gentes,
saboreando sus barrios.
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Hoy simplemente refuerzo las "eses" y les digo "cómo
están?, buenas tardes"
¡Es que hoy nos vamos
a Madrid! La capital europea más hospitalaria de todas, la
que ha sabido conjugar esa virtud con el respeto por lo que es tradición
y la apertura hacia la modernización. Animada como pocas
ciudades, llena de vida y cosmopolita. Hoy, capital de una España
que en los últimos cinco años ha dado una vuelta de
página sorprendente. "España va Bien", dice
el presidente del Gobierno, José María Aznar. Aunque
Joaquín Sabina agrega: "será para él",
en su tema "Como te digo una co te digo la o". Yo no digo
ni una co ni la o. Lo que sí pude comprobar en mi visita
a la capital española es que la gente está contenta.
Por las calles de Madrid se respira buena onda. La propuesta es
hacerle una fugaz visita a esta capital.
Desde la Puerta del Sol...
Bueno,
empecemos con la caminata. Por dónde empezar, es opcional.
Yo les propondría hacerlo desde la Puerta del Sol. No sólo
porque su plaza es la zona más animada de la ciudad y así
iríamos tomándole el gusto al ajetreo de Madrid sino
que es justo allí donde está el kilómetro cero
de las carreteras nacionales: Entonces, suena lógica empezar
allí.
Si hay algo que caracteriza a la ciudad de Madrid son sus plazas,
monumentales o escondidas. Hay una que todos conocemos, al menos,
por fotos: la Plaza Mayor.
Directo hacia la Plaza Mayor, el núcleo arquitectónico
del Madrid de los Austrias. Su construcción en el Siglo XVII
fue el paso fundamental para hacerle perder a Madrid su aspecto
de villa medieval. Desde entonces, se convirtió en núcleo
de una nueva ciudad.
Aquí
solían celebrarse autos de fe, corridas de toros a caballo
y hasta se proclamaron varios reyes. En invierno, queda desierta,
no
se ve a nadie paseando entre sus arcos. Sola con su alma, en el
centro de la plaza, queda la estatua ecuestre de quien ordenó
su construcción en el año 1619: el Rey Felipe III.
Pero en verano, tiene otro color. La cruzan miles de turistas al
día. Algunos van de paso, otros se detienen a tomar un café
y a disfrutar del espectáculo que ofrece. O la gente, que
va y viene. Ojo si van un Domingo: yo me topé con una gran
carpa blanca que tapaba la vista de la plaza: es que por las mañanas,
los domingos, suele instalarse un mercado de sellos y monedas. A
menos que, claro, les interese de sobre manera la filatelia.
Para tener una idea de la arquitectura típica del viejo
Madrid, sería bueno pasar bajo el Arco de Cuchilleros, que
da paso a la calle de su nombre, con sus casonas altas y viejas
y perderse sin miedo, entre las callecitas y las plazuelas. Claro
que si es domingo y dan con la calle Toledo, se toparán con
un mar de gente... son los curiosos que van en busca de curiosidades
a la famosa Feria del Rastro de Madrid, el más popular de
los mercados y uno de los más grandes del mundo. Si van,
les recomiendo hacerlo tempranito, sino no podrán caminar.
Otro cuidado: la cartera. Nada más.
Barrio de Oriente
En
busca de las construcciones monumentales de Madrid, nos vamos acercando
al Barrio de Oriente. Y nos encontramos con el imponente edificio
del Palacio Real, construido en el Siglo XVIII por los Borbones.
Fue residencia oficial de la familia hasta el año 1931. Sin
ningún tipo de resquemor, el rey Carlos III llamó
"hogar, dulce hogar" a este enorme palacio de 2.000 habitaciones.
Algunas están abiertas al público, otras son utilizadas
por el gobierno. Es un cuadrilátero de granito de Guadarrama
y piedra blanca de unos 140 metros de lado. Pero la mejor perspectiva
del Palacio se tiene desde los jardines del Campo del Moro, que
era el antiguo jardín de invierno del Palacio. Frente por
frente, el Teatro Real de la Opera que reabrió sus puertas
recién en 1997 después de 10 años de trabajos
de remodelación. No los estoy invitando a una opera sino
a un café, en el Café de Oriente, justo en frente
al Teatro, con vista al Palacio para descansar unos minutitos y
pensar, mientras tanto, si vale la pena o no tomar la Gran Vía,
que sale muy cerquita para irse de compras. Es la famosa calle comercial,
flanqueada por cines, comercios y hoteles. En fin, vamos terminando
ese cafecito para continuar. No costará más de 300
"pelas", como llaman aquí a las pesetas.
Espero que no se me ofenda Cervantes si, en vez de visitar su monumento
en la Plaza España, los llevo hasta el Monasterio de las
Descalzas Reales. Su historia es interesante. Parece que por mediados
del Siglo XVI, mujeres de la aristocracia -ya sea por estar desilusionadas
del amor o porque querían casarse sólo con Cristo-
se encerraban en este monasterio. Todas tenían que traer
algún donativo así que este convento se convirtió
en el más rico de la región. Si bien a mediados del
Siglo XX, el convento albergaba mujeres pobres, poseía una
impresionante colección de obras de arte que incluyen pinturas,
tapices, esculturas y reliquias religiosas. Aunque estas hermanitas
pasaban hambre, no se les permitía rematar ni vender nada
de lo que hubiese en el convento. Hasta que el Estado intervino
y el Papa autorizó abrirlo como museo. Hoy el público
puede conocer lo que existe detrás de las paredes de lo que
en antaño fue un misterioso edificio religioso.
¡Taxi!
"VICTORIA RODRíGUEZ:
Y... ¿cómo está España? ¿Va bien,
como dice Aznar?
TAXISTA:
Yo creo que eso depende de cómo se encuentre el bolsillo
de cada uno.
VR - ¿El suyo?
Taxista - El mío va bien.
VR - O sea que para usted, España va bien.
Taxista - Ahora, hablando un poco más en serio: España
está muy bien.
VR - Ahora se viene el verano y supongo que el turismo empieza
a crecer muchísimo aquí, ¿verdad?
Taxista - Sí.
VR - ¿Se puede circular por la calle?
Taxista - Sí. Es como en todas las ciudades: a lo mejor
voy a Uruguay y me meto en los peores barrios y no me pasa nada.
Luego voy por el mejor y me atracan. Aquí es igual. Por el
Centro tienes más posibilidades. No tanto ustedes porque
pasan como españoles, más bien a los japoneses.
VR - Hay muchos japoneses. ¿Me quiere decir que es peligroso
en general?
Taxista - No, no es peligroso. Eso no quiere decir que usted
vaya paseando por aquí y no sufra un tirón.
VR - Si usted tuviera que darle a un turista unos consejos básicos
para andar por Madrid, ¿qué le diría?
Taxista - Que se deje toda la documentación en el hotel,
que lleve el dinero impescindible e ir acompañado".
Bueno, ya leyeron lo que me dijo el taxista. No es para preocuparse
-a mí no me pasó nunca nada en Madrid, pero sí
para ir atentos, como en cualquier gran metrópolis hoy en
día.
Buscando el espíritu señorial de Madrid hemos llegado
al Paseo del Prado, eterno inspirador de artistas. Un paseo con
forma de hipódromo, flanqueado por magníficas construcciones,
coronado en un extremo por la fuente más célebre de
esta ciudad: La Fuente de Cibeles, uno de los símbolos de
la capital española, con la diosa Cibeles sentada en un carro
tirado por leones.
La idea de la plaza se le ocurrió a Carlos III en pleno
"Siglo de las Luces", con ánimo de embellecer a
la ciudad. Para eso, contrató a los mejores arquitectos de
la corte: Hermocilla, Ventura Rodríguez, Sabatín y
Villanueva, quienes trazaron este espacio público, entonces
extramuros de la ciudad.
Para completar el proyecto se edificó el Jardín Botánico,
el Gabinete de Historia Natural -que es hoy el Museo del Prado-
y el Observatorio Astronómico. Habían logrado el escenario
perfecto para el ocio y la ciencia. Ya en el Siglo XVI, el Paseo
del Prado era el lugar para el cortejo y el galanteo. Para ver y
ser visto. Eso sigue siendo hoy, cuatro siglos más tarde.
Hemos
llegado a la puerta del edificio neoclásico que alberga a
la pinacoteca clásica, probablemente, más importante
del mundo: el
Museo del Prado. Nos llevaría tres días
enteros, recorrer todo este museo. Así que la opción
de elegir las salas se las dejo a ustedes. Simplemente les recuerdo
para que tomen nota antes de viajar y ya sepan lo que van a querer
ver, que en el Museo del Prado se encuentran las mejores colecciones
de la pintura española, con El Greco, Velázquez, Goya
y Murillo, entre otros. De la flamenca con Rubens, de la italiana
con Botticelli, Tiziano, Tintoretto y Veronés y de la alemana
y holandesa con Durero y Rembrandt.
Si en cambio prefieren el arte moderno, tienen que visitar el Museo
Reina Sofía, en la Plaza del Emperador Carlos
V. Entre los artistas más célebres se encuentran Miró,
Dalí y Picasso que, de hecho, con su Guernica es la pieza
central del este Museo. Sobre esta obra de arte que realizara Picasso
en 1937, denunciando el atroz bombardeo de Guernica por los nazis
durante la Guerra Civil Española, se dice que cuando los
oficiales de Hitler le preguntaron a Picasso quién era el
responsable de esa pintura, él contestó: "Ustedes".
Pero
como les dije en el inicio de esta recorrida, la idea de este viaje
no es encerrarnos en un museo y hacer un Mapamundi culturoso. Seguiremos
recorriendo la ciudad al aire libre. De hecho podríamos tomarnos
unos minutos de descanso en el Parque del Buen Retiro, un oasis
verde en el centro de Madrid.
Aquí, los madrileños vienen a relajarse, a caminar,
meditar. Eso deduzco porque no vi a nadie con el ceño fruncido
y aires de estrés. De hecho la relajación ha sido
desde siempre el objetivo de este parque. Iba a ser el lugar de
descanso del rey Felipe IV, pero su palacio fue destruido durante
la guerra de la independencia. Sólo quedaron el Museo del
Ejército y el Casón, rodeados por este espléndido
parque con sus jardines elegantes, fuentes, columnatas y varias
estatuas. El paisaje se compone además de un lago donde se
pueden alquilar barcas, si tienen ganas de dar un paseo romántico
o simplemente aplaudan a los artistas, músicos o acróbatas
que suelen dar funciones a orillas del estanque.
¡Olé!...Las
Ventas
A ver si descubren dónde estoy. Por el bullicio, podría
estar en un estadio, en un centro de espectáculos
De
hecho, si hubiese que describir este lugar, sí diría
que es como un estadio y que sí está por comenzar
un espectáculo. Estoy en la famosa Plaza
Monumental de Las Ventas de Madrid, llamada la Catedral
del torero, la plaza de toros más grandes de Madrid. Tiene
lugar para 22.300 personas.
La fiesta de San Isidro en pleno, por lo que no quedaba un solo
lugar vacío en la Plaza. A la entrada, varios se deben haber
hecho millonarios con las reventas. Un rito que en España,
al menos moviliza fanáticos tanto como lo hace el fútbol.
Una barbarie con todo el savajismo del circo romano o un deporte
más, según si el que responsa sea un torero de casta,
rodeado de fama, dinero y mujeres o a una activista de los derechos
de los animales como Brigitte Bardot. Para mí, era una experiencia
desconocida y sí, tenía intriga. No tenía nada
clara las reglas, pero en la marcha uno va aprendiendo
o se
va horrorizando.
Punto número uno, recojan a la entrada un almohadón.
Nadie los reparte pero están todos apilados. Era por algo,
deduje más tarde
las gradas son de portland y la corrida
dura dos horas. El almohadón, resulta útil.
El espectáculo comienza anunciando los datos del toro: a
qué cría pertenece, su peso, etcétera. Y los
personajes en el terreno se van sucediendo. El picador que entra
montado en su caballo, los banderilleros y el torero. Cada uno tiene
un tiempo limitado para cumplir su función que en definitiva
no es más que ir molestando al toro, que entra a la cancha
ya bastante enojado, como si supiese cuál es su destino.
***
"VICTORIA RODRÍGUEZ:
Disculpen, me pueden explicar a quién le gritan "fuera",
quién estuvo mal.
ESPECTADOR:
Al picador porque le ha pegado con todas sus ganas, casi lo ha matado.
VR - Lo que pasa es que como es mi primera corrida no sé
las reglas
ESPECTADORA:
Lo ha hecho mal y se ha caído. Y se ha vengado y eso no está
bien".
***
Uno
va escuchando todo tipo de comentarios durante la corrida. Yo, sin
entender demasiado lo que sucedía porque parece que hay hasta
códigos de honor: la cuestión es matar al toro pero
con dignidad
eh, sí, imagino lo que están pensando
pero así es la historia en una plaza de toros. Si el picador
le clava la espada con demasiada violencia es un salvaje Si cuando
le toca el turno al torero este le hace demasiados pases al toro,
es porque está acojonado -el torero- y es un cobarde. Que
si el toro ya está agotado de tantas heridas y apenas corre,
es un mal toro. Uno al final no sabe por quién hay que hinchar.
Pero, ¡cómo se posesiona la gente! Por momentos yo
prefería concentrarme en eso, en los espectadores más
que en el terreno. ¿Y cuando sacan los pañuelos blancos?
Mientras el torero daba victorioso la vuelta a la plaza, todos los
espectadores sacudiendo pañuelos blancos en señal
de que el torero, por su valentía, merece llevarse la oreja
del toro. Ovacionaban al torero Dávila Miura, uno de los
favoritos. Al día siguiente me enteré leyendo El País
de Madrid de los comentarios de la corrida. Al final parece que
no le dieron la famosa oreja. Bastante despechado había quedado
el torero, según sus declaraciones. Las críticas en
cambio, ponderaron al toro.
Finalizado el espectáculo, me volví al hotel con
cierto malestar de estómago. Sintiendo una pena terrible
por el toro, aliviada porque no le había pasado nada al torero.
Confundida. Al punto, de no tener la menor intención de volver
a asistir a un espectáculo semejante. Sin embargo, tenía
la sensación de haber cumplido con mi curiosidad de viajera.
Cuando vayan a comprar una entrada para las corridas, probablemente
les pregunten: ¿Sol o sombra? Les explico: las corridas son
a las cinco o siete de la tarde, hora en que el sol empieza a bajar
en verano. Y cuando se empieza a esconder detrás de las gradas
de la Plaza de Toros, una mitad queda en sombra y otra al rayo de
sol. Es sabido que en Madrid el sol calienta por lo que si uno compra
entradas de sol, paga menos. Suena justo.
La movida de la noche madrileña comienza en las tascas,
los tradicionales bares de tapas y copas. La ciencia es saltar de
una a la otra, degustando las especialidades de cada una. No existe
quedarse en una sola. A esta modalidad de entretenimiento, que puede
sonar agotadora física y digestivamente, se le conoce con
el famoso "irse de tapas".
Las tapas, sin embargo, no empachan porque son minibocaditos que
se acompañan con vino o cerveza. Las tapas españolas
son tan buenas que sus recetas, alguna vez celosamente guardadas,
terminaron siendo conocidas por el mundo entero pero en ningún
lugar resultan tan buenas como en la propia España. Además,
forman parte de su cultura. Un viajero comparó irse de tapas
en Madrid con la costumbre de picar de pub en pub en el Soho de
Londres. No está mal la comparación, la diferencia
está en que en Madrid las tapas ayudan a hacer base para
el alcohol.
Originalmente, era de jamón o chorizo. Hoy son de lo que
venga: gambas, anchoas marinadas en vinagre, pepinillo, gazpacho
y hasta de ensalada. Si se animan y quieren pasar por conocedores,
pidan una tapa de testículos de toro. Van a quedar bárbaro.
Aviso que aquí no se aceptan quejas ni tenemos mostrador
de reclamos.
Las tascas están repletas entre las ocho y las 10 de la noche
pero las tapas son apenas la antesala de una noche que puede durar
hasta altas horas de la madrugada en discotecas, bares o tabernas
flamencas. Las mejores tascas quedan en las calles Cava Baja, Cuchilleros
y por la zona de la Plaza de Santa Ana.
"De
Madrid al cielo", reza el dicho y es exactamente lo que haremos.
Tomarnos el avión de regreso a casa. Esta fue una visita
muy fugaz. Si ustedes van con tiempo, tienen infinidad de lugares
para visitar. Madrid es una ciudad inagotable en todos sus aspectos:
arte, historia, paisaje, arquitectura, ni qué hablar de la
gastronomía. Es más, les recomiendo que si van a Madrid,
del Aeropuerto de Barajas, pasen por el hotel, dejen las valijas
y se vayan directo al Faro de la Moncloa. Desde allí se tiene
la mejor y más completa vista de la ciudad: Es un excelente
mirador: 76 metros de altura que dominan totalmente el paisaje madrileño.
Incluso a lo lejos, por el noroeste, se puede ver el perfil de la
sierra madrileña.
El mes de los casamientos
Una última: parece que el mes de mayo es el de los casamientos.
Dicen que es porque comienza el calorcito. El hecho es que por las
calles comerciales, cada dos cuadras, hay un escaparate que exhibe
un pomposo vestido de novia y no se habla de otra cosa. Uno prende
la televisión o abre una revista, y todo es ofertas para
los recién casados.
Me subí a un taxi y le pregunté al chofer si había
escuchado el pronóstico del tiempo. "¿Tienes
boda?", me preguntó. Yo sólo quería saber
si había hecho bien o mal dejando el paraguas en el hotel.
"No, no me caso", le contesté. No conforme con
eso, insistió: "Pero, ¿vas a la boda de una amiga?
¿Tienes miedo de que se te arruine el peinado?"... Qué
peinado ni qué boda, sólo quería disfrutar
de un Madrid con sol.
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