MARRUECOS
"Mi país se parece a un árbol cuyas raíces
penetran hondamente en el suelo de Africa y que respira gracias
a su follaje, que susurra a los vientos de Europa".
Escritor marroquí, Revista Viajeros.
La propuesta es trasladarlos hasta un rincón
antiquísimo del planeta. Un país que lleva siglos
escribiendo historias. Un país que lleva un nombre que despierta
curiosidad y dispara fantasías exóticas: Marruecos.
Para los que andan flojos en geografía, queda al norte del
continente africano. Sus límites son "la sed y el agua".
El desierto del Sahara por un lado y el Océano Atlántico
y el Mar Mediterráneo por otro. Tiene casi 30 millones de
habitantes. Un paisaje multicolor, lleno de contrastes; un punto
de unión entre varias civilizaciones. "La isla de Occidente",
así llamaban los geógrafos árabes a la masa
de tierras altas que forman el Norte de Africa. Una isla que, a
través de los siglos, supo seducir a muchas culturas que
dejaron su impronta: desde los antiguos fenicios, los griegos, los
árabes, los españoles y los franceses. Y Marruecos,
sigue seduciendo hoy a los millones de turistas que la visitan por
año.
"Play it again..."
Casablanca será nuestro punto de partida. En avión,
a una hora y media de Madrid está la ciudad en donde en realidad,
nunca se filmó la película Casablanca. Ah, sí.
A mí también me sorprendió. Cómo quitarnos
de la mente la Casablanca de Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, ¿no?
Al fin y al cabo, fue la película que le dio celebridad mundial
a este lugar. Ahora... ¿cuál quieren visitar ustedes?
¿La de la película o la de verdad?
El tiempo ha pasado y aquella Casablanca se ha desdibujado, convirtiéndose
en un lugar sin dueño. Son tantas las influencias que ha
recibido a través del tiempo, en especial, las de la reciente
modernización occidental, que podríamos ubicarla en
cualquier otro lugar del mapa. Se sorprenderían de ver los
edificios espejados en el centro, una rambla sobre el Atlántico
que nos recordaba a Alejandría en Egipto, por ejemplo. Los
rascacielos se alzan junto a las chabolas, los estilos tradicionales
conviven con los vanguardistas, los elementos de la arquitectura
islámica se adaptan a las exigencias de la vida moderna.
Algunos la aman, otros la odian. Pero, sin duda, a nadie le es
indiferente y por eso la incluimos en nuestro recorrido. Si bien
es la menos marroquí de todas las ciudades es, por otro lado,
la puerta de entrada de la modernidad en este milenario mundo que
es Marruecos. Casablanca refleja sin duda, los síntomas de
una sociedad marroquí abierta al futuro.
La mezquita más grande de occidente
Hay un recorrido para hacer en Casablanca, que es el más
atractivo y en el que es imposible perderse, sólo tienen
que seguir la orilla del mar. Se llama "La Corniche",
la rambla de Casablanca. Son unos 15 kilómetros, flanqueados
por elegantes residencias, bares y mercados por un lado, y por las
olas del Atlántico por otro, rompiendo contra las rocas,
amenazando a los pescadores audaces que buscan en el mar su pan
de cada día y el que servirán más tarde a los
turistas. Mirando hacia el Atlántico, hacia la izquierda,
la postal la compone el faro rodeado de construcciones bajas y blancas
que parecen esfumadas por la bruma del mar. Hacia la izquierda,
la joyita arquitectónica del paisaje de Casablanca: la mezquita
del Rey Hassán II. Vale la pena detenernos aquí, a
contemplar.
Hassán
II era el padre de Sidi Mohamed, Rey actual de Marruecos. Sí,
Marruecos es una Monarquía Constitucional. Y Sidi Mohamed,
no sólo es el Rey, sino que es considerado descendiente del
Profeta Mohamed, por lo tanto, es también el líder
espiritual del país. Un dato para empezar a describirla:
es la mezquita más grande del mundo, después de la
Meca. Si bien el diseño fue obra de un arquitecto francés,
Michel Pinceau, es una de las mejores expresiones de la arquitectura
islámica de fin de este siglo. El alminar, que está
empotrado en la fachada Sur, mide 200 metros de altura y está
rematado por un rayo láser de 30 kilómetros de alcance
que señala a la Meca. Fue construido según normas
antisísmicas. 78 pilares de granito, mármol y ónice.
Frescos y azulejos con dibujos geométricos en tonos de verde
porque ese color simboliza en la tradición islámica
la plenitud espiritual. Y tal vez sea por eso, pero el hecho es
que uno podría quedarse horas y horas contemplando esa enorme
construcción que pareciera flotar sobre el mar, porque parte
de la mezquita se adentra en el Atlántico.
Y el privilegio de conocer su interior y observar a los fieles
realizar sus plegarias diarias, es de todos porque ésta es
una de las pocas mezquitas de Marruecos abiertas al público
en general. Sólo hay que respetar las reglas: sacarse los
zapatos a la entrada, hacer silencio y observar... para recordar.
Rabat: pasado pirata y presente tranquilo
Nos vamos para Rabat, la capital de Marruecos, aunque tiene mucho
menos movimiento que Casablanca. Irónicamente es hoy una
ciudad muy tranquila, a orillas del Atlántico, cuando en
realidad, su pasado fue muy truculento. Para que se hagan una idea,
en nombre "Rabat", viene de "ribat", que quiere
decir convento fortificado. Y es que ya en el Siglo X tuvo que instalarse
aquí una guarnición de monjes militares para poner
orden a las poblaciones heréticas (así las define
la historia) que habitaban la región. Pero es durante el
Siglo XVII que Rabat forjó su pésima reputación:
se convirtió en el receptáculo de una inmigración
masiva y muy poco recomendable: piratas moriscos, cristianos renegados
y forajidos de todas las nacionalidades. Se dedicaron a la piratería.
Bueno... nada bueno podría esperarse de esa mezcla, ¿no?
Y así se hicieron ricos pero también muy temidos.
Los Piratas de Rabat, o los Corsarios de Salé como eran
llamados, sembraron el pánico en el Atlántico. No
había flota ni embarcación que se salvase de sus garras.
Estos mismos piratas fueron los que capturaron al protagonista del
famoso libro de Daniel de Foe, "Robinson Crusoe", ¿se
acuerdan?
Pero como dije al principio, Rabat hoy está tranquila. Y
bueno, con el Rey viviendo allí, no podía ser de otra
manera. Del Palacio del Rey no puedo comentarles nada porque está
rodeado por una muralla altísima y no se puede vichar nada.
Pero donde sí se puede empezar a apreciar el riquísimo
patrimonio arqueológico de Rabat es en la Medina.
¿Qué es una Medina? Todas las ciudades importantes
de Marruecos tienen una. Viene a ser la ciudad antigua, donde se
conserva el pasado y la historia. Están rodeadas por murallas,
con varias entradas: arcos, por donde es muy fácil entrar,
pero muy difícil salir... Es que el interior de las Medinas
son como laberintos. Las callecitas se enredan como serpientes.
Son todas angostitas y muchas no tienen salida. Realmente, no se
atrevan a moverse en una Medina (mucho menos donde se instalan los
mercados), sin una guía que los acompañe. Entre el
blanco y el ocre de los muros, las puertas de madera de cedro maravillosamente
labradas con herrajes, las ventanas diminutas que parecen espiarnos
desde lo alto de las casas, todas con sus rejas de hierro forjado
y los farolitos en cada esquina, las medinas parecen haberse detenido
en el tiempo. Aunque en realidad, están llenas de vida. Por
las callecitas empedradas siempre hay movimiento: motos, bicicletas,
turistas, mujeres marroquíes muy conservadoras con sus rostros
tapados con un velo y sus cuerpos cubiertos hasta el piso con las
famosas jellabas que son como túnicas con capucha que recuerdan
a la vestimenta de los monjes de la Edad Media. También las
usan los hombres. Y también hay marroquíes más
modernos, que se visten a la "europea" como dicen ellos
-aunque sus combinaciones dejan mucho que desear, se podrán
imaginar, no? Y entre las bocinas, los diálogos en árabe,
los rezos y las oraciones de los musulmanes, la Medina se convierte
en un mundo extraño, intrigante... uno se siente como perdido.
Pero, ciertamente, seducido.
Entre los monumentos más significativos para la historia
de Marruecos, en Rabat tienen que visitar el Mausoleo de Mohamed
V, un Rey de Marruecos que fue el verdadero gestor de la independencia
de este país. Su mausoleo fue construido sobre la explanada
de la mezquita de Hassán. O mejor dicho, sobre las ruinas
de la mezquita. Saben que en realidad, nunca fue terminada? Iba
a ser la mezquita más grande de occidente, pero nunca se
terminó de construir y después, en el año 1775,
un terremoto la terminó de derrumbar. Las ruinas igual no
dejan de impresionar. Pero el Mausoleo de Mohamed V sí está
intacto. Al atardecer, el sol resalta todavía más
el blanco del mármol. ¿Y el interior? Da escalofríos.
La tumba del Rey está en una cámara funeraria en el
centro de la habitación y el techo es una maravilla: una
cúpula toda de caoba y cedro, revestida de pan de caoba en
forma de hojitas chiquitas. Hay poca luz en el interior lo que le
da un toque todavía más misterioso. Los mejores artesanos
de Marruecos trabajaron y decoraron este Mausoleo.
Tres letras que excitan todos los sentidos: FEZ.
La
ciudad que ha sido cantada por poetas. Un foco de arte y cultura
durante siglos. Considerada como la más tradicional de las
ciudades marroquíes. Una personalidad misteriosa pero seductora;
mezcla de pueblos y culturas. Dicen que los árabes aportaron
su nobleza; los andaluces, su refinamiento; los kairuaníes,
su destreza; los judíos, su astucia, y los beréberes;
su tenacidad. Doce siglos de historia ha escrito Fez a orillas del
río ued Fez, el agua que le da la vida; a la ciudad, a la
tierra, a las fuentes y a los jardines.
Cinco veces al día, estén donde estén, escucharán
el canto monocorde (el adán), que invita a los musulmanes
a la oración. Voces que provienen desde lo alto de un alminar.
La ciudad no se detiene, su ajetreo diario, especialmente en la
Medina, continúa, pero tropezarán seguramente con
marroquíes hincados sobre alguna alfombra, en la mitad de
la calle, recitando versos del Corán, con sus cuerpos en
dirección a la Meca. No hay oído que no sienta la
llamada del adán. Los sordos evidentemente, no la pueden
escuchar pero pensando en ellos, se cuelga una tela blanca en lo
alto del alminar para que reconozcan que es momento de oración.
Y así, entre voces extrañas, entre músicas
exóticas de los encantadores de serpientes, de los aguateros,
entre el paso cansado de los burros llevando la carga, entre los
taxis descontrolados, entre los vendedores de frutas y verduras,
de polvos mágicos y artesanías en cobre, plata, hierro
y madera, así transcurre un día en los socos de Fez.
Los socos son en realidad, mercados, que se instalan todos los días
en las medinas marroquíes. Donde venden lo que se les ocurra.
Y donde verán hasta lo inimaginable. Es una experiencia que
se filtra por todos los sentidos. Olores, colores, sonidos... La
sensación de estar perdido en un mundo inexistente, ajeno
al Siglo XXI.
La perdición (consumista)
El
barrio de los alfareros es un rincón fascinante de Fez y
les aseguro que no se irán de allí con las manos vacías.
La cerámica vidriada, famosa dentro y fuera de Marruecos,
es una tradición muy antigua en esta ciudad. Decorada con
formas geométricas o con flores, siempre de color azul oscuro,
sobre fondo blanco. Una maravilla. Y en este barrio, van a poder
ver todo el proceso desde el momento en que las vasijas nacen en
el torno y cómo se las decora, pacientemente, a mano. También
verán cómo se fabrican los azulejos con los que se
hacen los mosaicos de alicatado, otra característica tan
particular del paisaje arquitectónico de Marruecos.
¿Saben qué es lo peor de pasear por los socos de
Marruecos? Que uno gasta sin conciencia. Es que no hay relación
entre lo espectacular de cada artesanía y su precio. Lo más
caro, 400 dirhams -que es la moneda nacional- y la relación
con el dólar es 10 a 1, o sea que 400 dirhams son 40 dólares.
Pero ese es el precio para arrancar. Hay que regatear. Es parte
del juego; un juego que de hecho imponen al turista los propios
vendedores. Y de a 10 dólares aquí, 10 allá
y así... uno termina perdiendo la cuenta. Bueno, hacer lugar
en la valija para la vuelta, ya es otro problema. Pero uno ve salir
a los turistas de los socos acarreando de todo: alfombras, sillas,
faroles de hierro, teteras de plata. De todo. Los socos son una
perdición.
Hay
algo que les recomiendo hacer si van hasta allá. Una excursión
a lomo de dromedario por el desierto del Sahara, es una experiencia
que no pueden perderse. Es una sensación única...
a dos metros de altura, con su paso lánguido, (agárrense
fuerte al subir y al bajar porque el animal hace unos movimientos
bastante extraños). Desde el pueblo de Quarzazate salen siempre
expedicionarios. Si se animan, hasta pueden hacer una excursión
de varios días y dormir en verdaderas tiendas como lo hacen
las poblaciones nómadas del desierto. Protéjanse los
labios que se les van a resecar. Y lo mejor para la arena que sopla
es usar un "chech": un turbante. Porque los sombreros
se vuelan cuando corre viento. Háganme caso. Por lo menos
para hacerlo una vez en la vida aunque regresen a sus casas con
los labios y la piel en escamas, vale la pena.
Tanger
En este último tramo de nuestro viaje de palabras y sonidos
recordamos las palabras de Pierre Loti en su libro "Voyages
au Maroc" de 1889.
"Está al lado de nuestra Europa, esta primera ciudad
de Marruecos destacando en la punta más septentrional de
África. Vista desde el Mar, casi parece risueña, con
sus hotelitos con jardín de estilo europeo; pero resulta
un tanto extraña con sus muros blancos como la nieve, su
alta alcazaba almenada y sus alminares cubiertos de viejos azulejos".
Se refería a Tanger. Efectivamente la ciudad más
cercana a Europa. De España la separa el Estrecho de Gibraltar.
Durante años, una ciudad en disputa entre los musulmanes
de España y los de África. Tanger ha sido desde siempre,
gracias a su ubicación privilegiada en el mapa, el puerto
más importante de Marruecos y una de sus ciudades más
atractivas. Vista desde el mar, parece un cuadro: todas las casas
blancas con techos azules, como colgadas de las laderas de un monte
que desciende hacia el mar hasta perderse entre los mástiles
de los veleros.
Está la Tanger moderna que igualmente conserva en algunas
fachadas los rastros de su historia. Como en las fondas, por las
callejuelas que bajan hasta el puerto, donde se alojaban los artistas
anónimos... O los edificios centenarios de hoteles donde
se alojaban artistas de renombre. El edificio -hoy abandonado- del
Hotel Ville de France, donde pasaba sus noches Matisse, por ejemplo.
O el del Hotel Rembrandt donde llegó a vivir incluso Tennesse
Williams. O el Café de Paris que contaba entre su clientela
a personajes como Samuel Beckett y Truman Capote. Reminicencias
de un pasado que se mezcla con modernas galerías de arte,
con los complejos hoteleros de lujo frente al mar, con el excéntrico
barrio residencial de El Monto, bien resguardado de la mirada de
los curiosos, con el boulevard Pasteur y la Place de France. Más
kilómetros y kilómetros de playas de arenas blancas
y una bahía espectacular que se tiñe de malva al atardecer.
Y está la Tanger histórica concentrada en la Medina.
Como siempre, la medina es el corazón de la ciudad antigua.
A la derecha de la Plaza de la Alcazaba, se alza la fachada blanca
de un antiguo palacio: Dar el Makhzan. Vale la pena visitarlo. Este
palacio perteneció al Sultán Muley Ismail y fue construido
poco después de que los ingleses dejaran Tanger en el año
1684. Claro que fue ampliado y restaurado con el tiempo y hoy alberga
un Museo. ¡Qué final para un palacio que escucharía
las risas y las penas de tantas mujeres! Porque si hay algo que
llevó a la fama a los Sultanes marroquíes fue el exceso:
de mujeres en sus harenes y de fiestas.
Otro palacio curioso es el del Mendub. En una época, fue
propiedad del magnate de la prensa americana y famoso aeronauta:
Malcom Forbes. Se dice que era medio fantasioso además. Decoró
su palacio con cosas insólitas: desde una colección
de Harley Davidson hasta pinturas orientales. En fin. Lo que no
tienen que perderse es la vista que hay desde la terraza de ese
palacio. Todo el estrecho de Gibraltar a sus pies... y, dependiendo
de la bruma, a veces más cerca, otras más lejos, las
costas españolas.
Otra excéntrica que se enamoró de Tanger y que no
solo se compró un Palacio para ella sino que además
mandó ensanchar las calles de la Medina para que pudiese
pasar su Rolls Royce, fue una americana millonaria: Barbara Hutton,
la que heredó las tiendas Woolworth.
Consejos...
Un consejo que espero recuerden si llegan a ir hasta Marruecos.
Les va a impresionar la amabilidad de la gente y la disponibilidad
para ayudarlos. Uno pone un pie fuera del hotel y de pronto queda
rodeado de generosísimos marroquíes, dispuestos a
oficiarles de guía por las ciudades, por unos pocos dirhams.
Es más. Pareciera que en Marruecos la profesión más
popular es la de guía turístico. Se les van a acercar
y les van a hablar en todos los idiomas hasta que emboquen con el
de ustedes. Y si ustedes dicen que sí, los van a llevar por
las medinas, por los monumentos, les van a contar historias y leyendas
asombrosas. Probablemente, todas mentiras. Muy probablemente, los
lleven por Medinas falsas y les muestres los monumentos menos importantes.
Es que... de lo que sí está lleno Marruecos es de
guías truchos. Buscavidas que aprenden algunas palabras en
todos los idiomas y con eso convencen al turista ingenuo. Claro,
no los pueden llevar por los monumentos de verdad porque los guardias
y policías marroquíes sacan a estos guías truchos
al toque y los llevan presos. Así que tengan cuidado. Ojo.
Porque si caen en las fauces de alguno de estos guías falsos,
probablemente conozcan un Marruecos falso.
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