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18.05.2003
























CREDITOS Y AGRADECIMIENTOS

Oficina de Turismo de Marruecos
Ministerio de Relaciones Exteriores del Uruguay
Canal 12

BIBLIOGRAFÍA
CONSULTADA

Guías Océano
Guías Michelin

PRODUCCIÓN:
Victoria Rodríguez
Alejandra Borques
Enrique Cotelo

MUSICALIZACIÓN:
Enrique Cotelo

EDICIÓN:
Nano Priliac


 

MARRUECOS


"Mi país se parece a un árbol cuyas raíces penetran hondamente en el suelo de Africa y que respira gracias a su follaje, que susurra a los vientos de Europa".

Escritor marroquí, Revista Viajeros.

La propuesta es trasladarlos hasta un rincón antiquísimo del planeta. Un país que lleva siglos escribiendo historias. Un país que lleva un nombre que despierta curiosidad y dispara fantasías exóticas: Marruecos. Para los que andan flojos en geografía, queda al norte del continente africano. Sus límites son "la sed y el agua". El desierto del Sahara por un lado y el Océano Atlántico y el Mar Mediterráneo por otro. Tiene casi 30 millones de habitantes. Un paisaje multicolor, lleno de contrastes; un punto de unión entre varias civilizaciones. "La isla de Occidente", así llamaban los geógrafos árabes a la masa de tierras altas que forman el Norte de Africa. Una isla que, a través de los siglos, supo seducir a muchas culturas que dejaron su impronta: desde los antiguos fenicios, los griegos, los árabes, los españoles y los franceses. Y Marruecos, sigue seduciendo hoy a los millones de turistas que la visitan por año.

"Play it again..."

Casablanca será nuestro punto de partida. En avión, a una hora y media de Madrid está la ciudad en donde en realidad, nunca se filmó la película Casablanca. Ah, sí. A mí también me sorprendió. Cómo quitarnos de la mente la Casablanca de Humphrey Bogart e Ingrid Bergman, ¿no? Al fin y al cabo, fue la película que le dio celebridad mundial a este lugar. Ahora... ¿cuál quieren visitar ustedes? ¿La de la película o la de verdad?

El tiempo ha pasado y aquella Casablanca se ha desdibujado, convirtiéndose en un lugar sin dueño. Son tantas las influencias que ha recibido a través del tiempo, en especial, las de la reciente modernización occidental, que podríamos ubicarla en cualquier otro lugar del mapa. Se sorprenderían de ver los edificios espejados en el centro, una rambla sobre el Atlántico que nos recordaba a Alejandría en Egipto, por ejemplo. Los rascacielos se alzan junto a las chabolas, los estilos tradicionales conviven con los vanguardistas, los elementos de la arquitectura islámica se adaptan a las exigencias de la vida moderna.

Algunos la aman, otros la odian. Pero, sin duda, a nadie le es indiferente y por eso la incluimos en nuestro recorrido. Si bien es la menos marroquí de todas las ciudades es, por otro lado, la puerta de entrada de la modernidad en este milenario mundo que es Marruecos. Casablanca refleja sin duda, los síntomas de una sociedad marroquí abierta al futuro.

La mezquita más grande de occidente

Hay un recorrido para hacer en Casablanca, que es el más atractivo y en el que es imposible perderse, sólo tienen que seguir la orilla del mar. Se llama "La Corniche", la rambla de Casablanca. Son unos 15 kilómetros, flanqueados por elegantes residencias, bares y mercados por un lado, y por las olas del Atlántico por otro, rompiendo contra las rocas, amenazando a los pescadores audaces que buscan en el mar su pan de cada día y el que servirán más tarde a los turistas. Mirando hacia el Atlántico, hacia la izquierda, la postal la compone el faro rodeado de construcciones bajas y blancas que parecen esfumadas por la bruma del mar. Hacia la izquierda, la joyita arquitectónica del paisaje de Casablanca: la mezquita del Rey Hassán II. Vale la pena detenernos aquí, a contemplar.

Hassán II era el padre de Sidi Mohamed, Rey actual de Marruecos. Sí, Marruecos es una Monarquía Constitucional. Y Sidi Mohamed, no sólo es el Rey, sino que es considerado descendiente del Profeta Mohamed, por lo tanto, es también el líder espiritual del país. Un dato para empezar a describirla: es la mezquita más grande del mundo, después de la Meca. Si bien el diseño fue obra de un arquitecto francés, Michel Pinceau, es una de las mejores expresiones de la arquitectura islámica de fin de este siglo. El alminar, que está empotrado en la fachada Sur, mide 200 metros de altura y está rematado por un rayo láser de 30 kilómetros de alcance que señala a la Meca. Fue construido según normas antisísmicas. 78 pilares de granito, mármol y ónice. Frescos y azulejos con dibujos geométricos en tonos de verde porque ese color simboliza en la tradición islámica la plenitud espiritual. Y tal vez sea por eso, pero el hecho es que uno podría quedarse horas y horas contemplando esa enorme construcción que pareciera flotar sobre el mar, porque parte de la mezquita se adentra en el Atlántico.

Y el privilegio de conocer su interior y observar a los fieles realizar sus plegarias diarias, es de todos porque ésta es una de las pocas mezquitas de Marruecos abiertas al público en general. Sólo hay que respetar las reglas: sacarse los zapatos a la entrada, hacer silencio y observar... para recordar.

Rabat: pasado pirata y presente tranquilo

Nos vamos para Rabat, la capital de Marruecos, aunque tiene mucho menos movimiento que Casablanca. Irónicamente es hoy una ciudad muy tranquila, a orillas del Atlántico, cuando en realidad, su pasado fue muy truculento. Para que se hagan una idea, en nombre "Rabat", viene de "ribat", que quiere decir convento fortificado. Y es que ya en el Siglo X tuvo que instalarse aquí una guarnición de monjes militares para poner orden a las poblaciones heréticas (así las define la historia) que habitaban la región. Pero es durante el Siglo XVII que Rabat forjó su pésima reputación: se convirtió en el receptáculo de una inmigración masiva y muy poco recomendable: piratas moriscos, cristianos renegados y forajidos de todas las nacionalidades. Se dedicaron a la piratería. Bueno... nada bueno podría esperarse de esa mezcla, ¿no? Y así se hicieron ricos pero también muy temidos.

Los Piratas de Rabat, o los Corsarios de Salé como eran llamados, sembraron el pánico en el Atlántico. No había flota ni embarcación que se salvase de sus garras. Estos mismos piratas fueron los que capturaron al protagonista del famoso libro de Daniel de Foe, "Robinson Crusoe", ¿se acuerdan?

Pero como dije al principio, Rabat hoy está tranquila. Y bueno, con el Rey viviendo allí, no podía ser de otra manera. Del Palacio del Rey no puedo comentarles nada porque está rodeado por una muralla altísima y no se puede vichar nada. Pero donde sí se puede empezar a apreciar el riquísimo patrimonio arqueológico de Rabat es en la Medina.

¿Qué es una Medina? Todas las ciudades importantes de Marruecos tienen una. Viene a ser la ciudad antigua, donde se conserva el pasado y la historia. Están rodeadas por murallas, con varias entradas: arcos, por donde es muy fácil entrar, pero muy difícil salir... Es que el interior de las Medinas son como laberintos. Las callecitas se enredan como serpientes. Son todas angostitas y muchas no tienen salida. Realmente, no se atrevan a moverse en una Medina (mucho menos donde se instalan los mercados), sin una guía que los acompañe. Entre el blanco y el ocre de los muros, las puertas de madera de cedro maravillosamente labradas con herrajes, las ventanas diminutas que parecen espiarnos desde lo alto de las casas, todas con sus rejas de hierro forjado y los farolitos en cada esquina, las medinas parecen haberse detenido en el tiempo. Aunque en realidad, están llenas de vida. Por las callecitas empedradas siempre hay movimiento: motos, bicicletas, turistas, mujeres marroquíes muy conservadoras con sus rostros tapados con un velo y sus cuerpos cubiertos hasta el piso con las famosas jellabas que son como túnicas con capucha que recuerdan a la vestimenta de los monjes de la Edad Media. También las usan los hombres. Y también hay marroquíes más modernos, que se visten a la "europea" como dicen ellos -aunque sus combinaciones dejan mucho que desear, se podrán imaginar, no? Y entre las bocinas, los diálogos en árabe, los rezos y las oraciones de los musulmanes, la Medina se convierte en un mundo extraño, intrigante... uno se siente como perdido. Pero, ciertamente, seducido.

Entre los monumentos más significativos para la historia de Marruecos, en Rabat tienen que visitar el Mausoleo de Mohamed V, un Rey de Marruecos que fue el verdadero gestor de la independencia de este país. Su mausoleo fue construido sobre la explanada de la mezquita de Hassán. O mejor dicho, sobre las ruinas de la mezquita. Saben que en realidad, nunca fue terminada? Iba a ser la mezquita más grande de occidente, pero nunca se terminó de construir y después, en el año 1775, un terremoto la terminó de derrumbar. Las ruinas igual no dejan de impresionar. Pero el Mausoleo de Mohamed V sí está intacto. Al atardecer, el sol resalta todavía más el blanco del mármol. ¿Y el interior? Da escalofríos. La tumba del Rey está en una cámara funeraria en el centro de la habitación y el techo es una maravilla: una cúpula toda de caoba y cedro, revestida de pan de caoba en forma de hojitas chiquitas. Hay poca luz en el interior lo que le da un toque todavía más misterioso. Los mejores artesanos de Marruecos trabajaron y decoraron este Mausoleo.

Tres letras que excitan todos los sentidos: FEZ.

La ciudad que ha sido cantada por poetas. Un foco de arte y cultura durante siglos. Considerada como la más tradicional de las ciudades marroquíes. Una personalidad misteriosa pero seductora; mezcla de pueblos y culturas. Dicen que los árabes aportaron su nobleza; los andaluces, su refinamiento; los kairuaníes, su destreza; los judíos, su astucia, y los beréberes; su tenacidad. Doce siglos de historia ha escrito Fez a orillas del río ued Fez, el agua que le da la vida; a la ciudad, a la tierra, a las fuentes y a los jardines.

Cinco veces al día, estén donde estén, escucharán el canto monocorde (el adán), que invita a los musulmanes a la oración. Voces que provienen desde lo alto de un alminar. La ciudad no se detiene, su ajetreo diario, especialmente en la Medina, continúa, pero tropezarán seguramente con marroquíes hincados sobre alguna alfombra, en la mitad de la calle, recitando versos del Corán, con sus cuerpos en dirección a la Meca. No hay oído que no sienta la llamada del adán. Los sordos evidentemente, no la pueden escuchar pero pensando en ellos, se cuelga una tela blanca en lo alto del alminar para que reconozcan que es momento de oración. Y así, entre voces extrañas, entre músicas exóticas de los encantadores de serpientes, de los aguateros, entre el paso cansado de los burros llevando la carga, entre los taxis descontrolados, entre los vendedores de frutas y verduras, de polvos mágicos y artesanías en cobre, plata, hierro y madera, así transcurre un día en los socos de Fez. Los socos son en realidad, mercados, que se instalan todos los días en las medinas marroquíes. Donde venden lo que se les ocurra. Y donde verán hasta lo inimaginable. Es una experiencia que se filtra por todos los sentidos. Olores, colores, sonidos... La sensación de estar perdido en un mundo inexistente, ajeno al Siglo XXI.

La perdición (consumista)

El barrio de los alfareros es un rincón fascinante de Fez y les aseguro que no se irán de allí con las manos vacías. La cerámica vidriada, famosa dentro y fuera de Marruecos, es una tradición muy antigua en esta ciudad. Decorada con formas geométricas o con flores, siempre de color azul oscuro, sobre fondo blanco. Una maravilla. Y en este barrio, van a poder ver todo el proceso desde el momento en que las vasijas nacen en el torno y cómo se las decora, pacientemente, a mano. También verán cómo se fabrican los azulejos con los que se hacen los mosaicos de alicatado, otra característica tan particular del paisaje arquitectónico de Marruecos.

¿Saben qué es lo peor de pasear por los socos de Marruecos? Que uno gasta sin conciencia. Es que no hay relación entre lo espectacular de cada artesanía y su precio. Lo más caro, 400 dirhams -que es la moneda nacional- y la relación con el dólar es 10 a 1, o sea que 400 dirhams son 40 dólares. Pero ese es el precio para arrancar. Hay que regatear. Es parte del juego; un juego que de hecho imponen al turista los propios vendedores. Y de a 10 dólares aquí, 10 allá y así... uno termina perdiendo la cuenta. Bueno, hacer lugar en la valija para la vuelta, ya es otro problema. Pero uno ve salir a los turistas de los socos acarreando de todo: alfombras, sillas, faroles de hierro, teteras de plata. De todo. Los socos son una perdición.

Hay algo que les recomiendo hacer si van hasta allá. Una excursión a lomo de dromedario por el desierto del Sahara, es una experiencia que no pueden perderse. Es una sensación única... a dos metros de altura, con su paso lánguido, (agárrense fuerte al subir y al bajar porque el animal hace unos movimientos bastante extraños). Desde el pueblo de Quarzazate salen siempre expedicionarios. Si se animan, hasta pueden hacer una excursión de varios días y dormir en verdaderas tiendas como lo hacen las poblaciones nómadas del desierto. Protéjanse los labios que se les van a resecar. Y lo mejor para la arena que sopla es usar un "chech": un turbante. Porque los sombreros se vuelan cuando corre viento. Háganme caso. Por lo menos para hacerlo una vez en la vida aunque regresen a sus casas con los labios y la piel en escamas, vale la pena.

Tanger

En este último tramo de nuestro viaje de palabras y sonidos recordamos las palabras de Pierre Loti en su libro "Voyages au Maroc" de 1889.

"Está al lado de nuestra Europa, esta primera ciudad de Marruecos destacando en la punta más septentrional de África. Vista desde el Mar, casi parece risueña, con sus hotelitos con jardín de estilo europeo; pero resulta un tanto extraña con sus muros blancos como la nieve, su alta alcazaba almenada y sus alminares cubiertos de viejos azulejos".

Se refería a Tanger. Efectivamente la ciudad más cercana a Europa. De España la separa el Estrecho de Gibraltar. Durante años, una ciudad en disputa entre los musulmanes de España y los de África. Tanger ha sido desde siempre, gracias a su ubicación privilegiada en el mapa, el puerto más importante de Marruecos y una de sus ciudades más atractivas. Vista desde el mar, parece un cuadro: todas las casas blancas con techos azules, como colgadas de las laderas de un monte que desciende hacia el mar hasta perderse entre los mástiles de los veleros.

Está la Tanger moderna que igualmente conserva en algunas fachadas los rastros de su historia. Como en las fondas, por las callejuelas que bajan hasta el puerto, donde se alojaban los artistas anónimos... O los edificios centenarios de hoteles donde se alojaban artistas de renombre. El edificio -hoy abandonado- del Hotel Ville de France, donde pasaba sus noches Matisse, por ejemplo. O el del Hotel Rembrandt donde llegó a vivir incluso Tennesse Williams. O el Café de Paris que contaba entre su clientela a personajes como Samuel Beckett y Truman Capote. Reminicencias de un pasado que se mezcla con modernas galerías de arte, con los complejos hoteleros de lujo frente al mar, con el excéntrico barrio residencial de El Monto, bien resguardado de la mirada de los curiosos, con el boulevard Pasteur y la Place de France. Más kilómetros y kilómetros de playas de arenas blancas y una bahía espectacular que se tiñe de malva al atardecer.

Y está la Tanger histórica concentrada en la Medina. Como siempre, la medina es el corazón de la ciudad antigua.

A la derecha de la Plaza de la Alcazaba, se alza la fachada blanca de un antiguo palacio: Dar el Makhzan. Vale la pena visitarlo. Este palacio perteneció al Sultán Muley Ismail y fue construido poco después de que los ingleses dejaran Tanger en el año 1684. Claro que fue ampliado y restaurado con el tiempo y hoy alberga un Museo. ¡Qué final para un palacio que escucharía las risas y las penas de tantas mujeres! Porque si hay algo que llevó a la fama a los Sultanes marroquíes fue el exceso: de mujeres en sus harenes y de fiestas.

Otro palacio curioso es el del Mendub. En una época, fue propiedad del magnate de la prensa americana y famoso aeronauta: Malcom Forbes. Se dice que era medio fantasioso además. Decoró su palacio con cosas insólitas: desde una colección de Harley Davidson hasta pinturas orientales. En fin. Lo que no tienen que perderse es la vista que hay desde la terraza de ese palacio. Todo el estrecho de Gibraltar a sus pies... y, dependiendo de la bruma, a veces más cerca, otras más lejos, las costas españolas.

Otra excéntrica que se enamoró de Tanger y que no solo se compró un Palacio para ella sino que además mandó ensanchar las calles de la Medina para que pudiese pasar su Rolls Royce, fue una americana millonaria: Barbara Hutton, la que heredó las tiendas Woolworth.

Consejos...

Un consejo que espero recuerden si llegan a ir hasta Marruecos. Les va a impresionar la amabilidad de la gente y la disponibilidad para ayudarlos. Uno pone un pie fuera del hotel y de pronto queda rodeado de generosísimos marroquíes, dispuestos a oficiarles de guía por las ciudades, por unos pocos dirhams. Es más. Pareciera que en Marruecos la profesión más popular es la de guía turístico. Se les van a acercar y les van a hablar en todos los idiomas hasta que emboquen con el de ustedes. Y si ustedes dicen que sí, los van a llevar por las medinas, por los monumentos, les van a contar historias y leyendas asombrosas. Probablemente, todas mentiras. Muy probablemente, los lleven por Medinas falsas y les muestres los monumentos menos importantes. Es que... de lo que sí está lleno Marruecos es de guías truchos. Buscavidas que aprenden algunas palabras en todos los idiomas y con eso convencen al turista ingenuo. Claro, no los pueden llevar por los monumentos de verdad porque los guardias y policías marroquíes sacan a estos guías truchos al toque y los llevan presos. Así que tengan cuidado. Ojo. Porque si caen en las fauces de alguno de estos guías falsos, probablemente conozcan un Marruecos falso.

 



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