Postales de la Polinesia francesa
Donde quiera que vaya, a través de los años que
llevo viajando, en mi corazón sigo sintiendo el llamado de
las islas más bonitas que haya visto en mi vida... la Polinesia
Francesa.
Marlon Brando.
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Nuestro
destino de hoy en Mapamundi es un territorio de ultramar de Francia
formado por varios grupos de islas pequeñas que se esparcen
por una vasta extensión del Océano Pacifico.
En total tiene una extensión de 3.521 kilómetros
cuadrados. Si tuviera que
escribirles nuestra primera impresión de este lugar, les
diría, que es tal cual nos lo imaginamos. Impresiona el contorno
azul de sus aguas y las mujeres y hombres ataviados con sus pareos
de color.... Si ya sé, pensarán que sólo es
para los turistas pero es que ese es el principal ingreso de este
lugar que, a fuerza de sostener un estilo de servicio cinco estrellas
en casi todas sus islas, atrae a toda clase de visitantes, en especial
a los recién casados. Este es el destino indiscutido en el
mundo para los que se van de luna de miel.
hoy en Mapamundi les voy a regalar un viaje lleno
de colores, como la paleta de Paul Gauguin, que amó estas
islas hasta la muerte y utilizó estos escenarios para pintar
sus más famosos cuadros.
Tahití, Bora bora, Raiatea... son sólo
algunos de los lugares que recorreremos juntos.
Collares, un ícono de la Polinesia
No es fácil decidirse por donde empezar en
especial cuando son tantas las islas que componen la Polinesia Francesa,
cinco archipiélagos compuestas por las islas de Barlovento,
y las de Sotavento, el archipiélago Tuamotu, las islas Gambier,
las islas Australes y las islas Marquesas. Incluso la llamada Clipperton,
un atolón deshabitado muy al Sur cerca de la costa de México
también forma parte de este territorio tan peculiar. Pero
eso se arregla fácil, el aeropuerto principal está
en Tahití, en su principal ciudad es Papeete, capital del
territorio.
Todos los viajeros que llegan siempre serán
recibidos por un grupo de músicos que mientras entonan canciones
típicas les regalaran un collar de flores muy perfumadas,
como en las películas. No crean que es broma, al final del
viaje habrán acumulado tantos collares como hoteles y aeropuertos
hayan visitado...
Papeete no es muy grande pero si concentra gran parte
de la actividad de gobierno, así como el punto de partida
de cruceros y excursiones que llegan de todo el mundo.
Al comenzar la década del 1840 las islas se
anexaron a Francia En 1958 se llevó a cabo un plebiscito
en el que las islas eligieron continuar como un territorio de ultramar
perteneciente a la Comunidad Francesa.
El territorio está gobernado por una asamblea
territorial compuesta por 41 miembros elegidos por voto y está
representado en ambas cámaras de la Asamblea Nacional francesa.
Durante
1995 las relaciones entre los pobladores de estas islas y el gobierno
francés sufrieron ciertos problemas ya que Francia realizó
pruebas nucleares en el atolón de Mururoa y sus pobladores
son conscientes de las dificultades que puede acarrear este tipo
de agresión a medio ambiente. El tema es aún hoy un
punto en discusión.
Les diría que el gran atractivo que tiene Tahití,
además de su nombre, está en sus playas diferenciadas
de esta manera: las del sur y oeste son arenas blancas con arrecifes
y peces de colores, y las del norte son de arena negra y mar muy
bravo. Hay que tener en cuenta que estas islas son de origen volcánico.
Dicen los expertos que sus aguas son perfectas para
los principiantes en el buceo, su visibilidad es de hasta casi 40
metros, desde preciosos peces de colores hasta tiburones serán
fáciles de ver en las aguas de Tahití.
Un poco de historia
Son muchos los hechos que hacen curiosa y famosa la
historia de este archipiélago, a modo de crónica les
voy a contar algunos hechos de su pasado.
Hace unos 4.000 años, algunos navegantes alcanzaron
las islas de la Polinesia desde el Sudeste Asiático. Sin
embargo, los primeros asentamientos se remontan a unos 300 años
d.C. Eran magníficos marineros que conocían bien las
estrellas, las corrientes y el movimiento de las olas para navegar
por el Océano Pacífico. La evidencia de esta cultura
común está en los Marae, templos al aire libre que
se encuentran en todos los rincones de las islas de la Sociedad.
Los primeros europeos llegaron a las islas en el siglo
XVIII. Samuel Wallis la tomó en 1767 en nombre del rey de
Inglaterra y un año más tarde la tomó Louis
de Bougainville para la corona de Francia. Finalmente, en 1769 llegó
a Tahití el famoso James Cook con un grupo de científicos.
Algunos de los primeros visitantes europeos regresaron con historias
sobre un paraíso en la tierra habitado por «nobles
salvajes» y mujeres bellísimas que concedían
fácilmente sus favores sexuales a los visitantes. Europa
se llenó de historias sobre este paraíso tropical
del amor libre cuando Bougainville regresó a París
y este mito atrajo a muchos otros como Herman Melville, Robert Louis
Stevenson y Paul Gaugin.
En 1777 llegaría a las islas el Bounty, a mando
del capitán William Bigh, que permaneció durante un
tiempo intentando llevarse el árbol del pan a las islas del
Caribe. Fue allí donde se produjo el famoso motín
liderado por Fletcher Christen que tanta literatura y películas
ha producido.
En 1797 serían los misioneros quienes llegarían
a las islas, convirtiendo en pocos años a gran parte de la
población al cristianismo, prohibiendo muchas de sus costumbres,
entre ellas los sacrificios humanos.
En 1836, el almirante du Petit Thours llegó
a Papeete y tomó posesión de las islas en nombre de
Francia. En 1842, tras anexionarse las islas Marquesas y Tahití,
se produjeron los primeros asentamientos europeos con la oposición
de los nativos.
La Reina Pomare, que había unificado las islas, fue relegada
y
en 1880, el último rey, Pomare V, fue obligado a abdicar
en favor de Francia.
Las islas se convirtieron en una colonia francesa y la historia
actual ya se las adelante.
El "feliz salvaje"
Desde
que los primeros navegantes europeos pisaron las islas, se quedaron
impresionados por la «felicidad» de estos pueblos que
satisfacían fácilmente sus necesidades de vestido,
alimento y vivienda. Nació así la leyenda del «feliz
salvaje» que tanto atraería en los siglos posteriores
a Europa.
Los pueblos polinesios ignoraban las artes del hilado
y del tejido y fabricaban sus vestimentas con la suave corteza de
algunas plantas, cuyas fibras batían y encolaban hasta formar
una especie de papel. Las casas se construían con caña
y tejados de hoja de palmera.
El canto, el baile y los juegos (boxeo, lucha libre,
andar sobre zancos, tiro con arco y surf) eran sus formas de expresión.
Las danzas son probablemente lo más llamativo. Forman parte
de la vida social de los polinesios, a quienes les encanta reunirse.
En las festividades indígenas (basadas siempre en criterios
religiosos), destaca la vahine, la típica muchacha joven,
que al son del tamure (la danza tradicional) o la kaina porinetia
(música contemporánea polinesia), se contornea en
un rito del que
participa todo el pueblo. Los europeos vieron siempre en esta danza
un fuerte componente sensual que, sin embargo, no existía
en la intención de los polinesios. Entre las danzas se distinguen
las llamadas timorodee, las upaupa (que se bailan en parejas), el
otea (de connotaciones guerreras), el aparima (de aire cómico)
y el hivinau (que se baila en grupo).
La isla de los grandes cielos
Una de las islas mas atrapantes de la polinesia es
RAIATEA su nombre significa, "grandes cielos" y es considerada
la isla sagrada por ser precisamente la cuna de la civilización
polinesia.
Raiatea, está entre Huahine y Bora Bora. En
realidad se trata de dos islas gemelas(Raiatea y Taha) que comparten
una magnífica laguna. Son paisajes en estado casi virginal.
Raiatea tiene también el único río navegable
de toda la Polinesia Francesa, el Faroa. Es el centro cultural,
religioso e histórico de las
Islas de la Sociedad. Tahaa es conocida como la isla Vainilla por
las numerosas plantaciones de este cultivo que tiene.
En cuanto a las manifestaciones artísticas,
destacan los tejidos de pandanus que se utilizan para la fabricación
de bolsas, sombreros y manteles (los mejores trabajos provienen
de Rurutu, en las islas Australes) o la tapa, producida al golpear
la corteza del árbol hasta hacerla fina como un papel y que
servía como ropa. De aquí procede el pareu (el pareo)
que se utiliza de
muchas formas. Suele medir 180 por 90 centímetros y aunque
se consideran típicos, casi todos los que venden se importan
de Asia, decorados eso sí con motivos polinesios.
Todavía recuerdo con mucho cariño a
la dueña de una tienda en Raiatea muy cerca del Yacht Club,
que nos enseñó las mil y una maneras de usarlo según
la hora del día y el acontecimiento para la cual nos lo pondríamos.
Hoy en realidad cuando intento probar suerte con alguna forma nueva
termino ahorcada y nunca conseguiré repetir ninguna otra
forma que no sea las mas conocidas.
El Pacífico
Quiero en este recorrido que hacemos le dediquemos
unos minutos al Océano Pacífico, no tengan miedo ya
sé que lo estudiamos en Geografía en la escuela, pero
es que mientras preparaba el material para contarles sobre nuestro
viaje a la Polinesia, me quedé pensando cuánto le
debemos a los Océanos, en especial al Pacifico. Ellos nos
han dado la oportunidad de conocer otras culturas ha sido la primer
y fundamental vía de comunicación con la osadía
de algunos hombres en otras épocas para llegar hasta las
civilizaciones desconocidas, en especial para los europeos.
El Pacífico es el Océano más
grande en extensión y profundidad de todos lo océanos
del mundo. Fue descubierto en 1513 por el español Vasco Núñez
de Balboa que lo llamó Mar del Sur. Según los expertos
es la cuenca oceánica más antigua con unos 200 millones
de años.
Cuentan las leyendas que cuando los españoles
llegaron a los Andes oyeron sorprendidos las fantásticas
historias sobre las inmensas islas situadas al oeste de las costas
americanas, lo que provocó en nuestros antepasados un claro
deseo por continuar la expansión española en el desconocido
Océano Pacífico.
Uno de ellos fue precisamente Pedro Sarmiento de Gamboa
que veía como la leyenda inca encajaba en las teorías
de los geógrafos occidentales que las habían venido
postulando desde tiempos inmemoriales.
En el siglo XVI los galeones españoles tenían
establecida la ruta del Pacífico que unía lo que hoy
es Perú con las Islas Filipinas pero para muchos el pacifico
seguía siendo un gran vacío en el mapamundi dibujado
por los marinos y cartógrafos de la época.
Estas aguas guardan tesoros naturales como las perlas
negras, una combinación del trabajo del hombre y la sabia
naturaleza. El cultivador de perlas generalmente vive en los bordes
de las islas allí tiene plantada literalmente en las aguas,
coloca una especie de perla de un producto marino que va permitir
que a su alrededor la madre perla comience el proceso. Desde ese
momento el cultivador cerrara la madre perla que le aportara a ese
intruso el color y la posterior forma. Durante la cosecha de las
perlas negras el cultivador efectúa una primera clasificación,
apartando las que no están aptas para la venta. Cada perla
se clasifica según su diámetro y su calidad esta dada
por la pureza de su superficie, el color evoca según los
expertos en la materia distintas sensaciones a saber: el verde pavo
real, refleja la sensación de la riqueza, el color berenjena
nobleza, las lavanda son mas románticas, las amarillentas
son para las personas mas activas, mientras que las grises plomo,
las más famosas, revelan un aire clásico a quien las
elija.
Un pantallazo por las islas
Hay otras islas que merecen nuestra visita, por ejemplo,
Moorea.
Más exótica, a escasos kilómetros de Tahití,
es una isla hermosa cubierta por un exuberante bosque tropical.
Hay que ascender a los picos volcánicos, escuchar las cascadas
ocultas y contemplar desde la cima de Rotu Uni las bahías
gemelas de Oponohu y Capitán Cook.
La isla cuenta con varios complejos hoteleros de lujo
a base de palafitos junto a las cristalinas aguas y presenta paisajes
más tranquilos alejados del ajetreo de Tahití, profundas
bahías ligadas a la historia del Capital Cook y una visión
que todos recordamos, la del volcán.
Huanine es otra isla. Menos conocida, compite
en belleza con Moorea y es uno de esos escenarios típicos
de los Mares del Sur. En realidad está formada por dos islas
separadas por un istmo. Su capital es Fare, donde se encuentra el
puerto principal. La isla es verde y bellísima y uno de los
santuarios para los aficionados al surfing pues sus olas son perfectas
para este deporte. Aquí se celebra la Hawaiki Nui, una regata
de canoas que empieza en Fare y termina en Bora Bora. Huahine es
también un importante centro arqueológico.
Bora
Bora. Es otro de los nombres mágicos en occidente. Ha
servido también de escenario cinematográfico por su
extraordinaria belleza, rodeada por dos picos volcánicos.
Se ha convertido en un mito para los millonarios de todo el mundo.
Aquí residieron los dioses de la mitología polinesia
y hoy residen los adinerados americanos en lujosos hoteles formados
por bungalows con suelo de cristal que permite contemplar el fondo
marino desde la cama. Sus playas son increíblemente blancas
y su laguna profundamente azul.
Maupiti. Es una pequeña y tranquila
isla a 40 kilómetros al oeste de Bora Bora, considerada como
una de las más bellas de los mares del sur. Su isla principal
está rodeada por una impresionante laguna abierta hacia el
mar. Sus playas son un paraíso para amantes del submarinismo.
Tetiaroa. Otra de las famosas islas de la Sociedad
es Tetiaroa, un conjunto de 13 islas situado a unos 40 kilómetros
al norte de Tahití, en torno a una laguna a la que protegen
de forma natural. Estaban deshabitadas hasta hace poco. Allí
disfrutaban de sus vacaciones los reyes tahitianos. En 1966 Marlon
Brando decidió comprarlas para retirarse definitivamente
a su amada Polinesia. Tetiaroa es una atracción turística,
no sólo por el actor sino por su enorme riqueza ornitológica.
Para casarse... Bora Bora
En Bora Bora son famosos los casamientos al estilo
polinesio, todos los días los hoteles ofrecen a sus huéspedes
la posibilidad de casarse al mejor estilo polinesio.
La boda es celebrada casi siempre en la playa privada
de cada hotel. El novio es traído en una barca desde el bungalow
donde este alojado, adornado con los elementos típicos de
un novio polinesio. En especial la novia es preparada para la ceremonia
con un pareo blanco y una hermosa corona con flores que le da el
toque infaltable. La ceremonia casi siempre es muy corta con música
y tambores típicos de la región y un aire de película.
Un sacerdote polinesio ataviado con plumas y flores celebrará
el oficio seguramente con una gran cantidad de curiosos que acompañara
a los novios en ese momento tan especial. Es realmente muy divertido
presenciarlos así que no sea tímido y si se ve sorprendido
con un ceremonia de estas, acérquese, los novios se sentirán
acompañados y quizás hasta figure en el álbum
de fotos.
Las recomendaciones...
Pero como siempre, vale la aclaración: lo de
hoy fue apenas una recorrida fugaz por la Polinesia Francesa. En
Papeete hay un museo que recuerda la vida de Paul Gauguin en la
isla, en realidad no podrán apreciar ninguno de sus famosos
cuadros es inexplicable como no lograron conservar casi nada, eso
si podrán ver elementos que le pertenecieron y quizás
entender por qué cambio su vida como corredor de bolsa de
París para refugiarse en este lugar y captar como nadie el
espíritu de sus habitantes para plasmarlo en sus famosísimos
y carísimos cuadros.
Si van con tiempo por unos días, no dejen de
tomarse un crucero, en especial hay uno que recorre las costas de
Moorea. Además de ser un velero espectacular les brinda la
posibilidad de nadar entre los arrecifes y de conocer el resto de
las islas, en realidad no querrán irse nunca de este lugar,
se parece al paraíso.
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