Ciudades y leyendas del viejo Rhin
"No
puedo descifrar, el antiguo sentido,
De un dolor sin nombre, que me ha perseguido,
Cuento, un cuento, de tiempos pasados,
Que como un remolino me hunde y persigue:
El
aire débil, congela el crepúsculo,
Pacíficamente, fluye el Viejo Rhin,
Sedientos, los picos beben el vino,
Del sol desbordante del amanecer.
La
hermosa doncella, sentada en la cima,
En su alto trono, bañado de cielo,
Sus joyas brillantes, deslumbran destellos,
Al peinar muy lento, dorados cabellos.
De
oro su peine, al ritmo acompaña,
En el canto hermoso, de versos extraños,
Que seducen y raptan, en fatal encanto,
Al mortal descuido, del enamorado.
Ya
es inevitable, su nave deriva,
Por el sueño dulce, de tonada triste,
Sin ver la espuma que rompe, en la dura roca,
Solo ve a la doncella, cantar en lo alto.
Las
corrientes, sin lástima, al navegante atrapan,
El destino devora a él y a su barca,
Un nuevo dolor, suma a su tristeza,
Del canto y el llanto de la Loreley.
"Una
antigua Leyenda del Rhin", Heinrich Heine, 1832.
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el programa
Les
proponemos volver a Alemania, para un programa muy especial. Esta
vez no visitaremos una ciudad sola, sino que recorreremos muchas
ciudades a la vez y les proponemos hacerlo de una manera especial.
En el "Mapamundi" de hoy vamos a hacer un crucero por
el río Rhin. Sí, vamos a recorrer en barco una de
las zonas más pintorescas y románticas de la Vieja
Europa... Nosotros hicimos este crucero cuando estuvimos en Köln,
en Colonia, y quedamos fascinados. Sin duda vale por sí solo
un viajecito a Alemania (y queda tan a mano -después les
contamos por qué- que es imperdonable visitar Alemania y
no hacerse una escapadita hasta el Rhin).
Por
eso hoy les proponemos: abrir los sentidos y dejarse llevar río
arriba y río abajo, disfrutando del ronroneo de los motores
y del vaivén del barco, recorriendo: "Las Ciudades y
Leyendas del Viejo Rhin".
Un
valle con 30 millones de habitantes
El
Rhin es el río más caudaloso de Europa y el de mayor
tráfico de barcos de pasajeros y de carga en el mundo. Nace
al Este de Suiza y fluye de Sur a Norte por 1.300 kilómetros
hasta la desembocadura en el mar del Norte, atravesando Suiza, Liechtenstein,
Francia, Alemania y Holanda. El valle del Rhin equivale a más
del doble de la superficie de Portugal, albergando a 30 millones
de habitantes.
Se
forma en los Alpes, como un torrente del deshielo. En Alemania,
después de atravesar la Selva Negra, el Rhin logra un ancho
señorial de 600 metros y una profundidad de 23 metros, flanqueado
de cadenas montañosas que al llegar a Mainz se hacen colinas
y a partir de Bonn ondulan, se suavizan y desaparecen...
Justamente,
lo que les proponemos es embarcarnos en nuestro crucero por el Rhin
en la ciudad de Mainz y desembarcar en Bonn, un tramo de 150 kilómetros,
donde el Rhin se abre paso entre las colinas de Renania. Es el trecho
más pintoresco del Rhin, rodeado de castillos y viñedos
que cuelgan de barrancos, al que se le llama el "Rhin Heroico",
por sus historias y leyendas, desde la Edad Media, pasando por la
literatura romántica (como el poema de Loreley, con que abríamos
este "Mapamundi"), y también heroico por la historia
más reciente.
De
Julio César a la Segunda Guerra Mundial
¿Sienten
el aire fresco del Rhin? ¿Ven los árboles sobre los
cerros cambiando de colores con la llegada del otoño? Claro
que sí, pero la belleza del Rhin no se debe solo a la naturaleza,
sino a la mano del hombre a lo largo de su historia. Julio César
fue quien mandó construir el primer puente sobre el Rhin,
transformando al río en frontera entre el Imperio Romano
y las tribus germánicas. A orillas del Rhin las aldeas de
pescadores, artesanos y comerciantes, se levantaron al pie de los
cerros dominados por los castillos feudales. Los castillos no impusieron
el rigor sobre sus vasallos sino sobre quienes pasaban frente a
sus castillos. Instalaron aduanas que cobraban impuestos sobre todo
el tráfico del río bajo amenaza de saquear los barcos
mercantes por flotillas de mercenarios.
Así,
el valle del Rhin se hizo rico, muy rico, y algunos castillos se
transformaron en verdaderas fortalezas. Los príncipes medievales
se mudaron a sus castillos del Rhin, para "cuidar" más
de cerca su "negocio". Cuando el Rey de Francia, Luis
XIV, quiso conquistar en 1689 la fuente de riqueza más rentable
de Europa, las aduanas del Rhin, hizo quemar estos fabulosos castillos,
pero no pudo conquistar tres de ellos. El Rhin fue reconquistado
por los prusianos en 1815, quienes (llenos de orgullo alemán)
mandaron reconstruir muchos de los castillos destruidos, en ruinas
o abandonados.
Durante
la Segunda Guerra Mundial, las poderosas ciudades industriales del
Rhin sufrieron el rigor de los bombardeos. Mucho puentes fueron
derribados y al final de la guerra, la navegación por el
río estaba totalmente detenida por la cantidad de escombros
y ruinas hundidas en sus aguas...
Bueno,
bonito y... ¡barato!
Vamos
a embarcarnos por el Rhin en la ciudad de Mainz (como le llaman
los alemanes), o "Maguncia" (como le llaman los españoles).
Para llegar a Mainz, nosotros venimos de Colonia, por lo que tenemos
que tomar un tren ICE ("Inter City"), los que salen cada
media hora desde Colonia, son tan confortables como un avión,
hacen el recorrido en una hora y media (con muy pocas paradas),
y lo mejor de todo: va bordeando el Rhin, a veces durante kilómetros
y kilómetros como si fuéramos por la rambla del Rhin,
mirando (en cámara rápida), los paisajes maravillosos
que a la vuelta disfrutaremos (en cámara lenta) desde el
barco...
Pero
ustedes seguramente no van a venir de Colonia. Igual nosotros les
dijimos que este crucero les queda muy a mano, y que es imperdonable
ir a Alemania y no hacerlo. ¿Por qué? Bueno, porque
el aeropuerto de Frankfurt (por el que todos pasan si van a Alemania)
queda muy cerquita de Mainz, apenas una media hora en tren, directamente
del aeropuerto al Rhin.
Y
otra razón por la que es imperdible es por el precio: todo
muy accesible. El tren desde Frankfurt es muy barato (15 marcos,
o sea 6 dólares, más o menos), y un crucero (y aquí
entramos en tema) de Mainz a Bonn cuesta unos 30 dólares.
Unos "vintenes", realmente, con los que nos aseguramos
paseos y diversión por un buen rato.
Vamos
a subirnos a los cruceros de la empresa "KD" (KD es la
línea Kolonia-Dusseldorf), que tiene todos los días
y a toda hora decenas de cruceros que van y vienen por el Rhin,
uniendo 35 ciudades entre Mainz y Colonia. Todos los barcos están
equipados con todas las comodidades para un viaje confortable: una
gran sala en el nivel principal, con ventanales panorámicos,
restaurantes, bar y tiendas de souvenirs. Pero el mayor atractivo
está sobre cubierta, donde los pasajeros pueden disfrutar
del paisaje al aire libre, tomando sol y la brisa del río...
Todos
los barcos son diferentes. Los hay chicos y grandes, de 20 metros
de eslora hasta 120 metros; con capacidad para 100 pasajeros, los
más chicos, hasta 1.500 los más grandes. Y todos tienen
su personalidad, como el "Enterprise", equipado como si
fuera una nave espacial, o el "Rheinjet" (un alíscafo
que viaja a 70 km/h), pero los ideales para hacer esta travesía
son los más viejos de la flota, como el "Goethe",
construido en 1913, que todavía conserva sus propulsores
a paleta en los laterales y en sus interiores todo el esplendor
y el romance de "La Vieja Europa"...
Pero
hay más. Todos los barcos están equipados con guías
individuales, tipo-"walkman", en todos los idiomas, de
los paisajes y castillos que van pasando. Todos los barcos ofrecen
almuerzos, té y cenas típicas, con su infaltable sopa
de papas, tres platos a elección, cerveza (claro) y músicos
en vivo. Los mozos están impecablemente vestidos de blanco
con sombreros altos de chef que científicamente calculados
nunca rozan los techos bajos de la cubierta.
Por
un pequeño sobreprecio, el pasajero de la línea KD
compra una tarjeta, con la que puede bajar de su barco, recorrer
todas las ciudades que quiera, entrar gratis a los museos y volver
a subirse en el siguiente barco, durante tres días. Justamente
eso es lo que vamos a hacer nosotros. Un poquito en barco y otro
poquitito a pie, recorrer y conocer de vista y de primera mano,
las historias y romances, las ciudades y leyendas, del Viejo Rhin...
De Mainz a Bonn.
Donde
nació la imprenta
"Mainz",
o "Maguncia", es la capital del estado de Renania, al
oeste de Alemania. Hace más de 2.000 años, la Legión
Romana levantó un campamento fortificado que llamó
"Maguntiacum". Por el año 300, Maguncia se convirtió
en la sede del primer episcopado alemán.
Si
caminamos dos cuadras del muelle donde esperamos el barco, estamos
en la antigua Plaza del Mercado, dominada por su famosa Fuente renacentista,
un enorme aljibe decorado casi como si fuera hindú. En el
mercado podemos comprar unos espárragos (que son la especialidad
de Maguncia), y que se venden preparados, con salsa, saltados o
naturales. Frente al mercado está la Catedral, toda recubierta
de piedra caliza rosada, con una nave central románica, torres
renacentistas, reloj clásico y remates barrocos
El
otro atractivo de Mainz es el Museo Guttenberg. Sí, señores,
Johannes Guttenberg nació en Mainz y aquí fue donde
inventó la imprenta. El Museo Guttenberg reconstruye el taller
de la época de la "primera pequeña editorial
del mundo", y sobretodo atesora varias copias originales de
las Biblias de Guttenberg, impresas entre 1452 y 1455, un verdadero
tesoro de gran valor histórico, espiritual y económico:
las Biblias de Guttenberg que han llegado a las casas de remates
como Chritie`s o Sotheby's fueron rematadas en varios millones de
dólares cada una...
En
el Goethe
Ya
estamos a bordo de nuestro crucero por el Rhin. Hemos embarcado
en Mainz, en un muelle muy sencillo, pero muy coqueto, como casi
todos los puertos donde atraca la línea de cruceros KD sobre
el Rhin. El "Goethe" es un barco a paleta de 1913, el
más antiguo y el más romántico de la flota
KD, de 83 metros de "eslora" (o sea "de largo",
para los legos) con cuatro salones interiores color blanco y madera,
totalmente restaurados en 1980 con muebles, espejos, baños
en el estilo y el esplendor del Art Déco original de su época.
¡Un lujo! Apenas se siente la vibración de sus motores,
se escucha muy tranquilamente el chapoteo de las paletas, sobretodo
en la cubierta, que es realmente donde hay que estar si uno quiere
admirar el paisaje, donde hay sillones y reposeras, y donde no hay
muchos pasajeros, porque si bien el barco tiene capacidad para 900
pasajeros, nunca viajan más de 200 en un domingo de verano
Viaja
muy lentamente... a 13 kilómetros por hora, y eso que viajamos
de Sur a Norte, con la corriente (recuerden que el Rhin nace en
Suiza y desemboca en el Mar del Norte). Pero que sea lento, no es
ningún inconveniente... al contrario. Mejor así, para
disfrutar del paisaje y de la vida del río también...
Comunidad
flotante
Después
de la Segunda Guerra Mundial se acordó el libre tránsito
de embarcaciones por todos los ríos de Europa, por lo que
- sobretodo en los barcos de carga - se ve banderas de los países
más distantes, de Europa Occidental, del Centro y del Este.
Es evidente que estos barcos son además "residencia"
de quienes lo conducen. No solo se ve las cortinitas de encaje en
las ventanas de las cabinas y ropa colgada al viento y unas bicicletas
en el puente, sino hasta un auto estacionado.
Al
salir de Mainz se atraviesan los únicos puentes que cruzan
el Rhin durante 100 kilómetros hasta Coblenza (nuestra próxima
parada); ya empieza el paisaje típico del Rhin: ciudades
y pueblitos con sus tejados a dos aguas, como casitas de muñecas,
castillos, iglesias góticas, monasterios, todo rodeado de
cerros verdísimos, viñedos y los trenes que nos cruzan
o nos pasan, todo con una prolijidad como si no fuera de verdad,
sino un mundo a lo lejos, en miniatura...
En
la desembocadura del río Nahe con el Rhin, y frente a la
ciudad de Bingen, se encuentran (sobre un cerro) las ruinas del
Castillo de Ehrenfels, construido por los Señores de Bolandes
en el año 1211, como puesto aduanero. La fortaleza resistió
ataque tras ataque durante siglos hasta que en 1689 fue vencida
por los franceses que, en nombre de Luis XIV, se disponían
a conquistar el Rhin. Las dos torres gemelas del fuerte dominan
perfecto el tráfico que viene del Nahe y para cobrar peaje
sobre el Rhin, en una isla frente al castillo se levantó
la llamada "Torre de los Ratones". Dice la leyenda, que
la "Torre de los Ratones" fue levantada por un arzobispo
de Mainz muy malo, quien además de cobrar impuestos carísimos
a los navegantes del Rhin, también les cobraba a los campesinos
el diezmo en trigo que almacenaba en un enorme granero de madera,
en Mainz. Después de una mala cosecha, los campesinos hambrientos
fueron a Mainz y pidiendo granos para hacer pan. El arzobispo malo
los mandó al granero, los encerró y -según
la leyenda- los prendió fuego. Sólo los ratones se
salvaron, entraron al palacio y se comieron todo lo que encontraron
a su paso. El arzobispo salió despavorido sin saber dónde
esconderse hasta que se acordó de la Torre que tenía
en la isla sobre el Rhin. Hasta ahí fueron los ratones nadando
y lo devoraron vivo...
Loreley
y la fascinación de las sirenas
En un estrecho del Rhin que pasa entre montañas de 130 metros
de altura, el curso del río forma una "S". Ahí
es cuando aparece frente a la corriente del río, en la rivera
derecha, una enorme roca maciza: La Loreley. Hasta el siglo pasado,
cuando la navegación se hacía sin la fuerza de las
máquinas, los navegantes del Rhin tenían buenos motivos
para preocuparse por esta parte del río: por las corrientes,
la poca luz durante el día y la pared de roca de Loreley,
contra la que se producían los naufragios. Según la
leyenda, una sirena atraía a los navegantes con sus cantos
y encantos, extrañas canciones llenas de melancolía
que Loreley entonaba mientras peinaba sus largos cabellos rubios.
En vez de atender la corriente traicionera, los navegantes miraban
hacia arriba atraídos por la belleza de la sirena y naufragaban.
Era entonces cuando comprendían la tristeza de las canciones
de Loreley atrapada en su trágico destino, de seducción
y muerte.
Primera
escala
A
unos cinco kilómetros después de pasar la Roca Loreley,
cuando las aguas se calman, aparece el pueblo de San Goar, donde...
vamos a hacer nuestra primera escala.
La
historia de San Goar comenzó hace unos 1.000 años
cuando surgió como una modesta aldea de pescadores, en el
lugar en el que el Rhin tenía una pesca abundante de salmón
rosado, después de las corrientes de la Loreley. Lleva el
nombre de San Goar, un celta que convertía al Cristianismo
a los navegantes que lograban sortear la roca Loreley.
En
el año 1284 la aldea pasa a ser propiedad de los Condes de
Katzeneln-bogen, quienes recién llegaban al Rhin, y querían
y tenían que imponerse a toda costa. Construyeron murallas
alrededor de la ciudad y los viñedos, protegidas con solo
dos puertas (los viñedos se conservan, las puertas también,
la muralla no). Construyeron un castillo, el "Nuevo Katzeneln-bogen",
que la gente por supuesto acortó con el nombre de "Katz".
Pero
cinco kilómetros río arriba, el duque rival construyó
otro castillo (que la gente bautizó como "El Castillo
de Maus", porque en alemán "Katz" y "Maus"
quieren decir "Gato" y "Ratón".
Pero
el Conde de Katzenel-bogen tenía que imponerse a toda costa
y terminó construyendo el castillo de Rheinfels, el castillo
medieval más grande del valle del Rhin. Era tan imponente
en su tiempo, que después de terminado el Conde aumentó
muchísimo el peaje sobre el Rhin, "demasiado" para
los duques rivales quienes terminaron sitiando el castillo de Rheinfels
durante años, pero, no lo conquistaron...
Es
que en la Edad Media, las defensas eran más fuertes que las
ofensas, y la mayoría de los enfrentamientos consistían
en un sitio, en un largo y tedioso sitio, en que trataban de matar
de hambre o de aburrimiento al enemigo. En estas circunstancias,
la población del castillo aumentaba muchísimo, porque
se refugiaban en el castillo buscando protección. Y el castillo
tenía que estar bien preparado para auto-sustentarse. Eran
imprescindible que el castillo tuviera: un buen aljibe, una almacén
llena de provisiones, artesanos de todo tipo, una iglesia... y muchos
juegos de mesa... Por eso, el castillo de Rheinfels es tan grande
y tan heroico. En 1692, cuando ya habían caído todos
los castillos del Rhin, con 4.000 soldados el Rheinfels fue inexpugnable
ante el ataque de un ejército francés de 28.000 hombres.
Cien años después, en 1792, ante la llegada de las
fuerzas napoleónicas, el comandante del castillo lo entrega
a los franceses sin oponer resistencia, pero antes (como en la historia
del Graf Spee), hace explotar torres, baluartes y muros.
Hoy
el castillo sigue en ruinas, pero solo parcialmente. Una parte ha
sido restaurada como hotel y restaurante, y otra parte es un museo
sobre el Rhin y sobre la historia heroica del castillo...
Entre
las ruinas se organizan visitas guiadas, las que incluyen (antorcha
de fuego en mano) una caminata por las catacumbas y los túneles
secretos que unían el castillo con el pueblo y el Rhin...
Las
Siete Colinas
Königswinter
es una ciudad-balneario sobre el Rhin que está casi enfrentada
a la ciudad de Bonn, la ex-capital de Alemania Occidental. Su historia
surge hace 1.000 años, dedicada a la vinicultura, la navegación
por el Rhin y las canteras de piedra, las que fueron usadas para
la construcción de muchas iglesias (entre ellas, la Catedral
de Colonia, a 30 kilómetros río abajo). Con la llegada
al Rhin de los primeros barcos a vapor, en 1827, se construyeron
en Königswinter los primeros hoteles lujosos que aún
se conservan, como el Hotel Monopol, o el Rhein Hotel, o el "Vater
Rhein" ("Padre Rhin"). A estos hoteles con los años
se fueron sumando nuevos hoteles, como el Maritim, el último
hotel 5 estrellas de Königswinter inaugurado en 1988.
Los
hoteles más lujosos de Königswinter se alinean en la
"Rhein-allé", en una rambla de 5 km de largo, con
una doble fila de tilos, por donde pasan los tranvías modernos
y silenciosos de Königswinter, mirando con total paz y romanticismo
hacia los barrios más lujosos de Bonn, donde solían
estar las embajadas, del otro lado del Rhin.
¿Y
cuál es el atractivo turístico de Königswinter?
Las "Sieben-gebirge" ("Las Siete Colinas"),
las que rodean a Königswinter. Según la leyenda, las
siste colinas fueron hechas cuando siete gigantes clavaron sus espadas
en el lecho del Rhin. En realidad son siete viejos volcanos, muy
erosionados y totalmente cubiertos de bosques. Sobre la colina que
corona Königswinter, rodeado de bosques y con una vista fabulosa
sobre el Rhin, se encuentra el Palacio Petersberg, construido en
el lugar de un monasterio del siglo XII que existió hasta
el siglo XIX, cuando el dueño de las colonias "4711"
lo compró y en el lugar construyó un hotel de 300
habitaciones, el más lujoso de la época. Después
de la Guerra, Petersberg fue restaurado por el gobierno federal
alemán, y por su aislamiento y seguridad, fue usado como
hotel para los dignatarios extranjeros que visitaban Bonn.
Otros destinos
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