Vietnam;
recuerdos de un mundo lejano
"Algo
que aprendí desde que estoy en este país, es que Nixon
nunca logrará quebrar el espíritu de esta gente. Nunca
logrará dominar el destino de Vietnam, ni con bombas, ni
con invasiones. Uno sólo tiene que escuchar a los campesinos
describir cómo eran sus vidas antes de la revolución
para comprender por qué cada bomba que tiran sólo
sirve para fortalecer la determinación de los vietnamitas
a resistir."
Palabras
de Jane Fonda, emitidas por Radio Hanoi durante la guerra, 22 de
Agosto del año 1972.
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La
propuesta es revivir algunos recuerdos de ese mundo lejano: Vietnam.
Lejano en todos los sentidos... no sólo por la distancia
geográfica sino fundamentalmente por la distancia cultural
que nos separa.
Algo que debo
decirles, antes de embarcarnos en este viaje. Uno tiene dos posibles
posturas frente a Vietnam. Una, es dejarse robar el alma por la
pobreza, espantarse por los olores que sin duda van a sacudirlos,
por los bemoles de una economía que si bien comienza a despegar
tiene todavía un gran tramo por recorrer, horrorizarse por
algunas imágenes con las que tropezarán por las calles
y que son los fantasmas vivientes de la guerra... Esa imagen de
Vietnam, existe. Es el estigma de una guerra que ya no sangra pero
que cuesta cicatrizar y duele porque de alguna manera, esa realidad
es consecuencia de los actos del hombre, es como un espejo en el
que vemos reflejado nuestro lado más oscuro.
Pero también
hay una segunda visión o lectura de la realidad vietnamita.
Más positiva. La de visitar el país como observadores
curiosos, con el espíritu abierto a lo desconocido, a lo
diferente. Con el ojo atento a ir descubriendo lo folclórico,
lo pintoresco, la simpleza y a la vez la trascendencia de las historias
cotidianas, el porqué de sus tradiciones y costumbres religiosas.
Si uno hace el intento, desechando preconceptos occidentales, es
posible encontrar en Vietnam un mundo mágico, el de la belleza
de su entorno natural con la fuerza del verde, del amarillo de los
arrozales, la paz en la mirada de las mujeres campesinas con sus
sombreros cónicos trabajando la tierra o la insólita
lógica de sus escenarios urbanos... Los sonidos y los sabores
de una sociedad que ha sobrevivido y se ha reinventado después
de un siglo de enfrentamientos entre sus antiguas civilizaciones
y las mentalidades modernas de occidente.
Si
se fijan en el mapa, Vientam recorre de norte a sur una distancia
de 1600 kilómetros. Tiene forma de letra S. Más ancho
al norte y al sur, y finito en el centro. Incluso hay un punto en
el que el país tiene solo 50 kilómetros de ancho.
Atrás quedó la división Norte y Sur. Hoy hay
una sola Vietnam. Pero sus escenarios son bien diferentes al Norte,
al Centro y al Sur. Y sería imposible recorrerlo todo. Por
eso y solo por eso, es que en el Mapamundi de hoy, nos vamos a concentrar
en la región del norte de Vietnam, por seguir un orden lógico.
Y nuestro punto de partida será la ciudad de Hanoi, su capital.
Para entrar
verdaderamente en el clima de Vietnam, debo contarles cómo
fue nuestra llegada que, de por sí, fue bastante ilustrativa.
Tres días enteros viajando o esperando por las conexiones
en los aeropuertos. Seis escalas antes de llegar a Hanoi: Montevideo-Buenos
Aires-Ciudad del Cabo- Johannesburgo-Kualalumpur-Saigón y
finalmente, Hanoi, al norte de Vietnam. Para nosotros, queda como
en el fin del mundo.
El aeropuerto
de Hanoi... un caos.
En la sección
de Arribos, sólo una cinta por la que circulaban todo tipo
de bolsos, bolsas y cajas de cartón recubiertas de cinta
plástica. Por esa cinta debería circular nuestro equipaje
que había sido despachado desde Montevideo, directo a Hanoi...
¡Qué ilusos! Obviamente llegó la mitad. Entre
las piezas que faltaron estaba mi valija. Bueno, empezaba la historia.
¿A quién hacer el reclamo? El aeropuerto era un mar
de gente que corría de un lado al otro, cada cual en sus
asuntos. En eso divisamos un stand que, dedujimos, sería
el de reclamos. Como nosotros, había varios extranjeros,
furiosos, protestando en todos los idiomas. Del otro lado del stand,
dos vietnamitas uniformados con cara de signo de interrogación,
agobiados por tantas quejas, con muy poca pinta de solucionar problemas.
Pero eran nuestro único recurso. Allí descubrimos
que el idioma iba a ser un verdadero inconveniente.
El inglés
de los vietnamitas es muy limitado y entenderles es a veces, imposible.
El idioma de los gestos y los signos es más efectivo. A todo
esto, se suponía que alguien nos iba a estar esperando en
el aeropuerto. Alguien del Gobierno; un oficial que habría
de acompañarnos en todo nuestro trayecto por Vietnam. Tengan
en cuenta que es un país comunista y que suelen sospechar
de los periodistas que llegan de visita. Supuestamente su presencia
sería para colaborar con nuestro trabajo y facilitarnos los
permisos, pero en realidad, el objetivo final del Oficial era asesorarse
de qué era lo que filmábamos. Por fin apareció.
Bajito, no muy flaquito -como son casi todos los vietnamitas, tez
café con leche, pelo negro retinto y lacio. Pinta más
bien de "bonachón" que de "botón".
Tiró algunas palabras en un idioma incomprensible. Estaba
claro que no era vietnamita, pero ¿en qué hablaba
este señor? Después de unos minutos de concentrarme
me di cuenta que era un intento de español. Parece que había
vivido un tiempo en Cuba y claro, él estaba convencido que
hablaba español. Es más, tradujo su nombre. Se nos
presentó como Mr. Juan. Nos terminó cayendo simpático
Mr. Juan. Más tarde nos daríamos cuenta de que su
presencia era bastante intrascendente. No colaboró pero tampoco
estorbó. Sólo estaba ahí. Es que resulta que
en Vietnam hay un dicho: "El gobierno hace que le paga a sus
funcionarios y los funcionarios hacen que trabajan".
Pero en ese
primer momento en el aeropuerto, por suerte, nos ayudó a
entendernos con los oficiales de Reclamos. Las valijas aparecieron...
Dos días más tarde, pero aparecieron.
Una ciudad
con diez siglos de historia
Hanoi la ciudad
de los lagos, los parques verdes y los bulevares arbolados... Un
millón de habitantes y casi otro tanto de bicicletas y motocicletas
circulando desordenadamente por las calles y avenidas. Una ciudad
que significa cosas diferentes para generaciones diferentes. Vive
a un ritmo más tranquilo que Saigón al Sur. Ha sido
la más resistente a los cambios y reformas económicas.
Mantiene, entonces, un perfil más auténtico y tradicional.
Perfil que encaja más con la generación de veteranos,
aferrados a sus costumbres, reacios por experiencia propia al contacto
o apertura hacia la mentalidad occidental. La generación
de los jóvenes, en cambio, menos apegados al pasado, prefieren
el ritmo ágil y los toques de modernidad que hoy visten a
Saigón. Pero para los turistas, Hanoi es el escenario ideal
para acercarse a la historia de Vietnam.
El sitio donde
hoy se levanta Hanoi, estuvo habitado desde el Neolítico.
Fue proclamada por primera vez capital en el Siglo XI, durante la
Dinastía LY. El entonces Emperador Ly Thai To -dice la leyenda-
vio emerger de las aguas del lago, la figura de un dragón,
símbolo del poder real y por eso la bautizó Ciudad
del Dragón Ascendiente. La verdad es que a lo largo de los
siglos, ha cambiado varias veces de nombre. Hanoi que quiere decir
Ciudad junto al Río; nombre final que le dio el Emperador
Tu Doc de la última dinastía, en 1831. Y el río
que evoca su nombre es el Río Rojo, que atraviesa la ciudad
y desemboca en el golfo de Tonkin, conformando el delta del norte
y una de las principales regiones de cultivo del país.
Las
calles del centro de Hanoi, vienen a mi memoria con imagen y sonido.
La imagen, es la de grandes edificios color ocre, de la arquitectura
colonial francesa y amplias avenidas como ríos de gente,
no caminando sino en bicicleta o motocicleta, unos pegados a otros,
sin dejar espacio para los autos, que de hecho casi no se ven, ni
para los transeúntes. No se respetan los cruces, ni las cebras...
No frenan, sólo esquivan. Y el sonido... el de las bocinas.
Suenan constantemente. Cuando te están por pasar por arriba
o cuando te divisan a unos 10 metros, o por las dudas. Siempre suenan.
Cruzar la calle en Hanoi, no es para cardíacos. No cometan
el error de pensar en cruzar rápido. Crucen a paso lento
pero seguro, mirando siempre al horizonte... son las motos las que
van a calcular a la distancia por qué lado los van a esquivar.
Desde la ventana
de mi hotel, en un piso 10, la imagen de la calle parecía
una caricatura: miles de sombreros cónicos sobre ruedas.
Por las veredas, caminando o mejor dicho trotando, siguiendo siempre
el mismo ritmo, mujeres vietnamitas cargando sobre sus hombros un
palo con un canasto de bambú en cada extremo, conteniendo
frutas o verduras. La sensación térmica, también
inolvidable... mucho calor, demasiado, y una humedad insoportable.
Recién entonces entendí la función del sombrero
cónico: hacen de sombrillas. Me compré uno enseguida.
Siempre hay quien los vende por la calle. "One dólar".
Siempre hay alguien que vende algo y que sigue o persigue a los
turistas... postales de Vietnam, Libros de la Guerra como el típico
de Graham Green, The Quiet American. Y todo a un dólar. Los
vendedores callejeros no entienden el "No". Ni el "No
gracias". Ni el "¡No, basta!" Los van a perseguir
con la misma oferta todo el camino y hasta el baño del hotel
si es necesario. Mi guía me explicó la fórmula.
Sólo una palabra logra persuadirlos: "corroi".
Quiere decir, "ya tengo" y es mágica. Y es lógico,
si ya tengo, para qué voy a querer otro.
Un descanso
en silencio
La Guerra de
Vietnam también pasó por el norte pero las partes
afectadas por las bombas, en Hanoi, fueron reconstruidas. Veinte
siglos de historia pasaron por esta ciudad y muchos de sus testimonios
siguen en pie. Y entre los más antiguos, el Templo de la
Literatura. Un lugar manso y silencioso, ideal para escapar de los
ruidos de las calles.
Un punto que aclarar antes de entrar: los templos en Vietnam, a
diferencia del concepto que tenemos nosotros y el resto de Oriente,
no son lugares religiosos para la adoración de los Dioses,
sino construcciones levantadas en honor a figuras importantes de
la historia. En el caso del Templo de la Literatura, el tributo
fue para el pensador Confucio, nacido en China en el año
550 Antes de Cristo. Su filosofía contribuyó enormemente
a moldear el sistema social vietnamita y las creencias de su gente.
Hoy, el Templo
de la Literatura sirve a los vietnamitas como lugar de paseo, de
relajación, un escondite ideal para la lectura... Para nosotros
los extranjeros, es una muestra auténtica y original de la
arquitectura e historia vietnamita.
Ojo con la
comida
Pero ahora volvamos
al bullicio de las calles de Hanoi. Hay otro sitio clave que visitar
en esta ciudad que nos ilustra la cotidianeidad de los vietnamitas.
Es el Viejo Barrio Francés, convertido los 365 días
del año en un enorme mercado callejero. Queda justo al norte
del Lago Hoan Kiem, en el centro de la ciudad. Este viejo barrio,
es un escenario insólito. Un laberinto de callecitas, flanqueadas
por casas altas de dos o tres pisos pero con frentes súper
angostos. Casas tubo, así las llaman. Se construyeron así
para evitar pagar los impuestos con que se gravaban las casas según
el ancho de su frente. Y cada callecita tiene el nombre del producto
o mercadería que allí se vende tradicionalmente así
que si precisan por ejemplo, comprar algunos metros de la famosa
seda vietnamita, busquen la calle que se llame calle de la Seda:
"Silk Street".
En el Viejo
Barrio Francés, venden lo que se les ocurra. Y de cada cosa
tienen stock como para abastecer a todo el país. Las mercaderías
están todas a la vista, tapizando los frentes de las casas
y las veredas. Tornillos oxidados, pajareras, ropa, artesanías,
sábanas, toallas, carteras y zapatos imitando las marcas
de los grandes diseñadores, relojes, bijou, herramientas
de todo tipo, partes de autos, de bicicletas, de lo que ustedes
estén precisando. ¿Y los precios? Para que se hagan
una idea de lo barato que es todo o del daño que me ha hecho
andar por los mercados de oriente, cuando les digan que algo cuesta
más de dos dólares, es caro. No compren. Es que en
realidad, son los vietnamitas los que consumen. No es un mercado
para turistas por eso manejan esas cifras, accesibles para ellos
mismos.
Los aromas que
se respiran por las calles van a resultarles extraños y en
ocasiones hasta intolerables, la verdad sea dicha. Especialmente
a la hora del almuerzo, cuando todos los comerciantes, la familia
entera, se sienta en la vereda a comer o a cocinar en el momento,
arroz con algo, verduras, fideos o... perro. Y sí. Se ven
pocos perros en Vietnam y ahí estábamos descubriendo
por qué.
Paisajes
rurales del norte
Hemos
cambiado de escenario. Dejamos atrás la ciudad capital, la
ciudad de Hanoi para recorrer paisajes rurales del norte vietnamita...
Los Monzones. ¡Vietnam recibe casi 2000 milímetros
de lluvia al año!. La estación de los Monzones que
va de Abril a Octubre, trae consigo además de la lluvia,
el calor y la humedad. Desde la ventana de mi cuarto de hotel, en
Halong, apenas si podía divisar el paisaje. Todo parecía
estar cubierto por un espeso velo de agua. Ese primer día
en Halong no pudimos salir del hotel. Pero a la mañana siguiente,
ya no llovía y allí estaba... la mística bahía
de Halong, una de las grandes maravillas de Vietnam, declarada Patrimonio
de la Humanidad por la Unesco. Son 1500 kilómetros cuadrados
de aguas esmeralda en la bahía de Tonkin. Esparcidas formando
una especie de misterioso laberinto, más de 3000 islas de
piedra que se levantan hacia el cielo. Algunas de ellas tienen cuevas
en su interior que han servido de refugio a los vietnamitas en sus
eternas luchas contra invasores.
Son muchas las
leyendas en torno a esta bahía. Hay una que explica su origen.
Cuenta que fue un dragón que vino desde las montañas
corriendo hacia el Golfo de Tonkin y que con su cola fue rompiendo
las montañas creando las islas. Será verdad o no...
pero los navegantes de la bahía de Halong, todavía
hoy insisten en que hay una criatura marina que cada tanto emerge
de las profundidades de la bahía.
Eramos los únicos
recorriendo la bahía esa mañana. Qué soledad
y qué extraña energía. De pronto se apareció
una barca con una mujer vietnamita a bordo. Vendía corales...
"corals from halong Bay", decía. A un dólar,
claro. Me lo traje de recuerdo. Para acordarme siempre de la bahía
y del rostro de esa mujer: ajado, sufrido, aparentando seguramente
muchos más años de los que tenía en realidad.
La mujeres
vietnamitas
Trabajan duro,
llevan sobre sus espaldas todo el peso de la familia. Y tienen poco
o ningún poder de decisión. Por lo que nos contaron,
supieron ser buenas luchadoras durante la guerra y le causaron bastantes
dolores de cabeza a los americanos. Por los campos se las ve trabajando
la tierra, cargando canastos de bambú con pesos de hasta
60 kilos, hasta trabajan en las construcciones. Llevan una vida
dura, no tienen otra opción, y la transitan con paciencia
de predestinadas.
Las recuerdo
cosechando en los arrozales, con sus sombreros cónicos, sus
caras cubiertas con un tapabocas, y hasta con guantes largos para
cubrir sus brazos. No entendía cómo soportaban el
calor. Es que resulta que según el concepto de estética
vietnamita, las mujeres cuanto más blancas, más lindas.
Por eso se protegían del sol. Marchan siempre en grupos,
conversando en voz baja mientras trabajan, siempre con una sonrisa
para el observador curioso. Aunque en realidad ellas parecían
sentir curiosidad por mí. Se me acercaban, me miraban y me
tocaban mis pestañas. "Beautiful", me decían.
Les llamaba la atención mi rimel, me parece.
Así recuerdo
el paisaje rural de Vietnam. Amarillo, verde. Conocí tonalidades
de verde que nunca creí que existiesen. Las mujeres labrando
la tierra y los niños campesinos, descalzos, sucios, jugando
a la orilla de la carretera.
Marionetas
sobre el agua
Existe una manifestación
artística que es única en este país y que de
hecho, hasta los años 60 con excepción del norte de
Vietnam, era desconocida en el resto del mundo: me estoy refiriendo
a los teatros de marionetas sobre el agua. Un espectáculo
que integra música, canto y las representaciones de las marionetas
que están talladas en madera, pintadas de colores vivos y
laqueadas. Miden unos 50 centímetros de alto. A simple vista,
parecen moverse por arte de magia sobre el agua, sobre una piscina
que simula ser un lago o un estanque. En realidad, las marionetas
están sujetas a palos de madera que mueven los artistas,
escondidos detrás del telón. Pero el movimiento de
los palos no se ve porque se hace debajo del agua. Los artistas
detrás del telón, también están dentro
de la piscina con el agua hasta la cintura. Las representaciones
son siempre historias que tienen que ver con la vida cotidiana de
los campesinos, en la que intervienen personajes reales como los
propios campesinos y míticos como el dragón o el ave
Fénix. Historias tan simples como trascendentes. Esas marionetas
se mueven con un realismo que impresiona. Claro que no entendíamos
lo que decían porque hablan en vietnamita. Pero no hacía
falta entender lo que decían para comprender la historia.
Esa noche, en
el Teatro Municipal de Hanoi, los espectadores éramos todos
extranjeros, de distintas partes del mundo y por lo que conversamos
a la salida, a todos nos impactó. Visualmente, nos impresionó
la originalidad y la técnica del espectáculo. A un
lado del estanque, el grupo de músicos que hacen sonar instrumentos
como los gongs, flautas de madera, tambores, xilofones de bambú
y el exótico Dan bau, un instrumento de cuerda, de una sola
cuerda.
Estas compañías
titiriteras tienen mucho éxito en el mundo. Van de gira por
Estados Unidos, Europa y por qué no, tal vez algún
día lleguen a Uruguay.
Otros destinos
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