Los lineamientos del equipo económico para la próxima ronda de negociaciones colectivas
Análisis del economista Pablo Rosselli, de la consultora Deloitte
(emitido a las 8.35 Hs.)
JUAN ANDRES ELHORDOY (JAE):
Esta semana el equipo económico dio a conocer sus principales pautas para la próxima ronda de negociaciones colectivas. El gobierno aspira a que las negociaciones terminen con convenios de largo plazo y que sean flexibles para recoger diferencias entre sectores. El ministro de Economía, Fernando Lorenzo, habló también de la necesidad de una moderación salarial, luego del período de recuperación de los años anteriores.
¿Cómo se analizan esas pautas dadas a conocer por el gobierno? En seguida, este es el tema con el economista Pablo Rosselli, de la consultora Deloitte.
Quizás sea bueno comenzar por el marco general que presentó el equipo económico a manera de diagnóstico y de contexto del mercado de trabajo. ¿Cómo evalúan ese análisis?
PABLO ROSSELLI (PR):
El ministro Lorenzo presentó una perspectiva de crecimiento económico que a nuestro juicio luce razonable. El gobierno está proyectando que la economía uruguaya crecerá a una tasa promedio de algo más de 4% anual en los próximos cinco años. Y eso plantea por un lado una oportunidad de que los salarios continúen subiendo medidos en términos reales. Pero, por otro lado, parece claro que no se va a repetir el ritmo de crecimiento económico de los años previos, que se observó en un marco internacional muy propicio y a partir de niveles muy bajos por la crisis que tuvimos entre 1999 y 2002.
Por otra parte, el equipo económico comentó que se deben conciliar las pautas salariales con la necesidad de mantener la inflación bajo control y con la problemática específica del sector exportador, que está enfrentando un descenso del tipo de cambio.
En ese marco se plantea un escenario de negociación salarial que debería redundar en una moderación significativa del ritmo de crecimiento del salario real, en línea con lo que hemos comentado otras veces en el programa.
JAE: En concreto, el gobierno manejó una proyección de crecimiento salarial de 2,9% este año y del orden de 2,6% en los años siguientes. ¿Cómo ven esa proyección?
PR: El gobierno debe cuidar los impactos en la inflación y en la competitividad. También debe cuidar que no se generen efectos indeseados en el mercado de trabajo. Es necesario que las pautas de ajustes salariales dejen espacio para que continúe aumentando el empleo y es necesario que no se generen efectos negativos en sectores de la población más desprotegidos (en segmentos vulnerables como la población de menor calificación, la población joven, especialmente las mujeres jóvenes).
Teniendo en cuenta todos esos objetivos nosotros entendíamos que las negociaciones salariales deberían apuntar a incrementos del orden como ahora plantea el gobierno.
JAE: ¿Pero cómo se llega a esas cifras?
PR: En nuestra línea de razonamiento, con un PIB creciendo a una tasa de 4% anual aproximadamente, si la masa salarial acompaña el crecimiento del PIB, una suba de salarios del orden de 2,5% anual deja un espacio para que el empleo crezca a razón de 1,5% anual. Manejamos cifras redondas para que se entienda, el gobierno contempla una suba de 2.6% anual para los próximos años en el salario y un poquito menor a 1.5% anual en el empleo.
Pero en términos simples, esa proyección o aspiración que plantea el gobierno apunta a que el crecimiento económico se traduzca simultáneamente en más empleo, en más salarios, y que no genere presiones inflacionarias desmedidas o impactos negativos en la competitividad.
Ese es el enfoque macroeconómico, de todas maneras, las negociaciones salariales se llevarán por rama de actividad.
JAE: Y para eso el gobierno plantea tres criterios para la determinación de los ajustes: inflación esperada, crecimiento del PIB por ocupado y desempeño específico del sector de actividad. ¿Cómo ven esas pautas? ¿Qué aspectos son importantes al momento de fijar acuerdos?
PR: Varios aspectos. Sin dudas debe haber un componente de ajuste para recoger la evolución esperada de la inflación. Sin perjuicio de que luego haya correctivos para considerar cualquier diferencia entre la inflación real y la inflación proyectada al momento del ajuste, a nuestro juicio es importante que los ajustes iniciales tomen como proyección de inflación el centro del rango meta del gobierno. Actualmente la inflación que esperan los analistas es de algo más de 6% mientras que el centro del rango meta es de 5%. ¿Por qué es importante este punto? Si los ajustes parten de que la inflación será de 6%, entonces los ajustes terminan reforzando esa expectativa inflacionaria. Y si el Banco Central efectivamente combatiera esa expectativa y lograra llevar la inflación a 5%, entonces los aumentos habrían terminado siendo mayores. Este es un punto sensible, si los trabajadores no creen en los objetivos de inflación, se mostrarán reticentes a aceptar el rango meta como primera referencia. Pero se debería evitar indexar la economía en torno de expectativas más altas que el objetivo del gobierno. O dicho de otro modo, si los aumentos de salarios contemplaran niveles de inflación más altos, eso al final implicaría una mayor restricción monetaria y por lo tanto niveles de tipo de cambio más bajos y menores niveles de rentabilidad en los sectores exportadores.
Un segundo aspecto tiene que ver con el componente de crecimiento. Habrá sectores que optarán seguramente por una regla simple (como la evolución del PIB por ocupado). Otros preferirán medidas más específicas de productividad. Eso puede resultar más ajustado a la realidad pero requiere que tanto las empresas como los trabajadores sientan que esos indicadores son adecuados. En particular, los índices de productividad de un sector o de una empresa no son siempre fáciles de interpretar. ¿Por qué digo esto? Porque a veces la productividad aumenta porque se ha organizado mejor el trabajo, porque hay un mejor desempeño de los trabajadores, y a veces aumenta porque las empresas han invertido en tecnología (lo cual les insume recursos financieros). Entonces, esto plantea la necesidad de acordar una forma de repartir los beneficios de las mejoras de productividad.
JAE: El gobierno manejó que los convenios sectoriales podrían recoger además de indicadores de productividad otros elementos como por ejemplo el empleo, la evolución de la producción, la evolución de las ventas, el tipo de cambio o de las exportaciones. ¿Cómo ven esa posibilidad?
PR: Son todos elementos que pueden ayudar a dar más flexibilidad a los convenios. Pero lógicamente aquí valen las mismas precisiones que hacíamos para el tema de la productividad. Alcanzar acuerdos en torno de variables como las que tú mencionabas demandará un grado de madurez y sofisticación de las negociaciones muy importante. Es un desafío.
JAE: El gobierno también plantea una aspiración de que los convenios sean de duración larga. ¿Qué aspectos son importantes en este punto?
PR: Está claro que si los convenios son largos otorgan una mayor previsibilidad, reducen el esfuerzo de tener que negociar una y otra vez. Pero si son largos deben ser suficientemente flexibles. De lo contrario, la extensión se transforma en una mayor rigidez.
Y la flexibilidad tiene al menos dos componentes.
JAE: ¿Cuáles son esos componentes?
PR: El primero tiene que ver con el porcentaje de incremento real durante la vigencia del convenio. Si el salario real acompaña el crecimiento del PIB o la evolución de algún indicador sectorial de productividad, esos porcentajes deben razonablemente contemplar tanto escenarios de mejora como escenarios de baja.
Por otra parte, debe dejarse abierta la puerta a que los convenios deban renegociarse, sobre todo si se generan situaciones extremas. En la ronda de negociación anterior no estuvo bien contemplada esa posibilidad.
JAE: En síntesis, ¿cómo se ven las perspectivas para la próxima ronda de negociación salarial?
PR: El gobierno a nuestro juicio plantea un marco macroeconómico compartible. Es razonable la perspectiva de moderación salarial contemplada en las proyecciones del gobierno.
La apuesta del gobierno es a lograr acuerdos más flexibles, que contemplen diferencias entre sectores, que incorporen indicadores más específicos y ajustados a la realidad de cada sector. Todo eso exige una negociación más madura y más sofisticada. Es un desafío, pero también es una necesidad para la sustentabilidad de un modelo de negociación colectiva como el que tiene Uruguay. Una cosa era recuperar salarios en forma generalizada a partir de niveles muy bajos y de una expansión extraordinaria de la actividad económica. La sustentabilidad de este modelo radicará en que las negociaciones permitan acuerdos consistentes desde el punto de vista macroeconómico y flexibles desde el punto de vista sectorial.
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