En Perspectiva

DEFICIT ATENCIONAL CON HIPERACTIVIDAD: Definición.



Comentarios del doctor Ariel Gold, psiquiatra de niños y adolescentes, ex profesor adjunto de la Cátedra de Psiquiatría de Niños y Adolescentes del Hospital Pereira Rossell y coordinador del curso de Psicofarmacología de la misma cátedra:

Se trata de un cuadro neuropsiquiátrico, una base biológica con manifestaciones conductuales, que afecta el sistema de auto regulación de la conducta. Cuando se produce el fenómeno educativo básico aprendemos la posibilidad de elegir ciertas conductas a través de dos frenos: uno es la capacidad de esperar y, el otro, la capacidad de no hacer lo que tengo ganas sino lo que conviene por mí y por los demás. El trastorno por déficit atencional afecta estos dos frenos. Por lo tanto, a estos niños les cuesta aprender a esperar y a controlar sus impulsos. O sea, que son personas que actúan primero y piensan después.

A eso se suma la incapacidad para controlar las interferencias del ambiente. Esto es, por ejemplo, si está en clase y del otro lado de la ventana hay un perro moviendo la cola, es difícil que la persona pueda mantener su atención en lo que indica la maestra y no en la cola del perro. Es decir, poder soportar estímulos externos.

En resumen, los cuatro síntomas fundamentales que presentan estos niños son: 1) La distractibilidad: no atiende lo que no le interesa, entonces, en la clase está atendiendo lo que pasa afuera, pero no a su maestra. 2) Impulsividad: es un niño que actúa primero y piensa después. 3) Hiperactividad: el chiquilín se mueve de forma excesiva. 4) Desorganización: están desgreñados a las 10 de la mañana el 5 de marzo, a las dos horas de comenzar las clases. El escritorio rápidamente es un desorden. Son chiquilines perdedores crónicos de cosas. Hay que comprarles 50 lápices sabiendo que los pierden a la semana. Hacen deberes pero se olvidan de llevarlos. Se transforma en algo bastante caótico.

(Tomado de "Tiempo de clases tiempo de ritalina", informe de Cecilia Bonino, Asuntos Pendientes, El Espectador, 13.03.2007)