Mi mejor verano

Mi mejor verano

Por Sergio Puglia

Hacía 12 años que ponía distancia del verano. Parecía como que lo que más me atraía era el frío y la búsqueda permanente de distintas experiencias que me enriquecieran en mi tarea y ampliaran mis horizontes. Por todo eso organizaba viajes a otros continentes durante mis vacaciones; pero durante el 96 comencé a sentir la necesidad de volver a reencontrarme con el sol y el verde de mis raíces, y con la misma vehemencia que organizaba viajes, organicé mis vacaciones de verano en Uruguay.
1°) Elegí el lugar: Punta del Este, no porque fuera paquete, sino porque me gusta, y Pinares, por el verde que me rodea;
2°) El papel que iba a desempeñar durante esos 40 días al sol: recibir gente amiga, ir a la playa y cocinar como parte del disfrute.
3°) El ocio tenía que ser productivo: la lectura, la música, los videos tenían que estar presentes; porque cargar las pilas era no sólo no tener horarios que cumplir, sino también alimentarse gastronómica e intelectualmente para después rendir durante el año.

Toda esta organización no sería buena sin la compañía familiar y de amigos, así que se seleccioné a la gente para cursar las invitaciones a compartir el sol y el verde.

En este mundo de apresuramientos y frivolidades que la gente piensa que es Punta, uno, sin embargo, puede hacer un alto y desarrollar su tiempo como quiera; y lo logré a pesar de la preocupación que significaba el no engordar. Los primeros diez días me preocupé, después no. Interiormente decidí que disfrutar era parte del juego.

Caminar no es mi fuerte, pero recorrer en auto el balneario me ayudó a darme cuenta, una vez más, qué privilegio tenemos al poseer un lugar donde Dios y el hombre aportaron tanta belleza.

El clima donde el rey Sol con capa de ozono nos bañó durante nuestro descanso nos dio una sensación de plenitud como para después rendir en la tarea a desarrollar. La parrilla, las pastas, las ensaladas, los fiambres, los budines, los helados, las frutas, los chocolates, los desayunos en el jardín, los almuerzos, el mate de la tarde, las cenas con amigos y familia, el perfume del mar y los jazmines fueron, día a día, dándonos un convencimiento: qué suerte haber nacido en el sur y que éste también exista.

Cumplir años con calor, llegar a los 47 con una brisa cálida a la noche y plenitud, comiendo una rica pasta "fata in casa" es un acontecimiento verdaderamente memorable.

El verano del 96/97 me dio la posibilidad de decidir que de allí en más los veranos los comenzaría a pasar en mi país, es decir, en mi ámbito. Porque nuestro sol, pinos, arena, gente, amigos y familia están aquí, y cuando uno busca tener una buena calidad de vida lo que más importa son las pequeñas grandes cosas.

Memorable sí, este verano que me hizo engordar, pero me dio paz, tranquilidad y muchas fuerzas para seguir adelante en esta tarea que, si bien te expone continuamente, es muy gratificante. El verano del 96 creo que la mayor aspiración que me dio fue la de reconocer que debemos reservarnos un tiempo para nosotros, para después agradecer con nuestro trabajo lo que Dios, la familia y los amigos nos brindan.

Estoy escribiendo esta columna en el jardín y tengo que empezar a terminarla, porque dentro de las tareas a cumplir hay que cocinar y una buena solución es hacer tartas. Voy a hacer una de ricota y bondiola: la masa facilísima:

MASA:
150 g de harina
75g de manteca o margarina
1 huevo – 2 cucharadas de agua fría
10 minutos de heladera una vez unidos los ingredientes y después se estira y se forra la tortera

RELLENO:
1 lata de choclo (crema)
100 g de bondiola picada
50g de queso parmesano
4 huevos batidos
½ litro de crema doble
30 minutos de horno a 180 grados.

Se me hizo agua la boca. Voy a hacerla mientras tomo un aperitivo porque todo en la vida es cuestión de sabores.