El 10... y Diego *Por Santiago Díaz
Maradona acaparó los titulares de los medios de comunicación del mundo entero, así como la atención de miles de millones de personas. ¿Eso se debe únicamente a que es el máximo referente del deporte más popular del planeta?
Al ser para muchos el mejor futbolista de todos los tiempos, es lógico que sea noticia que Maradona esté al borde de la muerte. También parece evidente que monopolice el espacio periodístico en su país, el cual tiene ciertas particularidades que contribuyen a que su figura opaque a la del mismísimo Dios. Lo que sí llama la atención es que la prensa de los 5 continentes haya tomado como prioridad la precaria salud de un futbolista, por más maravilloso y notable que haya sido como tal. Maradona genera esta desesperación mediática no solo por lo que fue como jugador, sino también por el personaje que fue construyendo a partir de su carrera deportiva. Maradona es la combinación perfecta. Por un lado, el 10 fue el mejor en una actividad que, tal vez como ninguna otra, genera pasiones incontrolables. Pero, por otro lado, Diego es un personaje atrayente y super vendible. Eso lo hace tan fascinante que al mundo entero le parece indispensable conocer el último parte médico, si ya le sacaron el respirador artificial o como reaccionaron Dalma, Giannina y Claudia. Argentina eliminó a Inglaterra en los cuartos de final de México 86 con 2 goles del 10, uno fue con la mano y el otro el más espectacular de toda la historia. ¿Qué dijo Diego? Que disfrutó más el primero, porque lo sintió como una burla contra los ingleses y como una venganza de la Guerra de las Malvinas. No es que las palabras de Diego opaquen los logros deportivos del 10, pero sí provocan una mezcla explosiva que hace imposible que la persona nos sea indiferente, mucho menos cuando su vidas corre peligro. Cómo olvidar la semifinal de Italia 90, en la que Argentina, jugando en Nápoles, eliminó a la selección local, que además era favorita y máxima candidata para jugar la final con Alemania. Antes del partido, Diego, ídolo absoluto en Nápoles, les recordó a los aficionados el conocido contraste italiano entre norte y sur. Les dijo a los sureños que pensaran bien por qué equipo hinchar y que los mismos que siempre los despreciaron, ahora les pedían apoyo. Sembró la duda en los napolitanos, quienes verdaderamente sentían que Diego siempre se había jugado por ellos y que el 10 era el único que los había hecho vencer al poder, aunque sea en una cancha de fútbol. Fue otra gesta deportiva del 10 adornada por una brillante acción de Diego, un personaje fenomenal, que en ese momento fue acusado de querer dividir un país para sacar ventaja en un partido de fútbol. A lo largo del tiempo, mil historias de la vida de Diego amplificaron la gloria futbolística del 10, logrando entre ambos un personaje único e irrepetible. Creó un sindicato de futbolistas para combatir los excesos de la FIFA, dijo que el Papa es un "cabeza de termo", fue condecorado en Oxford, su ídolo es el Che Guevara, pero es amigo de Menem. Hay más, creó frases que hicieron historia ("se le escapó la tortuga" y "la pelota no se mancha" son solo dos ejemplos), se considera amigo personal de Fidel Castro, es anti estadounidense y es un cocainómano asumido. Parece claro que Zidane es mejor jugador que Beckham. Sin embargo, por todo lo que significa su figura fuera de la cancha, el inglés llama mucho más la atención mediática que su compañero del Real Madrid. ¿Qué generaría en la gente un hombre que tuviera al mismo tiempo la calidad futbolística de Zidane y la personalidad de Beckham? Mucho, pero sin duda tremendamente menos que Maradona, porque el 10 fue infinitamente mejor que Zidane y Diego es infinitamente más interesante y seductor que Beckham. Por eso el mundo vivió en Buenos Aires durante una semana. No solo por lo que fue el 10, sino también por lo que es Diego. En resumen, por Maradona.