La Audiencia Opina

Marcelo Estefanell opina sobre Los Simpson

Estimado Emiliano: lamentablemente, hoy a la mañana, no pude escuchar en la Tertulia todas las opiniones sobre los Simpson, tanto la de los contertulios como los mensajes de los oyentes. Por fortuna existe espectador.com para completar lo que uno se perdió, pero si no fuera así, lo que escuché alcanza para hacerte estos comentarios:

Como Gonzalo Delgado me declaro fanático de los Simpson. Hace 18 años que los sigo y los capítulos más geniales soy capaz de verlos una y mil veces. Confieso que al comienzo me disgustaron profundamente, el dibujo, sobre todo, me resultaba muy desagradable; más tarde, a medida que por una u otra razón los veía en la pantalla del televisor, me fue conquistando el guión. Cuatro temporadas más tarde comencé a descubrir que, como toda obra coral, compleja y bien realizada, a todos nos costaba (y nos cuesta) encasillarla: cualquier rótulo que se le ponga queda chico, ninguno, por sí solo, puede abarcar todo lo que es esa obra.

En los Simpson conviven varias lecturas posible porque, precisamente, contiene diferentes lenguajes; esto explica que lo disfruten todas las edades: niños, adolescentes y adultos por igual. Un niño no se va a percatar de las decenas de guiñadas literarias, cinematográfica o políticas que contienen cada episodio, seguramente se quedará con el chiste más simple o con la travesura más llamativa de Bart. De todas maneras, al cabo de unos años, descubrirá —como ahora los adultos— la crítica social y la sátira política que implícita o explícitamente hay en todas las temporadas.

En el 2005, cuando tuve el privilegio de dar charlas en Liceos y colegios con motivo del cuarto centenario del Quijote, pude al fin exponer ante mis interlocutores —niños y adolescentes— todas las similitudes que he encontrado entre la obra de Cervantes y la de Matt Groening. Dicho así causa sorpresa. Pero no lo digo como un golpe de efecto, lo digo con convencimiento de causa. Y para demostrártelo paso a enumerarte algunos detalles:

1) Cervantes crea un personaje universal a costa de un hidalgo pauperizado que se evade de su triste y rutinaria realidad leyendo todo el día. Su amor por los libros es inconmensurable.

Matt Groening toma como personaje central a un trabajador de clase media, torpe, inmaduro y egoísta, que se evade de su realidad mirando tele e, incluso, ama a la tele.
La televisión es en la obra de Groening lo que los libros son en don Quijote. Para Homero todo lo que ve en la tele es verdad, es LA REALIDAD. Para don Quijote todo lo que dicen los libros (sobre todo los de caballería) es incuestionablemente cierto.

2) Don Quijote, o, mejor, Alonso Quijano el Bueno, tiene una aspiración esencial: sobrevivir en la memoria de la gente como personaje literario. Y el juego sutil de Cervantes está en la segunda parte, cuando su héroe se entera por Sancho de que ya se publicó la primera parte:  (...) ya anda en libros la historia de vuestra merced, con nombre de El Ingenioso don Quijote de la Mancha; y dicen que me mientan a mí en ella con el mismo nombre de Sancho Panza, y a la señora Dulcinea del Toboso, con otras cosas que pasamos nosotros a solas, que me hice cruces de espantado cómo las pudo saber el historiador que las escribió.
Y don Quijote dice:

—Una de las cosas que más debe de dar contento a un hombre virtuoso y eminente es verse, viviendo, andar con buen nombre por las lenguas de las gentes, impreso y con estampa (el subrayado es mío).

Dicho con otras palabras, el Caballero de la Triste Figura Sabe que ya es personaje literario y demostrará su satisfacción por este hecho cada vez que pueda, sobre todo cuando se encuentra con otros personajes que lo reconocen por haber leído la primera parte de la novela. Y si no lo reconocen él se encargará de decirle (como al Caballero del Verde Gabán): (...) por mis valerosas, muchas y cristianas hazañas he merecido andar ya en estampa en casi todas o las más naciones del mundo. Treinta mil volúmenes se han impreso de mi historia, y lleva camino de imprimirse treinta mil veces de millares, si el cielo no lo remedia.

Homero Simpson sabe que es un dibujo animado (¡!). Y si bien no muestra el mismo ánimo que don Quijote, bien que trata de sacar ventaja de ello.

3) Cuando el Cura y el Barbero censuran la biblioteca de Don Quijote, Cervantes, con gran astucia, no sólo coloca su única novela hasta entonces editada (La Galatea) en la biblioteca de su personaje, sino que también pone en boca del Cura críticas a la misma.

¿No es esto genial?

Matt Groening se permite lo mismo en varias ocasiones. Recuerdo ahora un episodio en que Homero está desconsolado y furioso porque no ligó ningún premio en un acto de la ciudad; entonces, su esposa, para consolarlo, le dice:

— Pero Homero, Fox nos dio un premio.

Y él, manteniendo su mal humor, le responde:

—¡Ese canal es una porquería!

4) Cuando leemos el Quijote hallamos en su interior otras novelas que se leen y se comentan; incluso, personajes de otras obras, y otros históricos, se pasean por las páginas como pericos por su casa.

En los Simpson sucede lo mismo: mientras nosotros miramos a la familia de piel amarilla en nuestros televisores ellos miran tele en su casa. Y mientras nosotros nos reímos de ellos, ellos se ríen de Tomy y Daly (dibujo animado dentro del dibujo animado). Por no hablar de los personajes reales que se vuelven dibujo como los Rolling Stone, Billy Clinton o Bush padre.

Emiliano, no quiero aburrirte más, hay decenas y decenas de ejemplos más de lo que atrevidamente llamo "Las influencias cervantinas en Matt Groening".
Por supuesto que don Quijote y Homero como personajes no se parecen en nada (salvo cuando son arbitrarios, pero en este caso, todos los seres humanos cuando somos arbitrarios nos parecemos a ellos); sin embargo, en mi opinión, salvando las distancias, en sus técnicas narrativas, en el complejo mundo creado, en el juego de espejos entre realidad y ficción, las dos obras tienen mucho en común, y hacen de ese TODO algo maravilloso y, a qué dudarlo, universal.

Te mando un abrazo
Marcelo Estefanell