Orgullo. Eso es lo que siente Ricardo Darín al ver "La Señal", película en la que actúa y supone su debut como director.

Señal de amistad

Orgullo. Eso es lo que siente Ricardo Darín al ver "La Señal", película en la que actúa y supone su debut como director. Conoció el proyecto de su amigo Eduardo Mignona poco antes de su muerte y lo convencieron de que lo llevara a la pantalla grande. Lo hizo y está satisfecho, destaca. Un trabajo "digno" que ya es éxito en Buenos Aires y este viernes llega a las salas montevideanas. Actor consagrado, repite que pasará tiempo antes de que se encargue totalmente de otra película.

(Emitido a las 11.30)

GONZALO SOBRAL:
Hoy se estrena en Uruguay "La Señal", ópera prima de Ricardo Darín y Martín Hodara. Ellos son los directores de esta co-producción argentina-española, que en el primer fin de semana de estreno en Argentina -a mediados de setiembre- alcanzó la cifra de más de 100.000 espectadores, superando incluso, a superproducciones de Hollywood como Bourne: el Ultimátum, o Duro de Matar 4.0.

Para Ricardo Darín, quien además de ser director, es uno de los protagonistas del film junto a Diego Peretti y Julieta Díaz, "La Señal" representa una gran oportunidad de seguir con un sueño que comenzó como actor junto a Eduardo Mignogna, quien falleció en octubre del año pasado.

Esta película está ambientada en la década del 50, en momentos donde Argentina parece perder el rumbo debido al delicado estado de salud de Eva Perón, considerada como "jefa espiritual" de los argentinos. Cuenta la historia de Corvalán (Ricardo Darín), que a sus cuarenta y pico, parece estar acomodado ya a una vida bastante previsible. Es dueño junto con Santana (Diego Peretti), su socio y amigo, de una modesta agencia de detectives a la que sólo llegan casos menores.

Fuera de la oficina los ámbitos que más suele frecuentar son el Hipódromo y el billar. Con el paso de los años Corvalán ha sabido construir una personalidad en apariencia segura basada en dos o tres certezas incuestionables. Una de ellas es su amistad con Santana.

Una noche aparece Gloria, escoltada por su chofer. La belleza de la mujer y su enigmático comportamiento sirven para despertar a Corvalán de esa modorra cotidiana. Gloria le ofrece buen dinero, más de lo habitual, por seguir y fotografiar a un hombre llamado Perturato.

Pocos días después y una vez entregado el primer informe del seguimiento, Perturato aparece muerto. Inevitablemente, Corvalán se ve envuelto en una historia de amor y peligro, como único ser humano dispuesto a ayudar a esta mujer, quien intenta escapar de las garras del único sobreviviente de esa masacre que involucra al marido de Gloria y a todos los que lo rodean.

Para hablar sobre esta película, estamos en contacto directo con Buenos Aires. El diálogo es  con el director y protagonista de "La Señal": Ricardo Darín.

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Ricardo, a un mes del estreno de la película y al ver el enganche que ha tenido con la gente, ¿podés pensar "misión cumplida"?

RICARDO DARÍN:
En realidad esa sería una actitud demasiado "resultadista". Sí tuve esa sensación que describís de "misión cumplida" o "tarea realizada" cuando terminamos de ver la película y nos dimos cuenta de que teníamos una película digna en las manos. Significó la satisfacción de haber podido terminar la tarea de un amigo como Eduardo Mignona que de alguna forma recayó en nuestras manos y nos sentimos orgullosos y honrados de haber podido cumplir con eso. Esa fue la primera sensación de tarea cumplida.

Después por supuesto cuando uno ve la expectativa que generó en la gente, la repercusión en el público, la devolución que hacen del trabajo, en especial los amantes del cine policial, del cine negro, a los que le gusta ver una película bien realizada –que creo que es la definición más prudente que puedo dar- sentimos una doble satisfacción.

ALEJANDRA BORQUES:
Conocías la historia desde el origen, según lo que Eduardo Mignona contaba en las últimas entrevistas que dio. Era una historia imaginada por Eduardo y de la que vos conocías los entretelones. ¿Eso te animó a terminarla?

RD – Sí. Lo que ocurrió es que conocía la novela, él me la dio a leer. Yo me enamoré de la novela, que dicho sea de paso se las recomiendo. Es deliciosa por su capacidad de descripción, por su detallismo. Cuando la leí me entusiasmé, les dije que me parecía fantástica, que había una posibilidad de hacer una linda película con ella y empezamos a trabajar, tuvimos los primeros encuentros. Él me abrió la puerta de la cocina del proyecto y esto fue de alguna forma, entre otras cosas, más allá del estímulo que recibí por parte de su mujer, de su familia y de la producción que me invitó a hacerme cargo del proyecto, lo que me animó a seguir adelante y animarme a intentar llevar el proyecto hasta el final. No me sentía tan ajeno, tan distante.

AB - ¿Qué te había enseñado Eduardo, ya sea dirigiendo o compartiendo esos momentos previos?

RD – Las mayores enseñanzas que uno puede recibir del contacto directo de una persona del calibre de Eduardo Mignona son a nivel humano. Realmente era un placer de persona, un tipo muy inteligente, muy generoso, muy abierto con un gran sentido del humor, del compañerismo, de trabajo en equipo. Un placer haber compartido cosas con él, en el contacto directo. En esta oportunidad con este proyecto entre manos el desenlace que tuvo nadie lo tenía previsto. Él seguramente sabía de su problema pero tuvo la elegancia de no abrir el tema hacia los demás. Ni siquiera nos intoxicó con ese problema. La verdad es que todas las charlas que teníamos eran de amigos o de dos personas, dos compañeros, que están subidos al mismo proyecto, que tratan de mirar en la misma dirección, de buscar lo mejor para la película. Como actor sí habíamos dado muchas vueltas sobre las características de los personajes, de qué tipo de textura debía tener la historia, alrededor de esas cosas anduvo nuestro trabajo.

GS - ¿Alguna vez habías pensado en que llegaría el momento en el que querrías dirigir?

RD – Me había picado un poco el bichito en dos o tres oportunidades en las que me habían tentado con distintos proyectos pero siempre opté por retirarme prudentemente porque eran historias con las que no me animaba.  Yo creo que uno se puede meter en  una historia cuando cree, equivocadamente o no, pero al menos cree que puede tener algo para aportarle a la historia. O tratar un tema del que más o menos entienda algo, si no me parece que puede ser demasiado oportunista o descabellado. En este caso me animé porque conocía la historia desde el principio, sabía cuáles eran los parámetros sobre los que quería desarrollarla Eduardo en la versión cinematográfica y además porque tenía un equipo de excelentes profesionales que me respaldaban y trabajamos todos juntos en equipo para llegar hasta el final. Esas fueron las condiciones que me entusiasmaron y me hicieron perder un poco de temor. Así me animé a llevar todo hasta el final.

GS – Igualmente, te diré que no es nada fácil hacer, en la primera película, cine de género. Esto es un policial de serie negra estricto. Cuando uno mira el decálogo del policial de serie negra lo que le está faltando como clásico es la ciudad de Los Ángeles.

(Risas)

RD – Bueno, ese era el desafío. Hacer una de aquellas que nos habían gustado tanto, que nos movilizaron, con las que tanto nos bombardearon los americanos durante tanto tiempo, pero traerla al Río de la Plata, que tuviera nuestra forma de caminar, de mirar, de hablar, ese toque melancólico del que está impregnada toda la historia. Un detalle que para mi gusto lo acerca más a nuestras orillas es el hecho de la vulnerabilidad de los personajes. Cosa que normalmente no se permitían en las recalcitrantemente de género americanas. Los personajes difícilmente mostraban grises o fisuras por las cuales uno pudiera intuir que los personajes eran permeables.

AB  - Hoy hablabas del "color", de la "textura", que debería tener la película. Y es algo que resalta ni bien uno la empieza a ver y tiene que ver con esa zona casi sepia en la que se mueve. En algún momento, leí por ahí, habían pensado en que fuera blanco y negro. ¿Eso es cierto?

RD – Sí. Yo estaba muy entusiasmado con el blanco y negro porque además hicimos pruebas al respecto en el laboratorio y la verdad es que le quedaba genial. Pero por cuestiones de distribución y de producción tuvimos que llegar a un punto de acuerdo. Voy a permitirme disentir con vos: no es sepia, lo que tiene es un trabajo de descromatización que atenúa los colores. El sepia es cuando a todo te lo baña de un mismo color.

AB – Está bárbara la aclaración porque es así...

RD – Acá lo que ocurre es que hay un proceso de descromatización. Es un error en el que se puede caer fácilmente porque lo hemos analizado y lo hemos visto. Lo que ocurre es que lo que quisimos fue atenuar los colores y trabajar con la luz de una forma distinta para darle una atmósfera un poco más densa, un poco más pesada, y acercarnos un poco más a la época.

AB – Ya que estás hablando de la época, ¿cómo funcionó la ciudad para poder adecuar los escenarios?

RD – La ciudad no fue precisamente un aliado. A diferencia de Montevideo, Buenos Aires no es una ciudad en donde se respeten amorosamente los edificios bien conservados y de épocas. Aquí se tiran abajo casas extraordinariamente construidas, con un estilo maravilloso, para levantar un bodoque. Y eso es lamentable por un lado en términos generales y cinematográficamente es un dolor. Después a la hora de la reconstrucción por supuesto tenés que tener muy enfocado qué es lo que necesitás y tratar de salir a buscarlo. Ahí es que se nota el trabajo intenso que hizo la gente de locaciones, que es la encargada de encontrar lugares posibles para filmar.

GS - ¿Y ahora qué? Por un lado estarás disfrutando que cerraste la película, que quedaron conformes y que la gente está respondiendo. ¿Cómo sigue tu carrera para adelante? ¿Como actor o empiezan a aparecer guiones de amigos para que los dirijas?

RD – ¡Eso no se le hace a los amigos! (Risas) No, la verdad es que soy actor. Esto fue una circunstancia especial, fortuita, inesperada, para nada deseada. Hubo que ponerle el cuerpo y salir adelante pero yo soy actor. En cuanto a mi futuro en cuanto posibilidad o tentativa de hacerme cargo de algún otro proyecto, creo que va a pasar un tiempo porque esto fue agotador. Está mal que yo lo diga, no me estoy quejando, pero es la verdad. Fue agotador. Protagonizar una película y dirigirla al mismo tiempo es algo que estaba muy por encima de mi capacidad física e intelectual. La verdad es que terminé muy agotado porque imaginate que entre el trabajo de re-escritura, pre-producción, rodaje, post-producción, mezcla final, sonido y musicalización, estuve un año de 24 horas al día sin poder pensar en otra cosa.

AB – Es mucho...

RD – Es mucho. La verdad es que es mucho.

AB – Quiero al menos unas frases finales al cerrar la nota sobre tus compañeros de elenco. Dos caras para nosotros al menos muy disfrutables, dos actores muy disfrutables.

RD – El elenco es soñado. Es un poco lo que te decía con respecto al equipo técnico. Todo se hace mucho más fácil si trabajás con gente como (Diego) Peretti, como Andrea Pietra, como Walter Santana, como Julieta Díaz, Vando Villamil. No solamente son excelentes profesionales sino que además entienden muy bien el pulso, la vibración, enseguida se sumaron a la historia. Conté con una gran colaboración de parte de ellos a nivel compañerismo. Es decir, sabían que estaba encarando un desafío nuevo, que lógicamente me podía sumergir en alguna zona de nerviosismo o de inestabilidad y ellos fueron una gran contención para mí desde todo punto de vista, humanamente sobre todo y profesionalmente también. O sea que fue un placer. Yo veo tantas veces como he visto la película y veo los trabajos de Peretti, de "la Negrita" Pietra, Sanana, de Julieta Díaz –a cargo de un personaje realmente difícil- y me siento orgulloso por ellos y por mí.

GS – Ricardo, gracias por estos minutos...

RD – Al contrario, fue un placer. Discúlpenme no haber podido estar allá en cuerpo y alma para poder encarar todo este proceso de lanzamiento de la peli... Lo que pasa es que estoy tratando de salir de una angina. Hoy es el primer día en que me siento más o menos bien pero tengo la garganta bastante tomada y por una cuestión y por una cuestión de prudencia decidí quedarme en casa. Pero me hubiera gustado estar allá. Les mando un saludo y un abrazo a todos, y ojalá la gente a la que le gusta el género lo pueda disfrutar.

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Edición: Mauricio Erramuspe