- ¿Qué significa ponerse la galera y estar ahí adelante como Pastrana?

- Es una sensación divina, te viene un sentimiento, se te paran los pelos, yo que sé. Y viendo la foto del "loco Pastrana" ahí atrás, te viene una fuerza. Estaba muerto para la despedida, tenía un cansancio bárbaro, pero solamente mirando la foto del loco parece que te ponés el traje de Pastrana y te da una fuerza bárbara.
 
- ¿Qué recuerdos tenés del Tito?

- Tengo pila de recuerdos, los dichos, las cosas que hacía el loco. Las mil anécdotas. Una de las mejores es lo que hacía arriba del escenario estando viejo y bastante enfermo. Pero subía, se ponía el traje viejo que tenía y parecía que era un elixir de la vida. Entonces cuando la murga está tocando el tema de la retirada que le cantamos a él, con la foto ahí atrás y uno intentando imitarlo, tengo una inmensa.

- ¿Sos de los viejos directores que van quedando de la generación musical de dar el tono de oído?

- Sí. Aunque ahora no estoy arreglando, le estoy dando una mano a Diego Mutiuzábal (el arreglador y director escénico) pero yo no arreglo más porque estos botijas te parten al medio. Ahora con la guitarra al hombro y el buen gusto te matan.
 
- ¿Y qué sentís cuando ves la guitarra y recordás todos tus arreglos a puro oído?

- Es bravo porque musicalmente están muy adelantados los botijas. Pero el oído siempre está ahí. La oreja siempre está.

- ¿Cambió mucho la murga?

- Cambió pila. Antes tenías un traje solo y ahora te cambiás de traje tres o cuatro veces. Y entran personajes distintos y tenés que bailar, hacer puestas en escena que no me gustan para nada. Pero igual, hay que hacerlo y es un puntaje que te dan.